La capitana de las uvas
En La Maravilla, una finca perteneciente a Villa Clara, Cuba, existen plantas que proporcionan de cinco a seis racimos en un mismo gajo. Cada mata llega a acumular de 30 a 40 como parte de un cultivo que reclama un riego ligero.
Por Ricardo R. González
Foto: Carlos Rodríguez Torres
«Solo el amor engendra la maravilla»
Silvio Rodríguez
Esta historia nace entre surcos y se escribe a diario. No en un lugar de La Mancha, pero sí a unos 3 km del poblado dominicano de Amaro. Allí donde unos pequeños óvulos verdes y violáceos juegan con el follaje de la campiña para obsequiar un paraíso terrenal.
¿Uvas en Cuba? Sí, y en el centro del archipiélago, en justo desafío a un clima tropical caprichoso pero vencible.
Un pequeño cartel tributa la bienvenida al sitio. Ninguna denominación más acertada porque le llaman La Maravilla, donde sábados y domingos resultan jornadas rutinarias y tienden el desafío al sol radiante o a las lluvias.
De pronto, entre sus campos, aparece una mujer devenida torbellino. ¿Quién imagina que ya le acompañan 66 calendarios? Paso ágil, excelente conversadora, típica campesina con sombrero, botas, mas con una piel que, increíblemente, casi no muestra las grietas del Astro rey o las marcas de los años.
Ella es Lidia López Ramírez, la que junto a su esposo, los hijos, el resto de una corta familia y algunos buenos amigos impulsan un proyecto abonado desde las entrañas humanas.
ENTRE RACIMOS
Todo comenzó en 1994. Lidia cumplió una estancia prolongada en la capital cubana y la invitaron a Güira de Melena. Cuál sería su sorpresa al apreciar un campo de uvas totalmente desarrollado. Suficiente como para deslumbrarla y hacerle correr lo que tiene de hispana por el torrente sanguíneo. Prometieron regalarle unos palitos o esquejes, pero nunca fue a buscarlos.
Al parecer, la idea quedaba en el camino. Una visita posterior a la finca cifuentense San Antonio cambió el curso del destino.
«Un amigo me dijo que estaba sembrando uvas…Quedé atónita.
Compramos 100 palos, a 20 pesos cada uno, pero de ellos quedaron 92. Así se inició el primer segmento de La Maravilla. El tiempo pasó sobre esos dos surcos y no hubo resultados. En cierta medida el ánimo decayó. No quedaba otro remedio que acudir a los libros», confiesa Lidia.
Waldemar, el viejito fitosanitario, les ayudó mucho; sin embargo, de la uva no existen muchos conocimientos. Todos aprendieron por la bibliografía y comenzaron a repasar cada detalle hasta que un tiempo después afloraron los primeros saldos.
La Maravilla ha crecido. Cinco variedades rondan hoy por sus surcos. Entre ellas, Mosacatel blanca, Alfonso de Valle, Tempranilla, Rosetti… La mayoría procedentes de España y solo una mexicana.
«Las hispanas son más difíciles. Vienen de un país frío. Hay que podarlas en distintas épocas del año, pero está claro que a todas hay que protegerlas del sol, sobre todo en fase de racimos.»
—¿Qué tiempo demandan de atención diaria?
—Ufff… Ocho horas apenas alcanzan. Imagínate que primero salen las flores, luego se ven las uvas y el racimo empieza a ancharse. Hay que fumigar, guataquear… La higiene es fundamental, sin esquivar la revisión de cada área. Hongos, bacterias, parásitos significan el ocaso de las plantaciones o de las cosechas de no detectarse a tiempo.
—¿Y en cuánto al abono ecológico?
—Constituye nuestra fuente principal. Trabajamos con la lombricultura que sustituye todos los fertilizantes químicos y seguimos al pie de la letra cada detalle técnico.
Pero la vida en La Maravilla tiene sus momentos amargos. El pasado año trajo la mejor cosecha de la historia y con ella los dos racimos más grandes entre los recolectados. Ocho libras y tres cuartos cada uno. No obstante, la crecida del río Yabú, próximo a la finca, descargó su furia y laceró los resultados. Estas muestras históricas pasaron al recuerdo. Más de 60 cajas recolectadas desaparecieron. A tal punto que mató el 70 % de la cosecha con pérdidas ascendentes a unos 200 mil pesos.
