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soyquiensoy (Ricardo R. González)

Ivette Cepeda: «Me gusta darle vida a una canción»

Ivette Cepeda: «Me gusta darle vida a una canción»

Ivette Cepeda tenía 30 años cuando comenzó su carrera como cantante. La mayor parte de esas tres décadas las había dedicado al magisterio, y cualquiera pudiera pensar que para ella era demasiado tarde. Pero no fue así. En poco tiempo pasó de trabajar en hoteles y centros nocturnos a ser una de las intérpretes más radiadas de Cuba.

En los últimos cinco años ha grabado cuatro discos: Estaciones, Una ventana entre dos, Miracle y País. Y espera llegar a contar con, al menos, dos más. En el ampliamente reconocido espectáculo “Vidas” de la compañía Litz Alfonso, participó en sustitución de Omara Portuondo, la diva del Buena Vista Social Club.

La prestigiosa compositora, guitarrista e intérprete Marta Valdés —considerada la figura más sobresaliente de la segunda generación del movimiento feeling— ha dedicado “unas cuantas entregas dominicales” de su columna Palabras al arte de la Cepeda. Sobre su canto expresó:

“Las verdades — clarísimas— que Ivette Cepeda acierta a descubrir en las canciones, saben que no van a necesitar llegarnos a gritos. La voz puede mostrar todo el poderío de que es capaz y, también, acercarse a cada uno de los mortales —cara a cara— con la intensidad precisa, o mostrarse cercana al susurro sin perderse del mapa, siempre a partir del don prodigioso de un canto conquistado a pulmón, que se hace reconocer como inconfundible”.

Sin ir más lejos

¿Cómo es un día de Ivette Cepeda?

Tengo un niño que entra a la escuela a las siete y cuarto, así que todos los días, exceptuando los sábados y los domingos —que me levanto sobre las ocho y media— la alarma suena a las seis menos cuarto. Y sin mucho programa esa es la hora que más aprovecho porque el día está sin contaminar. Y hago las faenas hogareñas. Soy muy casera y me gusta cocinar, lavar, limpiar, hacer ejercicios.

¿Tiene alguna preparación musical?

No. Por una casualidad más que todo es que soy cantante. No quiere decir que no canté, toda mi vida lo hice, pero no me establecí una meta, no lo veía como un trabajo. Ahora es que tengo muchas ganas de descubrir qué quiere decir cada signo en un pentagrama.

Cuando comenzó a cantar tuvo que preparar un repertorio que incluía canciones en varios idiomas, ¿cómo fue eso?

Yo empecé a cantar en un hotel, y tenía montada con el guitarrista tres canciones. Para trabajar con turistas tuve que valerme de lo que entre los músicos llamamos los estándares, las compilaciones de las mejores obras musicales del mundo. Así que he cantado en ruso, ucraniano, italiano, inglés, portugués, kreole, francés. Ya yo sabía un poquito de inglés y portugués. Para los otros tuve que preguntar mucho. Y en más de una ocasión me han servido los rudimentos que he aprendido de un idioma a través de la música para comunicarme con alguna persona.

¿Cómo llega a Sabina?

Yo lo había escuchado de lejos, como una ciudadana más de un país que sintió alguna vez la presencia de este compositor, pero jamás me detuve, apenas se me quedó el estribillo de Quién me ha robado el mes de abril.

Pero un día estaba es un crucero en el que ponían la música muy bajito, y sentí una canción que se repetía, como una cantinela, no podía escuchar bien qué decía. Y cuando pregunto me dicen que era Sabina, 19 días y 500 noches. Y quise buscar esas canciones.

Al regreso del crucero dejo de trabajar en los cabarets y me invitan a hacer una audición para el cabaret El gato tuerto. Me aprueban, y al llegar el gerente me dice que, aunque allí se debe cantar fundamentalmente feeling y boleros, el público es muy ávido de canciones de Sabina. Y me bastó esa invitación para terminar siendo su aficionada. Muchas de sus canciones después de haber entrado a mi vida solo han vuelto a salir cuando las he cantado públicamente. Y siempre me mueven a la reflexión, y me resultan divertidas. Ahí la tristeza es muy desgarradora, y la alegría es tan despampanante y desfachatada que uno se siente a veces un libertino.

¿Qué le provoca una alegría desfachatada como la de esas canciones?

