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soyquiensoy (Ricardo R. González)

Leinier Domínguez, el nuevo novio de Caissa

Leinier Domínguez, el nuevo novio de Caissa

Cuando transita por el mejor momento de su carrera, el ajedrecista cubano Leinier Domínguez revela algunos detalles de su desempeño en la cuarta parada del Grand Prix, así como sus aspiraciones más inmediatas

Según Capablanca y otros tantos expertos y teóricos, en el juego ciencia hay ciertas máximas inviolables: desarrollar las piezas con la mayor prontitud posible, controlar el centro del tablero y enrocarse. Yo, todavía un niño de pecho en los trajines del ajedrez, marchaba a la entrevista procurando trasladar el consejo a mi todavía incipiente condición de periodista. A fin de cuentas, el reto sería como una partida por el título mundial.

Faltaban pocos kilómetros para entrar a Güines y ya estaba preparando mi apertura —una línea más aguda quizá, preguntas que no se espere. Pero, ¿cómo sorprender al mejor trebejista de Latinoamérica justo ahora que acababa de lograr el cetro en la cuarta parada del Grand Prix, con sede en Salónica, Grecia?, me decía mientras garabateaba en mi cabeza la primera interrogante del cuestionario. Nunca antes había tenido la oportunidad de rivalizar ante un exponente del famoso club de los 2700. Lo mío eran los encuentros callejeros y algún que otro trastazo recibido —casi nunca propinado— en el Torneo Tras las Huellas del Che. Caissa —la musa del ajedrez— nunca me ha profesado mucho cariño.

Hablo en serio cuando digo que pensé «hacer unas moviditas» frente a Leinier Domínguez (2757 puntos de Elo en vivo), pero confieso que dudé al tenerlo enfrente… No quería abusar y bajarle la autoestima con mi maestría en el «jaque mate pastor».

En la salita de la casa destacaba un exquisito tablero, vestido con figuras casi bordadas por el sobrado arte que les dio vida. «Esta es la mía», balbuceé, al tiempo que le estrechaba la mano, mas otra vez desistí y preferí arroparme con mis mejores armas. Conversar. Así la cosa terminaría en tablas, con suerte.

—A Salónica asististe bajo la sombra de los discretos resultados en las dos primeras fases del Grand Prix. Sin embargo, allí en Grecia vimos a un Leinier mucho más agresivo, arriesgándose por caminos escabrosos que a la postre propiciaron seis sonrisas, récord para una parada del circuito. ¿Enfrentaste esta fase de la competición con semejante filosofía, o simplemente jugaste como de costumbre y tuviste «mejor suerte»?

—Creo que las cosas fueron saliendo. Mi objetivo, después de esos malos resultados, era tratar de mejorar. Luego de que gané un par de partidas, sobre todo la tercera y la cuarta, quizá obtuve algo más de confianza. Eso fue lo que me permitió desenvolverme con soltura. No creo que intencionalmente comenzara a jugar diferente o me esforzara por ser más activo. Simplemente fui entrando en mejor forma.

—Curiosamente todo sobrevino luego del cotejo contra Vassily Ivanchuk, específicamente después de tu inesperado lance Dxc3, jugada que le hizo consumir mucho tiempo al genio ucraniano. Tal vez allí se le fue el, hasta entonces, seguro triunfo. Ahí se definió el torneo, pues esa partida señaló al campeón y al sotanero de la lid.

—Yo estaba totalmente perdido. Mi único chance era explotar sus apuros de tiempo, y sabía que con la premura Ivanchuk podía cometer algún error. Fue lo que finalmente pasó. Cuando yo como en c3, él perdió momentáneamente la posición. Entonces traté de mantenerme jugando rápido para presionarlo con el reloj. Después hice la única movida que encontré: Txc8, casi desesperado. Vassily tenía varias continuaciones en las que ganaba fácilmente, pero con la premura cometió algunas pifias y a la larga me impuse.

