El Cobre: cubanía y devoción
El poblado santiaguero, que integra importantes valores de la cultura nacional, será uno de los escenarios que primero visite Su Santidad Benedicto XVI durante su estancia en la Isla, cuando acuda al Santuario de la Virgen de la Caridad.
EL COBRE, Santiago de Cuba.— En un valle ondulado y pintoresco, acunado por una cordillera de montañas donde lo singular abriga los más insospechados contrastes, se levanta, testigo de sudor, rebeldía y remembranzas, el antiguo poblado, evocando la extracción del mineral en la mina a cielo abierto de cobre más antigua de América Latina.
En un promontorio, exhibe su esbelta arquitectura la Basílica Menor de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, para los cubanos: el Santuario de la Virgen de la Caridad. El constante trasiego de peregrinos, visitantes, turistas y pobladores; artesanos y vendedores de girasoles, velas, piedras de cobre, vírgenes de todos los tamaños y materiales, crean una rica amalgama de intercambio, curiosidad, devoción y cultura, que lo convierten en uno de los sitios más visitados del país.
Coronando una cima del cerro del Cardenillo, visible desde todo el poblado, se observa el Monumento al Cimarrón, símbolo de un pasado esclavo e insurrecto, mirador natural al devenir de su gente, bordeado por las terrazas de donde se extraía el mineral de cobre, cuyas profundidades se han convertido hoy en un extenso lago de aguas verde-azuladas de singular belleza.
Así respira ante los ojos del visitante el poblado de El Cobre, a unos 22 kilómetros de la urbe santiaguera. Y su fisonomía es la de la fidelidad a los componentes esenciales de su desarrollo cultural y su rica historia.
De Santiago del Prado al Cobre
La historia del Cerro del Cardenillo, a solo cuatro leguas de la ciudad de Santiago de Cuba, refiere que este era un lugar habitado por aborígenes, y que los conquistadores localizaron en 1529 un yacimiento de mineral de cobre que de inmediato pusieron en conocimiento del Rey.
Indios y negros esclavos traídos de África trabajaron juntos en las labores de extracción del preciado material que sería utilizado en la fabricación de los cañones de las fortificaciones y posteriormente en los utensilios y maquinarias de la naciente industria azucarera.
El 8 de enero de 1599, el capitán Francisco Sánchez de Moya, administrador de las minas, bautizaría el nuevo poblado con el patronímico de Santiago del Prado. Nació así un pueblo minero en las entrañas montañosas del oriente cubano.
El desarrollo minero del cobre tuvo con el paso de los años altas y bajas, pero su persistencia definiría la denominación del singular paraje como el poblado de El Cobre, el mismo que sería noticia en la región durante los siglos coloniales gracias a sus continuas demostraciones de rebeldía esclava, y que no cejó en la lucha hasta lograr, en 1801, la libertad y los derechos sobre la tierra.
Este relevante proceso histórico motivó que varios siglos después la UNESCO destacara al poblado de El Cobre como un hito en la Historia de la Esclavitud en América.
Pero es también El Cobre un sitio vinculado a los intentos independentistas de los cubanos desde la guerra de 1868, en los esfuerzos de la Guerra Necesaria y las contiendas liberadoras que llevarían al triunfo del 1ro. de Enero de 1959.
Es esta la tierra de generales del Ejército Libertador como el mayor general Agustín Cebreco Sánchez y Adolfo (Flor) Crombet Tejeda; los generales de brigada Juan Pablo Cebreco Sánchez, Higinio Vázquez Martínez, Vidal Ducasse Revee y Adolfo Goulet Goulet; y de los generales de división Juan Eligio Ducasse Revee y José Lacret Morlot. También es cuna de figuras excelsas de las letras cubanas como Luisa Pérez de Zambrana.
