Bola de Nieve: Entre sonrisa y canción
La casa productora de dramatizados Radio Arte pone a consideración de los radioyentes una novela biográfica sobre la vida del inigualable artista Ignacio Villa
Bola quedará en la historia y lo que es
más poético, en la leyenda, allí donde la historia
sea impotente para explicarlo.
Nicolás Guillén
Hay seres que son sencillamente irrepetibles. Portentos absolutos e insuperables. Sin reparar cuánto tiempo pueda pasar, la vida no regala dos veces personas con tanta luz. Esa fue la certeza que esta redactora tuvo luego del diálogo sostenido con el director y algunos de los actores de la radionovela biográfica Bola de Nieve: La sonrisa eterna, que se transmite por la emisora Radio Cadena Habana, a las 7:40 a.m.
Para el equipo que intervino en la realización de ese trabajo, el encanto mítico que rodea la figura de Ignacio Villa, «Bola de Nieve», ejerce una atracción sobrenatural capaz de atrapar, irremediablemente, a quienes se aproximan a su vida y su desempeño artístico.
El relato radiofónico, facturado por Radio Arte, se basó en la novela original de la escritora Vicenta Dolores Gómez y se nutrió además de la intensa labor de investigación recogida en el libro Déjame que te cuente de Bola, del periodista Ramón Fajardo.
La novela tuvo «Ángel»
Según refiere Manuel Ramírez Heras, director de Bola de Nieve: La sonrisa eterna, durante todo el proceso de producción se respiró un encanto especial que hizo vibrar a todo el equipo. «Bola tenía su “ángel” —lo sigue teniendo— y ese particular estado de alma se asentó en todos los que participamos en la novela. La mejor prueba de ello es que, cada día, antes del correspondiente trabajo de mesa, se leía un poema, compartíamos alguna evocación o intercambiábamos pareceres.
«Todo eso surgió por inspiración personal de cada cual, no fue algo que planeamos. Así de poderosas eran las emociones que sentíamos. Podría decirse que él estaba allí con nosotros. El ambiente fue tan extraordinario que incluso al concluir la grabación de la novela todos seguíamos buscando aquella presencia».
En cuanto al proceso de selección del elenco, Ramírez Heras comentó que una vez que tuvo la historia en sus manos y la leyó, comenzó a imaginar cada personaje y los actores que podrían defenderlos. «Este tipo de propuesta implica más retos, porque debes buscar alguien a la altura y sobre todo que sea creíble. Hay que tener presente que esta producción recrea a personalidades de la talla de Rita Montaner, Ernesto Lecuona, Esther Borja y María de los Ángeles Santana, entre otros. Por tanto, las complejidades eran mayores».
Manuel Ramírez logró convocar a un excelente reparto de actores que se entregó en todo momento. Humberto Páez da vida magistralmente a Bola de Nieve; lo respaldan Tamara Castellanos como Rita Montaner, Kenia Ortiz asume a Inés Fernández, la madre de Bola, y Rosa Delgado interpreta a la tía abuela Tomasa Bertemati, «Mamaquica».
Completan el elenco actoral: Ana Iris Peña (Bola de Nieve niño), Marcia Alonso (Esther Borja), Ernesto Piñero (Ernesto Lecuona), Ada Belkis Hernández (María de los Ángeles Santana) y Josy Rodríguez (Raquel Villa, una de las hermanas). Por su parte, en el equipo realizador figuran Susana Prieto, asesora; Gilman Belot, efectista; Roger Pérez, grabador; y Lucía Fariñas, musicalizadora.
Segunda piel
Podría decirse que el encuentro de Humberto Páez con Ignacio Villa no fue casual. El actor no solo ha admirado desde pequeño al genial músico, a quien vio desplegar todo su virtuosismo, sino que durante su carrera ha enfrentado, en múltiples ocasiones, el desafío de convertirse en su artista predilecto.
«Cuando llegué a este proyecto me sentí muy emocionado, porque desde el inicio el colectivo fue maravilloso. Experimenté fuertes emociones en escenas como la muerte de la tía abuela Mamaquica y de la madre Inés, sufrí ataques de llanto durante la grabación de la muerte de Bola. Verme representando a una persona que yo admiro tanto resultó una vivencia fascinante».