Un revés que hizo más unida a la gente de La Maravilla, el punto perteneciente a la CCS Diosdado Pérez, de Santo Domingo, con cuatro hectáreas de 96 cordeles dedicados a las uvas.
SIN SECRETOS
La vista se recrea ante el hermoso panorama. Todas las plantaciones con la misma altitud. Los dos surcos iniciales de aquel centenar de plantas se identifican por sus troncos más robustos.
En las cuatro hectáreas —de 24 cordeles cada una— habitan más de 4 mil plantas que auguran de 71 a 75 años de vida si no aparece el llamado negro libre o voraz destructor que pude barrer con el cultivo.
Quizás el tesoro mayor acumulado en La Maravilla resulte la labor en familia. Manuel Gil, el esposo de Lidia, muestra orgullo al ver que sus hijos Martiana y Bárbaro siguen el camino sin abandonar sus respectivas tareas, al igual que las nuevas generaciones de nietos (Lily y Lanny) o las parejas de los hijos y hasta Alexis López, un vecino del lugar.
La perseverancia ha sido la carta de triunfo. La propia Lidia reconoce que Manuel es más constante que ella. Puede usted hablar por separado con este binomio, hacerle idénticas preguntas, y encontrará coincidencias de ideas.
Manuel es un maestro, como también lleva Lidia el aula de la vida. Ella, la cederista y federada destacada que espera este 23 de Agosto en otro cumpleaños de su organización, la que estuvo portando una minerva durante un año como consecuencia de una escoliosis combinada con artritis cervical.
Quedó prácticamente desahuciada, pero «solo el trabajo y mi aché dieron al traste con ese momento».
Y así anda, acortando la distancia de 3 km que separan su hogar de Amaro con este otro de La Maravilla, que se disputa la primacía. Junto a Manuel se traslada cada uno en sus bicicletas. A veces a oscuras o apenas con los claros del alba. Al frente de las tareas laborales u hogareñas, sin esquivar el peso de las cajas con las uvas que llegan hasta 40 libras de peso.
Unidos todos en el afán de descubrir el universo de la vid. La que al decir de Manuel carece de secretos siempre que se trate con dedicación.
No hay tierras malas ni clima adverso. Solo el alma y el corazón de gente limpia y sincera que llena a esta familia con Lidia a la cabeza. La mujer que recoge su tesoro como la capitana de las uvas. No desde un lugar de La Mancha, pero sí desde monte adentro.
Y… no son caletas
La uva es el fruto de la vid (Vitis vinifera). Según la leyenda el origen se remonta a la zona del Oriente Próximo, considerada la región más cercana a Europa (Turquía, Chipre, Siria, Líbano, Emiratos Árabes Unidos, entre otros), como cuna de la agricultura, la civilización y la escritura.
Hoy se encuentra extendida a muchas regiones de clima cálido, y no escapan de leyendas, pues en la cultura romana y griega existe el Dios del vino: Dionisios o Baco, respectivamente.
Son numerosas las variedades de uvas, pero abrazan dos grupos principales concentradas en blancas y tintas o negras.Las vides pueden ser propagadas por semillas, estacas, acodos o por injerto de púa o de yema. Las semillas se usan principalmente para la producción de nuevas variedades. En la escala comercial las más usadas son las estacas. En el caso de aquellos cultivares de difícil enraizamiento se usan acodos.
Nadie calcula sus propiedades medicinales. Resultan altamente desintoxicantes, propias para pacientes obesos, válidas ante enfermedades reumáticas (gota y artritis), personas con afecciones renales que necesiten eliminar toxinas o portadores de deficiencias circulatorias, hipetensos y ante arteriosclerosis.
Según fuentes, la razón de todo hay que atribuirla a su riqueza en potasio, especialmente en las uvas pasas, que logran el equilibrio de los líquidos en el organismo.
Son ricas en Vitamina B, importantes en el metabolismo de grasas e hidratos de carbono. También resultan altamente alcalinizantes, por lo que depuran la sangre, previenen el estreñimiento, y son consideradas una fuente de energía natural por los niveles de azúcares e hidratos.
2 comentarios
robert -
Carlos Mohedano -
Y para mi...Tremenda sorpresa.
Os saluda desde España.
Carlos.