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«Con 2 que se quieran» Silvio Rodríguez (Parte I)

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“No me he olvidado del joven que fui”

Amaury. Muy buenas noches, estamos en Con 2 que se quieran, ahora aquí, en 5ª Avenida y calle 32, en los maravillosos Estudios Abdala. Hoy, cerrando el primer ciclo del programa, un invitado especial, y especial para mí por varios motivos. Muchas veces se ha dicho que yo invito a mis amigos, bueno, ahora soy mucho más osado, ahora invité a un hermano, que en mi caso es mucho más que un amigo. Al trovador, Silvio Rodríguez.

Mi hermano, buenas noches.

Silvio. Buenas noches.

Amaury. Yo sé que en tu apretadísima agenda has hecho un esfuerzo grande por estar conmigo, lo sé, y, no nos hagamos sufrir. Tú me dijiste una vez algo que yo he utilizado mucho: “Estate atento a cómo te quieren y a cómo te tratan los hijos de tus amigos y así sabrás cuánto te quieren tus amigos”.

Silvio. Realmente es algo que aprendí sin darme cuenta, o sea, con el tiempo, con los años, de pronto me percaté de que los hijos de mis mejores amigos me trataban muy bien y me había pasado también, que los hijos de algunas personas que yo creí amigos, y después con el tiempo resulta que no lo han sido tanto, guardaban cierta distancia de mí y entonces fue una cosa que aprendí de la vida. Lo aprendí observando lo que me pasaba.

Amaury. ¿Tú eres una persona de muchos amigos o de buenos amigos, pocos?

Silvio. Yo he querido a mucha gente, realmente. No te sabría decir si todos han sido mis amigos o no. Pero he querido a mucha gente y lógicamente a través de los años, también hay muchas personas que se han mantenido, traspasando las eras.  Entonces esos son los grandes amigos, aquellos amigos de toda la vida, que se suele decir. Pero de pronto hay amigos de etapas de mi vida que pasaron, amigos que hice en el Ejército; amigos que hice cuando estaba con los pescadores en el Playa Girón y que son personas que conocí circunstancialmente, en quienes deposité realmente grandes sentimientos y de quienes tengo una memoria extraordinaria y los recuerdo con un afecto tremendo, aunque no se hayan mantenido como amigos de toda la vida.

Amaury. En el caso hipotético en que tú tuvieras que exigirle cosas a un amigo, ¿qué le exigirías? Lealtad, agradecimiento…

Silvio. Que me soportaran.

Amaury. ¿Que te soportaran, nada más que eso? (risas)

Silvio. Me parece que no hace falta más. (risas)

Amaury. Tampoco es tan complicado soportarte, Silvio. (risas)

Silvio. ¡Bueno, imagínate tú!

Amaury. Hay gente que piensa lo contrario.

Silvio. Sí, posiblemente. “Yo sé que hay gente que me quiere; yo sé que hay gente que no me quiere”.

Amaury. Cuando yo escucho tus canciones y no es un secreto que escucho mucho tus canciones, de toda la vida, siento que tus canciones están recorridas por un halo de tristeza. Incluso, las más optimistas, las más movidas, las que tienen los arreglos más vitales y la pregunta entonces sería (no me hables de la tristeza en tus canciones), sino ¿tú eres una persona triste?

Silvio. Hace poco una persona me dijo que yo era triste desde los tres meses de engendrado, que algo sucedió que me hizo triste. Yo creo que he sido triste y que he sido alegre. Es probable que sea maniaco-depresivo, para hablar un poco científicamente. Por suerte, mis fases maniacas suelen ser muy visibles, ¿no?, y las depresivas no tanto, porque me escondo. No me gusta que me vean triste ni nada de eso. Pero yo creo que todos pasamos un poco por las verdes y las maduras también, ¿no?.

Amaury. Pero te considerarías, por ejemplo…

Silvio. …¿Especialmente triste?

Amaury. Sí.

Silvio. No me parece. ¿A ti te parece?

Amaury. Hummm. A mí me parece. Me ha tocado muchas veces verte triste, solo, dentro de ti mismo.

Silvio. Puede ser. A veces también uno no sale de uno mismo porque no se anima mucho por lo que ve afuera. Es una ventaja también poder tener un mundo interno, Amaury; o sea, es una ventaja como podría decir otra ventaja: tener el hábito de la lectura. Eso es una forma también de introspección. Poderse sumergir, tener un mundo abstracto, poder acudir a pensamientos, a conjeturas.

Amaury. Claro, lo que puede ser muy peligroso y esto me ha pasado a mí, es que no encuentres la llave después para salir de esa introspección.

Silvio. Eso son los esquizofrénicos, Amaury.

Amaury. Exactamente. ¿Tú me estás diciendo esquizofrénico? (risas)

Silvio. No, no, no, (risas) espero que tú no me lo estés diciendo a mí. (risas)

Amaury. Ya empezamos, ya empezamos… (risas)

Silvio. …Pero esquizoide, a lo mejor, sí soy. (risas)

Amaury. Para muchos, y para mí, tú eres un fundador, sin embargo, tú te consideras un aprendiz.

Silvio. Es que la vida es una aprendizaje, todos los días uno aprende cosas. Muchas veces me di cuenta de que creyéndome que sabía, hacía “papelazos”. Entonces llegué a la conclusión de que mejor era no creerse que uno sabía tanto, porque en definitiva, la vida, las experiencias te demostraban que siempre había algo nuevo que aprender y entonces ya, me lo quité. Me lo quité y ya más nunca me creí que era el bárbaro en nada.

Amaury. Sí, pero yo sé, me pasa a mí y le pasa a muchos de tus amigos, nos ocurre que nosotros vamos a hablar contigo, a pedirte consejos sobre determinados temas: artísticos, políticos, familiares, y tú tienes siempre una respuesta importante para cada una de esas preguntas que muchas veces son arriesgadas, porque uno está hablando de su propia vida. Eso ¿qué te lo da?: ¿los años, el instinto?

Silvio. A lo mejor ustedes no notan que la mayoría de las veces, yo lo que estoy es dialogando con ustedes, o contigo, si es el caso, y que realmente no te estoy dando respuestas, sino que estoy tratando en la interlocución de encontrar algún tipo de respuesta, incluso para mí mismo.

Amaury. Cuando hablábamos del aprendiz, eso, por supuesto, siempre lo remite a uno al dibujo animado Fantasía, ¿no?, y eso me va a llevar, entonces, a lo que tú has contado en tu blog, esa anécdota de tu tío que te llevaba al cine.

Silvio. ¿Angelito?

Amaury. Sí, Angelito. Háblame de Angelito y de esa fascinación que tú sientes todavía por los dibujos animados infantiles y por las películas de capa y espada, afición que compartimos.

Silvio. Bueno, Angelito era el hermano de mi padre. El único hermano de mi padre, que fue también mi padrino. Yo no le decía Angelito, ni Mary, mi hermana ,tampoco le decía Angelito; ambos le decíamos “Padrino”. Fue Padrino hasta que nos dejó. Yo viví con él como desde los 6 hasta los 11 años, aproximadamente. Yen esa etapa en que uno se está empezando a abrir al mundo y comienza a ir al cine y a entender cosas, fue muy importante la relación con él. Todas las semanas me llevaba al cine y le gustaban las películas de aventuras, las películas de guerra, las películas del oeste, las películas de capa y espada, como tú dices. Pero, realmente, son todavía las películas que más me gustan, Amaury, las películas de aventuras son las que me gustan y las películas estrambóticas, fantásticas. Esas son las cosas que a mí me gustan, realmente.

Amaury. Bueno, ya estoy en Angelito y entonces voy a irme todavía más atrás, voy a ir a San Antonio (de los Baños). Pero voy a llegar a San Antonio a través de los ojos de Malva, de tu hija más pequeña. Un día, y tú lo recordarás, o espero que lo recuerdes. Salíamos de casa de Sergio Vitier, de un cumpleaños de Sergio, y nos fuimos a San Antonio. Tú quisiste que pasáramos por San Antonio, y en un momento determinado, yo quise…

Silvio. …¿Veníamos de Huachinango?

Amaury. Sí, y yo te dije que me enseñaras la casa donde tú habías nacido y nos paramos en la puerta y, Malva, que era muy chiquitica me dijo: ¿Y aquí nació mi papá? Como sorprendida porque es una casa de madera, una casa muy, muy humilde, y yo quiero que tú me hables de cómo fue tu vida, tu niñez, en San Antonio.

Silvio. Yo salí de San Antonio con cinco años. No tengo mucha memoria, tengo un poquito, pero todo dentro de la casa. No pude conocer el pueblo. Recuerdo haber ido al cine cuando muy chiquito, porque mi mamá me llevaba. Pero la gran memoria que yo tengo de mi pueblo es de cuando muchachito, que estaba en una escuelita, vivía en casa de una tía con un primo hermano y dos primas hermanas. Había un perro en la casa, y vivíamos al borde del pueblo, o sea, ya cuando empieza el bosque, el río.

Amaury. ¿Entonces no fue la casa que vimos aquel día?

Silvio. No, yo no recuerdo, Amaury, cuál casa fue la que yo te enseñé. Debe haber sido, a lo mejor, la casa en la que yo viví en esa época, es muy probable. ¿Era una casa que hacía esquina?

Amaury. ¡Sí, hacía esquina!

Silvio. Sí, esa es la casa donde yo viví esos años, como de los 10 a los 11, o a los 12 años. Y fue cuando aprendí a nadar, cuando me fugaba para el río, cuando andaba con un perro. Cuando empecé a conocer el monte, a buscar nidos de pájaros o a meterme en cuevas. En fin, cuando empecé a mataperrear, como quién dice, ¿no? Porque mientras viví en La Habana no podía mataperrear mucho, porque no se podía salir a la calle, estaban los carros y ese tipo de cosas. Cuando estaba en San Antonio, era como la libertad.

Amaury. Tú consideras a San Antonio el lugar esencial para ti, no solo en tu vida, sino en tus canciones.

Silvio. Sí, porque tengo memoria, la primera vez que vi a un hombre muerto, por ejemplo, lo vi en San Antonio y ya de paso puedes introducir la pregunta sobre la muerte.

Amaury. ¿Por qué tú sabes que venía?

Silvio. Porque te conozco, Amaury. Empezaste preguntándome si era triste y todas esas cosas.

Amaury. (risas) No, pero esa no te le imaginaste.

Silvio. Ya, ya, ya. Entonces, la primera persona que yo vi muerta fue Narciso, “el mocho”.

Amaury. El del Papalote.

Silvio. El de “El Papalote”, el personaje de “El Papalote”. O sea, todas esas memorias… La cosa de andar con un perro, de tener un perro amigo, eso es una cosa importantísima para un niño, Amaury. Uno en gran medida conoce la amistad, la fidelidad, la intimidad, el cariño hacia otro ser, a través de los animales. Por lo menos a mí me llegó mucho a través de mi relación con los animales, con los perros, con los gatos, con una vaca, con un caballo, con cualquier animal. Me fascinaban, siempre me gustaron mucho los animales. Los pájaros, los pájaros me fascinaban, siempre me han gustado mucho los pájaros. Es probable que yo hubiera dado, quizás, un buen biólogo, ¿no?

Amaury. Un naturalista.

Silvio. Algo así. Tengo un amigo, Giraldo Alayón, que es biólogo, eminente, además, pero ese vivió toda su vida en San Antonio. A lo mejor si yo me llego a quedar en San Antonio, hubiera dado algo así como un científico.

Amaury. Sí, pero a lo mejor si te hubieras quedado en San Antonio no hubieras dado las canciones que has escrito.

Silvio. A lo mejor las hubiera dado mejores.

Amaury. Es que el hubiera sabemos que no existe. Pasó lo que pasó y no voy a ir a la pregunta de la muerte. Voy a preguntarte: ¿cuando recuerdas al niño, a aquel niño, Silvio, en San Antonio, tú te recuerdas mala cabeza? Porque después fuiste un joven mala cabeza. Cuando yo te conocí eras joven y eras mala cabeza.

Silvio. No, yo no fui un niño mala cabeza. Yo hice cosas normales que hacen los niños. Me fugaba de la escuela y me iba al río a bañarme, aprendí a nadar ahí en el río y bastantes palos que cogí por meterme en el río. (risas)

Amaury. ¿Y pasaste sustos?

Silvio. Tú puedes creer que no, chico.

Amaury. ¿No te pasó nunca nada?

Silvio. Jamás me pasó nada desagradable.

Amaury. ¿Y quién te daba los palos, Argelia, tu mamá?

Silvio. Sí. (risas)

Amaury. No me la imagino, no me imagino a Argelia dándote palos.

Silvio. Ya, ya. No, yo tampoco. (risas)

Amaury. (risas) Oye, voy a una pregunta que me sugirió Petí. Qué difícil debe ser -te pregunto-, ¿es difícil que tomen en serio todo lo que tú digas?

Silvio. Sobre todo siendo de San Antonio, que es un pueblo que le llaman además, San Antonio del Humor, ¿no?, que ha dado tantos humoristas y que se caracteriza por dar personas de buen humor y  gente desenfadada. Yo no sé realmente… eso es alguna gente, porque yo, a mí mismo no me tomo tan en serio, Amaury.

Amaury. Sí, pero yo he estado presente, bueno, durante los últimos cuarenta y tantos años que nos conocemos, y desde siempre te tomaban en serio. Tomaban literalmente todo lo que tú decías y eso provocó más de un equívoco.

Silvio. Bastantes, bastantes.

Amaury. Conmigo recuerdo uno, por ejemplo.

Silvio. Es terrible, porque que te tomen así al pie de la letra, es terrible… y con lo que me gusta a mí la metáfora.

Amaury. Bueno, eso ya lo sabemos. Ahora, ¿tú te consideras bueno haciendo chistes?

Silvio. No, ¡malísimo!. Yo soy un incomprendido haciendo chistes, profundamente incomprendido. A veces he tratado de hacer un chiste, incluso, al público, a la gente, y se ha transformado en un hito de mi leyenda negra. Sí, sí, sí, terrible, terrible.

Amaury. ¿Por qué tú crees que mucha gente, y puedo decir que los que no te conocen bien -esa es una acotación mía-, te considera un tipo difícil? ¿Por qué?

Silvio. A lo mejor es por eso mismo, porque me toman demasiado en serio.

Amaury. Háblame de tus hermanas.

Silvio. Mis hermanas. Mary, María de los Ángeles.  Me acuerdo el día que nació perfectamente. El otro día estaba hablándolo con Niurka, rememorando el día en que nació Mary. Me acuerdo que  mi abuela me estaba durmiendo, mi abuela paterna, en su casa que era como a una cuadra de la nuestra, y llegó mi tío Angelito y me dijo: vamos para que conozcas a tu hermanita, y fui para allí, y vi la cosita aquella chiquitica, así era Mary, a quien ya caballerosamente le había cedido mi cuna, que quedaba al lado de la cama de mis padres, y entonces a mí me pusieron en una camita en la sala. Pero bueno, ya eso era una cosa que estaba decidida desde antes que ella naciera.

Mi hermana Anabell, la gran voz de la familia, la única voz, se pudiera decir, de la familia.

Amaury. No hay que exagerar, pero bueno.

Silvio. Me acuerdo también cuando nació. Recuerdo que era asmática cuando niña. Cuando yo llegaba del Ejército, venía a veces, cada quince días o algo así, me pasaba una sola noche en La Habana, y a veces esa noche me la pasaba con ella cargada. Y tuvo asma hasta los 7 años. A los 7 años se hizo un tratamiento con unas vacunas y se le quitó.

Amaury. No se le nota.

Silvio. Se le quitó, se le quitó. Bueno, esas son mis hermanas.

Amaury. Tú eres una persona hasta dónde sé agnóstica. ¿Tú estás adscripto a alguna religión?

Silvio. ¿Religión?, no.

Amaury. Sin embargo, hablas mucho de ángeles en tus canciones.

Silvio. Sí, pero bueno, tú sabes que eso es parte de la cultura del hombre.

Amaury. Recuerdo unas cuantas, Ángel para un final, no solo Cita con ángeles, que es tan conocida.

Silvio. Ohhh, muchas, muchas canciones mías hablan de ángeles.

Amaury. Y ahí sí viene la pregunta de la muerte. Porque además  de los ángeles, la muerte aparece mucho en tus canciones.

Silvio. Sí, en fin, es algo que nos pasa. Es como empezar a crecer. Uno empieza a crecer el día que se da cuenta de que todos nos morimos.

Amaury. Sí, pero ahí vendría la contra pregunta entonces, y esos ángeles, ¿qué son, los ángeles guardianes?

Silvio. Los ángeles son un símbolo, no hay que detenerse en el angelito con las alitas…

Amaury. …No, no. Son como esos espejos de uno.

Silvio. …sino en las casualidades y causalidades de la vida, que hacen que las cosas pasen o que no pasen ¿te das cuenta?

Amaury. Hablaba de eso.

Silvio. Hablando de causalidades y “Causas y Azares”, está esa canción también, que no habla de ángeles pero es como si hablara de ángeles también.

Amaury. Cuando yo te llamé, debo decir que a la primera persona que llamé para este programa, cuando era un proyecto, fue a ti, no estoy mintiendo con eso, y tú lo sabes. Fuiste la primera persona a quien llamé.

Silvio. Y yo te recomendé que invitaras como a cuatro o cinco gentes.

Amaury. Sí.

Silvio. He visto a algunos en el programa.

Amaury. Casi todos los que me recomendaste han estado.

Silvio. Casi todos.

Amaury. En realidad, me faltaron, creo, que dos jóvenes que me recomendaste, pero los demás, todos, han estado.

Silvio. Te van a preguntar seguro quiénes eran, en el blog que ustedes tienen.

Amaury. No, que lo pregunten, yo no lo voy a responder porque no lo recuerdo. Sin embargo, ha resultado que has venido al último programa de la serie. Te llamé para el primero y al final resultó que terminaste viniendo al último. Y es curioso, porque antes que yo hiciera este programa de televisión, este y el anterior, tú habías tenido un programa en televisión, “Mientras tanto”, donde tú, no solo cantabas, sino también hacías entrevistas, preguntabas, leías poemas, yo lo recuerdo bien. ¿Por qué ha sido tu reticencia en los últimos años, tanto en Cuba como fuera de Cuba, a hacer televisión?

Silvio. Supongo porque la hice bastante. Empecé por la televisión, como todo el mundo sabe. O sea, no me fue tan mal; porque la televisión te salva o te embarca, una de dos.

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«Con 2 que se quieran» Silvio Rodríguez (Parte II)

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Amaury. ¡Dímelo a mí!

Silvio. Te salva o te embarca. A mí me hizo mucho bien la televisión. Enseguida que salí por televisión hubo gente que me preguntó ¿y cuándo vas a hacer otra cosa? Y alguna muchacha se enamoró de mí enseguida también y eso era agradabilísimo.

Amaury. La televisión trae eso.

Silvio. Es muy agradable, muy agradable. Sobre todo para esas cosas es para lo que más sirve, porque realmente en la televisión una de las cosas…

Amaury. …¡Servía!. (risas)

Silvio. Servía, servía. (risas) Una de las cosas que más insoportable yo encuentro de la televisión, Amaury, es la cantidad de horas que hay que estar aquí para salir tan poquito después, es horrible, es espantoso.

Amaury. Sí, bueno, aquí no. En este programa no, pero es así.

Silvio. Hay cosas a las que yo le puedo dedicar mucho tiempo, pero me son un goce. Por ejemplo, una canción que dura tres minutos, yo puedo estar tres meses haciéndola, pero cada instante que le dedico a esa labor, a ese quehacer, lo disfruto.

Debe ser que los que hacen televisión disfrutan cada instante, como yo disfruto hacer una canción. Entonces de eso es de lo que se trata. Yo no disfruto esto. Yo lo que disfruto es hacer canciones. Tan sencillo.

Amaury. Oye, tú has escrito una cosa que leí el otro día en tu blog, respondiéndole a la cantidad de gente que te escribe, y me llamó mucho la atención. Es una frase importante, la apunté, la voy a citar: “Si para algo no hay nadie imprescindible, es para los reclamos”.

Silvio. Eso lo dije en un contexto en que yo me tuve que ausentar durante algunos días del blog que tengo, pero en esos días en que no estuve, muchos de los que participan en el blog dieron opiniones, reclamaron, exigieron, se expresaron. Entonces, por eso escribí eso.

Amaury. Tú abriste este blog, que es un espacio de Internet donde tú pones fotografías, cuentas cosas, pones lo que se llaman post. ¿Tú lo abriste por una necesidad de polemizar o de establecer un puente con la gente?

Silvio. Yo lo abrí porque Cecilia Todd…

Amaury. …La venezolana, la gran cantautora.

Silvio. …la gran cantante venezolana…

Amaury. …Cantante, cantante venezolana, sí.

Silvio. …me escribió y me dijo: Mira este blog de este muchacho, que es un cantautor venezolano, y que había puesto una cosa muy cariñosa con respecto a mí. Y bueno, lo miré, lo vi, qué bonito. Me leí varias de las cosas que escribió y cuando iba a cerrar la página, miré arriba y decía: ¿Quiere hacer un blog? Pinche aquí y entonces yo dije: Bueno, no puede ser tan fácil.

Pinché y me abrió una página. Ponga su nombre, puse el nombre. Pinche aquí. ¡Ya usted tiene un blog! No, espérate, no puede ser así. Y fue así. Entonces hice un primer escrito, que le llaman post en el mundo de los blogs, y ya, y de pronto empezó a meterse gente, a decir cosas, a dar opiniones, a participar y bueno, de pronto ya hay más de…

Amaury. …Sí, hasta hoy había seiscientos y pico mil de visitantes.

Silvio. De entradas: seiscientas y pico mil entradas.

Amaury. Que son muchas.

Silvio. Son muchas, sí, para nueve meses que lleva el blog.

Amaury. Yo pienso que tú eres tú, tus canciones y tu misterio, ¿revelar el misterio en público no será perjudicial para el resultado final de tus canciones?

Silvio. ¿Tú crees que hacer un blog es revelar algún misterio?

Amaury. En el caso tuyo, sí.

Silvio. Yo tengo entonces una enorme vocación reveladora. Realmente no tengo ningún misterio que esconder. Yo siempre he sido anti vedettístico, tú lo sabes. (risas)

Amaury. Yo lo sé. (risas)

Silvio. Para mí los misterios que pueda haber en un artista, son precisamente esos, el hacerse interesante, el artistaje. Además, ¿no empezamos diciendo que yo me consideraba un aprendiz?

Amaury. Claro.

Silvio. ¿Qué misterio va a revelar un aprendiz? El aprendiz es precisamente el que está detrás de los misterios. Yo estoy detrás de los misterios, Amaury.

Amaury. Era solamente una apreciación mía y quise compartirla con los televidentes. Muchas veces fuera de Cuba, sobre todo, fuera de Cuba, tildan a algunos artistas que están con la Revolución, que están con el país, de ser artistas oficialistas y con especial interés te nombran a ti como a la cabeza de los artistas oficialistas. La primera parte de la pregunta sería: ¿si tú te consideras un artista oficialista y qué es para ti un artista oficial?

Silvio. Bueno, mira: si es de la Revolución Cubana, la Revolución que comandó Fidel y que han continuado tanta gente valiosa, Raúl, el Che, Camilo, toda esa gente, a mucha honra, mi hermano, a muchísima honra ser oficialista de esto. Yo, de lo que no puedo ser oficialista, es de los que les caen a bombazos a Iraq, a Afganistán. Ahora se están tratando de aprovechar de todos estos movimientos revolucionarios en el Magreb. Los que quieren invadir a Libia a toda costa. Los que han querido invadir a Cuba. Aquellos que gritaban: Ahora Iraq, mañana Cuba. Eso sí para mí es una deshonra y una vergüenza sería oficiar en favor de semejantes ideas.

Amaury. Y hay artistas que son oficialistas de eso.

Silvio. Absolutamente. Acuérdate que a cada rato iban a cantarle a Bush, algunos latinoamericanos también.

Amaury. Sí.

Silvio. ¡Lagarto!

Amaury. Tú hiciste primero la gira por las cárceles, de eso se habló en su momento, muchísimo. Pero ahora estás haciendo una por los barrios y es bien curioso lo de la gira por los barrios, y tú me lo explicarás, porque ahí sale entonces la pregunta de: esta canción que hacemos, ¿tú crees que todavía tiene una utilidad popular, o sea, que vale la pena llevar estas canciones a los barrios y que hay un público todavía que tiene interés en lo que nosotros cantamos? En este caso lo que cantas tú.

Silvio. No es que lo crea, es que la gente me lo está demostrando. Cuando vayas, el día que se te ocurra ir a una de estas actividades en los barrios, te vas a dar cuenta. La gente canta nuestras canciones, agradecen nuestra presencia. Además, hacer esto está más allá, yo creo, que de estar de moda o dejar de estar de moda, de estar en la televisión, o de ser pasado por la radio o no, Amaury.

Es una cosa que tiene que ver con nuestra realidad, con la realidad de nuestro país. Muchas entradas a los teatros para conciertos de gente como nosotros, lo que suelen costar son veinte pesos por persona y una familia más o menos normal, son cuatro, cinco personas; eso son ochenta, cien pesos. ¿Y cuánto gana una familia cubana normal al mes? Que una familia vaya una noche a un teatro representa la tercera, la cuarta parte, si es que gana cuatrocientos pesos, de su sueldo. Entonces yo creo que es algo también muy realista, muy realista.

Creo que hay que llevar la Cultura, sea cual sea. Ojala también sean las cosas que se pasan por la radio. Ojala también sean las canciones y la música con la que más se identifica la gente, que es en definitiva la que la radiodifusión promueve. Pero, bueno, yo lo hago y la gente va, y la gente canta las canciones y me aprendí las canciones, las dos o tres canciones infantiles que he hecho en mi vida y se las canto a los niños y yo no sé, de alguna manera los niños las recuerdan, porque las cantan. Yo no sé ese milagro en qué consiste, la verdad. Es algo para mí asombroso, es un misterio.

Amaury. Otro.

Silvio. Del que estoy detrás también, como aprendiz. (risas)

Amaury. A ver, en tu último disco, en tu último disco editado quiero decir, porque yo sé que hay una cantidad de discos que no han salido nunca ni se han mezclado, yo sé que hay un almacén de discos sin terminar.

Silvio. No, no son tantos.

Amaury. ¿Que no son tantos? Recuerdo los que hiciste con Diákara, con Afrocuba y si sigo más nunca terminamos.

Silvio. Uno y uno. Uno con Diákara y otro con Afrocuba.

Amaury. Bueno, en este último disco, en Segunda Cita, tú hablas ahí de cambiemos la R de Revolución.

Silvio. Sí.

Amaury. Y lo has dicho en entrevistas que se han publicado fuera de Cuba, lo has dicho en Cuba, en prensa escrita, pero nunca lo has dicho en televisión y yo creo que sería clarificador, iluminador que lo dijeras en televisión, porque es una cosa arriesgada y que muchos de nosotros, incluso muchos políticos, después la han citado.

Silvio. Yo lo dije porque la Revolución aparece de vez en cuando. Cuando hace falta una Revolución. Se produce en un momento donde se dan determinadas condiciones, pero la evolución tiene que ser constante. Ya hicimos la Revolución, ahora tenemos que seguir evolucionando.

Amaury. ¿Tú crees que lo que más daño le puede hacer a un país es el estatismo?

Silvio. Sí. El inmovilismo que hemos padecido durante años nos hizo daño, mucho daño y creo que hemos roto la inercia, afortunadamente, en muchas direcciones y tenemos que seguir avanzando. Me siento optimista, sin duda que me siento optimista, porque hemos roto la inercia, y porque estamos moviéndonos, que es un principio del Universo, ¿cómo vamos a estar estáticos cuando todo se mueve?

Amaury. Yo quería preguntarte por una amiga muy querida, que yo tengo, y que da la suerte, fortuna para ti, que es tu compañera: Niurka.

Silvio. ¿Niurka?

Amaury. Niurka. Yo sé que has tenido amores valiosos en tu vida, pero nunca te sentí más tranquilo, equilibrado y, debo decir en público, que enamorado, como te he visto de Niurka. Quiero que me hables de Niurka y de tus hijos, que además, a veces pierdo la cuenta de cuántos son, aunque los conozco a todos.

Silvio. Son siete, hace rato que son siete y me parece que se van a quedar en esa cifra.

Amaury. ¡Aunque uno nunca sabe!

Silvio. No, no, no: orinar contra el ventilador, no lo hagas nunca. Nunca digas nunca jamás… Chico, Niurka realmente es un regalo que me dio la vida, y realmente sí es cierto todo lo que tú dices. Encontrar de pronto un espíritu así, afín, una persona, no solo talentosa, sino también de una calidad humana especial. Porque si hubiera sido solo talento…

Amaury. …Doy fe.

Silvio. …Amaury, pero no era solo talento. Era talento musical, pero era, y es, talento humano también. Entonces, eso es muy seductor. Y nada, nos conocimos de casualidad, gracias a Leo (Brouwer). Leo me la mandó, me habló de ella para que grabara, porque nunca había grabado. Estamos hablando de quince años atrás, ¿te das cuenta? Y, bueno, así nos conocimos. Después, ella ya se iba para París. Yo estuve en su examen de ingreso en la Cité y estuve en su examen final, también. Ganó Diploma de Oro, o sea, ganó la máxima calificación. Y luego vino para acá e hizo el ISA, y un día la invité a que tocara con nosotros y, bueno, desde entonces  también colabora con nosotros.

Amaury. ¿Y cómo es el Silvio papá?

Silvio. El Silvio papá es bastante normal. Lamentablemente no he podido criar a todos mis hijos. Algunos hijos han crecido lejos de mí. He tratado de ocuparme de todos, Amaury, de todos, sin excepción, incluso de los que no son cubanos, porque hay dos que no son cubanos.

En el año 2007, me parece, los reuní a todos. Fue un alarde de coordinación internacional, una cosa impresionante. No sé cómo lo conseguimos, pero lo conseguimos. Y estaban todos y me los llevé. ¿A qué tú no sabes adónde me los llevé?

Amaury. No.

Silvio. Al río.

Amaury. ¡¿Al río?!

Silvio. Al Río Ariguanabo, y me senté con todos ellos allí, y nos hicimos fotos, y le di una foto de esas a cada uno de ellos para que tengan ese recuerdo. Siempre van a poder regresar al río Ariguanabo conmigo. Me parece algo maravilloso.

Amaury. En cualquier circunstancia, además. Yo vivo Silvio, admirado de la relación que tú tienes con tu mamá. Háblame de ella.

Silvio. Es que mi mamá es una persona bastante fácil en el sentido de que es muy buena para la música… Mira, ¡a esa sí nadie le pone en duda los chistes! y no es que no la tomen en serio. (risas)

Amaury. No, no, claro y se le tiene respeto.

Silvio. Y no es que no la tomen en serio, se le toma en serio y sin embargo le ríen los chistes, ¡mira tú! (risas) Mi mamá es así y ha sido un poco la mamá de muchos, de muchos amigos míos.

Amaury. De muchos de nosotros.

Silvio. A muchos les dio de comer, a muchos, muchísimos. A muchos los pelaba. Ahora mismo me vino a la mente mi mamá pelando a Luis Rogelio Nogueras, por ejemplo. Los pelaba, los inyectaba.

Amaury. Nos dio de comer muchas veces. Bueno, todavía lo está haciendo, de alguna manera.

Silvio. A todos los amigos y a algunos enemigos también. (risas)

Amaury. ¿Cómo tú llevas lo de los enemigos ya que dijiste eso? ¿Cómo tú llevas el tema de los enemigos, de los enemigos de tu obra, de los enemigos de tu persona, cómo tú manejas eso?, ¿es complicado?

Silvio. No, realmente, no.

Amaury. ¿Los pones a un lado?

Silvio. Sí, claro, a veces también se te atraviesan delante, ¿no? Yo trato de no empujar, pero no me gusta tampoco que me empujen.

Amaury. Claro. Tú fuiste un joven, y con esto voy a terminar, porque hacerte una entrevista a ti, podía durar cuatro horas y no tiene sentido porque sería una serie. (risas) “Amaury entrevista a Silvio”.

Silvio. Después yo te entrevisto a ti.

Amaury. Sí, podemos hacerlo, tienes que tener un programa como este, entonces yo sí seré el primero. Tú fuiste, nosotros nos conocemos desde el año 69, un joven irreverente, polémico, un joven inquieto, sería el calificativo que se utilizaría ahora con cierto paternalismo.

Silvio. Conflictivo, era como se decía antes.

Amaury. Se decía conflictivo, ahora se dice inquieto. Conflictivo, un joven conflictivo.  ¿Serías capaz hoy de juzgar al joven que fuiste o cómo lo juzgarías si fuera capaz de juzgarlo?

Silvio. Sí, pero no socialmente. Quizás en su aprendizaje interior,  porque conozco a aquel joven perfectamente, no me he olvidado de él, no solo no me he olvidado de él, sino que trato de estar a su altura.

Amaury. Dije que era la última, pero debo terminar con otra. En estos 60 programas que hemos transmitido, ha habido, no siempre, pero ha habido una pregunta, quizás recurrente, y que algunas personas me han criticado y otras me han dicho que no la deje de hacer. ¿Qué estarías dispuesto a seguir haciendo por Cuba?

Silvio. No es un problema de veneración, es un problema de responsabilidad. Es un problema de sentirse parte de algo, ¿no?. No veo a Cuba como a un altar, ni como una Catedral a la que uno va. Es la cotidianidad, es lo que uno es, lo que uno quiere que sean las personas que uno quiere. Todo el bien que uno puede desear que tenga todo el mundo, ¿no? a quien quiere, el prójimo, como se solía decir. Yo uso palabras religiosas, aunque no soy religioso, porque tengo espiritualidad, pero no tengo religión, Amaury, porque las religiones, con mucho respeto a todo el que la tiene, siempre me parecieron un poco la burocracia de la espiritualidad.

Tengo mi espiritualidad. Es imposible vivir sin eso. Y parte de esa espiritualidad se debe a este lugar hermoso en el que me tocó nacer, que pudo haber sido otro, pero es este, con una historia hermosa, de mujeres, de hombres maravillosos, y que lo hacen a uno sentirse, no sé, orgulloso.

Amaury. Muchas gracias, muchas gracias por haber venido, mi hermano querido. Yo sé, como ya dijiste en algún momento que estas cosas no te gustan mucho, por tanto te lo agradezco el doble, y ya te lo pagaré, aunque tú no haces estas cosas para que te las paguen. (risas) Te quiero mucho, hermanazo. Nos vemos en la próxima serie, en la tuya o en la mía.

Silvio. Oye: he visto que ponen la canción aquella que grabamos, en todos los programas.

Amaury. En estos 60, sí, en todos.

Silvio. ¿Por qué no la cantamos?

Amaury. Ah, bueno, está bien, ya que es el programa final.

Silvio. ¡Final, no!

Amaury. ¡Final, no! El último programa de esta serie

Silvio. Esa es la cosa.

Amaury. ¿Hay una guitarra por ahí? Manolo, ven, échala para acá. Alan, ven ¿tú tienes un micrófono ahí?, ahí está, sentémonos. Es una manera bien bonita de terminar el programa.

(Cantan a dúo el tema de presentación y despedida del programa “Con 2 que se quieran”)

CON 2 QUE SE QUIERAN ...

A.P.: Voz.
S.R.: Guitarra y voz.

Con dos de la misma celda o del mismo andén
con dos que alcancen el tope de la subasta
con dos que bailen sin casa en el mismo tren
con dos que resulten ser de la misma casta.

Con dos que entre tantos ecos se digan ¿quién?
con dos que se nos parezcan en la canasta
con dos que tengan el alma como de cien
con dos que se quieran bien, con dos que se quieran bien,
con dos que se quieran, basta.

AMAURY PÉREZ / La Habana / 2002

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«Con 2 que se quieran» Lázaro García (Parte I)

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“Ser cubano me permite soportar la subestimación a un provinciano”

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, aquí en 5ta. Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos acompaña uno de los grandes trovadores cubanos, otro de los grandes trovadores cubanos. Lo que lo diferencia a él de todos nosotros, del resto de los trovadores, es que él nació en Cienfuegos y vive en Cienfuegos. Él es de los que no se vino para La Habana, por tanto, a eso le voy a dedicar mi primera pregunta cuando presente a mi gran, gran, gran amigo, Lázaro García.

¡Guajiro querido!, yo le digo guajiro, guajirón, y eso tiene una carga de cariño insólita.

Lázaro. ¡Sin dudas, sin dudas!.

Amaury. Guajiro, entonces empezamos con esa pregunta. ¿Tú naciste en Cienfuegos?

Lázaro. Cienfuegos, ciudad.

Amaury. ¿Cienfuegos, ciudad?

Lázaro. Sí, mis padres eran del campo.

Amaury. Del campo, ¿De dónde?

Lázaro. De la misma zona de Cienfuegos, la Sabana, cerca del Municipio de Palmira, Cumanayagua, de esas zonas son mis padres que luego recalaron en Cienfuegos, una vez casados, y mis hermanos también nacieron en Cienfuegos.

Amaury. ¿Cuán lejos vives ahora de dónde vivías cuando niño?

Lázaro. Ahora vivo muy cerca del mar.

Amaury. ¿Antes, no?

Lázaro. Antes no. Cuando volví a Cienfuegos, a cuatro cuadras de donde nací.

Amaury. ¿Cómo se llama ese dedo de tierra que se mete en la bahía de Cienfuegos, donde vives ahora?

Lázaro. Punta Gorda.

Amaury. Punta Gorda, es que ese es un lugar precioso, si usted va a Cienfuegos alguna vez, Cienfuegos es eso que le dicen: La Perla del Sur, ese mote está super bien puesto.

Pero tú vives en una casa, ahora, que es muy curiosa, porque es una casa humilde, es una casa de madera, pero que tiene el mar. Cuando tú entras a la casa, por delante tiene el mar y por detrás tiene el mar.

Lázaro. Sí, eso es lo más maravilloso. Yo cuando vi esa casa, a ver, estábamos buscando una permuta porque ya mi madre estaba un poquito mayor y teníamos que arrimarnos con ella alguno de los tres hermanos, y bueno, se hizo un concilio ahí y me tocó a mí. Entonces permutamos la casa de ella y la mía por esa. Cuando fui a ver esa casa, estaba en muy malas condiciones.

Amaury. Sí, porque la estás arreglando, todavía la estás arreglando.

Lázaro. Sí, ahora sí la estamos arreglando. Y cuando yo vi ese mar…, frente de la calle, el mar, o sea, el mar, la calle, la casa, el patio y el mar, yo dije: aquí puedo vivir en una casa de campaña.

Amaury. Claro, es que es un lugar paradisíaco donde tú vives.

Lázaro. ¡Sí, qué lindo lugar!

Amaury. ¿De niño estuviste un tiempo aquí en La Habana?

Lázaro. Sí, mis padres vinieron apenas unos meses.

Amaury. ¿Cómo en qué año, guajiro, sería eso?

Lázaro. Ellos vinieron para acá en el 49, creo.

Amaury. Y ellos vinieron a La Habana en busca de trabajo, seguramente.

Lázaro. Tratando de mejorar económicamente. Ya mi padre tenía unos hermanos aquí, que más o menos, con el tema de vender frutas, vegetales, cosas así, se fueron abriendo camino. Un  camino con un techo muy bajito, pero bueno, recuerdo la niñez con mucha alegría, muy bien, sobre todo los primeritos años, ya después fue arreciando.

Amaury. Después la cosa fue apretando más. Ahora ¿Cuántos hermanos son ustedes?

Lázaro. Somos tres, yo soy el más pequeño. Mi hermano mayor Gilberto, que bueno, es el nombre de mi padre, José Ramón, que también ustedes lo conocen, ese es el del medio y yo soy el benjamín (risas).

Amaury. El benjamín, tú eres joven todavía, guajiro, deja eso. Yo traje, Guajiro, la guitarra. Desde que llegaste la estás mirando, y es que a mí se me ocurrió esta idea que quiero compartir contigo. Si no quieres, no lo hacemos.

A mí se me ocurrió que sería una manera bastante diferente en el programa, si tú pudieras -¡fíjate!- no hacer un recital con un presentador, sino ir musicalizando, como si estuviéramos haciendo radio en televisión, ir musicalizando tu propia entrevista.

Cuando yo te conocí, la primera canción que me cantaste, fue una canción que se llama Carretón y evidentemente tu papá era carretonero.

Lázaro. Sí.

Amaury. ¿Carretonero itinerante o de esos carretones que se ponen fijos en algún sitio?

Lázaro. Sí, él se levantaba a las dos de la mañana, cargaba su carretón en la Plaza del Mercado de acá, y tenía un puesto fijo en Basarrate y San Miguel. La clientela, básicamente, eran de las casas de huéspedes aledañas a la Universidad, y más o menos ahí sobrevivíamos. El rigor del carretón lo sufrieron más mis dos hermanos mayores que yo.

Amaury. Claro, tú eras chiquitico.

Lázaro. No obstante, no me salvé de alguna que otra vez, cuando regresaban, si sobraban algunas cosas, tenía que venderlas por el vecindario.

Amaury. Pero,¿cómo hacías? ¿Te ponías una canasta en la cabeza?

Lázaro. ¡Sí, claro!

Amaury. Vamos a hacer la prueba esta, a ver, agarra la guitarra.

Lázaro. Fíjate que esta canción yo la hago muchos años después. El carretón para mí era un juguete, yo me entusiasmaba muchísimo con ese carretón, jugaba con la yegua que lo conducía, para mí era hermosísimo. Solo después me fui dando cuenta -cuando crecí, y murió mi papá, muy joven- lo que era ese carretón para la familia, para mis hermanos y todos. Hice esta canción, un poco evocando eso…

Amaury. …Bueno, canta un pedacito. Vamos a poner pedacitos nada más.

Lázaro. Vamos a ver,¿los dos primeros?, los dos primeros versos, que están en décimas, por cierto.

Carretón, coche en mis juegos

con látigos de papel

y una piedra de corcel

tirada en riendas de fuego.

Carretón, carreta luego

de andar triste y oxidado,

se hizo trabajo pesado

de mis hermanos mayores

y al centro de los dolores

iba mi padre sentado.

Lázaro. Y por ahí sigue.

Amaury. Ahhh. Me trae una cantidad tremenda de recuerdos. Deja la guitarra ahí, la vamos a utilizar en algún otro momento que a mí se me vaya ocurriendo, por supuesto, con tu aprobación. Lázaro ¿tú papá muere en La Habana?

Lázaro. Muere aquí en La Habana, en el año 58.

Amaury. ¿Y cuándo ustedes regresan a Cienfuegos?

Lázaro. Ya al otro año. Él muere en julio del 58. La situación de la familia, bueno, fue la debacle, porque él estuvo muchos meses aquejado de la enfermedad, sin trabajar. Un tío nos tiró un cabo, varios tíos y ahí la pasamos hasta que triunfa la Revolución, y como a finales de 1959, regresamos a Cienfuegos.

Amaury. Llegan a Cienfuegos. ¿Y tú empiezas a cantar, ya en ese momento, como niño?

Lázaro. Ya me gustaba la música. Me gustaba cantar, recitaba mucho en la escuela. Memorizaba mucho los textos de las poesías, me encantaba.Y es curioso, porque no tengo antecedentes en la familia. Pero era una cosa que disfrutaba muchísimo cantar, y cantaba lo que estuviera de moda. Sobre todo la décima campesina, las cosas mexicanas, que es parte del equipaje del campesino, ¿no?

Amaury. Y cantabas tangos.

Lázaro. Y tangos, porque se oía mucho tango. Y parece que a mis padres también les gustaba mucho el tango y eso me creó un poco a mí ese halo fatídico del tango y de tristón, ¿no?

Amaury. Sí, esa cosa melodramática, pero maravillosamente melodramática, porque lo lindo que tiene el tango es como también le canta al sufrimiento. Sería, haciendo una analogía, como el bolero de victrola, ¿no?

Lázaro. Anjá.

Amaury. Nuestro bolero de victrola es el tango y después está el gran bolero de Marta Valdés y el tango de (Astor)Piazzolla.

Lázaro. Claro, claro.

Amaury. Pero después,¿tú también fuiste músico de música pop?, ¿cómo llegaste a tocar pop y rock?

Lázaro. Bueno, las edades y el ámbito sonoro y además, los Beatles. Aparecen los Beatles.

Amaury. ¿Y llegan a Cienfuegos los Beatles? ¡¿Llegaron a Cienfuegos?!

Lázaro. ¡Sí, cómo no! Igual la historia, con los discos pasados escondidos y todas esas cosas. Y había un grupo que ya un poco hacía versiones al español de los números de los Beatles y ya yo había crecido un poquito, ya tenía unos 18, 19 años. Y me incorporo a ese grupo.

Amaury. ¿Y cuándo te haces profesional? Porque para tocar en el Jagua, para tocar en el Hotel Jagua hay que ser ya profesional.

Lázaro. Muy temprano, en el año 62. Ya yo cantaba boleros, y me buscaba mis quilitos por ahí, qué se yo… y estudiaba en la secundaria. Barqueaba mucho, porque me gustaba más la música.

Amaury. ¿Porque tú no tienes una formación académica convencional?

Lázaro. No, para nada. Fue empírica. Bueno, tuve un maestro de esos prácticos de guitarra, Tomás Sierra. Después Felito Molina, un tío de Argelia Fragoso, que vivía al doblar de mi casa, que fue un segundo padre para mí, el padre musical. Y así, y con mucha avidez, con muchos deseos de aprender, copiando, buscando acordes. Y ahí se enraízan, o confluyen muchas cosas, la corriente del feeling, que fue un portento en cuanto a armonías.

Amaury. Bueno, en la secuencia de acordes, tú tienes mucho de los acordes del feeling.

Lázaro. Sí, es que Felito cultivó también el feeling. Incluso, de acuerdo a Marta Valdés, que es una admiradora también-y bueno yo la admiro a ella-de Felito, esa familia de los Molina, tíos de Argelita, de alguna manera fueron los que llevaron el feeling a Cienfuegos. Porque recuerda que esa gente vivía cerca del Callejón de Hamel, donde vive Argelita Fragoso, allí, en la calle Hospital.

Amaury. Claro. Ahora yo voy a tu formación escolar. ¿Tú tienes una formación escolar sólida?

Lázaro. No, para nada. No, yo a duras penas pude terminar la secundaria.

Amaury. Ah, yo conozco un tipo que se apellida Pérez, que le pasó algo parecido, pero yo te lo pregunto porque tú tienes un dominio de la poesía, de la métrica. Conoces el octosílabo, el endecasílabo, sabes hacer un soneto, está en tus canciones. Sabes musicalizarlos. Sabes dónde están los tiempos en esas formas, y entonces tú dices, bueno: ¿Dónde aprendió Lázaro eso?

Lázaro. Eso nace en la musicalidad y la rítmica del propio verso. A mí me dormían con décimas y los domingos en mi casa, mi papá era amigo de Colorín, de Sinsonte Guasimero, y de toda la gente que…, los campesinos cantantes que estaban aquí en La Habana, y eso me fue educando el oído, de manera que yo no tengo que contar para hacer un octosílabo. Es un ritmo que se me fue…es tan normal como hablar. Lo otro, como me gusta la poesía, soy un lector insaciable.

Amaury. Guajiro ¿cómo es que tú haces el tránsito de ese grupo pop en el Jagua, de cantar canciones más ligeras, a la Nueva Trova?

Lázaro. Mira, paralelamente. Yo hacía esa vida profesional de cabaret y de grupo popular juvenil, sin embargo, yo cantaba en las descargas cosas de Serrat, cosas de…, ya aparecían Silvio y Pablo, y como estábamos muy establecidos en Cienfuegos, en el Hotel Jagua, sobre todo, hasta monté con Los Jaguares, que así se llamaba el grupo, La era está pariendo un corazón, y funcionaba.

Amaury. Claro, porque además, el arreglo de Omara era medio pop, medio rock.

Lázaro. Sí, yo hice un arreglo, incluso la introducción era Los débiles y poderosos (tararea) y ahí arrancábamos con La era está pariendo un corazón (tararea) y fue una cosa que funcionaba.Y yo decía, caramba, yo creo que no es irreconciliable esta manera de hacer canciones y el público que las recibe.

Amaury. Claro, y el mundo del rock, del pop y del jazz y de cualquiera de ellos.

Lázaro. Exactamente.

Amaury. Ahora, hay una pregunta que yo la dejé colgada desde el principio y después la gente dice, mira a Amaury como se le van las cosas.

Ya en ese momento hay gente como Augusto Blanca, por ejemplo, de Santiago de Cuba, que vino para La Habana. Otros trovadores se mudaron a La Habana, pero tú seguiste en Cienfuegos. Explícame bien ¿por qué no saliste corriendo para La Habana, como hace la mayoría de la gente cuando dice: “voy a hacer una carrera, me voy para La Habana” y vives en Cienfuegos todavía?

Lázaro.  Mira, no sabría explicártelosi hay una razón concreta. Pero a mí me gusta mi ciudad, no me hallo sin mi ciudad. Y además, tal vez en el subconsciente hubiera estado rondando la experiencia de mi padre muerto, los trabajos del carretón y que cuando no se pudo pagar la casa, tuvimos que reconcentrarnos en casa de unos tíos. Tal vez esa sombra del pasado haya estado influyendo en que La Habana no me dejó muy lindos recuerdos como vida.

Amaury. Claro, como vida. Yo fui hace poco a una peña, se lo digo a los televidentes porque tú lo sabes, Lázaro tiene una peña que ahora vamos a hablar de ella, porque quiero ir saltando, con mis amigos quiero ir saltando. Lázaro tiene una peña fantástica en el teatro Tomás Terry, que es un teatro hermoso y la peña de Lázaro tiene un swing y una magia, y yo que ya no canto ni en la ducha, me fui para allá y canté y la pasé muy bien. Y me asomé al balcón, allá arriba…

Lázaro. …En el Ateneo…

Amaury. Allá arriba en el Ateneo, y yo miré el parque y sentí una sensación de felicidad y de tranquilidad inusitadas, yo no sé, de pronto dije: ¡Qué bonito está esto! así que ahora en televisión te voy a hacer una propuesta, si un día te entra el arrebato de querer venir a vivir para La Habana, yo te permuto mi apartamento por tu casa.

Lázaro. Muchos amigos comunes me lo han planteado, pero más fácil es que ustedes vayan, además mi casa es espaciosa, caben todos.

Amaury. Claro, claro, como ya hemos hecho algunas veces, esas historias no se pueden hacer en televisión,los momentos maravillosos que hemos pasado en casa de Lázaro.

¿Tú crees que la Nueva Trova, Lázaro, la Nueva Trova es un nombre, es decir, los trovadores, los cantautores, que hoy hay muchos en todas las provincias, -hay un movimiento grande de jóvenes- están viviendo su mejor tiempo, o están viviendo un mal tiempo, o hay que regresar a las cuevas, o hay que atrincherarse otra vez? ¿Cómo tú ves eso?

Lázaro. Yo creo…bueno, tal vez los ingredientes epocales que nos tocaron a nosotros -y te incluyo a ti, aunque tú eres el benjamín de los fundadores de esa etapa- los ingredientes no son los mismos y que también están como que viviendo internacionalmente un momento desvalorizado, de un poco de vivir al día, de no complicarse mucho con las cosas inteligentes. No sé, el consumismo este, la locura. Aun así yo creo que existen muchas condiciones y de hecho hay muchos trovadores jóvenes que tienen mucho talento, demostrando cosas, ¿no? Pero la Nueva Trova, que no es un género, bueno, estamos cansados de decirlo, es una actitud ante el arte, la canción. Creo que esa actitud, hay que reclamar más esa actitud en los artistas de hoy, más que nunca, en estos momentos, y bueno, creo que nos hace falta pensar.

Amaury. Lázaro ¿tú crees que ahora hay un futuro, un espacio para los nuevos trovadores?

Lázaro. Estoy pensando en un fenómeno que se está dando ahora de popularidad entre los jóvenes con Buena Fe.

Amaury. Claro.

Lázaro. Yo considero a Buena Fe…

Amaury. …Son trovadores.

Lázaro. Son trovadores.Y mira qué resultado tienen en la juventud que los sigue. ¿Qué quiere decir eso?

Amaury. Lo tienen no solo en Cuba.

Lázaro. Sí. Pero en esencia, la trova ¿qué cosa es?: texto con música.Un vehículo divino para comunicarse con la juventud. Pero sí, y estoy convencido de que hay una sed de poesía y un hambre de oír cosas inteligentes que a veces los medios no lo facilitan.

Amaury. Hay gente que está iniciando carreras venturosas, que si tienen esfuerzo, constancia y logran atravesar el muro de incomprensión que siempre se plantea ante este tipo de canción…

Lázaro. Sería una suerte, sería una cosa formidable, que esto que hemos mencionado haga así, porque detrás vienen más.

Amaury. Sí, porque nosotros estamos ahorita para fundar el Asilo de la Nueva Trova. (risas)

Lázaro.  Allá nos dicen La Nueva Trova Social Club. (risas)

Amaury. La Nueva Trova Social Club. (Risas) Además existe, existe el Buenavista Social Club. Nosotros tenemos que fundar La Liga contra la ceguera (risas)

Oye, yo me quiero ir a un tema que para mí es muy serio, muy serio, y si yo te quería y siempre te he querido, te empecé a respetar mucho cuando en el año 76 te fuiste a Angola. ¿Tú fuiste como cantante-soldado o como soldado-cantante?

Lázaro. No, no, fui como soldado, que hay una anécdota curiosa, porque bueno, me llaman a las 2 de la mañana en enero del 76 y me llevan para el Escambray, una zona del Escambray, unos campamentos, pero da la casualidad que voy con un oficial, en aquel entonces era primer comandante: Orlando Lorenzo Castro, y él me asociaba siempre con que yo tocaba mi guitarra en el Servicio Militar, y cuando me ve en el entrenamiento, nos saludamos, y me dice: ¿Y tu guitarra, no la trajiste?, ¿Pero cómo yo voy a venir a una citación militar, y me voy a acordar de mi guitarra? Y entonces él mismo mandó a su chofer conmigo a buscar la guitarra y me dijo una cosa que no olvido nunca: “Esta guitarra va a ser tan o más importante como el arma para los soldados”. Y así fue.

Amaury. Te fuiste para Angola en el 76.En el momento en que el tiro estaba… en el 76 había guerra, guerra total.

Lázaro. Sí, todavía estaba ocupado por los de Sudáfrica.

Amaury. ¿Estuviste en combate, Guajiro?

Lázaro. Realmente combate frontal, apenas tuve. Allá se utilizó, después que se retiró Sudáfrica, una especie de guerra de emboscadas. Pasé dos, mataron a un compañero, hirieron a otro, bueno. Pero sí era una… es la parte más fea del asunto, la guerra es un…, es muy cruda, es otra realidad, está tan lejos de la poesía y de la música. A mí en lo personal y muchos de mis compañeros nos estábamos cuestionando, me estaba cuestionando, ¿hasta qué punto soy coherente como persona?

Amaury. Claro.

Lázaro. Me parece que me impuse una prueba para sentirme bien conmigo mismo, y en cierta medida saldar una deuda, que jamás será saldada, con la Revolución.

Amaury. Claro. Cántame Querida vieja.

Lázaro. Bueno.

Amaury. A ver.

Lázaro. Es que bueno, voy a ver si llego.

Amaury. Olvídate si llegas, si esto es una descarga, aquí tampoco esto es programa recital, ni es un disco, ni nada de eso. Canta la parte que tú quieras.

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«Con 2 que se quieran» Lázaro García (Parte II)

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Amaury. ¿Esto es a tu mamá, verdad?

Lázaro. Sí, los primeros años que estábamos lejos.

Querida vieja:

Qué palabra decir que no te duela.

De cuánto orgullo se me aniega el alma,

que he preferido la canción que vuela

desde esta selva a tu querida palma.

Me siento bien, digamos que me siento

alegre por tu amor y por mi vida,

dichoso de estrenarme en el tormento

de hacer al hombre aún, cuando la herida.

Amaury. Eso es, esa es una canción tan bella. Yo me acuerdo cuando tú regresaste de Angola, que nos encontramos una vez…, la imagen que tengo,¡Fíjate! la imagen que tengo, eras tú cantando esa canción y la gorda Sara (González).

Lázaro. Eso te iba a decir, que las cosas de la vida…

Amaury. …Y la gorda Sara llorando de una manera…

Lázaro. Pero hay una anécdota que Sara la cuenta que  fue quien la vivió, ¿no?

Amaury. Claro.

Lázaro. Este número, lo hago en Angola. Hago unas actividades con el Grupo Teatro Escambray, con Sergio (Corrieri), que hace un recorrido, le pido permiso a mi jefe y me deja andar por el Frente Sur con el Grupo Teatro Escambray, y bueno, graban algunas cosas, entre ellas esta canción. Y alguien del grupo que regresa a Cuba antes, creo que fue El Curro Durán, un actor de Cienfuegos, la trae en un casetico y Sara se la aprende y esas casualidades…

Amaury. Pero Sara. Llega a Sara para que Sara se la diera a tu mamá. O tú mamá se la manda a Sara, es una cosa que no tengo muy clara yo.

Lázaro. No sé exactamente, lo que sí sé es que Sara se la canta a mi madre, el Día de las Madres.

Amaury. ¡Sara se la aprende y va a cantársela!.

Lázaro. ¡Y se la canta!.

Amaury. ¡Contigo en Angola, va y se la canta a tu mamá el Día de las Madres!. ¡Guao!

Lázaro. Y entonces, yo, imagínate, entonces…

Amaury. Nervios de acero de la Gorda, porque la Gorda además es una mujer muy emotiva.

Lázaro. Ella hace el cuento, bueno, muy emocionante, yo hubiese querido ver eso porque es muy estremecedor.Lógicamente, esa canción, yo trato de, a través de una hipotética carta, darle un mensaje y un poco tranquilizarla.

Amaury. De darle tranquilidad.

Lázaro. De inyectarle patriotismo para que tema menos por mi vida, o sea, darle un sentido a la distancia menos doloroso, y la Gorda le canta esa canción a mi madre y bueno…

Amaury. Ya me imagino lo que habrá sido eso. Qué lástima que no haya un registro fílmico de un momento como ese.

Ahora, vamos a un tema complica´o, fíjate que no te digo complicado, sino complica´o.  Es el hecho de que tú, por ese sentido del deber tuyo, del que puedes blasonar, has sido también funcionario, funcionario de cosas vinculadas, por suerte, hasta dónde yo sé, con la cultura, ¿no?, con la música.

Fundaste los estudios Delfín.

Lázaro. Eusebio Delfín.

Amaury. Eusebio Delfín, en Cienfuegos, yo he grabado allí, yo puedo dar fe de que es un lugar donde se puede grabar, se puede hacer música de calidad. ¿Cómo fue eso, primero?

Lázaro. No, eso era una inquietud que tenía hace 15 ó 20 años, los estudios estaban en La Habana y en Santiago de Cuba. Y en la parte central, nada, y hay tanto talento en el centro de la Isla, y cosas, incluso, de valores patrimoniales que se estaban perdiendo. Lo difícil que fue en la época mía grabar un disco, entonces, todo eso me condujo a hablar con Silvio para que me apoyara en hacer un pequeño estudio en Cienfuegos, que diera respuesta, por lo menos, en algo, y bueno, él me apoyó muchísimo. Se comprometieron el Gobierno, el Partido y ahí fundamos en el 96 el Estudio Eusebio Delfín.

Amaury. ¿Y tú eres el director?

Lázaro. Sí, y entonces no tuve más remedio que asumirlo, porque bueno, estuve ahí, hasta que…

Amaury. Además, Cienfuegos tiene muy buenos músicos y muy buenos trovadores, el caso de los Hermanos Novo, que son un dúo tan querido. Pero tú eres la persona de más prestigio artístico, de la provincia de Cienfuegos. ¿Y cómo fue entonces que terminaste dirigiendo,  hasta el otro día, estos estudios, los Estudios Abdala y no ahora, que son solamente estudios, sino en la época en que también era un sello discográfico, el Sello Unicornio?

Lázaro. Es terrible, o sea, yo vocación de funcionario no tengo. Debo tener una vocación del quedar bien, del buen quedar, ¿no?, pero por un principio elemental de agradecimiento que me lo pide Silvio, de venir a dirigir estos estudios.

Amaury. Y viviendo en Cienfuegos.

Lázaro. Viviendo en Cienfuegos. No, no, yo nunca quise…

Amaury. Tampoco es que dijeron: ven para La Habana a dirigir los estudios, te vamos a dar una casa.

Lázaro. Sí, me ofrecieron, pero no quise.

Amaury. ¿Te ofrecieron la posibilidad de salir para acá?.

Lázaro. Sí, pero, no, porque me parecía que era un elemento de comprometimiento si yo aceptaba una casa.

Amaury. Lázaro, se te va a dar el Premio del Provinciano Heroico o una cosa así, porque la gente, vaya, a cualquier persona por ahí, de provincia, tú le dices, a todo el mundo, no, ¡por favor!.

Lázaro. No, claro, claro.

Amaury. Yo no generalizo nunca, pero ven para acá, dirige un lugar como este, un estudio tan equipado, del primer mundo, porque este es un estudio espectacular

Lázaro. Sí, sí. Yo decía el Estudio Eusebio Delfín, al lado de esto es una guarapera.

Amaury. Este estudio número uno, donde estamos nosotros, que tú conoces bien, lo que los televidentes están mirando. Este es un estudio inmenso, lo que hay detrás, detrás de esa mesa, detrás de eso que tenemos ahí atrás, lo que hay por ahí para atrás es un mundo para grabar.

Lázaro. Aquí pueden grabar la Sinfónica y el Ballet de Alicia Alonso.

Amaury. Exactamente, juntos, a la misma vez. Es un estudio inmenso y tenemos todavía dos más. Y, ¿cuántas incomprensiones entre tus compañeros de profesión, te puede haber causado el hecho  de ser un artista, tú eres un artista a tiempo completo, tienes que serlo…

Lázaro. Demasiadas incomprensiones, porque es muy difícil juzgar desde distintos ámbitos.

Amaury. De los dos lados.

Lázaro. Desde la posición de artista y la posición de funcionario. Y entonces a uno lo traen en el supuesto de que esto anda mal, y sobre todo económicamente no da la cuenta. Y entonces tienes que empezar a tomar algunas medidas, las cuales de alguna manera lesionan…

Amaury. Y las cuentas tienen que dar, económicamente también.

Lázaro.  Claro, y entonces eso fue terrible, porque me ponía en crisis ante afectos muy queridos y compañeros…

Amaury. Claro, claro, porque tú dices, a lo mejor tú dices: siento la obligación emotiva de grabarle un disco a fulano o a fulana.

Lázaro. Sí.

Amaury. Pero después, cuando ese disco hay que venderlo, ese disco, de repente, no se vende. Y entonces ¿qué ocurre?, porque estás en el medio.

Lázaro. Sí, y no se puede cuestionar la producción de Unicornio, que es valiosísima.

Amaury. Lo que se graba aquí es talento puro.

Lázaro. Exactamente, lo que pasa es que corren otros tiempos. Empezaba a aparecer la piratería, un país que no tiene mercado nacional de discos.

Amaury. Claro.

Lázaro. Las transnacionales de la distribución que no te dejan entrar en sus carriles para distribuir las producciones cubanas a nivel mundial. Entonces, los costos de los discos, son caros, es un tema.

Amaury. Sí, porque la gente dice que no, que el bloqueo no toca a la gente de la cultura, y sí, ahí también, porque tú llegas con un catálogo extraordinario -me imagino que tú lo sabes mejor que yo, por supuesto- con un catálogo tremendo a cualquiera de las grandes compañías y no…

Lázaro. …No, no entras….

Amaury. No te dan entrada.

Lázaro. No entras, tienes que darle alguna vuelta, o a través de licencias, que aparezca otra productora.

Amaury. O haciendo concesiones.

Lázaro. O haciendo lo que nunca se debió hacer, como vender las matrices, por ejemplo.

Amaury. Claro, ¡Vender matrices!

Lázaro. Que se hizo por desconocimiento, más bien.

Amaury. Peor, si fue por desconocimiento, vender matrices es…

Lázaro. …Vender el patrimonio.

Amaury. Ya, por suerte, no lo hacemos.

Guajiro, tú sabes que allá en Cienfuegos, aparte de que yo te voy a ver a ti, cuando voy, y voy a cantar por ti, voy para tu casa y todo eso, pero yo voy también porque tengo una amiga muy querida allí, que da la la casualidad que es tu esposa, pero ella es mi amiga Teresita. Y además, tan simpática, tan extrovertida, tan equilibrada, tan inteligente. Háblame de ella, háblame de tus hijos y háblame de tus nietos.

Lázaro. Bueno, imagínate…, además, Teresita nació un día antes que tú. (risas)

Amaury. Un día después.

Lázaro. Un día después, del mismo año.

Amaury. Del mismo año.

Lázaro. Mi compañera.

Amaury. Yo soy más viejo que ella, un día. (risas)

Lázaro. Unas horas.

Amaury. Unas horas…

Lázaro. Bueno, Tere, ya llevamos en esta carrera más de 30 años, treinta y tantos. Y es un ser que está muy asociado a todos mis anhelos. Yo no podría dar un paso de mi vida sin tenerla en cuenta en todo. Creo que se ha hecho importante por todas esas virtudes que tú has mencionado, me es indispensable para todo.

Amaury. Es alegre, es rigurosa, es optimista.

Lázaro. Inteligente, entiende, tiene la capacidad de juzgar todo en la justa medida en que se deben juzgar las cosas, para ella, que no es que le da, como uno dice le da la vida, no, no, hemos compartido la vida.

Amaury. Han compartido la vida.

Lázaro.  Y creo que soy deudor de ella, tengo que compensarla aún más, porque creo que ella ha dado más de ella que yo. Porque uno como quiera que sea se debe un poco a los demás.

Amaury. También, claro, al público y todo eso, claro.

Esa retaguardia, esa retaguardia vale…

Lázaro. Cómo no.

Amaury. Esa retaguardia vale un millón de pesos.

Lázaro. Y mi familia. Bueno, mi hija Maureen García, hija de Maureen.

