Recordando a «El Jilguero de Cienfuegos»
Ya en casa la fiebre de Mirtha devino sarampión. «El Jilguero» la visita, mientras Raúl prueba con una bolsa helada (Foto: Paco-ICR)
Por Ricardo R. González
Ahora que las remembranzas a Inocente Iznaga se nos hacen necesarias y cotidianas la pura casualidad me llevó a una Bohemia de finales de los años 60. Y fue grato encontrar un relato escrito por el ya desaparecido guionista de la Televisión Orlando Quiroga.
Resumía las presentaciones de la delegación cubana al Festival de la Canción Sopot 69, un certamen competitivo —ya desaparecido— que anualmente se celebraba en Polonia.
En aquella oportunidad nuestros pabellones fueron defendidos por «El Jilguero de Cienfuegos», el conjunto Los Montunos, y el dúo de Mirtha y Raúl.
Cuenta Quiroga que «El Jilguero» abrió su presentación con «El ángel tu bella», un verdadero clásico en su voz, y después vino la conga que hizo trepidar a Sopot, esa que levantó al jurado y se rompieron los cristales fríos de aquella noche polonesa.
Se trataba de «Tus lindos ojos», una balada del grupo beat de Varsovia Los Guitarras Rojas, con ritmo de conga apoyando la letra del Indio Naborí.
Fue tal el impacto que los integrantes de la agrupación Guitarras Rojas corrieron a abrazar a los cubanos, y eso que hasta la tercera noche del Festival, «El Jilguero» no hizo su tonada de la risa.
«El productor de TV —relataba Quiroga— quedó loco, y ponchaba la risa del intérprete y la del público, lo que quedó plasmado en el disco de larga duración del evento y en las películas que le dieron la vuelta al mundo.
No menos destacada resultó la presencia de Mirtha y Raúl con dos de los temas que en Cuba hacían época por aquellos años. «Muy cerca del arroyuelo» y «Rosas de algodón», ambos de la autoría de Raúl Gómez.
Sin embargo, Mirtha enfermó, y el médico no quería que actuara. Pero la intérprete se impuso y se presentó en el Festival del Disco, representando al entonces sello Areíto, el principal de la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM).
Se tomó dos dipìronas y un calmante, y llegó con 38 y medio al escenario.
El doctor prohibió que le hablaran, y la sentó hasta que llegó el cierre de la noche a cargo del dúo.
«Cuando yo escuché por los altavoces —recordaba Mirtha en aquella ocasión— Mirtha y Raúl, de Cuba, fue como si me alzara nueva y la fiebre y los dolores quedaran allí sentados».
Por su parte «El Jilguero» daba fe de que la interpretación resultó extraordinaria. «y en «Rosas de algodón» Los Montunos agarraron sus hierros y se unieron a la orquesta, aquello cogió tremendo sonido cubano.»
Los elogios dela prensa polaca e internacional destacaron el sentido musical y la calidad de los números interpretados.
Como dijo un matutino de Varsovia: «Sopot cogió color y calor con la aparición de los cubanos».
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