No tomar en cuenta el factor terrible que es el tiempo. Cuando haces algo sin límite, sin tener en cuenta otras magnitudes que indican la cantidad exacta para hacer algo, eso da placer y la sensación de poder hacer la vida como crees, por lo menos en un instante válido para ti. Eso da una alegría desbordante, desfachatada.

¿Usted es una persona alegre o triste?

Soy una persona bastante callada, pero cuando estoy alegre lo estoy tanto que no tengo otro remedio que compartirlo. Y cuando estoy triste lo estoy tanto que me anulo. A veces se me van las cosas a los extremos, y cantar me ayuda a mantener en equilibrio todos esos estados de ánimo.

Tú cuando amaneces

Ha dicho en varias ocasiones que cuando canta hace cosas que no hace en otros momentos de su vida, ¿tiene que ver con un estado de ánimo especial?

Sí, claro. Creo que es el proceso de entrega. Siento una búsqueda tan linda del público que no me queda más remedio que rendirme totalmente a él. No creo que yo sea un ser de máscaras, ni de capas, sino que el público hace descubrir cosas en mí que son más difíciles de expresar en la vida normal, y que de él obtengo las experiencias más profundas de mí.

Ivette, usted ha simbolizado para muchas personas la posibilidad de un cambio de vida, de realizar un sueño, ¿cómo lidia con eso?

Si a mí me hubieran hecho esta pregunta años atrás, ni siquiera hablándome tan directamente yo hubiera aceptado que cantar era un sueño para mí. En primer lugar porque cantar en mí es muy natural, ¡mis hermanas cantan más lindo que yo! Y yo no creía que tuviera nada en particular. Además de que nadie de mi familia lo alimentó, era más como: “mami, ¿tú me dejas ir al coro?”. “Sí, mija, yo te dejo ir”.

Mi regalo de los 15 años fue una guitarra, porque era lo que más me gustaba en la vida. Aprendí un mirando, porque estaba en grupitos musicales, pero no porque pensara ser cantante.

Lo que hoy reconozco como cantantes muy grandes, en aquellos momentos no se correspondía con mi ideal. A mí me gustaba mucho ver cantar a Miriam Ramos, y me asustaba cada vez que veía en la televisión a Elena, a Moraima, a Omara.

Hoy, a la luz de lo que que ha sucedido, tengo que dar muchas gracias, porque he logrado satisfacer algo de mi corazón que solo puedo satisfacerlo plenamente a través del canto.

Pero yo quisiera decir al revés, que la gente ha logrado un sueño cuando ha ido a un espectáculo donde yo he estado y la ha pasado bien.

A mí me encantó ser maestra. ¡Nadie se imagina lo difícil que es para mí explicar cómo dejé el magisterio!, me da hasta vergüenza…. Fue una profesión para la cual me preparé, en la cual dejé la vida. Eso lo hice con amor, con fuerza, a conciencia. Y como no me preparé nunca para ser cantante, no tengo muy claro todo lo que me queda por hacer.

¿Usted compone?

Soy una asesina de mis propias canciones. Con cinco segundos que vivan es suficiente. Las desaparezco, prefiero emplear el tiempo en cantar cosas de la gente que sabe de verdad.

¿Qué la ha motivado a escribir?

Alguna que otra ausencia, alguna que otra tristeza. Porque se escribe mucho más fácil al desamor. Para escribir algo sobre el amor, el que impresiona y deja una huella, hay que vivir una circunstancia muy especial y cazarla al vuelo. Solo Dios sabe cómo llegan esas palabras.

No soy una persona que observe todos los días la luna, pero la influencia de la luna sobre mi persona, en más de una ocasión, me ha hecho escribir algo. Una vez le escribí unas cosas a un zunzún, y a un sueño, a imágenes de niñez, porque me sigue gustando ver el mundo de los niños y colocarme en él.

¿Qué tiene el mundo de los niños que resulta tan atractivo?

Muchas preguntas, momentos de osadía y de aprendizaje realmente desgarradores, que uno arrastra toda la vida y que componen el carácter. También vivencias a destiempo. Hay cosas que tocan vivir siendo niño y que se llegan a entender cuando se es madre.

¿Cuál es la vivencia a destiempo que la ha marcado?

Cuando niña viví en distintos lugares, me alejé del lugar donde nací, después me acostumbré a vivir en otro lugar, me mudé para otro.

¿Por qué se mudaban tanto?

Porque mi mamá y mi papá se separaron cuando vivíamos en Santi Spíritus. Después nos fuimos para Santiago, donde vivía la familia de mi mamá. Y de ahí ellos decidieron vivir en La Habana, vinieron a vivir al reparto D´beche, en Guanabacoa. Hasta que a mi papá le dieron una casa en Alamar y nos volvimos a mudar.