Amaury. Maureen Iznaga.

Lázaro.Que me ha dado dos nietos, una nietecita que está bárbara con el violín. Brenda.

Amaury. ¡Qué cosa linda! Cada vez que ustedes llegan y empiezan a hablar de nietos  y mis hijos no quieren tener hijos y yo desesperado por ser abuelo y ponerme bien chocho y andar por ahí.

Lázaro.¿No quieren parir? Ya yo voy por tres ya.

Amaury. ¿Ya vas por tres?, ¡Qué bárbaro!

Lázaro. Hay uno, el más chiquito, nació el mismo día 31 de diciembre, el mismo día de mi cumpleaños y le pusieron Lazarito.

Amaury. Bueno, claro. Cántame una canción de las que le has hecho a Teresita. Un pedacito.

Lázaro. Bueno, la más reciente.

Amaury. La más reciente, la más reciente.

Lázaro. Fue la canción que hice al volver a Cienfuegos.

Amaury. Después que terminaste tu trabajo aquí en la Habana, fueron cinco años, ¿no?

Lázaro. Cinco años.

Amaury. Cinco años, volviste otra vez para allá, para no estar viniendo todos los fines de semana.

Como si fuese ayer

Vuelvo a este olor a mar

Al hombro aquella red

Rota de soledad

El tiempo que perdí

En savia lo gané

Para volver a ti

Como si fuese ayer.

Sucede que la flor

Doblada de crecer

Remeda a un corazón

Que muere de saber

Por eso es que volví

Como si fuese ayer

Tratando de olvidar

No sé si pueda ser

-para recomenzar

hay que desaprender-

Amaury. ¡Guao, guao! Se va a notar demasiado que soy fan. Deja la guitarra ahí. No, no, quédate con la guitarra, espérate, vamos a hablar de tu nieto, la canción del nieto.

El otro día cuando fuiste a la casa la última vez, y me cantaste una canción a tu nieto, al último y después lo conocí allá en Cienfuegos, es una cosa que no se puede creer.

Lázaro. Sí.

Amaury. Es como una bola, es una bola de candela.

Lázaro. Terrible, terrible.

Amaury. Llegó y dio vueltas,de repente me tiró una pelota, vaya, así, rápido en dos minutos.

Y era una canción muy corta y Peti, mi esposa, quedó encantada con el nieto y la canción.

Lázaro. Sí, era La nana de la abuelez, a ver.

Amaury. Es muy cortica y muy bonita.

Ay, abuelito, doble papá

Doble amor, pero es doble la edad

No aguanto el paso tras el balón

Si anda como un ciclón.

Me hace correr bajo este sol

Sudo como un boxeador.

Pero feliz de ver

Que a lomos de mi ayer

Ríe un chicuelo, tras un abuelo

Que vuelve a la niñez.

Alza tu espada, tráeme tu sol

Príncipe del amor

Me abrazo a él, meso el sillón

Y el que se duerme soy yo.

Amaury. ¡Qué bonito!

Lázaro. Me cansa mucho jugar con el nieto.

Amaury. Bueno, guajiro, estoy muy contento con que hayas venido. Me queda una pregunta, deja la guitarra ahí.

Lázaro. Sí.

Amaury. Terminemos la entrevista como es este programa, porque esto pasó en este programa y no va a pasar en más ningún otro.

¿Tú has tenido que pagar un precio por vivir en provincia, un precio importante en tu vida?

Lázaro. No sé si es muy importante, pero siempre hay que pagar un precio, porque nos acostumbramos a no estimar en la medida que se merecen a los artistas que tenemos.

Amaury. ¿En provincias?

Lázaro. Sí, y no se debe a que sean más ni menos, sino sencillamente las personas que confunden la Capital como la universidad, como si no estás en la Capital no eres bueno, y yo siempre he luchado contra eso y he tratado de demostrar que en la provincia hay talentos tan grandes como en la Capital. Pero, sí el precio en carne propia lo he sentido.

Amaury. ¿Y cuál ha sido el precio que has tenido que pagar por vivir en Cuba?

Lázaro. ¿De vivir en Cuba?, no, por vivir en Cuba, eso, eso es otra cosa. Vivir en Cuba para mí es un privilegio. Ser cubano es lo que me permite a mí soportar, digamos, la subestimación de un provinciano. Porque más que cienfueguero me siento cubano, y ese ha sido el orgullo mío. Y que el concepto de Patria, de cubano, no se puede, digamos, agarrar por la mano, no es algo concreto, pero está en la familia, está en los amigos, está en la calle, está en el barrio, está en la forma de apreciar los peligros, del sentido del humor y nosotros tenemos una historia también tan linda. Sé que todo país tiene su historia y cosas de valores.

Amaury. Claro.

Lázaro. Pero creo que Cuba tiene, a mi juicio, cosas que hay que retribuirle en alguna medida y una de las formas en que uno le retribuye es sintiéndose orgulloso de haber nacido aquí. Es indudable que este país se ama porque tiene cosas muy amables.

Amaury. Claro, bueno Lázaro, mi hermano querido. Ya tú sabes  cuánto te quiero. Muchas gracias, muchas gracias por haber venido desde Cienfuegos, porque la gente no viene de Cienfuegos muy fácil.

Lázaro. Mira, uno de los problemas es que conseguir la gasolina es difícil (risas)…

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«Con 2 que se quieran» Monseñor Carlos Manuel de Céspedes García (Parte I)

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“Cuba y la Iglesia son las dos pasiones mías”

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, ahora aquí, en 5ta. Avenida y calle 32, en los maravillosos Estudios Abdala. Hoy, ya en los programas finales de esta primera etapa. Hace unos meses nos encontramos en un recital de poesía de Marilyn Bobes y lo invité, pero los tiempos de grabación del programa no me habían permitido cumplir aquella promesa que había hecho con él.

Para mí es un honor tenerlo conmigo, por muchos motivos, y ustedes conocen algunos de ellos. Es un nuevo privilegio tener frente a mí, y ya con ustedes, a una persona que yo he admirado de toda mi vida. Que lo quiero, a veces en la distancia, a veces en la cercanía, y que siempre ha estado ahí, formando parte de la Cultura Cubana como eje-centro y como protector espiritual. Está con nosotros, llenando de gozo y luz el estudio, Monseñor, Padre, Carlos Manuel de Céspedes García Menocal.

Padre, mis respetos muy grandes y mi agradecimiento.

Monseñor. Los míos a ti, y muchas gracias por tus palabras tan amables, que no dejan de estar exageradas. Pero bueno, son las tuyas.

Amaury. Normalmente soy exagerado, pero prefiero ser exagerado en afectos que corto.

Monseñor. Ya lo sé. (risas)

Amaury. ¿Usted está cumpliendo 50 años de servicio?

Monseñor. ¿De sacerdote?

Amaury. De sacerdote, de servicio como sacerdote. ¿Cuánto pesa eso? Si pesa.

Monseñor. Depende de lo que se entiende por peso. Si es en el sentido positivo -porque hay una realidad con la que yo no puedo dejar de contar, porque la llevo muy adentro-, entonces sí pesa muchísimo, pesa, pero al mismo tiempo es una carga que se lleva con ligereza, porque no es uno quien la lleva: tú eres un hombre de fe y sabes que esa carga quien la lleva es otro y uno no hace nada más que tratar de seguir sus pasos.

Sí, son 50 años en diciembre. Yo fui ordenado sacerdote en Roma, en el año 61, por el Cardenal (Antonio) Samoré. De aquella época hay otro sacerdote aquí en La Habana que fue ordenado ese mismo día, en la misma celebración, Monseñor (Alfredo) Petit, que era compañero mío de estudios, y además, nos ordenamos juntos, como ya dije. Y después de eso, bueno, ya me quedé en Roma un par de años más para sacar la Licencia en Teología y vine para Cuba en el año 63.

Amaury. ¿Y vino ya, directo, a ser profesor en el Seminario?

Monseñor. Profesor. Suponía que lo iba a ser, porque había estudiado la Licencia en Teología en Roma, pero no sabía que iba a ir exactamente a vivir al Seminario como vicerrector -se decía entonces-, en el Seminario El Buen Pastor, sino que iba a estar en el Obispado con Monseñor Evelio Díaz, y viví con él una temporadita hasta que pidieron que fuera para allá como responsable de la disciplina en el Seminario y, al mismo tiempo, profesor. Y he seguido de profesor en el Seminario de muy distintas asignaturas, hasta ahora. Sigo siendo profesor en el Seminario.

Amaury. Yo creo que ya que estamos hablando del Seminario, no esperemos para hacer la pregunta: ¿Qué cosa es el Seminario? Aunque parezca una pregunta tonta, para las personas que no están familiarizadas con el tema, será bueno aclarárselo. ¿Y cómo funciona un seminario?

Monseñor.  Bueno, seminario quiere decir semillero, viene del latín, porque se supone que es la semilla de las vocaciones sacerdotales. Todos los que son sacerdotes han pasado por un seminario un tiempo para su formación espiritual, ante todo, interiorizando los valores que se deben vivir como sacerdote e intelectual de todas las materias que componen nuestra vida sacerdotal y también pastoral.

Amaury. ¿Cuáles son las materias que se imparten?

Monseñor. Filosofía, Teología, Humanidades -clásicos, por supuesto-. La más importante siempre es la Teología. Y la formación también pastoral, para el trato con las personas, la capacidad de presentar de la mejor manera el mensaje evangélico, con fidelidad. Eso es lo que se aprende en el seminario.

El Seminario de Cuba, actualmente, el de La Habana, que es el único completo, comprende dos ciclos: un primer ciclo de cuatro años, de Humanidades y Filosofía, y un segundo ciclo, de Teología, de otros cuatro años. Son ocho años en los cuales el seminarista va creciendo -se supone-, espiritualmente, intelectualmente y también en capacidades para el trato humano. Y por el camino, eso es libre, él que está allí, y piensa que sí, que eligió bien, pues sigue en el Seminario y llegado su momento es ordenado sacerdote. Pero otros no, por el camino lo dejan voluntariamente, porque piensan que no es ese su camino.

Amaury. ¿Y durante los ocho años estudian latín?

Monseñor. No, el latín se estudia nada más que uno de los años, lamentablemente. Yo soy profesor de latín y me quejo. Ahora han puesto para el próximo año, dos, lo cual ya es algo. Porque en un año de latín y un año de griego, que también enseño, es muy poco lo que se puede aprender. Es para tener una idea del idioma, nada más.

Amaury. Y qué curioso, porque yo recuerdo que cuando era niño, las misas eran en latín…

Monseñor. …Sí, pero ya no, claro.

Amaury. Y después no como usted dice, pero sin embargo, su Santidad Benedicto XVI, ha vuelto a incentivar el hecho de que las misas sean en latín.

Monseñor. Sí, pero es decir, en aquel entonces todas las misas para el gran público, eran en latín. Cuando aquello no era un año, eran cuatro años lo que había para estudiarlo, y no solamente por las misas, sino para el rezo del breviario, que es el rezo de las oraciones propias de los sacerdotes. Eran en latín. La administración de los sacramentos, todo eso, era en latín. El latín sigue siendo el idioma oficial de la Iglesia. Por ejemplo, los documentos de la Santa Sede, se traducen a las lenguas vernáculas, pero el idioma de la versión oficial es el latín. Pero eso nada más que lo manejan los latinistas. Ahora, para el pueblo en general, hay que tener una idea de la lengua, no solamente por la liturgia, por las misas, sino porque grandes teólogos y padres de la Iglesia se expresaron en latín y aunque se traduzcan al castellano, o al francés, o al italiano, hay giros que si tú no los entiendes en latín, estás un poco perdido.

Amaury. ¿Usted sería partidario de que volvieran las misas a ser en latín?

Monseñor. No, yo no. Yo no, porque esa es una lengua que la gente no entiende. Gustándome el latín enormemente, porque es una lengua que me gusta mucho, igual que el griego, no voy a hacer una misa en griego ni en latín para que no la entienda ninguna de mis viejitas buenas de San Agustín. Hay que ofrecerlas en castellano, y en un castellano, además, bastante llano para que todo el mundo pueda comprender lo que uno lee y lo que uno predica.

Amaury. Ahora, voy a ir saltando a algunos temas que seguramente a nuestros televidentes les llamarán la atención. La Iglesia se ha modernizado y hay gente que dice que no. ¿Siguen los feligreses yendo a confesión?

Monseñor. Sí, van, ¡cómo no! Quizás algunos van demasiado, porque van sin gran necesidad, porque tienen gusto de hablar con el sacerdote, y saben que ahí lo van a pescar, en el confesionario. Y otros quizás deberían ir con más frecuencia, porque tendrían más asuntos que confesar y pedir consejo. Pero sí, siguen confesándose. Yo estoy disponible para la confesión todos los días, antes de la misa.

Amaury. Normalmente, ya esto es indiscreción, pero usted me dirá y me callará, como ha hecho en otros momentos de la vida. ¿Cuáles son los pecados de los que la gente más se arrepiente?

Monseñor. De todo un poco, y depende de la persona, porque hay gente que quizás pueda tener un crimen en su vida; nunca he confesado a un criminal, y supongo que eso será algo que le pese sobre la conciencia. Pero esa feligresía habitual de las parroquias nuestras, se arrepiente más, por ejemplo, de la falta de caridad para con otras personas; de un ejercicio malo de la responsabilidad, sea en familia, sea en su trabajo. Cosas de ese tipo.

Amaury. Ahora, yo quisiera ir en este momento, antes de caer en su vida personal, que ya iremos, a hablar de la religiosidad en el cubano…

Monseñor.  …O sea que yo no me voy a liberar de la confesión, con la característica de que el confesor vas a ser tú ahora. ¡Ah, yo creía! (risas)

Amaury. (risas) No, usted Padre me va a hacer ese favor. La religiosidad en el cubano, ¿cómo se manifiesta, cómo usted la percibe?

Monseñor. Es muy curioso, el pueblo cubano, yo creo que es un pueblo muy religioso, pero minoritariamente católico, en el estricto sentido de la palabra. El pueblo cubano, en general, tiene un sustrato católico antiguo, con una formación religiosa más bien pobre en la mayoría, y solo una minoría que ha permanecido siempre fiel, que la familia quizás trasmitió aquello, sí tienen un conocimiento de la fe y lo viven con mucha identidad.

Entonces, a eso se mezclan, sobre todo, las religiones de origen africano y así surge el fenómeno de la santería, que está muy expandido en el pueblo, más que cuando yo era joven. No sólo en las personas de origen africano, sino también en personas de origen europeo, blancos, que son también hoy día santeros, de un grado u otro, más o menos comprometidos.

Y después está el espiritismo, están las religiones protestantes, el anglicanismo y ahora, últimamente, este es un caso muy, muy curioso y nos revela esta especie de idiosincrasia del cubano frente a muchas cosas, hay un grupo de musulmanes cubanos que va creciendo.

Amaury. Sí, realmente es raro.

Monseñor. ¡Un grupo muy minoritario, claro!

Amaury. Pero, por ejemplo. Conozco, Padre, a muchísimos católicos que han perdido el hábito de ir a misa.

Monseñor. Es una falla, pero no por eso se pierde la identidad católica, o sea, un católico puede ser muy católico en los contenidos de la fe y en su ética personal y por razones cualesquiera, no tener esa valoración de la misa de domingo. Sin embargo, hay otros que van casi todos los días y no solo el domingo, que es el día prescrito como obligatorio, o sea, que en eso la variante es grande. Pero sin duda que hoy día -no solo en Cuba, en el mundo entero-,  la práctica religiosa dominical ha descendido no mucho, ¡muchísimo!.

Amaury. Usted, Padre, estudió Derecho, ¿por qué no ejerció?

Monseñor. Bueno, yo no lo terminé.

Amaury. ¿No lo terminó nunca?

Monseñor. No lo terminé nunca, porque cuando fui a entrar al Seminario en el año 56 que estaba en el cuarto año de Derecho, entonces era el plan de los cinco años, el Obispo del momento -el Monseñor Evelio Díaz-, el Administrador Apostólico y el Cardenal (Manuel) Arteaga, me dijeron que continuara la carrera, que estuviera en el Seminario y que la combinara como pudiera y así fue unos meses, porque el 2 de diciembre de ese año, fecha del desembarco del Granma, a la Universidad la cerraron hasta el año 59 cuando yo salía para Roma. Y cuando vine de Roma, ya la escuela de Derecho no era lo mismo. Pero después ya, claro, uno se va complicando con el trabajo sacerdotal, dando clases yo mismo en el Seminario. Pero que conste, que es una carrera que me gustó mucho, y me sigo interesando. Mantengo relaciones con algunos profesores. Hasta hace unos años con (Julio Fernández) Bulté, que era un gran amigo, y entonces, evidentemente, con Bulté me mantenía muy al corriente de todas las cosas de la Facultad.

Amaury. ¿Cuándo es que usted descubre su vocación religiosa?  ¿Cuándo decide que su vida va a estar encomendada al Señor?

Monseñor. Mira, eso estuvo presente desde que uno ya empieza a ser un adolescente, y se pregunta qué va a ser uno cuando crezca. Esa era una posibilidad. Ser sacerdote. Porque mi familia era muy cristiana, muy católica, los sacerdotes amigos eran visita en la casa y era una vida que era capaz de entusiasmar a un joven.

Cuando entré en la Universidad, la verdad que le cogí más el gusto todavía a la carrera de Derecho: vacilé entre Derecho y Arquitectura, eran las dos carreras que me gustaban. Al fin me decidí por Derecho, y me gustaba mucho, la verdad que me gustaba cantidad y me sigue interesando. Yo leo cuanto artículo bueno de Derecho me cae en las manos y libros, etc.

Pero llegó un momento en que dije: bueno, Carlos Manuel, ya tienes 20 años, no puede vivir así siempre uno en la provisionalidad. Y había un sacerdote franciscano, que era el asesor de las Juventudes Universitarias Católicas, en ese instante, el Padre Zabala, Luis de Zabala, con el que yo conversaba estas cosas y era muy simpático, muy poco ortodoxo y me dijo: Vamos a conversar sobre eso, sobre tu entrada o no al Seminario, pero quiero que te leas tres libros primero: El Diario de un cura rural, El Poder y la Gloria de Graham Greene y El mundo, la carne y el Padre en misa. Cuando te leas los tres libros, ven otra vez y hablamos del asunto.

Amaury. Que forma tan original de ponerlo a prueba…

Monseñor. …Tres novelas. Yo lo vi una vez después, viejito él ya, en Puerto Rico, se lo conté y él ya ni se acordaba de aquello. Pero así fue. Y entonces, nada, ya eso fue como una decisión que tomé ayudado por el Padre Zabala y por el entonces Rector del Seminario, que era Monseñor Evelio Ramos, que quizás tú lo hayas conocido.

Amaury. ¡Sí, cómo no, claro que lo conocí!

Monseñor. Y ya todo fue paz y tranquilidad, nunca tuve ninguna vacilación después. Me fue muy bien en el Seminario y después como sacerdote.

Amaury. Pero usted, ya en esa época, Padre, porque son las cosas que la gente está interesada por saber. ¿Usted era consciente de la cantidad de privaciones que iba a sufrir como mortal encomendándose al Señor, con la cantidad, no vamos a decir frenos, pero sí condicionantes que pone la Iglesia, para una persona que entra al Seminario? Hablo del celibato, hablo de la dejación de las cosas materiales…

Monseñor. Todo eso es verdad, pero no son solo privaciones, más que privaciones son renuncias, si tú quieres. La más fuerte quizás sea la del celibato, no cabe la menor duda. Pero hay tantos dones que yo veía que me vendrían con el sacerdocio también. No solo en el orden espiritual, sino como servicio a los demás. El sacerdote tiene una serie de puertas abiertas en el trato con las personas, católicos y no católicos, y eso es muy consolador. Entonces uno pesa todas esas cosas y sí, yo era consciente de eso, cómo no. Más que a los veinte años ya un muchacho joven, pues, qué se yo, tiene amigos y amigas, y sale y va a fiestas y todo lo demás, y hay alguna que le gusta más que las demás y todo eso. Eso es así. Y eso se tiene en cuenta, y uno decide.

Amaury.  Está muy discutido el tema del celibato. Está en estos días, en estos tiempos, muy sobre el tapete, como se dice. ¿Qué opinión le merece a usted eso?

Monseñor. Mira…

Amaury. …Yo sé que es una pregunta…

Monseñor. …Es una buena pregunta muy indiscreta tuya, pero bueno, yo te la voy a contestar de todas maneras. (risas)

Amaury. (risas) Yo se lo pido, es que es la única persona que me la puede contestar.

Monseñor. No claro, no cabe duda que es una cosa muy costosa y podría discutirse. El otro día, hace muy pocos, 15 días quizás, descubrí en una publicación alemana una carta de cuatro teólogos del momento, uno de los cuales era Ratzinger, Papa actualmente. Hablaban, después del Concilio Vaticano II, cuáles eran las cosas que podrían discutirse y plantear una revisión. Una de ellas era el celibato.

Eso no es un dogma de fe, y de hecho los sacerdotes de las Iglesias Católicas Orientales unidas a Roma no están obligados al celibato, pero la Iglesia tiene eso como disciplina universal desde la Edad Media, y lo mantiene porque considera que es una riqueza para la Iglesia. Y te digo que sí, que lo es, sin entrar en detalles, que ya pertenecerían a otro ámbito.

Cuando uno vive su celibato con fidelidad, puede tener momentos fuertes, malos. Pero habitualmente uno vive una situación de disponibilidad interior frente a Dios y frente a las personas que eso no se cambia por nada. Yo te aseguro que yo he sido sacerdote célibe, y he sido muy feliz.

Amaury. Ha sido un hombre feliz, se le ve. Lo he percibido siempre en su mirada, en su bondad y en su caballerosidad.

Monseñor. Lo soy, la verdad que lo he sido, no quiere decir que no haya tenido dificultades, que no haya tenido situaciones duras. Pero en general sí, he sido un sacerdote muy feliz.

Amaury. Sí, pero claro no ha llegado al silicio, ni a la autoflagelación. (risas)

Monseñor. (risas) ¡No, no, hasta ahí no llegué!

Amaury. Padre, yo quiero, fíjese que le hice algunas preguntas de las que yo pensé, ¡el Padre me mata, me va a matar!

Monseñor. ¡No!

Amaury. Pero son preguntas que la gente se hace.

Monseñor. Pero además, no te des importancia, que las preguntas esas no eres tú el primero que me las hace.

Amaury. No, no, no, está claro, lo que no sé, en lo que entro en duda es…sí, en televisión, 8 y 30 pm, por el canal 6, un martes, alguna vez lo ha dicho. Por lo menos tengo esa duda.

Monseñor. ¡Claro en televisión! Yo contesto, no hay problemas.

Amaury. Bueno, un día estábamos en la Basílica de San Francisco de Asís, en un concierto, no sé si era de José María Vitier. Estábamos allí y alguien se acercó y le dijo una cosa muy cómica, porque le afirmó que usted era el bisnieto de Carlos Manuel de Céspedes. ¡Y usted no es bisnieto de Carlos Manuel de Céspedes!

Monseñor. Yo soy el tataranieto, el tataranieto.

Amaury. ¡Pero usted le dijo que sí!

Monseñor. Sí. Ah, bueno, porque es que la palabra bisnieto me suena bien. Tataranieto es una generación más arriba, más antigua, y me suena feo. Desde que yo era muchachito, la palabra esa, tataranieto, perdona la expresión que voy a usar, pero me parecía una expresión “chea”, como dirían los muchachos de ahora, mientras que bisnieto parece una expresión mucho más noble. Nieto dos veces, entonces, pues, bisnieto. (Risas)

Amaury. ¿Y también de Mario García Menocal?

Monseñor. Nieto de Gabriel, que era hermano de Mario, y Mario era el tío abuelo. El tío Mario, como le decíamos siempre.

Amaury. ¿Y qué se comentaba en la familia, qué comentaban sus abuelos de Carlos Manuel?

Monseñor. Bueno, piensa que mis abuelos no conocieron a Carlos Manuel…

Amaury. …No lo conocieron.

Monseñor. ¡No, qué va! Mis abuelos eran viejitos, pero no tanto. Carlos Manuel se murió en el 74.

Amaury. Pero en la familia se hablaba de Carlos Manuel.

Monseñor. Se hablaba mucho, pero no por conocimiento directo sino por lo que les habían contado a ellos sus padres. Mi bisabuelo, Carlos Manuel, a sus hijos sí les contaba muchas cosas de su padre, y esas cosas fueron pasando así por tradición oral. Me acuerdo, de cuando era niño, que mi madre decía que en la Historia de Cuba había muchos cuentos reales muy hermosos que hacerle a los niños y me contaba cosas de la Guerra de los Diez Años, de la Guerra de Independencia, del exilio en Cayo Hueso… Así me criaron a mí. Entonces, claro, después, cuando llegué a la escuela y empecé a estudiarlas en los libros, ya yo me las sabía, porque ya me las habían contado en mi casa como cuentos para niños, pero verdaderos. Me decían: esto no es cuento, es verdad, esto fue así.


«Con 2 que se quieran» Monseñor Carlos Manuel de Céspedes García (Parte II)

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Amaury. ¿Y sus compañeros de escuela, estarían sobrecogidos con el hecho de tener como condiscípulo a un descendiente del Padre de la Patria?

Monseñor. No, no, sobrecogidos, no. Todo depende de cómo se viva eso. También me enseñaron, afortunadamente, de que esa cuestión de apellidos y tal, no es como para preciarse, sería una vanagloria, pues en definitiva la gloria es del que siembra eso. Uno no es nada más que un deudor, que debe tratar de llevar ese apellido con todo lo que representa en Cuba. De eso se va dando cuenta uno mientras más crece. Lo que representa Carlos Manuel de Céspedes en la Historia de Cuba, y que uno tiene que tratar de llevarlo con honor, pero al mismo tiempo con sencillez y sabiendo que es algo dado.

Lezama (José Lezama Lima) cuando se refiere a Carlos Manuel, y lo tiene escrito, pero, además, me lo dijo en más de una ocasión, decía: “Ese es el señorío fundacional. Y de eso tú no puedes olvidarte nunca, aunque te pese, tienes que cargar con el señorío fundacional.”

Amaury. Pero fíjese que Lezama Lima le dice: aunque le pese.

Monseñor. Claro, porque hay que tener siempre en cuenta que uno se llama Carlos Manuel de Céspedes y García Menocal. Eso pesa en el sentido de que hay que tener como una atención; una atención muy constante en muchas cosas. Yo no sé cuántos, no me acuerdo, porque tengo mala memoria para los números, pero Alba de Céspedes, la escritora descendiente de Carlos Manuel, nieta, pero por el lado de Carlos Manuel de Céspedes y Quesada, tuvo la curiosidad, con algunos historiadores, de sacar la cuenta de cuántos de la familia murieron entre las dos guerras. Y eran muchos, muchos.

Alba me decía: ¡Carlos Manuel, esto no lo podemos olvidar nunca! En las dos guerras, en la del 68 y en la del 95. Y entre los Menocal también hay muchos. Porque da la bendita casualidad, cosa que no se sabe mucho, que mi bisabuelo Menocal, Gabriel, el padre de mi abuelo Gabriel y de Mario Menocal fue el que encabezó el único alzamiento de una cierta importancia que hubo en Occidente cuando el 10 de Octubre del 68. Él era amigo de Carlos Manuel. Cuando se empezó a organizar el alzamiento del 10 de Octubre allá, él  empezó a organizarlo acá. Creo que duró quince días el alzamiento. porque le mandaron para enseguida las tropas españolas de Colón y se acabó. Pero había esa vinculación entre los García Menocal y los Céspedes desde entonces.

Amaury. Yo estoy mirando, primero, el entusiasmo con que usted me está hablando, cosa que me tiene  arrobado…

Monseñor. …Es que eso es carne de mi carne. ¡Cómo no voy a poner entusiasmo!  ¡No lo pongo, me nace, yo no lo tengo que poner!

Amaury. Y además, usted es muy generoso. Pero, a ver, usted nunca ha hecho distingos entre personas de otras denominaciones religiosas. Hablamos de eso, casi al principio, ni de distintas maneras de pensar políticamente, ni ha tenido nunca reparos raciales. ¿Usted ha ejercido eso como disciplina propia, o piensa que esa tolerancia es un don divino?

Monseñor. Mira, creo que yo puntualizaría primero una  expresión tuya. Uno hace los distingos, yo los hago, por ejemplo, en el plano intelectual. Cuando me preparaba para venir a Cuba, ya como sacerdote, sabiendo la orientación ideológica, teórica, de la Revolución, yo me “meché” con los contenidos teóricos, porque hay que hacer distingos en ese plano. Qué cosa es cada cosa. Pero eso es con respecto a los contenidos intelectuales, pero no con respecto a las personas. Tenía amigos marxistas desde que yo estaba en la Universidad, compañeros míos de la Universidad que ya lo eran en aquella época. Y eso en mí no fue fruto de una disciplina. Yo creo que es algo que me nació ser siempre así. Eso, de verdad, espontáneamente no me ha costado nada, eso ha sido así tal cual. A los amigos míos marxistas los he querido igual que si fueran católicos de comunión diaria y a los protestantes y a todos los demás.

Amaury. Yo creo que por eso también a usted se le quiere tanto y se le respeta tanto en el ambiente intelectual cubano, porque bueno, ¡usted es un intelectual! (risas)

Monseñor. (risas) Yo no sé si será verdad lo que te voy a contar ahora. Pero me lo contaron a mí cuando entré en la Academia de la Lengua. Una de las normas de la Academia, no en Cuba, en todas las academias, es que no se pueden tratar, en el seno de la Academia, ni temas religiosos, ni políticos. No se puede tocar el tema. Y parece que cuando hubo alguien, porque normalmente cuando se va a elegir un miembro nuevo, hay tres que lo proponen. Y cuando me propusieron a mí, hubo alguien que dijo: Carlos Manuel de Céspedes es muy buena gente, pero que no nos vaya a meter el tema religioso aquí, porque acuérdense que él es sacerdote. Y ahí estaba entonces el Presidente de la Academia, Lisandro Otero, que era amigo mío desde muy joven y Lisandro dice: Mira, si Carlos Manuel acepta ser miembro de la Academia y sabe que una de las condiciones es esa, el último que va a tocar ese tema aquí va a ser él. Y si alguien se lo toca, él le va a decir: cuando salgamos de la reunión yo hablo contigo todo lo que tú quieras. Y después fue que me hicieron el cuento, después de los meses de estar allí dentro.

Amaury. ¿Y por qué dice que no tiene la certeza de que es cierto?.

Monseñor. No, no, yo sí la tengo, pero bueno yo no estaba allí.

Amaury. ¡Ah, claro!

Monseñor. Yo no estaba allí, eso me lo contaron porque yo no era miembro todavía.

Amaury. Bueno, cuando terminemos el programa, antes de que yo me vaya, usted me dice, no en televisión, ¿quién fue la persona que dijo eso?

Monseñor. ¡No, yo no lo sé!.

Amaury. ¿Ah, no lo sabe?.

Monseñor. Ah, no, eso no lo sé, a lo mejor está muerto, hijo.

Amaury. Bicho malo nunca muere, Padre. (risas). Cuando usted se gradúa en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, usted llega a Cuba en el 63, digo, si no estoy equivocado…

Monseñor. …Sí, exacto, yo terminé la Licencia en Teología en julio y llegué aquí en agosto.

Amaury. Cuándo usted llega, ¿qué panorama se encuentra?

Monseñor. ¿El panorama que había en Cuba?

Amaury. Sí. ¿Qué panorama se encuentra en Cuba? La Iglesia estaba empezando a tener problemas con el Estado

Monseñor. No, en el 63 no los estaba empezando a tener, ¡ya los había tenido!.

Amaury. Ya los había tenido, claro.

Monseñor. Muy fuertes desde el 61.

Amaury. ¡Pero en el 63 todavía existían!

Monseñor. ¡Ah, claro muy fuertes!

Amaury. Muy fuertes. O sea, ¿cuál fue su posición ante eso? ¿Y cuál fue el conflicto, además? Si lo pudiera explicar.

Monseñor. Sí, primero mi posición, fue lo primero que dijiste. Cuando venía para Cuba en el avión, entré por México. Fui primero a Estados Unidos a ver a la familia mía, que ya se había ido. No tenía familia en Cuba cuando vine para acá.

Pero llegó un momento en que la azafata del avión, era por la noche, dijo: esas lucecitas que estamos viendo allá abajo, ya eso es Cuba, eso es Pinar del Río. Tuve así, como una emoción especial y le di gracias a Dios por estar regresando a Cuba, que era mi ilusión.

Pero le pedía a Dios realmente en mi oración íntima -esto lo he contado poco-, que me ayudara como sacerdote a hacer elemento siempre de unión y nunca de división en Cuba, cuando me tocara ejercer el ministerio aquí y lo he tratado de hacer. Pero como te dije, en la otra respuesta anterior, lo he sido casi naciéndome desde adentro, sin problema alguno.

Cuando llegué a La Habana, empecé a buscar a los que yo sabía que quedaban aquí, amigos míos de antes, algunos se incorporaron a la Revolución, algunos con cargos dirigentes, inclusive. Los empecé a buscar porque eran amigos y punto. Tenía que verlos después de cuatro años fuera y, desde el principio, tuve muy buena relación con ellos.

Ahora bien, en Cuba había habido enfrentamientos entre Gobierno e Iglesia. No es cuestión ahora de hacer balances pormenorizados, que yo he escrito y ha escrito otra gente sobre esa historia. Creo que la responsabilidad en eso es compartida. Además, Cuba no fue una excepción frente a los gobiernos marxistas. En todos los países que fueron marxistas, desde el punto de vista ortodoxo, hubo conflictos con las iglesias, sea con la católica, fuera con los protestantes o con los ortodoxos orientales.

Afortunadamente, afortunadamente, siempre hubo alguien, o más que alguien, no solo en singular, sino en plural, en los dos sectores, por decirlo de algún modo, que se preocupaba porque eso no fuera así e iban sembrando, iban sembrando. Y eso fue lo que creo que a la larga dio sus frutos. Que no ha sido una cosa ni impuesta, ni rápida, ha sido de una maduración lenta, pero creo que sincera por las dos partes.

Y hoy día, yo creo que no digo ningún disparate, la situación de la Iglesia en Cuba, es una situación normal, completamente normal, como puede ser en cualquier otro país católico y mejor que en muchos.

Amaury. ¿Y la visita del Santo Padre en el 98, usted cree que colaboró?

Monseñor. ¡Colaboró muchísimo! Fue un punto de giro para muchas cosas. Fue un punto de giro en el tema de las relaciones Iglesia-Estado. Pero también fue un punto de giro para mucha gente que se había alejado de la Iglesia, por lo que fuera, por temor, por enfriamiento, por lo que fuera, eso no hay que juzgarlo y con la visita del Papa -el entusiasmo que el Papa supo insuflar- mucha gente se acercó nuevamente a la Iglesia en aquel momento y siguen cerca.

Amaury. Hablemos de Monseñor Carlos Manuel de Céspedes, escritor. Usted tiene una obra literaria apreciable (Carlos Manuel hace una mueca de desdén). Padre, le pido por favor que no sea modesto, porque es verdad y entonces me hace quedar a mí como un loco (risas) después la gente dice por ahí: ¡Amaury está adulando al Padre!

Monseñor. No, pero adularme ¿para qué?, ¿qué te puedo dar yo a ti? (risas)

Amaury. (risas) ¡Mucho! Usted sabe lo que vale su bendición para mí.

Monseñor. ¡Pero tú ya la tienes desde hace mucho tiempo. La bendición, el cariño, todo eso!.

Amaury. Hablemos de su vocación de escritor, de su trabajo  directamente con las letras. Y usted además es un melómano, a usted le gusta muchísimo la música. Y en algún momento, recuerdo que yo era muy joven, y andaba por ahí por los predios de Eusebio (Leal), bueno, de lo que iba a ser La Habana de Eusebio, como le llamamos muchos, y a mí me gustan mucho las obras de Broadway y me dijeron: el Padre Carlos Manuel de Céspedes las conoce todas. ¿Es cierto?

Monseñor. Eso no es cierto. Puede ser que si nos trasladamos a Nueva York, son las obras del Metropolitan, las que yo me sé. No soy tan amigo de los musicales americanos, pero de la Ópera, sí.

Amaury. ¡Ah, pues mire! La gente crea rumores con respecto a las cosas. Me decían, ¡sí, le gustan mucho las obras de Broadway!

Monseñor. No, yo no era muy fanático de eso. Me gustan algunas obras, por supuesto, pero no es lo mío. Lo mío sí es la Música, me gusta mucho desde que era niño, la Ópera, la Zarzuela, los Conciertos de la Sinfónica. Desde muy chiquito yo iba a todas esas cosas. Y me sigue gustando mucho. Además, tengo el vicio, que no sé si es bueno o malo, no, si fuera vicio… no es vicio, si es vicio sería malo, es una condición, de estudiar con música desde siempre, o sea, yo estudio, trabajo, escribo, todo con música al lado.

Amaury. ¿Pero no lo distrae? A mí muchas veces me distrae.

Monseñor. No, por ejemplo, Monseñor Jaime (Ortega), que es un gran amante de la música, siempre me dice eso: ¿Cómo tú puedes, porque yo me iría detrás de la música?

Amaury. Claro, es lo que me pasa a mí.

Monseñor. No, yo no. Yo necesito de ella para alimentarme. Cuando escribo cualquier cosa, aunque sea una cosa sencilla como puede ser un artículo de Palabra Nueva, u otra cosa más compleja, yo siempre lo hago con música.

Amaury. A ver, Padre, nos vamos acercando a la curva final de la entrevista. ¿Qué opinión le merece a usted la pretensión de llevar al Padre Félix Varela a los altares?

Monseñor. Yo creo que el Padre Varela fue un hombre santo, eso no me cabe la menor duda, independientemente de los procesos. La Iglesia no lo ha declarado y para declarar a un hombre beato, primero, Santo después, hay una serie de requisitos. En el caso de la comisión que hizo todos los estudios para le beatificación del Padre Varela, yo estaba. Estaba en la subcomisión teológica, que tiene que estudiar todos los escritos que se conservaran de Varela y no solo ver en que estaba de acuerdo Varela con el pensamiento humano, filosófico de la Iglesia, y si en materia religiosa había algo que se opusiera a la Doctrina eclesiástica; y es impecable, es impecable. En ese sentido, Varela es impecable.

Había otra comisión que se ocupaba de la vida, y la vida de Varela fue ejemplar siempre, más que ejemplar, casi heroicamente ejemplar, o sea, que yo creo que las condiciones están. Pero en un proceso de beatificación y de canonización entran otras cosas, porque entra la ejemplaridad. Se presenta un señor o una señora, que van a ser beatificados, canonizados y se supone que se presentan como modelos a imitar. Hay que conocer muy bien la época para entender bien algunas opciones de Varela, por ejemplo, su participación en Las Cortes.

Hoy día eso no se permite, un sacerdote no puede ser miembro de ningún parlamento y entonces eso, pues puede ser chocante, aunque se sepa que él fue al Parlamento y se presentó a elecciones porque el Obispo fue quién se lo mandó, el Obispo Espada, pero bueno, está eso ahí. Por otro lado, era partidario de la independencia de Cuba, y eso en aquella época, frente a España, era un problema. Cuba era un país que tenía concordato con la Santa Sede, etc. No solamente por la independencia, si no había otros medios que apelar a la guerra. Hoy día no se aprueba que se apele a la guerra por cualquier cosa, tiene que ser defensiva. Entonces hay una serie de inconvenientes que yo creo que, no digo que imposibiliten totalmente, no hay que cejar en eso, hay que seguir insistiendo y presentando por acá y por allá, porque realmente el hombre era santo, pero obstaculizan la marcha rápida de la beatificación de Varela.

Mira, el caso del hermano de San Juan de Dios, el Hermano Olayo, el que se beatificó hace un par de años.  Esa fue una causa de beatificación sin problemas, un hombre bueno, santazo, sencillo, pobre, humilde, hijo de la beneficencia que consagra su vida a los enfermos. No había ningún obstáculo que ponerle. No escribió una letra. Me acuerdo una vez que fui a Roma a una de las gestiones, precisamente por la causa de Varela, y el Postulador, que se ocupa de echar adelante esas causas de beatificación y canonización, hablando de los escritos de Varela, se quedó así, mirándome, tratando de que yo entendiera el por qué de muchas cosas. Dice: “Padre, ¿usted escribe?” Digo: “Sí, no soy un gran escritor, pero escribo, ¿por qué?” Y me dice: “Si usted quiere verse en los altares, no escriba ni una letra. (risas) A los escritores les es muy difícil llegar a los altares, porque le analizan hasta la última letra.” “No hay problema ninguno; no voy a verme en los altares.” (risas)

Amaury. ¿Pero no hay una simplificación también de la doctrina, cuando se dice que hay que reconocerle un milagro, dos milagros?

Monseñor. Eso puede cambiar, eso es disciplina eclesiástica. Inclusive es más simple ahora que hace cien años, pero bueno, eso es así.

Amaury. Quiero terminar la entrevista, se está conmemorando este año, el 400 Aniversario de nuestra Virgencita de La Caridad.

Monseñor. Del encuentro de la imagen…

Amaury. …Del encuentro de la imagen, por supuesto, y se está haciendo una peregrinación por todo el país. En este momento en que nuestro programa está al aire, sabe Dios por dónde ande. ¿Qué valor en la reunificación de los cubanos -donde quiera que estén- usted le otorga a esa imagen de la Virgen de La Caridad?

Monseñor. Mira, la Virgen de la Caridad, para nosotros es ante todo, la Virgen María, la madre de Jesucristo. Sea cual sea la advocación -sea la Virgen de La Caridad, sea la Guadalupe, la advocación que sea-, tiene el valor de ser María, la madre de Jesús, pero, por condicionamientos históricos, que sería largo de expresar; esa imagen pequeñita…

Amaury.  …¡muy pequeñita y muy grande a la vez!

Monseñor. Sí, se ha convertido con los siglos en el corazón del pueblo cubano. Y hay mucha gente que, a lo mejor no son católicos practicantes, que no ponen un pie en la iglesia casi nunca, pero al Cobre si van alguna vez en su vida y tienen en su casa alguna estampa de la Virgen de La Caridad, que le llamaron la Virgen Mambisa, porque los mambises la llevaron a la guerra, cuando fueron a combatir. Los mambises se ponían bajo la protección de María de la Caridad.

Creo que hay que aprovechar esa convocatoria de la imagen de La Caridad y las cosas que se organicen en torno a su presencia, en un pueblo, o en una iglesia de La Habana, precisamente para transmitir los valores que en otra situación, quizá no se van a oír tan claramente. O sea, que yo creo que sí, que es una cosa buena. Une a todos los cubanos, sean como sean, piensen lo que piensen, La Caridad por encima de todo y es una advocación preciosa, además, tener como advocación a María bajo La Caridad. Es decir, el amor, no hay más hermosa advocación en todo el mundo.

Y creo que sí, que eso es un vínculo de unión, pero hay que aterrizarlo más en la vida, no solamente quedarnos en el rato de la imagen o frente a la estampa que tengo en mi casa, sino, ¡vivir la caridad! Ese es el mensaje de la Virgen de la Caridad.

Amaury. Bueno, Padre, yo le agradezco muchísimo que usted haya hecho un espacio en su tiempo, yo sé que está muy ocupado y los televidentes se habrán dado cuenta, para venir a conversar conmigo y me voy a ir con la imagen, quiero irme con esta imagen, no solo con la imagen de su bondad, de su nobleza, de su inteligencia, de su amor por Cuba, sino con esta imagen, o sea, pensando…

Monseñor. ¡Cuba y la Iglesia son las dos pasiones mías! Siempre lo he dicho, porque es así. Es que es así.

Amaury. Pero, qué lindo pensar, y así me gustaría irme para mi casa, pensando en que usted es el tataranieto del Padre de la Patria y un defensor de la Madre de Cuba, la Caridad del Cobre.

Monseñor. Esa no necesita que la defiendan. ¡Ella se defiende sola!

Amaury. ¡Ella se defiende sola! (risas). Padre querido, su bendición y gracias.

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«Con 2 que se quieran Luis Alberto García (Parte I)

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He sido leal al tiempo que me tocó vivir”

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, ahora aquí en 5ta. Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos acompaña otro de esos grandes amigos míos. La gente dice que yo nada más que invito a mis amigos, bueno, este es otro de mis amigos: uno de los actores más inteligentes de la escena cubana. Una de las personas más sensibles que yo conozco, un melómano, un chef de cocina, en fin, vamos a hablar con él de muchísimas cosas. Una de las personas que yo admiro profundamente. El Cine Cubano, la Televisión Cubana; la historia del Cine y de la Televisión Cubanas no se puede escribir, si no ponemos, como diría Eúfrates del Valle, en letras de oro, el nombre de Luis Alberto García hijo.

Mi hermano, un gusto que hayas venido, que al fin te haya agarrado, porque tú fuiste una de las primeras personas que llamé. Incluso, cuando este programa era un proyecto, cuando no se había filmado ni si quiera el primero, yo dije: Luisito. Y en aquellos momentos, tú, no me dijiste que no, porque la palabra no es decir que no, sino no mostraste un interés especial en venir. ¿Por qué cuando te llamé por segunda vez, sí?

Luis Alberto. Bueno, porque cuando comenzaba el proyecto tuyo, yo estaba atravesando un momento difícil de mi vida, en el plano personal, incluso hasta en el profesional. Y yo soy de la opinión, de que no tengo por qué echar a perder los proyectos de los amigos míos, sobre todo los proyectos que valen, como este.

Amaury. Gracias.

Luis Alberto. Luego, cuando vi el programa, pues me enamoré, te lo he dicho. Te he llamado y te he colmado de elogios, a ti y a todo tu equipo, porque de verdad que han hecho una cosa lindísima.

Amaury. Y bien que nos ha costado. Y te agradezco que hayas venido y voy a empezar entonces con este, porque en tu página Web, leí esta cosa increíble, que es un soneto que te hizo Joaquín Sabina. Y dice

En la página Web de Luis Alberto

quisiera yo plantar esta semilla,

beso de Judas, oración del huerto

de quien sabe poner la otra mejilla.

 

En al isla de los ciegos Dios es tuerto

verde olivo, Shangó de las Antillas,

alzo mi copa porque no estás muerto,

ni te has pasado en balsa a la otra orilla.

 

Y si quieres reír, pide otro trago

y si quieres llorar, llora conmigo

que perderá contigo la partida.

 

Yo sé que paladeas cuanto hago,

tú deberías saber que te bendigo,

melancolimulato de mi vida.”

Bueno, a cualquiera no se le hace un soneto… Joaquín Sabina no anda regalando sonetos como un loco.

Luis Alberto. Bueno, no sé, la vida me ha dado la suerte de tener amigos inmensos, gente que yo nunca imaginé que iba a poder tocar con mi mano, abrazar, o compartir su obra. Y este es uno de los casos. Bueno, me tocó. Yo a veces todavía no me lo creo. Y yo te soy sincero, Amaury, eso tampoco es así por gusto. Yo le decía: Joaquín, nunca en mi vida me puse a recopilar recortes de prensa, ni cosas así. ¿Qué sabía yo que iba a venir Internet ni las páginas Web ni nada de eso?

Amaury. Sí, claro, claro, ni él sabía.

Luis Alberto. Y entonces me dijo: Pero mira, los amigos, los que te conocemos, la gente puede dar opiniones, y eso vale lo mismo. Aquí está la mía… Me mató.

Amaury. Además, es precioso, melancolimulato.

Luis Alberto. Sí, sí.

Amaury. Una cosa…, cosas de Sabina. Sabina es como sus canciones pero…

¿Cuánto de Luisito hay en cada personaje?

Luis Alberto. Mucho, mucho. El trabajo nuestro es meterte en otras pieles, en personas que muchas veces son muy diferentes a ti, pero a cada personaje, por muy lejano que esté, yo siempre trato de ponerle algo mío. De ahí que a mí me interese, por ejemplo, si hago de un asesino, un ser deleznable, un tipo despreciable, pues digo, pero no hay nadie que sea despreciable a tiempo completo, y a lo mejor, este tipo tan despreciable, resulta que es fanático de Wagner y le gusta esa música. O este otro, que es igual de despreciable, siente un amor inmenso por un hijo o por una hija, y eso le da al personaje color, le da profundidad, y hace que la gente vea en pantalla a un tipo que es creíble, que no es malo a tiempo completo.

Amaury. Claro, pero ¿tú te sientes identificado con actores como Marlon Brando, por ejemplo, o Robert de Niro, que dicen que siempre son Marlon Brando y Robert de Niro, hagan lo que hagan, tú sientes que hay algo ahí que son ellos, siempre?

Luis Alberto. Yo quisiera, realmente, Dios o la vida no me ha dado todo el talento que yo quisiera tener. Yo quisiera ser diferente en cada personaje. Pero es tremendamente difícil. Es tremendamente difícil y no depende solo de que tengas una buena tanda de maquillistas detrás, ni mucho menos.

Amaury. No, no, no es caracterización.

Luis Alberto. Los dos que me pusiste son…, Marlon Brando y Robert de Niro.

Amaury. Lo que pasa es que leí, hace poquito, una entrevista de Robert de Niro, donde él decía: “Me cansé de intentar ser otra persona y ahora voy a dedicarme a ser Robert de Niro”. Estaba tremendo el comentario, por eso te lo hice.

Ahora, husmeando en tus cosas para preparar esta entrevista, encontré una frase tuya de cuando estabas filmando La vida es silbar, con Fernandito Pérez, dijiste lo siguiente: “He aprendido que no hay que darlo todo por hecho y que hay que trabajar para vivir mejor, no para sufrir.” La pregunta es: ¿Has logrado vivir mejor y no sufrir?

Luis Alberto. ¡Ay, Dios mío!, uno no puede andar diciendo frases así, porque después… (risas)

Amaury. …Mira, porque después salen en la entrevista…. (risas)

Luis Alberto. …Después salen en la entrevista y tienes que ser consecuente. No, sigo, sigo en ello. Sigo pensando que hay que trabajar para no sufrir. Lo que pasa es que la vida misma no es felicidad todo el tiempo, ni sufrimiento todo el tiempo y el trabajo nuestro, tampoco. Entonces sigo en eso, sigo en ese empeño.

Amaury. ¿Sigues en el empeño de vivir mejor?.

Luis Alberto. Sí, claro.

Amaury. Y de sufrir menos.

Luis Alberto. ¡Sí, no es malo, no es malo, eso no es malo, claro!.

Amaury. Ahora, aquí viene otra de las cosas que se dicen de ti, porque todas son interesantes -nuestro querido amigo, Carlitos Varela, ha dicho que las heridas de la vida tú las curas en el escenario- Y eso es bien arriesgado por parte de Carlitos, ¿tú estás de acuerdo con lo que Carlos dice?

Luis Alberto. Yo creo que lo que quiso decir es que los golpes, que el sufrimiento que puedes tener en algún momento de tu vida, yo los uso y los encaramo en el escenario, todo lo pongo delante de la cámara. El oficio de actor es bien difícil, porque tienes que sacar a flote tu mundo interior, si eres un tipo sincero y te tomas en serio tu trabajo, no tienes otra alternativa que mostrarte tal cuál eres, o sea, que de curarme nada. Puede que el trabajo me sirva para exorcizar demonios, o sacarme de adentro esas heridas, pero, ¿curarlas?, ¿olvidarlas?, no.

Amaury. A ver, yo no te voy a adular, yo te admiro mucho, como te admira todo el que te ha visto actuar en la vida, el que no te admire, es porque no te vio actuar, el que te vio actuar ya te admira. Sin embargo, yo tengo la impresión, igual tú piensas lo contrario, de que tú has luchado contra un componente en la vida, que es la suerte, o sea, tenemos también otro amigo querido, que estuvo en el programa, tuvo la gentileza de venir y que dio una entrevista fascinante, Jorge Perroguría, Pichi.

Luis Alberto. ¡Ahhh, el Pichi!.

Amaury. Es un hombre con suerte, o sea, además de talento, además de belleza, tiene suerte. ¿Tú te consideras un hombre afortunado? Porque tú también tienes talento, tú también tienes belleza física…

Luis Alberto. Depende de cuál sea la suerte. Yo creo que en el caso de Pichi…, Pichi estuvo listo para cuando ese momento se presentó. En su caso fue Fresa y Chocolate.

Amaury. Fresa y Chocolate, sí, él lo dijo en el programa.

Luis Alberto. Yo me considero un hombre afortunado, Ama, porque hago lo que quiero hacer, o sea, no hay muchas personas en el mundo que puedan estar toda una vida viviendo de lo que les gusta hacer. Y a mí lo que me gusta es actuar. Y lo he hecho, y además, lo he hecho con devoción, y creo que lo he hecho con hidalguía, y creo que lo he hecho con respeto. Y aunque no me sale bien siempre, porque hay…

Amaury. …Pero casi siempre…

Luis Alberto. …Porque hay cosas que a mí no me han salido bien. Yo me considero un hombre afortunado, por ese lado, muy afortunado. Claro, a lo mejor en otro contexto, qué se yo, me pagarían mejor o tendría una casa, finalmente. Cosas materiales, pero las espirituales, yo, las espirituales, de esas no me quejo.

Amaury. Tienes para regalar. (risas)

Luis Alberto. No, tampoco, porque eso suena, eso suena muy, eso suena muy…

Amaury. …Eso es vanidad.

Luis Alberto. Sí, sí. Pero no, no, las espirituales no…

Amaury. …Y compasión, cuando la gente dice: tengo para regalar, ese nivel de compasión es absoluto.

Ahora, yo estuve revisando, Luisito, y hasta la cuenta que yo pude sacar, -soy malo en matemáticas, muy malo-, tienes una carrera…, yo estuve contando, lo fui contando así, miraba en la pantalla y lo iba contando: uno, dos, tres, cuatro, porque yo no puedo contar tampoco rápido, y llegué como a 68, entre largometrajes, cortometrajes. Hay como cuatro que están por hacerse. Y lo de la televisión, ahí no pude contar, los números que yo me sé, que son como hasta el 100, ya en el 101 dije: ¿Qué número será el 101? Ya no podía. Todos esos trabajos ¿tú los haces, los aceptas: por acumular cantidad, o aceptas esa cantidad de trabajo porque es una posibilidad de sobrevivir en este mundo?

Luis Alberto. A ver. Yo he sido muy selectivo con los personajes, las obras en que decido trabajar, la gran mayoría del tiempo. En otros momentos, que son los menos, me he visto compulsado a hacer una película o un medio-metraje, que no me agrada tanto y que no me parece tan interesante, pero necesitaba poner comida en la mesa. Son las menos, o sea, que no ando por ahí queriendo acumular, porque al final, de qué te vale tener 400 películas, si de esas solo se pueden salvar dos. Yo, lo que sí soy un, como dicen en inglés, un workaholic, un tipo adicto al trabajo. Y aunque hay amigos míos que dicen que es un defecto, las tomo cuando se trata de trabajar gratis. Lo que pasa que no me gustaría que se acostumbraran mucho a que siempre fuera gratis.

Amaury. Bueno.

Luis Alberto. La vida es de una manera y yo no puedo tratar de cambiarlo todo, porque no soy Dios. Qué contradicción, que en muchas ocasiones, los trabajos que más quiero, incluso por los trabajos por los que más me respetan, a veces son los peor pagados.

Bueno, aquí no lo voy a decir, pero lo que Isabelita Santos y yo…, no cobramos mucho por hacer Clandestinos, casi nada. Sin embargo, a veces haciendo un bodrio, de lo que yo llamo comestibles, porque son para comer, resulta que de pronto vienen y me pagan: ¡caballeros! ¿por qué no me habrán pagado esto por Clandestinos?, que sí costó trabajo hacerla y no la cosa esta en que lo que estoy haciendo es casi un payaso. Pero bueno, es así.

Amaury. Bueno, pues ahora que hablaste de Isabel, voy a irme a Isabel, porque son como las parejas cinematográficas que uno recuerda, las americanas, ¿no? Es una pareja cinematográfica muy bien llevada, que te ha dado a ti y a ella, a los dos grandes satisfacciones. Hicieron Clandestinos; La vida es silbar; la de Chijona, ¿cómo se llama?

Luis Alberto. Adorables mentiras.

Amaury. Adorables mentiras.

Luis Alberto: En la televisión también hicimos cosas, muchas, muchas. Yo he trabajado mucho con Isabelita. Incluso, hasta una película que no salió nunca.

Amaury. ¿Cómo que no salió nunca?

Luis Alberto. La dirigió Danilo Lejardi, Alderete hacía la fotografía y Danilo Lejardi era el director y nunca salió. Parece que no funcionó, no la editaron a tiempo, no sé…

Amaury. …La dejaron lejardi, lejardi. (risas)

Luis Alberto. Sí, sí, la dejaron lejardi, lejardi (risas).

Chico, con Isabelita, yo tengo una relación que viene desde que éramos muy jóvenes, muy jóvenes, muy jóvenes. Yo veía a Isabelita en el comedor de la ENA y ella me veía a mí en el comedor del ISA.

Y desde que ella hizo Pasos hacia la montaña, me enamoré de su trabajo, de esa fuerza visceral que tiene esa muchacha, que es un animal de actuación. Bueno, cuando digo animal de actuación se entiende que es un piropo.

Amaury. Claro, está clarísimo.

Luis Alberto. Y desde entonces siempre soñábamos hacer cosas juntos, cuándo podríamos hacerlas y la vida nos puso en bandeja de plata muchas oportunidades y las hicimos. Luego, ya no somos tan jóvenes, casi siempre el cine se hace con gente de 20 años, 30 años, cosas así, y no hemos tenido nuevamente la oportunidad. La última fue en La vida es silbar, de Fernando (Pérez). Eso es un regalo que la vida me dio, trabajar con Isabelita.

Amaury. Ella también en su entrevista, no sé si la viste, en su entrevista para Con 2 que se quieran, ella también habló con mucho cariño de ti como partenaire.

Luis Alberto. Porque nosotros no necesitamos ensayar, no necesitamos hablar mucho, ahí sucede algo que es una empatía, eso es conexión, eso es química. O sea, sin química no hay química.

Amaury. (risas) No, eso lo dijo otro gran prócer, un gran prócer dijo eso, parafraseando, ¿no?

Luis Alberto. Sí, claro. (risas)

Amaury. Es el mismo caso de la técnica (risas). Luis, últimamente tú has sido muy entrevistado, siempre has sido muy entrevistado, últimamente más. Y yo descubro en esas entrevistas, las busqué, he rastreado en estos días, estoy hecho un experto en Luis Alberto García y yo no veo que se habla demasiado de tu niñez, de tu infancia, de tu familia. ¿Qué significó tú familia para ti, tus padres, tu entorno, tú niñez? y después quiero que me hables de cuán duro fue la muerte de tu padre.

Luis Alberto. Mira, yo vengo de una familia muy humilde. Por la parte paterna eran dos personas con muy bajos ingresos, que tenían 11 hijos, mi padre fue uno de esos 11. Y por la parte materna igualmente pobres, mi abuelo materno, que no lo conocí nunca, abandonó a su familia, mi mamá nunca más lo vio. Y mi abuela era costurera, mi abuela materna.

Nací en una casa en el Cerro, una pequeña casita en el Cerro, donde vivíamos 11 personas. Mis recuerdos de cuando era muy niño, muy niño, muy niño era que casi no veía a mi padre. Claro, yo nací en el 61 y sabes, aunque tú no eres tan viejo.

Amaury. Bueno.

Luis Alberto. Que la década de los 60 fue un década convulsa, no solo en el mundo, sino también en Cuba. Mi padre, entre el teatro, el cine, los conciertos, los recitales, no sé qué, no paraba mucho en mi casa. Yo tengo dos hermanos más, soy el mayor de tres hermanos varones. Mi mamá era la que siempre estaba bandeándose con nosotros. Y lo que recuerdo de mi padre siendo niño, es que descubrí muy pronto que la gente lo conocía en la calle, y eso me llamaba la atención. Yo decía, ¿y por qué estas mujeres forman esa gritería? Y que le firme autógrafos, y de pronto, como que me volví un adicto a eso, me encantaba salir con mi papá y ver que mi papá era tan querido y que en todas partes…

Amaury. …Y tan deseado…

Luis Alberto. …Sí, y al mismo tiempo, imagínate tú, qué cosa más linda para un niño, asistir a la filmación de unas aventuras. Mi papá estaba haciendo Espartaco cuando aquello. O asistir a un ensayo en el teatro y era una cosa muy rara para mi ver a René de la Cruz, a Carlos Gilí, a tanta gente que visitaban mi casa, y que se sentaban con mi padre a tomar y a comer y no sé cuánto y luego, verlos allá arriba, parados encima de un escenario, siendo otras personas. Ese entorno era para mí muy raro, pero al mismo tiempo atrayente, cautivante. De ahí, que desde edad muy temprana yo dije: Yo lo que quiero es hacer eso. A mi me gustaría ser, yo no decía actor, yo decía artista.

Amaury. Artista.

Luis Alberto. Decía artista. Sin embargo, mis otros hermanos no, para nada. En aquella época era habitual que hubiera niños actores, Bernardito Menéndez comenzó así, bueno, Patricio (Wood).

Amaury. Patricio Wood, igual.

Luis Alberto. Hizo El Brigadista muy temprano. Maribel Rodríguez también. Pero mi papá me dijo: no, no, negativo compañero. Usted gáneselo, estudie, que esto es una cosa muy seria. La actuación es una cosa esplendorosa. Y así fue como después ya me llevó hasta el ISA.

Yo, ahora, Amaury, me doy cuenta que los niños suelen ser, a veces, un poco injustos sin proponérselo. Yo estaba prendado de la figura de mi papá, ¿entiendes?, era como un enamoramiento de hijo a padre. Pero ahora, en la distancia, me doy cuenta que la verdadera heroína era mi vieja. ¡Pobrecita!, le decían la caminadora, porque mi mamá… Yo le pregunto ahora: ¿Mamá, porque tu nos hacías caminar tanto a nosotros, si habían guaguas? Y me dice: para cansarlos, para que se durmieran lo más temprano posible. Así que aprovecho tu programa para decirle a mi mamá, que yo quiero un autógrafo de ella.

Amaury. Ah, qué bonito, muy bonito. Afortunado tú que puedes pedírselo.

Luis Alberto. Y cuando mi viejo me faltó, pues me faltó la mano que salía siempre desde la oscuridad cuando yo estaba apretado. Pero de todas maneras, sigue estando ahí.

Amaury. ¡Claro que está!

Luis Alberto. Él me la da.

Amaury. Tú sabes que está; debe andar por aquí dando vueltas.

Luis Alberto. Me pone la mano aquí y me dice: enmiéndate anda.

Amaury. Oye, ¿y qué pasaba? a ver, para salir de… Es que los dos estamos en shock. ¿Qué pasaba en tu casa?, porque esa es la parte que a mí me llama la atención, cuando tu papá se daba un beso con un personaje de la televisión.

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«Con 2 que se quieran» Luis Alberto García (Parte II)

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Luis Alberto. Mira, mi mamá es una mujer de las que ya no existen. Mi mamá no acompañaba a mi padre en todas esas noches de farándula. Mi mamá iba al teatro, veía la obra una vez, pero tampoco era esa pareja típica, ¿no?, que tú ves al artista con su muchacha al lado, o su esposa al lado. No, no, mi mamá no iba a nada. Mi mamá iba al trabajo, nos cuidaba a nosotros y luchaba contra la migraña, que siempre tenía mucha migraña

Amaury. ¿En qué trabajaba tu mamá?

Luis Alberto. Mi mamá trabajó siempre haciendo uniformes y cosas así, en un taller textil.

Amaury. Ahora, tú eres una persona, Luisito, que a cada ratico uno lee una entrevista tuya, que a algunos les parece subida de tono, a mí me parece siempre justa y siempre equilibrada y siempre coherente. Porque así eres tú. Ahora, ¿Tú haces eso por una necesidad de que las cosas mejoren, cuando tú eres crítico, porque tú sientes que tienes una vocación de mejorador humano, sería la palabra, mejorador de la sociedad, sanador, sería, o tú lo haces porque te gusta la polémica?

Luis Alberto. No, no, mira, mira, yo no… Ser polémico no es un oficio, no, y además…

Amaury. …¡Hay personas que lo ejercen y lo trabajan!.

Luis Alberto. Sí, pero no, no, ni yo estoy interesado en hacerme de un pedigrí de contestatario ni mucho menos. Yo lo que mira. Este es el país que mi padre y mi madre escogieron para que yo viniera al mundo. Cuba me escogió a mí, yo orgulloso, ¿eh?, aquí es donde yo vivo y desde esa pertenencia, que además es una pertenencia que a mi me gusta decir, una pertenencia militante, porque tomo partido, desde esa pertenencia, yo siento que tengo todo el derecho de ser crítico y de cuestionarme cosas. Primero como artista, porque yo creo que los artistas -esto no es una verdad de Perogrullo, ni estoy diciendo que sea una sentencia así- yo creo que los artistas, más que dar soluciones, se cuestionan muchas cosas, casi todas.

Ahora, desde la pertenencia, que te hablaba antes, yo creo tengo el derecho de vivir en un país más justo, mucho más justo. A que el sueño del que hablaba mi Poeta Nacional, que es Silvio Rodríguez, que decía: En busca de un sueño ando todavía, pues yo ando todavía. Y para que los sueños sean sueños, uno tiene que pelearlos, y hay que ganarle espacio, a veces, a la desidia, a la estupidez, en ocasiones.

Amaury. A la inercia.

Luis Alberto. A la inercia, a la abulia.

Amaury. A la abulia.

Luis García. A la doble, hasta la triple moral.

Amaury. Y yo conozco gente que tienen más caras, ¡hasta cuatro!.

Luis Alberto. (risas) Ahora, no soy un apóstata, para nada. Yo digo las cosas en donde vivo, a tiempo y sonriente, ¿viste?, otra vez apareció Rodríguez.

Amaury. Claro, claro. Rodríguez ha estado apareciendo en todos estos programas. Es extraño que no haya querido venir aún.

