Redescubriendo a Raúl Paz
El cantautor, fiel defensor de una nueva manera de hacer la música cubana, actuará este sábado en el teatro Karl Marx, ocasión en la que presentará su más reciente disco titulado Ven ven
«Hay mil maneras de hacer nuestra música en la actualidad y los cubanos tenemos la responsabilidad de hacerlo notar en el mundo», afirmó enérgico Raúl Paz esa tarde en que nos encontramos en la feria Arte en La Rampa para hablar de su próxima presentación en el teatro Karl Marx y sobre la música, uno de los temas que más le apasionan.
Percibe este cantautor una creatividad muy grande en la Isla y una diversidad de discursos para reflejar todo ese talento nacional. Emprendió su camino hace casi cuatro lustros. Prefiere decir, si se le interroga sobre definiciones estéticas en su trabajo, que en el escenario refleja exactamente lo que es, un hijo de esta tierra con inquietudes propias para hacer arte.
Entonces una duda que quizá muchos lectores tengan, me asalta también: ¿Actor o músico? Le digo que sería muy interesante aclararlo, porque lo recuerdo en ese especial filme de Fernando Pérez, titulado Hello, Hemingway.
El autor de Mama y Carnaval es primero músico, y no deja de tener una inclinación muy definida hacia las artes visuales. «La suerte, contesta, la tuve en ese momento, con 18 años, cuando Fernando me llamó para la película. Él me hizo ir más allá, pero en realidad lo que yo me siento es músico. Todavía me siguen llamando para actuar, pero generalmente no tengo mucho tiempo».
—¿Qué fue lo último que hiciste en ese campo?
—Se trató de una obra teatral del director argentino Alfredo Arias. Él me pidió que hiciera el personaje negativo, el Diablo. Fue muy interesante, la pieza tenía partes también cantadas, aunque no era una comedia musical. Me la pasé muy bien y estuvimos siete meses de gira por toda Francia. Nos presentamos en el Chaillot de París, escenario muy importante y considerado el teatro nacional.
Quisiera que esta entrevista fuera un redescubrimiento de Raúl Paz y desearía que él mismo marcara en qué momento toma en serio la música. El artista esclarece que el error está en que muchos piensan que es actor de escuela, porque lo que hizo primero públicamente fue Hello, Heminguay.
«En realidad siempre fui músico. Sin embargo, cuando hice las pruebas para el Instituto Superior de Arte (ISA), no estaba seguro de que iba a “agarrar” la especialidad que finalmente estudié, que fue canto clásico.
«Aprobé los dos exámenes y lo intenté. Recuerdo que la Doctora Pogolotti me propuso hacerlo, ya que obtuve el primer escalafón en las dos especialidades. Al cabo de los tres meses de estudios me fue imposible. Tenía como 800 materias por estudiar y atravesaba el río Quibú unas 20 veces al día.
«El maestro Suárez del Villar, mi gran mentor, me dijo un día: “Mira, ¿qué es lo que tú quieres ser?”. Le contesté que músico y me comentó: “Pues ahí te quedas y ya actuarás”».
—¿Qué tiene que ver contigo París cuando hay una notable diferencia con la Isla, marcada primeramente por el idioma?
—Es una historia larga. Comenzó cuando estudiaba en el ISA. Un día de esos en que uno no sabe cómo ni por qué, vino a la escuela una delegación francesa. A algunos alumnos les pidieron cantar algo para ellos y yo monté con Raúl del Sol, quien ahora es un gran compositor y percusionista, un tema en francés porque en la carrera ese año estaba aprendiéndome un repertorio en ese idioma.
«El conocido actor Pierre Richard, protagonista de la comedia Un rubio alto con un zapato negro, venía en la delegación y me comentó que le había gustado mucho mi interpretación. Me dijo que en el Conservatorio Nacional de París, que dirigía su hermana, abriría en dos años la especialidad de Música Impresionista. Me convidó a enviar una grabación mía, algo que hice junto al compositor y profesor Juan Piñera, quien hizo la orquestación de un modo completamente contemporáneo y electroacústico. Quiero revelarles que esa grabación se incluyó como banda sonora de un serial de aventuras en el que participé y que se titulaba Más allá del tiempo.
«Me escribieron de Francia y me propusieron estudiar en el Conservatorio, lo cual hice por cuatro años hasta que me gradué».
—Pero luego te decidiste a hacer carrera allí.
—Llegué para estudiar música clásica. A pesar de que la escuela no me costaba, la vida en París es muy cara. Para poder mantenerme, encontré trabajo en un bar. Allí trabajé interpretando música cubana, pero mis canciones. Aquello cogió más importancia que el conservatorio, que sí terminé, aunque cuando me gradué ya tenía mi primer disco grabado y vendidas unas 100 000 copias.
«Ese fue un álbum que para cierto mercado se llamó Cuba Libre y para otro Imagínate. Se produjo en Estados Unidos con la disquera RMM. Entonces, cuando terminé la universidad, ya contaba con un fonograma con mi música y dejé lo clásico».
—Si fueras a definir lo que haces, ¿cómo lo describirías?
—Mi música es esa cosa rara que yo soy, ni blanco ni negro, tal vez porque me he pasado la mitad de mi vida fuera y la otra aquí; porque estudié Canto Clásico y hago música popular, y que he hecho jazz y he sido actor.
«Soy un artista pop, en toda la extensión de esa palabra. Este año mi último disco, Ven ven, fue premiado en Cubadisco en esa categoría. Y si algo yo defiendo es una manera de hacer pop cubano, un modo de hacer que no es el que se pretende impere en todos los escenarios, que es lo tradicional y que me encanta».
