Bueno revela al Descemer compositor
El joven músico devela su forma particular de crear... y aclara algunos rumores.
Una obsesión colma las horas de Descemer Bueno. La canción que escriba debe ser sensible. Para lograrlo tiene una fórmula pensada y lograda, la cual explica en estas páginas con la misma intensidad que crea historias y habla de cotidianidades.
Son sus luces sobre el papel, sus impresiones sobre este entorno que percibe y le aporta, y esa cubanía que encuentra en la gente de esta Isla, motivos esenciales para componer. Ha probado las mil y una maneras de hacer su trabajo. Escribe a dúo y se siente a gusto. También crea a título personal y los intérpretes hallan en sus piezas quizá esas frases que desean comunicar.
Lo cierto es que Descemer tiene un millón de proyectos como cantante, ahora que su disco Bueno se escucha y tiene éxito no solo en la Isla, sino en mercados tan importantes como España, México y Colombia. En la actualidad, él prefiere experimentar al extremo ese otro oficio de producir fonogramas y componer, como le sucede con Luna Manzanares y Waldo Mendoza, o con figuras de la escena musical internacional.
«Si la vida y la salud me lo permiten, trataré de parecerme al Descemer de hace 20 años atrás, que no paraba de trabajar», dijo en una tarde en que con voz agripada se propuso revelar detalles de su vida profesional y un poco más allá.
El autor de Cuando me enamoro nunca se permitiría hacer una canción si se siente vacío de espiritualidad, o si se levanta con sentimientos negativos, porque ese acto, señala, «es la parte de mi sinceridad que entrego».
—¿Son historias que cuentas de la gente, o tus vivencias?
—Hay canciones que tienen historias que uno las comparte. Recuerdo que cuando fuimos a escribir Ser de sol tenía una, incluso, ya con frases preconcebidas al llegar a casa de Israel Rojas. Y todo aquello desapareció allí, porque Israel tenía una versión de esa parte del amor y, aunque no era su experiencia personal, se trataba de una idea verosímil de lo que queríamos decir. Son esas experiencias vitales para un compositor.
«No a todas las personas les gusta experimentar aquello de crear juntos. He llamado a artistas que me agradan mucho y hay quien me ha dicho que prefiere componer solo. Me dejan pensando lo que se pierden cuando no comparten el acto creativo y que esto quizá puede ser una puerta para sus vidas.
«He tenido experiencias como la de Juan Luis Guerra o Marco Antonio Solís, que son excelentes compositores que han dejado una semilla imperecedera, y sin embargo, han tenido una bondad especial para decir: “Voy a cantar una canción que no compuse yo”. Luego el caso de Romeo Santos, que es una persona con otra sensibilidad y prefiere poner su pedacito. Pienso que hay muchos tipos de vivencias y para mí son todas importantes y vitales».
—Muchos se atreven a decir que eres uno de los autores cubanos contemporáneos de mayor popularidad, ¿cómo percibes esa arista en la música nacional?
—Cuba es colosal en ello. Estamos hablando del país más culto por kilómetro cuadrado, a mi juicio. Siento que eso ha propiciado una calidad primeramente humana a la hora de hacer canciones. Tenemos el caso de Israel Rojas que estudió Leyes y es un coloso de las imágenes y las frases. Compartir con él me abrió muchas puertas. Baby Lores es un músico y persona genial, con características impresionantes, un tipo que sabe cómo llegar a las masas y que también se sabe simplificar y ser íntimo.
«Eso es un regalo con que contamos: el tener profesionales con esa diversidad creativa. No creo que falte nada, solo la oportunidad de reflejarnos en el mundo y que ese mundo nos dé la oportunidad».
—¿Tu especial disco (Sé feliz) con Fernando Álvarez inició la colaboración juntos?
—Con él fue una realización personal. Lo empecé a buscar en 1996, cuando el director mexicano Alberto Cortés me convidó a hacer la canción Violeta para una de las dos películas que realicé con él. Cuando la escribí pensé en Álvarez y me dediqué a buscarlo. Lo encontré en el portal de su casa. Vestía short y camiseta. Le canté Violeta. Le encantó y la defendió de una manera espectacular.
«Es más, tengo una anécdota especial con ese tema: un jueves, al lado de los estudios donde mezclábamos la película, estaba Gabriel García Márquez. Lo invitamos para que viera el final del filme y escuchara la canción. Nos dijo: “Ese es Fernando Álvarez. Él popularizó Dos gardenias”. Sabía muchísimo del vocalista cubano y nos confesó que él también era bolerista. Después supimos que García Márquez hizo un escrito sobre la cinta y la canción. Fue muy importante para mí».
—¿Yerba Buena?
—Surgió en el año 2000 cuando me fui a Nueva York. Coincidí allí con Xiomara Laugart, gran cantante cubana. Fue una banda interesante porque por primera vez tuve acceso al afrobeat, un género procedente de Nigeria, cuyo máximo exponente es Fela Kuti. También del boogaloo, mezcla del son con música urbana, muy conocido en Puerto Rico.
«Tuve la oportunidad de hacer la canción Tu casa, mi casa con el brasileño Carlinhos Browm. Yerba Buena cambió la música latina en los Estados Unidos, porque trajo la fusión a esa sonoridad que estaba bastante reducida a lo comercial. Se vendieron casi un cuarto de millón de copias del disco President Alien, una cifra significativa. El tema Guajira nos abrió muchas puertas y fue el comercial de la Pepsi por un año.