Luis Alberto. Digo, en dependencia a lo que me pregunten, digo con toda sinceridad lo que pienso. Pero siempre para que la historia que me hicieron desde pequeño, tenga sentido.

Amaury. ¿Qué cosa era el Programa de Ramón?

Luis Alberto. El problema de Ramón.

Amaury. Porque era un programa como de radio provincial, por tanto este programa se escuchaba solo en la capital…

Luis Alberto. …Claro, ese programa se escuchaba en Radio Ciudad de La Habana. ¡Qué bueno que tú tocas eso! Hay algo que la gente no comprende. Un actor no es los personajes que él interpreta, ¿eh?

Te digo esto por lo siguiente. Cuando yo empecé a hacer el programa de Ramón, ya yo había hecho Algo más que soñar, para la televisión, con Eduardo Moya, y ya había hecho Clandestinos. Y la gente pensaba, mucha gente pensaba en ese entonces, que yo había ido realmente a Angola o que yo venía de la lucha clandestina. No, no, error, yo era un actor interpretando personajes. De ahí que como siempre me ha gustado todo lo que es transgresor, todo lo que es indagador, todo lo que se haga a la luz cosas en la que yo creo, Cuando Ramoncito me dijo: vamos a hacer un programa así.

Amaury. Ramón Fernández Larrea.

Luis Alberto. Ramón Fernández Larrea me invitó a hacer el programa y yo enseguida le dije: Sí, venga, claro. Y luego he leído por ahí que él dice; que se sorprendió, que yo que venia de filmar epopeyas patrias, que no sé qué, que hiciera colaborar en eso. Le digo: Ramón, ¿hasta tú caíste en esa trampa?, claro que sí. Tienen que entender de una vez y por todas que el mismo tipo que hace Clandestinos, es el mismo que participa en el programa de Ramón. Es el mismo que hace Los Nicanores, es el mismo que hace Algo más que soñar, es el mismo que trabaja en La vida es silbar. O sea, que un actor no puede casarse con un solo tipo de personaje.

Amaury. ¿Y qué cosa era El programa de Ramón? Cuéntaselo a la gente, a los que no lo conocen.

Luis Alberto. El programa de Ramón era un programa en clave humorística que diseccionaba la realidad cubana de ese momento, los años 80.

Amaury. 80, a mí me daban un cuero en el programa de Ramón.

Luis Alberto. Sí, daban un cuero violento, violento.

Amaury. Yo me reía mucho con las cosas que decían de mí.

Luis Alberto. Ramoncito era un tipo muy ocurrente, le gustaba ese humor muy, muy irreverente, muy irreverente. Y en ocasiones nos llevamos muy buenos cocotazos, ¿eh?, pero fue un espacio de mucha libertad, ahí, en Radio Ciudad de La Habana, con un piquete de gente muy divertida. Ahí estaba conmigo, por ejemplo, Ulises Toirac. Entonces era como un cuadro de comedia y se le daba chucho a todo el mundo, a todos. Había gente que se molestaba.

Amaury. ¿Sí, que se ponían bravos?

Luis Alberto. Había gente que se personaba en la emisora: oye, no digan más eso por ahí, porque…

Amaury. No te puedo creer.

Amaury. ¿Por qué dicen algunos que tú eres el más joven de los actores mayores y viceversa?

Luis Alberto. Ahhh, porque, a ver. Eso sí es algo que es innato en mí. Yo nunca he establecido barreras generacionales.

Amaury. ¡Qué bueno!, porque a los actores de tu generación, fíjate que ya caí yo mismo en eso, les gusta hablar de la generación, entonces son los cantautores de la generación, los escritores de mi generación y eso se convierte como en un cliché también, ¿no?.

Luis Alberto. No, no, para mí Cuba es mucho más y la cultura cubana es mucho más. O sea, yo no hago.

Amaury. Mucho más que una generación, claro.

Luis Alberto. Yo no hago quincallas particulares, ni finquitas, no, no. Para mí un actor de mi edad, o de 70 años, es lo mismo que uno que tiene 16 y empezó ayer. Si lo hace bien y enfrenta su trabajo con rigor, con seriedad, pues ese también es de mi generación.

Entonces, esas personas que dicen eso, lo que quieren decir es que, aunque los años vayan pasando por mí, en el almanaque, quiero decir, mentalmente yo siempre quiero tener 16 años. Y además, me encanta tener 16 años.

Amaury. Y arriesgarte, ir al barranco

Luis Alberto. Quiero decir que colaboro. Sí, sí, sí, colaboro con toda esa gente. Oye Luis, tengo una película que quiero hacer y no tengo dos kilos y no sé más, no sé qué. A ver, enséñame lo que quieres hacer. ¿Es esto? Mira, me interesa, venga, vamos a hacerlo.

Vas a trabajar con tal actor, pero él tiene temor. ¡No, qué temor de qué, ni qué temor! Si a mí cuando yo empecé tuve tanta gente linda que me ayudaron, que me tendieron una mano.

Amaury. Uno tiene que estar en reciprocidad, ¿no?

Luis Alberto. Sí, ahora, ¿qué me toca a mí? pagar, pagar y decir: Esta muchacha jovencísima, este tipo recién salido de la escuela, no les puedo hablar desde una altura. No, no, ¿qué te pasa? Yo estoy al mismo nivel que tú. Tú estás enfrentado al mismo demonio que yo y vamos a batirnos los dos juntos por esto, pero así, sin pose de ninguna clase, sin dar conferencias, sin ser un tipo doctoral. No, no, normal, normal.

Amaury. Bueno, tú eres muy buen amigo. ¿Quién le puso a ese grupo con el que tú te reúnes tantas veces y que son las personas que más tú ves? Pichi, Bárbaro Marín, Los Malitos. ¿Por qué Los Malitos?

Luis Alberto. Mira mijo.

Amaury. Digo para aclararlo de una vez.

Luis Alberto. Una vez más, un joven, Atanay ¿sabes quién es Atanay?

Amaury. Sí, hombre, como no voy a saber quién es Atanay el rapero

Luis Alberto. Atanay, que es mucho más joven que nosotros, de repente fue a una fiesta creo que en casa de Pichi, o algo así con nosotros, y se divirtió horrores, se murió de la risa. Y Atanay dijo: oye, pero ustedes son malitos, malitos, ¿eh?, ustedes se ponen malitos, malitos. Y él fue el primero que empezó a decir: Oye, ven acá, ¿los Malitos no se van a reunir más? Somos un grupo de amigos, no somos solamente actores. Hay pintores…

Amaury. …Músicos…

Luis Alberto. …Muchos músicos, que lo que hacíamos sobre todo, era; uno, querernos mucho y dos, apoyarnos mucho.

Amaury. A ver, ¿cuántos discos tú tienes? Porque tú eres uno de los melómanos más importantes que tiene Cuba. Tú, Sigfredo Ariel, creo que son ustedes dos. Creo que son ustedes los que le ganaron ya a todo el mundo.

Luis Alberto. No, no, tengo sentado frente a mí al “Boss”.

Amaury. Ya no tengo muchos. (risas)

Luis Alberto. Tengo sentado al frente al “Boss”. Mira, lo mío con la música, es, yo creo que a veces toma ribetes ya de enfermizo, ¿no?. Soy un melómano empedernido, de toda la vida, de toda la vida. Yo, desde que era un niño, descubrí que la música me aporta a mí una intensidad sentimental que no lo logra ninguna otra de las artes. Yo te digo con toda sinceridad, yo con gusto dejaría de ser actor y todas las películas y todas esas cosas, todo, todo, si mi padre me hubiera llevado a una escuela de música. Por lo tanto, todos ustedes que se dedican a hacer música, que la hacen incluso, para mí son como dioses. A mis personajes los hago con música, en serio.

Amaury. ¡Qué bonito, qué bonito eso!

Luis Alberto. Y ahora, que ya salió el IPod, es mejor, porque antes era muy complicado llevarte un long playing o una grabadora a un rodaje. Pero hoy en día yo llego a un sitio, me conecto mis audífonos y venga Mozart para abajo o Keith Jarrett para abajo, o en dependencia de lo que venga.

Amaury. Sí, en dependencia de lo que venga.

Luis Alberto. Y ¿sabes qué?, logro, incluso, aislarme, porque en un rodaje hay muchas personas que están haciendo lo suyo y yo he descubierto que con la música yo me voy a otro sitio y después regreso. Me preguntabas por la cantidad de discos…

Amaury. …Eso, te vas con la música a otra parte, qué bonito, ¿no?.

Luis Alberto. Sí, yo estaba, desde que tengo uso de razón, siempre me gustó acopiar música y tener música. Ese es como mi violín de Ingres. ¿Luis, a qué te dedicas en tu tiempo libre? Bueno, veo muchísimo cine, que es lo mío, que es lo que me toca, pero escucho muchísima música. Yo vivo para eso, de verdad, en serio y he hecho. Mira, yo he ido a los lugares más increíbles del mudo a buscar una canción, una canción.

Amaury. ¡Bueno, a  mi casa has ido a buscar un disco!.

Luis Alberto. Y las veces, las poquísimas veces que he salido con un presupuesto más o menos decente. Las pocas veces que he salido de Cuba con un presupuesto más o menos decente, tengo que evitar entrar en las tiendas de discos.

Amaury. No, eso puede convertirse en una dulce tortura y en un privilegio también que nosotros hemos tenido gracias a nuestro trabajo.

Luis Alberto. Claro, claro

Amaury. Háblame de la familia que tú fundaste. Ya hablamos de la familia que tú heredaste. Ahora hablemos de la que tú has fundado.

Luis Alberto. Tengo tres hijas.

Amaury. Que yo sé que las adoras y que hablas de ellas todo el tiempo.

Luis Alberto. Sí, Claudia y Camila son grandes, ya son mujeres. Y ahora tengo una bebé muy pequeñita, tiene tres meses, que se llama Vida. Ellas tres son lo mejor que yo he logrado hacer en mi vida, ahí está lo mejor de mí.

Amaury. Vamos a hablar de una cosa maravillosa. La última época en que nos vimos mucho fue porque tú habías hecho uno de los documentales -tú como realizador- más impresionantes que yo he visto, de los documentales que yo pongo para llorar, para emocionarme, Leal al tiempo, un homenaje a Eusebio Leal. A mí me parece que eso tiene una factura impecable. Se ha puesto por televisión en varias oportunidades. ¿Cómo fue trabajar con Eusebio?

Luis Alberto. Eusebio es un patriarca. Eusebio es un patriota. Eusebio es una columna de las que sostienen la cultura y la historia de este país. Es todo eso y al mismo tiempo es un tipo asequible.

¿Tú sabes cómo yo pude hacer ese documental? Ese documental lo pude hacer porque partí de mi admiración hacia él. Estudiando a este hombre, y acompañándolo durante casi seis meses, yo hice también un viaje a la semilla. Verle a él haciendo lo que hace, y lo bien que lo hace, pues a mi me alimentó espiritualmente. Yo me devanaba los sesos diciendo: ¿cómo en una hora puedo acercarme mínimamente, a la estatura de este hombre?

Amaury. Luisito, ¿tú suscribirías esta frase de Ortega y Gasset que dice: sin admiración no hay amor? Es muy arriesgada esa sentencia.

Luis Alberto. Sí, yo la suscribiría, claro. Así, pensado ahora así, no encuentro nada o a nadie en mi vida, que yo ame o a quien yo ame, sin que antes, sin que también pase eso por la admiración. O sea, que para mí, amor y admiración van en la misma valija.

Amaury. El documental de Eusebio y, con esto vamos a terminar. Tiene el gran título, Leal al tiempo, ya desde el título, ya uno empieza a temblar. ¿Luis Alberto García ha sido leal al tiempo? Sería la pregunta.

Luis Alberto. Sí. Yo he cometido errores como cualquiera, pero he sido leal al tiempo que me ha tocado vivir y al tiempo de las personas que me antecedieron. Antes te dije que mis padres escogieron para mí que yo naciera en esta tierra, ¿no? Al mismo tiempo yo también he escogido esta tierra para que nazcan mis tres hijas.

Hablamos de los sueños, yo decidí hace mucho tiempo, y sigo decidido a ello, sembrar los sueños míos aquí. Y yo soy de los que le gusta vigilar lo que sembré. Soy consecuente, aquí estoy, fajao. Inconforme en ocasiones, claro, ¿cómo qué no?, pero inconforme desde la pertenencia de la que también te hablé, que es mi derecho.

Sí, yo soy un tipo leal al tiempo que me tocó vivir. A veces gente que no me conoce, o gente que me quiere mucho, y que entiende las cosas de otra manera, me dicen: “Luis, ¿por qué tú te quedaste aquí? ¿Por qué no buscaste otros derroteros, o hiciste tu carrera en otra parte?”

Yo no critico al que quiere vivir en otra parte, yo creo que es un derecho muy soberano que tú quieras hacer tu vida donde quieras. Pero yo no soy de esos, no podría estar fuera de aquí.

¿Y si Fernando hace su mejor película y yo no estoy?

¿Y si Silvio y Pablo vuelven a cantar juntos y yo no estoy?

¿Y si mi hija más grande me da un nieto y yo no estoy?

¿Y si mi hija la pintora se vuelve una enorme pintora, que es lo que espero y yo no estoy?

¿Y si Vida, la más pequeñita, logra tener una vida más plena que la mía, y yo no estoy?

¿Y si los Industriales vuelven a hacerme una campaña como la del año pasado, yo me la voy a perder?

No señor, este es mi lugar, y tienen que darme también.

Amaury. Bueno, ante esas palabras, solo queda decir, gracias. Gracias mi socio. (abrazos)

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«Con 2 que se quieran» Litz Alfonso (Parte I)

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Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, aquí, en 5ta. Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy, ya en los programas finales, en el último mes de programas de esta primera temporada, nos acompaña una bella mujer, una joven y bella mujer, una de las más importantes coreógrafas de los últimos 30 años en Cuba. Una gran bailarina, y directora de una Compañía de Ballet, ella me va a explicar ahora como, en realidad se llama, pero yo debo decir su nombre, que es Lizt Alfonso. Gracias Lizt.

Lizt. Ay, gracias a ti, mi corazón.

Amaury. Gracias por aceptar venir, y por formar parte de este grupo de este último mes de Con 2 que se quieran, este último mes de esta primera temporada. Se está usando mucho eso de temporadas (risas). ¿Cómo se llama tu Compañía? ¿Ballet Lizt Alfonso, o Compañía Lizt Alfonso Dance Cuba?

Lizt. Bueno, el Ballet se llama, Ballet Lizt Alfonso.

Amaury. Ballet Lizt Alfonso.

Lizt. Ahora, en el exterior, por un problema comercial, totalmente de comercialización, se llama Lizt Alfonso Dance Cuba. También hubo un momento en que se utilizó el Lizt Alfonso Danza Cuba, pero finalmente, es decir, todos, entre los empresarios y nosotros, decidimos que fuera Dance Cuba.

Amaury. Pero aquí tendríamos que hablar del Ballet Lizt Alfonso.

Lizt. Ballet Lizt Alfonso, por supuesto.

Amaury. Ya. Bueno, cuando yo pienso en ti, cuando te veo, cuando hemos compartido alguna vez, en escenarios, yo, no bailando, no soy tan atrevido, yo ahí cantando, y ha estado tu Compañía. Siempre te miro y veo a una persona de mucho rigor, de mucho esfuerzo. O sea, tú te esfuerzas, eres muy rigurosa, y en un documental, por cierto, maravillosamente bien hecho, que les hicieron unos canadienses y que las personas de tu Compañía tuvieron la gentileza de hacerme llegar, que vi, y disfruté. Ahí dices que tú eres muy dura, y que eres muy dura en el rigor con que llevas la Compañía. ¿Tú crees que el éxito de tu Compañía tiene que ver con esa manera como tú la manejas?

Lizt. Yo pienso que el éxito está en que el que persevera triunfa, con mucho de empeño, con mucho de no aceptar el NO por respuesta, con mucho de esa dedicación, de ese rigor, de ese profesionalismo es que se puede llegar a conquistar un sueño. Porque al final, tener el Ballet Lizt Alfonso, era el sueño en mi vida, un sueño que se logró. Y yo pienso que todo parte de ahí. Si tú no te esfuerzas para tocar bien la guitarra, si tú no tienes rigor en tu vida, no la puedes tocar. Si tú no te esfuerzas para tocar el piano, para hacer una brillante composición, no lo puedes hacer, por supuesto, en todo eso juega también un papel fundamental el talento, con el que yo creo que se nace. Por el camino se va cultivando, pero tienes que nacer con él. El que no tiene talento, no lo tiene, y pienso también que las personas, todas, tienen un talento específico para algo, lo que, a veces, lo pueden desarrollar, y otras veces no.

Amaury. A mí me encanta ese criterio.

Lizt. Pero indiscutiblemente, lo que vayas a hacer, hazlo bien. ¿Por qué? porque cada uno necesita del otro para poder vivir. En este caso, en la Compañía, lo ves por todas partes, es decir, necesitas del vestuarista, del coreógrafo, del bailarín, del músico, del compositor, del que está en la oficina, necesitas de todo el mundo. Necesitas crear alrededor tuyo una familia que tenga un objetivo igual, que es este: el de llegar a un peldaño de la escalera, equis. Y digamos que yo soy como el timonel de un barco o el capitán. Si están corriendo para acá: ¡ojo!, otra vez vamos al centro. Si están corriendo para allá: ¡ojo!, otra vez vamos al centro. ¿Qué es lo que queremos? Llegar allí, ¡aja!, pero vamos a buscar cuál es el mejor camino.

Amaury. ¿Cuántos integrantes tienen?

Liz. 75, aproximadamente, entre todos, es decir, personal de oficina…

Amaury. …De oficina, músicos.

Lizt. Administración, exacto. Los más somos los artistas, la mayoría somos los artistas.

Amaury. ¡Ah!, ya. Ahora mi pregunta es juguetona: ¿Cómo te las arreglas para repartir a partes iguales disciplina y bondad? Hay compañías donde solamente se reparte bondad, y son un desastre. Hay donde solamente se reparte disciplina y es una amargura. ¿Cómo tú te la arreglas, cómo lo diseñas?

Lizt. Sintiendo…, sintiendo, no. Yo vivo en mi casa, esa es mi casa, ¿entiendes?, la otra casa, increíblemente, la de la familia, es extensión también de eso. Es decir, todos somos lo mismo. De hecho a mí me da mucha gracia que últimamente hay toda una generación, porque bueno, sí, ya la Compañía va a cumplir 20 años, digamos que es la segunda generación dentro de la Compañía, que me empiezan a decir Mamá Lizt. Y a mí, yo me muero de la risa, pero lo disfruto como no tienes idea.

Amaury. ¡Pero eres muy jovencita!.

Lizt. No, hombre no, ya yo tengo 43 años, pueden ser mis hijas perfectamente.

Amaury. ¡Tú eres joven, puedes ser hasta hija mía!.

Lizt. Pero es eso, es decir, es como, eso, tú papá y tu mamá, que te van diciendo en un momento determinado; ojo, que esto no está bien y después te dan un beso. Porque por encima de todo el amor se impone y tú y yo sabemos lo que es el amor, del amor que estoy hablando.

Amaury. Claro.

Lizt. Es decir, tú no decides nada, no eres tú quien lo está decidiendo. Decididamente hay algo por encima de todos nosotros que está tomando esas decisiones, tú solamente te tienes que quedar muy tranquilito, y tienes que estar muy enfocado para poder recibir esa información y a su vez darla a conocer. Punto.

Amaury. Trasladarla…

Lizt. …Y siempre habrá quien la reciba con beneplácito, y siempre habrá quien no. A veces tienes que dar un cocotazo, estoy hablando en sentido figurado, por supuesto. Otras veces tienes que decir una mala palabra, porque una mala palabra en su momento adecuado es muy necesaria.

Amaury. O dar un taconazo…(risas)

Lizt. …Exacto, lo que sea, ¿entiendes?…

Amaury. …Fuera de compás…

Lizt. Sí. En un momento ponerte muy fuerte, ponerte muy fuerte en determinado momento. Y en otros momentos, simplemente no te alcanzan los brazos del alma para poderlos abrazar a todos. Y estoy hablando de todos, desde el que limpia, hasta el primer bailarín, para poderlos abrazar a todos, y agradecerles, no el regalo que me están haciendo a mí, el regalo que le están haciendo a todos, a ellos mismos, para su vida, y a todas las personas que van a disfrutar de lo que nosotros hacemos, o a todas las personas que llevan a sus niños a nuestra escuela, donde esos niños están recibiendo una educación, digo yo, que es tan importante, porque también reciben esa disciplina, ese rigor, esa enseñanza artística en la que está la danza, pero está la música, está la estética, y reciben sobre todo esa cuota inagotable de amor infinito.

Amaury. Bueno, tú en un momento determinado, mientras me explicabas esto, me hablabas de una fuerza superior que guía, que traslada. ¿Puedo inferir que tú estás adscripta a alguna religión en específico?

Lizt. Yo creo en Dios, yo creo que existe, que es esa fuerza infinita que nos carga sobre sus hombros en los momentos difíciles en que necesitamos un apoyo, en que necesitamos una guía, en que necesitamos un sostén para poder seguir adelante. Creo que sobre todo de él emana el amor.

Amaury. El Dios compasivo, no el Dios castigador de algunos.

Lizt. No, eso no existe, para mí eso no existe. Indiscutiblemente hay cosas que todavía a mi edad no las entiendo, tendríamos que llamar aquí al Padre Carlos Manuel para que nos contara y para que nos guiara, como lo ha hecho en tantos momentos o, qué sé yo, a otras personas sabias, eruditas llenas también de esa bondad y de ese amor, para que nos cuenten cosas como por qué tiene que existir el cáncer, o por qué un amigo tiene que morir joven, cosas que yo no entiendo, yo no sé si tú las entenderás. Yo no las puedo entender. Pero digamos que en un momento determinado acepto lo que sucede con resignación. Pero si en mis manos está recibir la información para cambiarlo que no te quepa duda que se hace.

Amaury. Bueno, de todas maneras la semana que viene, el martes que viene, ve el programa porque va a estar el Padre Monseñor Carlos Manuel de Céspedes.

Lizt. ¡Mentira!

Amaury. ¡Aquí con nosotros!. Ahí encontrarás muchísimas respuestas.

Lizt. ¡Ah!, yo lo quiero, lo quiero mucho.

Amaury. En cuánto a mí, como creo en la vida eterna, tengo otra manera de acercarme a eso, pero la entrevista esa me la haces tú a mí un día.

Lizt. Está bien. Okay, un día conversamos sobre el tema.

Amaury. Cuando tú me hablabas de tú casa, también, de tú casa, la Compañía, tu casa, yo quiero decirles a los televidentes que es absolutamente cierto porque cuando yo empecé a buscarte para invitarte al programa, hablé con tu mamá, que por cierto, es un encanto y aprovecho para decirlo. Conversamos muchísimo por teléfono y me dijo: tienes que llamarla allá, llama allá con la gente que trabaja allá, ¿cómo se llaman tus secretarias?

Lizt. Nancy y Lissy.

Amaury. Con Nancy y Lissy, ¿no?

Lizt. Sí (risas)

Amaury. Me dijo habla con ellas, porque ella viene aquí ya por la noche muy cansada, tienes que llamar aquí como a las diez de la noche. Yo quisiera que tú me hablaras de tu familia, de tus padres, si tienes hermanos, no lo sé.

Lizt. No, soy única hija. Mi familia se compone de mi papá y mi mamá. Mi papá ya no vive en Cuba hace algunos años, pero sigue siendo mi querido papá.

Amaury. ¡Claro sigue siendo tu papá!.

Lizt. Un hombre maravilloso. Mi tío, un amigo muy cercano a mi papá y al que yo adoro también y al que le debo mucho, mi tío Carlos, al que le debo mucho de mi vida. Mi tía Teri, que vive en Estados Unidos, desde antes de que yo naciera, desde que estaba en la barriguita de mi mamá, pero, tú sabes, siempre hemos estado tan unidas, pese a los vaivenes de la política que han sido horribles, y siguen siendo horribles y estresantes entre los dos países, siempre ha sido una parte muy importante de mi vida.

Amaury. ¿Es hermana de tú mamá?

Lizt. Hermana de mi mamá. Y mis abuelos, que se dedicaron por completo a mí. Ya no están conmigo, pero digo que siempre me acompañan donde quiera que yo voy, los dos, mi abuela y mi abuelo. Pero especialmente mi abuela, que era profesora de Literatura y Español, y fue la persona que, digamos, que me acercó al mundo, por supuesto, al mundo maravilloso de los libros, de la lectura. Y que se dedicaron todos en cuerpo y alma a que la niña pudiera lograr su sueño de ser bailarina, de estudiar ballet.

Amaury. ¿Tú sigues viviendo con tu mamá?

Lizt. Sí, sí, si, siempre voy a vivir con mi mamá.

Amaury. Siempre, ¡qué lindo eso!

Lizt. Siempre mi mamá va a estar conmigo.

Amaury. ¡Siempre va a estar contigo!. Yo quiero hablar de la niña que quería estudiar ballet clásico, y logró matricular en L y 19. ¿Cuándo es que tú te das cuenta, frente a un espejo, sonó una música en la radio, cómo fue que tú dijiste: si esto yo lo muevo así,  y hago así y así, ocurre esto, esta sensación de bienestar, de placer que yo siento, cuándo tú lo descubriste, con qué edad?

Lizt. Dice mi mamá que desde que era muy pequeñita. Que ella me cargaba para mecerme, ¿no?, para dormir, y que por ejemplo, si yo sentía una música en la televisión o en la radio, pam, pam, me bajaba, ella me tenía que poner en el piso, y yo bailaba y cuando se acababa, me volvía a subir y me incorporaba; si era a dormir a dormir y si era a leer, a leer o a lo que estuviera haciendo.

Amaury. Pero era un movimiento como espontáneo, un movimiento espontáneo del cuerpo, o tú tenías ya tus pasos, de forma muy particular.

Lizt. Sí, era lo que saliera, me imagino yo. Ya después con el tiempo, sí, desde muy pequeñita hacía coreografías. De hecho yo a los 7 años tuve un premio, un premio en Pioneritos. Tú sabes que cuando íbamos a los concursos de Pioneros  y todas esas cosas, y yo ponía a todos los niños de mi aula a bailar y era normal ¿entiendes? Yo era la bailarina del grupo y la coreógrafa, desde chiquitica.

A los cuatro años me llevaron a ver el primer ballet, que fue Coppelia y lo hizo Loipa Araújo.

Amaury. ¡Ah!, la tuvimos invitada aquí en el programa también, precioso programa, bello programa el de Loipa.

Lizt. Lo recuerdo, un programa precioso, un programa bello, lo recuerdo, lo vi, lo disfruté. Y ya desde ese momento yo también dije ¿tú sabes?, fue como una decisión, es esto o nada.

Amaury. Esto o nada.

Lizt. ¡Esto o nada!.

Amaury. Lizt, pero tú eres muy terminante. Primero me dijiste: no acepto un NO por respuesta. Y después me dijiste: esto o nada.

Lizt. ¡Esto o nada!.

Amaury. Esto va dando un poco, para las periodistas que están aquí, que trabajan con nosotros, que vayan apuntando el título de esta entrevista: O esto o nada (risas).

Lizt. Claro, fíjate, si me explican el NO y me convencen, ¡ojo!, sí. Es decir, pero tengo que convencerme de lo que me están diciendo.

Amaury. Sí, pero el NO siempre es muy difícil de explicar. (risas)

Lizt. ¡A veces más que los SÍ!.

Amaury. A ver, tú llegas a L y 19, porque tú querías ser bailarina clásica…

Lizt. …A mí me suspenden cuando voy a entrar en la prueba de L y 19. Me suspenden en la primera prueba porque yo no tenía condiciones físicas para ser bailarina.

Amaury. ¿Por qué no tenías condiciones físicas?

Lizt. Y mi mamá me lleva a ver a Laura Alonso, que es la primera persona que me ve así y me dice: no tienes empeine, no tienes extensiones. Después le dijo: tienes condiciones de  hombre, tiene buen salto y tiene intención de giro, o algo así. Y yo la miraba, y la miraba; y lloraba y lloraba. ¿Pero tú quieres ser bailarina? Sí. Fíjate, yo voy a empezar, si tú quieres, te voy a llevar a un lugar para que tú aprendas, para que tú cojas esas condiciones físicas, pero cuando todo el mundo ponga el pie así, tú lo tienes que poner así. Y cuando todo el mundo se ponga el pie aquí, tú lo tienes que poner allá, te lo tienes que pegar a la cabeza. Eso va a significar mucho esfuerzo, muchas lágrimas. No te creas que lo que estás llorando ahora. Yo se lo agradezco toda la vida, la forma en que me habló, porque esa fue, esa es la clave de mi vida. Nada se logra fácil.

Amaury. Todo cuesta trabajo.

Lizt. Todo cuesta trabajo, pero además, mientras más trabajo te cuesta, más lo disfrutas. Y esa es la clave, yo pienso, esa es la clave de mi vida y me lo enseñó Laura Alonso, y se lo agradezco hasta el día de hoy, y se lo agradeceré toda la vida.

Incluso, posteriormente, es decir, yo logro entrar a L y 19 después y cuando suspendo el pase de nivel de quinto año, igual, me dicen que me van a mandar a estudiar coreografía a la Unión Soviética, pero mi plaza nunca llegó, o mejor dicho, se la dieron a otra persona. Ahí vino un cambio en mi vida, otro cambio de los tantos que ha habido, siempre con el mismo objetivo, llegar a lo mismo.

Amaury. Sí, sí, llegar aquí. (Amaury hace un gesto con la mano como si marcara la altura)

Lizt. Sí, sí, yo quería ser coreógrafa, primero bailarina y coreógrafa y después coreógrafa, y tener una agrupación.

Y entonces ahí, bueno, estudié en el preuniversitario, en el Saúl Delgado, maravilloso. De pronto el espectro se me abrió como no tienes ni idea. Ver a Danza Contemporánea, ver al Folclórico, ver todas las Compañías de baile que pasaban por Cuba, que, afortunadamente, Alicia (Alonso) las traía a los Festivales de Ballet, como mismo las sigue trayendo.

Amaury. El Teatro Musical de La Habana.

Lizt. Todo eso, Héctor Quintero, Nelson Dorr. Ir a todas las exposiciones que se pudiera. Todos los conciertos, el espectro se me abrió enormemente.

Amaury. ¿Pero seguías estudiando ballet clásico?

Lizt. Pero seguía estudiando ballet en el Centro Pro Danza con Laura.

Amaury. E Isabel Bustos, Marianela Boan, Caridad Martínez.

Lizt. Ay, el Postmodernismo de la Danza en Cuba

Amaury. Esos grupos alternativos, ¿no?.

Lizt. Sí.

Amaury. ¿Qué recuerdos tú tienes de ellos?

Lizt. Muchos, se volvió a abrir el espectro. Había otro mundo posible dentro de la coreografía. Que en un momento determinado hicieron una explosión, sobre todo en Cuba. Para demostrar eso: que había otra coreografía, otra forma de decir, otra forma de hacer, posible. Y esa fue mi tesis, precisamente, cuando me gradué de Teatrología en el Instituto Superior de Arte.

Amaury. ¿En qué momento tú no le aceptas, -porque esta parte yo me enteré hace poco- tú no le aceptas a Olga Bustamente participar en su grupo? Ella te invita a que tú seas de su grupo, y tú decides: no, yo no voy  meterme en eso, yo me voy al ISA.

Lizt. Sí, que era el Conjunto de Danzas Españolas en el Gran Teatro de La Habana. Yo estaba ya en el quinto año de la carrera de Teatrología en el ISA y, realmente, para poder terminar el ISA. No podía estar en la Compañía de Olga aunque ella quisiera. Es otra persona a la que quiero mucho y le agradezco mucho.

Amaury. ¿Pero no te seducía la idea?

Lizt. Claro que me seducía y estuve allí, y tomé todas sus clases. Y aprendí muchísimo con ella. De hecho casi todo lo que sé de Danza Española, todo lo que aprendí en esa etapa inicial, se lo debo a Olga Bustamante, a Andrea Méndez y a las personas que nos acompañaban en la Sociedad Concepción Arenal y el Conjunto de Danzas Españolas del Gran Teatro de La Habana, pero en ese momento, ¿sabes? la base que me estaba entregando a mí El Instituto Superior de Arte, era tan fabulosa, tan necesaria para todo lo que ha venido después, que te vuelvo a decir: que el hombre propone y Dios dispone. Ese no era el camino, era este. En aquel momento a mucha gente le costó trabajo entenderlo, pero hoy por hoy, ya sabemos por qué.

Amaury. Claro, ¿y cuándo te empieza a picar el bichito, -es una frase super cursi-, de las danzas españolas?.

Lizt. Fue cuando terminé el quinto año de ballet, precisamente.

Amaury. ¿Qué viste, qué pasó?

Lizt. Dino Carrera, el crítico Dino Carrera que era muy amigo de mi familia desde desde que yo era pequeñita, me dice: no, pero tú no puedes dejar esto aquí, tú tienes que seguir, porque eso es lo que a ti te gusta. Él quería que yo fuera crítica, él no quería que yo fuera coreógrafa.

Amaury. Bueno, tú habías hecho un trabajo periodístico, mientras estabas en el ISA, para Radio Reloj, para la Revista Albur.

Lizt. Exacto. Pero eso fue otra cosa que me enseñó Laura, que es que hay que hacer todo, y es la única forma de aprender. Tú no puedes llegar a ser director de algo si no empiezas desde abajo, porque después nadie te puede hacer un cuento, ¿entiendes?, es decir, que son los pasos de la vida que te llevan adonde te tienen que llevar, y punto. Una vez más, perseverando y trabajando muy duro.

Amaury. Sí, pero tienes que haber visto, a ver, todo el mundo aquí sabe que existen las danzas españolas, y el flamenco, y todo eso, pero tú tienes que haber visto algo que te deslumbró, un momento que tú dijiste: ¡esto!.

Lizt. Cuando fui a ver a Olga Bustamente con Dino Carreras.

Amaury. ¡Ahí, exactamente!.

Lizt. Dije, mira qué interesante todo esto. Pero con los años, fíjate, que fue otro elemento de base, porque la Compañía lo que hace no es danza española.

Amaury. ¡No, no, no, hace fusión!.

Lizt. Hace fusión, entonces ese es uno de los elementos básicos de nuestra raíz, las danzas españolas, que lamentablemente en esos momentos estaba en un segundo, tercero o cuarto plano. Y, una vez más, por suerte, ha renacido, digamos, o se ha revitalizado para llegar a lo que tenemos hoy.

Amaury. Bueno, fíjate qué curioso, Lizt, porque, cuando yo era niño, yo fui niño. (risas)

Lizt. Todos hemos sido niños, y en alguna forma lo seguimos siendo. (risas)

Amaury. No, a veces la gente dice, ¡Amaury tiene una cantidad de años!. No, yo fui niño algún día, y yo me acuerdo que en mi barrio, en Fontanar, en donde yo nací, adonde yo todavía pertenezco de alguna manera, recuerdo que allí había muchachas, compañeritas de escuela, que bailaban en El Sevillanito, que daban clases de baile español y eso era considerado hasta casi una pedantería de las mamás, llevar a las niñas a bailar español, ¿tú nunca tuviste miedo a esa imagen peyorativa que se tenía aquí de los que bailan español? Danza Contemporánea, Ballet, Folclor sí, ¿pero, baile español?

Lizt. En alguna medida hay personas que todavía siguen pensando así.

Amaury. ¿Sí?

Lizt. Es problema de ellos, no es nuestro.

Amaury. Pero tú reconoces que es una opinión que puede tener alguna gente.

Lizt. Sí, pero es problema de esas personas porque realmente el trabajo que se está haciendo, está bien hecho. Yo no sé si te puede gustar o no, pero lo que todo el mundo tiene que reconocer es que está bien hecho. Y tantas miradas a favor, no deben estar equivocadas.

Amaury. Ni que coman hierba tantas vacas, ¿no?, no pueden estar equivocadas como dicen por ahí (risas).

Lizt. No pueden estar equivocadas. (risas)

Amaury. Pero cuando llegas ahí, tienes que aprender castañuelas y taconeo.

Lizt. Todo, claro, por supuesto. No, y escuela bolera con zapatillas, todo. Lo que pasa que teniendo la base del ballet, vamos, es fácil, fácil.

Amaury. ¡Rapidísimo!.

Lizt. Claro, otra buena base para poder seguir adelante. La base del ballet, que es prácticamente la base de casi todo.

Amaury. ¿Qué pasó con El Conjunto Danzas Ibéricas, que tú no pudiste quedarte con ese nombre?

Lizt. Ah, bueno, cuando yo fui a trabajar a Pro Danza, cuando terminé en el Instituto Superior de Arte la carrera de teatrología, en ese momento Laura (Alonso) me dice: Lizt, quiero que vayas a dirigir los talleres vocacionales del Gran Teatro de La Habana, que eran: Danza Española, Actuación y Ballet.

Yo le dije: sí, maestra, yo no le decía no a nada que fuera trabajo, no importa, el día entero, eso era lo que yo quería. Y entonces allí me doy cuenta que habían muchachas,  muchas muchachas que tenían talento, y que simplemente no pasaba nada con ellas, y cuando ya tenían una determinada edad, tenían que abandonar el baile, y entonces yo le pido a Laura, le digo: Yo quiero hacer una agrupación. Todavía existía el Conjunto de Danzas Españolas también. Dígole: Laura, yo quiero hacer una agrupación. Y Laura me dice: Bueno, Lizt, no te puedo apoyar desde el punto de vista material, pero desde el punto de vista espiritual, sí. Si tú crees que están creadas las condiciones para hacerla, hazla.

Y así es como hacemos Danzas Ibéricas y esa es la génesis de lo que es hoy el Ballet Lizt Alfonso. Incluso yo cuento los 20 años de la Compañía a partir del nacimiento de Danzas Ibéricas, porque somos los mismos, es la misma cabeza, son las mismas gentes. Y cuando en un momento determinado yo decido declararnos como una compañía independiente, imagínate tú, independiente en Cuba.

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«Con 2 que se quieran» Litz Alfonso (Parte II)

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Amaury. ¿En qué año?

Lizt. En el año 92.

Amaury. ¡Período especial!.

Lizt. Sí, pleno período especial. Bueno, en pleno no, empezaba el período especial.

Amaury. Fue el año en que se empezó a poner bien duro.

Lizt. Crudo y duro, y fue, imagínate, una vorágine aquello, y fue la debacle porque gran parte del grupo se fue al Conjunto de Danza Española del Gran Teatro de La Habana. Otra parte se quedó conmigo. El grupo musical completo se fue, pero nosotros nos mantuvimos trabajando. Y mira, ahí está, porque supuestamente no íbamos a ningún lugar. Y por eso no pudimos conservar el nombre de Danzas Ibéricas, porque Laura lo tenía, por supuesto, como un nombre de la propiedad del Centro Pro Danza.

Amaury. Ah, un nombre registrado, claro.

Lizt. Exactamente. Lamentablemente. Si hubiera sido yo, hubiera dicho: váyanse con el nombre. Y al final después tratamos de ponerle.

Amaury. ¿Si Laura hubieras sido tú?

Lizt. Sí, les hubiera dicho: váyanse con el nombre, sigan su camino, eso no tiene nada que ver. Los caminos son muchos y todos conducen a Roma. Y bueno, a partir de ese momento, primero le pusimos Ballet Español de La Habana. Después ya surgió como tal del Conjunto de Danzas Españolas, el Ballet Español de La Habana, como se conoce hoy. Y por último, una de las bailarinas me dijo: mire, maestra, yo pienso que lo mejor es ponerle su nombre, porque es el único que nadie le va a poder poner. Y yo le dije: ah, no es mala idea, vamos a ponerle Ballet Lizt Alfonso.

Amaury. ¿Y registraste el nombre?

Lizt. Sí, y siempre usamos el nombre de Ballet como un nombre genérico, y por eso, fíjate que en el exterior se llama Danza Cuba, porque ya eso tenía que ver con la génesis de lo que venía fomentándose en esa base, que en un principio fue cultivar las danzas del folclor español tal cual, es decir, reproducirlas y después, convertirnos en la fusión que hacemos hoy. Si nosotros tenemos una Escuela Cubana de Ballet, tan fabulosa comprobada en el mundo entero, no tengo que hablar de sus resultados, porque lo estamos viviendo y viendo cada día de nuestra vida. Si nosotros tenemos un teatro, con unos directores de teatro, y unos actores de teatro como los que tenemos. Si nosotros tenemos una historia, una cultura, una tradición de música y de danza popular tan fuerte, para qué vamos a repetir si podemos hacer algo auténtico, algo nuevo y nuestro. Y eso es lo que ha pasado al final. Que dondequiera que nos paramos, incluido en España, dicen: ¡son tan nuestras, pero son tan cubanas!. Y eso es lo que es.

Amaury. Claro, eso es lo que se llama fusión.

Lizt.  Eso es lo que nosotros llamamos fusión.

Amaury. ¡Fusionar una cosa con otra!.

Lizt. No solamente fusionar las músicas y las danzas del folclor…

Amaury. …No, y los movimientos, a veces el taconeo va por un lado y el torso está haciendo una cosa totalmente cubana.

Lizt. No, y las manos otra.

Amaury. Las manos otras.

Lizt. Y la cabeza se está moviendo de otra, y las caderas se están moviendo de otra. Ese es el orgullo de la nacionalidad, que nos hace diferente.

Amaury. Ahora, ¿por qué no hay hombres en la Compañía?

Lizt. Mira, el que no hubiera hombres es una decisión tomada desde el principio, cuando hicimos la agrupación. A mí me parecía que era muy difícil hacer un espectáculo de dos horas, solamente con mujeres, y que mantuvieras al espectador en el filo del asiento todo el tiempo, diciendo: ¿cuál va a ser el próximo paso?, ¿qué va a ser lo próximo que van a hacer para seguirme teniendo así, como me tienen, capturado?, ¿entiendes? Esa fue la idea desde el principio, que si me preguntas ahora, te diría que me encantaría, y la lo he dicho en otras ocasiones, tener una compañía de hombres. Me encantaría que más madres, como algunas ya lo han hecho, se pararan en el frente de la escuela y me dijeran: aquí tiene a mi hijo, quiero que lo encamine.

Amaury. ¿Ah, sí, o sea, hay una posibilidad?

Lizt. Sí, como no, es que ya nosotros tenemos niños en la escuela, los tenemos.

Amaury. ¿Ya los tienen?.

Lizt. Sí, sí, los tenemos. Lo que pasa que todavía tenemos ese tabú como pueblo, de que ser bailarín es ser homosexual, y es un gran error.

Amaury. ¿Tú crees que todavía sigue ese tabú?

Lizt. Sí, cómo no, cómo no.

Amaury. ¿Todavía es grande?

Lizt. Hay dos tabúes muy grandes: uno es ese, y el otro es el de la raza.

Amaury. Ah, bueno, ahí iba también.

Lizt. El otro es el de la raza, es decir, cada vez que a mí me dicen: ¿por qué no tiene más negros en la Compañía?, o ¿por qué no tienes más mestizos en la Compañía? Yo me insulto, me insulto.

Amaury. ¡Qué bueno que no te lo pregunté!

Lizt. Porque aquí, el que no tiene de congo, tiene de mandinga,  y el que no tiene de carabalí. Me perdonan, pero todos, en algún momento del árbol genealógico, o casi todos, hemos tenido una influencia de un lado y del otro y hasta del otro. Porque vamos con los chinos, vamos con los árabes, en fin, que tenemos muchas influencias. Y es algo que realmente me molesta mucho, porque para mí todos somos seres humanos, punto. No me importa el color, no importa si somos verdes, amarillos o rojos. No importa si creemos en algo, o si no creemos, lo importante es lo que somos y lo que demostramos cuando estamos en un escenario, eso es todo.

Amaury. Lizt, tú eres coreógrafa, pero eras coreógrafa y bailarina a la misma vez. Y aquí han estado, como tú has visto, otros bailarines, y la pregunta del retiro, es una pregunta que a mí me parece muy complicada, porque, claro, hay una autodefensa del bailarín que dice: no, yo en la coreografía encontré una expansión, y no importa, y hay que dejar de bailar un día. Pero tú eres muy joven todavía, entonces cuando tú te paras en un tabloncillo, todavía eso funciona perfectamente.

Lizt. Bueno, no hay que exagerar.

Amaury. Yo creo, yo estoy seguro que funciona perfectamente.

Lizt. Mira, en mi caso fue una cosa muy diferente, en qué sentido: Nosotros fuimos una Compañía independiente durante 9 años, eso fue un período muy difícil de la agrupación. Y en alguna medida todavía lo seguimos siendo.

Amaury. Y trabajaron gratis y todo eso.

Lizt. ¡Y lo seguimos haciendo!.

Amaury. No, pero no tenían salario ninguno.

Lizt. Sí, durante años. Y además, no me preguntes de dónde sacamos los zapatos, de dónde sacamos la ropa, porque todo sale de nuestro mismo trabajo. Ojo con eso, no viene nadie y nos lo regala, ni nadie nos lo da. Nosotros lo tenemos que trabajar.

Pero hubo un momento en que yo tenía que ocuparme tanto, tanto, de otras cosas, desde conseguir las telas, el bombillo, período especial, estamos hablando, etc., etc., había que ocuparse de tantas cosas, de las presentaciones de la Compañía en Cuba, de las presentaciones de la Compañía en el exterior. Eso por un lado, es decir, era demasiada carga de trabajo, para después pararte sobre un escenario. Demasiada responsabilidad antes de llegar al escenario. Entonces  tú empiezas a dejar de entrenar, a dejar de ensayar, es decir, pasas, te vas quedando tú como en un segundo plano por lo demás. Y por otra parte, mucha gente decía: yo vengo a ver a Lizt Alfonso bailar. Y yo no quería, yo quería que fueran a ver a la Compañía y las coreografías que yo montaba para la Compañía, no quería que me fueran a ver a mí. Y por una cuestión estratégica, cuando regresamos de la gira de España en 1998, con Sinceramente  FG dedicado al centenario del natalicio de Federico García Lorca, yo dije: es mi última función.

De hecho yo no me considero, desde hace mucho, cuando alguien me va a presentar, yo no dejo nunca que me digan; bailarina. Coreógrafa.

Amaury. Bueno, creo que empecé mal este programa porque creo que dije bailarina. (risas)

Lizt. ¡Bueno! (risas)

Amaury. Bueno, pero con cariño tú me lo permites. (risas)

Lizt. ¡Seguro!. (risas)

Amaury. En el año 2002, 2003, a mí, hubo un hecho que, un dato curioso, yo estaba trabajando en New York, y me encontré en la calle, con un grupo de tus bailarinas. Digo, hago el cuento, porque fue en ese momento que me enteré que ustedes estaban haciendo una temporada en Broadway, en un teatro importante. Porque mucha gente dice: yo actué en Broadway, pero la calle Broadway es muy larga, empieza en Washington Heights y termina por Wall Street.

Lizt. Hay muchos teatros.

Amaury. Pero al pedacito donde están los teatros importantes, es muy complicado llegar. Cuéntame de esa experiencia porque esa es la meca.

Lizt. El teatro era el New Victory Theater, en Nueva York, en ese momento, lo que estaban poniendo en el teatro de enfrente era El Rey León. Nosotros hicimos, si mal no recuerdo, 25 ó 27 funciones, no sé, porque yo nunca guardo mucho los datos en mi memoria, para eso están los demás, yo hago coreografías.

Amaury. ¡Eso es tremendo, eso es tremendo, Lizt!.

Lizt. ¿Y como llegamos allí?: Nosotros en el año 2001, ¿2001, Lizt?, sí, hicimos una función en el Parque Central de Nueva York, y las personas que tienen que ver con el circuito de Broadway fueron a ver a la Compañía, y decidieron unos días después, contratarnos en el año 2003. Y fue cuando hicimos la temporada de esas veinte y tantas funciones.

Amaury. ¿Cuando yo me encontré con las bailarinas?

Lizt. Cuando te encontraste con las muchachas, porque tú también estabas actuando allá.

Amaury. Yo estaba también haciendo temporada, lo que pasa es que yo estaba en la parte alta de Broadway. (risas)

Lizt. Y además de lo más simpático, porque entonces nosotros queríamos ir a ver tu función, pero era a la misma hora que la de nosotros, eso siempre pasa.

Amaury. Ahora tú tienes una sede, una sede, que por cierto es preciosa. La entrada, ese cuadro que está ahí en la entrada es una cosa insólita. ¿Cómo llegan ustedes, ya, a recibir de alguna manera un poco de apoyo, después de tantas desventuras, después de tanta indigencia administrativa?

Lizt. Fue, si mal no recuerdo en el año 2001, que Abel Prieto hace una comunicación conmigo y me dice, que bueno, que si queríamos pertenecer ya al Consejo Nacional de las Artes. Le digo: Cómo no, por supuesto, eso lo dije una vez en un conversatorio en los Estados Unidos. Dije: todos los gobiernos del mundo deberían apoyar más a sus artistas, para que los artistas puedan hacer todo lo que quieren hacer. Pero yo digo que los resultados de la Compañía eran muy fuertes. Se veía que era un caballo de batalla por el que valía la pena luchar, creo yo. Después de tantos años lo sigo creyendo, ahora aún más. Y entonces él nos lo propuso y ya te digo, a partir de ese momento empezamos a pertenecer al Consejo. Pero no ha sido de la forma en que otras personas piensan. Es decir, nadie ha venido nunca a imponernos nada, al contrario, nos dejaron seguir siendo como mismo éramos. Yo pienso que en eso también está la clave de este éxito.

Y en un momento determinado, nosotros andábamos, primero estábamos en la Sociedad Concepción Arenal, que era donde ensayábamos, eran ángeles de la guarda para nosotros. Después estuvimos en un salón en el Gran Teatro de La Habana que fue el que nos brindó el Consejo de acuerdo con el Gran Teatro de La Habana.

Y en un momento determinado, por las causalidades de la vida, no casualidades, sino causalidades, nosotros hacemos una función en la cual Fidel está presente. Y entonces en esa función, él se interesó. ¿Quiénes son, cómo lo hacen,por qué lo hacen? Y a partir de ese momento, tuvimos más de un encuentro, y él siempre me preguntaba: Lizt, dime qué necesitas. Y yo le dije: un salón, un salón de ensayo.

Y después me decía: pero dime, y yo: un salón de ensayo. Y él le decía a Juan Carlos: ella es monotemática, porque nada más que me da una respuesta. Y entonces.

Amaury. ¡Un salón de ensayo, un salón de ensayo!.

Lizt. Un salón de ensayo, un salón de ensayo y él (Fidel) un día, muy inteligentemente, como siempre, muy sabiamente, me dijo: Pero piensa en que si tú cuando empezaste tenías 60 alumnos, ahora tienes 600, y han pasado nada más, no sé, 15 años, piensa que tú tiendes a crecer. Entonces ¿tú crees que con un salón sea suficiente? Yo le dije: Bueno, yo le pido un salón, porque pienso que es lo que está más al alcance de la mano, si pudieran ser más, imagínese cómo se multiplicaría el trabajo, y eso fue lo que se hizo.

Antes, había hablado con Eusebio Leal, otro de los ángeles de la guarda. Luego me enseñaron varios lugares, pero desde que yo llegué al lugar donde estamos, dije: Es aquí. Y entonces ya yo me lo imaginaba y ellos me decían: ¿Pero cómo tú lo ves?, porque nosotros no lo vemos, ¿entiendes?, toda la gente de la Oficina del Historiador. Y yo les decía: No, no, está aquí. Y ahí está, ahí está.

Amaury. Ahí está el corazón de tu trabajo. El resultado está en todas partes del mundo.

Lizt. Y está. Cuando dieron el edificio, era el edificio, ahora es un alma que flota en el medio de La Habana Vieja como tantos otros lugares que hay en La Habana Vieja, que son así. Es un alma que flota.

Amaury. Hago un alto en la conversación sobre sobre danza, y te pregunto ¿tú estás casada?

Lizt. Nunca me he casado. (risas)

Amaury. ¿Por decisión propia o por causalidades de la vida?.

Lizt. Es que no pienso que el contrato determine nada. Yo tengo mi compañero desde hace veinte y tantos años, es la misma persona, la persona que es la otra mitad, que ha logrado que todo este proyecto se lleve a cabo.

Amaury. ¿Y él tampoco quiere firmar ningún papel?

Lizt. Mira, en varias ocasiones hemos dicho: vamos a casarnos, para los muchachos, para que se diviertan en la fiesta, los muchachos son los muchachos de la Compañía. Y después, seguimos y seguimos porque es tanto, Amaury, es tanto lo que se hace.

Amaury. Pero, a ver, no me digas que no te casas por el trabajo. Tienes que tener un criterio fuerte sobre eso. ¡No me quiero casar porque no creo en el matrimonio!.

Lizt. No, es decir, tengo mi pareja estable y, creo en el matrimonio, de hecho, porque tengo mi pareja estable. Pero no tengo que ir a firmar ningún papel, no lo necesito.

Amaury. Es una decisión, ni por la iglesia, ¡ni ante Dios ni ante la ley!.

Lizt. Ante Dios ya estamos casados.

Amaury. Es cierto, es cierto.

Lizt. Somos, ¿entiendes? ¿Tú crees que Dios necesita un papel? no lo creo.

Amaury. No, no lo creo, yo tampoco. ¿Él trabaja contigo?

Lizt. Sí.

Amaury. O sea, él es tu representante.

Lizt. Él dejó su carrera para trabajar conmigo.

Amaury. ¿Qué él estudiaba?

Lizt. Él es ingeniero en SAD, Sistemas Automatizados de Dirección.

Amaury. Es ingeniero. ¿Y se graduó?

Lizt. Sí, se graduó en la CUJAE. Y unos años después de empezar la Compañía, ¿no?, de empezar yo mi trabajo, cuando él vio que era demasiado para mí sola, que no podía con todo sola, y que también nos íbamos a distanciar en momentos determinados, porque este trabajo de nosotros, es muy absorbente. Es 24 x 24, la vida eterna. Y él decidió ser la otra parte de este trabajo.

Amaury. ¿No tienes hijos?

Lizt. No, no tenemos hijos y a su vez tenemos muchos, porque, ni te digo. Entre los sobrinos, es decir, los hijos del hermano de Juan Carlos, más todos los muchachos que yo tengo alrededor, que, ya te digo: Mamá Lizt.

Amaury. Sí, Mamá Lizt. Ahora, y es una manera, quizás muy particular de terminar una entrevista. Tú tienes tú Compañía. Tu Compañía de Ballet Lizt Alfonso, Dance Cuba, o Danza Cuba, como se llame, el Ballet Lizt Alfonso, es lo que es, lo que me importa. Pero tienes además un Ballet Infantil, un Ballet Juvenil, un Concurso. Fíjate cuántas cosas tú has logrado.

Lizt. Un grupo musical, porque la música de todos los espectáculos se hace ahí mismo.

Amaury. Un grupo musical, donde tú muchas veces haces las letras.

Lizt. Sí, yo les indico lo que quiero y ellos siguen el camino.

Amaury. No, pero ellos han dicho, y lo han dicho en público que  muchas letras son tuyas.

Lizt. Sí, sí.

Amaury. Yo puedo presuponer que tú eres una mujer ya, a tus 43 años,  absolutamente realizada.

Lizt. ¿Tú crees?

Amaury. Puedo presuponerlo, porque fíjate la cantidad de cosas tremendas. Una Compañía propia. Un éxito internacional tremendo, no es ocioso decir que tú Compañía es una Compañía que representa a Cuba con mucho éxito. Hay muchas compañías que representan a Cuba, pero no todas tienen tanto éxito, la tuya tiene mucho éxito. Eso me hace, vuelvo otra vez a presuponer que tú eres una mujer realizada, por lo tanto, feliz. ¿Qué falta, qué te falta? ¿Cuál es el próximo paso? El próximo paso de riesgo, porque ahora tú me dirás: Mantenerme, que esto no decaiga, mantener la disciplina. No, no, no, ¿el próximo salto al vacío?

Lizt. El próximo paso de riesgo… El próximo paso de riesgo es llegar un tanto más lejos en ese mundo. Y el próximo paso de mucho riesgo es lograr que los muchachos, cuando hablo de los muchachos estoy hablando de muchachas y muchachos.

Amaury. ¡De todos!.

Lizt. Que todos puedan permanecer junto a nosotros, que no tengan que buscar otras fronteras para sentir que están completos, sino que sea aquí, donde ellos puedan encontrar en su Compañía, en su país, ese espectro completo de realización, individual, artística y colectiva. Las tres, los tres en uno. Ese sería el próximo paso de riesgo. Es de mucho riesgo.

Amaury. De mucho riesgo.

Lizt. Es muy difícil.

Amaury. ¡Muy difícil!.

Lizt. Es un gran reto. Pero pienso que si ponemos empeño, no solo yo, sino todos. Pienso que lo vamos a poder lograr. Este país siempre ha sido el nuestro, y el que ha permitido que seamos lo que somos. Entonces ¿por qué no permitir que seamos siempre un poquitico más felices?, que sea inagotable, como debe ser.

Amaury. Bueno, Lizt, yo te agradezco que hayas venido. Sigue siendo independiente.

Lizt. Mucho.

Amaury. Sigue siendo independiente. Sigue siendo maravillosa, osada, atrevida. Que tu belleza nunca se empañe, tu belleza de alma, tu belleza de cuerpo. Eso no se pierde.

Lizt. Yo sé lo que me estás hablando.

Amaury. Esa belleza y que sigas dándole a nuestro público y a tus admiradores, entre los que me encuentro.

Lizt. Yo lo sé.

Amaury. Absolutamente rendido, de siempre,  a la belleza y la maravilla de tu arte. Gracias en nombre de Cuba, aquí yo soy el pedacito que la representa, junto contigo.

Lizt. Gracias a ti. Gracias, muchas gracias.

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«Con 2 que se quieran» Jorge Pérez (Parte I)

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«Los cubanos sabemos lo que nos falta, pero no lo que tenemos

Amaury. ¡Muy buenas noches! Estamos en “Con 2 que se quieran”, ahora aquí, en 5ta. Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos acompaña un invitado especial, y digo especial porque en sus cartas y en el foro de Cubadebate que tenemos abierto para el programa, ustedes han dicho que por qué no traemos a personas de otras ramas de la Cultura, tomando en cuenta que otras ramas de la Cultura también es la medicina, la investigación científica. Hoy está con nosotros un gran profesional, un gran médico, escritor, aquí están algunos de sus libros, esa es, quizás, la justificación que tengo para incluirlo en este grupo de artistas e intelectuales, que también es, ya hablaremos. Hace muy poco Gerardo Chijona hizo una película, una historia real, pero escrita, ficcionada por él en sus libros. Así que está con nosotros, el Subdirector Primero del IPK, Instituto Pedro Kourí de Medicina Tropical, mi amigo, y también en algunos momentos ha sido mi médico, porque también he padecido de enfermedades tropicales, Jorge Pérez.

¿Qué tal, Jorge, cómo está usted?

Jorge. Muchas gracias.

Amaury. Es un gusto extraordinario, doctor, que haya accedido a venir, yo tengo que agradecer que vengan, porque las personas tienen su tiempo muy ocupado y el de un científico, un médico como usted, es todavía más. Así que gracias doblemente por haber venido, y antes de llegar al gran tema, yo quisiera empezar por lo más elemental, hacer una entrevista, más bien cronológica. Yo sé que nació en Marianao. ¿Cómo era el Marianao del año 45, el año en que usted nació, ese Marianao y su niñez?

Jorge. Primero que nada, muchas gracias por haberme invitado al programa. Creo que nunca escatimamos tiempo para hacer aclaraciones y poder compartir temas de interés. Sobre todo, cuando además de la vida profesional, uno también lleva otra vida, un poco como escritor de algunas cosas que han interesado a las personas, y que hemos tratado de poner en el lenguaje  más sencillo.

El Marianao donde yo nazco, allá en el año 1945. Nací en Maternidad Obrera. Yo era un muchacho de extracción muy humilde. Mi padre era trabajador de los Ómnibus Aliados en aquel momento, o sea, un guaguero, como la gente dice, y mi madre era, en aquel momento, un ama de casa. Había sido trabajadora textil, y una trabajadora del tabaco con anterioridad.

Nosotros vivíamos en una casa, era una casa grande, ahí en Marianao, pero ahí vivíamos toda la familia. Eso fue prácticamente hasta el golpe de estado de Batista, en el año 52, en que mi padre, que pertenecía al Partido Comunista, tiene que abandonar ese lugar. Además de esto, nace otro hermano mío, nosotros somos cuatro hermanos, o éramos cuatro hermanos y tenemos que empezar a movernos a distintos lugares, porque donde quiera, la policía iba a localizar a mi padre. Yo muchas veces hasta llevaba mensajes de mi padre a otros militantes del Partido y tenía que hacerlo callado.

Amaury. ¡Ah, bueno!, era una niñez feliz, pero riesgosa.

Jorge. ¡No! y no exenta problemas. Realmente mis padres eran personas maravillosas. Yo tengo un recuerdo de mi padre tan agradable también, porque era una excelente persona, nunca discutía, ni siquiera con mi madre. Pero cuando yo llego a cierta edad, 8, quizás 9 años, quizás un poco antes, mi padre nos reúne a mí y a mi hermano mayor y nos dice: Miren, yo veo que ustedes están haciendo carticas para los reyes, pero aquí el único Rey Mago soy yo y a mí me entró una decepción muy grande por dentro, porque yo decía: Mira para esto, me voy a quedar sin juguetes, porque me dice: mira, nada más hay dinero para los dos más chiquitos. Y entonces él, como vio que yo tenía esa decepción y yo tenía una relación muy especial con mi padre, siempre estaba montado con él en la guagua y salía con él. Me dice: ¡Chino,  vamos a buscar los regalos a tus hermanos y a lo mejor se te pega algo! Fuimos por la calle Obispo, y allí había una tienda de efectos deportivos, y me dice: vamos a ver aquí. Entonces vemos un bate. A mí me encantaba la pelota. Díceme. Bueno, vamos a ver, vamos a ver el precio a ver si lo puedo comprar. Y entonces va para allá atrás y se para y me dice: Chino, suéltalo como una papa caliente. ¿Qué pasó?, que cuesta nueve pesos y yo no lo puedo comprar. Mi padre no tenía nueve pesos para comprarme un bate.

Amaury. ¡Qué bárbaro!

Jorge. Y bueno, lógicamente, aquellos son  recuerdos que a uno le quedan. Si bien es cierto eso, también recuerdo como a mi casa, que era una casa pobre, pero que sí siempre almorzamos y comemos, venían personas a buscar comida, porque venían pidiendo. Me recuerdo de todas las cosas que, bueno, después he tenido oportunidad de ver en otros países cuando he ido a dar clases, o cuando he ido a trabajar en misiones internacionalistas, y veo esas diferencias tan grandes que lo golpean a uno, que uno no lo ve aquí en Cuba. Porque yo repito algo que el profesor Kourí muchas veces dice, que es que nosotros los cubanos, sabemos lo que nos falta, pero no sabemos lo que tenemos.

Amaury. Bueno, ayer yo, doctor, estaba leyendo, releyendo, más bien, una entrevista que le hizo la gran periodista Alina Perera Rubio, y hay una anécdota en la que quisiera detenerme, aunque sea breve. Y es cuando su mamá, usted no había nacido, pero su mamá fue arrestada cuando estaba en el Sindicato de la Aguja, porque ella trabajaba como tejedora.

Jorge. Sí, mi madre era una mujer muy humilde, que bueno, ya la madre se le muere cuando tenía 18 meses y el padre se casa, tiene una madrastra y por esas razones tiene un espíritu rebelde. Esta madrastra prácticamente la bota de la casa a los doce años, ella tiene que ir entonces a vivir con unos tíos, y se pone a trabajar, a lavar, a planchar, a despalillar tabaco y después a trabajar en un telar. Y entonces empiezan a crearse los sindicatos, y se empieza a luchar por la jornada de 8 horas. Ellos empezaron a poner propaganda, el sindicato, que sé yo, y a ella la arrestan y se la llevan presa por hacer estas actividades, que en aquel momento le dijeron que eran actividades comunistas. Cuando va al juicio, ella declara: Miren, lo que les voy a decir; yo no sé lo que es ser comunista, pero si el comunista es ese que quiere el bien de los trabajadores, la jornada de ocho horas y formar el sindicato, cuando salga de aquí, lo mismo condenada que libre, me voy a apuntar en el primer local del Partido Comunista que vea. Y así lo hizo, y creo que esa fue la mejor decisión que tomó en su vida, porque allí conoció a mi padre.

Amaury. Jorge, ahora hablamos de su mamá. Pero en dos, o tres momentos, me dijo: mi papá era una buena persona; mi papá, tuve una relación con mi papá, y por tanto, no quiero pasar el acero sobre la herida, pero ¿qué significó para usted la muerte de su papá?

Jorge. Aquello fue un golpe muy duro para mí y, bueno, lógicamente, lloré mucho. Yo creo que, bueno, eso es una pérdida que no tiene reparo en definitiva en la vida, y que bueno, lógicamente he tratado de revertir en dos situaciones: una de las primera es que, la primera cosa que hago yo dentro de mi carrera como médico, es trabajar, precisamente, hacer medicina interna, trabajar en terapia intermedia, en el Calixto García, que es donde me formo. Y lo primero fue volcar todas mis energías a tratar de revivir y de que las personas que tuvieran un infarto, ya sea un paro cardíaco, que pudieran vivir. Yo, en cada persona que veía, en cada persona que resucitaba, estaba viendo a mi padre.

Amaury. Ah, ¡qué bonito, qué bonito! Y homenajeándolo también con su condición de revolucionario, de patriota y de cubano dignísimo que es usted. Pero bueno, hablaremos de eso en el camino.

¿Y si siempre quiso estudiar medicina, si siempre fue uno de sus sueños, por qué estudió aviación?