Nadie se puede imaginar la cantidad de casas en las que he vivido. Me casé jovencita y me fui a vivir al Vedado. Cuando me divorcié, creo que estuve alquilada como en 14 casas diferentes.

Me cuesta entonces un trabajo enorme arraigarme a un lugar. Me acostumbro muy rápido al nuevo sitio. Por eso me llama la atención que, por ejemplo, Alamar sea un lugar muy querido; y que haya temblado de alegría como una niña ante un juguete cuando después que han pasado años, he visitado otra vez al D´beche.

Cuando hace apenas tres años visité después de más de 20 años Sancti Spíritus, yo estaba durmiendo en la guagua y me desperté de pronto y sabía que estaba allí, me di cuenta por el olor, es lo que se me queda de los lugares.

Tú eres la música que tengo que cantar

¿Cómo se reajustó la dinámica familiar de alguien que antes había sido maestra, y de pronto comenzó a tocar todas las noches y a salir de gira?

Ese cambio ocurrió en el 94 y por decirte mínimamente, yo no tenía ninguna ropa que me sirviera para cantar. Los primeros dos o tres años que estuve en el hotel Neptuno me ponía todos los días la misma ropa. Tenía como un uniforme: una blusita blanca, con una zayita blanca y unos zapaticos. Y no me molestaba, era como ponerme un personaje.

El primer trabajo que tuve lo perdí porque no aceptaba que nadie me echara propina. Yo lloraba. ¿Cómo iba a venir un desfile de cuatro personas a echarme dinero en el borde del ajustador? Además de que el dólar estaba penalizado, y esa era una circunstancia muy difícil de manejar. Vivía unos traumas tremendos. ¡A mí no me gustaba ni maquillarme!

Ha sido una metamorfosis muy larga porque después, cuando empecé a cantar en cabaret, tuve que aprender a bailar como un profesional de la escena nocturna. El primer coreógrafo que tuve, Luis Hidalgo, me daba con la muleta en los pies para que me soltara. Porque yo llevaba cantando cuatro años y nunca había cantado con micrófono, siempre lo había hecho a voz en pecho, en una piscina, un piano bar, un lobby bar.

Comencé cantando con una libertad enorme, me aprendí todas esas canciones en todos los idiomas habidos y por haber, y luego hice un parón enorme y me adapté a cantar durante tres años las mismas cinco canciones, y destiné el resto del tiempo a pulir el movimiento escénico, la gestualidad, el baile.

Una vez me fui a un viaje por 15 días y por poco me muero de la angustia, yo estaba adaptada a dormir todos los días a mi niño. El solo hecho de incorporarme a los seis meses cuando parí, de dejar de lactar, me costó la vida. Por poco me tengo que morir de hambre y perder mi trabajo.

Al revisar la historia de su carrera se nota que era una cosa antes de 2009 y otra después, ¿qué ocurrió ese año?

Hubo un cambio muy grande porque yo empecé a cantar profesionalmente a partir del año 94 y hasta el 2008 siempre me moví de una forma muy anónima. Participé en algunos espectáculos, incluso con grupos importantes como Manguaré, estuve mucho tiempo de gira fuera de Cuba.

Pero, aunque trabajaba todos los días, ese trabajo era muy anónimo. Y mi niño me dijo un día: “tú te vas todos los días a trabajar, pero no eres famosa, no tienes discos, no eres nadie, ese trabajo no te da nada”. Y ahí volví a encaminarme.

En el 2008, cuando empiezo a cantar en el cabaret El gato tuerto y hago mi primer disco Estaciones —que coincide con el primer concierto de mi vida, y mi primer DVD— hay un salto muy abrupto, salí a la vida del gran público.

Su relación con el niño es muy estrecha…

Mi niño está en ballet desde que tiene 5 o 6 años, ya tiene 14. Y los bailarines abandonan todos los juegos que otro niño sigue. Desde que mi niño tiene 8, 9, 10 años, no juega a los cogidos, a los escondidos, no monta patineta, ni patines, no va a la playa, nada más que vive para el ballet. Y su mundo es muy solitario, muy competitivo, la carrera es muy corta. Entonces trato de que la relación sea estrecha.