—¿De ahí parte tu interés por dar a conocer todo el hacer de ese otro movimiento joven, alternativo, de nuestra sonoridad más actual?
—El primer choque con este fenómeno me ocurre estando en Francia. Lo que más conoce el público extranjero de nuestro país es la música tradicional, y en eso tenemos mucha responsabilidad los cubanos. En mis comienzos se iniciaba también el Buena Vista Social Club. Era muy difícil salir a flote con esos genios. Me dije: «O me pongo a hacer música tradicional y compito con esa artillería espectacular, o hago lo mío».
«Al principio fue muy complicado porque andaba con mis maquetas y me decían: “Ah, ¿pero eres cubano? Y tenía que contestarles que sí y que en Cuba había muchas cosas. Al pasar la primera barrera, me di cuenta de que a la gente le interesaba que hubiera también otras sonoridades en la Isla.
«Esta diversidad cultural muchas veces no se explota y las discográficas cubanas, como lo que se vendió fue eso, dejan fuera cosas que pudieran interesar. Mi caso atrajo justamente porque era una cara de Cuba que no conocían y me volví diferente dentro de la masa, uno específico, y funcionó mucho más. No lo hice por estrategia, sino por sobrevivir. Llevo ya 15 años defendiendo la música alternativa cubana, esa otra que no parece comercial y que finalmente lo es.
«Muy poca gente sabe que fui el primer productor de Orishas con el disco A lo cubano. Cuando comenzó ese proyecto nadie creía en él. Su primer CD lo hicimos Liván, “el Flaco”; Mayco Niko, el francés de la banda; y yo. En esa época todavía no estaban Yotuel ni El Ruso. El nombre del grupo lo pusimos nosotros e hicimos las primeras canciones. Luego lo comercializamos con una disquera española. Después me fui a Estados Unidos a hacer mi primer fonograma y ya me desvinculé.
«Lo que quiero significar es que cuando se inició Orishas muchas personas se preguntaban para qué hacer hip hop. Ese proyecto demostró mucho. Ha sido uno de los grupos que más ha vendido en la historia del disco cubano en el exterior e influenció a otros como Calle 13 que, sin dudas, no existiría hoy sin antes haber estado Orishas.
«Eso pasó con mi carrera. Yo tocaba en short, con los pelos pintados de blanco platino, con una banda con la mitad de los instrumentos cubanos —dentro de ella el gran percusionista Angá Díaz—.
Yo era un poco psicodélico, tan raro y con un sonido tan específico que me volví de pronto uno de los artistas latinos más importantes de Europa con mi disco Mulata. Todo es posible. A veces en Cuba no creemos en lo que son capaces de hacer los jóvenes, ni en las nuevas corrientes musicales... Y hoy está Gente D Zona cantando con Enrique Iglesias en Nueva York, o tenemos el trabajo internacional que está haciendo Descemer Bueno, que es espectacular.
«Porque no debemos pensar que lo que vendió antes puede seguir haciéndolo. Ahora hay un fenómeno totalmente opuesto, el mercado europeo está un poquito saturado de Buena Vista Social Club. Primero, ya no están los que integraron el proyecto originalmente, y segundo porque todo el mundo se pregunta: ¿qué más se hace en Cuba hoy?».
—¿Cómo Habanization, Mulata y todas tus producciones hasta Ven ven, han funcionado en el mercado?
—A partir del éxito de Mulata, un disco que en Europa se vendió mucho, empecé a tener un público y un seguimiento de los medios de comunicación de esa región. Por suerte, todavía lo tengo y se ha visto con mi último álbum Ven ven, el cual muestra un panorama de lo que es nuestra sociedad de hoy, aunque está también esa Cuba tradicional. Esta placa cuenta con 11 temas y fue mezclada por uno de los grandes de la industria mundial llamado Florent Livet. Estamos en conversaciones con la Egrem para licenciarlo en Cuba».
—Ese CD lo presentas este sábado en el Karl Marx, ¿esperas que ese sonido contemporáneo llegue al cubano del 2014?
—Trato de que así sea. Está hecho para el cubano de cualquier edad. Porque lo que nos marca no son las generaciones, es el momento en que vivimos y la música debemos hacerla para este tiempo. Ello puede volverse trascendental, o no.
Detalles de un artista
Nacido en San Luis, Pinar del Río, en 1969, Raúl Paz siempre sintió pasión por la música y desde muy temprano compuso sus primeras piezas. Se graduó de Canto Clásico en el Instituto Superior de Arte (1993). Luego cursó estudios en el Conservatorio Nacional de París y ya casi al egresar de esa prestigiosa institución, tenía grabada su ópera prima, la cual salió con dos títulos: Cuba Libre para un mercado y para otro Imagínate. Después le siguieron placas como Mulata, Revolución —donde denota ya su madurez artística—, En Vivo y En Casa.
Paz ha compartido escenarios o colaborado con músicos como José Alberto El Canario, Luis Enrique, Oscar D León, Rosario Flores, Antonio Carmona, Luz Casal, Rubén Blades, y Diego Ramón Jiménez (El Cigala), entre otros.
Embajador de Buena Voluntad de la Unesco, este artista ha sido laureado con el Premio de la Prensa Americana, al considerarlo la revelación masculina en 1999, así como ha sido galardonado con varios premios Lucas, por los videoclip de sus canciones, en los cuales también participa en las labores de realización.
(Con información de Yelanys Hernández Fusté Foto: Raúl Pupo. Juventud Rebelde)
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