Jorge. Bueno, desde muy niño también, triunfa la Revolución, me uno al fervor este revolucionario, después me uno a las milicias inmediatamente; paso escuelas en Managuaco, hago todo lo que en aquel momento teníamos que hacer, pero era un niño. Después ya se plantea la necesidad de un grupo especial que van a estudiar algo, y después nos plantean que es un grupo selecto que tiene que estudiar aviación. Yo, la verdad que te voy a ser sincero, cuando a mí me dijeron estudiar aviación, yo dije: ¡coño!, ¡aviación!, con el respeto que yo le tenía a los aviones. Pero me dicen que era una necesidad de la Revolución, y bueno, si es una necesidad, yo voy a estudiar aviación. Fui seleccionado en el primer grupo, inclusive, para ir a la Unión Soviética, que no fui, por suerte, además porque nada más que tenía 14 años, y bueno, allí también me coge la declaración de que Cuba era socialista. Yo brinqué en la trinchera.

Amaury. ¿Pero brincó en la trinchera y llegó a montarse en el avión alguna vez? ¿De la trinchera al avión? (risas)

Jorge. Sí, sí, cómo que no, llegué al avión, y cuando estaba allá arriba, que me vi allá arriba, me dije, Jorge, ¿qué cosa es lo que tú haces aquí arriba?, ¿tú entiendes?, yo le cogí miedo a aquello, te voy a ser sincero, cuando estaba allá arriba en el avión. (risas)

Amaury. Qué bueno que alguien dice que le tiene miedo a los aviones. (risas)

Jorge. Yo todavía le tengo miedo a los aviones. Entonces, realmente, el Comandante, cuando se termina, nosotros desfilamos en la Plaza después de la movilización de Girón, como todo el mundo que participó allí. Y escucho que Fidel dice que todo el que se quiera ir a alfabetizar, se puede ir a alfabetizar donde quiera que esté. Y yo dije, esta es la mía para salir de la aviación. Y entonces, inmediatamente…

Amaury. …Y hacer algo útil también.

Jorge. Exactamente, entonces me presenté en la oficina del jefe de mi unidad, y me dijo: Está bien, y con la misma cogí, y me fui para la Sierra Maestra. O sea, desde luego, hay que pasar por Varadero, inscribirse, hacer una serie de cuestiones.

Amaury. Todo el proceso que había para llegar a la Sierra.

Jorge. Y me llevé a mi hermano menor.

Amaury. Ya, de todas maneras alfabetizó, después fue a estudiar medicina, ya hablamos del Calixto, de todo eso. ¿Cuándo es que llega usted, doctor, al Instituto, al IPK?

Jorge. Mira, el profesor Gustavo Kourí, estaba formando un grupo de compañeros, por encargo del Comandante, de formarlos, reforzar las actividades del Instituto de Medicina Tropical, porque el Instituto de Medicina Tropical tiene una raíz muy antigua, en el 1937, cuando lo funda el profesor Pedro Kourí. Pero posteriormente se refuerza con la Revolución y se hace un edificio nuevo. En ese grupo inicial de personas, el profesor Kourí piensa que yo pudiera contribuir. Él realmente no habla conmigo, sino él describe a la persona que él necesitaba para hacer investigaciones clínicas, y en ese momento, entonces me llaman a mí, que es cuando yo cojo aquella carta, le digo: pero si yo estoy formado en cardiología, en hipertensión, en arritmia, ¿qué hago yo aquí con parásitos? Si yo de parásitos no sé prácticamente nada. Y bueno, lo primero que hice fue aprender, aprender aquí en Cuba, y después tuve posibilidad de ir a varias universidades fuera de Cuba también, en Inglaterra, algunas universidades en Estados Unidos, y después de eso, un viaje a África, allá a Ghana, a Tamale, en fin.

Amaury. Después a Angola, también, muchas veces.

Jorge. Después ya sí Cuba me manda a Angola que es mi gran escuela. Ya cuando yo veo aquella realidad angolana en el año 79, 80, que estoy allí, que es mi primer viaje allí, me di cuenta de la necesidad de estudiar estas enfermedades. De la diferencia, inclusive, de lo discriminatorio del concepto de Medicina Tropical. Porque realmente no es medicina de los Trópicos, porque en Estados Unidos, en Inglaterra, hubo paludismo, y hubo lepra, y hubo todas esas enfermedades, o sea, son enfermedades realmente del subdesarrollo que están relegadas ahora al Trópico, y empecé a estudiar, detecté los primeros casos de malaria resistente, cuando surgió la resistencia a las cuatro aminoquinoleínas, a la cloroquina en Angola, la describimos, y empezamos, entonces, a tratar de ver cómo cambiamos las estrategias para salvar vidas. Hicimos unas tableticas que le llamamos IPK-1.

Amaury. …¿La que curaba la malaria como en tres días, a veces cuatro?

Jorge. Exactamente, la malaria la podía curar, a los extranjeros en tres días y a los cubanos en cinco días, aunque tuvieran parasitemia alta y con aquello resolvimos el problema de la malaria.

Muchas veces estuve en Angola, hasta la última contienda, ya en el 88, allí estuve en Chandongo, en Cachama, en Cuito Cuanavales. Estuve en muchos lugares delicados, yo como médico, no como combatiente, eso es importante.

Amaury. Claro, como médico.

Jorge. Nuestra labor era en la retaguardia, salvar vidas, uno no era combatiente, pero sí en los servicios médicos…

Amaury. …Bueno, eso está en dependencia, doctor, perdóneme que lo interrumpa, pero para mí y para usted, y estoy seguro que para la inmensa mayoría de los televidentes, un médico que está en el frente de batalla, ahí, en la retaguardia del frente de batalla, salvando vidas para que los soldados se puedan incorporar, tienen que ser considerados también combatientes.

Jorge. No, no, está claro, combatiente, además, teníamos fusil. No, no, eso está claro.

Amaury. Yo estuve en Angola, y sé cómo era la cosa.

Jorge. Lo que quise era expresar, decir que no estaba directamente con las armas.

Amaury.  Con las armas directamente tirando tiros.

Jorge. Exactamente.

Amaury. Doctor, ¿sobre qué año es aquel momento en que Fidel llega al IPK, y dice que hay que parar la epidemia del SIDA, que era una epidemia inminente?

Jorge. Mira, en el año 1983 hace el Comandante en Jefe su primera visita oficial al Instituto de Medicina Tropical, cuando aquello estábamos en las antiguas casas de Siboney.

Amaury. Ah, sí, lo recuerdo.

Jorge. A la antigua casa de Bacardí, que era la dirección del Instituto. Cuando él llega allí con el Presidente de Zambia, Kenneth Kaunda, empezamos a hablar, y el profesor Gustavo Kourí empieza a explicarle la importancia de las enfermedades tropicales.

Y Fidel, se echa para atrás y le pregunta al profesor Gustavo (Kourí): ¿que tú vas a hacer para que el SIDA no entre en Cuba?

En aquel momento había unos casos apartados en los Estados Unidos, otros casos apartados en Europa y Gustavo, que es una gente muy brillante, muy elocuente.

Amaury. Sí, el profesor es maravilloso.

Jorge. Le dice: Bueno, Comandante, esa es una enfermedad nueva, hay que esperar a que se desarrolle, no se sabe si es un virus, una bacteria, etc. Y ahí mismo Fidel le dice: Mira, según los estudios que yo he hecho, el SIDA va a ser la enfermedad de este siglo, y va a diezmar poblaciones completas. El mundo no está preparado para recibir esta enfermedad, y es tu responsabilidad y la del Instituto de Medicina Tropical de que el SIDA no se convierta en un problema de Salud Pública en Cuba.

Bueno, nos estaba dando la tarea, y ahí empezamos nosotros. Mandamos a un excelente profesional, que habla muy bien el francés, a trabajar en Francia, al profesor Juan Carlos Millán Marcelo, a entrenarse con Gentilini y con Luc Montagnier, que fue el descubridor del virus del SIDA. Y ahí comenzamos a estudiar. Yo comencé a estudiar el gremio autodidactamente.

Amaury. Sí, pero todavía, doctor, en aquellos años, todavía se trataba o se hablaba de las personas que tenían SIDA, y se era muy discriminatorio, porque se decía que era una enfermedad de los homosexuales.

Jorge. Sí, sí.

Amaury. Incluso algunas de estas sectas paranoicas, religiosas, decían que era un castigo divino.

Jorge. Un castigo de Dios, sí.

Amaury. Que había enviado Dios contra los homosexuales. Ya sabemos que eso está totalmente superado, y en la cabeza del que no está superado, pues que vaya y se cure, del SIDA no, pero que se cure de los prejuicios, pero en aquellos momentos sí ocurría. ¿Cómo lo enfrentaron ustedes eso, incluso el prejuicio?

Jorge. Bueno, mira, la primera cosa que aparece como el famoso gay syndrome, o sea, la enfermedad de los homosexuales, en New York es ligada a los homosexuales, eso era lo que pasaba en Estados Unidos, ¿ves?. En Europa ya era otro tipo de casuística, pero ya estaba allí. Se determina que esa es una enfermedad que se puede trasmitir por sangre y por contacto sexual, y nosotros comenzamos aquí inmediatamente a recibir y a ver qué era lo que pasaba. Primero, estudiar hacia atrás si teníamos las manifestaciones de esa enfermedad: las manchas en la piel por el sarcoma de caposis, o la neumonía a repetición por la neumonía por pneumocystis carinii, etc., y no detectamos nada hasta que llega una persona que venía de fuera de Cuba, y era un combatiente, además. Esta persona, era una persona heterosexual, y este fue el primer caso que recibe el Profesor Millán, me lo remite a mí, nos miramos los dos, ¿lo hacemos, no lo hacemos? Ya habíamos preparado a alguna gente del laboratorio también, pero no teníamos diagnóstico, porque no había un diagnóstico, que no surge hasta el año 1986. Así que nos quedamos con las ganas allí, unos días prácticamente, hasta que en el 86 se le pudo hacer el diagnóstico serológico, ¿no?, y sí vimos que tenía el VIH. ¿Qué pasa?, que a nosotros, yo digo que nos favorece, por así decirlo, que el primer caso que encontramos era una persona heterosexual, no fue un homosexual el primero que nosotros encontramos.

Amaury. Se rompía el mito.

Jorge. Y ahí se rompe el mito, porque además trajimos a su esposa. La esposa también estaba infectada, y llevamos esa noticia al doctor Héctor Terry. Ahí sale la noticia.

Después, un poco más tarde, ya surge otro caso que sí está relacionado con la transmisión sexual entre hombres, y este es el primer caso que fallece. Que mucha gente dice: el primero. No, el primero fue aquel otro. Y ya cuando este otro fallece, ya está el Sanatorio de Santiago de las Vegas abierto, y ya se aprovecha para en el Granma decir que hay equis cantidad de personas ingresadas en ese sanatorio. En ese primer año nosotros detectamos 99 personas. De esas 99 personas, 56 habían estado en África, porque se empezó a llamar a las personas que habían estado en África, hasta el año 86. Eso quiere decir que en la primera etapa, en los primeros años nuestra epidemia, -porque además buscamos en esa población, no por otra cosa-, estuvo ligada a la transmisión heterosexual, y eso un poco que a nosotros nos favorece. Años después, como sucede ahora, la transmisión está ligada a hombres que hacen sexo con otros hombres, y en el momento actual es hasta un 81%.

Amaury. Yo quisiera puntualizar. Yo recuerdo que cuando lo del sanatorio de Santiago de las Vegas, Los Cocos, le decían, no sé por qué le decían Los Cocos…

Jorge. …Porque está en el barrio de Los Cocos.

Amaury. Ah, ya, porque está en el barrio de Los Cocos, bueno, otra aclaración. Pues, la gente tuvo la sensación de que había un cierto estado de pánico médico excesivo. Y yo recuerdo que por aquella época yo me acerqué al profesor Terry y le pregunté, y él me dijo que incluso en Estados Unidos, los primeros médicos que trataron el asunto del SIDA, lo trataron como una amenaza a la Seguridad Nacional, eran médicos militares.

Y sin embargo, después conocí a muchos pacientes del sanatorio de Santiago de las Vegas, y me hablaban de usted como el hombre del SIDA, o sea, el doctor del SIDA. Y hablaban de usted con mucho cariño. Evidentemente usted llegó allí no solo a sanar el cuerpo, o a intentar sanar el cuerpo, sino también a sanar el alma, ¿no?

Jorge. Bueno, mira, Amaury…

Amaury. ¿Qué podría decir de eso?

Jorge. Yo estudié medicina para ayudar al ser humano. Cuando yo llego al mundo del SIDA, el SIDA tiene un problema muy serio. Es que en aquel momento no existía cura. Al no existir cura, ni siquiera tratamiento que alargara la vida, porque ahora no hay cura tampoco, pero existe un tratamiento que alarga la vida si se lleva bien. Pues el SIDA era igual a muerte. El médico está acostumbrado a salvar, y por lo tanto es muy difícil para un médico, atender a una persona que se va a morir. Y cuando yo llego allí, que a mí me ofrecen la dirección del Sanatorio y yo lo acepto, etc. Yo me rasqué la cabeza, porque dije, qué cosa es lo que haré. Y lo primero que hice fue aprender, y para aprender tenía que entrevistarme con los pacientes, y vivir con ellos, ir allí y tomar café, tomar agua también en sus casas, para compartir, para saber cómo eran. Yo entro en un mundo que yo no conocía. Aquí no hubo discriminación oficial nunca, en este país, está claro, porque se protegieron por ley y por trabajo. Pero las personas podían ser sujetas a discriminación. En el mundo eran sujetos a discriminación. Y la gente tenía miedo, tenían miedo porque si les apretaban la mano y se les iba a pegar; si el besito, si el vasito de agua. Me decían: y si esa gente va a comer al mismo restaurante que yo. En el libro mío hay descritas algunas anécdotas, además, muy interesantes con relación a eso, porque la gente tenía miedo. Que si orinaban en el mismo baño, etc. Por lo tanto esa persona podía ser discriminada, podía ser limitada para trabajar, para estudiar. Al mismo tiempo esas personas se encontraban en una institución donde estaban separadas de su familia, lejos de ese cariño, era otro problema convivir con personas diferentes.

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«Con 2 que se quieran» Jorge Pérez (Parte II)

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Amaury. ¿Por qué estaban separados, doctor?

Jorge. Estaban separados porque fue una decisión de los primeros momentos para poder conocer la enfermedad, para poder saber, y para poder estudiar bien la enfermedad, era necesario que esas personas vivieran en el Sanatorio. Luego, esto puede amenazar a la sociedad, realmente. Y la amenaza si se va de control. Y allí nosotros pudimos estudiar a ese grupo de personas, pudimos conocerlas, y lo que hice fue, precisamente, entrevistarme con ellos hasta largas horas de la noche, a veces terminaba allí a las once, once y media de la noche. Y ahí empezaba…

Amaury. Una especie de padre confesor.

Jorge. Bueno, tú sabes. Cuando uno empieza a meterse en este mundo, empieza a…, y si escribí el libro, es porque además de eso, no delante de ellos, pero cuando me iba de las entrevistas -yo gozo de tener alguna memoria-, escribía lo que más me impresionaba. Yo llevaba un diario, inclusive, hasta de las personas que fallecían día a día, y por qué habían fallecido, y qué era lo que pasaba. Pero, además, pude ver cómo afectaba a este grupo de personas la situación de su preferencia sexual, los conflictos que tenían con sus familias. Los conflictos que podían tener en su trabajo, cómo podían ser ellos discriminados.

Y además, lo que sufrían, porque cada día me decían: el problema es que yo estoy viviendo un día menos. En la vida todo el mundo vive un día menos, porque tú no sabes cuándo te vas a morir, pero el paciente de SIDA sí sabía que en poco tiempo se iba a morir. Y todos los días se levantaban diciéndome que tenían un día menos. Y esto me traumatizó, y el hecho de que se enfermaban y se morían, también. Entonces tratábamos de hacer todo lo posible.

Para nosotros era una satisfacción tremenda, cuando no había tratamiento, cómo podíamos mantener a estas personas vivas, a los que enfermaban. Esto me hizo a mí adentrarme en este mundo, y compartir el dolor y el sufrimiento de estas personas como si fueran propios. Y, lógicamente también después tuve que hablar y hacer documentos para poder humanizar más aquella situación.

Amaury. Otro punto, usted dijo hace un momento: el SIDA no tiene cura, nosotros lo que hacemos es alargar la vida del paciente. ¿De qué depende el alargamiento de esa vida?

Jorge. Bueno, depende de un grupo de medicamentos que sean puestos en el momento correcto, y en el tiempo correcto. Medicamentos que una parte Cuba fabrica, muy importante, con la cual tratamos casi al 80% de las personas, que son tratadas en este país. Un esfuerzo grande que hace el país, pero depende de la disciplina que tenga el paciente, y la responsabilidad para tomárselo. Porque el SIDA mata y esa es una cosa que es importante.

Ahora, si el paciente se toma el tratamiento, es disciplinado y cumple, es muy difícil que el paciente fallezca. Digo muy difícil, porque en medicina decir que es imposible, es muy difícil también.

Amaury. Es riesgoso, sí.

Jorge. Es riesgoso, pero generalmente los pacientes que se toman el tratamiento, que son disciplinados y que cumplen tienen una vida feliz y contenta. Su replicación viral se hace cero y además su vida se transforma.

Y además, existe el otro problema, que la persona esta que es indisciplinada, que no cumple, también es indisciplinada para todas las demás cosas en la vida y también transmite la enfermedad. Al que se la transmite, cuando tiene estos problemas, ya se la transmite con un tenor de resistencia también y pone en riesgo la vida de otros seres humanos.

Amaury. Y también yo quería que usted se refiriera. Si uno se mete en Internet, por ejemplo, ¿no?, se encuentra una cantidad de teorías, de que el SIDA no existe; de que usted si usa dos peloticas por aquí, que si se toma remolacha y batidos de berenjena, pues eso se cura. Esas teorías  que andan circulando, y que usted conoce muy bien,  y por supuesto, mucho mejor que yo. Sería bueno que usted explicara que el SIDA existe, o no, realmente, y se cura con este tratamiento que existe, o con esos tratamientos alternativos que circulan como pacotilla por Internet y, que vuelven loco a muchos enfermos del VIH.

Jorge. Sí, mira, esas teorías dicen que el SIDA es expresión de factores en la sociedad como es el hambre y la desnutrición. Que no existe una entidad  bacteriana o viral que lo produzca.

Se ha cultivado en un laboratorio, se tienen fotografías del virus y es un virus que se transmite de persona a persona. Y por lo tanto es el virus de la inmunodeficiencia humana. Este virus es el que causa un daño en las células que protegen al cuerpo, o que dan inmunidad, y este virus es el que al final produce al agotamiento de esa célula con la enfermedad que se llama SIDA y por lo tanto, la persona queda indefensa y ya ahí vienen las enfermedades oportunistas y matan a la persona.

Amaury. Esa es la realidad.

Jorge. Esa es la realidad.

Amaury. Lo otro es fanfarronería.

Jorge. Todo lo otro es parte de la mística, diría yo. Alguna persona que le gusta tener protagonismo en el mundo y empiezan a quitarse teorías y empiezan a decir, los antirretrovirales son tóxicos, lo cual no es mentira, es verdad también, ¿eh?, pero lo que causa la muerte, es el SIDA y sí usted puede manejar la toxicidad del medicamento, para eso el médico tiene estrategias. Pero lo que usted no puede es luchar contra alguien que tenga un virus que sea tratable y que además, no tome los medicamentos, por lo tanto, no tenga cura.

Amaury. Pero cuando, a ver, cuando un paciente usted lo sienta, ¿no?, lo sienta y le dice: usted ha dado positivo en la prueba. Lo primero que ese paciente -me imagino yo-, percibe, es la sensación de una muerte inminente. ¿Esa percepción, -y valga la redundancia-, ha crecido con los años?: me voy a morir mañana, o la gente lo está admitiendo como: tengo diabetes, tengo que cuidarme. Si me cuido duro más tiempo, hablo de la población cubana.

Jorge. A medida que ha pasado el tiempo, todos los conceptos van cambiando, y lógicamente, el tener medicamentos y el alargar la vida de los pacientes puede significar, para algunas personas, que el SIDA tiene un tratamiento y no se van a morir. Es una falsa percepción.

Amaury. No se van a morir de eso, pero nos vamos a morir de algo, todos.

Jorge. Está claro.

Amaury. No se van a morir de eso.

Jorge. No, pero depende, depende. Porque depende del virus que tú cojas.

Amaury. Ah, claro.

Jorge. Depende, si además tú puedes tomar los medicamentos y eres disciplinado para tomarlos, porque si no, comprometes tu vida de todas maneras. Pero, además, tú nunca sabes cómo tu organismo va a reaccionar, y hay quién reacciona más rápido. Yo tengo pacientes que tienen infección por VIH que los detecté en el 86, y están vivos y asintomáticos, todavía hoy en día, y los tengo, son mis amigos, además. Pero hay otros que se mueren en un año, un año y medio. Por lo tanto, la percepción, la falsa percepción de que con el tratamiento yo estoy seguro y no me puedo infectar, es mala. Lo importante es protegerse para que no tengan eso. Protéjase, señor, si lo puede hacer, tenga cuidado. ¡Ayude, evite a que eso suceda!

Amaury. Yo quiero terminar este tema del SIDA y pasar a otros temas. Esta mañana, cuando yo le dije a una persona que quiero mucho, que usted venía y que íbamos a hablar de este tema, me dijo: yo no quiero saber de eso, yo le huyo a todo lo que tenga que ver con el SIDA. Si sale un artículo en el periódico sobre el SIDA, yo paso la página, me aterro. Si sale un anuncio por televisión, yo miro para otro lado. Si hay un programa científico en la televisión donde se habla del tema, yo cambio el canal, yo no quiero saber de eso.

¿Usted cree, compartiría conmigo esta opinión, de que eso es un acto de irresponsabilidad capital?

Jorge. Estoy seguro de eso, yo le llamo a eso la política del avestruz, que mete la cabeza en la tierra y deja el cuerpo afuera. Usted no lo ve, pero está ahí. Usted no quiere escucharlo, pero está presente, y tiene que tener mucho cuidado.

Mientras más informado usted esté, mientras más usted conozca, es mejor, porque usted está protegiéndose usted mismo al tener el conocimiento.

Amaury. ¿Y usted cree que es suficiente, doctor, la cantidad de veces que insistimos en nuestros medios de comunicación masiva sobre el tema?

Jorge. Yo creo que…

Amaury. O a veces nos cansamos. Ya todo el mundo sabe.

Jorge. Mira, yo creo que mientras más hagamos, es mejor. Lo que hay que, cada vez, hacerlo de mejor manera, y de diversas formas.

Amaury. El mensaje.

Jorge. Exactamente. No es lo mismo un joven, que un viejo, que una persona que haga relaciones de sexo con otros hombres, que uno que no lo haga. Por lo tanto, los mensajes tienen que ir dirigidos. Y creo que nosotros, fíjate, hemos hecho un trabajo muy bueno, yo creo, en radio, en televisión, pero creo que tiene que ser  más.

Yo soy de los que piensa que siempre debemos tratar de llegar a más poblaciones, publicar libros, dar mensajes cara a cara. Hacerse la prueba. Hay muchas formas que el Ministerio de Salud Pública está utilizando en este momento, pero que tiene que seguir diversificando para llegar a esa población, la más afectada, que es compleja, fíjate, el mundo de los hombres que hacen sexo con otros hombres, es complejo, porque hay hombres que solo hacen sexo con hombres, pero hay hombres que hacen sexo con hombres y con mujeres.

Amaury. Claro, el bisexual.

Jorge. Pero hay quien hace más con mujeres que con hombres y, hay quién hace más con hombres que con mujeres, ¿ves?, y hay personas que nada más que hacen relaciones con hombres nada más. Por lo tanto es complejo, y está el caso…

Amaury. Sí, y está el caso de los heterosexuales también, que hacen relación con una sola mujer, o con dos, o con tres, o diez.

Jorge. Exactamente, y se creen que esto es una enfermedad de hombres que hacen sexo con otros hombres, y se olvidan de que es así, igualito.

Amaury. A estas alturas del juego, y perdóneme que yo sea tan duro, pero a estas alturas del juego, el hombre que piense así, es un idiota.

Jorge. Es muy posible que tú lo puedas caracterizar así, pero si tú tuvieras la experiencia que muchas veces tengo yo en mi consulta, que llegan muy deprimidos, porque siempre dicen: nunca pensé que a mí me pasara esto.

Amaury. Claro, no me toca a mí.

Jorge. Y a veces lo dicen a los 60 años.

Amaury. Bueno, terminamos el tema del SIDA y yo quiero pasar a serenarnos ambos. Yo sé que usted oye mucha música. ¿Qué música es la que escucha?

Jorge. Sí, mira. A mí realmente me gusta mucho la…

Amaury. ¿Qué cine es el que ve?

Jorge. Mira, la música instrumental me fascina. Pero también hay agrupaciones musicales. Sexto sentido.

Amaury. El Sexto sentido a todos nos gusta.

Jorge. Buena Fé, también me gusta. Me gusta la música romántica, pero también oigo alguna música movida, la que más oigo, es la instrumental. Realmente es la que más me place, sobre todo cuando voy a escribir, cuando voy a hacer algo.

Amaury. ¿Y qué cine es el que ve, qué cine es el que más le gusta?

Jorge. Mira el cine me encanta, me encantan las comedias. También me gusta el cine de acción, realmente y un poco los dramas. Admiro mucho a los artistas, a los actores, a los buenos actores del cine y el buen cine, realmente. Y precisamente he compartido con algunos de ellos, ¿no? y he compartido con cineastas también, como tú conoces.

Amaury. Bueno, ahora una de las historias que está en estos libros ha sido llevada al cine por el gran cineasta y amigo, a ver si lo convencemos entre ambos para que en la próxima serie de programas venga, Gerardo Chijona.

Jorge. Sería bueno.

Amaury. A quien tanto queremos y a quien tanto respetamos, hizo una película sobre una historia suya. ¿Cómo fue esa experiencia?

Jorge. Chijona y yo nos conocimos en San Francisco.

Amaury. En San Francisco, California.

Jorge. En San Francisco, California, sí, no aquí en San Francisco.

Amaury. San Francisco de Asís, San Francisco de Paula.

Jorge. Nos conocimos allí, íbamos juntos en una delegación. Compartimos habitación y ahí surgió realmente un conocimiento, una amistad, y un respeto muto. Y cuando me decidí a escribir las historias estas, yo no sabía si lo que yo estaba escribiendo servía o no, Amaury, ¿eh?, porque tú sabes, empiezo a incursionar en un tema por primera vez, en el que no había incursionado. Yo he escrito libros científicos, pero no libros de este corte.

Amaury. Son historias reales, pero ficcionadas.

Jorge. No, no, no. Ah, sí, ficcionadas en el sentido…

Amaury. …Los nombres no son reales.

Jorge. Ni el pueblo, o la ciudad. Los nombres no son los mismos, pero sí son casos todos muy reales.

Yo, a una de las personas que le enseño los manuscritos que estaba escribiendo; llego a su casa por la noche y le digo: mira, Chijona, tengo esto y quiero que me digas si tú crees que esto sirve o no sirve. Y él estaba buscando un tema para una película y bueno, realmente cogió dos temas de mi libro.

Amaury. Dos temas y los convirtió…

Jorge. Y los convirtió en uno.

Amaury. ¿Cuáles son?

Jorge. La película se llama Boleto al paraíso.

Amaury. Sí, ¿pero cuáles son los casos?

Jorge. El caso -una de las historias más tristes- de la niña violada, y los friquis y los rockeros. Y bueno, al final surge la película, que creo que es una película que es un mensaje a los jóvenes, en el sentido de la irresponsabilidad y la inmadurez de un joven de cometer actos irreflexivos y, por lo tanto, conducirlos a una infección por VIH.

Amaury. Bueno, aquí está, SIDA, Confesiones a un médico, la segunda edición. Y SIDA, Nuevas confesiones a un médico.

¿Se pueden conseguir estos libros, la gente va a las librerías y los consigue? Porque después la gente me dice, Amaury, tú estás anunciado libros en el programa que yo no encuentro.

Jorge. Bueno, mira, el libro cada vez que lo sacan, se agota, realmente. Hemos publicado varias veces el libro. En la Feria de La Habana salió, y desaparecieron los libros como por arte de magia.

Porque lo importante, cuando escribí estas historias, es que todas tuvieran encerrada una enseñanza. Primero, lo que nosotros hacíamos en cada momento para que esta epidemia tuviera la incidencia que hoy en día tiene y el esfuerzo que hacíamos para mantenerla. Pero además, también que las personas pudiera conocer los caminos que los podían conducir a la enfermedad, los problemas que hay en la vida, y las complejidades, no solo en la atención, sino del ser humano.

Amaury. Doctor, bueno, hablemos un poquito de su familia, de sus hijos. ¿Cuántos hijos tiene?

Jorge. Yo tengo cinco hijos. Tengo dos hembras y tres varones.

Amaury. ¿A qué se dedican? Porque ya deben estar grandes todos.

Jorge. Sí. Todos están grandes. Mira, y además, tengo también cinco nietos.

Amaury. Cinco hijos y cinco nietos.

Jorge. Exactamente.

Amaury. Que son de alguna manera diez hijos.

Jorge. Exactamente sí, así mismo, así mismo. Tengo, bueno, la mayor de las hijas mías, es microbióloga.

Amaury. ¡Ah, sí!

Jorge. El que le sigue, que es un varón, es especialista de MGI (médico general integral), y además es pediatra, también.

Amaury. Ese es el que yo conozco, ¿no?

Jorge. Ese es el que tú conoces, Jorgito. Después le sigue una hembra, que se dedica a los problemas de la economía. Y tengo a otro, que es chef de cocina y tengo el más pequeño que está terminando el internado de medicina ahora, y bueno, recientemente me dijo que iba a dedicarse a hacer terapia intensiva, que es Guillermo.

Amaury. ¿Todos los hijos son con la misma esposa o con dos esposas, o tres?

Jorge. Yo me he casado dos veces.

Amaury. Dos veces, ya. Bueno, yo espero y confío…, yo he aprendido muchísimo en este programa, espero que nuestros televidentes también y que usted no considere que ha sido una pérdida de tiempo venir a conversar con su amigo Amaury.

Jorge. No, de ninguna manera. Todo lo contrario

Amaury. Quisiera agradecerle a usted, y a todos los médicos cubanos y a todos los científicos cubanos, lo que hacen por la salud de nuestro pueblo, y ya por la de otros pueblos además, que no solamente el nuestro. Solo decirles, como un cubano más, que la Patria os contempla orgullosa. Gracias, doctor.

Jorge. Muchas gracias.

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«Con 2 que se quieran». Sonia Silvestre (Parte I)

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«Tengo mi corazón partido en dos pedazos»

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran. Ahora, aquí, en 5ta. Avenida y calla 32, en los maravillosos Estudios Abdala. Hoy tenemos una excepción en el programa. Es una persona que no vive en Cuba. Que no vive en Cuba, pero que quiere a Cuba como si fuera su segunda Patria, su Patria alternativa, me gustaría decir. Yo me tomé el atrevimiento de invitarla, porque por ella supe que en su país, que ella tanto ama y yo también, este programa tiene muchos televidentes en horario real, no solo por Cubavisión Internacional, sino en este mismo horario en que estamos nosotros, vamos a tener la entrevista, una gran parte del pueblo dominicano nos están mirando, y a mí me parece que es una manera de honrar una amistad tan bonita entre ella y Cuba, y entre Cuba y el pueblo dominicano.

Hoy se encuentra con nosotros, mi amiga, amiga de Cuba, repito, amiga de los cubanos y de los músicos cubanos, la gran cantante, Sonia Silvestre. Mi vida.

Sonia. Gracias, mi amor.

Amaury. Me levanto, voy hasta ti, te doy otro besito, porque…

Sonia. Gracias, mi amor.

Amaury. Yo le di uno afuera, pero aprovecho y le doy el segundo. Sonia, yo voy a empezar muy sencillamente preguntándote. ¿Cuándo te enteraste, a qué edad, que existía Cuba y la música cubana?

Sonia. Bueno, muy chiquita, desde muy chiquitita, muy chiquita. Yo nací en los años 50. Cuando yo era niña, la radio cubana se oía como local. Yo recuerdo, lo primero que yo recuerdo haber escuchado mucho de la emisora cubana eran las novelas de radio. Recuerdo una que me gustaba mucho que se llamaba El precio de un pecado.

Amaury. ¡Esos títulos!

Sonia. ¡Maravillosa!, ¿no?, no siempre la mujer encuentra la felicidad en el hogar, la vida es dura y fatigosa (imitando personajes de novelas radiales). Yo, chiquita, yo me iba a casa de unos vecinos a oírla porque mi mamá no me dejaba oír novelas de radio. Y oíamos también, pues música, mucha música cubana. Pero tú sabes que la música cubana era muy famosa, y en la República Dominicana se oía mucha música cubana. ¡Tú lo sabes! Allá se baila el son como si fuera dominicano. Hay clubes de soneros, hay lugares totalmente consagrados a bailar son. Tenemos la misma cultura, se podría decir, ¿no?

Amaury. Sí, sí, ya sé.

Sonia. Increíble.

Amaury. (risas) Increíble.

Sonia. Sí, no, no, era una cosa tremenda.

Amaury. Yo, ahora que tú me hablabas. Yo nací en los 50, es decir, yo también, y me hacía pensar, ¿cómo era el Santo Domingo,  -porque yo conocí el Santo Domingo, y ya hablaremos en el camino, al que tú me llevaste en el 78-, pero cómo era el Santo Domingo de tu niñez? Y con eso, háblame de tu familia, de tu papá, de tus hermanos.

Sonia.  Yo no vivía en la Capital.

Amaury. ¿Ah no?, mira, yo pensé que tú vivías en la Capital.

Sonia. No, yo nací en San Pedro de Macorís, una importante ciudad del este de la isla. No quiere decir que yo sea de ahí.

Amaury. ¿No?

Sonia. Porque hay un pleito. Cuando me preguntan ¿dónde tú naciste? Yo tengo que decir que nací en San Pedro de Macorís. En esa época, en mi pueblo no había un hospital. Mis tres hermanas anteriores, mi mamá las había dado a luz con su comadrona en la casa, como se usaba. Pero parece que había tenido complicaciones en uno de los últimos partos y decidió, cuando iba a nacer mi hermano y cuando nací yo, que somos los menores, ir al hospital de San Pedro de Macorís, a dar a luz en el hospital. Y en esa época se usaba que donde uno nacía, ahí lo tenía que declarar. Entonces en mi declaración de nacimiento, dice que yo nací en San Pedro de Macorís, y tengo que decir, obligatoriamente que nací en San Pedro de Macorís.

Amaury. Sin embargo, no.

Sonia. Pero la gente de Hato Mayor se ponen muy bravos porque dicen que yo digo que soy de San Pedro de Macorís. Entonces, yo no soy de San Pedro de Macorís. Nací ahí, pero nunca en mi vida viví en San Pedro de Macorís. Mi mamá y mi papá desde que mi mamá dio a luz, a los días, se fueron para Hato Mayor. Yo soy de Hato Mayor del Rey, ahí yo me crié hasta casi los 11 años. Casi cumpliendo 11 años, mi mamá y mi papá se trasladaron para la Ciudad de Santo Domingo, a vivir en la Capital y desde ahí vivo en la Ciudad de Santo Domingo.

Amaury. ¿Y cuándo es que descubre la niña Sonia Silvestre que  tiene una voz hermosa y que puede cantar y que…?

Sonia. Yo, desde que me acuerdo.

Amaury. Desde que te acuerdas. ¿Pero alguien de tu familia dijo: ¡qué lindo canta la niña?

Sonia. No.

Amaury. Vamos a llevar esta niña a algún lado para que se exprese.

Sonia. Jamás, jamás, no.

Amaury. Bueno ¿y entonces cómo es tu desarrollo profesional?

Sonia. Bueno, mira, mi desarrollo profesional es otra cosa. Yo canté desde que yo me acuerdo. A mi papá le gustaban mucho los boleros, tenía una discoteca muy buena de boleros. Al lado de la casa de mi abuela paterna, había un bar, uno de los bares más grandes de mi pueblo, con una tremenda bellonera. Nosotros le llamamos bellonera a lo que le dicen ustedes.

Amaury. La victrola.

Sonia. Victrola, y yo quería siempre estar en casa de mi abuela, porque yo lo que quería era oír la música de la bellonera. Entonces yo crecí aprendiéndome los boleros y canciones, porque a mí me gustaba cantar todo el tiempo. Tú sabes que hay niños que cantan, que la mamá y el papá, cuando llega visita: Niña canta, y el niño: No, no quiero.

Amaury. O, toca el piano, baila.

Sonia. Les da vergüenza a los niños. No, a mí tenían que mandarme a callar. Ya Sonia, nosotros queremos hablar, no cantes más. Porque yo sí quería cantar.

Yo toda la vida canté. No recuerdo que nunca nadie me dijera que fuera artista, ni de yo haber querido ser cantante nunca. Nunca lo planifiqué. Yo no soy el caso que siempre se cuenta de que luchó por la fama y sacrificó años de su vida luchando por la fama. A mí no me pasó nada de eso.

Amaury. Y entonces, ¿cómo ocurrió?

Sonia. Bueno, yo, como te digo, siempre canté. La gente que me conocía sabía que yo cantaba, porque, además, yo cantaba cada vez que tenía la oportunidad.

Cuando me gradué de bachillerato, de la secundaria, me inscribí en la Universidad a estudiar Pedagogía, mención literatura, eso era lo que me gustaba, letras, y estando ahí en la Universidad. Bueno, terminando el Bachillerato, conocí o me reencontré con una amiga que había empezado muy jovencita, era muy conocida y estaba terminando el bachillerato junto conmigo.

Amaury. ¿Quién era?

Sonia. El nombre de ella es Cecilia García.

Amaury. ¡Ah, Cecilia García!

Sonia. Una gran comediante y cantante dominicana.

Amaury. ¡Sí, cómo no!

Sonia. Y comencé con ella a meterme en el ambiente, la farándula, en el ambiente de la música. Con ella comencé a cantar “jingles”, que son los comerciales cantados y comencé, digamos, a lo que nosotros le llamamos picotear. Es decir, empecé a ganar mi dinerito cantando “jingles”. Me fui haciendo conocida en el ambiente de los músicos, de los   jingleros, de los cantantes. Entonces, ya en la Universidad, estudiando Pedagogía, Freddy Ginebra.

Amaury. ¡Gran promotor cultural dominicano!

Sonia. Sí, el papá de Casa de Teatro, que es uno de los centros culturales más importantes en la República Dominicana. Freddy Ginebra tenía un programa de televisión que era muy popular, los sábados a la una, un programa para jóvenes, bueno, él era joven también, todos éramos jóvenes. Entonces él me invitó a cantar en ese programa.

Amaury. ¿Qué cantaste?

Sonia. Yo canté una canción de los Hermanos Castro. Bellísima.

Amaury. ¿Cuál, cuál?

Sonia. Dice: (canta) Cada vez que estoy a solas / triste estoy y me doy cuenta / que sin ti (a dúo con Amaury)/ no hay ilusión ni amor.

Yo loca, yo oía música rarísima, a mí me gustaban Alicia Matarazzo y los Hermanos Castro.

Amaury. Esa canción es bien bella, pero bien difícil de cantar, una tesitura así…

Sonia. …Los Tres Ases, a mí me gustaban. A mí me gustaba la música de cierto…, toda la vida la gente ha dicho que yo canto canciones raras.

Amaury. Sí, para lo que estaba de moda, era música extraña.

Sonia. Era música extraña.

Amaury. Porque es música de calidad, además.

Sonia. Exactamente. Entonces yo me presenté cantando esa canción y ya no pude parar. Lo que te quiero decir es que al poco tiempo yo tuve que dejar…

Amaury. …Ya dejaste la Universidad.

Sonia. Sí, dejé la Universidad. Ya no podía estudiar, ya yo estaba en otra cosa. Y me hice famosa, y me hice popular sin darme cuenta. Es decir, yo no luché por ser famosa.

Amaury. Pero inclusive sin que te pasaran por la radio ya tenías un público “underground”.

Sonia. Tenía ya un público que me iba a ver a los sitios donde yo cantaba en Santo Domingo. Hasta que en el año 72, supongo, que debe haber sido por ahí, una de las más importantes compositoras dominicanas, Doña Leonor Porcella de Brea, me invitó a cantar en el Cuarto Festival de la Canción Dominicana, que celebraba la Asociación de Músicos para cantantes y bailarines que existían en esa época.

Entonces yo fui y canté una canción que se llama ¿Dónde podré gritarte que te quiero? Esa canción no ganó el primer lugar en el Festival, ganó el segundo lugar, pero nadie se recuerda de la que ganó el primer lugar.

Amaury. (risas) Suele ocurrir eso.

Sonia. Eso es tremendo. Ahí fue una cosa impresionante, yo me hice super famosa y popular. Eso fue una sensación y entonces, un amigo mío, que en esa época estaba también comenzando, igual que yo, en el mundo del disco, que se llama Bienvenido Rodríguez, que tiene ahora uno…

Amaury. …Sí, uno de los sellos disqueros dominicanos más importantes, fue el que lanzó a Juan Luis (Guerra).

Sonia. Fue el que lanzó a Juan Luis Guerra internacionalmente. Me dijo: pero vamos a grabar un disco.

Amaury. Karen Records, ¿no? ¿Ya se llamaba Karen Records ya en esa época?

Sonia. Karen Records era que se llamaba. Entonces me dijo: pero vamos a grabar esa canción. Y él tenía unas pistas que le mandaban de Buenos Aires, grabadas en Buenos Aires. Me dijo: mira a ver las que tú puedas cantar de esas pistas, busca el tono tuyo, y qué puedes cantar de esas pistas.

Amaury. ¡Qué curioso!

Sonia. Y allí estaba, Qué será de ti, altísima. Pero en esa época, imagínate tú, todavía yo no había amanecido mucho.

Amaury. Claro.

Sonia. No había respirado tanto cigarrillo.

Amaury. No habías trasnochado.

Sonia. No había trasnochado y eso está como dos tonos por encima de mi tesitura, pero yo le entré, porque imagínate, tenía unas ganas tremendas de grabar y de cantar y de lo que sea. Y así fue que comenzó todo.

Amaury. Ahora, después de tener ese éxito en Santo Domingo ¿En qué otro país es que empiezas a tener un éxito grande?

Sonia. Aquí en Cuba.

Amaury. ¿En Cuba? después de Santo Domingo, Cuba. Ah, mira, ya tú ves.

Sonia. Bueno, en Puerto Rico.

Amaury. En Puerto Rico también.

Sonia. En Puerto Rico, sí, en Puerto Rico también, primero que en Cuba, pero no tanto como aquí. No, no tanto como aquí en Cuba. Lo de aquí de Cuba fue una cosa extraordinaria. Yo siempre he creído que realmente eso estaba escrito.

Amaury. Estaba predestinado, ¿no?

Sonia. Sí, yo creo que los santos de aquí me trajeron para acá. Yo pienso que tal vez viví en otra época de mi vida, en otra vida, aquí en Cuba. Siempre he pensado eso.

Entonces, allá en República Dominicana, se celebraron en el verano del 74, los XII Juegos de los Centroamericanos y del Caribe.

Amaury. Por ahí.

Sonia. Y con la delegación cubana, que fue una delegación enorme, fue el Conjunto Folclórico Cubano.

Amaury. Conjunto Folclórico Nacional de Cuba.

Sonia. Cuando llegó la delegación cubana, que llegó el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, los organizadores de los Juegos no tenían quién atendiera a esos artistas, porque ellos estaban preparados para atender a los deportistas. No esperaban que Cuba fuera a llegar con esa delegación artística tan grande. Entonces fueron a donde Casandra Damirón. Casandra Damirón, era, le gustaba el folclor y tenía un ballet basado en el folclor, no era un ballet estilizado, folclórico estilizado. Entonces Casandra cuando se vio con esta cosa encima buscó entre sus alumnas, entre sus muchachas, entre sus hijas, sus amigas, que la ayudaran y una de esas era yo. Yo tenía mi carrito y además, me encantó la idea de andar por ahí atendiendo al Conjunto Folclórico Cubano, y me puse en esa, a atender a los muchachos. Estaba muy pegada allá y estaba ese LP pegadísimo, acabando allá en la República Dominicana. Y todos los periodistas, deportistas y artistas cubanos que fueron a esos juegos, se trajeron ese disco para acá, para Cuba. Eso fue en el verano del 74. Luego, en noviembre de ese mismo año, se celebraron allá, se celebró allá el Festival Siete días con el pueblo. Era un Festival de canción política.

Amaury. ¿Pero quién organizó ese Festival?

Sonia. Ese Festival lo organizó la Central General de Trabajadores y los artistas que estábamos comprometidos en ese momento con la izquierda, con los trabajadores, que éramos, simpatizantes, pues, de todos esos movimientos, pasamos a formar parte del grupo gestor de  ese Festival.

Amaury. ¿Quiénes estaban de Santo Domingo, por ejemplo?

Sonia. Víctor Víctor.

Amaury. Claro.

Sonia. Tommy García.

Amaury. “La Culebra”.

Sonia. Claudio Cohen, yo, Carlos Francisco Elías, Soledad Álvarez. Porque era un grupo experimental de nueva canción, que no solamente trabajábamos canciones, sino que también hacíamos unos espectáculos que incluían imágenes y sonido. Hacíamos unos eventos de solidaridad y contenido político, es decir, un grupo…

Amaury. …Eso quiere decir que siendo tú una cantante muy popular y cantando baladas y canciones…

Sonia. …Me metí en un grupo…

Amaury. …Te metiste en un grupo de Nueva Canción, ¡vaya!

Sonia. De Nueva Canción, y no como la estrella naciente, sino como una más de ese grupo. Porque yo creía que yo, por el hecho de yo ser la baladista, la bolerista más importante del país, yo no tenía méritos para venir a privar de estrella, dentro de ese grupo, que lo que estaba era cantando otro tipo de canción.

Pero ya yo estaba interesada en participar en ese Movimiento de la Nueva Canción, en cantar otro tipo de canción. Mi país estaba muy convulsionado políticamente. Estábamos luchando por la libertad de los presos políticos, el regreso de los exiliados. Estábamos dentro de los doce años de Joaquín Balaguer, que fue una etapa donde hubo mucha represión política. Los partidos de izquierda estaban proscritos, y estábamos luchando. Yo estaba metida dentro de todo ese movimiento.

Amaury. ¿Y ya habían llegado las canciones cubanas, ya habían llegado las canciones…?

Sonia. Ya habíamos escuchado al Grupo de Experimentación…

Amaury. …Sonora del ICAIC.

Sonia. Pero antes habíamos escuchado a Mercedes Sosa, Joan Manuel Serrat, Armando Tejada Gómez, Quilapayún, LLuis Llach, todo lo que nos caía, Paco Ibáñez, es decir, que estábamos envueltos, totalmente metidos en lo que era la Canción Política, la Nueva Canción.

Amaury. Y organizan este Festival.

Sonia. Y allí llegan, invitados a ese Festival, Silvio Rodríguez y Noel Nicola. Los primeros artistas cubanos que llegan a la República Dominicana, después de no sé cuántos años. Y Silvio y Noel me llevaron una invitación a mí para que yo viniera a cantar aquí a Cuba.

Amaury. ¡Ah, caray!

Sonia. Del Consejo Nacional de Cultura, y ellos son los que me explican lo que había pasado, que yo en ese momento era la cantante más popular de Cuba, y yo, ¿cómo?, pero ¿cómo es posible?, yo no entendía.

Bueno, la cosa es que yo termino Siete días con el pueblo, y con esa invitación del Consejo Nacional de Cultura fui al Gobierno dominicano a solicitar un permiso para yo venir a…

Amaury. …Sí, porque había que pedir un permiso para poder salir, para poder venir aquí.

Sonia. Sí, porque si yo salía sin permiso, después no me dejaban entrar al país, me ponían impedimento de entrada. Y yo no quería que me pusieran impedimento de entrada. Entonces yo decidí, que yo iba a venir para acá, pero también, no solamente iba a cantar esas canciones que estaban pegadas aquí, sino que también iba a cantar lo que nosotros ya estábamos cantando en el grupo Nueva Forma. Entonces invité a Víctor Víctor a  venir conmigo.

Amaury. Esa fue la primera vez, en el Amadeo Roldán.

Sonia. Sí, para que Víctor Víctor con la guitarra me acompañara, y yo poder cantar también esas canciones que yo estaba cantando.

Entonces yo vine para acá, a principios de 1975, junto con Víctor Víctor e hice una gira de veinte y pico de conciertos, acompañada por Irakere.

Amaury. ¡Ah, no, pero es que la entrada fue a lo grande!

Sonia. Eso fue tremendo, y desde ahí, desde esa época hasta ahora, pues, amores con Cuba y con los que aman a Cuba.

Amaury. Pero en aquella época también te hicieron un documental,  porque yo recuerdo que…

Sonia. ¡Sí, cómo no!, tú sales en ese documental.

Amaury. En ese documental yo salgo, debo estar esquelético, como me gustaría estar ahora.

Sonia. (risas) Bellísimo, bellísimo, con tu melena, bien flaco. Todos estaban bien flacos, todos estábamos muy flacos, y muy lindos.

Amaury. Y grabaste un disco con canciones nuestras.

Sonia. Grabé un disco que se llamó La Nueva Canción, que era mitad Nueva Canción Dominicana y mitad Nueva Canción Cubana.

En ese momento también el ICAIC quiso hacer un documental conmigo, ¿no?, y lo dirigió Juan Carlos Tabío.

Amaury. Por eso digo, Irakere por un lado y Juan Carlos Tabío por el otro, vaya, eso estaba tremendo.

Sonia. Fue un de los primeros documentales que hizo el ICAIC dedicado a una artista, solamente para hablar. Para que ese artista hablara y se expresara. Lo hicimos y dura 25 minutos, hace poco lo recuperé digitalizado, ahí en el ICAIC, estoy feliz porque tengo mi CD con eso.

Amaury. Ah, ¿lo tienes?, a ver si un día me lo enseñas. Yo no me acuerdo mucho.

Sonia. Me lo llevé a Santo Domingo y no lo traje en este viaje, pero en el próximo viaje que haga lo voy a traer.

Amaury. Después hablamos.

Sonia. Pero si no le pedimos a Ayala que nos los vuelva a grabar y nos los den en el ICAIC.

Amaury. Nos den otro. Ahora, en un momento determinado tú te conviertes también en una promotora, casi como una especie de empresaria, porque no había dinero, casi para nada, en aquel momento.

Tú seguías siendo un éxito en Santo Domingo, muy exitosa, y estabas casada con Yaqui Núñez del Risco, un gran presentador de televisión.

Sonia. ¡Cómo no!

Amaury. Un gran productor.

Sonia. Sí.

Amaury. Y empezaste a invitar a artistas cubanos a ir a Santo Domingo.

Sonia. Empezamos a invitar a artistas cubanos.

Amaury.  Que nos quedábamos en tu casa.

Sonia. Sí, porque no había dinero para hotel. Tenían que quedarse en mi casa, pero mi casa era una casa grande, y era casi como un hotel, ¿no, mi casa?

Amaury. Era un hotel y ahí comíamos unas cosas…

Sonia. …Y uno de los bares más populares de la ciudad.

Amaury. (risas) Bueno.

Sonia. Y se comía muy rico, había una vieja que se llamaba Elba, ¿no sé si te recordarás de Elba?

Amaury. Claro, la recuerdo.

Sonia. Maravillosa.

Amaury. Y yo siempre le preguntaba que cómo le echaba el coco al arroz.

Sonia. Ah, porque ella hacía el arroz con aceite de coco.

Amaury. Con aceite de coco, yo le decía: écheme un poquito de coco rallado, entonces ella me echaba un poquito de coco.

Sonia. Era maravillosa.

Amaury. Tengo muchísimos recuerdos.

Sonia. Era la cocinera de mi casa.

Amaury. Estuvimos aquella vez con Miriam Ramos, y con Ahmed Barroso.

Sonia. Bueno, en mi casa vivió Pablo Milanés, en mi casa vivió Miriam Ramos, vivió Sara González, Ahmed Barroso. Tú llegaste a vivir en mi casa también.

Amaury. Yo también,  claro, la primera vez, fue en el 78.

Sonia. También vivió en mi casa Elena Burke.

Amaury. Ahora, ¿cuándo es el momento en que tú decides probar fortuna fuera de Santo Domingo y te vas a vivir a México?

Sonia. Bueno, no que yo decidiera probar fortuna ni nada de eso, no, no.

Amaury. ¿No?

Sonia. Para nada. Yo me divorcio de Yaqui Núñez, y siento, como Yaqui y yo éramos una pareja tan popular.

Amaury. Sí, claro, era una pareja televisiva.

Sonia. Sí, totalmente mediática, yo pensé que la única manera que tenía de romper definitivamente esa pareja, esa unión y que la gente dejara de estar pendiente de nosotros dos, era que yo me fuera de Santo Domingo.

Amaury. Ah, te fuiste por cuestiones de desamor.

Sonia. Mira, como te digo, pensé que la mejor manera de terminar aquello, era yo yéndome de Santo Domingo. Y decidí entonces irme para México, pero mi plan no era ir para México a hacerme una artista famosa ni nada de eso.

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«Con 2 que se quieran». Sonia Silvestre (Parte II)

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Amaury. No fue buscando fama y fortuna.

Sonia. No, fue yéndome de Santo Domingo.

Amaury. Ya.

Sonia. Yo me quería ir de Santo Domingo porque yo estaba cansada de ser famosa. Yo quería estar en un lugar donde nadie me conociera, fíjate tú. En vez de salir a buscar fama y fortuna, yo lo que buscaba era anonimato.

Amaury. ¿Qué tiempo estuviste en México?

Sonia. Estuve tres años, más o menos.

Amaury. Y no empezó a mermar tu popularidad en República Dominicana.

Sonia. No fue que disminuyó mi popularidad, disminuyó, tal vez, mi presencia cotidiana y en los lugares, y en la televisión, y eso. Pero la popularidad no disminuyó, no ha disminuido, hasta ahora.

Amaury. No, todavía. El respeto que siente el público dominicano, hablar de un pueblo no me atrevo, pero el público dominicano por ti, yo lo vivo cada año que voy a República Dominicana.

Sonia. Incluso, yo, al irme, como te dije, surge toda una nueva generación de muchachas, excelentes cantantes.

Amaury. Ahora, la última gira que tú hiciste por Cuba, por lo menos, que yo recuerde, gira completa por todo el país, fue…

Sonia. …Las Tres mujeres del Caribe…

Amaury. Tres mujeres del Caribe, con Lucecita, y con…

Sonia. Sara González.

Amaury. ¿Por qué no se ha repetido una idea tan bonita como esa?

Sonia. Yo no sé, porque eso no lo organicé yo. Eso lo organizó Sara.

Amaury. O sea que Sara es la responsable de organizar la próxima gira de Las Tres mujeres del Caribe, o cuatro, o cinco.

Sonia. No sé si se podrá ya eso.

Amaury. Sí, cómo no se va a poder, Sara lo puede todo. Sara sí que tiene la misma fuerza, el mismo empuje, porque Sara es de un temperamento…, sangre pura.

Sonia. Yo, encantada, imagínate tú, eso fue histórico. Porque nosotros viajábamos con un “crew” (equipo) que incluía dos orquestas, coros, escenógrafos, sonido, luces y un equipo de filmación del ICAIC que dirigía Miriam Talavera, porque se hizo un documental bellísimo.

Amaury. ¡Cómo no!

Sonia. Que se llama, algo como Una sola voz, o algo así, no me recuerdo. Un documental bellísimo, que hizo Miriam Talavera que también recuperé en el ICAIC.

Amaury. A ver, ¿en qué momento es que tú decides involucrarte en política, como funcionaria, creo que fue con el gobierno de Hipólito (Mejías), ¿no?

Sonia. Bueno, Tony Rafful…

Amaury. ¡Gran periodista, gran escritor!

Sonia. ¡Poeta!

Amaury. ¡Un intelectual, un poeta!

Sonia. Y dirigente político, cosa muy rara. Un poeta dirigente político, son cosas que pasan en la vida.

Amaury. Aquí hay.

Sonia. Aquí hay también. Bueno, sí, tenemos a Abel Prieto.

Amaury. Y a Miguel Barnet, tenemos varios.

Sonia. Y muchos más. Bien, pues cuando el PRD (Partido Revolucionario Dominicano) gana las elecciones en el 2000, a Tony Rafful lo designan como Ministro, en esa época no era Ministro, Secretario de Cultura, y pasamos a organizar una Secretaría de Estado de Cultura, que ahora es Ministerio. Y Tony me llama a mí y me dice que quiere que yo trabaje con él. Yo trabajé antes de las elecciones en mi proyecto cultural. Y luego que gana las elecciones el PRD yo paso a formar parte, como funcionaria, de la Secretaría de Estado.

Amaury. Tienes que ver con las Casas de Cultura.

Sonia. En ese momento yo pasé a dirigir una Dirección General de Casas de Cultura. Pero ahora soy funcionaria, pero soy funcionaria de…

Amaury. Vamos a hablar, no te preocupes, vamos a hablar, vamos a llegar ahí, porque…

Sonia. Pero déjame beber agua porque tú no me has dejado mover…

Amaury. Tú te puedes tomar toda el agua que quieras, y hay café. ¿Tú quieres que te traigan café?, ¿todavía queda?, sí queda.

Sonia. Queda café.

Amaury. Queda, sí. Aquí puedes tomar café, puedes tomar agua, se puede interrumpir. Aquí no…

Sonia. Okey. Perfecto.

Amaury. No es una entrevista tan, lo que pasa que yo voy, chucu, chucu, chucu.

Sonia. (risas) ¡Óyeme!

Amaury. Tú paras, paramos, te tomas el café, mira, yo voy.

Sonia. El café.

Amaury. Es que lo curioso, cuando uno dice en cualquier parte del mundo: una cantante dominicana, uno piensa en una cantante de bachata o de merengue.

Sonia. No, espérate, la bachata ahora es que es famosa

Amaury. Sí, yo sé, yo sé. Antes era como un género menor, ¿no?

Sonia. Bueno, la bachata era, era.

Amaury. Como muy popular, ¿no?, del pueblo.

Sonia. Le decían también música de guardia.

Amaury. ¿Música de guardia?

Sonia. Sí, óyeme bien, era una música barrial, que no era aceptada por la sociedad. Entonces los guardias, no sé, yo misma no sé. Los guardias cómo que iban a los bares a beber, y se emborrachaban. Los hombres oían bachatas para amargarse.

Amaury. ¿Para amargarse?

Sonia. Sufrir.

Amaury. Me dejaron.

Sonia. Porque la bachata sistemáticamente era eso, que las mujeres eran muy malas, y que ellos estaban muy tristes. Música de amargue, también nosotros le decíamos.

Amaury. ¿Y cuándo la bachata agarra nivel, vamos a decir como aristocrático, casi, porque..?

Sonia. Yo creo que fue con Luis Díaz.

Amaury. Claro, con Luisito.

Sonia. Luis Díaz fue un investigador por vocación, porque no fue que tenía ninguna formación, este…

Amaury. Ya sabemos como era Luis Díaz, bueno, los que lo conocimos.

Sonia. No tenía ninguna formación como sociólogo, ni una formación académica para ser un investigador. Luis Díaz se interesa por eso, por rescatar la música dominicana, rescatar la música del pueblo, la música raíz. Entonces en el año 90, debe haber sido en el 90, 91, un productor de discos que se llama Cholo Brenes, un productor muy importante, que ha creado muchos de los grupos más famosos de allá de la República Dominicana, en una fiesta nos dice a Luis Díaz y a mí: Bueno ¿y por qué ustedes no hacen un disco de bachatas?, y le dice a Luis: hagan juntos un disco de bachata. Perfecto, estábamos en esa fiesta, Luis Díaz se va a su casa y a las cinco de la mañana llamó a Cholo y le dijo: tengo la primera bachata escrita para Sonia.

Entonces ellos le pusieron Tengo amargue, pero la gente inmediatamente lo identificó como bachata y yo creo que de ese trabajo surge la Nueva Bachata Dominicana.

Amaury. Y hoy la bachata es una cosa tremenda.

Sonia. Estábamos haciendo el video clip de una de esas bachatas, que se llama Mi guachimán. Guachimán es la manera que nosotros tenemos para decirle a los vigilantes privados. Viene del inglés, que es “watchman”. Los dominicanos les decimos guachimán.

Amaury. Guachimán (risas).

Sonia. Y en plural, en plural los guachimanes.

Amaury. Los guachimanes (risas).

Sonia. Entonces Juan Luis va adonde nosotros estamos haciendo el video clip de esa bachata.

Amaury. ¿Juan Luis Guerra?

Sonia. Sí, Juan Luis Guerra, va acompañado de un periodista muy importante dominicano, que se llama Juan TH.

Amaury. ¡Hombre, amigo querido!

Sonia. Ellos van a ver donde nosotros estamos haciendo el video clip de esa bachata. Y Juan Luis dice: ¿Y qué es eso? Entonces le explicamos que eso es bachata.

Al poco tiempo, después de todo ese éxito, de toda esa renovación de la bachata popular, Juan Luis sale entonces con sus bachatas, y hace el disco que fue el gran éxito internacional, que se llamó Bachata Rosa, que viene además de un chiste, porque nosotros decíamos que las bachatas de Luis eran rojas. Y las de Juan Luis, rosas, por ahí viene todo.

Amaury. ¡Qué bárbaro!, bueno, a ver. Hablemos de tus amores.

Sonia. ¡Ay, Dios mío!

Amaury. Tú eres una mujer muy pasional. No te voy a contar cuántas veces te has enamorado, porque para qué vamos a llegar ahí.

Sonia. Yo ni me acuerdo.

Amaury. (risas) Pero tú tienes, hace muchos años un matrimonio con un venezolano.

Sonia. Sí.

Amaury. Además.

Sonia. Un fotógrafo venezolano, hace 28 años.

Amaury. Hace 28 años.

Sonia. No, juntos estamos desde hace 28 años. Tenemos dos hijos, uno de ellos estudia aquí en la Universidad de La Habana, y una hija tenemos. Un varón y una y hembra. Pero nos casamos en el, déjame ver, nos casamos en noviembre del 2009.

Amaury. Ah, bueno el otro día. ¿Y por qué decidieron formalizar una relación que ya estaba formalizada por el corazón?

Sonia. Yo misma no sé. Pero creo que ha influido un poco el hecho de que yo soy diplomática.

Amaury. Ahí estamos, ahí vamos a llegar entonces.

Sonia. Entonces, ya, para formalizar los pasaportes diplomáticos y la cosa. Ya me advirtieron en Cancillería allá en República Dominicana que se veía muy mal que una diplomática, es decir, por ejemplo, si yo quiero vivir aquí con mi esposo, con José, con mi marido.

Amaury. Sí, si, sí.

Sonia.  Que no estemos casados ya podría provocar ciertos comentarios. Tú sabes que el mundo diplomático es muy formal, y nada, decidimos casarnos.

Amaury. Pero ¿cómo terminó entonces Sonia Silvestre siendo Ministra Consejera de la embajada de la República Dominicana en Cuba?

Sonia. Bueno, muy simpático.

Amaury. Porque ahora tú vives en Cuba y en Santo Domingo.

Sonia. Si, en los dos lados, muy simpático. Mi hijo se gradúa de la secundaria y me dice que quiere estudiar Biología. En la República Dominicana lamentablemente no hay un gran desarrollo científico. Yo arranco para la embajada cubana en Santo Domingo a hablar con la Ministro Consejera encargada de las becas. Frescura mía.

Amaury. La amistad tuya con Cuba.

Sonia. Claro. Ella llamó a Cuba e inmediatamente le dijeron que sí, que cómo no, que claro.

Amaury. Claro, una amiga como tú, que cosa.

Sonia. Entonces nada, para acá yo traje a mi hijo, lo dejé aquí el 8 de septiembre del 2008, estudiando ahí en la beca, ahí en 12 y Malecón. Y entonces tengo un amigo que tiene un puesto muy importante en el gobierno de Leonel Fernández.

Amaury. Actual Presidente.

Sonia. El Presidente actual, y yo lo llamé por teléfono, y le dije: Mira, yo necesito que tú me ayudes, le digas al Presidente Leonel Fernández, que me tiene que nombrar en algo, en la embajada dominicana, porque yo necesito estar ahí, porque yo acabo de dejar a mi hijo en La Habana estudiando en una beca en Cuba. Y al otro día me llamó ese amigo y me dijo: Óyeme, mándame todos tus datos. Digo: ¿Y para qué tú quieres mis datos? Yo estoy pensando que me va a abrir una investigación o algo así.

No, no, es para escribir ya el decreto nombrándote en la Embajada Dominicana allá en La Habana, digo yo: ¡Cómo, pero tan rápido! Dice, sí, sí.

Amaury. ¿Y ya?

Sonia. El Presidente dijo que sí.

Amaury. ¿Tan sencillo?

Sonia. El Presidente dijo que sí, que cómo no, pero claro. Yo le había dicho: Bueno, nómbreme de Agregada Cultural o de lo que ustedes quieran y me dijeron, no, pero Agregada Cultural, no. Nosotros te vamos a nombrar Ministro Consejera encargada de Asuntos Culturales.

Amaury. Bueno, Sonia, hay una última pregunta. Los programas se acaban, a mí me encantaría. Yo estoy así, disfrutando, quiero mucho a tu país, tú lo sabes.

Además muchos artistas cubanos le debemos una parte importante de nuestro desarrollo artístico a la República Dominicana. Es un país donde las personas no olvidan, y eso es un país grato.

Sonia. Hay una afinidad histórica entre nosotros.

Amaury. Sí, pero tú sabes que hay veces que uno va a un sitio, y después uno se desaparece y la gente te olvida.

Sonia. Yo leí en una entrevista que le hicieron a Silvio y Silvio lo definió muy bien. Nosotros somos primos.

Amaury. Claro.

Sonia. Nosotros somos como unos primos. Es más, la mayoría tenemos en nuestras raíces, una buena parte, familiares cubanos y familiares dominicanos, antecedentes. Y en la historia tú sabes que así es, desde Hatuey.

Amaury. Claro.

Sonia. Que vino desde allá huyendo.

Amaury. Que venía con un grupo de indios, Hatuey y Máximo Gómez.

