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En el Día Internacional de la Enfermería: Las pasiones de Anabel

En el Día Internacional de la Enfermería: Las pasiones de Anabel

Junto a María Cristina Fleites Gattorno, una de sus pacientes aquejada de una ulcera varicosa desde hace 9 años. Ella la cura, la asiste, y la anciana no tiene palabras para agradecerle su gesto. «Para mí es otra de mis hijas», confiesa.

Por Ricardo R. González
Foto: Manuel de Feria

Si las muñecas de la infancia hablaran contarían que soportaban los pinchazos desmedidos de una vacuna imaginada, o que eran auscultadas para precisar el diagnóstico de una dolencia envuelta en la fantasía.

Y es que Anabel Pérez Pérez llevaba en la sangre esa vocación devenida primer requisito a fin de ejercer el oficio. Que lo digan los vecinos de entonces en su Sagua la Grande natal quienes apreciaban que ningún juego de casitas escapó de otro rol que no fuera el de los sueños de la pequeña por ejercer la enfermería.

Ha pasado el tiempo, y ahora convertida en mujer recuerda los saltos de alegría de aquel día cuando le llegó la plaza para cursar la profesión.

«Siempre me gustaron los niños, por eso me incliné hacia la pediatría. Vine para Santa Clara, estudié tres años, me casé y quedé aquí. No olvido mi labor en la sala de cirugía del hospital pediátrico José Luis Miranda bajo la disciplina de los profesores Rafael López Sánchez (ya desaparecido), y de José Muñiz Escamparter».

Sin embargo, asalta la paradoja de que una mujer con un carácter tan dulce que prefiera el trabajo dirigido a los infantes ante acciones cruentas como las continuas venoclisis, las sondas, o una cura que no admite compasiones extremas.

«Es algo que puedo vencer. Me place el universo de la infancia y me hago amiga de sus lindos tesoros. Si tengo que inyectarlos jamás los maltrato, y trato por todos los medios de ganármelos, aunque me golpea el llanto porque no soy de piedra. Solo en ese momento me digo: «Resulta necesario y tengo que cumplirlo».

En esta cabalgata del día a día, Anabel se graduó como enfermera pediatra en 1983 para años después alcanzar la licenciatura en el nivel superior, realizar los cursos de categoría docente, hasta que en 2011 se corona como especialista en la atención primaria de Salud (APS), la única en su rama del policlínico Chiqui Gómez al cual pertenece.

«Tuve el privilegio de ser fundadora de los consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia en esta institución, allá por 1986, cuando atendían 120 familias. Desde 2010 llegué al consultorio 17-48, ubicado en Alemán, esquina a Circunvalación, en Santa Clara, donde laboro junto a la doctora María de los Ángeles Fernández en la atención a mil 950 pacientes, y una excelente reciprocidad por parte de los factores comunitarios».

Mas, la vida de Anabel Pérez no se circunscribe solamente al mundo de la cofia representativa sobre el cabello y el uniforme blanco porque la vida le dio el privilegio de ser madre.

«Una etapa muy linda. Mi esposo, Justo Salabarría, y yo asumimos la crianza desde que parí y tenía tres turnos rotativos en el Hospital Pediátrico, pero tuve la suerte de que mis niños no salieran enfermizos. Se llaman Ana Beatriz y Carlos Luis Salabarría Pérez a quienes seguimos dentro de la vida estudiantil y laboral. Todavía me parece verlos en el seminternado. La primera ya con 26 años, y el varón tiene 21, pero ninguno prosiguió el camino de su mamá».

— A lo largo de la conversación usted reitera el privilegio de escoger la enfermería y desplegar a plenitud la dicha de ser mamá…

«Son los dos regalos más intensos que han tocado a mi puerta, como también el de demostrarle a mis padres que pude consumar aquellos sueños de niña, pero agregaría el amor por la APS porque quien no sienta identificado por ella… por favor… que se retire del camino.

«Este oficio necesita amor, sabiduría, dedicación, y sobre todo sentirla muy dentro. Pobre de quien piense que en los consultorios no se aprende. Yo lo hago a diario, sin obviar la superación como detalle indispensable, pues solo con el título no se llega».

Esta mujer considera que sus amores resultan los niños y los ancianos. Es feliz al ver su círculo de abuelos, en el seguimiento a los lactantes, y en los detalles relacionados con la geriatría o especialidad dedicada al adulto mayor porque «como soy Libra encuentro la compensación en cada una de las acciones. Mi plataforma es la de ayudar a cualquiera dentro de mis posibilidades, y siento enorme placer cuando pacientes de otros lugares reclaman mi asistencia.

— ¿No se incomoda por eso?

— Al contrario. Siento el placer de sentirme útil y querida. No maltrato ni me maltratan, y le pido a la vida salud para seguir en este oficio que un día escogí, y volvería a retomarlo sin pensarlo dos veces.

Así se delinea el perfil de Anabel que está celebrando, hoy 12 de Mayo, el Día Internacional de la Enfermería conjugado con el dedicado a las madres. Alguien que no se siente cansada, aunque sufre los golpes duros cuando pierde a un paciente. Una cubana admirada en su barriada, y que grita a los cuatro vientos la realización de sus sueños infantiles alimentados, quizás, por las acciones empíricas de su madre al inyectar a los vecinos de Sagua la Grande.

Así son las pasiones de una mujer que acaricia a la vida desde los latidos del corazón.

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