Blogia
soyquiensoy (Ricardo R. González)

Reverencia a la gloria

Reverencia a la gloria

Por Ricardo R. González

Foto: Archivo

Discúlpame si utilizo el ya acostumbrado tuteo, pero no te siento lejos ni mucho menos interiorizo la idea de que no estás. Tampoco responde a un indicio de irrespeto porque los símbolos son símbolos, y merecen el tributo eterno a pesar del tiempo.

Mas, vengo a compartir alegrías con un inquilino ilustre de la ciudad, porque Villa Clara te trae nuevamente resultados, aquellos que pediste en la voz del poeta, y que salen de la fábrica, del taller, de la escuela, del hospital o de la tierra… de cualquier sitio en que las manos se conjugan con la mente para reportarlos en nombre del pueblo.

Desde el eterno pedestal nos contemplas, de ese rodeado por el musgo y aun con olor a selva, del que quizás guiñas un ojo a tus compañeros del Refuerzo, y a los siempre seguidores que suben del Mausoleo de Las Villas a fin de proseguir las labranzas de la historia.

Con ellos consultas los próximos combates, los que aguardan por la luz para hacer realidades los sueños, como ese de mantenernos durante 12 años en la cabalgata de la vanguardia por cada Julio moncadista. Y está claro, es solo un ápice en la larga travesía que queda por hacer.

¿Qué nos falta Che? Y te escucho con la voz que recuerdo de tus grabaciones. Nos convidarías a más trabajo, a mayores desvelos por la sagrada eficiencia, a cifrar que la calidad no resulta ese algo pasajero y volátil, a crecernos en tiempos difíciles, y a ser, cada uno de nosotros, un eterno 26.

De nuevo en la Plaza, tu Plaza. La que demuestra lo grande de Villa Clara sin ocultar sus defectos. La novia que aguarda por la esperanza. El sitio que cautiva, prende y ama. La tierra chica devenida Patria grande.

Solo te pediría algo, Guevara, ¿y acaso yo puedo pedirte algo?, y es que sigas descendiendo a esta ciudad tu ejemplo. Que comandes a la tropa como en aquel diciembre de 1958 mezclado entre barbudos y pólvora para que retumbe el canto irreversible de la aurora.

No hay tiempos de descanso. Jamás lo concederías; sin embargo, cuando frente a ti celebremos otra jornada por la hora de los hornos permíteme, junto a todos los buenos, hacer una reverencia a la gloria.

 

0 comentarios