Mi Comentario: Auxilio para la Memoria Histórica
Por Ricardo R. González
Ilustración: Martirena
El Taller para el fortalecimiento de la conservación de la Memoria Histórica y Documental aparece como un hálito de oxígeno ante tantos descalabros que hieren el patrimonio. Se trata de una especie de salvaguarda de lo nuestro, de las raíces, y de la identidad villaclareña en una provincia con fortalezas peculiares dentro de su mosaico de vida.
Creo que nadie se atreva a minimizar la importancia de la Sala de Fondos Raros y Valiosos de la Biblioteca Provincial Martí, inaugurada en octubre de 1979, con publicaciones que datan, incluso, de 1528; sin embargo, las huellas del tiempo, la falta de recursos y otras situaciones marcan un deterioro considerable que de no recibir acciones inminentes se corre el riesgo de perder buena parte de nuestro acervo.
Otro tanto ocurre con el Fondo Coronado, perteneciente a la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas. Una verdadera reliquia con casi 40 mil ejemplares entre libros, revistas, mapas, manuscritos y materiales exclusivos en Cuba expuestos a disímiles avatares junto a las escaramuzas de hongos y trazas que hacen de las suyas, o el Museo Provincial con toda su valía, entre ellas una carta única de Martí dirigida a la patriota Carolina Rodríguez.
No menos importante el papel del Archivo Histórico, adscrito al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), a la par de otras instituciones que guardan documentación histórica excepcional y no escapan de las agonías.
Sin ánimo de chovinismo también incluyo a nuestro archivo del Periódico Vanguardia que atesora todos los ejemplares desde su fundación y recoge la memoria de los acontecimientos significativos de la región central de Cuba hasta concentrarse en lo local luego de la división político—administrativa.
Si bien los asistentes al Taller remarcaron que esta labor requiere de extrema sensibilidad no solo con buenos deseos se resuelven los problemas, y entramos en la necesidad de tecnologías que resultan vitales —y a la vez costosas— para sostener el arte imperioso de la conservación.
En medio de estas paradojas aparece el desarrollo vertiginoso de una modernidad donde soportes como los discos compactos casi forman parte del pasado y dentro de una era en que los materiales destinados a la digitalización no escapan de los tambaleos mercantiles.
Pero en las acciones humanas quedan las huellas de los atentados contra el patrimonio. No se trata solo de ese individuo inescrupuloso que llega a una biblioteca y mutila los libros como hecho que de por sí merece repulsa. Pienso en esas mentes poco lúcidas que un día dieron la orden para desvalijar los fondos en centros de documentación u otros similares porque cesaban sus funciones.
Recuerdo aquellas escenas en que literatura valiosa volaba hasta la cámara de un camión para engrosar las materias de los basureros, mientras otros pasaron a propiedad particular pues a nadie le importó cuánto le costó al Estado la adquisición de valiosas antologías diversas o de catálogos con valores incalculables.
Nunca olvidaré cómo las obras de Jorge Mañach, de Dulce María Loynaz o del propio Lezama Lima figuraban entre las desechadas al responder sus autores a corrientes ideológicas u orientaciones diferentes a las establecidas en la época.
Qué decir de la limpieza de armarios en instituciones culturales y educacionales de primera línea por poseer contenidos en inglés, un idioma que por aquellos años fue considerado «inservible» al sustituirse por el ruso.
Muchas de las fototecas de las emisoras procedieron, allá por las décadas de los 80 y los 90, a eliminar las cintas contentivas de intérpretes que un día decidieron marchar hacia otros lares. Lo más triste del caso es que, años después, al llegar la normativa de que algunos cantantes podían escucharse nuevamente en las emisoras cubanas hubo que recurrir a coleccionistas particulares porque ese arsenal fonográfico era ya inexistente al regrabarse aquellos soportes magnetofónicos con artistas y géneros tan efímeros que nadie se acuerda de ellos.
Con las videotecas, otro tanto. En extremo lamentable que el ICRT no conserve obras maestras pasadas por la Televisión Cubana y que por carencia de aquellos cassettes Beta o VHS había que borrarlos para garantizar los próximos programas.
O de los propios holocaustos ante inmuebles. Allí en Zulueta está la casa natal de Carlos Enríquez que ha sufrido múltiples «metamorfosis», y ¿quién defiende que allí vivió uno de los más grandes íconos de la plástica cubana de todos los tiempos con renombre internacional?
¿Dónde están los documentos u otras pertenencias del notable pintor y también literato? ¿Cómo se recuerda a Joaquín Albarrán en Sagua la Grande, cuando ningún centro ni de Salud lleva el nombre del insigne urólogo de fama mundial?
Me sigo preguntando y ¿en qué lugar prevalece el identificativo de la casa de la eximia trovadora Teresita Fernández en la calle Martí donde nació El gatico Vinagrito y tantas composiciones que llenaron el alma de la infancia? ¿O del Instituto Lincoln, de Margot Machado, en Julio Jover, ¿Puede la mayoría de los santaclareños descubrir el hogar del insigne poeta Severo Bernal Ruiz en Padre Tudurí, o del prolífico compositor José Manuel (Meme) Solís, artífice de cuartetos y promotor de voces que quedarán para siempre dentro de la música cubana?
Estoy seguro que no. Y si existen irracionalidades mentales tampoco todo el personal a quien se le confiere la responsabilidad de fungir como especie de albacea posee las aptitudes idóneas para preservar la historia, o se les añade a tantas tareas en desempeño que queda en la bolsa de los etcéteras, por lo que se necesita sobremanera esa visión aguda que conlleve al rescate de lo nuestro en su más amplio sentido y de manera sistemática.
Será indispensable trabajar en la gestión de las empresas estatales, estrechar vínculos con las instituciones escolares, y dejar dictámenes escritos de aquellos detalles que puedan conservarse para que no queden solo en el arte de la oralidad que se diluye de inmediato. Si descuidamos el presente, en el futuro ignoraremos nuestro pasado.
Aplaudo la realización de este Taller y sus propósitos a favor de acciones integradoras entre el Sistema Nacional de Archivos y otros organismos, pero que las experiencias no solo queden en las buenas intenciones. Solo mentes agudas podrán salvar lo que constituye parte trascendental de la nación, de lo auténticamente cubano.
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