Otro ejemplo de rectificación
Por Ricardo R. González
Con la agudeza característica, y sin aplicar los dañinos paños tibios, el compañero Raúl destacó en el Informe Central al VI Congreso del Partido Comunista de Cuba las concepciones erróneas de la política de Cuadros, que no escapa de desaciertos debido a la falta de rigor o promoción acelerada de dirigentes inexpertos.
Y para reforzar aún más sobre el tema remarcó aquel erróneo concepto de que para ocupar cargos directivos se exigía, como requisito indispensable, la militancia del propuesto en el Partido o en las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas.
«Esta práctica —dijo— hay que abandonarla resueltamente y, salvo para las responsabilidades propias de las organizaciones políticas, la militancia no debe significar una condición vinculante al desempeño de puesto de dirección alguno en el Gobierno o el Estado».
Se trata de valor las condiciones de cada persona, su ejemplaridad, la competencia para ejercerla, el respeto que se haya ganado en su colectivo, la fidelidad de compartir una causa común. En fin, la de ser alguien que le aporte a su Patria, un militante —con carné o sin este— que tenga en sus proyectos el bien social, sin pensar en cuánto demanda alcanzarlo.
«Los dirigentes —aseveró Raúl— no surgen de escuelas ni del amiguismo favorecedor, se hacen en la base, desempeñando la profesión que estudiaron, en contacto con los trabajadores, y deben ascender gradualmente a fuerza del liderazgo que solo otorga ser ejemplo en el sacrificio y los resultados.»
Más claro, ni el agua.
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