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Marcia, Freyda y el encanto de un domingo

Por Ricardo R. González

Hay sueños en la vida que nos parecen inalcanzables, de esos que se acarician, pero que no ven la realización hasta un día en que vuela la fantasía, y disfrutamos de la luz.

Eso le ocurrió a Marcia Tandrón este último domingo de marzo cuando la vida le regaló la oportunidad de hacer su recital Alas de mujer, para conformar un programa exclusivo con canciones escritas por mujeres bajo el sabio pretexto de contribuir al empoderamiento de las féminas y al cese del mínimo indicio de violencia sobre ellas.

La Maestra Freyda Anido impecable con su profesionalidad.

Quizás por eso que abriera su concierto con el antológico, Gracias a la vida, de Violeta Parra, para proseguir con una selección de temas que no se pueden apartar de la cancionística cubana y de América.

Así llegaron una y otra, muchas seguidas por un público que hizo de la Sala Caturla, de la Biblioteca Provincial Martí, un refugio pequeño para sentir tanto arte del bueno.

Si impecable fue la selección del repertorio y las interpretaciones de esta doctora en Medicina que también alivia al penetrar en la espiritualidad humana, no menos lo fue el acompañamiento musical porque decir la Maestra Freyda Anido y su trío, o el guitarrista Yoandi Guerra, habitual en las presentaciones de Marcia, no hay que recurrir a  las metáforas para reafirmar la profesionalidad, el deseo de hacer, y la valía de los grandes exponentes de la cultura cubana aunque no residan en la capital del país.

Los acompañantes de Freyda y el guitarrista Yoandi Guerra complementarion un programa de buen arte.

Párrafo aparte para esa Freyda inmensa que nos hace vibrar junto a su piano, y para sus muchachos que complementan una entrega de verdadero lujo que se apodera del alma.

Marcia dio vida también a temas de la inexplicablemente olvidada Ela O’Farrill, nacida en nuestra Santa Clara y una de las grandes del pentagrama de todos los tiempos, de la carismática Olga Navarro al recrear Aquí de pie, de hacer suya las piezas de Isolina Carrillo, de compositoras mexicanas y de otras latitudes, de la gran Marta Valdés. O ese himno que nos regalara Tania Castellanos con su clásica Evocación.

Una grata sorpresa. Marcia Echeverría Benavides, la mamá de la vocalista, regaló una pieza sumamente agradecida por los presentes.

Con esta pieza Marcia Tandrón se despidió del público. No sin antes obsequiar con temas de su propia autoría, y de la inesperada ejecución en el piano de Marcia Echeverría Benavides, el ser que le dio la vida y al que le debe todo lo que es.

Acertada conducción de Miriam Llanes.

Fue una tarde mágica. De esas en la que el tiempo vuela y quisiéramos que nunca terminara. Y entre cada mosaico la acertada conducción de Miriam Llanes para hilvanar la coherencia del espectáculo.

Felicitaciones a Marcia Tandrón por haber alcanzado su sueño, por compartirlos con su público y para hacernos sentir, al decir de Marta Valdés que «hay todavía una canción». Esa que revolotea y anida hasta encontrar sus duendes.

También puede ver este material en:

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El público hizo pequeña la Sala Caturla, de la Biblioteca Provincial Marti.

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