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soyquiensoy (Ricardo R. González)

Mi Comentario: Saludables precauciones

Por Ricardo R. González

Ilustración: Martirena

No será una etapa fácil. La combinación del calor y las lluvias incrementan los riesgos para contraer intoxicaciones alimentarias (IA) motivadas por descuidos, descomposición de algunos alimentos e incorrecta manipulación de quienes deben cumplir las medidas higiénico—sanitarias y se convierten en frecuentes violadores de lo establecido.

Las estadísticas acumuladas en Villa Clara lo demuestran, y sitúan al jamón, los embutidos, las pastas de bocadito y algunos dulces entre los principales causantes de IA en las que influyen, también, los sitios de almacenaje y la falta de refrigeración en muchos casos.

A cualquiera se le abre el apetito si aparecen ante la vista piñas, jamón, trocitos de mango, y otros ingredientes, pero… cuidado. Uno de los renglones más complejos recae en las deliciosas ensaladas frías, con el empleo de mayonesas no neutralizadas (caseras), y si a ello añadimos la preparación por encima de las seis horas antes del consumo queda la puerta abierta para la aparición de brotes alimentarios, aunque existan las mejores condiciones de refrigeración.

Ya que se habla del frío tanto los pescados como las carnes y jamones demandan adecuados niveles de conservación. Guardarlos en el refrigerador no resulta suficiente, algunos exigen congelación, como los propios derivados del mar o el pollo que merecen el espacio de mayor temperatura en el equipo.

Según los especialistas el pescado reclama un aparte respecto al resto de las carnes. No son pocas las negligencias apreciadas, sobre todo en instituciones estatales en las que un simple descuido provoca secuelas nefastas.

Pero mucho ojo con esas personas inescrupulosas que venden en los barrios el fruto de la pesca. Vale decir que todo lo que se capture en las presas Arroyo Grande I y II está contaminado al ser el reservorio predominante de los residuales santaclareños, pero ninguno de ellos dirá el lugar del que obtienen sus presas.

Y en medio de tantas irregularidades deténgase en esta cifra: Solo la Salmonella rebasa las 2 300 variedades en el universo. Se trasmite mediante huevos, aves, leche y carnes crudas o a medio cocer. También por mariscos e incorrecta manipulación en la industria alimentaria.

A mi modo de ver existen factores aún desconocidos en el amplio mundo de la preservación de los alimentos, mientras otros son reiterados como el caso de la sal de nitro empleada, desmedidamente, en el procesamiento de los jamones. Ello puede causar intoxicaciones severas, como también las sustancias químicas utilizadas para acelerar la maduración de las frutas.

La inspección sanitaria reclama ingentes esfuerzos. Hacer cumplir las normas constituye asunto de todos, por lo que habrá que insistir en mantener los alimentos tapados, sin olvidar el uso de gorros y otros protectores en el caso de los elaboradores y el claro precepto de que quien expende no puede cobrar. ¿Acaso se cumple siempre? ¿O a veces hasta las propias administraciones les «engorda» tanto la vista que no les permite observar?

Pienso, además, en lo improcedente de situar puntos de ventas alimenticias próximo a un río, cerca de un baño público, de depósitos comunitarios de residuales, o con la presencia de animales vagabundos merodeando a su alrededor.

Se acercan los carnavales y las fiestas populares en medio del agobio provocado por las altas temperaturas. Ello conlleva a una descomposición más rápida de los alimentos, con énfasis en aquellos que no cuentan con la refrigeración adecuada.

Con este verano ¿cuántas horas permanece la carne de cerdo a la intemperie y sin debida protección? Y mucha previsión con los productos fritos y refritos.

Los principales síntomas de las IA recaen en vómitos, diarreas, deshidratación, debilidad muscular, fatigas… Aparecen de tres a cuatro horas posteriores a la ingestión, y no podemos minimizar las enfermedades por trasmisión hídrica, por lo que se impone hervir el agua, máxime cuando están revueltas, y aplicar el Hipoclorito de Sodio, a razón de tres a cuatro gotas por litro de agua.

Velar por la salud de los semejantes debe ser un precepto compartido, y aunque no abogamos por lo coercitivo será necesario aplicar el rigor de lo legislado — en ocasiones bastante leve— para aquellos en los que el dinero resulta el mayor indicio de la ceguera. Esos no hablan el mismo lenguaje del pueblo, de ese que habrá que protegerlo ante las inclemencias de un verano peligroso.

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