Hay otras circunstancias: mi hijo es mi familia. Tengo algunos familiares en Cuba, pero él es mi familia más directa. Y trato de apoyarlo en todo, como todas las madres, que miman y echan a perder a los hijos, hasta que salen a la calle y la vida lo pone todo en su lugar.

Alcé mi voz

¿Qué escenarios prefiere?

He cantado hasta en cooperativas agropecuarias, en explanadas de la escuela de arte sin escenografía, he cantado donde no hay ni audio, y todos esos lugares me han gustado. Me gustan los escenarios que aunque sean muy grandes me puedan llevar a vivir un momento de intimidad con el público.

Pero cuando alguien me dice que vaya a una descarga para cantar Perdóname conciencia, me quiero morir, aunque me gusta ir para escuchar a los demás. Y no me gusta la televisión.

¿Y cuando la han filmado?

Me cohíbo mucho. Me engurruño y hago gestos cuando canto, y me pongo a pensar que ojalá no me esté cogiendo la cámara. En más de una ocasión ante las cámaras he dicho: “¡ay, pero déjenme trabajar!”.

Pero en el video clip de Alcé mi voz usted luce muy suelta

Yo había tenido una experiencia anterior con Alejandro Pérez que no llegué a disfrutar, no quedé satisfecha. Y le conté cómo me hubiera gustado que fuera, que no quisiera simular algo que no soy, porque eso enrarece el sistema de expresiones que tengo para defender una canción. Y él elaboró un sistema para filmarme en el cual fui muy libre. Y me gustó mucho ese videoclip, creo que la canción lo merecía.

Pero cuando bajo las escaleras ya no soy la cantante, me encanta pasar inadvertida en el agro.

¿Y eso no le es difícil?

Ah, sí. A veces la gente me reconoce, y cuando ya no queda más remedio digo: “sí, desgraciadamente soy la cantante Ivette Cepeda”.

¿Nunca ha dicho que no es usted?

¡Sí!, ¡cantidad de veces!, y digo: “ah sí, me han dicho que me parezco mucho”, “pero la voz es igualita”, “¡hasta en eso me parezco!”.

Ivette, ¿cómo fue cantar en Miami?

Una gran experiencia. Yo lamento mucho cuando otros artistas de Cuba han ido a Estados Unidos y han sido rechazados por razones particulares en cada caso. Afortunadamente no he sufrido eso. Allí he sido querida y mimada por el público.

Me siento más orgullosa de ser cubana después de haber conocido a los cubanos que viven fuera y aun se aferran a la necesidad de sentirse cubanos, y de transmitirle eso a las personas que han ramificado su existir. Parecen niños a los que les han quitado su mejor juguete.

Yo vi personas en Los Ángeles que sus anécdotas, sinceramente, nunca se irán de mi piel. Personas que fueron despojadas de la suerte de vivir en Cuba con 11 años y nunca han dejado de soñar con el país donde nacieron, con el niñito de la casa del frente. Son cosas que parecen muy sencillas pero cuando las circunstancias de la vida te han obligado a hablar en otro idioma con tus padres, en tu casa… Es algo que te marca para siempre.

Y ese sentimiento no es solamente compatible con un cubano. Eso mismo le pasa a un mexicano que se pasa años fuera de México, y a un puertorriqueño cuando se va a vivir a Nueva York el resto de su vida, y a un ruso que terminó viviendo en Polonia, a un polaco que se fue a vivir a Francia, o a un francés que terminó viviendo en África. La tierra nos marca.

¿Qué puede esperar próximamente el público de la Ivette Cepeda cantante?

Muchos compositores me proponen que interprete boleros muy intensos, me miden por Perdóname conciencia, pero quiero ser más suave. Así que estamos renovando nuestra propuesta musical. Quisiera tener, por lo menos, cinco años más de carrera, bien aprovechados.

Me siento muy ilusionada y comprometida con lo que me queda por hacer, porque aunque le diga a la gente que no soy yo, que solo me parezco, me gusta que cuando vean lo que hago, a lo que dedico la vida, no digan que es una basura.

Así que todos los días trato de averiguar por dónde debo ir, qué debo hacer. Me llueven propuestas de cosas que quizás sean interesantes, pero no me siento capaz de defender algo usando solo el argumento de ser famosa. Eso no tiene nada que ver conmigo. Me gusta darle vida a una canción y que esa canción sirva para algo.

Yo quisiera dejar una huella de satisfacción en la gente, una luz de esperanza. Hay mucho por hacer, esto no se ha acabado todavía.

(Con información de Paola Cabrera Rodríguez)

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