Con su interpretación, Páez logró dar vida a un Bola de Nieve sobresaliente por su autenticidad. La capacidad de Humberto para transmitirlo y no dejar que el personaje se quedara en el umbral de la mera caracterización, se vislumbra no solo en la semejanza con rasgos muy particulares como la voz quebrada, sino en los detalles de la configuración psicológica de su álter ego.
Confesó Humberto Páez que el rol fue como una segunda piel. «La entrega fue tan intensa que cuando terminaba de grabar me quedaba todavía con Ignacio Villa dentro, no podía desprenderme de él».
La radionovela destaca no solo por la acertada selección del reparto, sino también por el contenido documental que se aprecia en los fragmentos de programas y presentaciones reales de la época, los cuales se insertaron coherentemente en la historia.
Asimismo juega un papel fundamental la música. Cada capítulo termina con un número de Bola. «Según el momento de la trama y de acuerdo con la dramaturgia, buscábamos qué canción podía transmitir mejor la esencia de ese instante», explicó el director.
Bola poseía una forma única a la hora de presentarse ante el público. Afirmaba que la mejor manera de decir era cantar, precisamente ahí residía su esencia. Memorables temas como Si me pudieras querer, Ay amor, Vete de mí, ¡Ay!, Mamá Inés y Drume negrita, entre otros, devienen además hilo conductor y puente emocional.
Para Rosa Delgado, interpretar a un ser real es una situación muy fuerte, que aumenta cuando ese personaje está vinculado al de una figura tan admirada. «Bola de Nieve fue mi inspiración cuando apenas yo tenía siete u ocho años. Hasta este momento siempre lo vi como el gran artista. Sin embargo, estar cerca de él y encarnar a su tía abuela, la mujer que vislumbró la grandeza que lo llevaría al éxito, devino una forma de sentirme su amiga. Hacer Mamaquica fue un sueño. La responsabilidad era grande, pero estuvo superada por el placer de realizar esta labor».
Por su parte, Ana Iris Peña, quien encarna a Ignacio Villa de pequeño, refiere que la novela la sorprendió. «Durante mucho tiempo he interpretado niños en la programación infantil. Estos personajes son siempre hermosos y el de Bola no fue diferente. Recrear esos años de inocencia, esa parte menos conocida de su vida, fue encantador. Lo asumí como un chico alegre, con sus complejos, con la voluntad de querer alcanzar un sueño y con su típica alegría».
Bola de Nieve: La sonrisa eterna le permite al oyente acercarse a esa personalidad. Muestra al artista, pero principalmente al hombre. Se describe la época, al tiempo que se narran los trabajos que pasó, los comienzos de su carrera en un cine donde recibía tomatazos, la forma de luchar su familia para apoyarlo y su relación con afamados artistas.
Si de retos se trata...
«Ignacio Villa constituyó precisamente el gran desafío: una figura muy compleja y de una riqueza enorme. Las demás complejidades fueron recrear la relación familiar, la época y personajes tan fuertes como el de Rita Montaner», reconoció Manuel Ramírez.
«Tratamos de que la novela, aunque es biográfica, no fuese esquemática y llana, sino que reflejara personajes de carne y hueso, con sus conflictos, sueños e inquietudes. Asumimos la historia como propia».
Uno de los principales miedos, reveló el director, lo sintió en el estreno, en el cual estuvo presente Raquel Villa, la única hermana viva de Bola de Nieve. «Ella iba a ser nuestra prueba de fuego, porque vivió directamente lo que relataba la novela. Y ese día, al escuchar el collage que habíamos preparado, las lágrimas brotaron continuamente de sus ojos, incluso preguntaba si la voz que oía era la de su hermano o la de Humberto. Al final de la presentación nos agradeció por haber podido revivir a su familia».
Ramírez Heras lleva 18 años en la radio y afirma que con esta novela ratificó lo necesario que es retornar a las raíces, a los orígenes. «Debemos contribuir a que los valores de nuestra cultura no se olviden, y que la juventud aprenda a reconocer lo bueno que hemos tenido».
Bola de Nieve: La sonrisa eterna es más que el reflejo de una vida. Es la confirmación de las propias palabras de Ignacio Villa cuando dijo: «Yo entiendo por arte dar las cosas como uno las siente, poniendo al servicio del autor la propia personalidad, y establecer esa corriente que hace que el público ría o llore, o guarde silencio».
(Con información de Lourdes M. Benítez Cereijo. Periódico Juventud Rebelde)
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