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soyquiensoy (Ricardo R. González)

La última palabra la tiene Sergio Ramos

La última palabra la tiene Sergio Ramos

Primero fue Casillas, ahora es Ramos. No hacía falta ser Albert Einstein para entender que después de asesinar la reputación de uno, más pronto que tarde llegaría el turno del otro. El portero recibió clases de madridismo gratuitas por presunta alta traición después de una llamada telefónica conciliadora y el defensa está siendo azotado en plaza pública porque su personalidad no comulgó con las encíclicas del anterior técnico.

El drama de Casillas fue publicitado y por entregas, el de Ramos va camino de serlo. Le han puesto una cruz y él sabe por qué. Siempre fue consciente de que tenía gente esperándole con la escopeta cargada y ahora es vulnerable, porque está lejos de su mejor versión y no rinde como lo que es, uno de los mejores defensores centrales del mundo. Payador perseguido por sus fiscales, intuyó que sería cabeza de turco en Mestalla y reaccionó con un ataque preventivo ante los micrófonos de Canal Plus, alegando que las críticas le entran por un oído y le salen por el otro. Después, con las pulsaciones más bajas, mitigó su discurso y matizó entre la crítica constructiva (aceptable) y la destructiva (inadmisible).

El caso es que Ramos está en el centro de la diana y que el debate se retroalimenta desde un rencor que algunos, por alguna extraña razón, intentan mantener vivo. A un lado, los que presentan en sociedad al defensa como un tipo engreído, bien pagado de sí mismo, que tiene posturas de niño caprichoso y además provoca incendios domésticos, como el último desencuentro y su posterior reconciliación con el presidente.

Al otro, quienes comulgan con un señor que se ha dejado la piel por la camiseta, que entiende el Madrid como su familia y se ha entregado en cuerpo y alma al escudo bordado en el pecho. El tipo del pundonor legendario ante el Dortmund, el mismo que lanzó un inolvidable penalti a lo Panenka con la selección, comprueba que tiene el recibidor lleno de quejas. Muchas legítimas, otras interesadas. Las del madridismo fiel le duelen, las de las puñaladas traperas le resbalan.

Más allá del debate y sus secuelas, de ese revanchismo que planea sobre su figura, se encuentra la realidad: no está en su mejor momento y se exige mucho más de él, porque puede, sabe y quiere. No es ningún crimen señalar que necesita mejorar y debe hacerlo desde la humildad. Tampoco que su impecable trayectoria no le otorga carta blanca para seguir jugando cuando no lo está haciendo bien. Y por descontado, que sus últimas malas actuaciones no suponen barra libre de improperios y linchamiento en los platós de TV. La llave del futuro de Ramos está en su actitud. Atento y en plenitud, es el mejor central del mundo. Sólo tiene que recuperar su mejor nivel. Sólo así se apagará la llama del rencor que algunos pretenden que siga vivo. La última palabra de este debate es cosa de Ramos.

(Con información de Rubén Uría. Eurosport)

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