«A partir de ahí, y de la próxima ronda, en la que triunfé en buena lid, recobré la confianza y pude desempeñarme de la forma que ya todos conocen».

—¿Una partida que recuerdes con especial aprecio?

—Bueno, en realidad hubo varias, pues en cada oportunidad enfrenté a exponentes de la élite universal, y siempre es difícil y a la vez memorable. La partida con Fabiano Caruana fue importante porque históricamente ha sido un rival muy rocoso para mí y era la primera vez que lo vencía. En ese momento estábamos disputando el liderato, por lo que ganar fue sumamente alentador.

—En alguna ocasión Ivanchuk te calificó como un ajedrecista agresivo, que trabaja mucho la partida, pero al que le falta estabilidad en el juego. ¿Qué tanto hay de cierto en esa mirada de «Chuky»? ¿Cuáles son tus virtudes y carencias como trebejista?

—Siempre mi estilo y forma de jugar han sido incisivos; trato de tener la iniciativa, presionar desde el inicio. Mis principales aperturas son bastante agudas, combativas. La Siciliana, la Grunfeld, el peón rey con blancas. Está claro que uno cambia con el tiempo, con el trabajo y la experiencia. De ahí que quizá haya variado mi estilo, últimamente menos táctico de lo que era cinco o diez años atrás.

«En cuanto a las virtudes y defectos, trabajo en eso constantemente, trato de mejorar cada día en el entrenamiento. Debo pulir todas las fases, tanto la apertura y el medio juego, como el final, donde presento algunas deficiencias que trato de corregir».

—Varios expertos consideran que tienes algo limitado el repertorio de aperturas, comparado con otros Grandes Maestros, por lo que resulta más fácil prepararse para enfrentarte…

—Ese precisamente es uno de los aspectos en los que he estado trabajando últimamente, sobre todo para certámenes de súper élite, a los que se torna desventajoso asistir con tan limitadas opciones.

«Me he concentrado en ello, para tratar de sorprender sobre todo con negras, y me ha dado resultado. Pero, no se trata solo de sorprender, sino de hacerlo con un producto bien elaborado, y eso lleva tiempo y dedicación. En Salónica intenté hacerlo, y contra el peón dama utilicé la Nimzo-India y la Bogo-India. Me fue bien, pues logré un empate y una victoria».

El medio juego mostraba paridad —al menos desde mi punto de vista— y traté de ponerlo en jaque: una pregunta que lo sacara de paso, pero a Leinier es muy difícil tumbarlo. Le recordé que en una ocasión afirmó que le gustaba dedicarle tiempo a su vida personal, a su familia, amigos, y por ello no entrenaba excesivamente como otros exponentes del orbe, quienes prácticamente vivían para el juego ciencia y consumían ocho horas y más de estudio diario. En esa oportunidad sostuvo que de nada le valdría ser campeón mundial si no tuviera goce y disfrute plenos en otras esferas. No obstante, a su llegada de Grecia corroboró que esos 2757 puntos Elo y el trofeo logrados no eran el tope de su carrera, que soñaba con más.

—¿Cómo piensas balancear tu vida personal con todo el esfuerzo y sacrificio que supone convertirte en un mejor jugador?

—Mi filosofía siempre ha sido tratar de llevar una vida lo más equilibrada posible. Claro que el ajedrez es una parte fundamental de mi existencia, obviamente, pero no es la única. Estudio, le dedico todo mi corazón, pero necesito algo más, incluso para rendir al máximo.

«Creo que es la forma más sana y saludable. Eso no significa que me lo tomo a la ligera, todo lo contrario. Si pretendo superarme necesito dedicarle más tiempo. Todavía no he alcanzado todas mis metas; nunca es suficiente».