El ambiente de hirviente quietud de El Cobre alberga también una historia de iniciaciones como el contar con el primer ferrocarril de la región oriental: la vía desde El Cobre hasta Punta de Sal, inaugurada el 1ro. de noviembre de 1844 para la extracción y exportación del mineral, que contribuyó incluso a la reanimación de la actividad portuaria de Santiago de Cuba entre 1830 y 1868.
Su ubicación geográfica, a las puertas de Santiago, fue igualmente decisiva en la ofensiva final de las tropas del III Frente Oriental Mario Muñoz Monroy, dirigidas por el Comandante Juan Almeida Bosque, en el avance hacia la capital provincial y el triunfo definitivo de la Revolución.
Sitio de adoración
Mas, imposible es hablar de este pedazo de tierra cubana sin aludir a que el poblado de El Cobre es ese espacio de adoración de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, encontrada en 1612, según la tradición, por tres trabajadores de las minas: los hermanos indios Juan y Rodrigo de Hoyos y el negro esclavo Juan Moreno, quienes la hallaron flotando sobre las aguas de la Bahía de Nipe y con la inscripción: «Yo soy la Virgen de la Caridad».
Llevada de inmediato al Hato de Barajagua, la Virgen encontró su altar definitivo en este poblado. Desde allí fue declarada Patrona de Cuba en 1916, coronada en 1936, y en el transcurso de un tiempo más bien breve se erigió como símbolo y mito de la cultura cubana. El fallecido Papa Juan Pablo II durante su visita a la Isla, la coronó el 24 de enero de 1998.
Receptora cotidiana de la devoción popular de cientos de cubanos y visitantes extranjeros, la Virgen de la Caridad del Cobre ha sembrado costumbres entre los lugareños.
Artesanos empíricos entregan, de las más diversas formas y en los más disímiles materiales, su imagen, en tanto la sostenida producción de flores en áreas aledañas garantiza que no falte un girasol o una azucena ante el templo donde creyentes y devotos hacen sus ofrendas a la deidad.
El Cobre hoy
Marcado por ese legado local vive el cobrero de hoy, un ser afable, cariñoso, sincero, rebelde como sus ancestros, orgulloso del terruño hasta el regionalismo, amante de la cerveza por tradición minera, y de la música y el baile en espectro amplio que va desde el son hasta el ritmo de la Steel Band, que es otra de sus reliquias.
El buen cobrero no emigra, envejece junto a sus recuerdos.
Así lo sintetiza la licenciada en Historia Clara Iris Daudinot Hernández, vicepresidenta del Consejo Popular.
Por eso, aunque cada amanecer la mayoría de sus pobladores debe ingeniárselas con el transporte para trasladarse hacia la ciudad de Santiago a trabajar, los más de 17 000 habitantes del bucólico poblado persisten en sembrar futuro a los pies del pintoresco valle.
El inicio de la explotación de una mina de oro barita en las cercanías los ha devuelto a los andares mineros, a la vez que, como explica Jorge Omar Hernández, presidente del Consejo Popular, apuestan por el desarrollo de una agricultura que rescate el esplendor cafetalero de otrora en la zona, y la calidad en los disímiles servicios con que cuentan.
Un plan de manejo y gestión de la Oficina del Conservador de la Ciudad de Santiago de Cuba, de conjunto con otras entidades locales, municipales y provinciales, busca reconocer los valores patrimoniales, materiales y espirituales del paisaje asociado al Cobre.
Con este propósito se ha emprendido la rehabilitación integral de su deteriorado fondo habitacional, la recuperación de sus viales y la ampliación y reanimación de muchos de sus servicios, entre otras acciones.
Así, lo mismo en El Ermitaño, Hongolosongo, Río Frío, que en el poblado cabecera, se integran los mejores valores de la zona de cara al futuro, en defensa de la tradición y por el desarrollo de este valle de minas, rebeldía y girasoles, surcado por las aguas del río Censerenico.
(Con información de Odalys Riquenes Cutiño. Periódico Juventud Rebelde)
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