Bordeando al NIKOLIS M
Un Liberty perdido de los archivos navales vive su ocaso en aguas del puerto de Isabela de Sagua desde 1967. La verdadera historia de esta pieza de valor de la cual solo queda el recuerdo y su silueta entrada en el mar
Por Ricardo R. González
Fotos: Carlos Rodríguez Torres
Visto desde lejos ofrece majestuosidad. Da la impresión que, de un momento a otro, activará sirenas para revivir aquellos años de incesante ajetreo en el puerto de Isabela de Sagua. Mas, los lugareños saben que resulta solo la silueta lejana de una embarcación desgastada por el tiempo, envuelta entre los efectos impredecibles del óxido.
Es el mercante griego Nikolis M, que entró por un punto de los seis canales conformantes de la bahía. Paradójicamente un Día del Amor, el 14 de febrero de 1967 ya casi escondiéndose la tarde. Azotaba un frente frío con vientos del nordeste causante del deterioro atmosférico. Nadie imaginó que aquella mole negra y blanca, dotada de un cintillo amarillo en el circular superior de su chimenea, silenciara las máquinas en este sitio para cumplir su…
TRAVESÍA FINAL
La llegada del Nikolis M propició incontables rompecabezas. De inmediato pasaron un radio (comunicación) al capitán a fin de alertarlo sobre las adversidades climatológicas y lo difícil de brindarle servicios. No obstante, desafió el panorama cuando soplaban vientos fuerza 7. Respondió que podía entrar y…encalló.
«El barco venía vacío. Dispuesto a transportar un cargamento de azúcar en cumplimiento de un contrato expedido por CUFLET», evoca Marino Rodríguez González, quien dice haber nacido en medio de las olas y deviene enciclopedia entre los isabelinos.
Las autoridades portuarias se movilizaron con un remolcador pequeño. Sin embargo, el hombre al mando del buque hizo maniobras muy extrañas, opuestas, incluso, a las normas internacionales para salir de situaciones embarazosas.
«Como práctico del puerto, al constatar tantas irregularidades nos retiramos —expone Marino. El Nikolis M permaneció allí hasta el 22 de febrero por la noche, y su tripulación estuvo a bordo varios días. Un tiempo después, estando en mi casa, recibo un mensaje de que el mercante estaba a flote al ocurrir una marea superior que le posibilitó tomar los niveles adecuados producto de otro frente frío.»
Salieron en su búsqueda. Quedó fondeado en la bahía ya entrada la madrugada, y por la mañana ocupó el muellecito número 10.
«Tal parece que había intereses, por la parte extranjera, de cobrar acciones de seguro o indemnizaciones…Lo cierto fue que se quemaron las calderas…hasta los tubos secos trasmisores del vapor a las máquinas mostraron un buen derretido…El 9 de abril se le extrajo gran parte del combustible (tres pailas de carros tanques)… Ya el muelle reclamaba su uso en otras labores.»
La odisea del Nikolis M mostró nuevas aristas. Con auxilio de un remolcador, en medio de vientos, lo trasladaron al espigón Alfert. Entonces… se fue a pique. Demandó la apertura de varios orificios en su casco y un trabajo arduo de 15 días para reflotarlo de nuevo.
«Acumuló 7 m de agua en la bodega de popa, unos 4 m en el cuarto de máquina, otros 2 m en los departamentos de proa. Necesitó equipos de diferentes lugares. En medio de estas acciones un obrero de la Empresa Mambisa, que fungía como buzo, sufrió una herida considerable en un pie…El buque recibió numerosos servicios. Los griegos pagaron 22 mil dólares, y otra parte… en deuda eterna.»
Pasaron los años. Dicho espigón estuvo ocupado por la embarcación hasta 1974. Había perdido su utilidad. Procedieron a la incautación, y luego del reflote se pensó en destinarlo a chatarra.
«Sus tripulantes permanecieron aquí unos dos meses. Sumaban de 28 a 30 hombres. Una parte marchó primero. Todos desde La Habana por vía aérea. Quedaron el capitán, el sobrecargo, el jefe de máquina y el primer oficial. Este último deseaba trabajar en Cuba pero no le fue posible», explica Marino.