—Casi todos los Grandes Maestros de la élite tienen un grupo de asesores que los acompañan a las competencias y los asisten en la preparación. En tu caso, el de todos los cubanos, no funciona así, al menos no regularmente…

—A pesar de que trabajo mayormente solo, muchas veces me ayudan amigos como el Gran Maestro Aryam Abreu, y Yuniesky Quesada. Pero ya el tema de un equipo profesional con entrenadores es más complicado y no sé si tendré alguna vez los recursos para hacerlo. Me he concentrado más en mi trabajo en solitario, con la ayuda que ya te mencionaba, por una cuestión de posibilidades. Si continúo haciéndolo como hasta ahora, puedo seguir creciendo profesionalmente.

—En tu opinión, ¿cuáles son las fortalezas y deficiencias del ajedrez cubano, cómo podría aumentar la presencia de Grandes Maestros en el mundo, incluir a otros en el selecto club de los 2700?

—Hay muchas cosas que se pudieran hacer. El tema de los torneos es esencial. Ayudaría tener varios certámenes de calidad además del Capablanca. En cuanto a la masificación, estamos transitando por un buen momento, y hace tiempo que el Inder, junto a la Comisión y la Federación Nacional, cosechan el fruto de tanto esfuerzo.

«El tema de tener más jugadores de nivel va en la preparación de cada cual, en el tiempo que le dediquen al ajedrez, en el esfuerzo personal, el tesón, la perseverancia. Es evidente que con un correcto trabajo, teniendo ese talento que desbordan muchos de nuestros exponentes, se puede llegar más lejos. Pero siempre son necesarios los recursos, la asistencia».

—Pronóstico para el venidero match por la corona mundial…

—Veo a Carlsen como favorito. Es un fenómeno del ajedrez nunca antes visto. Sin embargo, Anand es un jugador muy experimentado, de sobrados recursos, acostumbrado por mucho a luchar bajo presión, peligroso.

—¿Con qué expectativas partes hacia la venidera Copa Mundial en Noruega, en agosto, y a la sexta fase del Grand Prix, pactada para París dentro de tres meses?

—En esta Copa tengo el incentivo de clasificar al Torneo de Candidatos, un buen chance de insertarme en la disputa por una plaza para discutir el título universal. También en el Grand Prix existe esa posibilidad. Así que por ahí marcha todo mi empeño inmediato.

—Tus seguidores te critican mucho cada vez que entablas una partida, quizá por la propia naturaleza del cubano…

—Yo también quiero ganar siempre (risas), pero no siempre se puede, sobre todo a este nivel. Mi filosofía es disfrutar el proceso de mi carrera. Yo me preparo todos los días para mejorar y tengo tremenda motivación para perfeccionar mi ajedrez. No me preocupa en demasía ganar, hacer tablas… lo más importante es darlo todo, divertirme. No creo que sea algo negativo igualar con los mejores del mundo.

—Muchas cosas pasan por la mente de un ajedrecista a la hora de seleccionar la jugada precisa. Entre las tantas combinaciones que pueden «ver», ¿cómo escoges el movimiento adecuado? ¿Te inclinas más por ese lance seguro, que señala el camino a la igualdad, o simplemente prefieres el paso más arriesgado, ese que no puedes calcular en su totalidad, pero que intuyes como el de la victoria?

—En eso influyen muchos factores. Cada trebejista tiene un proceso para calcular y escoger la jugada exacta, pero siempre la elección va a estar condicionada por la forma deportiva. Cuando uno se encuentra bien preparado en todos los aspectos, se le ocurren rápidamente las mejores movidas. También es determinante la confianza. Por eso la gente dice: «ahora sí está jugando más agresivo», y no es tan sencillo. Simplemente pasa que estás atravesando por un buen momento y tomas mejores decisiones.

Asi transcurrió mi «partida» con Leinier Domínguez, entre sacrificios  y jaques imaginarios. Juro que jugamos mientras conversábamos, y creo que logré el armisticio. Espero arriesgarme más para la próxima. ¿Será cosa de locos?

(Con información de Abdul Nasser Thabet. Juventud Rebelde)

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