Sonia. Máximo Gómez. Hay una cosa que ustedes no saben, por ejemplo, que Julio Antonio Mella es nieto de uno de los Padres de la Patria Dominicano, de Ramón Matías Mella. Y Mariana Grajales, es hija de dominicanos, nacida en Santiago de Cuba. Y por ahí, aquello sigue que eso da gusto.

Amaury. Una gran relación.

Sonia. Que, es que estamos muy ligados, y nos llevamos muy bien por eso.

Amaury. Ahora que tú compartes tu vida, tú vida real. Es decir, tú tienes una casa aquí, tienes una casa en Santo Domingo. Vives aquí, vives allá, viajas constantemente. Estás una buena parte del tiempo aquí, con tu hijo, estás una buena parte de tu tiempo allá, con tu carrera musical, que no ha cesado.

Sonia. No.

Amaury. O sea, porque no es que tú has abandonado una cosa para dedicarte a otra, ¿no?, tú has podido congeniar, como tantos otros en la historia, la vida diplomática con la vida intelectual, con la vida artística.

Sonia. Sí, tal vez menos intensa, o tomo más suave la parte artística. Como que puedo espaciar más las actuaciones.

Amaury. Claro, con más reposo.

Sonia. Como por ejemplo, ahora, en Santo Domingo, para el 14 de febrero, que es la época de la fiesta de los enamorados. Yo fui y tuve una pequeña gira, y estuve el día 11 en el Maunaloa; el día 12, en San Francisco de Macorís; el día 13, en Puerto Plata, y el día 14 en Santiago de los Caballeros. Hice cuatro conciertos en diferentes lugares dedicada a los enamorados. Y eso lo hago con cierta frecuencia, ¿no?

Amaury. Sí, pero yo quería llegar a este punto. Cuando tú estás en Santo Domingo y piensas en Cuba ¿cómo nos ves y cuándo estás en Cuba y piensas en República Dominicana ¿cómo ves a la República Dominicana?

Sonia. Yo sí que de verdad, como dijo Alejandro Sanz, yo sí que tengo el corazón partido en dos pedazos. Porque, bueno, no sólo porque tengo un hijo aquí y una hija allá y mi marido allá, sino porque de verdad, cuando estoy allá, me hace una falta grandísima La Habana. Quiero muchísimo a Santiago de Cuba también, no se pongan los santiagueros bravos.

Amaury. Son celosos los santiagueros.

Sonia. Quiero muchísimo a Cuba completa, pero La Habana, vaya, mi hermano, no tiene comparación. El olor de La Habana y las calles de La Habana, el Malecón de La Habana, La Habana Vieja, Obispo, La Plaza Vieja, y Eusebio Leal, y Sara González, Amaury y Silvio.

Amaury. Tus amigos.

Sonia. Y Pablo, yo me vuelvo loca, yo soy muy feliz aquí. El ambiente artístico y cultural que hay aquí, es muy intenso, y me hace muchísima falta. Mucha, mucha falta. Cuando estoy allá la extraño, cuando estoy aquí extraño también mi país. Extraño mi comida, extraño mi casa, extraño a mi marido, extraño a mi hija, extraño a mis hermanos. Me hace falta estar allá para cantar, porque cuando estoy allá trabajo, canto, me hace falta Casa de Teatro, por ejemplo.

Amaury. A todos nos hace falta Casa de Teatro.

Sonia. Pero nada, yo ya estoy acostumbrada, tengo el corazón partido. Tengo un pedazo aquí, un pedazo allá y estoy planificando un disco, además. Un disco que se va a llamar así; Aquí y allá. Y quiero poner la mitad de temas cubanos, y la mitad de temas dominicanos. Y también quiero ver, no sé cómo se puede hacer, no sé cuál es el mecanismo, para yo poder tener un grupito de músicos con los que yo pueda ensayar mi repertorio y entonces cuando me llamen a cantar, yo, con mis músicos.

Amaury. Ya esa es una palabra muy criolla, mecanismo, crear el mecanismo.

Sonia. Viste, óyeme, que yo estoy asimilando a Cuba.

Amaury. Crear el mecanismo.

Sonia. El mecanismo.

Amaury. Yo te voy a ayudar a crear el mecanismo.

Sonia. ¿Tú me vas a ayudar?

Amaury. En la medida de mis posibilidades.

Sonia. Me parece muy bien, perfecto.

Amaury. No sé si puedo crear la máquina, pero, por lo menos, después que tengamos la máquina, el mecanismo. Te quiero mucho, Sonia, muchas gracias.

Sonia. Y yo también a ti.

Amaury. Gracias por haber venido.

Sonia. Gracias por invitarme, para mí es un honor estar en este programa. De verdad que cuando me invitaste, yo, pero, claro, muchas gracias. Yo voy a presumir mucho de que yo estoy en este programa. Y voy a llamar a todo el mundo en Santo Domingo, me tienes que decir cuándo va a salir al aire, ¿eh?

Amaury. ¡Cómo no, cómo no!

Sonia. Yo estoy, muy, muy comparona y muy orgullosa de estar en este programa. Muchas gracias.

Amaury. Yo te quiero mucho, te adoro mamá. Un besito para ti.

Sonia. Y yo a ti, mi vida.

Amaury. Cuídate mucho, nos vemos pronto, con el mecanismo.

Sonia. Mira, el mecanismo.

Amaury. Hay que crear el mecanismo.

Sonia. Gracias, muchas gracias.

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«Con 2 que se quieran» Manolo Micler (Parte I)

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“Nosotros no hacemos folclor, el folclor lo hace el pueblo”

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, ahora aquí en 5ta. Avenida y calle 32, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos acompaña una gran personalidad de la cultura: bailarín, coreógrafo, y director general del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba.

Muchas veces la gente me ha dicho: cuando llevas a algún bailarín, nada más estás llevando a personas del Ballet Clásico. Bueno, pues hoy estamos satisfaciendo los gustos y el interés de las personas que se preocupan por otros movimientos danzarios. Y sobre todo el folcor, que es tan importante y consustancial, utilizando esa palabra que me gusta tanto, a la naturaleza del cubano: Manolo Micler.

Manolo, bienvenido, muchas gracias por haber venido.

Manolo. Gracias por invitarme.

Amaury. No, es un deber, es más, tenía que haberlo hecho antes, es la realidad. Yo quiero empezar, porque María de los Ángeles García, relacionista pública del Conjunto Folclórico, me hizo llegar, por cierto, muy bien impreso, este programa del 45 aniversario del Conjunto Folclórico del año 2007. Y hay una cita en él, que hace Rogelio Martínez Furé sobre Fernando Ortiz que la incluyó aquí, donde dice: “Ciencia, conciencia y paciencia en la defensa e ilustración de nuestra cultura popular tradicional”. ¿Qué quiso decir Don Fernando cuando dijo eso?

Manolo. Ese principio, te digo, es una máxima del Conjunto Folclórico Nacional. Ciencia porque para nosotros poder hacer nuestros espectáculos hay que realizar un trabajo de investigación.

Conciencia, porque hay que hacerlo a plenitud de lo que estamos haciendo y de asumir todas nuestras tradiciones, es lo que yo interpreto de esta ciencia, conciencia y paciencia. Como dice Obbatalá, humildad y paciencia.

Paciencia para poder rescatar y para poder llevar a cabo todos nuestros propósitos. Esa es una máxima del Conjunto.

Amaury. Ahora, cuando hablaste de Obbatalá, me estás llevando a la siguiente pregunta, sobre todo para saber qué terreno camino. ¿Tú eres un iniciado, tú eres una persona religiosa?

Manolo. Yo soy un iniciado hace 21 años en el Culto de los Orishas. Mi Orisha, del cual soy iniciado, soy hijo de Yemayá.

Amaury. Perdona que te interrumpa, pero aquí tuvimos una invitada, que no voy a decir el nombre por ética, que es una persona que está iniciada también en los cultos afrocubanos y dijo el nombre de su Orisha, sea dicho el Santo, y después me llamó y me dijo que editara el nombre de su santo porque se aprovechan y le hacen daño. No es tu caso ¿verdad?.

Manolo. No es mi caso, te lo puedo decir ahora mismo si así lo quieres, te lo digo: mi nombre verdadero es Nicolás Manuel García Micler. Posteriormente me pusieron Manolo Micler, Micler es el apellido de mi madre, y quise perpetuarlo. Y mi nombre más profundo es Omii Tomi, al que el agua lo favorece, el favorecido por las aguas.

Amaury. Ahí está, bueno, por eso es lo de Yemayá.

Manolo. Sí.

Amaury. Ahora, el maestro Furé ha dicho, y a mí me parece muy importante esa sentencia, y creo que no lo estaba circunscribiendo solamente al mundo de la danza, sino a la cultura toda. “No olvidemos jamás nuestros orígenes porque el mundo está lleno de imprevistos”

Manolo. Bueno, a mí me parece que eso es fundamental. Uno tiene que reconocerse, reconocer sus ancestros, reconocer sus raíces, reconocer donde uno nace, para entonces poder enfrentar con mejores armas lo que nos depara el porvenir.

Amaury. Claro, es lo que decía el maestro Furé, ¿no?, el imprevisto. La vida no es más que una secuencia de imprevistos, lo que va a pasar mañana, lo que va a pasar pasado mañana. Uno lucha para tener eso lo más controlado posible.

Manolo. Exactamente.

Amaury. Ahora, ¿cómo se crea, cuándo se crea y por qué se crea el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba?

Manolo. El Conjunto Folclórico Nacional de Cuba se funda en 1962 por Rogelio Martínez Furé, etnólogo y por el coreógrafo mexicano Rodolfo Reyes.

En Cuba como tú conoces, no había una institución que fuera capaz de recoger todas estas tradiciones creadas por nuestro pueblo y llevarlas a la escena con todas las exigencias más modernas del teatro. Entonces, la labor del conjunto, inclusive, no ha sido solamente esta presentación de espectáculos, sino de hurgar, de investigar, de rescatar todas esas tradiciones creadas por nuestro pueblo.

Amaury. Pero en aquellos inicios tienen que haber estado rondando el Conjunto los espíritus bienhechores de un Don Fernando Ortiz, o de una Lidia Cabrera, de los etnólogos de la época. ¿Tú crees que esa comunión de espíritus bienhechores protejen al Conjunto?

Manolo. Por supuesto, toda esa tradición, pudiéramos decir, heredada de los padres de los estudios afrocubanos, están rondando en el Conjunto Folclórico. Rogelio fue alumno de Fernando Ortiz, de Argeliers León, de María Teresa Linares, que también fue directora de la Compañía en determinado momento. Todas esas personas nos están rondando constantemente e impulsándonos a hacer cada día nuestro trabajo. Y, por supuesto, inspirándonos en la seriedad, en el amor con que ellos trabajaron.

Amaury. ¿Y de dónde salieron los primeros bailarines que llegaron al Conjunto?

Manolo. Los primeros bailarines del Conjunto fueron personas muy humildes: lavanderas, zapateros, actores, por supuesto, porque también había profesionales, personas de muy humildes cunas, pero profundos conocedores de todas nuestras tradiciones.

Amaury. En los solares.

Manolo. En los solares, en los toques de santos, en el campo, en los bailes populares, bebieron de esa sabiduría, de ese patrimonio tan inmenso que nuestro pueblo ha creado.

Amaury. Manolo, y tú crees que esa primera hornada de bailarines que llegaron al Conjunto, no sé si te acordarás de algunos nombres, pero seguramente estarán allí gentes muy importantes y entrañables, porque Zenaida Armenteros estaba ahí desde el principio.

Manolo. Zenaida Armenteros, por supuesto, que es un icono para nosotros, esa es una figura que…

Amaury. …Para la Patria…

Manolo. …Para todos nosotros. Y de la segunda generación está, Silvina Fabart, está Johannes García, está Alfredo Ofarrill, que fueron intérpretes importantes de la Compañía que fueron de la generación nuestra. Como también puedo decirte que Ana Luisa Cáceres, también forma parte de esta segunda generación que se dedicó, lamentablemente por muy poco tiempo, a la coreografía, pero que tuvo sus resultados en la creación coreográfica.

Amaury. Ahora, será quizás por esa formación humilde de la que me hablabas que llegaban personas que trabajaban en labores prácticamente domésticas y que les llegaba esta necesidad de bailar por la sangre, por el barrio. ¿Quizás será por eso que el Conjunto se identifica, primero que todo, con los bailes afrocubanos? ¿Será por eso? Al principio, yo te hablo al principio, cuando no habían escuelas todavía.

Manolo. No habían escuelas, y te digo, estas personas conocían estas manifestaciones de su medio, pero no todos eran iniciados. Yo te puedo mencionar algunas bailarinas, como por ejemplo, Carmen Duquesne, que no era iniciada, o Nancy Zamora, que tampoco era iniciada y así sucesivamente te puedo mencionar varias personas. Efectivamente, la mayoría eran iniciados, como era Nieves Fresneda, Lázaro Ross, mi padrino, Margarita Ugarte, mi madrina. O sea, eran personas que eran iniciados, no te puedo negar. O Gregorio Hernández, iniciado, que era Abbakuá, o Juan de Dios Ramos, o sea, personas que sí aprendieron de su medio, por eso yo me considero afortunado, porque pude beber de la mano directa de estas personas que conocían profundamente nuestras tradiciones.

Amaury. Pero, qué ocurre cuando hoy uno ve el Conjunto, no es mi caso, como tú sabes, pero para muchas personas del público seguramente sí, ven primero una ausencia palpable, es muy visible, de que no hay personas de raza blanca en el Conjunto, y eso da la impresión como de que el Conjunto Folclórico solamente se dedica al baile puramente africano, desdeñando otras manifestaciones de la Cultura Cubana como pueden ser la música campesina, la música vernácula en todo sentido, el bolero, en fin, otras manifestaciones que ustedes tienen la obligación, y por supuesto, el deber de llevar al escenario.

Manolo. Mira, Amaury, eso no es tan exacto, no es tan exacto.

Amaury. ¡Qué bueno, qué bueno que no es tan exacto!

Manolo. Eso no es tan exacto. Yo te puedo decir, hablándote de la actualidad; en la actualidad hay muchos blancos, por supuesto, provenientes de las Escuelas de Arte, pero siempre, desde el inicio hubo personas de la raza blanca que estuvieron. Mínimo…

Amaury. ¡Tú!.

Manolo. Yo, por ejemplo, que soy de la generación del año 66. Pero es verdad, al principio había muchos negros, realmente, en esos momentos, la gente que dominaba más los bailes era por tradición familiar, y entonces los que tenían más tradiciones de estas raíces, por supuesto, eran gente negra, los negros y los mulatos. Ahora, con relación a los espectáculos el Conjunto, siempre, desde sus inicios, se manifestaron las dos raíces de nuestra cultura, o sea, la proveniente de Europa y la proveniente de África. Porque te puedo mencionar, el primer ciclo, el ciclo Yorubbá, era de los Dioses, un ciclo dedicado a los Dioses, a los Orishas. Después el ciclo Congo, pero antes de bailar el ciclo Congo, se tocaba o se bailaba una contradanza, para ver el mundo de los dominados y de los dominantes. Y entonces, ya el tercer espectáculo, que era el ciclo rumba y comparsa, era la síntesis de ambas culturas, de ambas tradiciones.

Amaury. Pero ¿tú podrías arriesgarte a decir en televisión que el Conjunto Folclórico Nacional fue uno de los primeros, -no estaba creada Danza Contemporánea en esa época, solamente estaba el ballet-, que fusionó en el escenario las dos culturas, la ibérica y la africana?

Manolo. Yo, no tanto, no puedo asegurarlo, no puedo aseverarlo. Pero lo que sí te puedo decir es que desde 1962, el Conjunto estuvo y estuvieron presentes las dos raíces fundamentales de nuestra cultura popular tradicional.

Amaury. Entonces, ya hemos dejado algunas interrogantes que normalmente el público tiene, y que nosotros tenemos el deber, ¡qué deber!, la obligación de aclarar en un programa como este.

Quiere decir, no hay que ser religioso exactamente para…

Manolo. …Para nada…

Amaury. …formar parte del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, una, y no importa el color de tu piel.

Manolo. Dice al maestro Don Fernando Ortiz que no es un problema de natura sino de cultura, de asumir de dónde tú vienes. Por eso la máxima esta que tú me mencionabas de Rogelio Martínez Furé.

Amaury Sí, sí.

Manolo. De no olvidemos jamás nuestros orígenes.

Amaury. Exactamente, bueno ya dichas y aclaradas algunas cosas, vamos a ir a un lugar mucho más entrañable, que es ¿dónde tú naciste exactamente?

Manolo. Bueno, yo no te voy a comenzar a hablar del día exactamente en que yo nací, ni dónde nací. Te voy a decir basándome en una filosofía, la filosofía de los Yorubbá.

Antes de yo nacer, Oloddumare, el Dios creador, mandó a buscar a mi Eleddá, mi Eleddá es mi alma. Y mi Elerí, mi cabeza, escogió mi destino. Y por supuesto, como yo estaba apurado, porque parece que uno escoge la vida buena o la vida mala. Parece que la vida que yo escogí no estaba muy buena que digamos, y entonces me apuré en nacer y nací siete mesino.

Amaury. Ah, caray.

Manolo. Nací el 10 de septiembre de 1946, en un barrio de los llamados marginales, aledaño a la Virgen del Camino. En el barrio donde yo nací, le decían El Callejón, en el barrio de Los Ángeles, le decían El Callejón, allí no había pavimento, era de tierra. Y era una cuartería que fue hecha con la madera que quitaron del hospital Reina Mercedes, que hicieron esa cuartería y se la alquilaban a la gente. Un barrio muy pobre.

Amaury. ¿Tu entorno familiar, quiénes lo conformaban, cuántas personas eran en tu núcleo, allí, en ese cuartón?

Manolo. Bueno, mi familia es bastante extendida, es bastante amplia, muy grande. Pero…

Amaury. …Las personas que estaban muy cerca de ti.

Manolo. Bueno, mi madre, mi madre tuvo cinco hijos, cuatro varones y una hembra, yo soy el más pequeño. Muy pobres, extremadamente pobres, pero mi madre era una persona de mucho rigor, muy fuerte de carácter. Mi madre era una persona que tenía muy bajo nivel de escolaridad, no llegó a sexto grado, pero sí nos inculcó todos esos valores éticos y morales que tenemos en la actualidad.

Amaury. Tenía un alma elevada.

Manolo. Elevada, por supuesto.

Amaury. ¡No tenía una escuela, pero tenía un alma elevada!.

Manolo. Exactamente

Amaury, ¿Y cuándo tú piensas que bailar profesionalmente, era una posibilidad para ti? Porque tú veías la televisión y ahí salían Alberto Alonso, Sonia Calero…

Manolo. No, yo veía eso, por supuesto, no en mi casa, en casa del vecino porque yo no tenía televisión, pero puedo decirte que yo, después que participé en la Campaña de Alfabetización, y cuando regreso, me beco. Saliendo de la beca, voy a buscar a un amigo mío…

Amaury. ¿Te becas en una de estas becas para estudiar solamente?

Manolo. Sí, para estudiar.

Amaury. A mí me pasó igual.

Manolo. Y cuando salgo de pase, voy a buscar a un amigo mío y me dicen: está en Los Marmolistas, el local de un sindicato, cuando llego, había un grupo de aficionados que dirigía la maestra Graciela Chao y faltaba un bailarín.

Amaury. ¿Sobre qué año estamos hablando, Manolo?

Manolo. Estamos hablando del año 63, 1963. Y entonces faltaba un bailarín y me dicen: ¿tú te atreverías a bailar La Troika? Dígole, sí, cómo no, a ver, ¿cómo es?, era muy sencillo el paso de La Troika y la coreografía era bien sencilla. Y fue mi primera función en el Liceo de Guanabacoa. Y a partir de ese momento decidí que la danza iba a ser mi destino final.

Amaury. Fue como una iluminación.

Manolo. Sí, ahí ya, ahí, hablé con mi mamá, le dije: dejo la beca, me pongo a trabajar. Y dejé todo, porque sabía que eso iba ser, eso era lo que yo quería ser.

Amaury. Sí, sí, eso está muy bien, pero tú me hablas de una mamá, buena madre, generosa, recta, llena de virtudes. Pero uno no llega a una cuartería en un barrio cerca de la Virgen del Camino, y le dice a la mamá: yo quiero ser bailarín y ella le dice ¡ay, que bueno!

Manolo. No, no, por supuesto. Cuando yo decido dejar la beca, le digo: Mira, mima, voy a dejar los estudios porque voy a empezar a bailar en tal grupo. Y me dijo: ¿pero no es ballet, verdad? No, no, mima, no es ballet, es una danza folclórica, danzas rusas, latinoamericanas. Dice: Ah, bueno, está bien.

Amaury. ¡Qué cosa! Y tú sabes que yo recordaba, y te voy a hacer la pregunta ahora. Cuando tú me nombraste los bailes de la época. Yo digo, ¿por qué tú crees que muchos de esos bailes ya hoy están en desuso? El cha cha cha, la gente no baila boleros, la gente no baila danzón en líneas generales.

Manolo. Bueno, en sentido general, primeramente yo creo que los lugares donde se baila ese tipo de música, han disminuido, esa es en primera. Y en segunda, que los medios masivos -me perdonan-, pero están haciendo hincapié…

Amaury. No, no, te perdonan, dilo.

Manolo. Están haciendo hincapié en otras cosas, otros tipos de música, yo no estoy en contra de ningún tipo de género, ni ningún temor, porque por suerte, nuestro pueblo siempre ha asimilado todos los ritmos foráneos y los ha transformado en cubanos. O sea, que no es un tipo de temor, pero sí yo veo que se abusa, digamos, del regetón y no tengo nada en contra del regetón.

Amaury. No, no, ni yo tampoco.

Manolo. Pero no hay un equilibrio, yo creo que es falta de equilibrio.

Amaury. Ahí está, esa es la palabra, equilibrio. ¿Qué tiempo tú bailaste, qué tiempo fuiste bailarín, cuántos años?

Manolo. Yo bailé hasta 1982. Desde 1966, o sea.

Amaury. ¿Entraste en el Conjunto?

Manolo. En el Conjunto en el 66. Pero hay una cosa muy importante. Es que desde que yo entro al Conjunto, sin tener una conciencia clara, me di cuenta que el bailarín, como bailarín iba a tener una vida muy corta.

Amaury. Claro, porque normalmente los jóvenes no piensan eso.

Manolo. No, el bailarín, es muy efímera su carrera, y entonces lo que hay que prepararse para eso. Y yo, desde que entré, comencé a anotar, a mi forma y manera.

Amaury. Ah, por qué tú tienes una manera muy particular de…

Manolo. Yo anotaba las coreografías y de esa manera me aprendí el repertorio de aquel momento y eso me permitió después ser ensayador. Y entonces también me preocupé por aprender todos los bailes, masculinos y femeninos. Y eso me permitió ser profesor, y empecé con Rogelio Martínez Furé, no me perdía una conferencia de Rogelio por nada y empezamos a trabajar juntos en los grupos de teatro, en el Teatro Guiñol, en el Grupo de Tito Junco. He trabajado con diversos grupos de teatro impartiendo clases. También, por supuesto, en las escuelas de arte. Pero en esos inicios yo me hice maestro, como se dice, aprendiendo.

Amaury. ¿Y tú crees que ese interés que tú tenías, Manolo, ya desde joven, es una cosa que tú has podido transmitir hoy, y yo voy a hacer un salto, a los muchachos que llegan jóvenes al Conjunto salidos de las Escuelas de Arte?

Manolo. Yo pienso que eso es fundamental, cualquier persona que tenga una responsabilidad en nuestros medios tiene que tener esa responsabilidad de transmitir sus conocimientos.

Desafortunadamente todo el mundo no puede ser maestro, porque hay quien es muy buen intérprete, pero no tiene la posibilidad de transmitir los conocimientos.

Yo, gracias a Oloddumare y a Yemayá, pues tengo esa posibilidad de transmitir mis conocimientos. Y siempre estoy insistiéndoles a los jóvenes, que se preparen para el futuro, para mañana, para cuando ya no tengan fuerzas, ni puedan pararse en la escena por un problema de presencia física. Hay que prepararse. Además, nosotros hay una cosa muy importante, que es el lugar donde tú trabajas, que tienes que preparar esa cantera para que eso se mantenga y sea cada día mejor.

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«Con 2 que se quieran» Manolo Micler (Parte II)

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Amaury. Ahora, el momento ese del retiro. Hay gente que dice: sufrí cuando tuve que retirarme porque yo quería seguir bailando, pero estas piernas no dieron más. Y hay otras personas que dicen, piensan o sienten: Ay, ya esto se acabó, qué alivio, a comer, a engordar y a vivir. ¿Cómo fue tu caso?

Manolo. Bueno, tengo que decirte que en la mayoría de los casos cuesta mucho trabajo que el bailarín asuma el momento de decir adiós. Pero yo, en el caso mío, yo soy un bicho raro en este sentido. Dije, es preferible que la gente me diga ¿por qué te retiraste?, a que comenten: ¿Y este, hasta cuándo?

Amaury. ¿Cuándo se va a retirar?

Manolo. ¡¿Cuándo se va a retirar?! Entonces yo eso lo tuve claro, y me retiré, creo que en el momento justo. En el momento que estaba en plena capacidad, y además yo tenía una inclinación muy marcada hacia la creación coreográfica. Me gustó mucho.

Amaury. ¿Y ya siendo bailarín lo habías hecho?

Manolo. Siendo bailarín lo había hecho. Mi primer trabajo fue en 1974, hice un Zapateo. Yo me siento privilegiado, un hombre realizado en el sentido que he asumido toda la cultura popular tradicional. Y realmente he hecho de todo; música popular, danzas de los Orishas, bailes congos, La danza de los apalencados. O sea, que yo…

Amaury. Los Apalencados, esa es una obra muy, muy fuerte y muy popular.

Manolo. Sí, sí. La danza de Los apalencados, es una obra que ha impresionado en todos los lugares donde nos hemos presentado en el mundo entero. En todas partes que el Conjunto ha ido, ha tenido mucho éxito.

Amaury. Es que es bueno también recordar, aunque en este programa normalmente no hacemos este tipo de promociones, que el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, es uno de nuestros grupos artísticos que más países ha visitado. No sé si quedan países…

Manolo. Bueno, yo te digo, yo soy bastante malo con los números, pero te puedo decir que más de 80 giras internacionales ha hecho el Conjunto. Yo creo que nos queda Australia y algunos países asiáticos que no hemos visitado. Pero hemos visitado muchos países de Europa, de América, del Sur y del Norte, del Centro, y el Caribe.

Amaury. Y África.

Manolo. Y África, hemos estado en giras artísticas por Angola, Mozambique, Ghana, Zambia,  Argelia, quisiéramos ir a más.

Amaury. Yo creo que África es indispensable para el Conjunto Folclórico Nacional de Cuba, es absolutamente indispensable. Y tú me decías hace un ratico, Manolo, de tu manera muy particular de hacer coreografías. Cuando tú dices; mi manera muy particular, es  ¿cómo se hace una coreografía?

Manolo. Bueno, lo primero.

Amaury. ¿O cómo la haces tú?

Manolo. Bueno, yo pienso que, lo primero, querer ser coreógrafo, gustarte hacerlo. En segundo, tener el rigor para estudiar, porque sobre todo en nuestras tradiciones, nosotros tenemos que, a la hora de coreografiar, tener bien claro la danza original como es, su coreografía y a partir de eso, desarrollarla. No traicionar la esencia folclórica. Pero eso sí, no desechar la posibilidad de la innovación. De agarrar las técnicas de otras manifestaciones que puedan servir para magnificar, para engrandecer, para hacer sentir orgulloso a nuestro pueblo de sus tradiciones. Además, tener presente las tendencias que hay en el mundo en la actualidad desde el punto de vista coreográfico, nosotros no podemos vivir de espaldas a la realidad, porque nosotros mismos estamos cambiando constantemente.

Amaury. Es que no pueden convertir el ballet folclórico en una cosa museable.

Manolo. Claro, en un museo, y ese es el objetivo del Conjunto desde sus inicios. El Conjunto no es un museo, porque nosotros no hacemos folclor, el folclor lo hace el pueblo. Una rumba no está hecha para ser puesta en un escenario, es para gozar en el solar.

Amaury. Claro.

Manolo. O, por ejemplo, las danzas dedicadas a Yemayá son para comunicarse con los Orishas en un toque de Santo.

Amaury. A ver, pero voy a seguir curioseando, para yo estar tranquilo y para irme para mi casa esta noche con la tranquilidad de que sé un poquito más del folclor. En el Ballet Clásico hay una serie de pasos, cada paso tiene nombre, tienen sus nombres, nombres devenidos del francés, prácticamente todos.  Cada uno de esos pasos que uno ve, cuando uno ve el Conjunto Folclórico, ¿tienen nombres también?

Manolo. Bueno, hay algunos nombres, por ejemplo, sobre todo los toques, y uno identifica, digamos, determinados pasos con el toque que hace el tambor. Digamos, el chachá lukafú.

Amaury. A ver.

Manolo. Chachá lukafú es un paso que es común para todos los Orishas y cambia la gestualidad. Es un paso muy sencillo, bueno, entre comillas sencillo, no es tan fácil. Pero que cambia la gestualidad en dependencia de, si es Oggún, hace como si estuviera cortando, si es Changó, pues atrayendo los rayos y llevándolo a la pelvis, si es Yemayá es ese mismo paso, pero con movimiento de la falda que simboliza el movimiento del mar.

Amaury. Sí, pero cuando tú dices vamos a hacer aquí Oggún y empieza el toque, ya los bailarines saben que va.

Manolo. En dependencia del toque que sea, porque cada paso, o sea, yo puedo en determinado momento, como por ejemplo, yo acabo de hacer en Eshu, una coreografía que lleva un Pas de trois que yo hice, de Eleguá, la entrada de los Eleguá no es con un toque específico de Eleguá. Sino yo escogí otro, que por la riqueza de ese toque, yo lo cogí para la entrada. Y ahí me apropio de las técnicas de danza moderna y se lo aplico.

Amaury. ¿Y tú no tienes que pedir permiso a entidades divinas para eso?

Manolo. Para nada.

Amaury. No tienes que ir a tu altar y…

Manolo. …No, dice el folclor, la amistad a un lado y el ñañigo por separado. Una cosa es Manolo religioso y una cosa es Manolo artista, aunque para mí eso sea fuente de inspiración. Aunque para mí eso sea la vida. Eso no tiene nada que ver.

Amaury. Pero no tienes que pedir permiso cada vez.

Manolo. No, para nada.

Amaury. Voy a violentar esto, voy a hacer lo otro.

Manolo. No, no, eso son fanatismos que no tienen nada que ver conmigo.

Amaury. Ahora, yo quisiera que tú me hablaras de una persona que ya nombraste, dijiste, mi padrino, pero que es una persona capital dentro de la Cultura Cubana. Y yo pienso -y es mi criterio-, no lo suficientemente reconocido, y creo que cada día debíamos hacerle un homenaje a Lázaro Ross.

Manolo. De acuerdo.

Amaury. Quisiera que me hablaras de él.

Manolo. De acuerdo, de acuerdo, bueno, primeramente quiero decirte, Lázaro para mi criterio como artista, como artista folclórico es una de las voces más privilegiadas que tiene y ha tenido el folclor.

Amaury. Bella voz, bella que no tuvimos antes, ni tenemos todavía.

Manolo. Ni tenemos aún. Eso es por una parte. Por otra parte, Lázaro Ross es una persona que a pesar de no haber sido de estudios académicos, fue una persona que supo estudiar, profundizar en sus tradiciones. Los conocimientos que él tenía por tradición, los hizo, por ejemplo, escribió obras de teatro, como el Alafin de Oyó, que en su momento fue una obra que tuvo mucha importancia en el repertorio del Conjunto Folclórico. Hizo una serie de discos…

Amaury. …Aquí los grabó, en estos estudios…

Manolo. …Una antología que para mí es muy importante.

Amaury. …Ya estaba muy enfermo.

Manolo. …Ya estaba muy enfermo, pero es de una gran importancia, porque rescata los cantos más olvidados, él los tiene ahí, de todos los Orishas. Para mí la obra de Lázaro Ross es fundamental en la historia del arte folclórico en sentido general.

Amaury. No, y además, no tuvo ningún prejuicio cuando Carlitos Alfonso y Síntesis lo llamaron para que los asesorara haciendo aquellos primeros discos de Ancestros.

Manolo. Lo hizo con Mezcla, también.

Amaury. Con Mezcla, cómo no.

Manolo. Con Síntesis fue fundamental para ese disco Ancestros.

Amaury. Bueno, tú tienes una, vamos otra vez a la cosa personal.

Manolo. Sí.

Amaury. Tú tienes una familia.

Manolo. Sí.

Amaury. Tú estás casado.

Manolo. Sí.

Amaury. Tienes tres hijos.

Manolo. Cuatro.

Amaury. Aquí vive uno solo, ¿no?.

Manolo. Aquí vive la hija mía mayor. Los otros tres viven en el exterior.

Amaury. Viven fuera, pero tienes contacto con ellos, por supuesto.

Manolo. Si, acaban de venir en diciembre, se pasaron el fin de año conmigo.

Amaury. Háblame de Manolo Micler padre, y esposo.

Manolo. Bueno, yo me casé en dos ocasiones, me casé en mi primer matrimonio con Miriam, que tenemos muy buena relación, y la quiero muchísimo.

Amaury. ¡Qué bueno!

Manolo. La madre de mis primeros dos hijos Naet y Dasy, y, mi segundo matrimonio fue con Mayda Calle, bailarina de ballet, y cambió, viró de palo pa’rumba.

Amaury. De tutú para rumba. (risas)

Manolo.  Afortunadamente para mí, porque yo pienso que sin Mayda yo no habría hecho la carrera que he podido desplegar en todos estos años. Porque ella, incluso, hasta hay momentos en que sacrificaba su carrera, porque yo pudiera hacer la mía.

Amaury. Y además, tú tuviste hace poco, no quiero ser indiscreto, pero tuviste un accidente cardiovascular.

Manolo. Cardíaco. Sí.

Amaury. Que, por suerte, del que te veo total y magníficamente recuperado.

Manolo. Aché.

Amaury. Ahí está. Ahora, eso, me dijiste los primeros nombres de tus dos hijos, pero los otros dos.

Manolo. Los otros dos son: Moremi y Diudi.

Amaury. ¿Pero eso son nombres africanos?

Manolo. Sí, todos esos se los puso Rogelio Martínez Furé, que aparte de ser mi compañero de trabajo, y persona que yo admiro, mi maestro, es ya mi familia. Él es mi familia. Me bautizó a Moremi.

Amaury. ¡Ah!, ¿sí?

Manolo. Él fue el padrino de Moremi.

Amaury. Entonces es tu compadre.

Manolo. Sí mi compadre, él es mi familia. Su familia y la mía son…, yo me considero familia de Rogelio Martínez Furé. Y tengo mis nietas.

Amaury. Ah, ¿ya tú tienes nietas?

Manolo. Sí, tengo cinco nietos.

Amaury. ¡Qué bárbaro! Qué producción en esa familia.

Manolo. Nair, Naomi, que me dijo, procura mencionarme en algún programa tuyo.

Amaury. Pues ya la estamos mencionando.

Manolo. Naomi, está Cristiana, que es de Moremi, Cristiana y Aurora. De Diudi, tengo a Melí y de Dazi, mi único hijo hombre, tengo a Nicolás, mi único nieto varón.

Amaury. Bueno, me voy a ir acercando, Manolo, al final. Ahora, ¿Por qué tú crees que en los últimos años el trabajo del Conjunto no se ha hecho tan visible? Cuando yo sé que el trabajo del Conjunto sigue siendo tan importante y tan bueno, como el que ha tenido a lo largo de todos estos 50 años.

Manolo. Bueno, mira, deja ver cómo te digo esto. No es tan difícil, porque yo pienso que lo que hay es un problema de programación. Y los medios no alcanzan y han proliferado mucho los Grupos proyecto. Y entonces, no hay cama para tanta gente, como dice la canción y entonces, pues quizás, a lo mejor no tengamos la frecuencia de presentaciones que debíamos tener.

Pero el Conjunto tiene su espacio, pero es un espacio de participación popular, que son los Sábados de la Rumba.

Amaury. Los Sábados de la Rumba.

Manolo. No es un comercial ni mucho menos.

Amaury. No, no, pero eso es una cosa muy importante. Es un lugar donde la gente va y participa, y es una manera de intercambiar con el público.

Manolo. Nosotros les damos, pero recibimos a la vez de nuestro pueblo su sapiencia. Pienso que tenemos problemas serios con la divulgación de lo que hace el Conjunto. Por eso, a veces, los Conjuntos Folclóricos, también eso es una cosa que ocurre, que los artistas folclóricos la gente no los conoce. No hay programas donde los artistas folclóricos puedan ser más reconocidos. Los artistas folclóricos en general, los bailarines, los cantantes, los percusionistas, que yo quisiera hablar de los percusionistas, nosotros no tenemos escuela de canto ni de percusión cubana.

Amaury. Eso es tradición oral pura.

Manolo. Eso es tradición pura, eso es de oído a oído y de oído a corazón, que nosotros tenemos un proyecto de hacer esta escuela, que pienso que es muy necesaria.

Amaury. Bueno, ahora, yo quisiera que tú me hicieras una reflexión final con respecto a esa realización y esa felicidad que tú tienes, de haber logrado ser: un buen bailarín. Tú no pensaste nunca llegar a ser el director del Conjunto Folclórico Nacional de Cuba. De haber logrado ser un buen hijo, un buen esposo, un buen padre, un buen aprendiz de tus maestros, un buen hijo de Yemayá, por lo tanto, un buen cubano. Quisiera que me dijeras.

Manolo. Bueno, te digo, yo pienso que todas las personas tenemos oculto adentro nuestro talento, lo que a veces uno no encuentra la manera de poder desarrollar todas esas potencialidades. Y, felizmente, hubo un enero del 59, que me dio la posibilidad de vivir un momento de efervescencia, donde la Cultura era algo importantísimo, empezando por la Campaña de Alfabetización. Me dio la posibilidad de codearme con personalidades, artistas, que a pesar de yo no ser una persona de estudios académicos, estar con ellos, diez, una hora, dos horas, eran verdaderas clases magistrales y te hablo de Roberto Blanco, te hablo de Nelson Dorr, te hablo de Adolfo de Luis, te hablo  de Berta Martínez, te hablo de Luís Trápaga, te hablo de Santiago Alfonso, mi maestro, gran maestro que me dio rigor. Te hablo de muchos compañeros muy difícil mencionarlos a todos.

Amaury. ¡Es imposible!.

Manolo. Que me perdonen si alguno se me olvida. Me siento realizado porque he podido hacer lo que he querido hacer. Y me siento muy feliz de vivir donde vivo. Y todo aquel que me conoce sabe, que yo fuera de Cuba, de este país, no puedo estar más de dos meses, dos meses y medio cuando más. Porque me gusta estar cerca de mis matas, me gusta ver a mis vecinos. Entonces, todas esas cosas unidas me han hecho a mí un hombre realizado.

Amaury. Bueno, yo te agradezco mucho, Manolo, que hayas venido. A mí me has aclarado una cantidad de cosas, espero que a los televidentes también. Te agradezco tu tiempo para venir a conversar un rato con Amaury, aquí en la televisión. Y quería terminarcon una frase que me parece fantástica: To iban eshu.

Manolo. ¡To iban eshu!, que lo que hicimos no pueda ser deshecho.

Amaury. Exactamente, te quiero mucho.

Manolo. Gracias.

Amaury. Gracias, muchas gracias.

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«Con 2 que se quieran» Digna Guerra (Parte I)

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“La música no viene de la boca, sino del alma”

Amaury. Muy buenas noches estamos en Con 2 que se quieran. Ahora aquí en 5ª Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos acompaña, me da muchísima alegría que ella esté aquí porque siempre la he admirado, siempre la he venerado, de hecho me parece una mujer, además, hermosísima y eso siempre incita a buenas preguntas. Está con nosotros, la gran pianista, la gran cantante y la extraordinaria directora de coros, directora del Coro Nacional de Cuba, y de Entre voces -eso lo hablaremos en el camino- mi amiga, tengo que decirlo así, la profesora, la maestra, Digna Guerra.

Digna. Mi amor.

Amaury. ¡Mi vida, qué linda has venido!

Digna. ¡Qué honor, qué honor!

Amaury Has venido tan bonita. Estás tan bonita vestida, yo espero que la televisión pueda ser capaz de retratar la belleza de Digna, su elegancia, además, que ha venido divinamente.

Yo quiero empezar, porque tú eres una persona de respuestas agudas, de una inteligencia importante, señera; preguntándote: ¿qué es un coro?, o sea, ¿es un grupo armonioso, una compañía armoniosa, de voces angelicales o un grupo de solistas frustrados?

Digna. Pues chico, es lo primero, es lo primero. Yo creo que es un grupo de ángeles que la vida los ha reunido en una ocasión de su etapa para cantar juntos, porque en realidad, lo que se busca cuando uno canta en conjunto es tratar de elevar el espíritu, tratar de angelicar un poco el resultado de lo que sale del alma. Porque yo digo que la música, la voz, el canto no viene de la boca, viene del alma. Y para eso hay que hacer un trabajo también muy específico con ese grupo de personas. Inclusive pienso que la segunda parte de la pregunta…, o sea, es posible que haya un grupo de personas que se reúna porque se sienten frustrados por ene razón en la vida, o quizás, no sé…

Amaury. …O no se atrevieron… me da miedo ser solista y entonces me meto en un coro y ahí me escondo.

Digna.  Exactamente. Pero aun así, yo creo que la labor del director es tan importante…, de llevar al rango angelical a cualquiera de los dos grupos.

Amaury. Hay muchísima gente, muchísimos cantantes solistas, pienso ahora mismo en Miriam Ramos, por ejemplo, una cantante extraordinaria, que tuvo una formación en el Coro.

Digna. Estuvo en el Coro Nacional. Fue miembro del Coro Nacional.

Amaury. Ella lo ha dicho, miembro del Coro Nacional. Pero por ejemplo, está el caso tuyo, que tú tienes una voz tremenda, entonces mi pregunta es: ¿Por qué tú no fuiste solista?

Digna. Pues fíjate, yo creo que fue coyuntural. Yo empecé en la música en el piano, ¿verdad?, y de pronto se abrió la Escuela Coral de La Habana, en el Conservatorio Municipal de La Habana. Me presenté, me hicieron la prueba, entré al Conservatorio y me puse a estudiar Dirección Coral. Siempre, toda la vida me ha gustado cantar, pero sin embargo, me fue halando y me fue ganando la situación de la dirección coral, y me quedé ahí. Entonces, qué hecho muchas veces, en algunos solos en el coro, los mismos cantantes me decían: Cántelo usted, maestra. Cántelo usted y me metía y cantaba, así, ran, ran. Pero me gusta mucho cantar, me gusta mucho cantar.

Amaury. Y además, lo haces muy bien. No es solo que te guste mucho cantar. Hay mucha gente que le gusta cantar, a mí me encanta cantar, pero no lo hago bien.

Digna. ¡Ay!, pero yo te admiro muchísimo, tengo que hacer ese paréntesis ahí, porque de verdad que donde pones el ojo pones la bala, y eso es importantísimo.

Amaury. Bueno, gracias. A ver, Digna, ¿dónde tú naciste?

Digna. Yo nací en La Habana, aquí en La Habana, en Centro Habana, un barrio bien humilde, cerquita del Ameijeiras, donde estaba antes la Beneficencia. Soy hija de padres también muy humildes, un albañil y una ama de casa. Y de verdad que lucharon muchísimo los dos para encaminarnos. Nosotros éramos tres hermanos, ya mi hermano mayor falleció. Y luchó mucho mi mamá que era la que estaba también al pie del cañón conmigo. Me metía aquí, allá, porque vieron las condiciones que tenía también desde bien pequeñita, desde los cuatro años.

Amaury. ¿Cómo tú te das cuenta que la música te llama más la atención que los juguetes, que los juegos?

Digna. Increíble, increíble. Estaba en el Kinder, en una escuela pública que está…

Amaury. ¿En el Kinder, que tenía tres años?

Digna. Si, sí, sí. En el Kinder había un piano y entonces la maestra decía: “Pero Digna, vaya a jugar con los niños a la hora del recreo”, y yo no quería jugar, yo lo que quería era tocar el piano del Kinder mientras los niños estaban en su juego. La maestra se dio cuenta de que yo tocaba la melodía de los cantos que nos enseñaban en el Kinder, y que le ponía la armonía debajo. Entonces, bueno, se sorprendió y mandó a buscar a mi mamá. Señora, ¿usted no se ha dado cuenta que la niña toca el piano?, pero no es con el dedo, no es que hace la melodía con el dedo como se hace usualmente, sino que toca, pero pone debajo lo que va.

Amaury. Tú tocabas aquellas canciones, las marchas de las letras, todas aquellas canciones.

Digna. Todas las cancioncitas del Kinder. Entonces, bueno, me trajeron los Reyes Magos un pianito de juguete. Te puedes imaginar que mi papá nunca me podía haber comprado un piano. Pero te voy a hacer la historia del piano. Llegué a tener un piano de verdad. Resulta que en aquella época había un programa en la televisión que se llamaba Tertulia, que lo animaba, lo dirigía Diego Tendedera, pero Diego Tendedera estaba postulado para Concejal, entonces, en toda esa etapa, mi mamá me pone en una escuela vocacional de música, que había al doblar de la casa. Y estando un día en la esquina de la escuelita, en un cafetería, yo estaba conversando con otras muchachitas que estaban allí en la escuela. Y les decía: pero imagínate, yo no voy a poder seguir estudiando porque yo no tengo piano para estudiar. Y había un señor allí sentado que me dice de pronto: mira, hay un señor aquí, y me hace toda la historia, que se llama Diego Tendedera, etc., etc. y ¿por qué tú no le escribes?, porque es una persona muy humana, ha ayudado a mucha gente, qué sé yo, y me da una hoja de papel y yo le escribo: Señor Tendedera, yo soy una niña así, asao, le mando mi cartica. No tengo piano, no tengo como estudiar y el piano es mi ilusión, no sé qué, y bueno, pasa aquello, le di la carta al señor. Pasan los días y los días. Yo vivía en un solar, ese programa empezaba a las diez de la noche. Y da la casualidad que la vecina, de pronto se oye un escándalo y viene y toca en la puerta y dice: ¡Raquel! -Raquel se llamaba mi mamá- ¡Raquel, despiértate que tú hija se ganó un piano!

Amaury. ¿Por la televisión?

Digna. En la televisión.

Amaury. ¡El señor Tendedera te regaló un piano en televisión!

Digna. Sí, y entonces, bueno, finalmente fueron y compraron un piano. Entonces el acontecimiento fue la llegada del piano al solar, todo un acontecimiento histórico.

Amaury. ¿Y a qué hora tú estudiabas entonces el piano? Porque los vecinos, en un solar… Mi papá vivió en el solar de Aguiar, o sea, que yo conozco bien la vida de los solares.

Digna. Yo estudiaba enseguida que llegaba de la escuela. Me quitaba toda la ropa y era, piano, piano, piano, piano, piano, pero así, era el día entero, el día entero. Entonces a mi papá yo le decía; ay, papá, oí una canción que se llama, Ahí viene el chivo, de Lecuona. Ahí iba mi papá a una casa de música que estaba en San Rafael, al lado del Ten Cent de Galiano, no recuerdo cómo se llamaba la casa de música donde vendían partituras, vendían instrumentos, etc. Y allá iba, me compraba mi partitura, me la traía, porque además, leía muchísimo también. No sé cuál fue mi misterio, pero yo leía, me comía las partituras a primera vista, de una manera muy rápida.

Amaury. ¿Cuál es el misterio de la lectura a primera vista? Para explicarles a los televidentes que los músicos que tienen la habilidad de leer la música, leer las notas musicales, como cualquier persona, buen lector, puede leer el periódico.

Digna. El periódico, sí, es práctica, supuestamente tú debes saber solfear.

Amaury. Sí.

Digna. Pero todo está en la práctica que tú realices diariamente. A mí, no solamente que yo fui alumna de Aida Texeiro, una fabulosa maestra de solfeo.

Amaury. ¡Una maestra legendaria!.

Digna. Maestra legendaria. Y el sistema que había en el Conservatorio de La Habana que era de cuatro años de solfeo. Y en cuatro años toda mi generación aprendió a solfear y son tremendos solfistas esa generación, ¿entiendes?, sencillamente, esa fue una etapa muy buena, y toda mi generación aprendió a solfear muy bien.

Amaury. Sí, pero es como una memoria fotográfica, porque, por ejemplo…

Digna. También.

Amaury. …yo aprendí a solfear; tú me das un papel y yo tengo que mirar la clave y empezar despacito. Y hay gente, sin embargo, los músicos que graban habitualmente conmigo, Rolando Luna, Rodney Barreto, a toda esa gente que le ponen el papel delante…

Digna. …¡Y lo tocan!.

Amaury. ¡Y ya están tocando!.

Digna. Es una práctica, es una práctica visual. Yo toqué cuatro años en la Orquesta Sinfónica de La Habana, o sea, la práctica de atril te da una vista muy rápida, te da una vista tremenda, y esto me sirvió muchísimo. Ya yo solfeaba muchísimo cuando llegué a la Sinfónica y, sin embargo, esos cuatro años allí, delante de ese atril, mirando, mirando, resolviendo, me sirvió y me impulsó muchísimo más. Me dio mucha más práctica y más vista. Por eso se llama, lectura a primera vista.

Amaury. A primera vista. O sea, que tú ves el papel y ya, zas, te lo comiste y lo resolviste, ¿no?

Tú sabes que cuando tú me hablabas… Yo siempre te he considerado una mujer muy alegre, es la Digna que yo conozco, si hay otra oculta, no me tocó. A mí me tocó siempre una mujer positiva y alegre. ¿Tú crees que hay una relación entre la felicidad, la alegría  y la precariedad?

Digna. Yo creo que hay una relación. Yo creo que sí tienen relación porque nosotros éramos gente muy pobre y no solamente nosotros, toda la gente que vivía allí en el solar. Y sin embargo, era gente que vivía con alegría. Quizás nuestros padres con el peso de la vida, eran los que tenían más preocupaciones y demás, pero así y todo, no son las preocupaciones de hoy, ni de ayer, inclusive. Son las preocupaciones de antes de antier. Que la gente vivía muy conforme con lo que tenía, o sea, no estaba esa visión del consumismo, del no sé qué…

Amaury. Ambición por acumular cosas, ¿no?

Digna. Por acumular cosas, que además, no se las van a llevar, te vas desnudo, como vienes al mundo. Realmente yo creo que ni el dinero es la felicidad, ni los lujos son la felicidad, nada de eso. Yo particularmente pienso así, quizás, porque vengo de ese mundo, de esa extracción.

Amaury. A mí me decía un día, no sé qué artefacto electrónico me había comprado, y me dice Eusebio Leal, que estaba en la casa: uno va acumulando cosas y objetos, y lentamente los objetos lo van abandonando a uno.

Digna. Así es.

Amaury. A ver, Digna, tú no me has dicho ningún momento todavía, aunque yo puedo adivinarlo, pero yo quiero que tú me lo digas,  ¿has sido feliz?

Digna. Yo creo que sí, yo creo que sí. Yo le doy gracias a la vida, de verdad, porque todavía estoy aquí. Cada etapa tiene sus encantos, sus sueños, sus sueños realizados, algunos no realizados, pero siempre hay una puerta, siempre ha habido una puerta, una puerta que se abrió y a pesar de los encontronazos, que siempre son enseñanzas; a pesar de los momentos difíciles, porque he tenido muchos momentos difíciles, a pesar de eso, he tratado, como yo le digo a la gente, que el mes de mayo viva en mi corazón, ¿no?, o sea, trato de que nadie me empañe poniéndome octubre, noviembre, o febrero en mi alma. Yo creo que mayo, el mes de las flores, va a estar conmigo acompañándome siempre.

Amaury. ¡Qué lindo, qué preciso eso que me has dicho!

Bueno, tú sabes que el otro día me encuentro a una compañera, no voy a situar el hecho, pero estábamos en un cumpleaños, y se me acerca una persona de nuestras empresas artísticas y me dice: Amaury, muy gentilmente, porque ella fue muy bondadosa. Me dice: yo quisiera que usted invitara -ya tú estabas invitada al programa- pero me dice; yo quisiera que usted invitara a la maestra. Entonces yo le digo: ya está invitada, pero ¿por qué especialmente? Y me dice lo siguiente: ella va a cumplir -era el momento en que estaba cumpliendo el Coro Nacional 50 años- y ella ha estado al frente del Coro por 35 años. Entonces yo digo: Bueno, ¿y esos son los motivos por los que yo debía invitar a la maestra?, es decir, por los aniversarios cerrados.

¿Qué tú piensas de ese asunto que hemos abrazado eso de una manera paranoica? Los aniversarios cerrados. Porque a mí me da, yo festejaría con la misma alegría tus 65 que tus 66, que tus 67, aunque no sean aniversarios cerrados. ¿Qué tú piensas de los aniversarios cerrados?

Digna. Yo creo que es un problema económico, ¿tú sabes?, que los aniversarios cerrados están ligados a la situación económica general.

Amaury. Sí, ¿verdad?, por la cosa del quinquenio, ¿no?

Digna. Yo creo que sí, yo creo que sí, porque tanto valor tienen los 65, como los 63 o los 67.

Amaury. ¿Cuándo es que tú llegas a Alemania?

Digna. ¿Cuándo llego? llego en el año 72.

Amaury. ¿A qué ciudad de Alemania?

Digna. A Berlín, yo estuve en Berlín. Estudié en Berlín. Fue una experiencia muy importante. Yo llegué allí y me convalidaron casi todas las asignaturas. Pero dentro de la dirección, dentro del currículum de asignaturas, está el piano complementario, entonces cuando me toca hacer la prueba de piano complementario, me dicen: pero usted no puede hacer piano complementario.

Amaury. Piano complementario, para explicarle a los televidentes, qué cosa es exactamente.

Digna. Es un complemento, aquí también se da piano complementario. El piano complementario, es que el que estudia flauta, tiene que estudiar piano complementario, el de violín tiene que hacerlo también.

Amaury. Sí, porque se da el caso, por ejemplo, de Gonzalo Ruvalcaba que estudió percusión, y el piano complementario se convirtió en EL PIANO.

Digna. Bueno, pues a mí me pasó eso en Alemania.

Amaury. ¡Ah!, ya, ahí está.

Digna. O sea, el tribunal aquel me decía: no, pero es que usted toca demasiado, usted no puede hacer piano complementario porque es una cosa añadida. No, usted tiene que hacer piano básico. Y entonces digo: ah, perfecto, si yo vine aquí a estudiar, e hice dos diplomas estatales, me gradué de las dos especialidades en nivel superior allí en el Conservatorio de Berlín, de Dirección Coral y de Piano. De los dos. Estudié como una fiera, mañana tarde y noche, tenía permiso de la policía hasta las diez de la noche para estudiar en mi casa, para no molestar a los vecinos, pero desde que me levantaba era teclas.

Amaury. Pero fíjate que es la segunda renuncia. Primero, renunciaste a ser solista.

Digna. Sí.

Amaury. Y después renunciaste a ser pianista concertista.

Digna. Exactamente, exactamente, y me quedé con el Coro, el Coro me ha dado, me ha aportado mucho del conocimiento humano. Trabajar con un conglomerado de personas te enseña mucho y aprendes, aprendes a ver un poquito más allá.

Amaury. Sí, porque hay que ser psicólogo también para trabajar con grupos de personas.

Digna. Tienes que tener psicología de masas para poder guiar a toda una serie de gente y tratar de unificarles el pensamiento, que eso no es fácil, no es fácil.

Amaury. Ahora, tú regresas de Alemania y a dónde tú vuelves cuando llegas aquí. Cuando llegas, ya me gradué, tengo dos diplomas maravillosos: ¿Qué hago con esto, para dónde voy?

Digna. Bueno, en esa etapa inicial me pusieron de asesora en las Escuelas de Arte, para revisar los programas docentes e inmediatamente se empieza a gestar el Instituto Superior de Arte, y se hace un Consejo Científico Metodológico y me llaman para que yo integre el Consejo Científico Metodológico, que era el que iba a preparar los planes y programas de estudio para fundar el Instituto.

Y el Instituto se funda en 1976, o sea, que todo el año 75 yo estuve trabajando en planes y programas para la creación del Instituto, la fundación del Instituto Superior de Arte.

Amaury. Y en qué momento, porque tu esposo, del que hablaremos después, Benjamín, el doctor Benjamín, tan querido y una persona tan buena. Cuando estábamos haciendo la investigación para tu programa, yo no quería venir a improvisar, a tirar piedras, me dice: pregúntale, que ella fue percusionista en la Orquesta Sinfónica. ¿En qué época fue eso?

Digna. Bueno, cuando era estudiante del Conservatorio de La Habana.

Amaury. Yo dije: ¿cómo percusionista?, pero ¿qué tocabas, tímpani?

Digna. Sí, de todo, menos el tímpani, todo lo demás.

Amaury. No te imagino tan delgadita.

Digna. Pues sí.

Amaury. Tocando el gong.

Amaury. ¿Alguna vez lo pudiste hacer?

Digna. Sí, sí, pasé por todos los instrumentos de percusión en la Orquesta.

Amaury. ¿Tú sabes que uno de los sueños de mi vida, como esto es una conversación, sirve también para confesarse uno, fue algún día terminar una obra sinfónica grande y hacer así: shssss. (Amaury hace gesto como de cerrar los platillos de orquesta sinfónica)

Digna. Tocar los platillos.

Amaury. Tocar los platillos esos inmensos, y hacer, shsss. Saber que yo termino algo.

Digna. Pero lo peor de los platillos, no es darles, sino cuando los tienes que apagar que te los tienes que pegar al cuerpo.

Amaury. Ya ese es un sueño muy poco cumplible. Ahora, yo quiero que tú me hables de tus amores. Porque tú tienes que haber sido una mujer muy enamorada porque eres muy bonita y debes haber tenido muchos enamorados, muchos pretendientes. ¿Tuviste muchos pretendientes?

Digna. Sí.

Amaury. No te da ninguna pena decir sí.

Digna. No, para nada, para nada. Soy una mujer, y sí, gente, muy…, que se enamoraron de mí, sí, que me han amado a lo largo de mi existencia, hasta que apareció mi esposo.

Amaury. Hablemos entonces de él, ¿cuándo aparece Benjamín?

Digna. Benjamín aparece en Nicaragua, en una gira que hizo el Coro Nacional, que estuvimos por allá cantando en plena guerra. Además, eso fue muy importante. En plena guerra fuimos a Nicaragua. Inclusive hay una anécdota simpática y dramática a la vez. Estábamos cantando en un teatro y de pronto se apaga la luz y dijeron: ¡al suelo! Todo el coro en el piso y seguimos cantando desde el piso, a oscuras.

Amaury. ¡No lo puedo creer!

Digna. ¡A oscuras! Bueno, eso fue en Managua, pero uno de los lugares que fuimos a visitar en aquella ocasión fue Matagalpa, que era donde estaba la misión médica y fue muy emocionante, muy emocionante, porque la misión médica era inmensa también. Había cientos de médicos cubanos allí. Y después del concierto nos reunimos allí con la misión, con muchos de los médicos que se nos acercaron con el jefe de la misión médica, y nos invitaron a la casa de los médicos. Y fue ahí entonces que conozco a Benjamín en el trayecto, en el ómnibus; la miradita, el guiño, etc.

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«Con 2 que se quieran» Digna Guerra (Parte II)

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Amaury. ¿Tú estabas sola, en ese momento?, no estabas con nadie.

Digna. Estaba sola y me llamó mucho la atención su timbre, el color de la voz y qué sé yo. Y bueno, ya pasó eso, nos vimos, ran, ran, regresé. Y yo recuerdo que cada vez que llegaba del trabajo mi mamá me entregaba todos los días cuatro y cinco cartas.

Amaury. ¡Qué bárbaro!

Digna. Sí, sí, yo no sé cómo hacía.

Amaury. ¡Qué romance!

Digna. Precioso. Y me decía, no hagas nada, espérame, déjame competir.

Amaury. ¿Verdad? ¡Que bárbaro!, no me imagino al doctor Benjamín en eso.

Digna. Ah, sí, imagínatelo, y lo pongo aquí en pública subasta. Y bueno, así empezamos ya, ran, ran y ya vino y al año ya nos casamos.

Amaury. ¿Y él, de alguna manera trabaja contigo, de alguna forma te ayuda?

Digna. Sí, sí, sí, bueno, pues 30 de los 35 años del Coro Nacional, él ha estado ahí pie a pie conmigo. En sus labores como médico y también ayudándome y representándome, y prácticamente siendo el apoyo que he tenido en todos estos años.

Amaury. ¿Tú crees que es útil?, porque a veces funciona y a veces no. ¿Que es útil que la pareja de uno trabaje con uno?

Digna. Depende.

Amaury. Depende, ¿verdad?

Digna. Yo creo que no siempre, pero yo creo que sí, en mi caso sí, puede servirte mucho ese apoyo tan necesario en tus labores de trabajo.

Amaury. Porque hay veces que yo veo que chocan los intereses matrimoniales con los intereses laborales.

Digna. Sí, sí.

Amaury. De alguna manera, a veces es demasiado la juntadera.

Digna. Demasiado junta, junta.

Amaury. A ver. Cuando yo te conocí, puedo decir que la primera vez que yo te vi, puede haber sido en el año 74, creo que fue en los estudios del ICAIC. Nos presentó Frank Fernández, y yo siempre he visto que hay una amistad muy bonita entre Frank, Guido López Gavilán, el maestro, y, bueno, y nuestra querida Teresita…

Digna. …Teresita Junco…

Amaury. …Nunca olvidada, una sonrisa que iluminaba donde quiera que llegaba Teresita. La gran profesora, a la que muchísimos pianistas, le deben…

Digna. …Muchísimo…

Amaury. …Muchísimo, muchísimo más de lo que se lo reconocen.

Digna. Así es.

Amaury. Le deben su carrera. ¿Cómo es la amistad de ustedes cuando se conocen? Porque ese grupo a mí siempre me ha agradado. Es un cuarteto fantástico.

Digna. ¡Qué lindo!, ¿eh?. Bueno, éramos y seguimos siendo cuatro hermanos. Nos conocimos en el Conservatorio, precisamente, de pequeños. La mamá de Teresita estaba allí sentada en el banco con mi mamá, esperando que saliéramos de las clases y todo eso, ¿no?.

Amaury. ¡Qué bárbaro!

Digna. Después se incorporó Frank, que vino desde Mayarí a estudiar y demás. Y así empezó la amistad. Tú sabes, la gente se va agrupando por afinidades y a los cuatro nos matricularon en la escuela coral. O sea, Frank, estudió dirección coral. Guido, dirección coral. Teresita, y bueno, yo también.

Los cuatro cantábamos juntos y éramos cuatro bohemios que salíamos del Conservatorio a las 11 de la noche y nos íbamos al muro del Malecón a sentarnos en el Malecón a cantar, ¡ay! fue una época divina, divina. Nosotros, por ejemplo, salíamos cantando algo, algún arreglo nuevo del Conservatorio, nos íbamos a la parada de la guagua, que estaba ahí mismo pegada, estábamos cantando a cuatro voces, no habíamos terminado de cantar y venía la guagua, nos subíamos cantando, porque como no se había acabado la canción, y ahí, de pie, en la guagua, seguíamos cantando y de pronto empezamos a notar que en la guagua hacían silencio, silencio.

Amaury. Sí, había subido un cuarteto, música, música en el autobús.

Digna. Allí mismo. Terminábamos de cantar y toda la guagua aplaudía. No, pero qué lindo, qué lindo.

Amaury. ¡Qué bonita época!

Digna. Y nos metíamos en todos los night clubs. Estábamos siempre donde estaba Portillo. Otros días íbamos al Pico Blanco, a escuchar cantar a no sé quién, así. Estábamos en esa bobería, pero fue muy lindo, muy lindo. Fue una etapa preciosa, y así, bueno…

Amaury. Eso que tú le llamas bobería, ha dado…, dio cuatro puntales de nuestra música.

¿Por qué los coros, Digna, no se pasan por la radio?, incluso, cuando por ejemplo, en tu caso, y en el del Coro Entre Voces, que también diriges cantan música popular. ¿Por qué tú crees que no, que la gente dice: eso es Coro, eso no funciona en la radio?

Digna. Mira, yo no puedo decir que hay desconocimiento, porque a estas alturas no podemos hablar de desconocimiento de los comunicadores, de los que tienen un medio tan potente en sus manos como es la radio, como es la televisión.

Yo creo, yo pienso que son intereses, o gustos personales, porque lamentablemente, a veces, eso se mueve de esa manera, que nadie me puede decir a estas alturas, en el Siglo XXI, que los coros son estáticos, que si es música de iglesias, porque esos criterios que existían antes, ya eso no existe. O sea, los coros se mueven, los coros cantan música popular. Yo misma, yo canto un montón de cosas populares, Pastorita tiene guararey, de Formell, Dale como es, de Adalberto Álvarez, lo que sea ¿entiendes?

Amaury. Y con arreglos muy potables al oído, como se dice, ¿no?.

Digna. Exactamente, y muy novedosos. O sea, yo creo que hay que equilibrar entre lo que se pone, el reguetón, el no sé qué y también los coros tienen que tener un espacio.

Amaury. Sí, aire para todo el mundo, ¿no?

Digna. Exactamente, porque todo el mundo… hay oídos para todo el mundo. La diversidad nuestra y todos los gustos que tiene la gente. A todo el mundo no le gusta el reguetón, a todo el mundo no le gusta la música antigua, a todo el mundo no le gusta esto o aquello. Bueno, vamos a hacer un abanico donde todo el mundo pueda escoger libremente qué quiere escuchar, pero yo creo que los medios tienen el deber de ofrecer ese abanico de posibilidades.

Amaury. Bueno, esperemos que esto sirva, por lo menos, en el caso de los coros, para que las cosas funcionen de otra manera.

