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soyquiensoy (Ricardo R. González)

Cuando Santa arrulla a la tierra

Cuando Santa arrulla a la tierra

Deliciosos mangos de diferentes variedades son frutos de la dedicación de esta santaclareña que en el venidero noviembre arribará a sus 86 cumpleaños.

Por Ricardo R. González

Fotos: Ramón Barreras Valdés

—  I —

Karim Benzema, astro del fútbol internacional, encuentra en la capital villaclareña un acérrimo seguidor. Del ídolo del balón toma su nombre, pero la diferencia estriba en que no pertenece a la especie humana. Se trata de un feroz can celador del patio jardín de Santa Rodríguez Ceballos, una anciana de 85 años que a pesar de sus ocho décadas vividas demuestra signos de una vitalidad ilimitada.

No se atreva ni acercársele a Karim, ni mucho menos pretenda que su imagen quede atrapada en una foto. Incluso la propia Santa confiesa que en una oportunidad supo del ímpetu de sus colmillos, mas nadie dude de las potencialidades como centinela de gran parte de una linda historia iniciada, allá por 1950, cuando Santa conoció a su esposo Vicente Betancourt León para juntos labrar su romance desde la Carretera de Malezas.

Claro que Karim, —nombrado así por su nieto Albertico— vino después, y no vio los inicios de un terreno que se llenó de flores, quizás en correspondencia con la intensidad de ese amor que, pasado un año, trajo al primogénito del matrimonio; sin embargo, a lo puramente ornamental comenzaron a añadir hortalizas, luego incluyeron frutales, hasta que ya casi no cabe ni una variedad más en un terreno gratificante por su fertilidad.

«Una vez criados mis cinco varones trabajé en la hoy Universidad de Ciencias Pedagógicas Félix Varela. Allí estuve 15 años en el desempeño de auxiliar de cocina hasta que llegó la jubilación y me dije: voy de lleno para mi patio».

—  II —

Desde entonces la tierra le brinda la bienvenida con el advenimiento de los amaneceres. Prepara el desayuno bien temprano, y luego se adentra en el terreno que inicia a continuación de la terracita existente en el traspatio hogareño. Todo comienza pasadas las 7:00 de cada mañana. Un sombrero protege su rostro de la intensidad de los rayos solares, a lo que suma su atuendo propiamente agrícola.  

Hay que caminar bastante si Santa se encuentra en lo último del patio, y no se separa de la guataca o del machete en dependencia de los requerimientos de las plantaciones y las condiciones del suelo.

Así transcurre un día y otro, una jornada y otra. Venciendo todos los achaques provocados por las múltiples afecciones que bien pudieran llenar una contundente historia clínica.

«Es que me gusta trabajar. No puedo estar solo contemplando lo que ocurre alrededor porque estoy viva. Después de las 11:00 a.m. vuelvo a la casa a los trajines del almuerzo que compartimos Vicente y yo porque mis hijos y nietos trabajan».

— ¿Y ni siquiera un pequeño descanso?

— Habrá tiempo para eso, y continúo en los quehaceres, o hago la pulpa de mango o de guayaba extraída de las cosechas del patio a solicitud de mis vecinos.

Quizás resulte uno de los pocos sitios en la actualidad donde pueda hablarse de verdaderos precios módicos.

«Todo lo que sale del terreno es para consumo familiar y de los conocidos, y una parte la vendo a los que demanden algún producto, pero sin explotar bolsillos ajenos».

—  III —

Cuando inicia la tarde Santa retorna a su patio acompañada de ágiles pasos. Más de una vez tiene que secar el sudor provocado por el agobiante verano. Desde su punto de ubicación Karim la ve adentrarse, y con su arte peculiar comienza a regar árboles y plantas.

Poco a poco ha descubierto los misterios dispersos por la tierra, y encuentra la eureka de los secretos caprichosos que guardan algunos cultivos.

Sabe que, incluso, admiten la conversación con el productor, y en cambio regalan las bonanzas de la especie.

La vista del visitante se pierde ante tantas plantaciones que dan vida al terreno, por ese en que solo se siente el trino de algún ave o el ladrido de Karim advirtiendo la presencia de un extraño.

De vez en cuando pica una hormiga brava u otro insecto que merodea por la zona, mas Santa Rodríguez avanza. No hay nada que la detenga, excepto un intenso aguacero de los que anhela en estos tiempos.

«Estoy realizada entre las variedades que uno de mis hijos adquirió en un vivero, y que a fuerza de trabajo hemos logrado».  

Sin embargo, las satisfacciones de esta mujer van más allá de los encantos y percances agrícolas. Además de su armonía matrimonial, y de sus cinco hijos varones se suman los seis nietos (de ellos una sola hembra), y las dos biznietas.

«Cuando conocí a mi esposo era una trabajadora doméstica. Al paso de los años he encontrado mi realización. A veces retrocedo en el tiempo, y repaso mi larga vida que el próximo primero de noviembre sumará los 86 almanaques. Entonces pido mucha fuerza, toda la necesaria para seguir descubriéndole los encantos a la tierra porque constituye parte de mi existencia».

Karim vuelve a ladrar ¿Será que respalda lo que ha dicho su propietaria? Y sin perder un segundo reinicia sus tareas. El patio la contempla ágil, trepidante, vital, y bendice tanta entrega cuando una Santa arrulla a la tierra.

MEMORÁNDUM

— El patio jardín acoge las más disímiles variedades distribuidas en 1,5 caballerías. Además de flores, con predominio de rosas y girasoles, hay espacio para una amplia gama de plantas medicinales: manzanilla, sábila, yerba buena, ruda, romero, mejorana, albahaca morada y blanca, entre otras.

— No falta el cilantro, el ajo porro, la habichuela, y el maíz intercalado entre estas últimas a fin de aprovechar el terreno.

— Como si fuera poco existen plantaciones de yuca, malanga, calabaza, plátano burro y de fruta, limón, chirimoya, anón, aguacate, guayaba, mamey colorado, coco, y naranja agria.

— Los mangos sobresalen por sus diversos tipos. Algunos aparecen como ramilletes colgantes cercanos a la tierra.

CONTRASTES

La perseverancia constituye la fuerza impulsora que guía el día a día de Santa Rodríguez Ceballos. A su edad otros contemplarían la vida sentados en un sillón, y rodeados por los achaques propios de los años.

Dos momentos marcan su vida: Uno, cuando años atrás, salió a cerrar una ventana abierta por el viento de una manera abrupta mientras un ciclón azotaba a la capital provincial.

En aquel momento sintió que algo raro impactaba sobre su visión, y posiblemente esa bacteria o cuerpo extraño indujo a la extirpación del ojo izquierdo e hizo que, desde entonces, porte una prótesis total.

Le fue muy difícil asumir la realidad. Hasta pensó que llegaría el fin, y que nunca más podía retornar a su patio jardín.

«Estuve 38 días ingresada, y ya ves…!seguí!

El otro momento que no desea recordar es cuando perdió el pozo que servía como fuente de regadío para sus árboles y plantas. Por lo que se vio en la necesidad de hacer otro a fin de no desaprovechar lo logrado durante tantos años.

Y una insatisfacción también le acompaña en sus faenas cotidianas pues en la década de los 90 declararon su patio jardín de Referencia, y nunca más ha recibido una visita.

A pesar de todo confiesa que constituye su propia voluntad el mayor incentivo para vencer obstáculos, y recibir con ganas cada nuevo día.

¿Tenemos o no nuestras Razones?

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