Alfredo Martirena: El oficio hace bajar la musa
Entrevistarlo no fue fácil, aunque llegamos a Santa Clara dos días antes de la celebración por todo lo alto de un nuevo aniversario de Melaíto, el “dulce” suplemento humorístico del periódico Vanguardia.
Le había tocado la difícil tarea de presidir el jurado del 12 Salón de Humor Gráfico convocado en saludo al cumpleaños 44 de ese chispeante colectivo que no se cansa de hacer reír. Y tenía motivos de sobra para sofocarse, porque fue necesario evaluar las 136 obras participantes de 16 países, en las modalidades de humor general y erótico, y entre ellas seleccionar premios y menciones.
¡Por fin! logramos que Alfredo Martirena hiciera un paréntesis en su atareado tiempo para atendernos. Encontramos en su casa una excepcional tranquilidad para el diálogo, porque los muchos amigos que suelen tomarla por asalto para pasarla bien entre charlas y tragos de ron cuando cada año vienen de sus provincias a sumarse a la festividad, estaban atareados, junto con sus colegas de Melaíto, en la pintura de un mural colectivo de caricaturas dedicadas a la prensa y al venidero Congreso de la UPEC.
¿Cómo surgió en ti la inclinación por el dibujo humorístico?
Fue el resultado de un conjunto de coincidencias. Cuando terminé el grado doce no alcancé carrera y para que no estuviera sin hacer nada hasta el año siguiente en que podía presentarme a examen de ingreso, mi mamá me consiguió un empleo de cuidador de un salón de proyectos de mecánica de la Universidad. Era un trabajo sabroso porque me gustaba dibujar y allí me daban cosas para hacer.
Coincidió que Panchito, vecino mío e integrante del colectivo de Melaíto, realizaba dibujos animados como aficionado para el Cine Club Cubanacán, y mi mamá que siempre estaba “con las antenas puestas” se enteró que él necesitaba un ayudante y nos puso en contacto. Otra coincidencia: Ajubel se trasladó al Dedeté y Panchito me preguntó si yo estaba interesado en probar si daba para humorista, ya que en caso afirmativo, la plaza estaba ahí. Pedro Méndez, el director, me contrató y meses después quedé fijo, eso fue en el año 1984. Soy por tanto un autodidacta.
¿De qué fuentes te nutriste para convertirte primero en un dibujante y después lograr un estilo propio?
En primer lugar de los propios integrantes de Melaíto, que tiene una cantera de dibujantes de lujo, también recibí influencias de los caricaturistas argentinos Quino, Caloi, Fontanarrosa … y de humoristas gráficos españoles. Así fui buscando mi línea y ya en 1986 la tenía definida.
¿Qué tipo de humor prefieres?
Me siento cómodo haciendo el crítico costumbrista y disfruto mucho el humor negro. Está por salir un libro de la Editorial Reina del Mar, de Cienfuegos, titulado Martirena en blanco y negro, con humor de los dos colores. El erótico no es mi fuerte aunque he ganado premios con él. Estoy haciendo además humorismo editorial con temas del ámbito internacional que no pierden vigencia; me refiero a los relacionados con el medio ambiente, el hambre, las guerras, el petróleo, las nuevas tecnologías…
Además de Melaíto ¿en qué otras publicaciones o espacios expositivos han aparecido tus trabajos?
Hago ilustraciones para el periódico Vanguardia, donde a veces me publican caricaturas en la sección La Opinión Gráfica; envío dos dibujos cada martes a Juventud Rebelde, en Palante tengo una tira titulada Compadres, además de otras obras. Desde el 2003 mis dibujos son seleccionados por el Centro de Información para la Prensa (CIP) para ilustrar el Directorio Nacional de Comunicación. Este año he tenido el honor de recibir la invitación para hacer además la portada del directorio 2013.
Publico regularmente en revistas como El Jueves, Batracio Amarillo, Quevedos y otras de España; en Chocarreros, de México, en El Nuevo Diario, de Nicaragua; en Witty World, de Estados Unidos...
Además del libro que ya mencioné me han editado otros como De oreja a oreja, Humor in Vitro, De vuelta y vuelta y No hay lugar como el hogar, que es una historieta con guión de Roberto Corroto; he ilustrado libros infantiles de España y Suiza y pronto verá la luz uno en Colombia que es un poema, con un carácter interactivo educativo.
He participado en más de 30 exposiciones colectivas y una docena personales. También he obtenido una treintena de reconocimientos internacionales, entre menciones y premios, y una cantidad similar de carácter nacional.
¿Cómo te inspiras? ¿No se te pierde la musa en ocasiones?
El oficio hace que la musa baje, sin embargo yo creo en la inspiración. Cada día uno tiene un momento para alcanzarla, pero también hay que abrirle caminos. Trabajo con música, me pongo los audífonos y comienzo a anotar ideas y no las represento gráficamente, aunque a veces me viene a la mente el dibujo y lo hago pequeño, en un ladito del papel. Después me siento con calma, analizo todas las anotaciones y realizo la obra. No utilizo lápiz, sino dibujo directamente el boceto con bolígrafo, recurro también a la caja de luz que se emplea en los dibujos animados, un truco que me enseñó Lillo cuando empecé. Con el boceto en bolígrafo lo paso en limpio y ya, no tengo necesidad de borrar. Esto da soltura y limpieza, a veces la gente piensa que mis trabajos son fotocopias pero se trata de originales.
Sueles trabajar en tu casa ¿es una ventaja o tiene sus inconvenientes?
Debo aportar a una publicación y tengo un jefe, pero las nuevas tecnologías le permiten al dibujante trabajar desde su casa, la que se convierte entonces en el centro de trabajo y uno mismo casi se vuelve su propio jefe. Mis tres hijos Panchito, Alfredito y Amanda han ido aprendiendo la importancia de lo que hago y mi esposa Niury, que es diseñadora del periódico, coopera conmigo, muchas cosas que hago se las muestro para pedirle su parecer.
¿Y tus hijos no han manifestado interés por dedicarse al dibujo?
Panchito y Alfredito hacen sus pininos pero tal vez al verlo como algo tan común no le dan importancia. Mi hija mayor, Amanda, se acaba de graduar en la Universidad en biología pura, y aunque conservo un dibujo de ella de cuando tenía cuatro años, que está muy bueno, no le dio por dedicarse a eso.
¿Cómo te ha ido con la tropa de Melaíto?
Nuestro colectivo lo integramos Pedro, el director Linares, que lo está sustituyendo durante su enfermedad Roland, Janler, que es colaborador, y yo. Somos como una familia bien llevada que no tenemos prácticamente ni un sí ni un no. Tengo 47 años y empecé en la publicación a los 19, cuando llegué era el más nuevo, este ha sido prácticamente mi único centro de trabajo. Todos ellos y otros que ya no están en la publicación, me han ayudado muchísimo. Cuando miro mis primeros dibujos publicados pienso que Pedro tuvo una gran confianza en mí, en que iba a mejorar y eso para un muchachito que empezaba como yo, me estimuló a seguir adelante.
(Con información y foto de Alina Martínez Triay. Periódico Trabajadores)
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