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París, tan lejos y tan cerca

París, tan lejos y tan cerca

Por Ricardo R. González

Cómo empezar cuando las ideas fluyen a manera de un potente remolino y la emoción embarga, pero en estos tiempos en que tanto se necesita alimentar la espiritualidad, más allá de la avaricia derivada del dinero, he recibido otro regalo que recorre el alma.

Se trata de la IV edición de Palabras de seda fina, salida en noviembre pasado en Alicante, España, bajo los auspicios de la Editorial Balmenhorn, en la que para mi sorpresa aparece, —entre sus 21 relatos— uno de mi compañera de aulas y amiga de siempre Patricia Fernández Miranda.

Lo tituló París está tan lejos, apoyada, quizás, en ese hábito que según sus confesiones en la presentación casi autobiográfica: «Fabular siempre fue parte de los juegos».

La obra combina el carácter narrativo-descriptivo de una manera que toman de la mano al lector para atraparlo hasta el final.

Los cinco disparos recibidos por John Lennon el día de su muerte se convierten en una especie de leit motiv que juegan un papel significativo en esta historia de Isabel, la protagonista, desenvuelta como simple trabajadora de un departamento de archivo gráfico en un centro médico. La joven es aficionada a la fotografía, y como todo soñador intenta consolidar aspiraciones mayores.

Sus imágenes permanecen en bares y sitios mundanos, y por supuesto desea otra categoría superior, mas Isabel conoce a un empresario escocés —radicado en Francia— y a partir de ahí van complejizándose los hechos que nutren el argumento.

En el relato se consigna una expresión medular: «Este mundo es de los inquebrantables, no está hecho para los débiles», sin restar importancia a la influencia de la letra All you need is love, un clásico de Los Beatles que también influye en la trama y no es traída a contrapelo.

La dramaturgia va in crescendo con ganchos efectivos para conquistar al lector y que no abandone el deseo de seguir escudriñando en el próximo renglón.

Los recuerdos de la infancia, los traumas, el temor a los aviones, las escenas de niños que viajaron solos hacia una aventura desconocida son pinceladas que muchos podemos asociarlas a determinados momentos vividos en alguna isla conocida.

¿Logrará Isabel su propósito? Solo con la lectura de las páginas conoceremos el desenlace.

Por demás, Patricia incluye un retrato de Lennon rubricado por ella como aficionada a la pintura. Es casi una foto, y no por gusto tuvo la dicha de que, en 2011, presentara su exposición personal con algunas de sus manifestaciones pictóricas en la galería Art Atelier, de París, que dedicara a la excelsa escritora y poetisa cubana Dulce María Loynaz.

El resto de los relatos conformantes del libro llenan las expectativas de un lector exigente. La gratitud a todos al encontrar temas de esta cotidianeidad tan universal que se aparta de fronteras e idiomas para entrelazar dichas y sinsabores de romances pasados, nostalgias y añoranzas que, reales o no, aprietan el corazón. No faltan en sus 405 páginas la, en muchos casos, difícil convivencia entre vecinos que desborda a todo el Orbe, y esos disloques traumáticos que pudieran quedar en el recuerdo de la infancia o en otros momentos de nuestras vidas y que nos llevan a asumir una diversidad de posturas y actitudes.

Como bien se plantea en la contraportada el espectro temático es más amplio —y cito: «Hay secuestros, cuentos de fantasmas, épicos piratas e historias tan amargas que no hay azucarillo que las endulce».

En fin, gracias a la Editorial por poner en nuestras manos ese mundo «adonde las palabras nos lleven», esa acuarela reflejada a través de diferentes matices y tonalidades que forman parte del día a día.

A ti Patricia, gracias, mil gracias por tu obra, por tu gesto, por tu talento, y por hacernos a París tan lejos, pero a la vez tan cerca.

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