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soyquiensoy (Ricardo R. González)

María Victoria Rodríguez: Raíces cubanas y eternas

María Victoria Rodríguez: Raíces cubanas y eternas

La cantante María Victoria Rodríguez Sosa, o simplemente María Victoria, posee raíces profundas bajo sus pies. A sus 25 años de vida artística el árbol que decidió cultivar y defender, perteneciente a esa azotada especie nombrada «música cubana» con un gran porciento de «genes guajiros», aún se mantiene erguido ante los fuertes vientos de ritmos foráneos y el escaso abono de la divulgación mediática.

Durante su presentación junto a su grupo el pasado miércoles, en el santaclareño teatro La Caridad, como parte de una gira nacional, esta mulata nacida en el medio del Vedado, dio una lección de cubanía y amor hacia lo más auténtico de nuestra tierra.

En compañía del declamador Joel Carreras y de Lázaro de Jesús Domínguez González (Lázaro Reutilio) —descendiente de la Reina de la Música Campesina y el inolvidable Reutilio Domínguez—, María Victoria recorrió parte de su repertorio sazonado, fundamentalmente, con ritmos de la campiña.

Desde el fondo de sus gargantas salieron a galope las melodías de Los celos de mi compay, de Claudio Ferrer; Amor silvestre, de Reinaldo Hierrezuelo; El carretero, de Guillermo Portabales; Amorosa guajira, del camagüeyano Jorge González Allué; Allá voy, de Remberto Béquer, Poupourrit del le lo lei, y el clásico de Reutilio y Celina, Santa Bárbara (Qué viva Changó), entre otros criollísimos temas.

Uno de los momentos más sublimes del espectáculo lo constituyó la interpretación a dúo de Yo soy el punto cubano (Celina y Reutilio), por Lázaro Reutilio y una de las «voces más linda de la música campesina», al decir de María Victoria: nuestra Ernestina Trimiño.

Llamó la atención, y a la vez un soplo de aliento, la presencia de jóvenes músicos dentro de la agrupación acompañante, como las recién egresadas de la enseñanza artística Jany Quiñones (tres, guitarra y coro) y Liliet Dávila, en la trompeta, quienes con su talento hicieron trizas la creencia de que la música tradicional solo la cultivan los «viejos».

Las muchachas, sin pensarlo dos veces, aceptaron echar su suerte al lado de la destacada cantante, al igual que el virtuoso laudista camajuanense Yariel Gil Sotolongo, el percusionista René Suárez Zapata; el bajista Rafael Bermúdez, e Israel Álvarez (Pacheco), director musical, saxo y percusión menor.

Todos demostraron poseer un sólido trabajo musical, lo cual disfrutó el público con la interpretación del la hermosa pieza instrumental El Gallo Pinto, del maestro Pancho Amat.

La inclusión del declamador Joel Carreras —también celebrando un cuarto de siglo de vida artística— dentro de la gira, resultó muy acertada, porque también alerta que no solo está en juego la integridad de nuestra música tradicional. Mediante poemas impregnados de puro sabor cubano y caribeño, Carreras nos recordó el bello y difícil arte de la declamación, casi extinto en los medios masivos y en al ámbito cultural en general, y homenajeó así a grandes figuras como Luis Carbonell, Eusebia Cosme, Emilio Hidalgo, Olga Navarro y muchos otros.

Conciertos como los de María Victoria —quien no acepta epítetos como «la sucesora de Celina González», porque «Celina va a ser Celina hoy, mañana y siempre», como ella misma aclaró—, son imprescindibles y necesarios.

Aunque algunos decisores dentro de los medios de comunicación den las espaldas a lo autóctono, y otros ritmos foráneos traten de desvirtuar el gusto de las nuevas generaciones, siempre habrá gente como ella que defenderán la cubanía, y repetirán a coro el estribillo de Mis raíces, ese tema de María Victoria que deja bien claro su posición como artista: No dejaré de cantar/la música campesina/se lo prometí a mi madre /y se lo juré a Celina.

(Con información de Francisnet Díaz Rondón. Periódico Vanguardia. Foto: Ramón Barreras Valdés)

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