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Los telares llaman a Olga Lidia

Los telares llaman a Olga Lidia

«SAREX abre sus puertas, por eso les digo a las mujeres que no tengan miedo», sentencia Olga Lidia.

Por Ricardo R. González

Foto: Carlos Rodríguez Torres

No es Ariadna ni Penélope. Tampoco coinciden en épocas ni tienen las mismas motivaciones, pero desde la ficción o la realidad alimentan el afán desmedido por la tejeduría. Lo suscribe Olga Lidia Arteaga Aguilera quien no escapa de esas tentaciones, a partir del día en que llegó a la fábrica Luis Augusto Turcios Lima, encargada hoy de la producción de sacos renovables y exportables (SAREX).

Tenía apenas 17 años cuando se vio frente al primer taller. Entonces el kenaf figuraba como materia prima hasta que en 2000 sustituyeron la tecnología, y unas máquinas grandes y muy modernas utilizaron el polipropileno derivado del petróleo.

Ocho horas de pie, con calor, envuelta entre el polvo y un ruido ensordecedor, mas con muchas ganas de trabajar y entregarle provechos a la vida en medio de turnos rotativos que jamás le han hecho pensar en marcharse de su puesto de labor.

Quizás porque no se concibe fuera de lo que «es mi universo», porque sigue la tradición familiar de su mamá o de su tía que encontraron sus realizaciones laborales y se jubilaron entre las paredes del complejo, e incluso hasta por las flechas de Cupido al traerle su amor con un mecánico de la entidad.

Olga Lidia sabe que las coyunturas de su desempeño no siempre navegan con el color de las rosas. Sintió la desaparición de la planta de kenaf a principios de la década de los 90. Estuvieron interruptos algunos años, y luego de un convenio mixto que no fructificó el horizonte volvió a abrirse en el 2000 cuando Cuba asumió la inversión total de la nueva planta.

Han pasado vientos, mareas, huracanes y tsunamis… pero Olga Lidia y muchas de sus compañeras se mantienen directas a una producción que este año totalizaba, hasta el cierre de julio, 21,5 millones de sacos ante un plan anual de 60 millones.

Producir cada unidad en la fábrica oscila entre 0.31 y 0.34 centavos CUC. No ocurre igual si hay que importar el producto cuyo costo se incrementa de manera considerable, y aunque la entidad transita por uno de sus momentos aceptables a Olga Lidia le duele la fluctuación de la fuerza de trabajo motivada por diversos factores… una estimulación insuficiente, los graves problemas de transportación y lo que implica monetariamente según el lugar de residencia, la calidad de la merienda de la madrugada que no es la mejor, jóvenes sin la debida disciplina para afrontar el trabajo, influyen en la situación.

Por suerte, el panorama gira con cierta buena cara. Un ómnibus perteneciente a la Textilera ya está apoyando en el traslado del personal que entra a las 7:00 de la mañana, y más tarde vuelve a recoger a quienes terminan a las 11:00 de la noche para distribuirlos según la ruta establecida.

También aprobaron el presupuesto destinado a las meriendas nocturnas, mientras ya retorna el médico y la enfermera de la familia a la fábrica, se hace evidente una mejoría en la alimentación, y cuentan con el apoyo de múltiples organismos y de ALQUITEX para suplir, de manera temporal, el déficit de fuerza de trabajo.

Olga Lidia sabe que de los 365 trabajadores en plantilla (62 no directos a la producción) hay cubiertas 331 plazas. Pero un colectivo incluido en Perfeccionamiento Empresarial recibe su estimulación de acuerdo con las realidades productivas.

Del plan total, 40 millones de sacos debe producirlos SAREX, y los restantes apoyados por tejido tubular con factura de importación, que de no cumplirse lo estipulado se pone en peligro los compromisos del país al ser la única institución de su tipo existente en Cuba.

Lo suficiente para pensar en una contribución necesaria al margen de los sacrificios que imponga, aunque también hacen falta acciones y mentes abiertas que den al traste con pasividades e innovilismos.

Cuando la jornada concluye a Olga Lidia le aguarda el hogar. Tres hijos de 24,18 y cinco años. También Yaumara, la hermana a quien considera como una hija, y Eduardo, el esposo, que entre todos complementan tareas. O los cinco perritos que acaparan el cariño familiar y merecen atención.

Entre los quehaceres prefiere la cocina y la limpieza; sin embargo, no le hablen de planchado ni de doblar ropas porque aun no encuentran reconciliaciones.

Desde la barriada no escapan las encomiendas de los CDR y la FMC según las disponibilidades del tiempo, y cuando se está lejos de la fábrica tocan a su puerta las remembranzas de eso que forma parte de su vida. No importa el ruido, el polvo o el calor porque fuera de ella parece que los telares llaman a Olga Lidia.

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