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Aléjate COVID, yo soy responsable

Aléjate COVID, yo soy responsable

Por Ricardo R. González

Hace nueve meses que una pandemia sin igual ha cambiado la vida en el Planeta, pero ante esta realidad muchos hombres y mujeres de mi país salen en defensa de la humanidad a veces sin darle al estómago el café de los buenos días y en desafío a las inestables contingencias del tiempo.

Lo cierto es que la situación del coronavirus se torna tensa. La cifra supera los 435 positivos desde que inició la epidemia en el territorio; de ellos, más de 92 con fuente de infección en el extranjero, y aunque para muchos resulte «lo mismo con lo mismo» con aires de «teque», de continuar el incremento de casos —y lea bien— la provincia no escapa de retroceder a la Fase III de la recuperación, y desde el Grupo Temporal para el Enfrentamiento a la COVID trascienden jornadas complejas por la suma de los reportes, al tiempo que se orientan estrategias inmediatas a fin de cortar esas telarañas indeseables tejidas, en su mayoría, por el irrespeto a lo establecido.

Así un día y otro, también en municipios, sin tregua, con mínimo tiempo destinado al descanso. Y ante este panorama provocado por las acciones de indisciplinados ¿usted qué ha hecho para proteger y protegerse? ¿cuál es su nivel de desafío o coqueteo con el riesgo? ¿usa el nasobuco correctamente? ¿o es de quienes olvida el distanciamiento en las colas y se suma a la molotera para agregarle más complicidad al entorno.

Haga un alto, piense en los que realizan las pesquisas por las barriadas a fin de detectar presuntos afectados o sospechosos, incluso de esas arbovirosis con alza en los últimos tiempos, y en ello están inmersos los estudiantes de la Universidad Médica y otros colaboradores a quienes no siempre les tributamos la información real ni se les presta la importancia que tienen en atenuar la situación sanitaria de la provincia.

Piense en ese personal de Salud y de otras instituciones de apoyo que se ha batido en las zonas rojas sin pensar en posibilidades de contagios, en los galenos que no pudieron besar a sus hijos porque cumplieron una etapa anterior de aislamiento, y en los tantos impedimentos que les han traído desplegar esta labor por frenar el holocausto sanitario.

A ellos agregue los gastos considerables a una economía nada saludable, reflexione en los esfuerzos de un grupo numeroso de organismos e instituciones portadoras de construir sueños en vez de odiseas, y muy en especial en quienes, desde otras tierras, empinan los pabellones de Cuba a favor de semejantes con derecho a la vida.

Ahora bien, en tiempos que se incrementa el flujo de visitantes no en todos los casos el aislamiento domiciliario es cumplido ni tampoco las restricciones establecidas para estos casos. Algunos se ven abiertamente por las cuadras, realizando compras en establecimientos, en visitas al pariente o a la comadre, en el reparto de besos y abrazos desmedidos, mientras la pregunta a realizarse ronda en encontrar ese sentido común por parte de quienes llegan y también de la familia, allegados y amistades. ¿Es tanto el nivel de felicidad que no se piensa en que, probablemente, hay un segmento de la población en riesgo hasta que no se conozcan los resultados del segundo PCR? ¿por dónde anda la responsabilidad individual, familiar y social?

Actuar en busca del bien, desterrar negligencias e indisciplinas que llevan a festines y algarabías, a virarle la espalda a los protocolos porque nos sentimos desafiantes e inmunes toca a las puertas de algo tan valioso y necesario como lo es la conciencia.

Es cierto que la familia quiere reunirse, máxime en estos días finales de año en que las amistades desean compartir con ese viajero ausente desde hace tiempo, pero no son momentos de efusividades ni de cambiar instantes por la vida.

Echemos la mirada atrás. Cuántos hogares ya no acogen a uno de los miembros de la familia, qué respuesta darle a ese pequeño que pregunta por su abuelo o abuela, o quizás hasta por alguien más joven cuando aprecie un sitio vacío en la mesa que nunca más será ocupado, por qué cohibirle a la infancia el derecho de desplegar sus sueños, de empinar el papalote, o de asistir normalmente a su escuela, y cuyas aspiraciones se ven coartadas por las irresponsabilidades de algunos.

Si bien sobre las familias recae el peso en cuanto a la exigencia cotidiana también las organizaciones del barrio y las autoridades tienen su cuota en el cumplimiento de lo estipulado. Impera, por parte de los funcionarios de Salud, realizar los exámenes en las fechas indicadas en la propia casa donde se alojen los viajeros y proceder a las visitas diarias, sin dejar de cumplir las debidas precauciones por todo el equipo.

Quien decida viajar en tiempos complejos obedece, ante todo, a una decisión personal, mas habrá que ajustarse a la disciplina, acatar lo legislado, y que los convivientes de esa vivienda coadyuven a lograr los imperativos del momento sin susceptibilidades ni justificaciones.

En las manos de todos y en nuestra manera de actuar estarán las acciones vitales para decir: aléjate COVID, yo soy responsable.  

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