Frederich Cepeda: el Maestro
En sus primeras Series Nacionales el espirituano Frederich Cepeda se vistió de antesalista, primera base y jardinero, todo en un mismo año.
Pocos lo recuerdan, pero en sus primeras Series Nacionales el espirituano Frederich Cepeda —nacido el 8 de abril de 1980— se vistió de antesalista, primera base y jardinero, todo en un mismo año. Alternaba en distintas posiciones, como la mayoría de los jóvenes que debutan en los clásicos beisboleros, y no era bueno al bate, de hecho, su rendimiento fue mediocre a pesar de que por aquellos tiempos todavía se jugaba con aluminio.
Luego de dos temporadas, promediaba un pálido 188, con solo 20 remolques y slugging de 279, y pocos previeron el despunte de un bateador estelar, ese que hoy atemoriza en cualquier escenario del planeta gracias a una mecánica exquisita que, lejos de estancarse, da la impresión de perfeccionarse luego de 16 campañas de trabajo.
Su combinación de poder y tacto es fabulosa, natural, y muy poco común entre los toleteros cubanos, detalle que lo convierte en un prototipo exclusivo en estos tiempos de abundantes deficiencias en el béisbol del patio.
UN PRESENTE DE EXIGENCIAS
Pasado todo este tiempo, resultó extraño ver a Cepeda con average ofensivo de solo 250 concluida la primera etapa de la 53 Serie Nacional, en la que Sancti Spíritus quedó fuera de la lucha con la peor actuación de la novena en lo que va de siglo.
“Me quedé muy por debajo de mi rendimiento habitual, pero batallé todo el tiempo para recuperar poco a poco la confianza tras un lapso alejado por la lesión de la mano. Realmente no estoy conforme con mi labor, siento que puedo hacer más y en función de lograrlo debo seguir trabajando”, apunta el espirituano.
Esta situación lo ha colocado ante un reto adicional: alcanzar su forma óptima en medio de la competencia. “He mantenido el entrenamiento tradicional y solo he tratado de concentrarme más cuando consumo un turno. Además, he visualizado muchos videos de momentos en que he estado bien para realizar ajustes en la mecánica y he logrado mejorar”, añade.
DE GALLO A CAZADOR
Pese a no tener una temporada acorde con sus registros históricos, Cepeda fue el primer jugador solicitado en la selección de los refuerzos, al ser llamado por el mentor artemiseño Danny Valdespino, quien asegura que no dudaría en repetir la decisión si estuviera en una circunstancia similar.
Con la casaca azul y roja ha elevado sus prestaciones, embasándose más de la mitad de sus comparecencias al plato, con 14 extrabases, 22 anotadas y slugging de 619, muestra de que logró adaptarse perfectamente a la dinámica de los Cazadores.
“Encajé desde el primer momento. Tengo muy buenas relaciones con Miguel Lahera, Yulieski González y Jonder Martínez, hemos sido compañeros en selecciones nacionales, por lo que todo se hizo más fácil. Me he sentido como uno más dentro del grupo y he tratado de aportar y contribuir en cada momento al desarrollo de los peloteros jóvenes que tiene la provincia”, espeta el cañonero, quien reconoce también la voluntad y las ansias de superación de esos muchachos.
Gracias a su actitud, Valdespino solo tiene palabras de elogio. “Es un ejemplo de hombre y compañero, ha aportado dentro y fuera del terreno por igual. Ha sido el padre, el guía de todo el colectivo junto con Michel Rodríguez, otro de mucha carretera. De una forma u otra cada pelotero se ha acercado y él siempre ha brindado, de corazón y con mucha modestia, sus consejos y experiencias. En mi opinión, ha cumplido ampliamente las expectativas.”
DECHADO DE VIRTUDES
Frederich Cepeda, a sus 33 años, es un espécimen raro en el ámbito del béisbol cubano, no solo por su enorme calidad con el madero, sino también por su efectiva y pareja producción bateando a la derecha y a la zurda, un modelo prácticamente extinto en el panorama nacional.
Como ambidextro ha desarrollado un swing sencillo, compacto. Su calma y concentración, lo mismo ante serpentineros zurdos que derechos, le permiten halar lanzamientos pegados o conectar envíos en la esquina de afuera hacia la banda contraria con pasmosa tranquilidad.
Con armas tan letales, en la última década ha registrado un promedio de embasado superior a 435 en cada una de sus temporadas, elevó su tope de jonrones hasta 28 en la 50 Serie, con seis campañas por encima de la barrera de 15 cuadrangulares y siete con al menos 60 empujadas, sin obviar que suma diez lides con más de 75 boletos recibidos, fruto de un excepcional reconocimiento de los lanzamientos.
Pero sus virtudes no se limitan a descollar con un madero en sus manos, también resalta por su inteligencia y autocrítica, valores imprescindibles para la superación. “Tenemos un sinfín de problemas en el béisbol cubano, jugamos muy poco y por tanto apenas se pueden pulir las deficiencias técnicas, que todos (me incluyo) arrastramos desde las categorías inferiores. El trabajo en esas edades es básico y se viola, algo que debemos revertir para aprovechar todo el talento con que contamos”.
(Con información de Periódico Granma)
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