La pérdida operativa del barco le impuso el sitio actual en áreas de los cayos de la Enfermería, que toma este nombre porque allí ofrecieron atención a soldados durante la guerra colonial.
«El 20 de mayo de 1974, a las 11:00 a.m., pactó con su paraje definitivo. Tenía 30 t de petróleo extraídas —entre 1974-75— ya estando aquí.»
Al parecer el Nikolis M no quería morir. A tal punto que el remolcador R-25 de Nuevitas lo dejó en una posición inversa a la actual. La proa miraba hacia el cayo; sin embargo, pocos días después el paso de una turbonada le hizo girar 180 grados.
Desde ese momento la popa se dirige al cayo para sentenciar su agonía final.
DE FRENTE AL BUQUE
El barco atracó en Isabela de Sagua hace 42 años; de ellos, casi 35 ha permanecido inmóvil, donde mismo, pasándole los calendarios por insalvables grietas.
En una mañana de este abril zarpamos del puerto a las 10:30 de la mañana a fin de apreciarlo. Luego de las maniobras necesarias y los trámites de rigor se vencieron las cuatro o cinco millas náuticas que separan el «cadáver mercante» del muelle.
Sobre el DELTA 8 reina la calma, a pesar de la entrada de un frente frío aquel día. El «viejo» Marino va, también, al reencuentro con el buque tras seis o siete años sin contemplarlo de cerca.
Poco a poco la vista comienza a palpar sus notorias heridas imposibles de divisarlas desde tierra. A las 11:30 a.m. un giro a la izquierda del DELTA enfila proa hacia el objetivo… Once minutos después estábamos más próximos, y a las 11:46 bordeamos aquella ruina flotante con una popa semihundida y un óxido general que apenas permite constatar su identificación, en la parte izquierda delantera de la proa, y unas letras que indican Panamá en un segmento trasero. Agujeros por doquier hablan de su deterioro.
Varias vueltas resultaron suficientes. Imposible abordarlo… ni escaleras quedan para ello. De regreso… el frente frío castiga porque el mar no entiende de compatibilidades. Está furioso y olas encrespadas hacen de las suyas.
Los diez años que lleva José Idalberto Rico Artiles adentrado en los secretos del mar lo nutren de extrema pericia, como patrón del DELTA 8, para vencer percances con total profesionalidad en compañía del marinero Juan Carlos González Pérez.
Vientos de 40 km/h provocan que la proa devuelva el salitre hacia el interior de la embarcación al chocar con una ola.
El Nikolis M se nos aleja cada vez más. Queda en el paisaje dibujado por corúas y gaviotas en busca de su subsistencia, en las evocaciones de Marino, José Idalberto y Juan Carlos… Entre el silencio y la complicidad de las noches o junto a soles y turbonadas de los días. Allí está, como un otrora Liberty desmoronado en el mar.
MINIHISTORIA
El Nikolis M fue botado al agua el 5 de Enero de 1944 luego de su construcción en un astillero de La Florida. Perteneció a una serie de cargueros, bajo diseño británico, construidos en los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Tuvo varios nombres, y en sus inicios resultó un barco Liberty, denominado así a las embarcaciones sustitutas de las que perdía el gobierno británico por los torpedos alemanes.
Dieciocho astilleros americanos levantaron 2 mil 751 unidades de este tipo entre 1941 y 1945, a una velocidad inicial promedio de 230 días por cada una, mas la emergencia los llevó a montarlos después en solo 42 jornadas.
Esta embarcación figura entre las de mayor supervivencia con dicho formato. Su primer identificativo resultó Russell Sage (banquero político de renombre en Nueva York). Después vinieron WSA, Cristóbal, Glen I, La Cordillera, Transoceánica y María Dolores, de acuerdo a sus arrendadores, muchos de ellos panameños.
En 1965 lo adquiere el consorcio Miltiades Navegaceon bajo bandera griega. Aparece el Nikolis M, y cruza los mares por dos años más hasta que en 1967 queda varado en Isabela de Sagua.
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