Blogia
soyquiensoy (Ricardo R. González)

Frederich Cepeda: a las dos manos

Frederich Cepeda: a las dos manos

El intercambio con Frederich Cepeda, luego de conversar en el terreno de béisbol del estadio Victoria de Girón, en Matanzas, a 100 kilómetros aproximadamente al este de La Habana, quedó pactado para el hotel.

Transcurría el tope entre los conjuntos de Sancti Spíritus y Matanzas, durante la actual edición de la Serie Nacional de Béisbol. Literalmente, el sol rajaba las piedras, y el número 24 del equipo Cuba accedió a que lo entrevistara mientras esperaba su turno al bate, empapado en sudor, en aquel juego donde Los Gallos «picaron» a los Cocodrilos.

Al hotel Canimao, en la periferia de la urbe de los ríos y puentes, no llegué puntual; pero Cepeda me estaba esperando.

Más que formal entrevista, conversamos buena parte de la noche como dos profesionales de la comunicación, porque este pelotero tiene dotes de tal.

Con 32 años de edad, 16 series nacionales y una década ininterrumpida vistiendo el traje de las cuatro letras, el jardinero izquierdo habló despacio:

«La pelota es mi pasión. Amo este deporte y debo todo lo que he logrado a mi padre Pablo Cepeda. Con el respeto a todos los entrenadores, pero el viejo es mi mejor preparador.

«Siempre hay que estar ejercitando el cuerpo, perfeccionando todo lo relacionado con la técnica a la hora de batear. A veces creo que me paso, pero este deporte en equipo exige del atleta un alto nivel de entrenamiento y sacrificio.

«Fue mi padre quien me enseñó a batear a las dos manos. Todo ese trabajo se relaciona con los reflejos, hay que hacer muchísimas repeticiones... Soy derecho. Muchas personas decían que era difícil aprender a la zurda, pero me empeñé...»

Cepeda, oriundo de la ciudad de Sancti Spíritus, gesticula poco para hablar y te mira a los ojos mientras expone, con pasión, sus vivencias.

«Cuando repaso los momentos más importantes de mi carrera, pienso en aquel día cuando discutimos la final de la Serie Nacional; luego, integrar el equipo Cuba y lograr el título olímpico.

«Lo más grande fue llegar al Primer Clásico Mundial de Béisbol junto a las figuras emblemáticas del país, competir con excelentes equipos y alcanzar el segundo lugar. Medir fuerzas a ese alto nivel del béisbol en el mundo y saber que podemos, no tiene precio. Uno se siente feliz cuando ofrece al pueblo buen espectáculo, porque todos esperan lo mejor...»

Cepeda se emociona cuando evoca esos momentos, y recuerda cuánto hay que prepararse.

«El trabajo diario propicia el resultado final. En el deporte colectivo todos luchan y se esfuerzan; el béisbol es el deporte nacional en Cuba, existen aficionados, fanáticos, es verdadera pasión...

«Nuestro país es potencia mundial en la pelota, pero el resto de las naciones también se preparan, y fuerte. Ahí están los japoneses, los brasileños, quienes dejaron fuera del Clásico al equipo de Panamá. Los verdaderos números los dice el terreno.

«Cuando sales al diamante sientes la presión; pero la mayor satisfacción, el mejor regalo, es cuando la gente aplaude, te saluda por la calle, los niños quieren imitarte en sus juegos al pelotero favorito».

Desde los seis años de edad, Frederich Cepeda tiene el bate en la mano —o en las dos. En su carrera como atleta ha pasado momentos de gloria y otros no tanto; como ser humano común, confiesa algo de timidez, incluso, cuando llega al cajón de bateo y algún fanático desde las gradas grita cualquier disparate.

Con admiración habla de peloteros referentes en su carrera como Lourdes Gourriel, Omar Linares, Antonio Pacheco, Orestes Kindelán, inspiradores también de otros muchos deportistas, no solo en Cuba.

A Cepeda le gusta escuchar música, compartir en familia y bailar como buen cubano. Con alegría muestra la foto de su niño de cuatro años, quien todavía no se decide a seguir los pasos del padre.

«El mayor reto es asistir al Tercer Clásico Mundial de Béisbol y defender con el corazón el nombre de Cuba. Nuestro pensamiento es ganar y ganar. Es lo que queremos y para ello nos preparamos».

Durante mucho tiempo pensó que el peor momento de su vida fue aquel día cuando Sancti Spíritus discutía la final con Holguín y Oscar Gil lo ponchó... Después de reflexionar que en el deporte se gana o se pierde, considera que el más triste momento de su carrera será el día en que deje de jugar a la pelota.

Con impecable caballerosidad, y para reafirmar que es Frederich Cepeda, me dio, en vez de una, las dos manos.

(Con información de Bárbara Vasallo Vasallo , especial de la AIN exclusivo para Cubasi)

0 comentarios