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soyquiensoy (Ricardo R. González)

A mi abuela maestra, a todos

A mi abuela maestra, a todos

Por Ricardo R. González

Varias veces en la niñez mis abuelos me llevaron a un aula imaginaria. Ella, mi Isabel, maestra al fin, configuró la imagen que tenía de unos seres, con defectos y virtudes, que llevaban sobre la espalda la misión de convertirse en labradores de una obra sin fin.

Ella llegaba, y seguía preparando la manera de enfrentar mejor su próximo día ante aquel pizarrón, y no pocas veces esperé a que me leyera el cuento deseado porque debía revisar los cuadernos de sus alumnos.

Después, cuando aprendí a leer, encontré el torrente martiano. Ese que califica al educador como el «meritorio y generoso padre de muchos».

Y la vida demostró cuánta razón le asistía cuando se tiene la fortuna de tener buenos maestros. Así, con ellos, mi generación empezó a descubrir el universo, quizás con el temor de que nos regañaran cuando las sílabas se salían del renglón, pero gracias a todos la caligrafía fue tomando su curso, y nos sentimos como reyes aquel día en que escribimos la primera palabra o leímos, ya sin ayuda, los relatos fabulosos que aparecían en Había una vez.

Fueron ellos quienes nos inculcaron las historias conformantes de los pueblos, que cada continente es inmenso y posee sus características, que existen símbolos químicos, y logaritmos a vencer a base de agilidad mental.

A ellos le debemos conocer de anatomía y de flora y fauna, de que existen océanos y glaciares, de reglas ortográficas que pactan licencias inviolables, o del por qué se hace necesario poseer un cuerpo sano.

Y a la par de hombres y mujeres consagrados vimos sus dimensiones más allá de la escuela cuando se hacían partícipes de los problemas de su alumnado, de indagar los motivos de una inasistencia a clases, o preocupados al ver cuando una cara triste delata estados de ánimo.

Cuántas anécdotas y vivencias guardarán cada uno…

Soy de quienes podemos gritar a los cuatro vientos que tuvimos excelentes maestros. Desde el prescolar hasta el fin de los días universitarios. Pedagogos de aulas y amigos de la vida. Consejeros en el tiempo, y brújulas que encuentran su norte en la realización de las buenas acciones.

Cada 22 de Diciembre celebramos el Día del Educador cubano, y donde quiera que se encuentren llegue la gratitud de sus discípulos, aunque en determinados instantes les hicimos perder la paciencia, y a pesar del correctivo nos enseñaron.

Gracias a mi Isabel que desde el bien ganado cielo me guía desde su aula infinita, y a todos por compartir esa luz intensa que alumbra el camino del bien, y por estar siempre en cada una de nuestras realizaciones. Gracias por ser quienes son, y por llenar de glorias el insuperable magisterio.  

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