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soyquiensoy (Ricardo R. González)

Detrás de un lente inquieto

«Busco siempre el mejor ángulo. Me concentro tanto cuando estoy con la cámara puedo pasar por encima de peligros y si no me advierten jamás me doy cuenta», afirma quien logró graduarse de comunicador social.   

 Con el camarógrafo villaclareño que obtuvo el Premio Provincial de Periodismo Roberto González Quesada Por la obra de toda la vida.

Por Ricardo R. González

Foto: Carlos Rodríguez Torres y archivo personal del entrevistado

Esta vez el lente de la cámara no giró manipulado por su habitual operador, mas bien ese dispositivo, que mira y capta, persiguió a Raúl Alfonso Pedraza, su compañero de tantos años y el primer villaclareño que, en su oficio, obtiene el Premio Roberto González Quesada Por la obra de toda la vida.

Que conceda entrevistas es un milagro. Prefiere hacer y no hablar sobre él porque reconoce que es muy callado, y preguntarle cómo encontró su verdadera profesión es navegar por laberintos disímiles que parecen nunca llegar al fin. Algunos vinculados al arte, otros lejanos por completo hasta que un día aquellas cámaras Smena 8 y Zenith se le cruzaron en el camino mientras cursaba el preuniversitario.

«Así comencé en el mundo de la fotografía. ¿Y sabes quiénes eran mis modelos? Mis propios familiares».

— Ni imaginabas aun ser algún día camarógrafo de TV…

— Jamás. Mi aspiración era estudiar en la Escuela Nacional de Arte (ENA), pero después decliné y al terminar el pre me fui para la Escuela de Hotelería y Turismo en el hotel Sevilla, mas determinadas condiciones físicas impidieron seguir. Luego estuve en la Textilera. Pasé por los tres turnos de trabajo apenas con 18 años y la alergia se acentuó, y entre el ir y venir estudié técnico medio en Economía del Trabajo… pero al enfrentarme a las clases de costo y contabilidad me di cuenta que no era mi camino.

— ¿Entonces?

— En la cuadra donde vivía residía también el ingeniero Carlos García y ya se oía hablar sobre la próxima apertura de un canal televisivo en la provincia. Mi mamá comenzó las indagaciones para ver si su «muchacho» tenía alguna posibilidad, y se comentó de una plaza general de auxiliar de estudio. Era octubre de 1984, y comencé mis primeros pasos dentro de aquel mundo. No había dudas. Eso era lo mío y el 1º. de noviembre entro en la plantilla oficial como fundador de TeleCubanacán.

— Al entrar al estudio ¿Cuál fue tu primer impacto?

— Las cámaras, aunque me parecieron un poco altas para mi estatura, y ahí vino mi encrucijada… ¿podré llegar? No me amilané, y practicaba a diario. Ya otros compañeros habían pasado cursos de adiestramiento en La Habana, y en 1987 aparece otra capacitación en la capital. Hice los trámites y me aceptaron. Recuerdo fue en los estudios de Mazón y San Miguel donde está hoy el Canal Habana.

— Si te menciono un nombre…Charles

— Fue mi profesor. Jorge Escobar (Charles). Ya falleció, se caracterizaba por su experiencia, pero a él le agradezco la consolidación de mi oficio.       

— Antes del Premio Provincial Roberto González Quesada Por la obra de toda la vida hay otros, además de distinciones y reconocimientos. ¿Por qué tus compañeros de labor te dicen: «La figura»?

— (Me tira una sonrisa) y alega: Yo no lo sé. Puede haber salido de los muchos play off que trabajé con Julita Osendi y Lázaro Marín y ella a veces llamaba así a los camarógrafos. No me molesta, pero me gusta más que me digan Raúl o Raulito, así de sencillo.

Durante la cobertura de la visita del presidente Obama a Cuba en marzo de 2016.

— ¿No habrá algo de remarcada modestia?

— Yo tengo mi carácter. Cuando voy a un trabajo me gusta que exista un respeto tanto por mí como por los colegas. A veces me molesto cuando veo que un reporte resulta banal, intrascendente. Un camarógrafo filma a lo mejor 20 minutos para una noticia en el noticiero que queda en un minuto o algo más. Entonces te vas desgastando en un trabajo duro.

— Se dice que tu entrega es impecable, que una imagen tuya casi obvia el tedioso proceso de edición.

— Pudiera tener un desacuerdo con alguien, pero cuando cojo la cámara salgo a darlo todo como en un campo de batalla. Hasta que no vea un plano en buena posición, iluminación, encuadre y foto no acciono. En ocasiones realizo algunos adicionales para que el periodista pueda escoger, pues hacer una toma innecesaria resulta irracional.

— Tu aval exhibe coberturas extraordinarias. Estar cerca de Fidel, de Hugo Chávez, de Rafael Correa, Barack Obama, Juan Pablo II o el Papa Francisco es honor y privilegio.

— He participado en los eventos más trascendentales ocurridos en Villa Clara y en otros sitios. En 1990 trabajaba en el estudio y me llamaron para integrar el grupo de cobertura de la corresponsalía del Noticiero Nacional en Villa Clara. Más de cinco encuentros con Fidel a mínima distancia, otros con Raúl y con líderes de América, pero lo que nunca imaginé fue estar en la línea para cubrir la visita de Obama, cuando entonces el primer presidente norteamericano que visitaba Cuba. Prácticamente pasó a un metro de mí. Son momentos de pura tensión.

— ¿Y qué ocurrió en uno de los recorridos con Fidel?

Fue en la cayería. Andábamos con una cámara de cassette y en el corretaje se le fue un fusible a la grabadora. No quedó nada, pero me sirvió para contemplar a Fidel muy de cerca y constatar su grandeza.

Otro momento crucial en sus coberturas periodísticas con el Papa Francisco en septiembre de 2015.

Con misiones internacionalistas en Nicaragua, Guatemala y Belice Raúl Alfonso descubrió el rostro oscuro del otro mundo. Hasta tener que tomar más de 10 días agua de lluvia almacenada en un tanque y vivir sin electricidad. Ver gusanos enormes alojados en la piel de otros humanos teniendo de compañía solo una cámara de 22 libras, o llegar a la comunidad más pobre de Guatemala donde sus habitantes no dejan que lo filmen.

—Sin embargo. Cuál ha sido la más difícil para ti?

— Subir al Pico Turquino cuando está prohibido para asmáticos severos. Pedí que nadie dijera nada. Comencé el ascenso un viernes a las 11:00 de la noche y llegué el sábado a las 12:00 del día con un equipo encima que sobrepasaba las 15 libras. Mi compañero de trabajo Carlos Rodríguez Torres sabe de mi asma. A él le debo la vida mientras entrenaba en La Habana, pero puse toda mi voluntad y llegué.

Con un romance que inició en los propios estudios de TeleCubanacán hoy Raúl cuenta con dos hijos, igual cantidad de nietos y sus progenitores que han sido el apoyo en estos años. De su padre ya jubilado y aun trabajando aprendió la virtud más grande de la vida: la disciplina.

— Desde hace unos años compartes tu vida profesional con la de director de programas. Si, definitivamente, tuvieras que escoger…

— No me puedo desprender de las cámaras. Recuerda que comencé con una Smena 8 y una Zenith a tirar mis primeras fotos. Al parecer estaban marcando el destino porque, aun con casi 53 años, siento pasión por un lente siempre inquieto y en busca de algo. 

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