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La buena gente de Cuatro Caminos

La buena gente de Cuatro Caminos

Álvaro Obregón Torres (a la izquierda) y Milagros Martínez Fleites escuchan los criterios de la comunidad en torno al círculo.

Por Ricardo R. González

Foto: Liván Montiel Campos

Todavía las lluvias de Fay propician historias y causan pesadillas que, de vez en cuando, sobresaltan los sueños. Bien lo sabe Álvaro Obregón Torres, el inquieto presidente del Consejo Popular de la localidad placeteña de Miller, quien sintió en carne propia lo ocurrido en el círculo social de Cuatro Caminos, un punto que no tiene tantos senderos como alude su nombre, y sí ofrece la única posibilidad para alimentar la espiritualidad de sus 550 pobladores.

Esa instalación llevaba construida algo más de 30 años, pero el meteoro infartó su frágil estructura carcomida por el tiempo. Las vigas fueron al suelo, y más de mil tejas formaron parte del pasado. El viejo Pedro Martínez y sus seguidores perdían aquel sitio ideal para la acostumbrada partidita de dominó. El caney no aguantó más, y anunciaba peligro de derrumbe.

Ante las circunstancias todo se trasladó a un pequeño espacio de la CPA Antero Regalado. Las actividades resultaban muy limitadas, y en las actas recogidas por Álvaro, en cada asamblea de Rendición de Cuenta, aparecía la situación del local que beneficiaba, además, a unos 200 habitantes del asentamiento La Sierrita, ubicado a cuatro o cinco km del sitio.

Sin embargo, noviembre pasado trajo aires renovadores. Algunos mostraron su escepticismo ante tantos buenos deseos, mas surgió la idea de impulsar los latidos en la comunidad. Hubo intercambios con la Empresa Forestal del municipio, con la propia CPA, y la CCS Fructuoso Rodríguez que aportaron los bueyes y otras formas de tracción. Entre los vecinos aparecieron las tejas, otros donaron puntillas, y llegó la madera.

Los servicios gastronómicos brindados en aquel círculo no vieron su ocaso porque continuaron desde el pequeño local facilitado por la CPA, y si la Naturaleza probó sus fuerzas, ninguna resultó tan grande como la propiciada por la unión entre cubanos. Por ello las labores de reacondicionamiento iniciaron el 15 de noviembre pasado.

La Empresa de Comercio y Gastronomía también se ató con la misma cuerda para dar vida a un huracán diferente. Apenas hubo tregua. Cada jornada era una especie de competencia entre martillos, serruchos y el torrente hogareño que aportaba según posibilidades.

Algún coñito escapó ante un martillazo fuera de sitio, pero «en unos 40 días —precisa Álvaro— edificamos todo. Se construyó hasta un servicio sanitario que estaba destruido. La experiencia fue presentada en el III evento de Trabajo Comunitario, efectuado en Villa Clara, y recibió el elogio de los asistentes. Una vez más el pueblo minimizó obstáculos.»

Y el 27 de diciembre Cuatro Caminos acarició la realidad. Grupos musicales llegan ahora hasta el caney, algún que otro domingo, al tiempo que sirve de escenario a perfiles dirigidos a la recreación, sin descartar el programa Educa a tu Hijo, o la labor de los instructores de arte y los promotores para echar a andar las sendas didáctico-culturales.

Mientras tanto Milagros Martínez Fleites, la afanosa administradora del círculo social, apoya a la escuelita primaria con la elaboración de la merienda escolar, a pesar de que los suministros no dejan de ser muy limitados, y que un carretón enrumbe desde temprano hacia Falcón en función de trasladar los insumos.

Así se hace historia, y el viejo Pedro Martínez va en busca de Geremías Flores para protagonizar la partidita de dominó a fin de alegrar las tardes, en tanto los jóvenes aprovechan la explanada contigua al nuevo caney con el afán de demostrar que revive el deporte aunque unas jugarretas huracanadas hirieron esa zona villaclareña en complicidad con lo que el viento se llevó.

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