En busca del arco iris
Tres niñas que saben de reiterados ingresos hospitalarios recibieron el acto quirúrgico para mejorar esas dolencias que han quebrado parte de sus sueños. Hoy la vida las encamina…
En busca del arco iris
Por Ricardo R. González
Fotos: Carlos Rodríguez Torres
Un perrito de peluche carmelita permanece sobre la cama. Tal parece el guardián de los sueños o la almohada de los sentimientos de una niña que se recupera, el que acoge confesiones o brinda esperanzas sin límites a Gisselle Santos Santos, la santaclareña de 10 años, sometida a una compleja intervención quirúrgica encausada por prestigiosos especialistas de la capital cubana, junto a un equipo multidisciplinario del hospital universitario José Luis Miranda, de Villa Clara.
«Me siento bien», confirma la menor con esa sinceridad inigualable de la infancia.
«Los médicos son muy buenos y las enfermeras también, pero me inyectan demasiado. Yo quiero ponerme bien, y asistir a la escuela con mi maestra Mayté y el resto de mis amiguitos.»
Y prosigue su plática cuando hace apenas dos semanas entró al salón para enfrentar la intervención dirigida a sustituir parte de su vejiga con el empleo de un segmento del intestino delgado, aunque pueden utilizarse porciones del grueso o del estómago según las particularidades del paciente.
La causa obedece a las secuelas derivadas de un lipomeningocele o anomalía congénita en el tubo neural que provocó mecanismos irregulares del tractus urinario y el descontrol en la defecación. El acto resultaba impostergable a fin de impedir una insuficiencia renal crónica en estado terminal.
Ese perrito de peluche sabe que gran parte de la vida de Giselle ha transcurrido entre los avatares hospitalarios. Su mamá, Yamilé Santos López, recuerda que con apenas 15 días de nacida su hija estuvo, por primera vez, en el quirófano ante la necesidad de retirar esa malformación que le ocasionó, además, una parálisis en los miembros inferiores.
«Tratamos de que lleve una vida normal. Previo a esta reciente operación acumula tres en los pies, realizadas en el hospital ortopédico Frank País, a partir de los tres años, y suma otra, hace dos años, encaminada a corregir una luxación en la cadera.»
Gisselle camina con aparatos. Aun así cursa el quinto grado en la escuela Benito Juárez, del nuevo Guamajal, apoyada en un coeficiente de inteligencia avanzado.
José Antonio Pérez Pérez, el compañero de Yamilé y padre por excelencia de la menor, da riendas a sus emociones porque cree en la palabra de los seres humanos. «El profesor Emilio Cordiés Jackson, reconocido urólogo del hospital Pediátrico de Centro Habana, nos dijo que vendría a Villa Clara a operar a la niña con una técnica especial, y ya es realidad».
La dedicación familiar deviene carta de triunfo. Con cuatro frecuencias diarias la mamá asumía desde el hogar determinados procederes con el fin de evacuar la vejiga afectada, además de trasladarla en un sillón de ruedas a la escuela, caracterizada por la doble sesión, y recorrer algo más de un kilómetro incluida la subida y bajada del elevado de la Carretera a Sagua.
Con sol o lluvias, desafiando, incluso, las irregulares condiciones de la vivienda los padres hicieron por la vida, pues lo importante para ellos se consolida en los avances de Gisselle, y que interactúe dentro de esa comunidad de infantes que hoy le envían cartas o la llaman por teléfono al Hospital con el propósito de ofrecerle el apoyo espiritual, o decirle: «te extrañamos y vuelve pronto».
NAILA Y CELEINY
Todavía late la alegría de Juan González García cuando le dijeron que su pequeña Naila de la Caridad González Pedraza había salido del quirófano sin contratiempos.
Aquel compás de espera resultaba interminable, mas el orgullo paterno sobresale en este mulato que también conoce de sacrificios y desvelos.
Junto a Bárbara González García y Milagros Fernández González, familiares de la menor, agradece lo que se ha hecho por quien recibió su primer ingreso a los ocho días de llegada al mundo
Ahora tiene un año y ocho meses, y en su corta existencia apareció una malformación congénita provocante de infecciones urinarias sistemáticas.
A los pocos meses le fue indicada una vesicostomía dirigida a disminuir la presión en el interior de la vejiga y, por ende, la magnitud del reflujo vesicoureteral (RVU) que ocurre cuando la orina que se encuentra en dicho órgano retorna a los uréteres y a menudo hasta los riñones en un movimiento ascendente.
Hubo moderados avances. Naila acumuló múltiples ingresos, y el propio RVU comprometía cada vez más el funcionamiento de los riñones.
Este capítulo es parecido, al menos en causas, al de la cienfueguera Celeiny Avilés Rodríguez, de dos años y medio, cuyo mundo de inserción a los hospitales inició desde los 30 días de nacida, tanto en su ciudad natal como en la institución pediátrica villaclareña, según asevera Leiny Rodríguez luego de acariciar a su hija.
La experiencia del doctor Salvador Carrillo Serrano, otro de los cirujanos pediátricos que encabezó los procederes, le permite afirmar que en estos dos casos se recurre a una praxis quirúrgica con fines correctivos para evitar consecuencias mayores sobre riñones ya comprometidos por daños precedentes causados por el RVU.
Algo común comparten estos padres en historias similares y, también, con matices diferentes. El agradecimiento a quienes han hecho posible aliviar las tensiones en sus vidas. Desde porteros y auxiliares de limpieza hasta todos los profesionales como las doctoras Lázara Fleites Tejeda y Mabel Díaz García, que han ofrecido el seguimiento médico en Villa Clara, sin omitir a los profesores Cordiés y Carrillo por viajar al centro del archipiélago para atenuar las pesadumbres de la infancia con el manantial de los conocimientos.
Mientras tanto, Giselle seguirá confesándole a su mascota los sueños de cada día, imaginando las peripecias del gatico Vinagrito, o de esa Estela, convertida en un granito de canela, que trata de escapar de la cazuela. Celeiny y Naila son más pequeñas, y comenzarán a tejer sus fantasías con el derecho ilimitado de asistir en busca del arco iris.
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