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Mi comentario: Liuba ilumina a Santa Clara

Mi comentario: Liuba ilumina a Santa Clara

Por Ricardo R. González

Foto: Carlos Rodríguez Torres

La vida se ilumina de múltiples maneras. Basta con un manantial de melodías que irriguen el corazón, y de exquisitas poesías que arrullen el alma para alcanzar una parte de esa plenitud espiritual que nos toma de la mano y nos lleva por la vida. Ese fue el regalo que le hizo Liuba María Hevia a Santa Clara en la penúltima noche de febrero.

Esta vez, la cantautora no quiso compartir la escena solo con su inseparable guitarra y la maestría de sus músicos, pues tejió una complicidad maravillosa entre acordes y buen lirismo de poetisas cubanas de todos los tiempos.

Quien mejor que Verónica Lynn para darle vida a esta poesía como perfecta transición o puente entre canciones que hablan del amor, del desamor, de los seres idolatraos que un día partieron, de las heridas de la soledad, o de los desgarros que deja un tango como Malena.

Así llegaron los versos de Fina García Marruz, Dulce María Loynaz, Carilda Oliver Labra, Mirta Aguirre o Ada Elba Pérez para mezclarse con versiones de la obra de Marta Valdés, Teresita Fernández, Rita del Prado, o María Elena Walsh.

Y es que Verónica es la propia poesía, y Liuba la melodía, el caudal de alguien que cumple tres décadas dedicadas al arte, y que ha decidido compartir ese temor del primer día, entre tarimas y bambalinas, con quienes la siguen, y se convierten en el más exigente de sus críticos.

Avanzó el espectáculo en momentos en que Verónica también vocalizaba con la intérprete, o reiteraba una frase, a manera de leitmotiv, como código o hilo conductor de la próxima canción.

No faltaron temas de siempre, esos que se desean escuchar, una y otra vez, porque parecen acabados de salir de la imaginación de su creadora. Desde Tu amor es el canto mío, Tan lejos, Alguien me espera, o Ausencia, un justo pretexto para recordar a Sara González.

En esta cuerda de evocaciones apareció Se busca, dedicado a Elsa Jorge, el ser más querido por Liuba, y que tampoco está por esos desenlaces inexplicables, pero ciertos de la vida.

El canto a su mamá sobre la cabalgata de un día que casi está a punto de expirar y se sigue en la búsqueda de un ser parecido o similar sin encontrarse jamás el reemplazo.

Y es que las composiciones de Liuba encuentran la metáfora situada donde va, gracias a una confluencia bendita de musas y talento.

Cuando parecía el final, un público puesto de pie en el repleto teatro La Caridad reclamaba la presencia de la artista. Entonces llegó el esperado Si me falta tu sonrisa, una especie de himno intimista que todos lo incorporamos, sin el permiso de Liuba, al patrimonio particular.

La Habana en febrero, título del concierto, apoyado en el nombre de uno de los temas más hermosos compuestos por la artista, y con la sobria y justa escenografía concebida por Iris Fundora, abandonó los aires capitalinos, los encantos de La Catedral, o el salitre del añejado Morro para mezclarse entre los adoquines de una Santa Clara que guarda su magia y sorprende a quienes llegan a tributarle su buen arte.

Bien lo sabe Liuba María Hevia que ha ganado la llave de la puerta mayor porque, como ella bien dice:: «las puertas tienen alma», y yo agregaría que muchísimas de ellas están a su favor.

Y no necesita credenciales ni pasaportes para llegar al sitio en el que canta y recuerda siempre a Teresita Fernández, la maestra mayor, al que visita el Hospital Pediátrico para devolverle la sonrisa al pequeño que sueña con su Travesía mágica, o dibuja su Señor Arco Iris, o en el que tropieza con esos caminantes que, Como un duende, desean desde ya un próximo reencuentro.

Por eso, no hacen falta luces de neón para iluminar la vida. Bastan con regalos perdurables que nos hacen grandes y dejan manantiales infinitos.  

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