La capitana del destino
Eulalia Hernández Martínez es una mujer que respira rectitud, pero también reconoce que ha sufrido, a pesar de que los golpes enseñan.
Por Ricardo R. González
Fotos: Ramón Barreras Valdés
El mediodía abraza la campiña sagüera, y Dionisio Ruiz Artiles aproxima el auto a una finca supuestamente apacible. Parece un sitio inerte en regodeo con la Naturaleza, pero de repente irrumpe una mujer que no oculta los estragos del sol en su rostro, ni aquellos indicios delatores de casi una vida dedicada a los quehaceres campestres.
Se llama Eulalia Hernández Martínez, y la apodan La Capitana ¿Será por sus dotes de ordena y mando, o por esa pasión de que busca siempre la perfección de las cosas?
Para tener solo sexto grado no hay palabra mal dicha. Ni un haiga ni un entodavía…Traza su historia en blanco y negro sin quitarle o adicionarle. Mira de frente, y mientras habla dibuja su perfil con las tonalidades que expresan alegrías, desdichas, satisfacciones y descalabros desde que llegó de su Escambray natal, y se instaló en estas tierras allá por 1968.
Algunos la llaman la finca de Eulalia en Macún, mas en realidad ella la denomina la finca Vilma Espín.
Y Eulalia es una campesina activa que posee tierras por el Decreto Ley 259, y otras vinculadas a la Empresa de Cultivos Varios
«La primeras no llegan a una caballería, y tiene ganado mayor, caballo, chivos, cerdos, carneros, guanajos, patos y gallinas, entre otras variedades, mientras que las restantes acoge los sembrados de tomate, yuca, maíz, y una parte del cerdo para venderle al Estado».
— ¿Cómo transcurre un día en su vida?
— Empieza sobre las 7.00 de la mañana hasta las 11:00 o 12:00 de la noche. Cuido a los animales, le doy vueltas a la siembra, ordeño la chiva como tarea diaria, y voy sumando lo que me trae cada jornada.
— ¿Usted sola para todo?
— En la parte de Cultivos Varios colaboran cuatro trabajadores, pero en el resto soy yo sola con cierta ayuda que recibo de mi hermano Ramón Hernández Martínez. No tengo hora ni para comer, ni para dormir, ni para bañarme. Le dedico un tiempo a todo y priorizo las cosas que tengo que priorizar.
— Y ¿no se cansa?
— Nunca. Después que termino bien entrada la noche tengo una caja de discos y puede que escuche alguno, o veo algo que me gusta en la televisión, aunque confieso que muchas veces me despierto cuando todo se ha acabado, está la pantalla en blanco, y ya estamos en madrugada.
— Sin embargo, el sol raja y se siente en la piel…
— Yo no siento el sol, será porque ya estoy acostumbrada al sacrificio, lo mismo enyunto los bueyes, que me voy para Sagua (la Grande), y traigo un carretón de hueso que venden en la casilla y se lo echo a los puercos porque ningún trabajo para mi es deshonra.
— Lo que más trabajo le ha costado en la parte agrícola?
— No hay partes malas, lo que hay es que decir vamos a hacerla.
— ¿Ha tenido animales caprichosos?
— Yo mantengo más ecuanimidad luchando con los animales que con las personas, y reconozco que para el ser humano algunas veces soy drástica.
— ¿Por qué? ¿Por falta de paciencia?
— El animal no sabe lo que hace. A un niño le explico y le vuelvo a explicar, pero a una persona mayor le digo una vez, me lo hace de otra manera, y se lo vuelvo a rectificar, pero a la tercera ocasión ya ni me acuerdo que me llamo Eulalia, y se me sube todo lo de congo, carabalí e isleña.
— ¿Cuál ha sido el animal que más trabajo le ha dado?
— Increíblemente el carnero porque cuando uno se te va atrás van todos, y a correr se ha dicho. Ellos son como guineos y me ponen en jaque.
— Hablar de Eulalia por su demarcación es decir FMC y CDR…
— Soy la secretaria de la delegación femenina hace aproximadamente 30 años, en tanto asumo la coordinación de la zona y la presidencia del CDR.
FRENTE A FRENTE
— A las mujeres no se le pregunta la edad, pero en este caso ¿me permite violar la discreción?