Tú sabes que estamos usando con mucha frecuencia la frase: nuestro movimiento deportivo goza de buena salud, ¿nuestra música sinfónica goza de buena salud?, es como si nadie estuviera enfermo. Todo goza de buena salud, es una frase que se ha hecho tan corriente que se convierte en cursi, ¿no?.

Digna. Claro.

Amaury. ¿Tú crees que el movimiento coral cubano está en un momento de plenitud?

Digna. Yo creo que sí, porque se ha hecho mucho. El Instituto de la Música específicamente, ha creado grupos para el desarrollo de estas líneas de trabajo, hay un programa que se llama Para el Desarrollo de la Música Coral. Y de verdad que eso ha dado resultados. Muchos resultados, porque se ha creado un equipo de trabajo, de directores de coro, que visitan trimestralmente a todos los coros del país donde se le orienta cómo hacer, se les llevan materiales, se les llevan partituras, discografía. Además de todos los encuentros que existen, bueno, los Festivales, el de Santiago…

Amaury. …Los Festivales de Coro.

Digna. El de La Habana, o sea, que hay posibilidades como de encontrarse, de confrontarse, y creo que eso, de verdad, ha dado muchísimos resultados. Y cada vez que tú visitas un coro, tú dices: ¡Bueno!, pero este no es el coro de hace tres, cuatro, ni cinco años atrás. De verdad que la calidad se nota inmediatamente, ha aumentado considerablemente.

Amaury. Y la masividad también.

Digna. Y la masividad.

Amaury. Porque hay muchísimos coros.

Digna. Y la masividad también. De verdad que…

Amaury. Se le ha perdido el miedo a formar parte de un coro.

Digna. Sí, sí.

Amaury. Porque la gente…

Digna. …La gente del coro no es el reducto de anda.

Amaury. Claro.

Digna. Es una especialidad, es una especialidad de primer nivel, antes, por ejemplo, la gente decía: bueno, los estudiantes que fracasan en la trompeta o en el piano se meten en el coro. Eso fue al principio, pero ahora no. Ahora la gente va directamente a estudiar coro, porque es lo que les interesa, es una carrera importante; como el piano, como el violín, como todo lo que está en el campo de la música.

Amaury. Ya, ahora hablemos de tu fascinación por los perros. Porque tienes muchos perros

Digna. Ay, somos perreros en mi casa. Yo tengo 7 perros recogidos en la calle. Bueno, tengo uno extranjero.

Amaury. ¿Tienes uno extranjero?

Digna. Tengo seis cubanos y un…

Amaury. …Ese es un diploperro. (risas)

Digna. Tengo, como yo le digo, el mexicano, que se llama Nano, es un perro adorable que me encontré en México. Yo estuve trabajando allí en Bellas Artes y una mañana veo un perrito así, todo raquítico, con un frío de espanto, yo, bueno, lo llamaba, entonces él estaba medio huidizo, qué sé yo. Le huía a todo lo que le pasaba por el lado. Bueno, pasó y al día siguiente yo, a ver chiquitico, y el perrito me fue cogiendo confianza y se me fue acercando. Y yo dije, ay, este perro, pobrecito. Bueno, al final lo recogí, me lo llevé a un veterinario, le puse las vacunas, lo bañaron, lo pelaron, y en el primer chance que tuve de venir de vacaciones, lo monté en una jaulita y lo traje. Y Aquí está.

Amaury. Y ahí está con sus hermanos cubanos.

Digna. Con sus seis hermanos cubanos. Cada uno tiene su historia. Pero te digo, que somos una gran familia, nosotros somos tres y los siete perros.

Amaury.  Yo tengo muchísimos temas más para ti, pero hay un tema que yo creo que es importante, y perdóname que lo trate, pero yo creo que es un tema importante. Tu hija, tu única hija es una muchacha con capacidades especiales, prefiero llamarle de esa manera. Con una historia muy particular. Yo quisiera que tú, en la medida de tus posibilidades la cuentes. Sobre todo porque como ocurrió también en un programa pasado, con Aurora Basnuevo, hay tantas madres necesitadas de escuchar los consejos. Tú has sido una gran madre y ella es una gran hija, yo lo sé, y quisiera que tú hablaras en lo que tu discreción te lo permita, pero sabiendo que estás enviando un mensaje también a tantas madres a lo largo del país y en muchas partes del mundo. Porque este es un programa que se ve en directo en muchas partes del mundo y hay madres que están pasando o que han pasado por situaciones como la tuya.

Digna. Mira, mi hija, bueno, que es mi bendición, siempre fue una niña viva, una niña de un temperamento súper vivo de corre, salta, no sé qué, afinadísima. Yo tengo una grabación de cuando tenía año y pico, dos años y cantaba las canciones que yo le enseñaba, pero con una afinación perfecta, perfecta, musicalísima, era así, un revolico en la casa. Y bueno, la matriculo ya cuando tiene sus 7 años, en Caturla, hizo sus pruebas para estudiar violín y empezó a estudiar violín. Inmediatamente esa niña empezó a tocar, a tocar el violín con una afinación exacta. Pero un día llega de la escuela y viene, porque vacunaron a todos los niños en la escuela. Pero que empiezan a pasar los días, qué sé yo; pasaron dos o tres meses, pero vemos que ella empezó a dejar de correr. Empezó como a relentizarse, a hacerse lenta toda su situación motora. En el habla, le costaba trabajo articular. Entonces ya nos empezamos a alarmar, e inmediatamente salimos a ver qué pasaba. Pero no sabía nadie qué cosa era. Y empecé a caminar La Habana, a andar La Habana, de todas las maneras y de todos los colores, porque yo tenía que saber qué pasaba con mi hija. Y tenía como una desmielinización, se llama.

Amaury.  Sí, claro, falta de mielina, ¿no?.

Digna. Sí, entonces bueno, resulta que la vacuna que le pusieron en la escuela, su organismo, hizo un rechazo inmunológico y le produce una ataxia cerebolosa en pleno crecimiento y desarrollo del cerebelo y se le atrofiaron algunas partes del cerebelo. Entonces, lo que le ha quedado es una secuela de ese episodio con un trastorno del equilibrio. Pero yo enseguida tomé cartas, fui a la escuela, la llevaba todos los días, hablé con los maestros, con los directores, con todo el mundo y así terminó, y terminó con tremendas notas su preuniversitario, de verdad, y fue un acto público que hicieron allí. Bueno, y eso, bueno yo.

Amaury.  Y es una niña hermosa, además.

Digna. Es bellísima.

Amaury. Es bellísima.

Digna. Es mi vida.

Amaury. ¡Qué bonito, qué bonito! Bueno, ya me empiezo a emocionar. Porque el problema es…, eso es lo malo de no ser un entrevistador profesional, yo me emociono, es la parte mala que tiene esto.

No voy a hablar porque no me va a dar tiempo para ponerlo, de tu terror a las cucarachas. Pero sí quiero hablar de tus gustos porque cuando Benjamín me manda esto, esto yo no lo investigué, esto me lo mandó Benjamín. Yo digo, son gustos muy similares a los míos, me dice; le encanta Frank Sinatra, le encanta Érase una vez en América, la película.

Digna. De toda la vida.

Amaury. Y Los Padrinos. Entonces yo digo: espérate, pero somos almas gemelas. Háblame de eso. ¿Qué te provoca ver una película de gángsters? Siendo tú, además, una mujer tan dulce. ¿Te gustan las películas de gángsters?

Digna. Si me gustan, no sé, no sé.  Yo me…, hay un misterio ahí que no lo he podido descifrar. Igual que me gusta mucho el tema del nazismo.

Amaury. ¿Sí?

Digna. ¡Ahhh!

Amaury. Estamos en lo mismo, saber qué pasa, cómo fue. Las películas de esa época…

Digna. Exactamente ¿cómo fue?, y yo no sé, hay algo, yo encuentro algo ahí que…

Amaury. Tenemos que intercambiar películas y libros, tenemos que intercambiar. Yo quisiera terminar con el incidente tan hermoso de Michael Legrand, cuando tú…

Digna. ¡Ay, qué lindo!

Amaury. Porque él dijo unas palabras sobre ti, que yo soy incapaz de repetir, las dijo él, uno de los grandes, grandes. ¿Cómo fue?

Digna. Mira, bueno, en el Festival de Cine, uno de los Festivales, de las ediciones del Festival de Cine Latinoamericano, se iba a hacer el Concierto Oratorio sobre los textos de los derechos del hombre, ¿no?. Y la música toda era de Michael Legrand, era para un gran coro, solistas y dos pianos. Uno de los pianos era él y otro pianista fabuloso que trajo también. Pero la obra es un dulce, un dulce, así, de un disfrute total. Y bueno, a mí me dieron la tarea, reuní 150 voces para el coro.

Amaury. Zenaida hacía la dirección.

Digna. Zenaida la dirección…

Amaury. …La dirección orquestal.

Digna. Y estuve trabajando como una hormiga, mañana, tarde y noche, porque era en francés, además. Y de verdad que fue extraordinario. Cuando él llegó y escuchó, de verdad, lo que había hecho con el coro, se quedó así, pero pasmado y dijo. Esta mujer es un gigante, frente el coro, ¿no?.

Y lamenté mucho que no pude disfrutar casi, después lo que pasó, el incidente que pasa después de eso, empaña toda la belleza y la magnificencia de la obra.

Cuando ya termina todo, que se estrenó en el Carlos Marx, yo pregunto si había algo, algún brindis, porque bueno, me extrañaba que no hubiera algo, ¿no?, después de un éxito de esa envergadura.

Amaury. Normalmente, hay.

Digna. Normalmente hay, y me dicen: no, no, no hay nada, no hay nada. Dije: ah, bueno, me voy para mi casa. Y eran como las dos de la mañana y tocan a la puerta de mi casa, abre mi esposo la puerta, es un militar que le dice: ¿Aquí vive Digna Guerra?, sí, sí, no sé cuánto, me levantó y fui a la puerta. Mire, yo vengo de parte del Comandante.

Amaury. ¿Del Comandante en Jefe?

Digna. Del Comandante en Jefe, de parte de Fidel, porque le extrañó que usted no estuviera en el brindis que hay ahora en el Consejo de Estado. Ah, me quedé así. Entonces aquello fue tremendo porque dicen que llegó allí y dijo: ¿Y dónde está Digna Guerra? Lo primero que preguntó fue: ¿Dónde está Digna Guerra? ¿La discriminaron? No se me va a olvidar nunca esa frase.

Bueno, me vestí. Fui para allá, y lamentablemente los que tenían que haberme informado, que si sabían lo que iba a haber no me informaron, pero bueno, yo, no sé, ya yo cumplí mi parte, no se trataba de estar allí ni nada, pero que también me merecía estar, pero bueno, hubo quienes entendieron que no y  no fui.

Y sin embargo, me mandó a buscar Fidel, que le agradezco mucho ese gesto.

Amaury. Yo creo que es una manera hermosísima de terminar un programa, un programa que empezó en un solar en Centro Habana, que pasó por Berlín, que pasó por Bellas Artes, en México, y que terminó con las palabras que conforman un nombre, que para ti, y para mí es sagrado terminar un programa es una manera también de decir, ¡qué bueno, Fidel!

Digna. ¡Gracias, Fidel!

Amaury. Y gracias a ti. Te quiero mucho, mucho, mi amor. Muchas gracias.

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«Con 2 que se quieran» Natalia Bolívar (Parte I)

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 “No llevo tantos collares por gusto”

Amaury. Muy buenas noches, estamos en Con 2 que se quieran, ahora aquí, en 5ta Avenida y calle 32, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos acompaña, pasó una cosa curiosa cuando llegó, me confesó mientras la maquillaban, que ella estaba nerviosa con esta entrevista y yo le dije que más nervioso estaba yo. Su presencia es imponente, su belleza también. Es uno de esos seres bondadosos que van en el mundo, que no le han negado nunca una mano a nadie, una ayuda, un consejo y siempre es impresionante tener a personas buenas delante de uno.

Nos acompaña la eminente museógrafa, eminente escritora y etnóloga, Natalia Bolívar. Mi amor.

Natalia. ¿Qué tal, Amaury?

Amaury. Mi vida.

Natalia. ¿Cómo andas?

Amaury. Mi respeto para usted. Y todo mi cariño y gracias, gracias por tener la gentileza de, a la primera llamada por teléfono, decirme que estaba dispuesta a venir a Con 2 que se quieran.Cuba necesita este programa. Yo quería empezar ya con esos puntos curiosos para el televidente.

Natalia. Espérate, Amaury, antes que hagas una pregunta. Yo, sinceramente, y esto lo estoy declarando aquí, y me da mucha pena. Yo le dije a mi hija, oye, me voy a poner unos popis para ir bien vestida, con popis. Y ella: no hagas eso, porque Amaury va y lo interpreta mal.

Amaury. No, no, me hubiera encantado tener un compañero de tenis. Tuve uno ya, Gerardo Alfonso también vino con tenis. Además, los cambié, ahora son…

Natalia….No, ahora estás con unos negros.

Amaury. Porque la gente ha dicho tantas cosas de mis tenis blancos, que dije: déjame ir con unos negros.

Natalia. Yo creo que la mejor manera de andar es en tenis.

Amaury. Es más cómodo para cualquier irregularidad que uno tenga en los pies. Natalia ¿qué cosa es la Letra del Año?

Natalia. Bueno, la Letra del Año,antes de la Revolución, durante los años 30, 40, se sacaba por los grandes babalaos. Había grandes casas de babalaos, sobre todo cinco casas y ellos sacaban la Letra del Año. Ahora, ¿qué es la Letra del Año? Es la predicción, a través de Ifá, que tú sabes que es uno de los sistemas adivinatorios más perfectos que hay, si quieres que te diga que para mí es el más perfecto, porque no se te escapa. Son 16 patas con 256 combinaciones, con cuatro mil y pico, no hay escape posible. Sacaban la Letra del Año para Cuba y para el mundo entero. Esto se suspendió un tiempo y volvió otra vez en los años 90, ochenta y pico o noventa, se volvió a sacar la Letra del Año. La Letra del Año es una predicción, generalmente muy exacta, que se lee a través del Oddun, de la letra que salga, con refranes, los rezos, quiénes gobiernan, qué te va a pasar,qué enfermedades van a ser fuertes en ese año, qué terremotos y problemas terrenales va a haber en el Universo, y te da las recomendaciones,  mas si tú eres religioso, te haces el ebbó del año, el ebbó quiere decir la limpieza del año para que puedas afrontar todo lo que te está diciendo la letra; tanto negativo como positivo de lo que te pueda pasar.

Amaury. ¿Y por qué nunca sale en la Letra del Año opolopo owo?

Natalia. Ah, porque… (risas)

Amaury. ¿Qué cosa quiere decir, a ver?

Natalia. Opolopo owo quiere decir mucho dinero. Opolopo es mucho, owo es dinero. ¿Por qué? Porque antiguamente tú ibas al pie de Ifá o al pie de un santero que tirara el diloggun, o sea, los caracoles, y él, cuando tú le decías ¿qué derecho tengo que pagarle? - porque usted tiene que pagarle derechos, porque la persona que se está consultando, le está soltando todo lo malo que lleva a quien lo consulta, ya bien sea santero, ya bien sea babalao y él necesita ese dinerito para poderse hacer el ebbó correspondiente que puede ir desde un gallo, o cuatro patas, o puede ser nada más que poner unas flores- y entonces, ¿qué quiero decir?, que cuando tú le preguntabas, qué le debo, él te podía decir, opolopo owo, pero opolopo owo quiere decir mucho dinero, pero puede ser muchos quilitos, centavitosy más nada. Tú le das lo que puedes.

Amaury. Ahora tocó el tema de los animales de cuatro patas y me parece interesante también hacer una aclaración.Cuando yo estoy mucho tiempo fuera y trato de explicar un poco el mundo sincrético en Cuba y todo esto, los conservacionistas, las personas que adoran a los animales, me dicen que por qué hay que hacer, en esa religión, sacrificios de animales.

Natalia. ¿Y tú no les has dicho a ellos que cuando ellos van al Wallmart, o a cualquiera de los mercados, se comen el pollo y se comen el carnero y se comen el buey y matan toros? Porque esa es la respuesta.

Tú haces los sacificios dándole la sangre que vivifica los receptáculos. Ahora ¿qué pasa?, que esa sangre se le das a tu santo, a tus orishas, a tus deidades, a tus ngangas, y después ese animal lo confraternizas con todos, comiéndolo como si fuera una comunión, para ponértelo un poco sincrético, como una comunión, ¿no se comen a Cristo en la comunión? Aquí lo que te estás comiendo es el animal que tú sacrificas sin dolor y sin hacerlo sufrir. Esa es la cosa. En vez de irte al supermercado, vas y le das su sangre y después te comes ese animal con todos los hermanos que están contigo.

Amaury. No voy a decir lo que yo respondo, porque quería que usted fuera la que respondiera, que es la que tiene autoridad.

¿Qué pasó con la Letra del año en el año 1957?

Natalia. ¡Ay, chico, eso es muy interesante! Los babalaos  tiraron la Letra del año y Batista tenía hecho santo, además era ngangulero, y tenía de todo.

Amaury. ¿Ah, sí?

Natalia. Sí, sí, de todo. Él era mayombero de Sancti Spíritus y él tenía hecho Santo y tenía su casa de Ifá por la que se regía. Cuando sale el Oddun, la Letra, sale hablando con el presidente, diga presidente, diga rey, el que gobierna el país, por lo tanto, uno de los que sacó la Letra del Año, era padrino de Batista, y la Letra era Obbara Meyi, que quiere decir: el rey tiene que buscar una salida por los lugares donde él está constantemente, que nadie la conozca. Una salida oculta. Y él siguiendo las instrucciones lo llevó a tres lados, a Palacio Presidencial, a Kuquine, que era la finca donde él vivía, y al campamento militar de Columbia.

Amaury. Entonces tenía puertas ocultas en todos los…

Natalia. …En los tres lados. Le dio tiempo desde enero a marzo, a hacer sus tres puertas secretas. La gente del 13 de marzo había estudiado todo el plano del Palacio Presidencial perfectamente bien y no aparecía ninguna salida oculta de su despacho.

Y él, que no era bobo ni perezoso, corrió y se mandó a hacer esa salida oculta en su despacho. Fíjate que Wangüemert, que es uno de los que llega hasta el despacho de él, se encuentra el café echando humo y el tabaco encendido y empiezan a buscar como unos locos y no encuentran la puerta esa, no encuentran nada.

Amaury. ¿Y cuándo se descubrieron esas puertas secretas?

Natalia. Bueno, se descubrieron después cuando se empezó a averiguar, el plano era perfecto, y decían ¿pero cómo se ha ido este hombre? Nadie se lo podía imaginar.

Amaury. ¡Qué cosas! Natalia, cuando uno siente su nombre, Natalia Bolívar, y usted es nacida en el 34, si no me equivoco -no sé si es un secreto-…

Natalia. Qué malo eres, no, no, yo digo mi edad, yo cumplo ahora 77. Yo soy Virgo y soy, en el horóscopo chino, el perro, o sea, la fidelidad absoluta a la amistad.

Amaury. Normalmente aquí las personas dicen su edad, pero yo siempre digo que las mujeres no tienen edad, la edad la cumplen los hombres.

Natalia. No chico, uno tiene edad, porque olvídate, que aunque yo me siento joven…, yo, hay veces, voy a ver a los más jóvenes, yo soy fanática de William Vivanco y una serie de gente, de Kelvis Ochoa, yo los vacilo, me encanta ir a verlos. El problema es que tú no te sientes que tienes la edad que tienes ¿por qué?, porque en mi vida espiritual no tengo esa edad. Pero el problema es que en la material, sí, (risas) y esa sí me golpea.

Amaury. Esa sí va pasando la cuenta. Entonces, vuelvo nuevamente a la pregunta para no irme yo mismo en la fascinación que estoy sintiendo, me voy yendo. Bolívar, ¿descendiente de Bolívar?

Natalia. Sí, directamente ¿tú sabes cuántos Bolívar hay en el apellido de mi padre? Mi padre era Arturo Bolívar y Bolívar Espinache y Bolívar. Tres Bolívar, porque mi padre es descendiente del tío paterno de Simón Bolívar que se estableció en Santiago de Cuba, como antiguamente los venezolanos españoles, iban a Santiago de Cuba buscando mujeres casaderas. Él se casó con otra Bolívar y después se casó con otra prima hermana cuando enviudó. O sea, nosotros llevamos Bolívar por todos lados.

Hay gente que cuando me conocía, de joven, me decían: tú tienes el perfil de Simón Bolívar.

Amaury. ¿Y cómo fue su niñez? ¿Cómo era su entorno familiar? ¿Cómo funcionaba, porque era una familia católica, no?

Natalia. Bueno, nosotros somos todos católicos. A mí me queda, porque yo, cuando empieza a tronar, le tengo pavor a los truenos, y enseguida le digo: Oye, Shangó, aguanta. Pero también le digo: Oye, Santa Bárbara ¿cuál es el problema, cuál es la bolá? Yo todavía no le he dicho que no a la religión católica.

No, el problema es que yo me crié en una familia totalmente católica, apostólica y romana, de todo. Y me crié en una escuela de monjas. Primero en Saint George School, que Zenaidita Romeu también estudió allá. De ahí sé el inglés que sé, se lo debo a los de Saint George. Y de ahí me pasaron al Sagrado Corazón. Decían aquí, compañeras mías de escuela, que el Sagrado Corazón era los Jesuitas de las monjas, cosa que es verdad, eran muy estrictas y quién sabe si la educación que yo recibí, férrea, que ya se me ha ido olvidando al paso del tiempo. Y como bueno…

Amaury. No creo mucho que se le haya olvidado.

Natalia. No es que se me olvide, pero yo soy mucho de hablar en jerga y eso.

Amaury. Está bien.

Natalia. Aquí no, aquí me estoy cuidando.

Amaury. No, pero usted tiene que ser aquí como es en su vida. No, no, aquí se habla como cada cual habla.

Natalia. Bueno, entonces las monjas del Sagrado Corazón, yo me gradué de Bachiller en Ciencias y Letras allí, donde tuve de profesor a Levy Marrero y a todos los grandes profesores maravillosos. Y las monjas querían que yo entrara a monja, ¡imagínate tú! ¿Qué me hubiera perdido yo? Y no, yo decidí que no, que yo no tenía nada que ver con las monjas.

Amaury. ¿Y el entorno cómo era? ¿Quién vivía con usted?

Natalia. Todos vivíamos juntos. Yo soy prima hermana de Rita Longa, vivía al lado de mi casa, de Pedro Álvarez Tabío. Y vivíamos, la familia era muy unida, Amaury, fíjate tú si somos tan unidos, que antes de la Revolución nos reuníamos toda la familia que venía del tronco González de Mendoza, nos reuníamos y éramos 5 mil, 6 mil personas. Y actualmente cada cinco años se reúne toda la familia en Miami. Pero bueno, me queda que la familia fue muy unida, fue una niñez muy bonita.

Yo tuve la suerte de codearme con los grandes pintores cubanos, ser amiga personal de ellos, de algunos, muy personal. Lam fue un gran amigo mío, Wifredo Lam. Mariano (Rodríguez) fue el hombre que más me enseñó a apreciar la pintura. Y a mí me gustaba mucho pintar y di clases en San Alejandro.

Amaury. ¿Cuánto tiempo?

Natalia. No, nada más que pude estar dos años, porque empezaron las revueltas y mi madre me dijo: no, no te puedes meter en eso, porque una vez nos rodearon en la Anexa, la policía, y nos entraron a golpes, y yo llegué sangrando, a mi madre le dio un ataque, y dijo: ni un San Alejandro más.

Amaury. Ahora, una de las cosas que a mí me llama la atención, estudiando sobre todo la vida de Natalia Bolívar, es que detrás de ese haz de luz que la acompaña a usted y de esa bondad de la que yo hablé hace rato, que la comentan las personas que la conocen bien, hay una mujer con un gran coraje ¿A qué edad es que usted se vincula al Directorio Revolucionario y a participar con personalidades queridas y respetadas de Cuba?

Natalia. Bueno, Amaury, yo me vinculo, ¿tú me dices al Directorio o a las armas?

Amaury. A las armas.

Natalia. A las armas yo me vinculo desde los 10 ó 12 años. Yo tenía un primo que, según la historia que nos narran ahora, era un ganster, para mí era mi hermano, era mucho mayor que yo, ¿no?, pero él fue quien me enseñó a disparar 45, Thompson, M-1, M-3 y a quitar las espoletas de las granadas metiéndoles el dedo. Que mi madre cuando se enteró, no quería que yo saliera con mi primo, que vivía en mi casa. Él era hijo de mi tía Natalia, pero era un personaje, un personaje que según cuenta la leyenda, porque yo sí no lo voy a aseverar, se robó el famoso brillante del Capitolio porque él estuvo casado con Tata Grau, la sobrina de Grau. Yo era una niña, pero bueno, yo gocé mucho con él. (risas)

Amaury. Una perla el muchacho, una perla que se robó un brillante.

Natalia. Pero te voy a decir que es una persona que yo llevo tan adentro, tan, tan adentro y él me enseñó de todo. Entonces yo disparaba como si fuera un juguete. Y cuando yo me empato con Wangüemert, con José Luis Gómez Wangüemert en el Palacio de Bellas Artes, acuérdate, bueno, acuérdate no, tú no te tienes que acordar, yo fui antes que empezara Bellas Artes, yo empecé allí a ir…

Amaury. Usted fue la primera directora después de la Revolución ¿no?

Natalia. Yo fui la directora, lo tomé en las armas después de la Revolución, pero antes yo fui guía de turismo allí con Lidia Cabrera, que tenía las Salas de Etnología, que estaba haciendo con Odilio Urfé y el niño Santos Ramírez, de la comparsa del Alacrán, me empato con ella, porque ella era muy amiga de mi familia, Raymundo Cabrera, era íntimo de mi abuelo y todo, y me empato con ella y le pido que me deje empezar a investigar, con ella, por supuesto, de guía, sobre la sala, para yo poder ser la conferencista de esa sala. Porque uno tenía que hacer una vez al mes una conferencia de la sala que escogiera. Y yo escogí la de Etnología.

Amaury. ¿Pero ahí es donde surge su interés entonces por la Religión Afrocubana?

Natalia. No, surge con mi nana negra.

Amaury. Ah…

Natalia. Isabel Cantero, que maferefun ella.

Amaury. ¿Pero ella le hablaba de religión también?

Natalia. ¡Hombre!

Amaury. ¿Y no había una contradicción interna, quiero decir, entre esa niña del Sagrado Corazón de Jesús, del Saint George, con lo que la Tata le enseñaba?

Natalia. Pero, Amaury, si te hago una confesión que siempre son públicas, porque esto va para…

Amaury. …Esto se ve, esto se ve, y se ve en el mundo entero, además.

Natalia. No, yo lo sé. Yo te voy a decir, yo he tenido muchas contradicciones con los principios de la Iglesia Católica, muchas, de niña y todo, pero era una obligación ser católica. Ahora, no sé si tú sabrás, me imagino que sí, que yo soy muy amiga de determinados curas, ¿eh?

Amaury. También sé que de determinados.

Natalia. De determinados curas, pero muy amiga y los quiero con el alma, pero yo siempre tuve mis contradicciones. Contradicciones, por ejemplo, muy sencillas: ¿Por qué me tienen que obligar a ir a misa todos los días? ¿Por qué si dejo de comulgar dos días, llaman a mis padres a decirle que no estoy comulgando y que no me confieso? No me da la gana de confesarme ¿por qué tengo que confesarme? Vaya, eso pensaba yo con 12 años, 13 años, no me da la gana.

Por eso a mí me gusta mucho la religiosidad popular, yo quiero decirte que yo he vivido con los indios americanos, con los indios de Canadá. Ahora estuve en África, en Camerún, buscando las sociedades secretas.

Amaury. La otra vez que la estuve buscando para el programa, estaba en Camerún.

Natalia. Estaba en Camerún. Estuvimos con las sociedades secretas. Gracias a una fundación española y gracias a los socios, ¿sabes? Porque pude ir a África por primera vez. Yo estudio África y nunca había ido.

Amaury. ¿Nunca había estado en África?

Natalia. Estuve en Haití también.

Amaury. El otro día me reía, porque a un amigo mío, cura le digo: voy a entrevistar a Natalia Bolívar y él me dice: ella fue novia de Carlos Manuel de Céspedes.

Natalia. Bueno, yo siempre digo que él es mi marido espiritual y lo digo en todos lados. Y él dice: Natalia, un día se lo van a creer. A mí que me importa que se lo crean. Él es, él ha sido como, ¿tú te acuerdas del bálsamo, ese bálsamo que se ponía?

Amaury. ¿Cuál, el ruso?

Natalia. No. (risas)

Amaury. Ah, no, porque había uno que se llamaba bálsamo de Shostakosky o algo así.

Natalia. No, eso…, para tú calmarte.

Amaury. Ah, ya,

Natalia. Él es el que me escucha todas las descargas, él es mi gran amigo. Para yo decirte amigo, es muy especial, porque para mí el amigo, lo escojo yo. Yo te digo primos, hermanos, esos me tocaron por la libreta. Pero cuando yo te digo amigo, es el que yo escogí como amigo y Carlos Manuel y yo nos entendemos muy bien y nos comprendemos. Él me comprende a mí muy bien. Quién sabe si yo a él no, pero él a mí sí.

Amaury. No, no, además, él va a estar invitado en el programa y haré la pregunta a la inversa, para el otro lado. Ahora, voy a volver, porque no se pueden quedar las cosas colgando y a mí, a veces, me voy fascinando y se me quedan las cosas colgando.

Primero hablamos de cuándo conoció las armas. Pero usted tuvo una labor importante, con compañeros importantes y queridos de la Patria, con Héroes de la Patria en la clandestinidad. Y quiero hablar de eso hasta donde usted quiera llegar.

Natalia. Bueno, yo soy la presa número 24 837, para el que juegue la bolita, ya sabe cómo.

Amaury. (risas) Ay, Natalia.

Natalia. Este, yo estuve… Yo me siento muy orgullosa de ser del Directorio Revolucionario. Yo no te digo fui, ni te hablo en pasado.

Amaury. No, soy.

Natalia. ¡Yo soy del Directorio Revolucionario!, para que sepas y me siento muy orgullosa. Y me siento muy orgullosa de mis compañeros. Y no orgullosa por lo que hicieron, sino por la unidad que teníamos durante el clandestinaje. Yo fui presa, fui torturada y, por supuesto, me botaron del Museo ipso facto y me tuve que ir al clandestinaje, estuve asilada en la embajada de Brasil, compañera de Raúl Díaz Argüelles, a quien mataron en Angola.

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«Con 2 que se quieran» Natalia Bolívar (Parte II)

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Amaury. Ahí iba yo.

Natalia. El Tavo Machín, el Alejandro de la Guerrilla de Bolivia, estuvo en el clandestinaje conmigo. Hicimos el atentado a la 15 Estación de Policía. Y siempre estuve con ellos. Los llevé a la Sierra, porque yo me quedé con una casa llena de armas, ya clandestina, en el reparto Orfila, donde sucedieron los hechos de Orfila.

Íbamos a hacerle un atentado a Batista, y ya estaba planificado y lo que fueron es a la Sierra a comunicarle a Faure (Chomón) y a la dirigencia que estaba en la Sierra que nosotros íbamos a hacer el atentado. Ya lo teníamos todo, bazooka y todo, pero vino la ofensiva y la toma de Santa Clara y se acabó el atentado que le íbamos a hacer.

Entonces también estuve con Alberto Mora, el hijo de Menelao Mora, Julio García Olivera, Jimenito. Pero el hombre que varió mi vida completa, se llamó José Luis Gómez Wangüemert. Yo puedo decir que mi vida es antes de José Luis y después de José Luis, que le llamaban Peligro.Así que te puedes imaginar.

Amaury. Varias veces ha usado la palabra amigo; amigos, varias veces la ha usado, y cuando nos hemos visto, yo veo que esos amigos suyos le rinden pleitesía, la homenajean constantemente. ¿Uno siempre se merece los amigos que tiene, los amigos que escoge?

Natalia. No, yo no creo que me merezco los amigos que tengo. Pero en realidad, mira Amaury, yo le abro las puertas a todo el mundo. Se pueden quedar amigos o se pueden quedar enemigos. Y en realidad tengo poderosos enemigos.

Amaury. Reconoce que tiene enemigos poderosos.

Natalia. Poderosos, porque, bueno, vamos a ver. Déjame pensar para no caer en una…

Amaury. Es que nadie ha hablado en este programa de sus enemigos y todo el mundo tiene.

Natalia. No, ¡muchacho! yo tengo poderosos enemigos. Yo creo que es que nosotros somos envidiosos. A algunos los respeto, a otros no los respeto. Pero yo también tengo algo que, como tú ves, esto no lo llevo por gusto (se refiere a los collares que lleva puestos), nada de lo que hay aquí está por gusto, nada, nada de lo que tú ves, está por gusto.

Amaury. Sí, no son adornos, está claro.

Natalia. No, no, ninguno es adorno. Los adornos están guardados en la casa porque no los uso. Porque me pesarían mucho y tendría que usar, como me dijo un amigo mío: Oye, ahorita te vas a tener que poner una minerva. Digo, bueno, pero no pienso por ahora, todavía aguanto.

Yo te voy a decir una cosa, si tengo poderosos enemigos, tengo poderosas protecciones. Hay cosas que yo ni me atrevo a hablarlas delante de algo que me rodea. Porque sé que no dura una semana. Entonces no me atrevo a hablar.

Pero eso de los enemigos, quién sabe sea por un problema de envidia, quien sabe sea por un problema de hacerle daño a uno, porque yo he sido muy trabajadora toda la vida. Creo que soy buena madre, me parece, por ahí anda una de mis hijas.

Amaury. Claro, vino con usted, claro.

Natalia. Yo creo que he sido…

Amaury. ¿Y que trabaja también con usted, no?

Natalia. Ella trabaja conmigo. No, ella es la heredera de todo el archivo mío que es muy grande y de todos los libros y de todo. Y en realidad, ella a veces hace más trabajos que yo, y yo le digo, ponle esto y esto y ya. Y dice: ¡pero mami, ya tú no quieres ni escribir! Y le digo, yo, la verdad que no, porque como estoy pintando. Volví a retomar después de 50 años la pintura. Para mí es mi… yo descompresiono, yo me voy del mundo pintando.

Amaury. Ahora, hablando de obra y de legado. ¿Usted cree que nosotros en Cuba le hemos hecho la suficiente justicia a la figura de Lidia Cabrera?

Natalia. No, hijo, ninguna, ninguna.

Amaury. ¿Por qué cree?

Natalia. Porque Lidia Cabrera es la tradición oral. Hay dos sistemas de investigación: el científico de Don Fernando Ortiz, indiscutiblemente, y la tradición oral de Lidia Cabrera. Y ¡por favor!, tú no puedes escribir de religión, ni hacer conclusiones de religión, si tú no te estudias a esos dos personajes y si tú no estudias los libros que tienen ellos hechos. Y uno entiende qué ha pasado en el siglo XIX y principios del siglo XX, porque es la tradición oral.

Amaury. Pero usted tiene un libro donde la homenajea…

Natalia. Yo sí, Tributo, con mi hija Natacha:Tributo, Lidia Cabrera en su Laguna Sagrada. Que nosotros fuimos con Lázaro Ross, lo presentamos, y está dedicado, el libro, a Pedro Betancourt. Y tuve la suerte que los de la Televisión Española, que son muy amigos míos, fueran con su equipo y filmaran todo lo que hicimos allí, que fue el Canto en la Laguna Sagrada, que hay un ojo de agua que lo han tapado, se hizo el canto a San Lázaro, que es fabuloso, fabuloso, el San Lázaro que llora sangre. Fuimos al cementerio. Lázaro cantó en todos lados, Arará, Ayesá, Ganga, Yoruba. Fue precioso, nos pasamos todo el día en eso.

Amaury. Bueno, yo voy a hacer un cambio drástico.

Natalia. Cambia radical, si quieres.

Amaury. Ahora, cualquiera que está mirando se da cuenta que usted es una mujer muy bonita y normalmente la belleza va apareada de muchas relaciones amorosas. Hábleme un poco de sus amores.

Natalia. Bueno, son muchos.

Amaury. Bueno, hábleme de los que pueda, o por lo menos de los más importantes. ¿Usted ha sido una mujer muy enamorada?

Natalia. Sí. A mí un amor nunca me ha durado más de tres años.

Amaury. ¿Pero qué pasa que después del deslumbramiento inicial empieza como un descender?

Natalia. No, es que yo soy celosa, Amaury, muy celosa. Yo soy celosa hasta de las amistades, muy celosa.

Amaury. ¿Ah, sí?

Natalia. Eso te lo estoy confesando, eso nadie lo piensa de mí, pero yo soy muy celosa. Entonces, no sé, las relaciones se volvían un poco complejas y creo que tres años es bastante. Pero te voy a decir, que cada hombre que he tenido, fíjate que yo estoy haciendo mis memorias, no voy a decir que las estoy haciendo, las quiero hacer, y los capítulos van a estar interrumpidos por los hombres que han marcado mi vida. (risas)

Amaury. ¡Que interesante! (risas)¡me va a encantar leer esas memorias!

Natalia. Bueno, vuelvo, quieres que te diga cuáles han marcado mi vida.

Amaury. Sí, sí, quiero que me diga.

Natalia. Bueno, Wangüemert fue un antes y después de Wangüemert.

Amaury. El de siempre.

Natalia. Después de Wangüemert no ha crecido la hierba (risas).  Sí, es verdad, después de Wangüemert, la yerba creció pero se quedó ahí. No llegó a ser…,¿cómo se llama la yerba mala esa?

Amaury. El marabú.

Natalia. Bueno, mira, Mariano fue un hombre que me marcó mucho, pero me marcó intelectualmente, me ayudó mucho a comprender la pintura en toda su magnitud. En la época del 57, yo pintaba los rasgos, le pintaba a él el lienzo, con trazos y él venía detrás.

Amaury. Además, Mariano era un hombre que sabía de todo, era un hombre de mucha cultura.

Natalia. De una cultura tremenda, y sabía de música.

Amaury. Lo conocí bien, gracias a Dios.

Natalia. Y bueno, a mí me fue muy fuerte, porque una de las cosas que más a mí me impresionó de Mariano, fue el explicarme con lujo de detalles, Las Meninas, de Velázquez.

La primera vez que viajé a España, fui directo, solté maletas para irme a ver Las Meninas, de Velázquez. Sentarme delante y apreciar todo lo que me había enseñado Mariano de Las Meninas.

Amaury.¿Por qué no tiene correo electrónico con la oportunidad de poderlo tener? me dijo el otro día: No me vayas a escribir por correo electrónico, porque no tengo.

Natalia. Amaury, no uso nada de eso, siempre he escrito a mano o en máquina de escribir y yo tengo mi máquina de escribir. La casa está rodeada de máquinas viejas, desde la Underwood en la que escribí Los Orishas en Cuba, hasta, bueno, todo en máquinas viejas.

Amaury. Ese es un libro capital dentro de la literatura religiosa cubana, Los Orishas en Cuba.

Natalia. Sí, es el que me vuelve a poner en la palestra pública. Bueno, es un libro que yo quise mucho, pero se lo debo y lo voy a decir, porque es que él no me hace ningún caso, a Armando Suárez del Villar y a Reynaldo González.

Amaury. ¿Ah, sí?

Natalia. Armando Suárez del Villar, porque en ese tiempo tuve varios trabajos. Tú sabes que yo limpié tumbas del cementerio, etc., etc. Como no me lo has preguntado, no te lo voy a decir, no te voy a decir más nada.

Amaury. No, no, no se lo pregunté porque pensé que lo iba a decir usted. Pero bueno, ya lo dijo.

Natalia. Es que la vida es muy larga.

Amaury. Ya lo dijo, ya lo dijo.

Natalia. Entonces, con Armando, yo caigo en el Teatro Nacional. Ya antes yo había ayudado a Titón en La Última cena, cuando estaba en el (museo) Numismático, que le di todas las monedas que tuve que ir con ellos y que Titón me pidió una serie de asesoría que yo en realidad, no me interesaba que me pusiera en los créditos, ni nada -él me decía: Te voy a poner en  los créditos. Le digo: no- hasta el último de Fresa y Chocolate, que me dijo: oye, te voy a poner en el crédito, y lo le dije: está bien, ponme el crédito, más nada. Pero a Armando Suárez del Villar, a él yo lo ayudé mucho en Santa Camila. Yo hice las tres Camilas; con Verónica Lynn, con Adria Santana, y con Isabel Moreno. Las tres Camilas. Por amor al arte todo. Y estuve, sí, por amor al arte en Réquiem por Yarini, bueno, yo asesoré a Manuel Octavio Gómez, vaya, no sé, he asesorado a mucha gente de teatro y de cine. Y ellos mismos, y sobre todo Armando Suárez del Villar, que es un yiyiyí, me dijo: ¿Por qué tú no haces un libro y así no te molestamos más? Y nos dices cómo camina Yemayá y cómo se viste.

Amaury. Claro, ahí está el referente para todo.

Natalia. Porque el problema es que ellos me enseñaron, y yo lo tengo que decir, porque con Armando Suárez del Villar, yo aprendí a hacer mis conferencias. ¿En qué sentido?, ahora cualquiera las hace, pero cuando yo las hacía, no. De músicos, yo tuve hasta mis grupos musicales y trabajaba con Lázaro Ros. Música y actuación corporal. Y hacía toda la cosa científica, pero hacía también los patakines, los cuentos y todo.

Amaury. Los cuentos, los patakines.

Natalia. Actuados, cantados, o sea, a las conferencias se iba y tú no sabías que estabas viendo una conferencia. Eso lo aprendí, sobre todo, con Armando Suárez del Villar. Porque con Armando tuve que trabajar muy duro.

Amaury. El sentido teatral de todo eso.

Natalia. Y hago como una cosa de teatro. Ahora uso el photoshop, que Natacha hace unos photoshops espectaculares, y además interviene. Pero cuando tengo músicos integro a los músicos. Y cuando tenemos a Coralia aquí, integro a Coralia, de actriz. O sea, yo aprendí mucho con el teatro y con el cine, mucho, mucho, mucho.

Amaury. A ver, voy acercándome a la curva final del programa, porque estos programas desgraciadamente tienen un final.

Natalia. Creo que te hemos llevado demasiado tiempo.

Amaury. No, qué va, para nada, para nada, estoy encantado, estoy fascinado. Ahora son preguntas puntuales. ¿Cuándo la religión afrocubana se convierte en negocio?

Natalia. Oye, qué complejo tú eres, viejo. Bueno, yo no puedo decir cuando se convierte en negocio, porque yo siempre veo la religión de origen afrocubano con la belleza que tiene de ser ecológica, ¿entiendes?, que te enseña a querer todo lo que hay en la naturaleza. O sea, nosotros somos ecológicos. Y en realidad, yo creo, pudiéramos decir que el problema es económico, Amaury, sí, no le pongas más, la situación, tú conoces porque tú vives aquí, no vives en China, ni en París, ni en nada de eso. Si vivieras allá, cuidado.

Amaury. No, vivo aquí y viviré.

Natalia. Pero en realidad la situación económica es dura y hay veces la gente no tiene conciencia de que cuando tú vas a ayudar a una persona tienes que ayudar de okán, o sea, de corazón.

Amaury. De corazón.

Natalia. Si no estás perdido. Entonces llegan a cobrar más, en exceso, y a vivir de esto, que no debe ser. Porque de verdad estas religiones son de mucho amor, de mucho amor. Los viejos vivían muy pobres, todo lo hacían. Si tienes dinero me das un peso, mi’jita y si no, no me das nada. Entonces yo creo que hay un momento muy difícil mundialmente, no es de Cuba solo, mundialmente, entonces se nos va de la mano.

Amaury. Sí, últimamente, yo tengo amigos que profesan y cultivan y son devotos de la religión afrocubana -a cada ratico vienen a casa- Oye, ¿te has visto, te has consultado? les pregunto, ¿no? Y me dicen: sí, me mandan paraldos constantemente uno y otro y cuatro pollos y no sé qué, un chivo y entonces, bueno, yo digo: ¿pero constantemente tienes que hacerte eso?

Natalia. No, no, es que se ha perdido un poco la ética, los principios de esta religión que son unos principios tan bellos, porque es ayudar al prójimo.Y yo creo que tú te haces mejor en la vida, y a ti mismo, ayudando al prójimo. Porque dejas parte de tu vida en lo que tú has podido tener de sabiduría, en el trayecto de tus tantos años vividos.

Amaury. Yo creo que una autoridad como usted diciendo eso en televisión, igual llama a las buenas conciencias a que retomen el camino de la ética.

Natalia. Yo no pienso solo que la religión ha perdido la ética, se ha perdido mucho la familia, se ha perdido el amor al prójimo. O sea, la cosa de que me queda un buchito de sal, y me vienen a pedir sal y digo no, no, oye, si le doy un poquito de esta sal a dónde voy a parar yo. No, se ha perdido mucho eso. Pero yo creo que es porque nos hemos volcado mucho en el amor a la Patria. Yo creo que el amor a Cuba es algo que nos toca mucho. Y se ha perdido el amor a la familia. Y la familia es muy importante, Amaury, es muy importante, porque es la que tienes al lado, es la que te conoce a la perfección y es la que vive contigo. Y es la que no te va a tirar cuando seas viejo para la calle ¿me entiendes?

Yo creo que la familia es fundamental. Bueno, es el eje de toda sociedad. Y yo creo que la gente tiene que reflexionar mucho y tenemos que aprender mucho, tenemos que aprender todavía mucho. Yo con mi edad quiero seguir aprendiendo.

Amaury. Bueno, yo estoy ya en el final de la entrevista. Y lamento no tener más tiempo para hablar en extensus, como se dice en latín, sobre algunos temas.

Pero hay una novela, por cierto, preciosa, la de Quintín Banderas, la novela de Quintín Banderas.

Natalia. Ay, sí.

Amaury. Y ahí en Quintín Banderas, supuestamente, supuestamente no, ocurrió en la novela, bajaron un muerto. No le voy a preguntar, porque no voy a convertir esto en una consulta espiritual.

No le voy a preguntar cómo es que se baja un muerto, ni qué significa bajar un muerto. Cualquier persona que está viendo el programa sabe lo que es: convocar el espíritu de una persona fallecida y que “aparezca”.

Si usted tuviera la oportunidad -y sería mi última pregunta- de “bajar” hoy a un muerto ¿a quién bajaría?

Natalia. Si yo tuviera la oportunidad, yo bajaría a Wangüemert, si yo tuviera esa oportunidad. Porque la tuve con Quintín Banderas, para que veas, pero yo bajaría a Wangüemert, para poder llorar en sus hombros.

Amaury. Bueno, muchas gracias, Natalia, por haber venido y por habernos dado un poquito de su magisterio y por haber visto en sus ojos el destello de lo profundo, nadar en aguas profundas. Hoy pude nadar en aguar profundas. Muchas gracias.

Natalia. No, gracias a ti.

Amaury. Muchas gracias.

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«Con 2 que se quieran» Lourdes Torres (Parte I)

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“Fuera de aquí soy extranjera”

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en “Con 2 que se quieran“, ahora aquí, en 5ta. Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.
Hoy nos acompaña, me acompaña, uno de los rostros más bellos que ha salido en la televisión de todos los tiempos. Una mujer intensa, pasional, compositora.
Una cantante de las más afinadas, de afinación absoluta, diría yo, con una voz timbrada, siempre timbrada. Líder de cuartetos y una de las grandes solistas. Y a mí me parece que nuestro programa se debe sentir orgulloso y privilegiado de haberla invitado. Y yo quiero agradecer que haya aceptado, porque ella tiene una vida realmente muy ocupada. Mi admiradísima compositora, cantante y escritora, Lourdes Torres.

Lourdes. ¡Ay, mi amor, has dicho tantas cosas bellas!

Amaury. Es que  no puedo creer lo bonita que tú eres. Siempre me ha parecido eso.

Lourdes. Es que tu papá, cuando estaba como director de televisión, me hacía unos close up de aquellos, que para qué te cuento.

Amaury. Todavía los aguantas.

Lourdes. No, no, ya no.

Amaury. Espero que nuestro director, Solís, se ocupe de demostrar que no estoy diciendo falsedades.
Lourdes. Vamos a decirle a Solís, si lo quiere hacer. ¡Solís hazlo sin pena de ninguna clase, porque todo el mundo sabe la edad que tengo!
Y le agradezco mucho a la vida, todavía voy a mantenerme, bueno, más o menos, tú sabes.

Amaury. Sí te mantienes, sí te mantienes. Ahora, vamos a hablar con tiempo de este libro de poesía, que has tenido la gentileza de regalarme, y que se llama Tiempo, Lourdes Torres.
De todas maneras quiero empezar hablando de tu papá y de tu mamá, porque en un poema que se llama Enseñanza, no lo voy a leer completo, por el tiempo en televisión, y quiero entrevistarte y que la gente se compre el libro y se lo lea.
Pero aquí, dedicado a tu padre, el primer verso es fabuloso, porque dice:
La razón siempre fue tuya y la experiencia. La experiencia está clara, ahora, “la razón siempre fue tuya”. ¿Tú papá tuvo la razón, siempre?

Lourdes. Sí, mira, mi mamá y mi papá. La relación con mi madre era mucho más fuerte. Porque digo donde quiera que me paro, que le agradezco a Dios y a mi madre, lo que he podido hacer, hasta dónde he llegado, porque mi madre me dio un apoyo tremendo. Vamos a empezar porque mi padre, el día que yo fui a casa de Ernesto Lecuona y Lecuona me escuchó y me puso en un concierto y todo, que regresamos a la casa, mima venía como cascabeles, de feliz. Lecuona, imagínate, la niña, que tenía yo 15 años, y se lo dijo a mi papá y mi papá me dijo: ¿Cómo? ¿Artista?, no quiero artistas en mi casa porque son una partida de (…) y la única vez que he visto a mi madre decirle: No, viejo, eso no es así, no le podemos cortar las alas, fue en ese momento. Mi padre era un buen hombre. Un buen hombre, un hombre muy trabajador, creo que mi disciplina como trabajadora se la agradezco a él, porque mi madre era ama de casa. Pero eran dos joyas, dos joyas. Yo internamente me decía: ay, pero para papi todo es oscuro, gris con puntitos prietos. Ay compadre, la vida siguió y pude ver el gris con unos puntos negros así, y me di cuenta que él tenía tanta razón. Lo que pasa es que él quería convencerme a partir de él, y no sabía que era que yo tenía que vivir mi vida yo, porque ahora me pasa. Por ejemplo a veces le digo a mi nieta: ay, hija, no hagas eso porque… y Ay, abuela, pero eso eran otros tiempos. Caemos en lo mismo. Por eso.

Amaury. Ahora, tú eres bajita de estatura, y de un temperamento muy fuerte, y muy alto. ¿Quién en tu familia era alto y quién tenía el temperamento?

Lourdes. Mi papá era bajito ¡Pero tenía un temperamento!.

Amaury. Era concentrado (risas).
Lourdes. Mi mamá era bajita y era dulce, dulce, dulce, pero cuando se ponía brava, piérdete. Entonces alto, era mi abuelo paterno.
Amaury. ¡Ah, tú ves, alguien tenía que ser alto por ahí, yo sabía!.
Lourdes. Que de paso te digo, mi abuelo paterno, porque la gente me dice: ¿tú eres medio achinada? Sí, un cantonés. Y mi bisabuelo también era cantonés.
Vaya, mi hermana y yo, las dos, de milagro no salimos enanas, sí de  milagro.
Amaury. Lourdes no digas eso, ¿cómo que enana?, tú eres una mujer bajita, pero eso está perfectamente bien puesto todo donde va.
Lourdes. Tres pulgaditas más.
Amaury. Se resuelven con los tacones.
Lourdes. No, mira, ya no, ya no me pongo tacones.
Amaury. ¿Ya no te los pones?
Lourdes. No, para nada.
Amaury. A ver. Tú eres de ese grupo de artistas célebres, que nacieron en una tierra bendita, Guanabacoa.
Lourdes. Ay, Guanabacoa.
Amaury. Guanabacoa. Y en una época maravillosa, los años 40, en 1940 exactamente.
Lourdes. 29 de abril del 40.
Amaury. ¿Cuántos años estuviste en Guanabacoa?
Lourdes. Un par de años.
Amaury. O sea, ¿no tienes recuerdos de Guanabacoa?
Lourdes. No, los recuerdos que tengo son los que tenía mi madre. Entonces yo aprendí a querer a Guanabacoa, a través de mi madre.
Amaury. Ya después estando en Lawton.
Lourdes. Sí, en Lawton, en la Víbora, y donde quiera digo: mira, de Guanabacoa, ni siquiera para los concursos esos de música, me han llamado nunca. Es como que yo no nací allí.
Amaury. ¿Verdad?
Lourdes. Sí, sí, verdad.
Amaury. ¿Pero lo saben?
Lourdes. Claro, cómo no lo van a saber, si hasta tengo la medalla esa de hija de no sé cuánto de…
Amaury. …Hija ilustre de Guanabacoa.
Lourdes. Menos mal que es ilustre.
Amaury. A ver, ¿cuándo es que tú descubres que cantas, no cuando descubres a la niña que empezó a cantar, sino, cuándo es que descubres que esa es una posibilidad real para ti?
Lourdes. Mira, yo voy a decir algo que es posible que no me lo crean. Viviendo en Arroyo Naranjo, que fuimos a dar allá porque yo padecía de bronquitis.
Amaury. ¿Pero para cuántos lados entonces tu viviste antes de llegar a…?
Lourdes. Bueno, de Guanabacoa vine a Santos Suárez, pero me daban unas bronquitis espantosas y el médico dijo: hay que llevar a la niña a un lugar que tenga…
Amaury. Campestre.
Lourdes. Campestre y allá se fueron, los pobres, una casa buena, pero ya tú sabes, hasta que mi madre dijo: No, pero yo no voy a criar unas hijas campesinas aquí. Había unas matas de esas que eran unas cosas largas así.
Amaury. Sí, con espigas, con las espigas esas…
Lourdes. Sí, como unas espigas.
Amaury. Nunca he sabido cómo se llama la mata esa…
Lourdes. Yo tampoco.
Amaury. En Fontanar también las había.
Lourdes. Y yo iba haciendo así, iba pasando, porque eran los telones.
Amaury. Claro, las cortinas.
Lourdes. Pero además, iba cantando, y yo cantaba en un idioma que lo recuerdo perfectamente. (Canta) ¿Sería un muerto extranjero que tenía al lado? Cantonés.
Amaury. El abuelo cantonés.
Lourdes. A lo mejor. Por eso, pero ya, desde ahí yo sabía que yo era artista y bueno, en la escuela me cogían para todo. Encarámate aquí y recita; encarámate aquí y canta. Encarámate aquí y haz un baile. Yo era la niña estrella de la escuela, con cinco años, seis años.
Amaury. ¿Y el vecino saxofonista ese qué?
Lourdes. Ah, eso fue…
Amaury. ¿Dónde fue, en qué barrio? Porque hay que ir situando los barrios…
Lourdes. Eso fue cuando salimos de Arroyo Naranjo. Mami nos matricula a mi hermana y a mí, en el Conservatorio Municipal, el actual Amadeo Roldán, que por cierto, era muy fácil, pasó un día por allí con nosotras y entró, entró con nosotras, fue a la oficina y le dijo a la señora que estaba en la oficina. ¿Cómo puedo hacer para que mis hijas se matriculen aquí? Traiga una foto de carné. Ya. Se acabó, sin más pruebas, sin más nada. Claro, corría el año, si al año nada, pum.
Amaury. Para afuera.
Lourdes. Para la calle. Pero no fue así.
Amaury. ¿Pero eso lo pagabas, lo tenía que pagar tu familia?
Lourdes. No señor, no se pagaba un centavo para nada.
Amaury. Ah, ¿no?
Lourdes. Nada, eso era lo más fácil del mundo entrar en el conservatorio. Mami me inscribió en solfeo, teoría, piano y ballet. Luego tuve que dejar el ballet. Primero porque me convencí de que con estas piernitas tan cortas yo iba a ser una bailarina enana. Pero conjuntamente con eso, ya había matriculado canto. Y mi profesora de canto me dijo: el ballet y el canto no se llevan bien, porque la voz se baja por los ejercicios.
Amaury. Sí, yo he leído en una entrevista tuya que te habían dicho que a las bailarinas les bajaba el tono.
Lourdes. Les bajaba la voz. Sí, entonces yo me sentaba al piano a estudiar mis lecciones de piano. Pero entre col y col, yo me compraba, por ejemplo, María la O.
Amaury. Claro, zarzuelas.
Lourdes. (Canta) Yo misma me acompañaba. Y al lado de mi casa había un saxofonista.
Amaury. Tú no puedes cantar mal ni haciendo estos cuentos. ¡Qué bárbaro!, ¡qué bárbaro! Estoy fascinado.
Lourdes. Entonces el señor le dice a mi mamá -esto fue antes de matricular el canto-…
Amaury. Sí, sí, el saxofonista del que hablamos.
Lourdes. Y el señor le dice a mi mamá: ¿Por qué no matricula a Lourdes en canto? Porque tiene una voz bellísima. ¿Por qué no esto?, qué sé yo. Se matricula el canto con 11 años que incluso, la maestra me preguntó; ¿Ya tú cambiaste de vida, hija? Porque antes no se decía…
Amaury. Ah, se decía, así, claro.
Lourdes. Sí, si no eras señorita no podías estudiar canto y ahí empecé.
Amaury. ¿Qué cosa, qué tendría que ver eso, no?
Lourdes. Ah, yo qué sé, habría que preguntarle a un ginecólogo.
Amaury. Si, a ver si subían los tonos.
Lourdes. Y bueno, nada, de ahí fui, no sé qué cuanto. Un día en mi casa, otro vecino, en otro edificio donde yo vivía, que también me escuchaba tocar y cantar, me llamó y me dijo: Hoy es el cumpleaños de mi esposa. ¿Por qué usted no va y le canta algo?
¡Ay, qué pena!, porque además, déjame decirte algo: tú me dices ahora, cántame algo. ¡Concho, Amaury! Yo soy gente de escenario. Yo si tengo que cantar aquí, posiblemente haga una bazofia, porque me da una pena, siempre he sido así. Pero el escenario no, yo salgo al escenario y cuando veo al público…
Amaury. No, yo sé.
Lourdes. Quiero dar todo, lo mejor, pero aquí no puedo dar nada. Y me dio mucha pena y me fui para allá, entré. Estaba un pedazo de madera aquí, y ahí me recosté, así, como una cucaracha y canté Alma mía. Cuando terminé el señor viene y me dice: Te quiero presentar a alguien y me presentó a un señor. Resulta  ser que se llamaba Roberto Rodríguez. Él era el empresario.
Amaury. Era el manager de la Guillot, de Olga Guillot.
Lourdes. Exacto y de Riolobos.
Amaury. Sí, cuando venía Daniel Riolobos, el cantante argentino.
Lourdes. Y el hombre me dice: ¿usted puede estar mañana por el Teatro Nacional?, se llamaba Nacional, el Gran Teatro. Y cuando llegamos, el señor dice: Usted y su mamá monten aquí. Le digo: ¿Para qué? Dice: Vamos a la casa del maestro Lecuona. ¿Tú nunca has visto una persona que lleve un gato con un arreo y suena un pito o algo y el gato hace: shiiii y no puede correr?
Amaury. Como los dibujos animados que hacen así.
Lourdes. Sentí shiii y le dije a mi mamá: Ni muerta. Dice mi mamá: Usted sí va. Vamos a hacer una cosa: Si el maestro Lecuona dice que usted no canta, salimos del conservatorio, y ya, te quito esa obligación.
Amaury. ¡Qué barbaridad!, qué cosa.
Lourdes. Y salimos para la casa de Lecuona. Entonces fue una cosa terrible. Yo sudaba, estábamos en septiembre y yo sudaba como condenado a muerte. Hasta que me llama y me dice, me mira así y me dice: ¿Qué vas a cantar, comino?
Amaury. ¿Comino?
Lourdes. Comino, yo tenía 15 años.
Amaury. Claro.
Lourdes. Pesaba 80 libras. Estaba fea que partía el alma aquello.
Amaury. No, tú no puedes haber estado fea nunca, pero bueno.
Lourdes. Sí, yo te digo a ti que estaba feísima, hay testimonios fotográficos de entonces. Yo me compuse con los años. Ahorita me descompongo con los años, hasta aquí me compuse. (risas)
Entonces, Amaury, él empezó. Yo, oye esto: le puse el papel del piano así.
Amaury. Ah, no, pero eras osada. Ponerle un papel de piano, acompáñame eso.
Lourdes. Se lo puse, idiota yo. Bueno, y él no me dijo yo me lo sé, no, no. Él miraba y tocaba. Y cuando terminé, él tenía un empleado al que él le decía Tita Rufo. Entonces se vira y le dice: Tita -esto no lo había dicho con ninguno- inclúyeme al comino en el concierto del 9 de octubre. Y nada, llega el día del concierto. Amaury, no te lo quiero contar, si hubiera sido un muelle, no hubiera temblado tanto. Llegó el momento, salí  (canta) con un vestidito de diez pesos que era lo que mi mamá había podido comprar, mis pelitos sueltos. Lecuona no me dejó ponerme ni polvos, porque él quería aprovechar la cosa de la muchachita.
Amaury. Claro, sí.
Lourdes. Esto fue el 9 de octubre del 55. Cuando yo terminé de cantar, cogí el vestidito (hace gesto de saludar al público tirando besos), la gente decía (imita murmullos) era lo que yo oía y yo en medio del escenario fui y le dije a Lecuona -porque eran dos números, uno para la primera parte y otro para la segunda-: Maestro, ¿qué canto ahora?  Lo mismo, Comino, lo mismo y volví de nuevo. Esa es una anécdota hermosísima para mí.
Amaury. Bueno. Eso fue el gran, tu gran momento en el teatro con Lecuona. Pero, ¿cuándo conoces entonces a Paquito Godino y te vas al Coro y descubres la música popular?
Lourdes. Bueno, lo de Paquito Godino me cayó en las manos como me cayó lo de Lecuona. Porque no sé, yo…
Amaury. ¿Pero quién te lo presentó?, él es del coro.
Lourdes. Yo había hecho algún que otro programita de televisión cantando canciones líricas, no justamente la cosa lírica, lírica, sino canciones líricas. Y un día me llaman y me dicen que Paquito, el Coro de Paquito Godino, de la CMQ…
Amaury. Sí, Claro, era el coro Nacional de Cuba.
Lourdes. Un renombre tremendo, que tenía una contrata en Tropicana, pero habían dos compañeras cuyos esposos no les permitían hacer cabaret.
Amaury. ¡Qué cosa, qué cosa!
Lourdes. Bueno, yo fui, por supuesto, por supuesto que fui. Todo esto se lo debo a Alberto Pujols, que dice que me vio cantar en un estudio.
Amaury. Sí, pero bueno, seguro que si lo dice es porque lo vio.
Lourdes. Paquito ensayaba, él con 14 personas, en el Estudio 14, el chiquitico, chiquitico.
Amaury. El más chiquito.
Lourdes. Bien, yo llegué y Alberto le dijo: Mire, Paquito, ella es la muchacha de la que le hablé. Paquito estaba así, en el piano, yo entré por aquí, por esta puerta, y me dice él: ¿Usted sabe música? Dígole: Sí, maestro. Me dio un pedacito de papel así, con una voz escrita y me dijo: yo la necesito en la cuerda de las mezzo. Siéntese ahí, vamos a ensayar (tararea). Se queda. Y me quedé y estuve año y medio en Tropicana, con el coro de Paquito, que ese fue otro lugar maravilloso. Era aquel Tropicana que no tiene comparación con nada que yo haya podido ver ni en Cuba, ni fuera de Cuba, después de eso. Pero allí conocí, por ejemplo a Nat King Cole. Allí trabajé con Celia Cruz y con la Emperatriz del Danzonete…
Amaury. …Ah, con Paulina.
Lourdes. Con Paulina Álvarez, pero además la orquesta era de primera, dirigida por Armando Romeu.
Amaury. Claro, Armando Romeu.
Lourdes. Y los músicos eran, para qué te cuento y al piano, Paquito Godino… entonces, después de eso, salí y entré en un trío, pero no para hacer voces con el trío, el trío me acompañaba.
Amaury. Ah ¿pero entonces ya tú eras solista antes de lo que la gente creía que tú eras solista?
Lourdes. Sí, claro, antes. Fue más o menos en esa etapa que se hizo un espectáculo en Tropicana y se conformó un cuarteto. El cuarteto en primera instancia estaba conformado por Lourdes Gil, Chamaco García, Héctor Rodríguez, del Coro de la CMQ, y yo.
Y conjuntamente con eso, ya yo venía haciendo mi carrera de solista, en cabaret, como por ejemplo: estuve en el Alí Bar, en los tiempos de Fernando Álvarez, del Benny y de los grandes que pasaban por allí.
Amaury. Pero muy jovencita, Lourdes.
Lourdes. Muy jovencita. Estuve trabajando en el Flamingo, estuve en el cabaret Las Vegas, también y en otros que ni me acuerdo los nombres, la verdad, porque ya son muchos años para que uno se acuerde de tantas cosas.
Amaury. Sí, claro. ¿Y cuándo se forman los Modernistas?
Lourdes. Los Modernistas se forman en abril del 60. Estaba, Miguel de la Uz, mi esposo.
Amaury. Miguelito, después.
Lourdes. Que fue después mi esposo, Eugenio Fernández y Gilberto Aldanás.
Amaury. Ahora, Lourdes ¿y por qué tú, que ya tenías una incipiente carrera como solista, por qué decides abandonar la carrera como solista y convertirte en la voz principal de un cuarteto, pero formando parte de un cuarteto?
Lourdes. Porque es que la cosa armónica me fascina.
Amaury. Ah, porque te gusta el mundo armónico.
Lourdes. Y le agradezco mucho al cuarteto Los Modernistas, a Fernando Mulens, a mis compañeros, todo lo que aprendí dentro del cuarteto. Porque era un cuarteto, además de ser un buen cuarteto, está feo que lo diga…
Amaury. No, no, era un gran cuarteto.
Lourdes. Éramos cinco personas con una seriedad tan grande  para hacer lo que hacíamos. Aprendí muchísimas cosas, muchísimas cosas aprendí.
Bueno, y me mantuve en Los Modernistas, por ejemplo, en el año 80 y algo, mira si yo estaba aferrada a ellos, y lo voy a decir porque así sucedió, que Chucho Valdés un día me encontró en la calle -yo siempre he admirado a Chucho con todo lo que se puede admirar-…
Amaury. El que no admire a Chucho está loco.
Lourdes. Bien, no, no, pero yo lo conozco desde que estaba en la orquesta de Tropicana. Es un ser maravilloso. Y Chucho me propone hacerme un disco a mí, que él me iba a hacer los arreglos, que iba a tocar el piano, que iba a hacer la producción, no sé qué.