«Luego hice en 2005 Descemer siete rayo, mi primer álbum en solitario, con el sello Universal y no tuvo el éxito que esperaba la compañía, pues era la época de la Gasolina y aquello abarcó el mercado de una forma absurda. Dejé de trabajar con esa disquera y regresé ahora con Bueno, que había sido firmado con EMI, pero a esta última la absorbió la Universal. Este fonograma fue licenciado por Bis Music para Cuba. Ahora tengo fe de poder hacer verdaderamente algo que ya no compita con otros géneros que son más fuertes en materia de popularidad».
—¿Cómo logras que Enrique Iglesias, Wisin y Yandel, Juan Luis Guerra, Kumbia Kings, Thalía, Luz Casal y Ana Bárbara, canten tus temas cuando el mercado es tan difícil para los cubanos?
—La mística tiene mucho que ver, también la espiritualidad, y estar en el lugar y momento indicado, además de que las personas crean en ti. Por ejemplo, alguien como Enrique Iglesias no compone con un autor porque esté muy pegado. Cuando lo conocí, él quería saber cómo vivía, qué me rodeaba. Prácticamente me preguntó desde un cuadro hasta qué cosa era un Elegguá.
«A Thalía le envié dos canciones y las grabó: Ten paciencia y Yo no sé vivir, que están en el disco Lunada. Para mí fue grande, me sentí especial porque no hubo que violar ningún paso y no creo que haga falta conocer a alguien para llegarle.
«Muchos pensaban, cuando hice el disco con Fernando Álvarez, que yo era una persona mayor. Aquí llegó Manu Chao y dijo: “Quiero conocer al viejito”, y cuando hablamos, él esperaba encontrarse con un señor de 80 años. Y nada, eso me pasó también con Julieta Venegas. Ella escuchó en casa de Santiago Feliú el CD que hice con Fernando Álvarez y se lo llevó a México. Ahí comenzó todo, aunque no hemos concretado; en su última visita a Cuba quedamos en escribir canciones juntos. Es una persona sumamente especial».
—¿Es Descemer Bueno millonario?
—No, para nada. Y no solamente Descemer Bueno, ya no hay compositores que lo sean. Los autores pasamos por un proceso que es bien complicado y no es que haga una crítica al mundo en el cual trabajo, porque me da de comer, pero transcurren casi dos años hasta el momento en que vemos un centavo de la obra. Incluso con una canción como Guajira, que fue mi composición más exitosa antes de colaborar con Enrique Iglesias, las circunstancias me obligaron a salirme de contratos y quedarme solo con el diez por ciento de las ganancias reportadas.
«Si un día tengo la oportunidad de tener ese dinero que algunos me adjudican, no dudaría en entregarlo a las escuelas de Arte, a hospitales como el Oncológico y a todos los niños que lo necesitan. Si tengo que entregar mi voz, mi alma y mi espíritu, lo hago en el Morro, La Tropical, porque eso no cuesta hacerlo, solo hay que tener deseos.
«También tengo buenas relaciones con paladares de la ciudad y tengo tarjetas de descuento en algunas de ellas. No entiendo con qué ánimo me atribuyen que ofrecí 2 000 dólares, ¡qué cosa tan absurda! Los músicos cubanos no somos ricos. No existe un músico que mande esa cifra por cualquier problema que pudo tener en un establecimiento de ese tipo. Es absolutamente mentira».
—Quizá sea un detalle de la fama, ¿podrías decirme tu visión del éxito?
—Éxito es un término que toca a los diletantes, no a mí. La fama no me la creo porque todo ha pasado muy rápido. Siempre me gustó ser un desconocido. Me encantó llegar un día a un lugar y aun habiendo escrito canciones que habían estado 18 semanas en el número uno, pasar completamente desapercibido. Muchos me han comentado que por qué muchos artistas no dicen que los números que interpretan son míos y he tenido que explicarles que eso no es común hacerlo.
—¿Cuáles son tus pasiones?
—Mi familia es la primera. Tengo una niña de dos años que se llama Lucía, y un niño, Desi, de cinco. Se llaman así por los personajes de Luci and Desi, ya que soy fanático a Desi Arnaz, que fue una revelación para el mundo y en los Estados Unidos, y todavía tiene el mérito del show más visto. Mis hijos son unos «personajes» que me alegran cada día, tienen unas capacidades y unas dotes artísticas que le doy las gracias a Dios por tenerlos, porque Elizabeth, la madre, no es tan afinada.
—¿Cómo llevas la cubanía?
—Cuba es como mi madre, Mercedes, que me dio todo lo que tenía. Me llevó a la escuela de música y cuando suspendí me volvió a llevar. Me hacía estudiar mientras los niños jugaban en el solarcito donde crecí en La Habana Vieja. Hoy en día se lo agradezco: tengo una carrera y mis pasiones. Se la debo a ella; a Cuba, mi otra madre.
«Por eso no entiendo porqué no acaban de quitar un bloqueo que es por gusto, que no tiene sentido, que hace daño a Cuba entera, a todo el que tiene una pasión y una profesión, a un país que tiene tantas cosas que ofrecer al mundo. Porque es hora de que nos abran las puertas. A nadie debe molestarle que un músico, médico, deportista, por ser cubano, esté donde el resto de los latinoamericanos».
(Con información de Yelanis Hernández. Foto: Calixto N. Llanes. Juventud Rebelde)
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