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soyquiensoy (Ricardo R. González)

¿Por dónde andan las «gracias»?

Por Ricardo R. González

Ilustración: Martirena

Varias veces me pregunto cómo es posible que en pleno siglo XXI, dominado por el desarrollo científico y tecnológico, una parte de la sociedad involucione y olvide reglas o detalles tan elementales que en toda época han formado parte de la vida.

¿Será acaso que el vocablo gracias y sus acciones derivadas pertenezcan a un diccionario de la prehistoria? Y no le echen la culpa a la juventud porque su omisión ya la vemos multiplicada en generaciones que pueden incluirse dentro del grupo de la llamada tercera edad.

Hace unos días, en la esquina de Luis Estévez y Martí iba una señora acompañada por una adolescente, supongo que era la nieta, y por cortesía le cedo el paso. Ni una ni otra agradeció el gesto. Entonces fui yo quien tomó la iniciativa y di las gracias para ver si dejaba, al menos, un ápice de reflexión y de vergüenza entre las representantes de una y otra edad.

Pero no es el único caso, sucede también con otras personas mayores, con embarazadas y madres que llevan cargados a sus hijos pequeños, con aquellos que trasladan una carga pesada y aplicamos la cortesía, en fin…

Algo similar ocurre cuando se recibe un servicio en un establecimiento y muy pocas empleadas responden ante un gesto de gratitud que emana del cliente. A veces hasta miran a las personas como seres extraterrestres llegado de otro Planeta. No obstante si aparece una «propinita» el panorama adquiere una metamorfosis increíble.

En estas faltas tampoco admito que me hablen de nivel educacional porque los contrastes resultan abismales. Conozco a doctores de renombre, a personalidades que el día que le escuche decir gracias habrá que darle un reconocimiento o un premio descomunal quizás ni instituido; sin embargo, he compartido con campesinos de la comunidad Guillermo Llabre, ubicada en el  distante Corralillo, que han ofrecido lecciones incalculables.

Para evitar malos entendidos en un mundo en que cada quien, lamentablemente, interpreta a su manera no generalizó. Como bien digo una cosa también afirmo otra. He visto a jóvenes y ancianos que son modelos de educación, decentes de pies a cabeza, y a profesionales que merecen todo tipo de distinciones porque con su andar cotidiano y sus propias acciones nos dejan un magisterio práctico que llena de orgullo.

En estos trances también recuerdo al abuelo que apoyado en su bastón le cedí el derecho en la acera y fue tanta su gratitud que no sabía cómo agradecerlo. Ese día sentimos una felicidad increíble al ser partícipe de aquel momento sin recompensa material, pero que toca las fibras del alma.

Estas acciones deben prevalecer en la vida. Llegar a un lugar y sentirse bien tratado, sobre la base de la decencia y la cultura del detalle.

Hay ejemplos, mas pongo el de la heladería Dulce Crema, en pleno bulevar de Santa Clara, donde el colectivo, encabezado por Roberto Nodal González, tiene esa nota distintiva hacia quienes lo visitan.

Muestras de agradecimiento al visitante, buen trato y cortesía son premisas del lugar que llaman a generalizarse y ojalá que se logre en un período asfixiado por las colas, los tumultos, y amasijos humanos.

Y qué decir de la ausencia de los buenos días, las buenas tardes o las buenas noches, y de tantos hábitos perdidos sin que parezcan asomar el rostro de la recuperación.

Por demás seguiré admirando a los que saben que las gracias existen y no cuesta trabajo ofrecerlas. Pudiéramos tener miles de preocupaciones y situaciones complejas en el día a día, pero lo que sería absurdo olvidar es que somos seres humanos y que los demás no tienen culpa de esos momentos amargos.

Recurro al más grande de los cubanos cuando dijo: «Quien tiene mucho adentro, necesita poco afuera. Quien lleva mucho afuera, tiene poco por dentro y quiere disimular lo poco».

Entonces alimentemos lo interno en cada quien, rescatemos esos valores y que los tiempos difíciles nos alejen de la indiferencia. Abrazar la nobleza social, y reencontrar ese camino por donde andan las gracias pudiera ser una excelente motivación para quienes lo tienen extraviado o, quizás, perdido.

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