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«Con 2 que se quieran» Lourdes Torres (Parte II)

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Lourdes, Lourdes Libertad y Amaury

Amaury. ¿Y qué pasó que no lo hiciste?
Lourdes. No, yo le dije: Ay, Chucho, ¿eso no puede ser con el cuarteto? Y me dice: No, a mí el cuarteto no me interesa. Y yo dije: no, entonces no me interesa. Porque me dio una vergüenza llegar y decirle a mis compañeros, voy a hacer un disco como solista.
Amaury. Y seguramente te hubieran dicho que sí, te hubieran aplaudido después.
Lourdes. Eso me dijo Miguel, pero yo soy Tauro, mi amor. Y dicen que el Tauro, una de las cosas malas que tiene, es que es muy fiel. Digo, buena, buena. Que es muy fiel.
Amaury. Puede ser mala, según el Tauro que sea.
Lourdes. Y no lo hice y hace muy poco, hace un par de años, me encontré con Chucho y me dijo: ¿Te acuerdas aquella vez, aquello que te propuse y me dijiste que no? y yo dije: Tú no sabes cuántos años vengo lamentándome de aquello. Y me dijo: Vamos a hacerlo ahora.
Amaury. Claro, ahora.
Lourdes. No, estoy a la espera porque tú sabes que Chucho…
Amaury. Está muy ocupado, pero…
Lourdes. Ocupadísimo, pero mira, solamente que todavía me haya dicho que él me lo quiere hacer, ya es una maravilla. Además, sería mi ópera prima. Yo no tengo discos, ni uno.
Amaury. Ay, Lourdes.
Lourdes. A ninguna disquera cubana le ha interesado nunca la voz de Lourdes Torres.
Amaury. Yo te considero la profe, pero como colega, vaya, esa revelación de que tú no tienes discos…
Lourdes. …No, yo no tengo discos…
Amaury. …Ha sido para mí, como una…
Lourdes. Y Los Modernistas, a Los Modernistas le hicieron uno que se grabó en el año 62 y vino a salir en el 65, un long playing, ¿te acuerdas de aquellos duros?
Amaury. ¡Cómo no, claro que sí!
Lourdes. En el 62 grabamos dos, que (canta un mozambique) ¿Te acuerdas? Dos, que estaban de moda, ya en el año 65 eran fiambre. Entonces aquel disco…
Amaury. A ver, ¿y por qué? Dos preguntas: la primera, ¿por qué se acabaron Los Modernistas?
Lourdes. Por culpa mía.
Amaury. ¿Porque tú dijiste voy a ser solista?
Lourdes. No.
Amaury. No ¿por qué?
Lourdes. No señor.
Amaury. Entonces, cuéntame.
Lourdes. Yo no hubiera querido ser solista nunca más. Y el desastre de Los Modernistas fue como si se me hubiera muerto un familiar muy querido. Fue como que nos cogieron por el cuello y nos fueron apretando para atrás, para atrás. Y de ahí entonces vino la cosa de los otros dos compañeros. Mira, me voy para un trío porque mi familia, la chiquita mía, y no tengo, ya no tengo salario. No tengo con qué ir, no tengo con qué venir. Y yo le dije a Miguel, mira Miguel, no más. En ese momento yo tengo ya, en ese momento yo le dije: tengo 53 años, y le dije así a mí marido. Posiblemente me estrelle, si quiero seguir como solista ahora. Bendito Dios que no pasó.
Amaury. Sí, volver a ser solista, volver a serlo, ya lo habías sido.
Lourdes. Pero yo pensé que la gente no me iba a aceptar sin el cuarteto, fíjate. Y hoy por hoy, doy gracias a todo lo que existe, porque yo debía haberlo hecho muchos años antes.
Amaury. A ver, Lourdes, pero no solo se acabaron Los Modernistas, se acabó todo aquel gran movimiento de cuartetos que había, que después Miguelito, que en paz descanse, luchó tanto por tratar de recuperar. Porque era la época de Los Meme, los Bucaneros, Voces Latinas, Los Zafiros…
Lourdes. Si llego a saber te traigo una lista que hizo mi marido de cuartetos y quintetos cubanos, desde Matusalén para acá, para que tú veas lo que tenía, para que tú veas lo que tenía Cuba.
Amaury. ¿Por qué tú crees que eso pasó de moda, a ver? Si la palabra fuera pasar de moda, que no estoy tan seguro.
Lourdes. Mira, una de las cosas que hizo un daño espeluznante, fue cuando nos pusieron las famosas normas. Si en ese tiempo no hacías, no sé, veinte y tantas actuaciones en el mes, ya tú sabes…, lo que cobrabas eran dos kilos. Pero si la empresa no te los programaba, ¿cómo tú ibas a buscar las veinte y tantas actuaciones?
Amaury. Eran como 26 ¿verdad? Yo me acuerdo que eran 26 actuaciones en el mes.
Lourdes. Sí, eran 26, pero además, se ha entronizado la cosa de que los jóvenes, los jóvenes, los viejos, los viejos. Y me digo yo: ¿Qué programa tiene la televisión cubana, para las personas que ya son mayoritarias en el país, mayores de 60 años? ¿Cuál?
Amaury. Bueno, a ver, a ver ¿Por qué?… Todo el mundo que te ha visto, te ha visto bien histriónica. Tú eres una persona muy histriónica…
Lourdes. …Sí, yo soy…
Amaury. Una cantidad de expresiones maravillosas, ¿por qué no actriz? Cuando salimos te encontraste con Luis Alberto García allá afuera, y acabas de hacer algo que no se ha estrenado, como actriz.
Lourdes. Me aterra que se me olvide un libreto. A mí la actuación me gustó mucho siempre. Por ejemplo, en los años 60, principios de la televisión, yo trabajé con Vázquez Gallo, en un espacio que quizás tú recuerdes, que se llamaba Horizontes.
Amaury. ¡Claro, cómo no lo voy a recordar Horizontes!
Lourdes. En una novela.
Amaury. Y mucha gente recuerda Horizontes.
Lourdes. Y empezaron a hacer un casting de esos, pero yo ni siquiera conocía personalmente a Vázquez Gallo. Lo veía entrar y cerrar, buenas tardes, cómo está, pero no. Y allá voy yo, pero tan fresca como una lechuga, porque total, no me iba a poner nerviosa para eso ni nada. Entré al estudio y Vázquez, con aquellos espejuelos por acá abajo, hizo así, me mira -no me dio libreto ni me dio nada- y me dice: Si yo le digo que se ría, ¿usted se puede reír? Este está loco. Entonces yo le dije: ¿Bueno, pero de qué me río? Dice, una risa muy sarcástica. Digo yo: ah, sí. (se ríe con risa sarcástica) Dice: el papel es suyo, Amaury, por poco hay que recogerme del piso, antes de cada programa, que eran en vivo.
Amaury. Pero te…
Lourdes. …Tuve que subir cada vez a tomar antidiarreico, porque el estómago me hacía…
Amaury. …Pero ¿lo hiciste bien?, porque yo recuerdo, que varias veces en la vida oí a mi mamá…
Lourdes. ¡No, pero si tu madre me dio una opinión divina de lo que hice en la novela!
Amaury. Ah, porque ella siempre decía: Mira a Lourdes, canta muy bien, canta maravilloso, pero podía haber sido una gran actriz también y lo abandonó.
Lourdes. Por mucho susto, mucho susto. Y ahora, esto de la película, es una película cubana, de bajo costo, y me llaman por teléfono y era de casa de Enrique Molina. Yo lo admiro muchísimo.
Amaury. Hombre, como todo el mundo.
Lourdes. Como no estamos en la misma rama pues ni nos vemos. Sí, dígame. Lourdes, mire, hay un director de cine, que si una película, que no sé cuánto, entonces yo le dije que usted. Sí, sí, pero yo no soy actriz. Cómo no, en la forma en que tú cantas.
Amaury. Ya, todo el mundo con lo mismo.
Lourdes. Me dio tanta pena, bueno, dígale que venga, porque no le voy a cerrar las puertas de mi casa, y cuando me da el libreto, que yo hago así, digo… Porque es una cantante, que ya está, que tiene más de 60 años, que por cierto, hubo que hacerme una cosa, porque dice que no lo daba.
Amaury. No lo das, esa cara no es de 60 años.
Lourdes. Y una peluca que me parezco a Cristóbal Colón, ¡qué fea me veo! Es una cantante vieja, vieja, que en los años 60 y 70 fue, pero ahora ha sido arrastrada por el regueton y la juventud  ¿te das cuenta? y logra trabajar, porque el marido de ella, que es Enrique Molina, tiene un negocito, que… yo no voy a contar la película.
Amaury. No la cuentes. No la cuentes para cuando la pongan vayan a verla.
Lourdes. Y mira, la vieja soy yo, y lo hice, porque lo primero que me vino, por edad, fue Rosa Fornés. Y con la misma me dije: y yo, estoy en lo mismo. Y bueno, lo hice y lo hice a partir de eso que tengo dentro. Ah, y se llama Club Habana.
Amaury. ¿Club Habana, se llama?
Lourdes. Club Habana.
Amaury. Ah, bueno, la seguiremos. Ahora, tu primera canción, la primera canción que se conoció fue Fue así que te olvidé, una canción de mucho éxito y que todavía tú sigues cantando, es decir, dice mucho.
Lourdes. Media Cuba la canta.
Amaury. Por eso, una canción. Todo el mundo dijo: espérate, y esa canción y la gente empezó a preguntar, quién es el autor.
Lourdes. No, no, esa canción es mía.
Amaury. Ahora, la idea que yo tengo, es que todas tus canciones, y tú me desmentirás, lo que yo pienso, es que todas tus canciones están hechas para un solo hombre.
Lourdes. Hasta un momento.
Amaury. Hasta un momento ¿hasta cuál momento?
Lourdes. Yo te puedo expresar. Cuando yo escribí Fue así que te olvidé, ya mi matrimonio estaba deshecho.
Amaury. ¿Con Germán Barrios (actor)?
Lourdes. Sí. Un matrimonio que… Germán fue para mí como el príncipe en el caballo azul, o el príncipe azul con el caballo blanco.
Amaury. Además, era un hombre bello.
Lourdes. Sí, muy bello, bello, pero las cosas no salieron como uno esperaba y llegó un momento en que ya… pero ya mi hija estaba nacida.
Amaury. Claro, Lourdita.
Lourdes. Eso es lo más terrible…
Amaury. Una cantante, también maravillosa.
Lourdes. …lo más terrible de todo…
Amaury. Y que anda por aquí, ¿no? Lourdita, ven, acércate un poquito. Ven, yo sé que no estás para salir en televisión, pero ven, ven, acércate un segundo aquí.
Lourdes. Ven acá, mamita.
Amaury. Esto nunca lo hacemos aquí.
Lourdes. No, chiquita me vino a acompañar, porque yo estoy con unos mareítos y unas cosas de la cervical.
Amaury. Siéntate un momentico ahí, porque estamos hablando de ti y ella es una gran artista y una gran cantante, y esto en la vida lo hemos hecho, ni lo vamos a repetir. Esto es diferente.
Lourdes. Ya. Entonces, Amaury, entonces yo puse el divorcio. Y en ese ínterin hice el Fue así que te olvidé: “ya ves, fue así que te olvidé, ya nunca más me acordaré de ti…”
Pero cuando la presenté en un concurso, yo estaba ya recién divorciada y empecé a cantar aquello con un farol que era diez veces ese (señala un lámpara del estudio), que me dejó ciega y empecé a cantar y empecé a llorar y llora y llora. Entonces allí empecé a pensar que mi madre había dicho que el matrimonio debía ser para toda la vida, que mi hija chiquitica, no se iba a criar con su papá y… fue  horroroso, la mejor actuación de cualquier actriz hubiera sido esa. Y fue duro, fue muy duro. Después de eso, otra que sonó mucho, Tendría que ser contigo más que amante. ¿Por qué la hago? Él va un día allá, esta estaba, ¿qué edad tú tendrías?
Lourdita. Yo, yo tendría… ya era adolescente.
Lourdes. Ya era adolescente y él va a la casa con una mujer que tenía. A mí qué me importa. Ya yo estaba con Miguel, y tuve que bajar porque él estaba con la moto y cuando bajo, la moto está parada ahí, él está adelante y la mujer atrás. La mujer se sobresale de él, y cuando yo salgo del edificio, hace así (una mueca de amargura) digo: Pero a esta mujer le dio una parálisis facial, ¿qué le pasa a ella? Además ya ahí no había quedado nada. Entonces le hice esta (canta) Tendría que ser contigo más que amante. Años después hice (canta) Señora, usted se conformó a estar con él.
Lourdita. Entonces esa fue a otra mujer que él tuvo.
Amaury. ¿A otra?
Lourdita. Entonces él se dedicó a tener muchas mujeres y todas  miraban a mi madre con esa parálisis facial, todas.
Amaury. Ah, ya.
Lourdita. Ella era como una gran amenaza…
Lourdes. Y algunas me quisieron ver con la parálisis facial a ella (señala a su hija) y dije: las mato, porque esta niña no tiene nada que ver con nada. Es la verdad. Y entonces después vino mi matrimonio con Miguel.
Amaury. Con Miguel de la Uz.
Lourdes. Que Miguel -ella está aquí- en honor a la verdad, ha sido el verdadero padre de mi hija y el verdadero abuelo de mis nietos. Un hombre espectacular. Todo el mundo sabe quién era mi marido, para qué yo voy a hablar de eso. Un hombre extraordinario en todos los sentidos. Hasta en la cosa cultural.
Amaury. Lourdes, a mí no me gusta machacar sobre las heridas de nadie. No lo hago, regularmente no lo hago, pero yo sentí también un profundo respeto toda la vida por tu marido, por Miguelito. ¿Y qué significó para ti el hecho de que muriera?
Lourdes. Mira. El golpe fue terrible. Pero entre las cosas terribles, fue que yo hice así y me amarré y no derramé una lágrima. Porque la hija y la nieta se me desbarataron. Estaban tan desbaratas como yo, pero incontrolables. Y yo dije: no, yo tengo que aguantar. A los cuatro meses exploté con una presión altísima, diabetes, no sé cuánto, qué se yo, millones de cosas, millones de cosas. O sea, consecuencia del golpetazo. Y ¿cómo me siento? Bueno.
Amaury. ¿Cómo se reedifica uno después de una cosa así?
Lourdes. Bueno, mira…
Amaury. ¿Cómo se hace?, ¿uno se recicla?
Lourdes. Mi hija, mi nieta, me están dando mucho apoyo, y yo me estoy apoyando en mí y en él, en mí y en él. Y hablo con él todos los días, y he logrado pasarlo así…, Miguel era mi cerebro, mis brazos y Miguel, él me cubría todas las expectativas, o sea…
Lourdita. …Es que yo creo que hay que hablar de eso, del hombre que era él.
Lourdes. Sí, por eso.
Lourdita. Yo siempre decía: Dios en el cielo y mi padre en la tierra. Porque yo no he conocido una persona más íntegra que ese hombre. Ese hombre era buen hijo, buen marido, buen padre, buen hermano, buen de todo. Buen compañero, entonces no es solo que se te murió tu papá, o tu esposo, es la persona, lo que significaba para cada uno de nosotros esa persona ¿entiendes?
Lourdes. Bueno, ya, ya hablamos, ya hablamos.
Amaury. Bueno, ustedes son religiosas y.
Lourdes. No, yo, yo, religiosa ¿a qué tú le llamas religiosa?
Amaury. Creer en Dios.
Lourdes. Oh, no, yo creo en Dios, con todo lo que tengo, no voy a culto de nada.
Amaury. No, no, a eso me refiero, a eso me refiero.
Lourdes. Ya. A lo que me enseñaron a mí en mi casa.
Amaury. Yo, este programa empezó siendo Con 2 que se quieran, y ha terminado siendo con tres que se quieran.
Lourdes. Tres.
Amaury. Con tres que se quieran y con cuatro, porque vamos a incluir también a Miguelito, que tiene que estar por aquí. Tiene que estar feliz de que nos hayamos reencontrado.
Lourdes. Seguro que sí.
Amaury. Hace tiempo que tú y yo no nos veíamos y tenemos que seguir chachareando por teléfono, que me encanta como hablas por teléfono. Tú sabes que hay gente que me agobia por el teléfono.
Pero tú y Eva (Rodríguez), por ejemplo, son personas que me llenan el día de alegría cuando les hablo por teléfono.
Lourdes. Porque estamos medio locas las dos (risas).
Amaury. ¿Y cómo tú crees que estoy yo? Yo, yo quiero terminar…, Lourdes habló de su pertenencia a Cuba.
Lourdes. Sí.
Amaury. De su pertenencia a nuestro país, y hay un poema en el libro, empecé con un poema de tu libro, que me voy a leer. Espero que me lo hayas regalado. ¿No me lo has regalado?
Lourdes. No, no te he puesto nada, porque no creí que lo quisieras.
Amaury. No, pero ¿por qué?
Lourdes. Porque tú sabes que yo no creo en eso.
Amaury. Tampoco me pongo a estar leyendo poemas en la televisión, si no me gustan. Hay un poema con el que te voy a despedir. Un poema tuyo aquí, es increíble, dice:

Voy y vengo, y al final espero,
Cuán raído el espejo de mirarme todos los días
y de pronto la luz como alga marina.
El recuerdo se escurre por la abierta ventana,
Ciérrole los caminos de andar, me quedo.

Lourdes. Me quedo.
Amaury. Me quedo. Me parece que ese poema…
Lourdes. Me quedo, me quedo, porque ¿estamos hablando de Cuba?
Amaury. Ajá.
Lourdes. He estado en tantos lugares, y es como ese, no sé, es como que afuera, ni los zapaticos me aprietan. No puedo, no puedo. Es una cosa que no me siento en mi salsa, en mi aceite.
Una vez leí, en una revista Selecciones, que tener el nombrecito de extranjero, era lo peor que le podía pasar a alguien. Y fuera de aquí soy extranjera dondequiera. El último plato de comida que haya, no es para mí, es para ellos. Como el último plato de comida que yo tenga aquí, es para los míos, no es para los de afuera, te lo digo con toda honestidad. Entonces, he visto países que tienen cosas hermosísimas, pero esos atardeceres en el Malecón, vaya, no tienen precio. Ese, bajas la escalera de tu casa, y que la gente de enfrente te diga: “Lourdes, cómo sigues”. “Aquí, mi santo, bien gracias.” Bárbaro ¿Dónde? Aquí.
Amaury. Mira, gracias.
Lourdes. No, mi amor.
Amaury. Gracias, porque tampoco tiene precio para mí que tú hayas aceptado venir al programa. Y que esté Lourdita aquí. Qué lástima que no vino la nieta, porque la hubiéramos colocado aquí, un tumulto.
Lourdes. Sí, señor.
Amaury. Yo te agradezco que hayas venido, los televidentes tienen que haberse quedado como yo, que he estado como apantallado, con tu presencia, con tu impronta, con tu fuerza.
Sigue cantando, haremos el disco. Lo harás con Chucho o con quién sea. Que tu voz se mantenga.
Lourdes. No hay tanto interés ya, la verdad.
Amaury. Que tu voz se mantenga fresca y lozana.
Lourdes. Eso sí, para poderle decir al público: todavía estoy aquí y voy y hago Las peligrosamente juntas, que tenemos un público de fábula, de fábula. Nos aplauden hasta por gusto.
Amaury. Y cuídate.
Lourdes. No, ya lo estoy haciendo.
Amaury. Para que tengamos esa voz maravillosa y esa Lourdes para siempre.
Lourdes. Sí ya lo estoy haciendo.
Amaury. Te quiero mucho, mamá.
Lourdes. Y yo a ti también.
Amaury. Te quiero, mi vida.
Lourdes. Y aquí abrazo a tu mamá y a tu papá también.
Amaury. ¡Cómo no!
Lourdes. Con los que pude trabajar muchísimo tiempo.
Amaury. Todos estamos juntos aquí.
Lourdes. ¡Todos!.
Amaury. Gracias mi vida.

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«Con 2 que se quieran» Enrique Pineda Barnet (Parte I)

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“Hoy por hoy soy capaz de prescindir de todo”

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, como me gusta decir siempre, en el corazón de Centro Habana, en Prado y Trocadero, el barrio de Lezama, en los legendarios Estudios de Sonido del ICAIC.

Hoy, esta noche, está con nosotros, me siento hasta emocionado,  uno de los grandes directores de cine que ha tenido nuestro país, una de las personas más encantadoras que conozco. Una de las personas más cultas, divertidas, elocuentes, locuaces y preparadas de nuestros medios artísticos, mi amigo querido, Enrique Pineda Barnet.

Enriquito, muy buenas noches, bienvenido, muchas gracias por aceptar venir.

Enrique Pineda. No faltaba más.

Amaury. Cuando me puse a leer tu currículum, me encontré con una cosa. Digo, perdóname, ¿no te molesta que te trate de tú?, es que nos hemos tratado de tú toda la vida.

Enrique Pineda. Entonces puedes empezar a tutarme desde ya.

Amaury. Me encuentro que Enrique Pineda Barnet, es, voy a leer: Director, guionista de cine y videos, profesor universitario, periodista, crítico, locutor, actor de teatro, cine y televisión, escritor, compositor, cantante. ¿Eres consciente de que eres como un artista del renacimiento?, te faltó pintar.

Enrique pineda. Me faltó pintar, pero era tal como cantar y bailar, porque ya hace muchos años que no hago ninguna de las dos cosas.

Amaury. Pero lo hiciste ¿cómo se puede, cómo podías estirar el tiempo de manera de hacer todas esas cosas?

Enrique Pineda. Todas esas cosas nunca se hacen a la vez, ojalá. Son pinceladas en la vida de uno.

Amaury. Pero sin embargo, con la literatura te ganaste el premio Hernández Catá de literatura. ¿Qué era ese premio?

Enrique Pineda. Bueno, el premio Hernández Catá es…, me da tristeza que me preguntes a estas alturas qué es el premio Hernández Catá, porque Hernández Catá era el premio literario más significativo que tuvo la República.

Ese premio le fue otorgado a todas las figuras, yo creo que a todas las figuras que fueron significativas en el siglo XX.

La revista Bohemia en un momento determinado publicaba todas las semanas un cuento de Hernández Catá, no de Hernández Catá, sino un premio Hernández Catá. Y había un tipo, que era Guillermo Cabrera Infante, el tipo era mi paradigma, era el escritor que yo leía con más admiración, por la audacia, por el verbo, por la imaginación, a veces por la turbulencia, era un escritorazo y me hice amigo de Guillermo Cabrera Infante que era contemporáneo conmigo, un poquitico mayor que yo. Y un día, conversando con Guillermo, me dice ¿por qué tú no mandas al Hernández Catá? Decía: tú mandas ahora y luego te puedes ganar la cuarta mención; el año que tiene te ganas la tercera; después la segunda, después la primera y el premio. Tenía cinco años de perspectiva para ganar el premio.

Amaury. Lo que le había pasado a él.

Enrique Pineda. Por lo que le había pasado a él y además, a mí me parecía como que demasiado pronto. Y bueno, entonces yo mando. Me acuerdo que el día que voy a entregar mi cuento, me dice la señora que recibía los cuentos: ¿Pero usted no es amigo de Guillermito? Dígole, sí, yo soy muy amigo de Guillermito. Dice: ¿Sabe que Guillermito no ha traído su cuento de este año? ¡Pero no me diga eso! No, no y hoy cierra la admisión, dígale que tiene que correr y que tiene que traérmelo. Bueno, yo corro a  casa de Guillermo, él ya estaba en la onda esa de que ya está por encima de eso, no, yo no lo he llevado todavía. Y, está bien, llévaselo, es decir, yo tenía que entregarlo. (Por suerte tuvo mención, si no, hubiera parecido que yo no lo había entregado) Y un día llego a mi casa y me encuentro un telegrama por debajo de la puerta y, Premio Nacional Hernández Catá. Y bueno, me voy corriendo para casa de Guillermo, me bajo en la Avenida de los Presidentes y corro a la casa de Guillermito, le toco a la puerta y Guillermito me abre y le digo: Guille, el Premio, ¡tengo el premio Hernández Catá!

Y se queda Guillermo así, y me dice, -y ahora vienen los piticos que ponen ustedes en la televisión-: “me c… en el c… de tu madre”, ¡pam!, y me tira la puerta en mis narices. Y ahí es cuando todo se agolpa…, cuando lo comprendes todo en un instante, dices: ¿hasta dónde he sido imbécil? ¿Cómo yo puedo darle con alegría la noticia a un amigo, la noticia de que le he ganado un espacio que le pertenece a él?, porque para mí ese premio le pertenecía a él, porque ya se lo había ganado, porque ya tenía cinco premios anteriores.

Amaury. Pero un amigo tiene la obligación de sentirse feliz con los éxitos de otro amigo.

Enrique Pineda. Sí, eso después yo lo he sentido muchas veces  y yo lo comprendo. Pero ahí no cabía, no cabía eso, realmente no cabía eso porque era totalmente injusto.

Amaury. ¿Y el premio, en qué consistía, Enrique?

Enrique Pineda. El premio consistía en una cantidad de dinero, no me acuerdo ya si era, en aquel momento, cien pesos.

Amaury. ¡Que era mucho!.

Enrique Barnet. ¡Ja, o quinientos, yo no sé!.

Amaury. ¡Si eran quinientos… mucho más!.

Enrique Pineda. No sé, no sé y publicar el cuento en Bohemia y en El País, en el periódico El País. Bueno, por ahí fue la cosa, eso fue…, realmente fue un momento, uno de los momentos más tristes de mi vidae inició el momento más triste.

Amaury. Enrique, pero tú has tenido una cantidad de éxitos a lo largo de tu vida, que imagino la misma cantidad de enemigos.

Enrique Pineda. Bueno, más o menos. Más o menos, no creas que estás muy distante. Sí, sí, cuando te destacas mucho en algo, eres sombra para alguien. Y a partir de ser sombra para alguien, ganas en ese alguien un enemigo. Y eso ensombreció mucho mi alegría de ganador. Era demasiado joven, tenía 17 años.

Y nada, los viejos me llevaron a mi primer viaje fuera de La Habana. Es más, mi primer viaje fuera del Vedado. De un niñito bitongo del Vedado, eso es otra carga de la vida, los viejos me sacaron, me llevaron a Trinidad…, a Trinidad con sus tradiciones, fuimos a ver a las Sánchez Iznaga. Conocí a toda la flor y nata de Trinidad, todavía aquellas viejas se vestían con batas blancas de hilo hasta el piso. Eran señoras muy respetables, nos enseñaron sus palacios, sus porcelanas, sus abanicos de nácar que tenían dedicatorias por detrás de grandes figuras del siglo anterior. Y entonces me invitaban por la noche a una serenata. ¿Y dónde eran las serenatas? La serenata llegaba a su casa, llegábamos a su casa y aquellas señoras nos esperaban en chancletas, con un porrón de barro, mitad aguardiente, mitad vino tinto.

Amaury. ¡Ah! Pero mira a las señoras…

Enrique Pineda. Las señoras sabían mucho, sabían mucho. Entonces llevábamos acordeones, guitarras, etc., y nos sentábamos en los muros de la Iglesia de La Popa, y cantábamos Longina, Y si llego a besarte, todo ese repertorio que después tanto he machacado.

Amaury. ¿Y ya tú cantabas en esa época?

Enrique Pineda. Yo cantaba desde chiquito.

Amaury. Quiero decir, en esa época ¿ya cantabas, te exhibías, cantabas ahí, delante de las señoras?

EnriquePineda. Sí, sí, yo era bastante exhibicionista  en ese sentido. Me encantaba cantar y que me vieran cantar y que gustara que yo cantara. Y allí, yo recuerdo que en las escenas de las zarzuelas siempre hay unas muchachas debutantes, en las zarzuelas españolas, y siempre hay tres viudas, o tres viejas. Siempre son tres, no sé por qué, tres viejas, tres brujas sentadas y de repente estos viejos se me convirtieron en las viejas de la zarzuela y ellos me empezaron a decir: siempre que tengas un triunfo en tu vida, ganarás enemigos y te llegará la sombra. ¡Dios, era horrible!

Amaury. Y además, eras un niño, un adolescente.

Enrique Pineda. Era un adolescente y entonces, de repente, con esas cosas y esos consejos. Y me decían: nunca pienses que los amigos son solamente aquellos que te abrigan cuando estás en desgracia. Es más fácil compadecer que enaltecer. Los amigos son fundamentalmente aquellos que gozan, disfrutan y son felices con tu felicidad.

Amaury. Pero tú has logrado vencer, es como el misterio del abanico, cuando me hablaste de las señoras que se abanicaban, ese gran misterio que tiene el abanico, que mientras uno lo está moviendo, puede durar muchos años y no haces más que cerrarlo y ponerlo en una vitrina y se marchita.

Enrique Pineda. Se queda paralítico

Amaury Pérez. Tú has estado hasta hoy moviendo el abanico.

Enrique Pineda. Es una imagen bonita. Se podía poner en una obrita de teatro, “Moviendo el abanico”

Amaury. “Moviendo el abanico”. Ahora, tú me dices que naciste en el Vedado, de una clase media alta.

Enrique Pineda. Sí, media profesional.

Amaury Pérez. Porque normalmente, uno no hacía el pre, uno terminaba la enseñanza, lo que hoy sería secundaria y se matriculaba en carreras cortas para generar trabajo. Sin embargo, Enrique Pineda Barnet se va a estudiar al preuniversitario de la Víbora. ¿Por qué a la Víbora?

Enrique Pineda. Bueno, la Víbora, porque en aquella época, como en épocas sucesivas, había muchos problemas en el movimiento estudiantil. El movimiento estudiantil se politizaba mucho, había huelgas, había problemas y entonces a  mi familia le había llegado mucho el rumor de que en el Instituto del Vedado había mucho lío con los estudiantes y que había expulsiones de los estudiantes, y a partir de ahí, pues me pusieron en la Víbora que tenía fama de ser un Instituto tranquilo y estudioso. Bien difícil porque era lejos, yo tenía que coger una guagua, una ruta 79 para llegar a la Víbora. Pero a mí me hizo mucho bien también salir del ámbito estrecho del Vedado.

Amaury. Pero a mí me ha contado un amigo suyo que usted no sólo…

Enrique Pineda. …Empezaste a tratarme de usted.

Amaury. ¡Ah!, de usted, es verdad, hice mal, pero yo te juro que yo te quiero mucho y te voy a seguir tratando de tú. Un amigo tuyo me dijo, se sentó conmigo el otro día cuando estaba preparando esta entrevista y me dijo: Mira, Enriquito era en el Pre; inteligente, simpático, de una elocuencia aplastante. Pero, además, me dijo: era el muchacho, el joven más lindo del Pre y todas las muchachas estaban enamoradas de él y todos nosotros sentíamos celos de aquel muchacho.

Enrique Pineda. Ese amigo tuyo me lo dijo a mí una vez, me lo contó, ahora después de viejo me lo dijo.

Amaury. ¿Te lo dijo? Todos estaban celosos.

Enrique Pineda. Yo no lo sabía, mira, si yo llego a saber que el perico era sordo… (risas)

Amaury. Pero, Enrique, tú eres un hombre, todavía, muy hermoso. Yo, quisiera, la pregunta empezaba por aquí, ¿las personas bellas tienen una responsabilidad?, ¿la belleza conlleva a una responsabilidad con los demás? Son tan pocos los bellos y tantos los que no lo somos.

Enrique Pineda. Mira, Amaury, por favor. Esto es cómico, esto es cómico…, esto…, yo me encuentro bellísimo. Me encuentro yo, a mí, bellísimo, pero no bellísimo frente al espejito del baño, no, realmente yo me siento bello en el sentido de que yo sé que yo soy un alma bella. Eso sí, me siento muy orgulloso, y no voy a renunciar a eso de ningún modo. Ahí está toda mi vanidad.

La cuñada de esa persona que te habló, era encantadora y la esposa misma, una gente…, unas poetas tremendas, muchachas que hablaban con las flores sentadas en la escalinata del Instituto.

Amaury. Bueno, pues vamos a hablar entonces de esa amiga. La última vez que nos vimos, fue en un ambiente muy triste, familiar, fue en el velorio de esa gran amiga tuya, Margarita Perea Maza. ¿Cómo tú la recuerdas, a Margarita?

Enrique Pineda. Yo la recuerdo como el lirismo, justamente,  como la languidez, la poesía. Era una persona que era toda poesía. Porque ella era, además, muy amiga  de mi novia. Mi novia en aquel momento, una persona que vive y que yo la recuerdo con un amor entrañable y que nos reencontramos justamente y fuimos a tu casa. Aquella persona…

Amaury. ¡Aquella persona!

Enrique Pineda. Aquella persona, que fui a tu casa con ella cuando vino el Papa…

Amaury. …Cuando vino el Papa…

Enrique Pineda. …Exactamente, claro, aquella persona era mi novia de los 16 años.

Amaury Pérez. ¡Mira tú! Bueno, di el nombre tú…

Enrique Pineda. No, no, no me gustaría. No, porque yo no sé si a ella le gustaría.

Amaury. Está bien. Ahora, siempre que te veo, veo a Esperancita, a tu mamá. ¿Qué significó y qué significa tu mamá? Porque es que ustedes fueron: madre e hijo; amigo y amiga, novios. No sé, llegó un momento en que uno no podía concebir a Enriquito sin Esperancita.

Enrique Pineda. Sí, yo sé, hay parejas así, hay parejas, matrimonios, así. Y yo decía, bueno, yo estoy casado con mi mamá. Yo nunca le tuve, nunca tuve temor ni rechazo a esos criterios de “este tiene complejo de Edipo”, no, para nada. Yo estaba enamorado de mi madre, era un ser maravilloso. Cómo no amarla, cómo no enamorarme de ella. Estaba fascinado con mi madre y fue siempre mi gran amiga, mi gran cómplice.

Un día participé de una conversación entre Sergei Urusevski, el fotógrafo soviético, con Saúl Yelín. Y Saúl le dice a Urusevski: Mi socio, mi compinche. Y Urusevski le pregunta ¿qué cosa es ser compinche? ¿Qué cosa es ser socio? Y Saúl, que era en ese sentido un hombre muy agudo, brillante, le dice: ser cómplice, ser compinche, ser socio, es mucho más profundo que ser amigo. Es quererse en lo bueno y en lo malo. Y eso fue mi mamá para mí.

Mi mamá para mí era mi socia, mi compinche. Porque era para tomarnos el trago juntos. Nos esperábamos para contarnos las maldades, las picardías. Nos conocíamos tanto y tan bien, tan bien, que era una relación estrecha, profunda.

Mi madre llegó a ser, yo decía, y, me atrevo a decirlo,  con vanidad, era el paradigma de mis amigos. Mis amigos adoraban y adoran todavía a mi madre. Mis amigos hablan de mi madre como de una socia, una compinche, una amiga que se nos fue a pasear.

Amaury. Bueno, tú eres una persona que ha ganado muchos premios, muchos, algunos muy importantes. Como la entrevista no es cronológica salto.

Enrique Pineda. Ah, sí, sí.

Amaury. ¿Siempre uno merece los premios, cuando se los dan, uno siente que sí, que me lo dieron porque me lo merezco, porque me lo gané. Sobre todo los premios que has ganado después, el Goya por La bella del Alambra?

Enrique Pineda. El Goya yo me lo gané. Sí, me lo gané. Yo me lo gané y yo estaba seguro que me lo iba a ganar. Sin embargo, me gané el Coral de La Habana y no me lo dieron, y ese sí que me lo gané y no me lo dieron y fue una cosa para mí feísima.

Amaury. Por La bella del Alambra.

Enrique Pineda. Por La bella del Alambra, pero como la cosa es fea prefiero no hablar de ella. Pero el Goya yo me lo gané y estaba muy orgulloso, fui a buscarlo, ah, ah y me encantó, me encantó.

Amaury. Enrique, ¿Cuándo tú llegas, al cine?, ¿haciendo documentales?

Enrique Pineda. No, no, de una manera muy rara. Todo el mundo pensaba que yo iba a hacer cine algún día, porque yo fui fundador de la televisión, cosa que no lo dice ningún currículum mío por ningún lado, y eso sí yo me lo gané, porque fui de los primeritos.

Hice primero guiones, guiones de suspenso y guiones musicales para la televisión y después empecé a hacer producción y terminé dirigiendo comerciales y algunos programas musicales y demás.

Cuando al Triunfo de la Revolución se va a crear el ICAIC, poco tiempo después, casi inmediatamente, en marzo se constituyó la ley de creación del ICAIC y entonces ahí todo el mundo pensaba que yo iba para el ICAIC.

Yo había sido fundador de Teatro Estudio, estaba en Teatro Estudio, y mucha gente, de la televisión inclusive, iba a Teatro Estudio porque había rumores de que Julio García Espinosa estaba yendo a Teatro Estudio a ver gente, a ver a quién se llevaba para el ICAIC.

Para mí ir al ICAIC era ganarme algo que había que ganarse. Estábamos hablando de esto hece un rato ¿quién se lo cree? yo creía que yo no tenía méritos para ir para el ICAIC a fundar una institución, era como un sueño, el ICAIC era como soñar. Como después fue la escuela de cine, que todo el mundo decía: ¿hacer una escuela de cine en Cuba? Es un sueño, un sueño para cualquier adolescente, para cualquier joven que tiene aspiraciones. Entonces, bueno, en ese soñar, pensé que yo no me lo merecía, y aguardé, me mantuve un poco a distancia. Yo no había ido a la  Sierra (Maestra) a combatir, yo no me había alzado por ningún lado, ni lo había pensado ni por un instante.

Amaury.Eras un demócrata y un hombre de oposición, pero no eras un hombre de acción.

Enrique Pineda. Para mí una pistola. En mi casa a veces había, porque en mi casa hubo política ajena a mí, pero para mí una pistola, un arma era algo, de esas cosas que eso no se toca.

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«Con 2 que se quieran» Enrique Pineda Barnet (Parte II)

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Amaury. Pero y por eso tú pensabas a lo mejor que cuando se fundó el ICAIC tú no tenías derecho.

Enrique Pineda. Yo no me lo merecía, yo no me lo merecía, había estado en la clandestinidad, y en cosas y eso, pero…. Y entonces me pongo a pensar ¿qué puedo yo hacer? Yo entrevisté a muchos soldados rebeldes. Me metí en un grupito que había en Columbia, en el Campamento de Columbia, había… Osmany Cienfuegos y Camilo, habían inaugurado unos departamentos de cine y de teatro y entonces Ana Sáenz, una actriz muy buena, una actriz extraordinaria era muy amiga de Violeta Casals, una gran actriz y una guerrillera símbolo de la Revolución. Y entonces Ana me dice: oye, ahí en el antiguo campamento de Columba tenemos un departamento de teatro. Vamos allí y allí enseñamos teatro a los soldados y hacemos teatro con los soldados. Digo, bueno vamos.

Nos fuimos allí y teníamos pase y todo para entrar en el campamento de Columbia. Te estoy hablando de los primeros días.

Amaury. Sí, del 59.

Enrique. Sí, del 59, iniciales. Y digo yo, esta gente lo que necesita ahora es prepararse para la paz, porque les falta cultura, les falta ejercicio artístico, les falta plenitud espiritual y no sé qué. Yo puedo ser un misionero, yo me puedo ir para ese lugar, para la Sierra Maestra y ayudar a que aquello se levante y yo puedo ser un misionero, yo estoy preparado para ser un misionero, hacer teatro en la Sierra Maestra.

Amaury. ¿Todo eso en el 59?

Enrique Pineda. Todo eso en el 59. Entonces empiezo a  prepararme psicológicamente y a preparar datos. Mi currículum, mi sueldo, mis salarios históricos, tengo todo en unos files preparados en secreto y guardados. Y un día estoy en mi casa y una noche exactamente, me llama Norka Méndez, aquella modelo maravillosa, inolvidable de las revistas Vogue, que era la esposa de Korda, el fotógrafo, en aquel momento. Y Korda y Norka estaban de visita en mi casa porque me fueron a anunciar que Korda estaba embarazada.

Que Norka estaba embarazada, ya iba a seguir con el absurdo, que Norka estaba embaraza, hay qué cómico. Y están viendo televisión en mi casa, y sale un programa con Fidel en la televisión, en el Canal 2, que era el canal que estaba, -yo vivía en Malecón y 23- y el Canal 2 estaba en la otra esquina, frente a lo que era el Montmatre.

Bueno, pues Fidel solicita, empieza a explicar de la Sierra, del campesinado de la Sierra, que hacen falta maestros voluntarios -no te estoy hablando de Campaña de Alfabetización- eso fue mucho antes de la Campaña de Alfabetización, que los confunden mucho y a veces los olvidan mucho a los maestros voluntarios.

Entonces dice: hacen falta jóvenes, con algún nivel cultural, etc., con alguna experiencia, que estén dispuestos a irse a la Sierra, tienen que, aquello es difícil, en fin. Digo: ah, eso es lo mío.

Agarro, voy a mi cuarto, cojo mi file con el currículum y todas aquellas cosas y dejo a Korda y a Norka viendo la televisión y me voy a la esquina, cruzo la avenida Infanta y me voy al Canal. Hay un soldadito en la puerta y estaba un VW chiquitico, que Fidel en aquella época andaba en el VW aquel sin nadie que lo cuidara y, el soldadito en la puerta.

Le digo, mire, cuando baje el Comandante, usted le da esto, porque esto él lo está pidiendo ahora, en este momento él lo está pidiendo y me voy, se queda el soldadito con el file. Llego a mi casa, entro, está Korda y Norka y de repente dice Norka: ¿Eh, y eso qué cosa es? Y es Fidel en la pantalla con mi file en la mano, diciendo: aquí tenemos el primero que llegó. Dice Norka: ¿Pero qué es eso? ¿Te volviste loco?, no, no, eso fue ahora mismo estando ustedes aquí. Yo sabía lo que estaba haciendo y medí muy bien lo que estaba haciendo, lo había medido de antemano porque eso estaba en mi cabeza, pero no, no percibía la significación que iba a tener aquello, la explosión que iba a tener aquello en la gente, en la calle, en el país y en mi propia casa, mi mamá, por ejemplo. Yo no vivía con mi mamá, yo vivía aparte de mi casa. Pero el susto, eso fue para mi madre un susto, fue inclusive, eso fue una contradicción seria, dolorosa. Y bueno, ya al día siguiente yo era el primer maestro voluntario. No he caminado dos cuadras cuando siento detrás de mí que me dicen: “hay a quién le gusta posar de vedette del sufrimiento”, cuando miro, era Guillermo.

Amaury. ¿Era Guillermo Cabrera Infante?.

Enrique Pineda. Era Guillermo. Entonces, nada, eso fue un primer choque incómodo. En fin. Y ahí pasaron cosas de esa índole, hubo mucha gente aclamándome con mucho amor y, hubo mucha gente que me fustigó por eso, pero ahí cambió mi vida. Cambió por completo mi vida.

Amaury. ¿Y te fuiste a la Sierra por fin?

Enrique Pineda. Me fui a la Sierra, estuve una buena temporada de ángeles en la Sierra, y conocí otro mundo, otra vida, otro amor, otra manera de vivir y, sobre todo, para mí, que me ha acompañado hasta hoy, bueno me acompañan hasta hoy mis alumnitos aquellos. Los niñitos que me encontré en la Sierra cuando llegué, chiquiticos, descalzos, barrigoncitos, etc., están aquí. Y me llaman y me cuidan. Ya fue, para mí la vida fue otra. Aprendí algo muy importante, prescindir. Aprendí a prescindir. Desde entonces hasta hoy no he hecho otra cosa que el ejercicio de prescindir.

Amaury. De prescindir de cosas materiales.

Enrique Pineda. De prescindir de la vida, de todo. Hoy por hoy soy capaz de prescindir de todo, sin problemas de ninguna índole, sin que me cree conflictos; prescindir, punto. No solamente no hay, no hay de esto, bueno, prescindo. Pero es que hay otros no hay que son más profundos, más complicados y prescindo. He prescindido hasta del amor en muchas ocasiones, porque a veces hay que operarse del amor. Hay que operares de muchas cosas en la vida y a veces uno se opera del amor y ya, tranquilo.

Amaury. Bueno hay dos momentos que yo quisiera marcar, porque los tengo aquí muy presentes, además. Uno es el Enrique Pineda Barnet co-guionista de Soy Cuba, con Evtushenko, esa experiencia, y después el director de ese insólito documental que se llama Giselle. ¿Cómo fue trabajar con Evtushenko en el guión de Soy Cuba y cómo fue trabajar con Alicia en Giselle?

Enrique Pineda. Bueno, yo te diría que hay coautorías mucho más interesantes que esas. La actuación con él no me aportó nada, ni me interesó para nada y hoy me sigue sin interesar, francamente para nada.

Amaury. Y nada, la película, incluso, tampoco.

Enrique Pineda. De la película a mí me gusta mucho su fotografía.

Amaury. Un gran fotógrafo Urusevski.

Enrique Pineda. Su dirección de fotografía es tremenda, el aporte de haber conocido a un hombre como Sergei Urusevski, es uno de los más grandes artistas que he conocido en mi vida. Un tipo de un talento, un artista de una creatividad increíble, profundo, honrado, honesto y amoroso. Gente maravillosa, él y su esposa. Bueno, un director importante, más nada. Un director importante para la historia del cine ruso.

Amaury. Sí, pero la fotografía de Soy Cubaes fabulosa.

Enrique Pineda. La fotografía de Soy Cuba es excepcional. El guión de Soy Cuba, las deficiencias que tiene, las tiene. Yo me hago responsable, porque hay que cargar con todo. Evtushenko podía estar, podía no haber estado, no me enriqueció ni me quito nada en la vida, para nada.

En el caso de Alicia, que por cierto no es un documental.

Amaury. Es un largo.

Enrique Pineda. Es un largo de ficción, porque además está hecho el guión y está tratada la película con la dramaturgia de una película de ficción.

Amaury. ¿Y Por que dice todo el mundo que es un documental?

Enrique Pineda. Porque la gente es esquemática, la gente…, además, ese esquema de película, película es todo, todo lo que fue hecho con cine es película. Entonces película, es una película. Pero aparte podía ser una película documental. No es una película documental ¿por qué documental?,  por el hecho de que se hizo en un escenario. Pero se hizo en un escenario con todas las técnicas de un largometraje de ficción. Además, tuvo seis meses de preparación de todos los actores. Todos aquellos actores ya no eran más bailarines, eran actores. Y no es lo mismo pensar un argumento en actor, que pensarlo en bailarín. Y con todo un análisis dramatúrgico de cada personaje, y hubo cambios radicales en la película que no son propios del ballet. Para mí fue una grandísima experiencia, porque tuvimos que estudiarnos, nosotros, el equipo de filmación tuvo que estudiar ballet para entender el ballet y su estructura y poderla llevar a cabo.

Y los bailarines y el equipo del ballet, tuvieron que estudiar cine para entender el fenómeno. Y ahí hice mi primer puente de interés. Realmente era un puente bien interesante.

Las cuatro divas, las cuatro joyas, niñas adorables, nunca han olvidado esa experiencia. Yo no las he olvidado a ellas nunca, como no he olvidado a toda la gente del ballet.

Inclusive, una Alicia distinta a la Alicia que conozco después. Una Alicia diferente, una Alicia sencilla, no modesta, porque eso no le cabe, pero una Alicia estudiosa, una Alicia dócil, aparte de su rigor y de su fuerza. Pero yo recuerdo una anécdota tremenda de una escena en la que llegó un momento que yo le dije a Alicia, Alicia hay que cortarse el pelo. Me dijo: yo, que llevo 14 años dejándome crecer el pelo para la escena de la locura.

Y le dije, justamente mire las manos, mire adónde llegan, esa escena de la locura en una pantalla. No es lo mismo que en un teatro.

En la pantalla necesita mucho menos para que las manos puedan salir. En fin, hablamos de eso, del expresionismo, de la significación de un gesto así, etc. Y al día siguiente llegó con el pelo cortado y yo pensé que aquella rebeldía en aquel momento iba a ser para siempre, no, fue dócil y fue en ese sentido modesta, ahí fue modesta, ahí fue modesta.

Amaury. ¿Y siguen siendo amigos todavía Alicia y tú?

Enrique Pineda. Sí, hay cosas en el medio… entre tú y yo, se interpone, a veces, un abismo que son las vidas, las elecciones, en fin, pero yo la sigo queriendo y la sigo respetando y admirando profundamente.

Amaury. Bueno, aquí yo tengo, Enrique, una lista de películas, tú me dirás si alguna falta. Yo la saqué del currículum que tú me dijiste que me mandabas un currículum por correo, pero que eso no tenía ninguna importancia, pero a mí me ha servido mucho: David, Mella, Aquella larga noche, Tiempo de amar, la super Bella del Alambra, película que me estremeció y me estremece y que cada vez que la ponen en televisión la vuelvo a ver. El Charenton del Buendía y La Anunciación. ¿Qué cosa es el Charenton del Buendía?

Enrique Pineda. El Charenton del Buendía es un documental, un documental largo que es el proceso de montaje para una puesta en escena de la obra Marat/Sade, de Peter Weiss, que por ser el Grupo Buendía, grupo teatral tan interesante, dirigido por Flora Lauten, con Raquel Carrió.

Es un proceso que yo sabía que iba a ser todo un proceso muy rico para mostrarle a los espectadores, que es el proceso interno del teatro, cómo se va haciendo el montaje de la obra, cómo van descubriendo desde la factura de los objetos con los que andan, hasta el propio actor. Cómo se van preparando los actores, cómo van descubriendo imágenes, cómo van descubriendo cosas y es todo ese proceso durante tres años, fuimos filmando poco a poco. Simplemente éramos Pablo Massip y yo. Íbamos todos los días al grupo a filmar un pedacito de cómo ellos descubrían esto poco a poco. Es un trabajo muy interesante, realmente, se llama así, El Charenton del Buendía, ¿por qué? Porque el Charenton es un manicomio que había en París en los momentos de la Revolución Francesa. Y en ese manicomio el Marqués de Sade escondía a los artistas, que le olía a pólvora la cabeza, los artistas que estaban condenados a la guillotina, y el Marqués de Sade los escondía en ese manicomio, que era un sótano y los hacía pasar por locos.

Por eso es que yo le llamo El Charenton del Buendía, porque es el manicomio del Buendía, cómo los actores estos están salvando sus vidas actualmente con el montaje de esta puesta en escena.

Yo hago mucho documental que parece ficción y viceversa, porque Mella es como una ficción con métodos de documental.

Amaury. Eso que se llama ahora docudrama.

Enrique Pineda. No es docudrama, el docudrama es otra cosa. El docudrama es una pretensión de parecerse a un documental y no lograrlo, es otra cosa diferente.

Amaury. Bueno, hablemos de La Anunciación, que es tu más reciente película, y que trata el tema de la separación de la familia.

Enrique Pineda. La Anunciación es una bronca. La Anunciación es una bronca en todos los sentidos. Siempre hay ángeles demoníacos y siempre hay dificultades y, entonces a mí me plantearon La Anunciación como una dificultad. No hay transporte para hacer cine. Yo dije, bueno, no hay transporte. Me fui al portal de de donde estaba esa discusión y dije: Tin marin de dos pingüés, ahí voy a hacer la película, en frente. De manera, que no hay transporte, yo la hago sin transporte. No, pero no hay pintura para retocar, no sé qué. Está bien, yo quiero el edificio tal y como está. Sí, pero el problema está en que es un lugar muy pequeño, y entonces caben pocos actores. No, si yo con cinco actores la voy a hacer.

Con todos los no, no, no hay, no hay, no hay, y yo te dije que aprendí a prescindir. Ah, pues prescindo. Y realmente iba a ser una película un poco tensa. Pero había algo muy importante que yo necesitaba decir; cosas que yo necesitaba decir. Y ahí está La Anunciación, cuyo título está, yo le había puesto primero Te espero en la eternidad, pero después me supo un poco, que ya empecé a pensar en que no tenía nada que ver con Guzmán, ni con el bolero, ni con nada de esto, es otra cosa, es una cosa más dura y de repente me encuentro con el cuadro de Antonia Eiriz, que se llama La Anunciación. Este, este es, ese esperpento de Antonia Eiriz, esa mujer embarazada, que está ahí, que es un monstruo y que viene el ángel demoníaco a avisarle lo que tienes ahí. Esto es tremendo. Entonces, bueno, me fui con el título de Antonia. Naturalmente esta no es una película con pretensiones de ser bonita. No es una película con pretensiones de ser… Yo precisamente hago el anti anuncio. Yo hago los anti anuncio, yo creo en eso, yo fui publicitario mucho tiempo. Vendí jabón Camay con el alma, y los vendía con ganas y me gustaba venderlos. Pero yo ahora quería hacer el anticine, es decir, esta película no tiene acción, no tiene violencia. Yo dije; ¿qué es lo que prohíben los sábados por la noche?, la película no tiene ninguna de las cosas esas. La película tiene la carga del amor, del dolor, del desprendimiento. Tiene la carga para hacer pensar, para hacer reflexionar. Y así es el resultado. Y se ha puesto en todas partes. El otro día alguien me dijo: cuidado con la piratería.

La piratería yo la agradezco, la piratería es mi distribuidor gratuito. Y así ha caminado por ahí. Bien. Tengo un montón de proyectos, los proyectos no se me acaban. Ya me puse viejo, ya.

Amaury. No hables de eso, aquí no se habla de eso.

Enrique pineda. Ya me puse viejo, porque el abanico se me arrugó.

Amaury. Aquí no se habla de vejez, aquí nadie es viejo.

Enrique Pineda. Pero, realmente yo pa’lante tengo muchísimos proyectos y estoy feliz con eso. De lo que no puedo prescindir es de los proyectos. Iré haciendo proyectos, los dejaré metido por los rincones.

Hoy por hoy mis alumnos son mis minas, porque he ido sembrando alumnos maravillosos, queridísimos que están en todas partes. Ya los hay por dondequiera, por dondequiera me encuentro un alumno. Y eso me hace muy feliz, muy feliz. Yo tengo hijos por docenas y eso me pone muy contento, la verdad.

Amaury. Bueno, Enriquito, qué me queda por decirte. Agradecerte el tiempo que me has dado, porque es un tiempo… el tiempo que me has dedicado hoy y que le has dedicado, por supuesto, a los televidentes que nos estén viendo es un tiempo que dejaste de crear cosas, para contarme cosas.

Enrique Pineda. No, cree cosas, así las creamos.

Amaury. Te quiero mucho.

Enrique Pineda. Gracias, igualmente.

Amaury. Te quiero mucho siempre, siempre te he querido, siempre te he admirado. Y a ver si en estos días trabajamos en algo juntos.

Enrique Pineda. Y no hablamos de tus papis.

Amaury. No, no, de mis papis…

Enrique Pineda. Esa entrevista te la hago yo.

Amaury Pérez. Esa es otra entrevista y yo sí no voy a llorar en televisión. Te quiero mucho.

Enrique Pineda. Chao.

Amaury. Buenas noches tengan todos.

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«Con 2 que se quieran» Martha del Río (Parte I)

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“¿Cómo no abrazar una obra que es para los humildes?”

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, ahora aquí, en 5ta. Avenida y calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos acompaña una de las más grandes actrices que ha tenido nuestra televisión, nuestro teatro, nuestro cine, nuestro radio, de las más conmovedoras, de las actuaciones que yo recuerdo que más me han conmovido, en algunos casos, en el caso del mundo dramático. Y de las que más me han divertido.

Yo la llamé por teléfono para invitarla al programa -la admiro muchísimo, de toda mi vida- y me pasó algo bien interesante, y lo voy a decir antes de que la presente. Y es que ella me dijo: “Tú llevas a personas muy importantes a tu programa. ¿Por qué me has llamado a mí, que tengo una vida tan común?” Y eso para mí, ante mis ojos, ante mi corazón, la hizo todavía ser más grande, la maravillosa Martica del Río. Mi niña.

Marta. Gracias, mi vida.

Amaury. Muchas gracias por venir, por aceptarme la invitación. Porque la verdad, no te sentí muy entusiasmada.

Marta. No, por eso mismo, porque yo pensé que yo no tenía nada interesante para traer a tu programa.

Amaury. Todo el mundo, Martica, tiene algo interesante. Y tú tienes una vida interesantísima. Y vamos a empezar a tejer el hilo del programa desde el principio. Si yo te digo este nombre: Santiago García Ortega, ¿a dónde va tu memoria?

Marta. Bueno, va mi memoria a cuando yo era muy jovencita, y tenía inquietudes artísticas y pude canalizarlas a través de un curso que Santiago convocó de actuación. Y yo estaba trabajando ya, porque yo empecé a trabajar desde muy joven para ayudar a mi mamá. Y entonces vi la convocatoria y fui a hablar con él.

Amaury. ¿Era un actor importante él, no?

Marta. Un actor de carácter, magnífico. Entonces, yo le dije que, bueno, que si él veía que yo tenía posibilidades, porque yo no podía perder ni tiempo, ni dinero. O sea yo le hablé claro. Porque en aquella época se presentaba en la Asociación Cubana de Artistas, de Radio, Televisión, Cine, todo eso se llamaba, la CARTV.

Amaury. ¡Ah!, daban un premio también, ¿no?

Marta. No, no era  un premio. Era un carné autorizando a trabajar.

Amaury. ¿Y no daban un premio? Yo creo que en mi casa…

Marta. Sí, sí, yo fui Actriz Novel de radio, yo tengo ese premio de la CARTV. Pero ellos daban, ellos daban un carné autorizando a trabajar en los medios, en cualquier medio. Si te aprobaban, ellos hacían una prueba.

Amaury. Ah, sí, había evaluación, incluso en esa época.

Marta. Sí, sí, en la misma Asociación, un grupo de actores profesionales hacían una prueba. Y si te aprobaban, entonces te daban el carné provisional y tenías que hacer 42 actuaciones en un año en cualquiera de los medios. Y entonces él me preparó, y me dijo que sí, que yo tenía posibilidades. Me presenté en la Asociación de Artistas. Me aprobaron, yo tengo el carné guardado.

Amaury. ¿Verdad?

Marta. Sí, lo tengo.

Amaury. ¡Qué lindo eso, qué bonito!

Marta. Entonces, el mismo Santiago había terminado de hacer una obra en la sala Hubert de Blanck. Y ahí estaba montando, Cuqui Ponce de León, una comedia, Un cuarto de vino de arroz. Y tenía un personajito de una pepillita y él le habló para que me hiciera una prueba. Y me hizo la prueba, Cuqui.

Amaury. Sí, lo que ahora se llama casting.

Marta. Sí, el casting, me hizo la prueba, me dio el personaje, y ya.

Amaury. Y ahí empezó.

Marta. De ahí arranqué, hasta ahora.

Amaury. Ahora, de ahí no vamos a seguir para acá, vamos a irnos hacia atrás. Porque si fuiste a ver a Santiago, al profesor Santiago, es porque ese bichito había picado antes.

Marta. Ah, sí, desde que estaba en la escuela.

Amaury. Entonces, vamos a ir a dónde tú naciste. Vamos a irnos a hablar de tu mamá, seguramente te va a ser muy grato.

Marta. Seguro.

Amaury. Claro. Irnos a ese momento de aquella niña que estaba en la escuela, que daba clases, que había profesoras que le daban clases. Hablemos de eso.

Marta. Si, bueno, estaba en la Escuela Pública número 6. Esa escuela era muy buena, tenía un claustro de profesores magníficos. Desde la directora, todos los profesores. Y estaba Flora Toyo, la mamá de Flora Lauten.

Amaury. La mamá de Flora Lauten.

Marta. Sí, y estaba la profesora Adelaida Clemente, que era profesora de preescolar. Pero Adelaida tenía inquietudes literarias y escribía. Y entonces ella adaptaba obritas para las fechas patrióticas, después Adelaida devino en una magnífica escritora. Pero bueno, con eso empecé yo. Y ya yo trabajaba en todas las obritas de la escuela.

Amaury. Pero bueno, a ver, ellos descubrieron que tú tenías…

Marta. …Sí, sí, Adelaida…

Amaury. …O tú te acercabas y tú decías: yo quiero, yo quiero…

Marta. No, no, no. Sí, ellos vieron que yo tenía posibilidades, porque la primera obra que me dieron dio resultado, y la otra, y la otra.

Amaury. ¿Y tu mamá, entonces, qué pensaba de todo eso?

Marta. A mi mamá le encantaba y, además, me estimulaba mucho. Mi madre era una persona extraordinaria. Ella me tuvo a mí a los 42 años, yo soy hija de viejos. Pero mamá no era vieja, su mente no era vieja, era muy hacia delante. Mi madre me estimuló mucho, mucho. En aquella época, tú sabes todos los tabúes que habían y equis, y equis y equis.

Amaury. Por eso te lo pregunto.

Marta. Y nosotros éramos muy pobres, éramos muy pobres, y ella me decía: no, no, usted viva según su conciencia, así me dijo ella tiempo antes de morir.

Amaury. Tú tienes una familia, después vamos a hablar de la familia, pero ¿tú crees que lo que después tú has sido como esposa, cómo madre y como abuela, tiene que ver con esa enseñanza que recibiste de tu mamá?

Marta. ¡Cómo no! Mi madre fue una madre extraordinaria. Pero bueno, yo he tenido la suerte de tener un compañero toda la vida, 50 años…

Amaury. Sí, Macho es el final de la entrevista no me lo vayas a adelantar…

Marta. No, pero, bueno, ella estuvo solita, nos crió sola. Éramos cuatro, ella nos crió con mucho esfuerzo. Y ella se hizo maestra habilitada, lo que podríamos llamar hoy por hoy, maestra emergente.

Amaury. ¿Ah, sí?

Marta. ¡Sí señor!

Amaury. Habilitada.

Marta. Habilitada se llamaba, todos esos cuentos ella me los hacía. ¿Tú sabes dónde vinieron a darle a ella el aula para ejercer el magisterio ese? En Pan de Azúcar, donde tenía que recorrer a caballo una cuantas leguas. Y hay anécdotas divinas de ella.

Amaury. ¿Y cuándo vienen para La Habana? ¿Porque tú naciste en La Habana?

Marta. Sí, en Ciudad de La Habana, en maternidad de Línea nací yo.

Amaury. ¿Y dónde vivían?

Marta. He vivido en toda La Habana, Amaury, pobrecita mi madre.

Amaury. Pero nunca en Camagüey, como me dijeron el otro día.

Marta. No, no, de Camagüey es mi esposo, es camagüeyano y ahí vivían mis suegros, los padres de él y mi cuñada, su hermana. Y todas mis vacaciones yo me iba  para Camagüey.

Amaury. …No, lo que pasa es que yo tengo que explicarle a los televidentes, porque es que yo estoy buscando a Martica del Río, hace ya unos cuantos meses y a cada ratico, alguien me decía: No, no la vas a encontrar porque ella está viviendo en Camagüey.

Marta. Niño, si yo estoy saliendo en la televisión a cada rato, ¿cómo voy a estar viviendo en Camagüey?

Amaury. Yo decía, bueno será que está trabajando en Tele Camagüey.

Marta. Esa se quedó atrás, esa se quedó en Camagüey. Lo que el tiempo que yo estuve yendo un poco a Camagüey, porque mi suegra estaba enferma.

Amaury. Y además, tú eres hija adoptiva de Camaguey.

Marta. Si, no, bueno, figúrate, tantos años casada con un camagüeyano, ya me creen…

Amaury. …Y con ese sentido tan propio y tan orgullosamente bello que tienen los camagüeyanos, de ser, ¿no?.

Marta. Si señor. No, y mis hijos…

Amaury. …Los de Camagüey son del Camagüey.

Marta. Mi hijo Dunieski me dijo un día: ¿mami, por qué tú no me pariste en Camagüey? A él le encantaba. Las vacaciones, todas las vacaciones, mis hijos y nosotros nos íbamos para Camagüey.

Amaury. Bueno, a ver, cuéntame de los 14 años que tú estuviste trabajando en un bufete.

Marta. Ah, sí, un bufete en Obispo.

Amaury. ¿Y te interesaba ese trabajo?

Marta. No, mijo, yo lo que hacía era cogerles las llamadas, yo era una niñita, además, yo era tan flaquita y tan esmirriadita, que parecía que tenía menos edad. Yo tenía 14 años y parecía que tenía 12. Entonces, ese era un abogado que conocía a mi madre y le tenía mucho afecto y él, por ayudarnos, me puso allí para que yo me desenvolviera, ¿no? para que cogiera desenvolvimiento, porque yo era de la escuela a la casa, y de la casa a la escuela. Porque además, yo fui así desde niña, estudio y la casa.

Amaury. ¿Y no tuviste en esa época novios, o no quieres que Macho se entere?

Marta. No, no, sí, cómo no, pero si él tuvo como 29 mil, cómo no voy a tener yo. Yo tuve noviecitos. Un amigo de mi hermano, del otro hermano mío, de Eduardo, era mi noviecito, pero los novios de aquella época, Amaury, eran noviecitos de cogiditas las manos.

Amaury. Pero a veces qué importante cuando te tocaban la mano. Uno sentía que se estremecía el cuerpo entero.

Marta. Ay, niño, pero además, en mi casa y eso, pero eso no duró mucho, no duró mucho. A mí me gustaba otro, pero que nunca me dijo nada, otro amigo de mi hermano.

Amaury. Bueno, se lo perdió, si anda por ahí dando vueltas. Si anda, quién sabe.

