Que pongan en libertad a los Cinco sin condiciones
Palabras de Ricardo Alarcón en acto por jornada solidaridad con los Cinco, en el cine Astral de La Habana, el 12 de septiembre de 2011.
Seré breve para que sean los artistas quienes levanten sus voces en solidaridad con Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René.
Hoy se cumplen trece años de una terrible injusticia que ya ha durado demasiado. Sobre ellos recayeron las peores condenas y un trato cruel que, entre otras cosas, les ha dificultado las visitas familiares llegando al extremo de inhumanidad con la prohibición a Adriana y Olga de encontrarse con Gerardo y René. Se les castiga también con el silencio total que impone la tiranía mediática y cuyo propósito es apagar la solidaridad que ellos merecen y ocultar la gran verdad: están en prisión por oponerse a los terroristas enemigos de Cuba y de su pueblo.
Un día como hoy, Washington los detuvo y los sometió a un proceso fraudulento y repleto de arbitrariedades por un solo motivo: proteger y apoyar al terrorismo anticubano que fue creado por el gobierno de Estados Unidos hace medio siglo y ha contado siempre con su respaldo activo o su tolerancia cómplice.
Los actuales gobernantes tendrán muy pronto que enfrentarse al dilema de continuar o no con el cinismo inmoral de sus predecesores. El próximo 7 de octubre saldrá de la prisión René González Sehwerert tras haber cumplido hasta el último minuto de su injusto encarcelamiento.
A René se abriría un período de tres años de la llamada “libertad supervisada” que constituye un riesgo cierto para nuestro compañero y una injusta sanción adicional para él y su familia. Pero significa también un reto para la Administración Obama que ojalá sepa afrontar con sabiduría y sentido común. A partir de ese día estaremos ante uno de los aspectos más reveladores, y por eso más silenciados, del sórdido proceso al que fueron sometidos nuestros compañeros.
Dije antes que el caso de los Cinco es prueba irrefutable de la complicidad de Washington con los terroristas. Créanme que no exageraba. Eso lo muestran las actas y otros documentos del juicio de Miami. La Fiscalía exigió que a los acusados les fueran impuestas las penas más duras y exageradas pero además, insistió en que para Washington había algo tan importante como el máximo castigo carcelario. Ese algo, que llamaron “incapacitación”, consiste en tomar medidas para que, después de concluir sus términos de prisión, ninguno de los acusados pudiera estar en condiciones de intentar siquiera algo contra los terroristas y sus planes.
En la sentencia dictada contra René esa exigencia se expresó con estas palabras: “Como una condición especial adicional de la libertad supervisada se le prohíbe al acusado acercarse a o visitar lugares específicos donde se sabe que están o frecuentan individuos o grupos terroristas.”
Esto lo proclamó un tribunal federal norteamericano en diciembre de 2001, apenas tres meses después del abominable acto terrorista del 11 de septiembre y lo hizo a solicitud expresa y formal de los farsantes que desataban una llamada “guerra contra el terrorismo”, fundada en la mentira y la ilegalidad, que ha causado la muerte y el sufrimiento a incontables inocentes en muchas partes del mundo.
Mientras se lanzaba a esa empresa tan cruel como hipócrita, el régimen de Bush reconocía que en el sur de la Florida hay individuos y grupos terroristas, que sabe donde están y por donde se desplazan. Pero en vez de capturarlos y juzgarlos como es su obligación los protege descaradamente y exige que ni René ni nadie pueda molestarlos.
¿Qué hará ahora el actual gobierno? Pedirle que anule esa sanción contra René y que se atreva a enviar a sus agentes a detener a los terroristas que ellos conocen, en los lugares donde “saben que están o frecuentan”, quizás sería pedirle demasiado. Tiene, sin embargo, la posibilidad de evadir el problema, dejando que René regrese a Cuba ahora, a su casa y su familia. Si se obliga a René a permanecer allá un solo día después del 7 de octubre, el Presidente Obama tendrá que elegir de qué lado colocarse en la lucha contra el terrorismo.
Otras cosas deberá responder Washington. La burda manipulación de las supuestas “pruebas” contra Gerardo para acusarlo por asesinato y después verse obligado a reconocer el 30 de mayo de 2001 que le era imposible probar esa acusación y pedir retirarla en lo que calificaron “un acto sin precedentes”.
La dimensión de su conspiración con los medios locales de Miami y con los fingidos “periodistas” a los que financió con el presupuesto federal para que mintieran y crearan un ambiente de odio contra los Cinco, que los condenaba de antemano. Las imágenes de sus satélites espaciales que oculta hace quince años porque ellas muestran que el incidente del 24 de febrero de 1996 ocurrió en territorio cubano y por tanto sobre el mismo no tenía Washington jurisdicción alguna y en consecuencia carecía de base legal para acusar a nadie. Su negativa a que se admita el recurso de Habeas Corpus de Gerardo y a que se le conceda una audiencia en la que él pueda hablar y en la que el gobierno tenga que discutir abiertamente sus falsos alegatos. ¿A qué teme Washington?
La esencia de la actitud oficial norteamericana es el ocultamiento. Si poco o nada conocen los ciudadanos de ese país sobre este tema no podrán hacer esas preguntas elementales. Cuando conozcan la verdad ellos serán capaces de persuadir al Presidente Obama que haga lo que tiene que hacer: Poner en libertad a los Cinco, a todos y cada uno de ellos, sin condiciones.
Derribar el muro de silencio es por eso lo más importante. Tratemos de lograrlo por todos los medios posibles. Que horaden ese muro la canción, el poema, el amor.
La Habana, Septiembre 12, 2011
ACTO CENTRAL JORNADA DE SOLIDARIDAD CON LOS CINCO
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