— Voy a cumplir 59 años.
— Y los achaques ya asomaron?
— Estoy reclamando una reparación completa. De vez en cuando hablo con el forro y la armadura y prometen ayudarme… porque no me puedo derrumbar, En realidad cada vez que los llamo me dicen presente, pero hay problemas en las cuerdas vocales, los huesos sufren descalcificación, las piernas a veces fallan, y así sigo.
— Con quién le ha sido más fácil trabajar, ¿con hombres o con mujeres?
— Nosotras somos más detallistas, más delicadas, los hombres son testarudos y han querido poner los pantalones en la puerta, y yo se los pongo en el patio, siempre que no tengan la razón porque tampoco impongo las cosas.
— ¿Puedo entenderlo como que es una «mandamás?
— Lejos de eso, simplemente soy una luchadora porque todo salga como es debido. No a mi capricho, si no a lo que reclama el momento y la razón, incluso en mi casa. Jamás pretendo sustituir a los hombres, se trata de convivir y compartir en el camino hacia la igualdad.
— ¿Se pierde el detalle femenino por estar en el campo?
— Nunca. En el momento de ser mujer soy más que una niña de 15 años. La juventud pasó pero queda mucho por hacer. Monto bicicleta, cargo el salcocho, y no me arrepiento de nada.
— Y cómo ha sido su destino?
— Con altas y bajas. He tenido muchas derrotas, pero también satisfacciones, golpes duros… aunque siempre he pensado que la vida no se detiene.
— Esos golpes ¿la han enseñado?
— Han sido escuela, estuve casada 23 años y un día se acabó, pensé que me moría hasta que dije: «Aquí no se puede morir nadie Eulalia». Lucha y sigue tu camino.
Después otros batacazos familiares, un hijo que tuvo un accidente y perdió un brazo, y eso sí me llegó hasta el alma.
— Su trabajo le da una buena retribución. Para usted ¿el dinero lo es todo?
Hay muchos que lo toman de bandera. Que triste, se puede tener todo el dinero del mundo, y no contar con salud o felicidad. Y lo puedo decir porque gano bastante, pero en la vida las cosas primordiales no se compran con billetes.
— ¿Virtudes?
— Mi perseverancia, no me rindo fácil. Ante una respuesta negativa busco acciones que la conviertan en positiva. Es mi arma de combate. La mejor asignatura de la vida es el trabajo diario. Forja y nutre. Esa ha sido mi universidad en la práctica.
— ¿Fracasos?
— Muchos, personales y colectivos, pero hay que levantarse y reiniciar.
— ¿La sinceridad?
— Una de las virtudes más lindas que tiene el ser humano, unida a la honestidad.
— ¿La hipocresía?
— Dicen algunos que es parte de la educación, pero no va conmigo. Al pan, pan y al vino, vino, con el mayor respeto.
— ¿La familia?
— La mayor recompensa. Tengo tres hijos que no conviven conmigo, solo el menor viene a dormir para acá, y también tengo nietos. Me agrada la reunión con los míos. Me gusta fiestar, bailo, canto, prefiero los boleros, las décimas, y la música mexicana. El reguetón no, pero cuando, raramente, comparto algún traguito lo bailo también.
— ¿Distinciones?
— Por la FMC, y alguna que otra por mi trabajo. Soy militante del Partido, y cumplo tareas específicas. Pero lo que hago es por amor, no por interés.
— ¿Y la FMC?
— Es la propia mujer. Llevo por dentro el mensaje de Vilma, de Celia, de Haydée, y de muchas mujeres maravillosas.
Por eso mi finca se llama Vilma Espín, porque es una manera de sentirla viva y de rendirle honores. Lleva cuatro años constituida y yo escogí su nombre.
— ¿Qué le pide a la vida?
— Salud, suerte, y tranquilidad.
— ¿El mayor reto?
— Vivir desafiando la muerte, y escribir una novela de mi vida.
No pido nada, lo busco yo.
— ¿Usted cree que la vida tiene gran parte de suerte?
— Lo afirmo, eso es así, creo mucho en el destino.
— Entonces, ¿una Capitana del destino?
— Siempre que sea por Cuba, bienvenido ese destino.
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