Programa de lujo cierra festival habanero de ballet
Tamara Rojo
Por Pedro Quiroga
La Habana, 8 nov (PL) Con un extenso y variado programa en el que intervinieron estrellas de la danza mundial, se cerraron aquí las cortinas del 22 festival internacional de ballet, dedicado a la prima ballerina assoluta Alicia Alonso.
Noche de grandes emociones la víspera, en el capitalino Gran Teatro, con la siempre bienvenida actuación de Tamara Rojo (Royal Ballet) en Cinco valses de Brahms a la manera de Isadora Duncan.
La plasticidad del gesto, mostrada por una primera bailarina en plenitud y un estilo muy particular, lució con el acompañamiento al piano del destacado músico cubano Aldo López Gavilán.
Un melodioso y sensual tango de Astor Piazolla deleitó al auditorio con el Encuentro de los argentinos Nadia Muzyka y Juan Pablo Ledo, del Ballet Estable del Teatro Colón.
De pura raigambre española, Lola Greco y Fernando Velasco brillaron en El último encuentro, coreografía que mezcla lo clásico y lo contemporáneo, con la impronta académica de sus protagonistas.
España también estuvo presente en la creatividad de Alicia Alonso con la pieza Preciosa y el aire, basada en el poema homónimo de Federico García Lorca.
Irene Rodríguez, primera bailarina del Ballet Español de Cuba, recreó el sentido metafórico verbal en formas gestuales que aportan credibilidad al texto literario, defendido tambien por jóvenes bailarines del Ballet Nacional de Cuba (BNC).
Tampoco faltó el flamenco de Antonio El Pipa con su Doble sentir, en el cual trasluce mesurada energía que va subiendo de tono mientras avanza la guitarra andaluza.
Excepcional tecnicismo y limpieza en el pas de deux La bella durmiente del bosque, a cargo de Roberta Márquez y Steven McRae (Royal Ballet).
De esa misma compañía britanica, el cubano Carlos Acosta demostró sus cualidades en la danza contemporánea con la pieza Two, devenida lección de dominio corporal en el reducido espacio que limita una luz cenital.
En representación del American Ballet Theatre, el cubano Jose Manuel Carreño acaparó aplausos en el solo de Sinatra suite.
Otro tanto merecieron las figuras del BNC Viengsay Valdés, Janela Piñera, Anette Delgado y Sadaise Arencibia en el Grand pas de quatre.
La compañía cubana puso sobre las tablas a cuatro promesas masculinas: Arian Molina, Serafín Castro, Javier Gómez y Osniel Gunod, en el Canto vital, de Azari Plisetski.
Con una perspectiva contemporánea, La muerte de un cisne, interpretada por Javier Torres, despertó merecida ovación al depurado tecnicismo en la célebra miniatura coreográfica de Fokine.
Para el cierre quedó el estreno en la isla de un fragmento de Samsara, obra del español Víctor Ullate, con musicas étnicas de Egipto, Irán, India, Nepal, China y Japón.
Bárbara García, primera bailarina del BNC, y otras figuras de la agrupación defendieron una coreografía de claro matiz moderno y marcados guiños a la tecnica clásica.
Tras la clausura de su vigésimosegunda edición, el Festival Internacional de Ballet de La Habana volvió a reafirmarse como cita de arte y amistad.
En ella confluyen todas las vertientes culturales para evidenciar una máxima del escritor cubano Alejo Carpentier, cuando dijo: El espíritu de la danza es inseparable de la condición humana.
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