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Por los mares de PAMAR

Por los mares de PAMAR

Rigoberto Román Rodríguez García, el hombre que sabe muy bien que el oficio de pescar corre por la sangre.

Por Ricardo R. González

Foto: Manuel de Feria

Corralillo sabe de salitres y lunas, de calmas veraniegas y mares huracanados, de gente humilde que abre el corazón para prodigar la vida a fin de entregarle su generosidad. Que lo diga Rigoberto Román Rodríguez García, al frente de la Unidad Económica Básica (UEB) PAMAR de La Panchita, al compartir el día a día con quienes se dedican a la captura de especies marinas destinadas a la exportación.

Casi con 17 años en funciones de ese mare nostrum, Román tiene muy claro el precepto de que el oficio de pescador se lleva en la sangre, y ese lo porta quien ha vivido muy cerca del mar. Por eso, trata de rescatar la sabiduría marina de los más experimentados y combinarla con aquellos bisoños para que, una vez pasados los cursos de adiestramiento, conozcan esos secretos que solo la pericia descubre en torno a las trampas ante frentes fríos, oscuridades beneficiosas, y escondrijos predilectos según las especies.

Un colectivo integrado por 180 trabajadores, de los cuales más de 80 se lanzan a la mar. Son ellos quienes permiten que el plan de enero a marzo se encuentre al 216, 2 % entre los avatares de la langosta, la captura de diferentes variedades de escamas, y el cobo.

Si algo abriga a estos hombres es la tenacidad, esa que les lleva, contra viento y marea, a imponerse ante el marcado déficit de artes de pesca, las insuficientes disponibilidades de combustible, que impide la partida al unísono de las 28 embarcaciones conformantes de la flota, el c…. que se escapa ante un imprevisto en la zona de pesca, y hasta esas nostalgias de las noches sin abrazar al hijo o realizar la vida en pareja.

A zambullidas y a pulmón limpio los pescadores descienden cinco o seis brazas para extraer la langosta. Por suerte la mayoría sabe bucear y eso ayuda, mas deben velar por la talla de los ejemplares que cada vez exige mayores dimensiones con vistas a preservar la especie.

Si algo distintivo caracteriza a PAMAR es su taller de mantenimiento y reparaciones. Múltiples rompecabezas surgidos ante la falta de piezas o roturas que exigen dinámicas respuestas.

Más de 20 innovaciones durante el pasado año merecedoras de premios relevantes, menciones o reconocimientos a fin de que la economía cubana no se asfixie en las coyunturas actuales.

Una empresa en Perfeccionamiento Empresarial que exige numerosa documentación, sin dejar de medir la satisfacción del obrero en cuanto a su alimentación, y los detalles que le faciliten las condiciones laborales, a tenor de que cada embarcación y área deviene centro de costo.

No resulta extraño que muchas soluciones aparezcan por el propio desprendimiento personal de quienes allí hacen su historia cotidiana ante ese camino que redunda en un chequeo exhaustivo del rendimiento por día, y la correlación petróleo-resultados de captura de cada barco.

Y no menos importante la fábrica de hielo como complemento de primer orden para garantizar las encomiendas productivas.

Una embarcación parada por roturas o falta de combustible significa pensar en el hombre y en su familia. Por eso Román Rodríguez confiesa que entre sus desvelos persistentes figura el de razonar y compartir en colectivo cada una de las problemáticas, escuchar mucho a los demás para encontrar soluciones, y beber de esas enseñanzas recibidas casi a diario.

Sus directrices recaen sobre el taller de reparaciones y en todo lo concerniente a los aseguramientos como vías seguras a fin de que las tripulaciones obtengan notorios saldos.

Román mira al horizonte, hacia esa línea infinita por la que se pierden los barcos en busca de sus tesoros. Me recuerda un poco a Hemingway en algunos pasajes de El viejo y el mar, y respira como hombre realizado gracias a la laboriosidad de su gente que surcan los mares acompañados por el misterio de las noches apacibles en complicidad con sus estrellas, o del remolino repentino a causa de la feroz y sorprendente Naturaleza.

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