Ivette Cepeda al aire libre: Hacer más bello el camino
Ivette Cepeda en el Pabellón Cuba. Foto: Suena cubano (web)
Una reseña excelente de lo que fue el concierto de Ivette Cepeda la tarde del jueves 30 de agosto en el Pabellón Cuba, sede de la feria Arte en La Rampa para poner punto final a esta temporada, aparece publicada en el periódico de Cubarte. Más allá de recomendarla por su calidad, precisión y sensatez, me esforzaré por ofrecer a quienes se acercan a esta columna los domingos, algunas aproximaciones a los misterios que se nos revelan a partir de cada llamado de esta artista, dirigido a compartir puntos de vista, enseñanzas, arideces y razones de júbilo a veces indescifrables en la vida, que ella ha descubierto cómo develar desde la parte de adentro de no sabemos cuántas canciones.
No soy la única persona que se ha rendido ante las razones de esta voz cantante que torna la letra de aquella canción que hemos aborrecido o (en el mejor de los casos) pasado por alto, en un argumento luminoso que nos conduce a entender mejor eso que Pepé Delgado acertó a dejarnos envuelto para regalo y cuidadosamente codificado en cuatro palabras cuando puso en música “las cosas del alma”. Todo eso lo sabían bien aquellas personas mayores con sus niños o aquellos menores con sus abuelas, aquellas parejas de largo tiempo, aquellos novios nuevecitos, aquellos seres en soledad privilegiada por los años (entre quienes me cuento, a mucha honra) cuando se acercaron a pie o en carros de a diez pesos o en lo que fuera, y se juntaron, conversando bajito o pensando en las musarañas, mientras se daban los toques tan necesarios al sistema de sonido.
Cabezas de cualquier pinta, ropas de todos colores y ni una muestra de desorden, fueron colmando el frente y los laterales en las proximidades del espacio escénico donde tendría lugar el concierto de Ivette Cepeda y el grupo Reflexión. Estábamos en presencia de una preciosa grey, en perfecta formación –aniñada por momentos si se quiere– a la espera de una sensible voz de mando. Estábamos disfrutando, a todo lujo, de una masividad de excelencia, una manera de juntarnos donde no cabia concesión alguna al facilismo o la vulgaridad.
Ella vino con su caja de verdades metidas en melodía, desplegó su fraseo tan peculiar, desplazando el énfasis hacia lugares impredecibles y no tuvo a menos dejarse acribillar a reclamos por los ojos atentos de estos centenares de hijos de su tierra que no van a permitir que se convierta en un mito sino que la quieren viva y sana, amasada por el amor de los suyos en quienes dejó tatuados, de tantas maneras, esos fraseos que, difícilmente, otro coro que no fuera este de a pie, podría hacer resonar en un unísono donde quedará salvada hasta siempre su hazaña, para el mundo de la canción.
Dichosos nosotros que, cuerpo a cuerpo y al ritmo que ella va eligiendo a cada momento, podemos darnos con su canto en el pecho. Bendito sea ese empeño casi misionero de Ivette Cepeda, en “hacer más bello el camino”.
Almendares, 2 de septiembre de 2012
(Con información de Marta Valdés. CubaDebate)
0 comentarios