Marta. No sé ni por dónde andará. Más nunca en la vida lo vi.

Amaury. Sí, pero han pasado cosas tremendas con el programa. Con el pintor, por ejemplo, el Choco, habló de una maestra, la maestra apareció.

Marta. ¿Sí?

Amaury. Gracias al programa, así que bueno.

Marta. Mira eso.

Amaury. No estamos mandándole ningún guiño a aquel amor antiguo…

Marta. …No, no…

Amaury. …Pero, para que se lamente.

Marta. Además, a estas alturas debe estar ya hecho un viejo feo.

Amaury. Bueno, pero tú no, así que bueno.

Marta. Sí, también, también, ya estamos viejos, ya no estamos para esos romances.

Amaury. Yo siempre digo que no, que aquí en este programa la gente no es vieja. Tú me hablaste, Martica, de tu debut con Cuqui Ponce de León.

Marta. Sí.

Amaury. Fue aquel debut en el teatro…

Marta. …En la sala Hubert de Blanck

Amaury. Y hay personas que vienen a este mundo y hacen mucho bien. Y uno de esos casos es Cuqui Ponce de León.

Marta. Sí señor.

Amaury. A quien yo tuve el placer de conocer muchísimo, y recuerdo sus ojos, el color de sus ojos, que eran una belleza. Sin embargo, son personas que se olvidan. ¿No sé por qué? Incluso, los mismos compañeros, cuando hablan del trabajo.

Marta. No, no, pero qué va, yo la tengo muy presente.

Amaury. Yo quisiera que tú hablaras de ella.

Marta. Muy presente, porque Cuqui fue como una mamá para mí. Yo era de la edad de sus hijas, por lo menos, de la más chiquita. Y ella como una hija me trató siempre y yo tengo, inclusive, el programa de esa obra, que yo lo conservo, dice: la primera de una serie. Otra más, porque después hice con ella Escápate Isabel, ahí mismo, otro personajito, en la misma sala Hubert de Blanck. Después hice en la sala Talía, Marea de otoño, y después en televisión.

Amaury. Ya cuando apareció la televisión siguieron trabajando.

Marta. En televisión también trabajé mucho con ella. Después no hice más teatro porque me absorbió mucho la televisión.

Amaury. La televisión agarra a las personas y las exprime.

Marta. Ahí sí que no había tiempo para más, porque además era todo el tiempo. Era ensayo y después trasmisiones en vivo y todo eso, no se podía.

Amaury. No se podía hacer teatro.

Marta. No se podía.

Amaury. Pero Cuqui era de las personas, Cuqui Ponce de León, era de las personas que podía dirigir teatro, con mucho éxito…

Marta. …Y televisión también…

Amaury.  …Y dirigir televisión también, que no todo el mundo lo puede hacer.

Marta. No.

Amaury. Ahora, yo he visto una cantidad de nombres, que para mí también resultan entrañables en mi recuerdo, que son los galanes con los que tú trabajaste.

Marta. Ah, yo fui la galana de todos los galanes, para que tú sepas. Aquel programa de los galanes, todos ellos fueron pareja mía en alguna obra.

Amaury. Aquí yo apunté, porque no quería que se me perdieran todos, o que se me perdieran algunos, aunque se me van a perder: Carlos Alberto Badías, a quien recuerdo, tan bien parecido y tan guapo. Pedro Álvarez, Jorge Marx, Carlos Barba, Rolandito Barral…

Marta. …Rolandito…

Amaury. …Familia de mi esposa…

Marta. …Cómo no, yo tengo una foto con él…

Amaury. …Jorge Félix, a Jorge Félix lo recuerdo mucho. Y por supuesto, Evelio Taillaq, Enrique Almirante, Frank Negro…

Marta. Sí, pero esos fueron después. Enrique Almirante fue también otro galán mío.

Amaury. No, no, no, pura belleza masculina.

Marta. ¡Sí señor!

Amaury. ¿No te tenían envidia el resto de tus compañeras?, porque todo el mundo no tiene ese récord de galanes.

Marta. No, no, no, seguro que no. Y además, que eran compañeros entrañables…

Amaury. …Todos eran gentes buenas…

Marta. …Entrañables, compañeros respetuosos, cariñosos, como unos hermanos, de verdad…, siempre fue para mí, todos tuvieron mucho afecto, mucho respeto, mucho cariño.

Amaury. A mi me gusta rescatar estos nombres, porque son nuestros nombres, son nuestra historia.

Marta. Seguro. Y desgraciadamente como era en vivo la televisión, no se tiene record grabado. Y las fotos se han perdido, las actrices somos las que tenemos algunas fotos, porque siempre había un fotógrafo en el estudio y, por suerte, algunas tenemos fotos, algunos recuerdos. Yo tengo fotos con todos ellos.

Amaury. Sí, que algunos de ellos eran hombres muy…

Marta. …Bernardo Menéndez…

Amaury. …Bernardo Menéndez, padre.

Marta.  Sí, el padre, yo no puedo hablar de Bernardito…

Amaury. …No, no, porque puedes hacer de la mamá de Bernardito…

Marta. …Bueno, de la mamá estoy haciendo ya…

Amaury. …No puedes ser la novia, ni la esposa. Martica, vamos a llegar a un programa, que hoy aquí en el estudio, yo te lo contaba cuando llegaste. Alguien me preguntó: Amaury, ¿a quién entrevistas hoy?, le digo, a Martica del Río. Y entonces me dice: ¡Finita!

Marta. Sí señor.

Amaury. Y muchachos jóvenes, o sea, que tienen que haber recibido ese recuerdo de sus padres.

Marta. De su familia, porque ellos no pueden haber visto ese programa. Ese programa estuvo en el aire 14 años.

Amaury. Casos y cosas de casa. Hablemos de esa época de Casos y cosas de casa. Eran, recuerdo, tres programas humorísticos de muy altos quilates…

Marta. Sí, señor.

Amaury. …Que estaban en la misma semana.

Marta. En la misma semana, cada día había uno. Estaba Detrás de la fachada, los miércoles.

Amaury. “La Fachada, los miércoles. Y los martes era Cachucha y Ramón, ¿no?

Marta. También estaba Cachucha y Ramón, San Nicolás del Peladero, y Casos y cosas de casa, todos los jueves a las ocho y media de la noche.

Amaury. Hablemos de Casos y cosas de casa. Hablemos de cómo se gestó esa idea, de cómo llegó ese programa a la televisión.

Marta. Al triunfo de la Revolución ese programa estaba en el aire. Guillermo de Cuba y yo hacíamos una pareja esporádica en el programa, ya desde antes, desde que surgió.

Amaury. ¿Y sería qué año, 57, 58, por ahí, no?

Marta. Bueno, Jorge era, ¿era Jorge el que lo hacía, Jorge y Normita? No, no me acuerdo exactamente. Bueno, el caso es que Guillermo y yo hacíamos de una pareja, un matrimonio de amigos de la casa, que salíamos esporádicamente en el programa. Pero cuando ellos se fueron, la acción pasó a la casa de Finita y Guardiola, que era como se llamaba el personaje de Guillermo. Después, cuando se fue Guardiola, porque a mí se me iban los maridos así…, menos mal que fue en la televisión nada más. (risas)

Amaury. Menos mal que fue en la televisión. (risas)

Marta. Entonces cuando se fue Guillermo, entró Rivero.

Amaury. José Antonio Rivero.

Marta. José Antonio, que fue el que lo terminó conmigo. Y ya entonces al personaje, en vez de decirle Guardiola, se le decía Ignacio. Y entonces bueno, siguió el programa, 14 años estuvimos en el aire.

Amaury. ¿Y por qué? Bueno, yo recuerdo que te pregunté hace rato y te lo voy a preguntar al aire -yo te hice una entrevista afuera y otra adentro porque estaba desesperado por saber, hacía mucho tiempo que no te veía.

Marta. Tú no eres chismoso, ¿eh?

Amaury. No, no, ese es mi trabajo de ahora, mi segundo trabajo aunque se ha convertido en el primero, increíblemente. Pero bueno, uno no sabe dónde se la tienen preparada.

Marta. Para bien, para bien.

Amaury. Para bien, yo creo. Ahí estaba Ana Lasalle, que hacía de Tecla.

Marta. Tecla, que era la mamá mía.

Amaury. Coqui García…

Amaury. …Coqui García, que hacía de Domingo, un personaje que… Ese programa nunca se pensó que los niños lo vieran, que vaya, les llamara la atención, y fue increíble la telelaudiencia de niños que logró ese programa.

Amaury. ¿Por qué ese programa desapareció? ¿Por qué desaparecen los programas de la televisión? Porque también pasó con Si no fuera por mamá, del que hablaremos un poquito más adelante.

Marta. Sí.

Amaury. Pero esos programas que tienen mucha aceptación  y de repente desaparecen. ¿Por qué desapareció Casos y cosas…?

Marta. Mira, ese programa, bueno, como Núñez Rodríguez…

Amaury. …Nuestro magnífico y maravilloso, inolvidable escritor…

Marta. …Sí, señor. Lo escribieron cuando estaban los otros actores, lo escribían varias gentes. Pero después que se fueron también los escritores, y eso Núñez Rodríguez (Enrique) lo agarró y él creó esos personajes que eran Finita, Ignacio, Domingo, Tecla, que eran los fijos, porque nosotros nos reuníamos y aportábamos cosas de la vida, que como seres humanos que somos y que vivimos en este planeta, y que tenemos circunstancias en la bodega y en esto y lo planteábamos a Núñez y Núñez agarraba todo lo que se le presentaba y lo volcaba, porque esa era una familia cubana.

Amaury. Claro.

Marta. Era un hogar cubano.

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«Con 2 que se quieran» Martha del Río (Parte II)

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Amaury. Sí, si, eso es lo que era.

Marta. Y entonces las incidencias de una familia cubana llevada al humorismo. Y Núñez dejó de escribirlo por situaciones, que sabemos, de burocratismo, de cosas absurdas que surgieron y entonces empezaron a escribirlo otras personas con toda la buena intención del mundo, pero no.

Amaury. No tenía la chispa aquella.

Marta. Fíjate que el público, que a nosotros, que éramos a quienes veían en la calle, nos decían: ¿Qué le pasa al programa? Ay, ¿qué le pasa? Y el colectivo de actores, o sea, los cuatro protagonistas planteamos a la dirección de la programación quitarlo del aire antes que el público dejara de verlo.

Amaury. Ah, bueno, en este caso, entonces ¿fueron ustedes mismos?

Marta. Nosotros lo pedimos.

Amaury. Eso se llama pundonor, orgullo.

Marta. Claro chico, si era una cosa que teníamos ahí, mantenida tantos años, con un raiting, con un cariño. Y ya la gente empezaba a no gustarle el programa. ¿Tú sabes lo que es eso? Perder el programa, a quién estaba dirigido el programa; al público.

Amaury. Sí, era una época en que no se podía improvisar tampoco.

Marta. Estás loco. Fíjate que yo leía y decía: esto no lo dice Finita, esto no lo hace Finita. Pues yo sabía quién era Finita, yo la cree.

Amaury. ¿Qué tiempo duró?

Marta. 14 años.

Amaury. Hablemos de los dramáticos. Yo puedo decir, con una sinceridad total, que yo me he emocionado pocas veces en televisión, como con tus actuaciones. Hay algo en ti contenido, no es esa tristeza -en el momento dramático, ¿no?-, en que se desparrama uno en gestos y en cosas. No, es la cosa de la contención. Yo siempre que eso llega más, el tener ganas de llorar que llorar, el aguantarse.

Y hablemos de los programas dramáticos, Una luz en el camino, Iris Dávila escribió varios.

Marta. No, la primera novela que yo hice en televisión, era de Iris.

Amaury. ¿Cuál era?

Marta. Rosa María.

Amaury. Rosa María.

Marta. Es la primera novela que hice en el espacio de Una luz en el camino, así se llamaba el espacio.

Amaury. Ah, era el espacio y tenía distintas novelas.

Marta. Sí, y entonces después Aleida Amaya fue quien siguió escribiendo, porque Iris no escribió más y Aleida Amaya fue la que hizo distintas novelas; se terminaba una y empezaba otra. Y yo trabajaba en todas.

Amaury. ¿Y qué pasó con Ofelita Núñez? Te sustituyó un día.

Marta.  Porque mi mamá murió.

Amaury. Ah, ya.

Marta. Mi mamá murió un día de transmisión de Una luz en el camino. Y la gente de Sabatés, que era quien patrocinaba el programa, quería que yo fuera a hacer la novela. Y el elenco en el que estaban, Candita Quintana, Ramón Veloz, Coralia dijeron. ¡Cómo Martica va a venir si su mamá se murió! Era en vivo.

Amaury. Y era diario, ¿no?

Marta. Era martes y domingo la transmisión y fue un domingo, precisamente, que mamá murió y yo estaba en el hospital, yo estaba con el libreto en la mano al lado de mamá. Entonces Ofe, hablaron con Ofe y me sustituyó. Lo dijeron.

Amaury. Ah, lo dijeron.

Marta. La locutora lo dijo antes de empezar, que me sustituía.

Amaury. Qué maravilla, cuánto respeto, qué maravilla, para el público, quiero decir.

Marta. Sí, dijo que Ofelia me iba a sustituir porque había fallecido mi mamá. Y entonces la sentaron en la silla, con la colita de espaldas, más o menos.

Amaury. Sí, no, pero así y todo le explicaron al público.

Marta. Sí, le explicaron al público, fíjate que todo el mundo se enteró de lo mío, por el mismo programa y después que terminaron la transmisión todos los compañeros fueron al velorio.

Amaury. Y además, eso es respeto al público.

Marta. Seguro, seguro.

Amaury. El público tiene que saber por qué un actor salió, por qué el otro entró.

Marta. Exacto, seguro, todo eso.

Amaury. Por qué un programa se suspende.

Marta. sí se hizo.

Amaury. ¿Y la radio?

Marta. Ah, la radio, Radio Progreso. Los años de Radio Progreso fueron maravillosos. Yo había hecho mucha televisión, ya papeles protagónicos en clásicos y todo en teatros que se hacían, con Vázquez Gallo.

Amaury. Vázquez Gallo, con él trabajaste muchísimo.

Marta. Hay que recordarlo con tanto cariño.

Amaury. ¡Como hay que recordarlo!

Marta. Con tanto cariño, con tanto respeto, un director maravilloso.

Amaury. Por suerte nos duró muchísimos años.

Marta. Sí. Que yo le agradezco tanto, tanto, tanto, porque yo trabajé mucho con él, y me dio muchas oportunidades.

Amaury. El teatro y La novela.

Marta. Las novelas, teatros, los cuentos, todo, todo, yo trabajé mucho con él, adaptación de novelas de la Literatura Universal, Teatro adaptado a la televisión. Clásicos en versos, Lópe de Vega, Moliere, todo eso.

Amaury. ¿Y no te fue complicado? Hay actores, por ejemplo, Enrique Molina dijo que él no podía con el radio, que la radio lo superaba.

Marta. ¡Ay, pero el radio es maravilloso! Porque, espérate, no es fácil, porque el problema es que no es fácil, por eso él no puede.

Amaury. Por eso él lo dijo.

Marta. No, es que no es fácil.

Amaury. Y él es un actor maravilloso…

Marta. Te estoy haciendo este preámbulo, porque después de haber hecho tantas cosas en televisión, yo había hecho esporádicamente en radio cosas, pero cuando a mí me llaman de Radio Progreso, porque Martica Velazco, la compañera actriz.

Amaury. Cómo no, claro que sí.

Marta. A la cual yo quiero tanto, también.

Amaury. Es que estas hablando de gente muy buena.

Marta. Sí, maravillosa compañera, que fue a la Unión Soviética a hacer un trabajo allá en Radio Moscú, y entonces en el espacio de la Novela de las dos, que ella era la protagonista y me llaman para yo trabajar. Mira, Amaury, cuando yo cogí el libreto de la novela, las manos me temblaban como una hoja de qué sé yo, como un ventarrón, así: Taca, taca, ta. Y ya yo había hecho, ya te digo, mucha televisión, pero el radio es dificilísimo… hasta que a la semana ya cogí, ya, porque el medio no es fácil. Tú tienes que interpretar, tienes que situarte en tiempo y espacio, el estado anímico, todo, a través de la voz.

Amaury. Y además, los actores no se están mirando, los actores están leyendo un libreto.

Marta. Leyendo y yo en todo lo que había trabajado era en mi memoria. ¿Tú entiendes? Y además, con movimientos escénicos.

Amaury. Con movimientos. Apoyándote en todo eso.

Marta. En todo eso. Después hice infinidad de novelas, donde hice novelas de Joaquín Cuartas, tremendo escritor.

Amaury. ¿Y en la televisión? Pasión y perjuicio, recuerdo.

Marta. Ah, Pasión y perjuicio.

Amaury. Si me pudieras querer, de las más recientes.

Marta. Sí, no, la más reciente, pero Pasión y perjuicio.

Amaury. ¿Las huérfanas de la Obrapía?

Marta. Las huérfanas…, El rojo y el negro.

Amaury. El Rojo y el negro.

Marta. Hice La madre; hice Fortunata y Jacinta; hice El alma encantada, con otra maravilla… yo tuve la suerte de estar…

Amaury. …Con Margarita Balboa, con Margot…

Marta. Otra hermana querida, yo, de verdad tuve la suerte… con Gina también, cuando yo entré trabajé mucho…

Amaury. …Gina Cabrera…

Marta. En el programa de Gina, con ella, y de verdad fueron maestras que me ayudaron mucho y que quise mucho y que de verdad me. Me siento orgullosa de haber trabajado con ellas.

Amaury. Ay, qué bueno. A ver, entonces nos vamos ahora a tu familia. Ha estado apareciendo desde el principio de la entrevista. Y yo he estado tratando de atajar eso para llegar al final y cerrar con la cosa más familiar, más íntima tuya, ¿no?, para que todos los programas no sean empezar hablando de la familia, y terminamos hablando de otra cosa.

Marta. Sí.

Amaury. Hablamos de Rodolfo León, yo sé que así con ese nombre estoy perdido, Macho León, ¿cómo se conocieron ustedes?

Marta. Bueno, en la casa de huéspedes donde yo vivía. Cuando mi mamá murió, yo me quedé, como te dije, mamá me dijo tú vives… Tú no te vayas a vivir con nadie, tú vives según tu conciencia, tú tienes tú vida hecha ya. Ya yo trabajaba en televisión. Y ahí se hospedó la hermana de él con el esposo.

Amaury. ¡Qué bárbaro!

Marta. Pero claro, a mí me conocían, sobre todo Rosalba, la hermana, me conocía de la televisión. Supo, sabían, porque lo habían dicho, como te conté, en la televisión que mi mamá había muerto. Eso fue en el 60 y mi mamá murió en el 59 y me invitaban a  salir para qué sé yo. Y un día, Rosalba, vamos a ver la película, creo que era El último cuplé.

Amaury. Sarita Montiel.

Marta. Sarita Montiel. Y entonces ella: Ay, mi hermano, porque ella empujó como loco; mi hermano y mi hermano, ella tenía adoración conmigo.

Amaury. Porque tú no lo habías visto todavía.

Marta. No, yo no lo conocía. Ella me hablaba de su hermano, ella tenía locura con su hermano. Y entonces; ay, mi hermano va a venir. Yo iba a ver mi película, qué cará.

Y el hermano se aparece con una muchacha. Oye esto, con una muchacha se aparece el hermano en el cine, cuando ya íbamos a entrar. Y entonces yo me senté con Rosalba ahí, y él con la muchacha, y yo comiendo rositas de maíz y viendo la película.

Amaury. Pero tú lo viste, tú sentiste que había un algo.

Marta. No, no, no, en ese momento no, porque además, él estaba con una mujer. Entonces él con su novia ahí, qué sé yo, sentados en el asiento de atrás y nosotras adelante. Se acabó la película y nos fuimos para la casa de huéspedes y él se fue, porque él vivía en Palacio, él estaba allí en la guardia. Y entonces.

Amaury. Sí, porque él es militar.

Marta. Sí, sí, ya él está jubilado pero lo fue.

Amaury. Sí, yo sé.

Marta. Médico, además.

Amaury. Médico, médico militar. Ortopédico.

Marta. Entonces, nada, pasó. Pero vino otro día. Él viene, ya él fue, no fui yo, fue él.

Amaury. Claro, claro, ya él vio a la muchacha del cine.

Marta. Él dice que no, pero bueno. Y entonces, la responsable de la casa de huéspedes, Claudia, que era una vieja encantadora, le dice: mira, el cuarto de Martica, ella a todo el mundo le enseñaba el cuarto mío, qué sé yo y Martica. Ella tenía un lío conmigo. Entonces él le dice a la hermana que me invitara a mí, que iban a pasear.

Amaury. ¿Y la otra, la desapareció?

Marta. Yo no sé. Rosalba viene y dice: Martica, vamos. Yo estaba acostada. Vamos Martica, que mi hermano nos invitó. Ay, Rosalba. Vamos, chica, para que salgas y te distraigas.

Bueno, al fin hizo que me vistiera y saliera con ella. Entonces fuimos a Barlovento. Es lo que es ahora…

Amaury. La Marina Hemingway.

Marta. Marina Hemingway. Era Barlovento. Y me paseó en lancha, en bote.

Amaury. Pero era un romántico, un gondolero.

Marta. Ay, sí, en bote, porque él era un galán. Él no es actor, pero quiero decirte que le falta poco, le ha faltado poco en la vida para ser actor. Y entonces así empezó la cosa.

Amaury. Así empezó el romance.

Martha. Después la hermana ya estuvo un tiempo más y después se fueron para Camagüey y él siguió visitándome ahí, hasta el día de hoy. 50 años.

Amaury. 50 años. Ahora. ¿Cómo se puede mantener un matrimonio 50 años? ¿En base a qué?

Marta. En base al respeto, al respeto mutuo y al amor, por supuesto.

Amaury. Y al amor, sí, sí.

Marta. Por supuesto, eso está descontado.

Amaury. Eso está descontado, si no hay amor, no se puede estar ni un año, ni un mes, ni un día.

Marta. Pero ha habido mucho respeto, tanto yo hacia él y a todo su ideal de vida, a su motivo de vida. Y él a mi carrera, a todo, y entonces eso nos ha mantenido, nuestros hijos.

Amaury. No has tenido que ser especialmente tolerante, no ha sido necesario.

Marta. Bueno, en todo. Decir eso es ilusorio, por supuesto.

Amaury. Pero hay matrimonios idílicos, el tuyo tiene que ser uno, ¡50 años, Martica!.

Marta. Sí, pero bueno, ha sido así y he estado sola mucho tiempo, él en misiones, en todo, pero eso ha sido así. Yo lo admiro mucho, lo admiro mucho y entonces eso ha sido.

Hay que sobrellevar muchas cosas, ahora, la convivencia no es fácil. Pero hay cosas muy por encima de otras que sobreviven a una pareja. Y eso es lo que uno tiene que mantener.

Amaury. Qué bonito, me ha encantado oírte hablar de eso, yo siempre sueño con esos matrimonios largos. En mi familia nadie tuvo matrimonios largos, y ha sido como una asignatura pendiente. A ver, ya llevo 28 años, a ver si puedo llegar.

Marta. Bueno, ya tienes bastante. Ya con la edad que tú tienes.

Amaury. Sí, quiero decir, con la edad que yo tengo, a los 50 no llego, pero, bueno, estoy luchando, que es lo que quisiera.

Marta. ¡Cómo no vas a llegar!

Amaury. Ahora, háblame de tus hijos.

Marta. Ay.

Amaury. Porque yo sé que tú eres una madraza.

Marta. Esos son mi gran tesoro.

Amaury. Eso siempre se ha dicho en la vida, la madraza Martica.

Marta. Eso, bueno, lo aprendí de mi madre.

Amaury. Ahí está.

Marta. Por encima de esas tres criaturitas no hay nada.

Amaury. ¿Cómo se llaman?, a ver, porque tienen unos nombres bien curiosos.

Marta. Yoanka, Dunieski y Yaumara.

Amaury. A Dunieski es el que yo conozco. Ah, claro, a ese sí yo lo conozco. Ese iba por la casa, era amigo de mi hermano.

Marta. Sí, era amigo de tu hermano, sí, muy amigo de tu hermano.

Amaury. A Dunieski sí, ese sí lo conozco yo. A ese lo recuerdo como bien vivo.

Marta. Uf, demasiado, eso es candela.

Amaury. Tú dijiste Martica, ahora hace un ratico, dijiste una cosa que a mí me llamó la atención, quizás porque nadie lo había dicho en el programa. Tú dijiste que te unía con Macho, tu esposo, te unía el amor. Pero dijiste una palabra que hacía rato que yo no escuchaba decirla con tanta sinceridad. Estamos unidos en el amor y en los ideales. Y ahí yo quiero que tú me hables del valor que tiene la lealtad de uno hacia sus propios ideales.

Marta. Cómo no, eso es importantísimo, eso es importantísimo. Porque puede uno equivocarse, pueden las cosas no salir como uno quiera, pero hay un ideal y hay una firmeza de pensamiento y hay principios y hay ética. Y esos son valores que únicamente una gente con ideales de verdad, genuinos puede tener y eso es lo que yo admiro en mi esposo.

Amaury. Lo que pasó de alguna forma de él hacia ti.

Marta. Hacia mí, que sí porque él es combatiente, pero yo no, yo me incorporé a la Revolución cuando triunfó.

Amaury. Tú no tenías nada que ver con eso antes.

Marta. No, pero yo me incorporé de lleno, porque, además, muy humilde como yo soy y era. ¿Cómo no me voy a abrazar a una obra que es para los humildes, entiendes? Yo la sentía de verdad y ahí estoy. Pero aprendí mucho de él y él me ayudó mucho en eso. En ver las cosas, en sentir las cosas. En luchar por las cosas.

Amaury. Eso es muy importante. Porque hay personas que quieren que las cosas caigan mientras están sentados ahí.

Marta. No, no.

Amaury. Por suerte yo conozco pocas personas que son así, pero conozco a algunas personas que no quieren luchar por las cosas que merecen.

Marta. No, no.

Amaury. Que quieren que las cosas se las regalen.

Marta. Qué va, no es fácil.

Amaury. Ya sabemos que en esta vida no es así. Martica. A mí me gustaría que estas entrevistas nunca se acabaran. Y entonces yo podía, no solo tomar café…

Marta. …Por cierto, que yo no he tomado ni un buchito de café.

Amaury. …Y no está malo, no está malo.

Marta. Yo soy cafetera.

Amaury. Ah, bueno, pues.

Marta. Como buena cubana.

Amaury. Podemos hacer una cosa que nunca se me ha ocurrido.

Marta. ¿Brindar con café?

Amaury. Brindar con café.

Marta. Bárbaro.

Amaury. Te quiero.

Marta. Y yo, mucho.

Amaury. Te adoro, me ha dado una alegría tremenda que vinieras y me ha dado una gran alegría que trajeras contigo a todos esos duendes maravillosos que te acompañaron, y que de alguna manera se han quedado jugueteando aquí entre nosotros. Y junto con ellos, en su silencio, y yo sonoramente, te aplaudo.

Marta. Gracias.

Amaury. Y te doy un beso.

Marta. Gracias, mi niño.

Amaury. Gracias, mi vida.

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«Con 2 que se quieran» Raúl Roa Kourí (Parte I)

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“Tener un padre ilustre es difícil”

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran, ahora aquí, en 5ta. Avenida y la calle 32, en Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos acompaña otro gran amigo: diplomático, escritor, políglota, cantante, pintor. Todo eso es él y mucho más. Mi amigo querido, Raulito Roa Kourí.

Raúl. Mucho gusto verte de nuevo.

Amaury. Oye, ¿puedo tratarte de tú o de usted?

Raúl. Por supuesto, de tú me parece muy bien.

Amaury. Como nos tratamos habitualmente. La primera pregunta es  capciosa, para mí, para el público, para todos. Ha ocurrido algo muy curioso en este programa desde que empezamos. Me he dado cuenta, incluso con las opiniones de Cubadebate -sabes que tenemos un foro donde ponemos los programas- Cuando al programa vienen personas de origen muy humilde, de extracto muy humilde, que llegan gracias a su talento y a su esfuerzo al éxito, la gente, habitualmente, el televidente, ya no les ve defectos.

¿No sería bueno, -y esa sería la pregunta- soñar con que un día nadie tenga que arañar el fango para llegar alto y la sociedad lo vea como algo normal.

Raúl. Bueno, yo creo que ese ha sido siempre el sueño de los revolucionarios cubanos desde la época de José Martí, y por supuesto, en la nuestra, de Fidel. Realmente nosotros hemos querido hacer un país de gente que no tenga que arañar el fango, de gente que pueda valerse por sí misma y valer según lo que vale.

Mira, mi familia, que es una familia de profesionales, tanto los Roa como los Kourí, por alguna razón estrafalaria, mi bisabuelo cuando llegó a Cuba del Líbano, le pusieron Courie y todo el mundo pensaba que éramos familia de Pierre Jouliot y todo eso, pero para nada. Esto es que en árabe es el Jouri, que significa el Cura. Son manonitas y gente muy humilde, mi bisabuelo y su mujer. Mi abuelo, Juan B. Kourí se hizo médico, porque él estaba destinado a ser comerciante como la mayor parte de los libaneses de aquella época y trajo a sus hermanos a estudiar a La Habana también, a Pedro Kourí, el investigador de medicina tropical.

Amaury. Sí, claro.

Raúl. Y los Roa son de Cifuentes. En Cifuentes nació Ramón Roa, mi bisabuelo. Él nació en cuna rica, pero nació rico y murió pobre porque se alzó en la guerra del 68 y su familia perdió todo, todas las posesiones. Porque la ley española cuando había, y sobre todo el primogénito, se alzaba para luchar contra la dominación española, te encautaban todas las cosas. Eso no fue nunca óbice para que el padre de Ramón Roa, Fernando Roa, le tuviera una gran estimación y fuese, incluso, al exilio a verlo y decirle: tú tuviste razón, tú naciste en Cuba.

Bueno, mi padre ya nació en otra época, en 1907, su padre era un empleado público, que no se puede decir ni mucho menos que fuera, en todo caso, como le decían antes, en los surveys, clase media baja. Y claro, mi padre desde muy joven y esto vale también para Ada Kourí, echaron su vida con los pobres de la tierra.

Mi madre, como cardióloga -era médico del Hospital Calixto García- tenía una consulta particular y yo recuerdo que su profesor, Pedro Iglesias Betancourt, que era un gran clínico, muy famoso en la época, le decía: Adita, tú tienes un grave error. Tú no sabes cobrar tus consultas. Y es que mi madre, y en eso salió a mi abuelo Juan, ella jamás creyó que la medicina era un medio para enriquecerse, sino un medio, precisamente, para sanar, para curar. Es decir, que eran gente….

Amaury. … de ética…

Raúl. …Sí, sí.

Amaury. ¡Era un precursor de la medicina socialista!.

Raúl. El viejo Kourí, sí, no solo… Además que él es precursor en muchos sentidos, también en el orden de la medicina, porque él, por ejemplo, fue el primero que en Cuba habló de comer fibras. Y nos hacía comer a todos nosotros naranjas con hollejos, plátano con cáscara, platanito manzano con cáscara.

Amaury. ¿Con cáscara?

Raúl. Sí, sí, con cáscara, yo un día…

Amaury. Aparte, era torturador (risas).

Raúl. No, era terrible. Un día me retó a comerme con él la cáscara de una piña. Y yo le dije: abuelo, si tú te comes la cáscara de una piña, yo me la como también. Y cada uno se comió una tajada de cáscara de piña. Qué te digo, bueno, dice él que eso era muy bueno, porque eso evitaba el cáncer del colón y evitaba además, la apendicitis. Era un viejo…, muchos lo llamaron el loco Kourí por esas cosas, pero no era absolutamente ninguna locura, en todo caso era  la locura del Erasmo (De Rotterdam), no tenía nada que ver con las locuras estériles.

El viejo Roa, mi padre, cómo tú sabes muy bien, desde muy joven se ligó al Movimiento Revolucionario anti machadista. Conoció a Mella antes de entrar en la Universidad; fue por casualidad, siendo estudiante de bachillerato, a un mítin que daba Mella en la Universidad, en el famoso Patio de Los Laureles y allí escuchó a Mella por primera vez en su vida, y sintió, como él mismo narró en uno de sus artículos después: Sintió que el corazón le latía al lado izquierdo del pecho, y a partir de ahí, no solo siguió las ideas de Mella, sino que además, se hizo amigo de Rubén Martínez Villena desde una edad muy temprana, al punto de que fue profesor de la Universidad creada por Mella, la Universidad Obrera, siendo muy joven. Tú recordarás que el viejo Roa tenía un perfil judaico.

Amaury. Sí, sí.

Raúl. Yo siempre pensaba, claro, también puede ser que sea un califa trasnochado, ¿no?, pero, por otro lado, él tenía ese perfil judaico, y yo siempre he pensado, y he soñado, con que tal vez mi abuela, que era María Luisa García Espinosa, de origen asturiano, el Espinosa fuera Spinoza como Baruch. Yo dije ¡Mira tú, somos descendientes del filósofo sefardita

Amaury. Claro, claro (risas)

Raúl. No lo creo. (risas)

Amaury. ¿Y cómo se conocen, cómo se conocen tus padres?

Raúl. Mis padres se conocen… mi padre estaba preso en el Castillo del Príncipe, ya en época de Machado, y mi madre era amiga de Olivita Roa, hija del tío de mi padre, Jorge Roa, profesor de la Universidad de La Habana, de estadística, y claro, mamá era un poco más joven que Olivita. Olivita tendría 16 años y mi mamá tendría 13 años cuando la acompañó a ver a su primo Raulito que estaba preso en el Príncipe. Y ahí fue el flechazo para el mismo Roa.

Amaury.  Cuando aquello el Castillo del Príncipe era cárcel.

Raúl. Cuando era la cárcel, claro, y a partir de ahí, cuando salió de la cárcel empezó a visitar la casa de Juan B., pero mi padre tenía una doble intención, evidentemente, porque iba a hablar con el viejo Kourí, pero de paso iba a hablar con la hija, que ya entonces tendría como 14 ó 15 y fue así la cosa. Y se casaron cuando mamá tendría 18 años, y yo nací cuando tenía 19. Y el partero de mi madre fue Julito Ortiz, que fue un gran…

Amaury. …La memoria tuya es algo así como insólita…

Raúl. …Hasta ahora, como decía mi padre, tengo memoria de papel de mosca, él lo decía así, pero yo lo pienso igual, porque para todas estas cosas tengo una tremenda memoria.

Amaury. Ahora, cualquiera que esté mirando la televisión en este momento, se da cuenta de tu locuacidad, que es una de las cosas que te viste, que te distingue. ¿De dónde sale esa facilidad que tú tienes para hacer cuentos? Para además, hacerlos rápido, lo que pasa que esta es una entrevista que tiene un tiempo, pero tú puedes hilvanar unos cuentos con otros.

Raúl. Bueno, mira, eso se lo debo a mi padre. Mi padre no solo fue un gran hacedor de cuentos, sino que además los hacía a la velocidad supersónica. El viejo hablaba, tenía un estilo balístico, como tú sabes, ¿no?

Amaury. (risas) Sí, sí.

Raúl. Hablaba muy rápido y además hablaba de una manera increíble, porque él hablaba con palabras cultas, sin ser nunca un culterano, sin ser nunca, ni mucho menos…

Amaury. …Si, pero él era muy culto…

Raúl. Era muy culto, pero muy criollo. Tenía la sabrosura de la cosa criolla en sus conversaciones. Cuando hacía intervenciones improntus, cuando eran improvisadas. Cuando improvisaba en Naciones Unidas, para responderle una réplica a los americanos o a cualquiera, tú leías eso después y te parecía que lo había escrito y no lo había escrito, lo había improvisado.

Ahora, eso viene, primero, de los años de profesor en las aulas universitarias en que se acostumbró, por supuesto, a hablar y hablar con coherencia, hablar con una hilación, etc., etc. y además también de los Roa. Papá dice que él recibió legado de puño y letra de su abuelo, su manera de escribir.

Amaury. ¿Y tú, la recibiste de tu padre?

Raúl. Debo haberla recibido de mi padre.

Amaury. ¿Pero, por qué no fuiste actor? porque hay un momento determinado que tú pudiste dedicarte a ser actor. Porque trabajaste en la radio.

Raúl. Sí.

Amaury. Bueno, ¿qué pasó ahí, por qué?

Raúl. Yo tenía un profesor de Gramática, que era una persona a quién quise mucho, ya fallecido, que era Antonio Vázquez Gallo, a quien tú conoces.

Amaury. Claro, claro, conocido de mi familia.

Raúl. De la familia, por supuesto, amigo de tu mamá, de tu padre, etc. Y Vázquez Gallo escribió una obra que se llamaba Camorra, que puso en el teatro, entonces Auditórium, hoy Auditórium Amadeo Roldán con el Patronato del Teatro, y yo era su alumno. Bueno, a Vázquez Gallo entonces se le ocurrió que yo podía trabajar, hacer el papel de un rapaz gallego y yo tenía un bocadillo, una cosa así, y además, cantaba una canción gallega que el propio Vázquez Gallo cantaba en la Coruña cuando él era niño y me la enseñó. Y bueno, esa noche estaba allí Félix B. Caignet, y como tú recordarás, seguramente lo sabes, además, por la lectura.

Amaury. Si, no, no, y además, yo conocí a Félix B. Caignet.

Raúl. Bueno, tú lo conociste, pero me refiero, te acordarás de Ángeles de la Calle.

Amaury. Sí, claro, claro.

Raúl. Un programa que tenía en CMQ. Entonces, pues, Félix B. Caignet habló con Vázquez Gallo: ¡Oye, yo quiero a ese muchachito para el programa este de Ángeles de la Calle! Y Vázquez Gallo se puso en contacto conmigo y con mi familia, realmente con mi madre, que lo autorizó para que yo trabajara en Ángeles de la Calle, como Mayito, que lo caracterizaban como el niño rico con harapos en el alma. A mí me parecía muy cursi aquello, yo iba del colegio que estaba en 5ta y G, cogía el tranvía y me iba a CMQ en el tranvía y un día llegué tarde a un ensayo. Sergio Doré que era el director-productor del programa, me ataja y me dijo que yo no podía entrar porque había llegado tarde al ensayo y ya, que me tenía que ir de allí. Entonces yo le dije: Bueno, le voy a decir lo siguiente: me voy porque además, ese papel que ustedes me han dado es una porquería, a mí no me interesa para nada, yo no tengo harapos en el alma, ni nada de esas estupideces que ustedes han puesto en este papel. Él, después me enteré, tenía una amiguita que quería ponerla en el papel de Mayito. Tú sabes que las muchachas relativamente jóvenes, pueden hacer papeles de niños, porque la voz en esas edades… bueno, así fue. Así fue mi estreno en CMQ. Pero de ahí me recogió Justo Rodríguez Santos.

Amaury. Ese es otro, ese es otro.

Raúl. Que es un personaje extraordinario.

Amaury. Ese es otro que es una maravilla.

Raúl. Y después, por último, hice varios papeles en el Teatro Experimental del Aire. Hice el papel de Julián del Casal, joven. Hice el papel de Rubén Martínez Villena, joven e hice el papel del niño que muere con Pablo de la Torriente en Majadahonda, Guadarrama, en España.

Amaury. Evidentemente te gustaba.

Raúl. Me gustaba muchísimo.

Amaury. ¿Y qué referente había en tu familia, sería tu abuela Josefina?

Raúl. A mi abuela Josefina el gustaba mucho el teatro, pero en realidad no tenía ningún antecedente. Eso fue Vázquez Gallo que descubrió que yo tenía posibilidades de desarrollarme como actor.

Amaury. Pero cuando tú has… A ver, cuando nos hemos encontrado por ahí, hablaremos más adelante de eso, en Roma, o en París y tú te pones a hacer un cuento, tú tienes, además, si haces un cuento de un argentino, tú eres argentino. Si haces un cuento mexicano, tú eres mexicano. Esa cosa mimética.

Raúl. Eso se lo debo a mi abuela Josefina que era de lo más simpático, porque mi abuela iba a México, y cuando abuela regresaba, regresaba hablando como mexicana. Y entonces mamá y mi tía le decían: Pero mamá, parece mentira, qué tienes que estar hablando como mexicana si tú no eres mexicana. Y así. Tú te enterabas que mi abuela había hablado con la esposa del embajador francés, porque entonces empezaba a hablar como francesa (hablando con acento francés) ahí en la casa. Cosas increíbles, pero era una cosa que no podía. (risas)

Amaury. ¿Pero no lo podía evitar o lo hacía a propósito?

Raúl. No lo podía evitar. Es que ella hablaba con un extranjero y se le pegaba el acento, el acento del país que fuera. Era mimética.

Amaury. Claro, por eso

Raúl. Y entonces yo soy mimético, pero voluntariamente.

Amaury. Voluntariamente, no involuntariamente como la abuela. Hay una amiga común y además, colaboradora en nuestro programa, la periodista Arleen Rodríguez Derivet.

Raúl. Sí

Amaury. Que me dice un día, me lo dijo hace mucho tiempo: Raulito Roa es el más cosmopolita de los cubanos.  ¿Por qué tú crees que ella me dijo eso?

Raúl. No, me parece que porque no conoce a otros cubanos.

Amaury. (risas) Ella sí conoce cubanos cosmopolitas.

Raúl. No, claro, ella conoce mucha gente.

Amaury. Ella conoce mucha gente

Raúl. Pero bueno, no sé, yo, es decir, también me ha tocado vivir en muchos lugares, tanto antes de la Revolución, como después de la Revolución, como diplomático, por supuesto, he viajado medio mundo.

Amaury. Claro, fíjate la lista que yo he ido apuntando. Dime tú si está mal mi lista para que la gente sepa donde has vivido: 14 años en los Estados Unidos, ya como diplomático.

Raúl. No, no,  antes.

Amaury. Antes también, o sea, esos 14 años son en total.

Raúl. En total.

Amaury. Bueno, 3 años en Praga, 5 en Francia.

Raúl. Sí.

Amaury. Si fallo, me lo dices rápido. Casi 3 en México.

Raúl. Tres.

Amaury. 5 en Italia.

Raúl. Sí.

Amaury. Bueno, sacando la cuenta eso es más o menos el 43, 44, 45 por ciento de tu vida.

Raúl. Sí, más o menos, ahí te falta un año en Brasil y 8 meses en Chile, donde fue mi trabajo diplomático.

Amaury. Yo sabía que la cuenta me iba a salir mal.

Raúl. Si, no, pero no importa, es casi, casi.

Amaury. Ahora ¿cuando tú has vuelto, nunca te has sentido extraño en Cuba?

Raúl. Para nada.

Amaury. Y eso es bien complicado, porque si uno se mete casi la mitad de su vida, por funciones laborales, por supuesto, no han sido viajes de placer, todos han sido en funciones diplomáticas. ¿Cuando tú volvías tú te sentías parte de esto, normalmente, como si nunca te hubieras ido?

Raúl. Bueno, mira, cuando llegaba, siempre tenía una primera impresión, una primera impresión que de pronto había llegado a un país diferente al que había dejado cuando me fui, lo cual, era verdad.

Amaury. Y era bueno, ¿no?

Raúl. Sí era bueno, o regular, pero depende, porque hubo un momento, cuando regresé después que ya ha comenzado el período especial, pues me di cuenta que había llegado a un país que no era tan bueno como cuando me había ido en los 80.

Amaury. Claro.

Raúl.  Que había cambiado y no había cambiado para bien en ese sentido porque había problemas, había penuria, en fin.

Amaury. ¡Carencias y penurias!.

Raúl. Igual, igual, cuando regresé de Italia también, ahí estamos en otro período en que también hay dificultades. Pero bueno, eso es una cosa que te impacta de pronto, pero ya después te vas integrando a la vida, a la vida diaria y a las cosas. Y además empiezas a ver cómo puedes trabajar para salir, liberarnos de esto, de estos problemas ¿no?, ¿cómo? que es lo que piensa todo el mundo aquí en nuestro país hoy. Cómo hacer para salir de esta situación económica.

Amaury. ¿Y cuántos idiomas tú hablas?

Raúl. Realmente bien, bien…

Amaury. Bien.

Raúl. Realmente, bien, yo hablo ahora cinco idiomas, porque yo hablaba checo pero ya se me ha olvidado. Y hablaba bastante ruso, pero el ruso como hace mucho tiempo que no lo utilizo, salvo ahora en Roma, que el embajador ruso me hablaba siempre en ruso.

Amaury. Cinco. Espérate, antes de que lleguemos al Vaticano. Porque el Vaticano es otra cosa.

Raúl. Uno incluye el español.

Amaury. No, no, por supuesto, porque es nuestro idioma.

Raúl. Porque es mi idioma. El inglés, francés, italiano y portugués.

Amaury. ¿Y en cuántos de esos cantas?, ¿en todos?

Raúl. En todos esos idiomas, hasta en ruso y en checo.

Amaury. Es que canta, Raulito Roa canta, y además cantas bien.

Raúl. Más o menos.

Amaury. ¡No. Cantas bien, cantas bien!.

Raúl. Mira, yo cantaba con Sergio Vitier, porque tú sabes que otra de las cosas que a mí…, otro sueño, fue tocar guitarra. Y entonces con Sergito Vitier, una vez que estaba, mi primera esposa estaba fuera de Cuba, que ella es hija de italianos y fue a ver a los padres. Sergito se apareció por mi casa, porque yo tenía un tonelito de Bacardí hecho por los toneleros de la antigua Bacardí de Santiago de Cuba, y ese tonelito tenía un ron que me habían regalado.

Amaury. Ya no Bacardí.

Raúl. Bueno era un ron de esa misma fábrica, se llamaba Caney.

Amaury. Caney, ah claro, claro.

Raúl. Se llamaba Caney, pero bueno, por alguna indiscreción mía, sabía que yo tenía el roncito y fue a verme para tomarse un roncito. Y entonces yo le dije: Oye, chico, tú sabes que yo quiero aprender a tocar guitarra, y me dice: te voy a invitar para que vayas a dar clases de guitarra. Entonces, lo primero fue buscar una guitarra. Hubo un amigo de Sergio que nos dio una guitarra, que Sergio escogió y que era bastante buena para un principiante. Y bueno, entonces ahí en casa de Sergio, la famosa casa aquella que Fina García Marruz describe en uno de sus poemas, así, una cosa tremenda.

Amaury. ¿La casa de la Víbora, no?

Raúl. No, no, la casa de aquí, cuando estaba con Sareska.

Amaury. ¡Ah, claro, cuando estaba ya casado con ella!.

Raúl. Sí, ahí fue y ahí estaba entonces, conocí a Pablo (Milanés), porque Pablito estaba allí con Yolanda. Yolanda estaba con su primera barriga.

Amaury. Claro, porque Pablo vivió un tiempo allí en casa de Sareska.

Raúl. Vivió en casa de Sareska y de Sergio, hasta el punto que allí conocí a Silvio (Rodríguez) y conocí a Tin Tin, o sea, a Vicente (Feliú) y después más tarde conocí a Sara (González), y en fin, a otra gente de la Nueva Trova, y yo me acuerdo que hacía así: chu cu chun; chu cu chun y Silvio me puso el maestro chu cu chun. Pero yo le dije: Mira, chico, con el chu cu chun este yo canto rancheras, canto cualquier cosa y me defiendo. Así, pero bueno, a mí siempre me ha gustado cantar.

Amaury. ¿Y con qué edad empezaste a ser diplomático?

Raúl. A los 23. Fui con Carlos Lechuga, a Carlos lo acababa de nombrar el Comandante en Jefe…

Amaury. Otro de los grandes…

Raúl. Gran diplomático nuestro, maestro de maestros. Y Carlos Lechuga me propuso. Él me conocía, yo había trabajado con él en algunas cosas y habíamos estado en la época de El Mundo, etc., y le propuso al Comandante que fuera yo con él a trabajar en la embajada de Cuba en Chile y me nombraron, contra el criterio de mi padre, que acababa de ser nombrado Ministro de Estado en ese momento, porque decía: Bueno, ¿pero qué van a pensar, que yo soy el que ha nombrado a Raulito aquí? Y entonces hubo una nota en el periódico, que salió en Revolución, en la cual se explicaba que yo era nombrado en Chile y que eso era independiente del hecho de que yo fuera hijo del Ministro porque en esta Revolución no había nepotismo.

Amaury. ¿Se publicó?

Raúl. Se publicó esa nota en Revolución.

Amaury. ¿Y tú conservas eso, o no?

Raúl. Yo creo que está en casa, sí, me parece que sí. Porque eso lo recortó mamá.

Amaury. Raulito, ¿tú pintas todavía?, porque tú pintabas.

Raúl. Yo pintaba. Yo empecé a pintar de muy joven y después seguí pintando cuando estaba en Praga, y después cuando estaba en Brasil también, hice bastantes cosas al óleo. Al principio pintaba, hacía wash, primero, y fue una cosa muy interesante, porque un día hablando con René Portocarrero, a quien yo conocía desde que tenía 10 u 11 años, me dijo que él había aprendido a dar las cosas de la marina de acuerdo con lo que había visto que yo hacía. Yo me quedé asombradísimo ¿pero cómo es posible? No, no, porque tú tenías una manera y una frescura que me gustó muchísimo. Bueno, le hice a él en Praga una iglesias barroca, que se la regalé y la tenía en su comedor. Y René (Portocarrero) me contaba, lo cual me enorgullece enormemente, que la gente que llegaba allí le decía: Ay, René ¿y esta? Mira qué bonita ¿de cuándo es este? Dice: No esta es de Raulito. Era la iglesia aquella. Bueno, yo después de eso, yo creo que después de Brasil, yo he pintado muy poco. He pintado un poco con mi hija Mariela, con los colores de mi hija Mariela, que es la más pequeña, como tú conoces, la sobrina de Silvio. Y entonces le dejé algunas cositas así en la casa. Pero después de eso más nunca he…

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«Con 2 que se quieran» Raúl Roa Kouri (Parte II)

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Amaury. ¿Y cuántos cuadros de esos tú conservas o los has regalado?

Raúl. Conservo muy pocos, conservo muy pocos. Como cuatro o cinco cuadros, óleos y el resto no. Tengo algunas cosas que son algunas acuarelas que sí tengo, por ahí andan por la casa.

Amaury. Ahora hablaste de Mariela y ¿cuántas hijas tienes?

Raúl. Tengo tres hijas: María Carla, Patricia y Mariela. Tres hijas de tres mamás diferentes.

Amaury. De tres matrimonios diferentes

Raúl. Sí.

Amaury. Pero, yo sé que tú te llevas bien con todo el mundo, ¿cómo te llevas con todas tus ex esposas?

Raúl. Yo me llevo muy bien con todas. Y además, por suerte, todas son tan inteligentes, que han mantenido unas relaciones estupendas con mis otras hijas también. Es decir que mis hijas no se tratan como si fueran medio hermanas, sino son hermanas.

Amaury. Es que ese término de medio hermano…

Raúl. …Medio hermano es horrible, pero tú sabes que eso puede ocurrir.

Amaury. Ahora, háblame de Lili, porque Lili es tan simpática, tan ocurrente, tu actual esposa.

Raúl. Ella es pintora.

Amaury. ¿Ella es pintora?.

Raúl. Ella sí es pintora y le gusta muchísimo. Está haciendo muchísimas cosas ahora en la casa.

Amaury. Pero ¿cómo se conocen?

Raúl. Bueno. Figúrate tú.

Amaury. Ya sé, por la familia. Estaban todos en la familia. Los Lechuga por allá, los Roa por aquí, ya, ¿pero tú la conocías de siempre, no?

Raúl. Bueno, de siempre, porque desde que era una niñita, era la hija de Lillian Lechuga que es amiga mía.

Amaury. Claro, claro, yo la conozco.

Raúl. De toda la vida. Yo la vi crecer y jamás me imaginé, por supuesto, que tendría yo nada que ver algún día con Lilian. Pero…

Amaury. Pero bueno, las cosas…

Raúl. Ocurre, la vida está llena de cosas.

Amaury. ¿Qué música tú escuchas, Raulito?

Raúl. Yo escucho diferentes músicas. ¿Cuál es la preferida? Para mí la barroca. De los músicos preferidos, bueno: pero me gusta por supuesto, me gusta Bach, me gusta Mozart, me gusta…, pero además me gusta, por supuesto, el loco pelirrojo fabuloso veneciano Antonio Vivaldi, esa es la música que yo prefiero para escribir, para estudiar, esa música. Ahora, me gusta la música nuestra, la música popular. No solo la trovadoresca, sino la música de la guaracha, el mambo, el danzón, todas esas cosas me gustan, yo soy musical.

Amaury. ¿Y la ópera te gusta?.

Raúl. Arias de la ópera. A mí siempre me ha parecido la ópera un género muy decadente. Y además había cosas que me molestaban.

Amaury. ¿Verdad?

Raúl. Sí, sí, decadente. Había cosas que me molestaban mucho, porque en la ópera tú tienes que de pronto una transición, no sé, es como tú dices ahora: Me da el café, por favor (entonando como cantante de ópera). Una cosa tan ridícula, es decir, que no tiene sentido. Claro, las arias, sí, las grandes arias me gustan mucho, las de Verdi y las otras, pero había otras cosas que no. Yo tuve que ir a la ópera también, por un problema de entrenamiento cultural. Vamos, es decir, no me vayan a decir que nunca fui, que estando en Nueva York nunca fui al Metropolitan Ópera House. Claro que fui y además vi varias cosas allí, y vi las Walkirias, ¿me entiendes? De Wagner, que nunca me ha gustado Wagner, porque me parece bombástico, me parece una cosa terrible, por eso le gustaba a Hitler, que era un tipo así. Sí, sí, a mí no me gusta nada de esas cosas, de, ni Walkiria ni nada, pero bueno, fui. Fui también a cosas de Verdi que tiene más afinidad con nosotros, ¿no? o nosotros con él.

Amaury. Claro. Sí, sí. Y también Verdi que te quiero verdi.

Raúl. (risas) “Verdi que te quiero verdi”, parafraseando a Federico (García Lorca) (risas).

Amaury. A mí me encanta Verdi… ¿ Y cuántos libros tú has escrito, Raulito?

Raúl. Bueno, he escrito en realidad tres, pero ahora, pero son cuatro, porque tengo uno nuevo que se llama Memoria de mundos varios, que no está publicado todavía, que se lo tengo que llevar a la Editorial.

Amaury. ¿Pero ya está terminado?

Raúl. Ya está terminado, ya está terminado. Ya lo vio, incluso, mi editora, que en este caso es Vivian Lechuga.

Amaury. Sí, bueno, claro.

Raúl. Que es mi tía.

Amaury. Claro, claro.

Raúl. Sí.

Amaury. (risas) Debíamos sacar al final del programa una especie de mapa genealógico, para ir llevando toda la familia junta. Poniéndolo todo, porque la memoria, en esta programa, por lo menos, tú memoria solo ha sido comparable con la de Vicente (Feliú).

Raúl. Ah, Vicente dice cosas maravillosas también.

Amaury. Vicente Feliú. Porque también tiene una memoria, como la tuya, con los nombres y todo. A Vicente se me olvidó preguntarle quién había sido el comadrón, ¿no?, el neonatólogo que lo trajo. Estoy seguro que sabe el nombre, el apellido y la fecha de nacimiento del médico que lo trajo al mundo,

De todas las embajadas en las que has trabajado, ¿cuál es la que tú recuerdas, de todo ese trabajo diplomático con más nostalgia?

Raúl. Naciones Unidas. Naciones Unidas, porque en Naciones Unidas es un puesto de enfrentamiento, un puesto de lucha, para los embajadores cubanos, me refiero, ¿no?. Para otra gente tal vez no sea nada de eso, pero para los embajadores cubanos el puesto de enfrentamiento con el imperio en millones de temas, porque estamos encontrados en casi todos los temas. Y a mí eso me estimulaba intelectualmente mucho, me pareció  que era una cosa extraordinaria haber podido representar a Cuba ahí, en Naciones Unidas.

Amaury. ¿Y la última embajada en que estuviste, el Vaticano?

Raúl. La Santa Sede. La Santa Sede es un desafío, porque la Santa Sede es absolutamente sui géneris. Es un Estado pequeño, como tú sabes, que son 44 hectáreas lo que tiene como territorio, pero además, es la ciudad del Vaticano y es el Estado Vaticano, pero es más que el Estado Vaticano, es la Santa Sede. La Santa Sede es la cabeza de la iglesia católica, y eso son miles de millones de personas en el mundo que comparten la religión católica, ¿no?, que siguen la religión  católica. Y, además, allí el protocolo y toda la diplomacia vaticana es una diplomacia muy clásica, cosa que ya no es así en el resto del mundo, pero allí es así. Como tú recordarás, para ir a las misas, una misa que oficia el Santo Padre, hay que ir con frac; dependiendo ¿no?, si es una misa por difuntos, pues, sin ninguna condecoración, pero si es una misa por otras cosas más alegres, pues entonces sí, vas con todas tus condecoraciones. Y me pasó que yo tengo varias condecoraciones que me han dado algunos países donde había estado acreditado, pero yo las había dejado todas en Cuba, porque nunca había usado nada de eso. Y cuando llegué allí, el Jefe de Protocolo me dijo: Oiga, ¿pero usted va a presentarle credenciales al Papa y no lleva sus condecoraciones? porque yo sé que usted las tiene, he visto su currículum vitae. Yo le digo: Las tengo, pero. Dice: Bueno, póngaselas. Digo: No, están en Cuba. Dice ¿Cómo en Cuba? Sí. Bueno, las tuve que llevar porque me dijeron. No, no, usted la próxima vez que vaya a Cuba las trae, porque usted tiene que venir aquí con sus condecoraciones. Y eso forma parte de la etiqueta, del protocolo.

Amaury. ¿Cuántas veces viste al Papa?

Raúl. Bueno, mira, en primer lugar, vi, presenté credenciales a Juan Pablo II.

Amaury. A Juan Pablo II, claro.

Raúl. Lo vi esa vez, porque ya estaba muy enfermo y tuvo la delicadeza, la delicadeza, no ya conmigo, sino con Cuba. Y pienso que en eso no solo era Cuba, sino era también Fidel Castro, porque él tenía una profunda empatía con Fidel, como dicen ahora, una química.

Amaury. Una química.

Raúl. Especial.

Amaury. Aquí se vio cuando vino.

Raúl. Él lo admiraba, sin duda alguna, yo estoy convencido de eso. Y además, me recibió, aunque ya después de mí, no recibió, creo yo, más que a otro embajador y a nadie más. Ya los demás los recibió el Secretario de Estado porque ya él no podía. Y fueron dos cosas así, porque me permito decirlas, porque fue muy emocionante. Lo primero que me preguntó fue: ¿Cómo está Fidel? Entonces Fidel no había tenido todavía la operación grave que tuvo después.

Amaury. Claro.

Raúl. Pero había tenido la caída aquella.

Amaury. La caída…

Raúl. …de la rodilla. Entonces yo le dije que él estaba ya muy bien, recuperado, caminando, perfecto y todas esas cosas. Y después, cuando yo termino, me dice: ¿Y Raúl? Y me quedé tan sorprendido, porque él conocía a Raúl también, por supuesto, estuvo con él en Santiago de Cuba.

Amaury. Sí.

Raúl. Y entonces se acordó. Esa fue la segunda pregunta que me hizo. Bueno, también le hablé un poco de la situación de Cuba en aquellos momentos, que era difícil, etc. Y me dijo: ¿Usted está solo? Digo, no, estoy con mi esposa. Dijo: Ah, que pase. Y entonces ahí nos hicimos la foto de familia con el Papa, que es preciosa.

Amaury. ¿Dónde te recibe su Santidad?

Raúl. Él me recibió en su despacho, que no era usual, pero ya en ese momento de su enfermedad, sí recibía…

Amaury. ¿Y por qué no era usual?

Raúl. No, porque él recibía normalmente en una sala de…, una sala prestigiosa del Vaticano, ceremonial. Mientras que su despacho era donde él trabajaba. Ahí tenía su biblioteca y tenía su mesa.

Y, al Papa, bueno, al Cardenal, sí, sí, a Benedicto, cuando era Cardenal Ratzinger lo había visitado, como visita de cortesía, para conocerlo, por supuesto.

Amaury. ¿Pero era cuando él trabajaba en lo de la Doctrina de la Fe?

Raúl. En la Doctrina de la Fe, sí. Después, lo vi cuando saludó al cuerpo diplomático, ya después de haber sido electo Papa, que fue una delegación cubana, como tú recordarás.

Amaury. Sí, sí. ¿cómo no?

Raúl. Allá, bueno, entonces nos saludamos y eso es año tras año. Después, siempre hay una fotografía de familia, con el Papa y el Secretario de Estado, el Secretario para las Relaciones Exteriores, el Sustituto y todos los embajadores detrás de él, de acuerdo con un estricto escalafón. Es decir, por precedencia, estricta precedencia. Y ya estaba en la fila detrás del Secretario del Papa y del Secretario de Estado, y ahí me tocó venir, así que nunca llegué a la primera fila.

Amaury. Nunca llegaste a la primera fila.

Raúl. No.

Amaury. A ver, ¿tú estás acogido a esa cosa que se llama el retiro?

Raúl. No, no, no, yo estoy trabajando como asesor del Ministro de Comercio Exterior, Inversión Extranjera y Colaboración, con Rodrigo Malmierca.

Amaury. Claro.

Raúl. Compañero a quien conozco hace muchos años, desde que era un jovencito estudiante.

Amaury. Claro, que conocíamos a su padre.

Raúl. Bueno, a su padre, por supuesto, porque Isidoro (Malmierca) fue mi jefe durante ocho años, que yo fui viceministro de Relaciones Exteriores. Y con Rodrigo, nos conocimos en diversos viajes y cosas que hicimos juntos, cosas de los No Alineados, el Grupo de los 77 cuando yo era precisamente viceministro de Relaciones Exteriores. Y ahora cuando regresé, pues, Bruno, muy amablemente quería darme una dirección, me habló, más o menos. Y yo le dije: Mire, yo realmente ya pienso que me gustaría más que nada ser asesor. Pero bueno, en el MINREX no hay asesores. Hubo, pero ya no hay ningún cargo de asesor. Por lo tanto me dijo: Bueno, yo no tengo ningún cargo de asesor. Tú podrías ser profesor del ISRI. Yo dije: No, no, pero yo no tengo vocación. Conferencias sí puedo dar, porque como tú ves, vaya es difícil mandarme a callar.

Amaury. No, pero a mí me encanta. Yo creo que el éxito de estas entrevistas, normalmente está, si algún éxito tuvieran, -no voy a ser vanidoso- en lo que dice el invitado, porque al final de cuentas a mí la gente me ve todas las semanas.

Raúl. No, pero tiene sentido porque las respuestas que tú elicitas, son las que tú elicitas, porque tú las haces.

Amaury. Sí, pero hay veces que tampoco son tan buenas.

Raúl. ¡No, las preguntas son muy buenas!.

Amaury. ¿Cuál fue el sumun de tu padre como diplomático y cuál sería el tuyo?

Raúl. Bueno, yo pienso que haber sido ministro de Relaciones Exteriores, para mi padre fue una cosa muy importante en el sentido que le permitió librar batallas por Cuba que no hubiera podido librar de no haber sido el Ministro de Relaciones Exteriores y yo creo que eso para él fue formidable. Como lo fue también el haber sido electo al Primer Comité Central del Partido. Le comunicaron -estaba en Naciones Unidas- que había sido electo al Comité Central, al Primer Comité Central de nuestro Partido y eso para él fue un impacto extraordinario y mandó un mensaje muy emotivo al Comandante en Jefe en aquella oportunidad, que salió publicado y que yo lo conservo, por supuesto.

Amaury.  Pero tú has sido también un gran diplomático. Sí, tú lo sabes y lo sabe nuestro pueblo, por lo menos las personas que están muy atentas al devenir político de la nación.

¿Cuándo a tu papá le pusieron, no sé quién se lo puso, tú me lo dirás, Canciller de la Dignidad?

Raúl. Eso fue cuando la Sexta y Séptima reuniones de la OEA, que fueron, que tuvieron lugar en San José, Costa Rica, en el año 1960. Allí fue aquella famosa reunión en la cual mi padre se retiró abruptamente y le dijo: Bueno, después de haber denunciado la camancola, como dicen, que habían armado los americanos contra Cuba allí, para condenarla, etc., etc., preparar el terreno para la invasión de Playa Girón y toda esa cosa.

Amaury. Claro, claro.

Raúl. Él se levantó airadamente y se fue y dijo: Me voy y conmigo se van los pueblos de América. Y entonces fue una cosa tremenda y la delegación cubana salió cantando el Himno Nacional. Y allá afuera estaba el pueblo costarricense, que estaba oyendo toda aquella cosa y que además empezó a gritar: Viva Cuba y Viva Fidel y todo aquello. Y entonces hubo un periodista que le dijo a mi padre: Usted es el Canciller de la Dignidad Latinoamericana. Y eso se quedó así, salió publicado en algún lado. Y aquí, en Cuba,  pues en fin, la gente le puso el Canciller de la Dignidad. Es un título nobilísimo porque es popular.

Amaury. Claro, pero si tú tuvieras la oportunidad de autodenominarte.

Raúl. ¿Yo?

Amaury. Sí.

Raúl. Ah, no, yo realmente no sé qué decirte.

Amaury. Pero la gente, a lo mejor todo el mundo no sabe que tú también has sido un gran diplomático, por eso te digo. Un diplomático que ha defendido a Cuba en escenarios diversos. Entonces también, a veces, la modestia de las personas, tú eres un hombre muy modesto, te impide decir: Bueno, yo sería también un gran canciller. Bueno, entonces ¿el hijo del Canciller de la Dignidad sería?.

Raúl. Yo soy algo más que el hijo del Canciller de la Dignidad. Porque yo soy el hijo del Canciller de la Dignidad, lo cual para mí es timbre de orgullo, por supuesto,

Amaury. Claro,

Raúl. Pero yo soy yo, y yo fui siempre yo, desde siempre. ¿Por qué? porque tener un padre ilustre es difícil.

Amaury. ¿Cuánto pesa?

Raúl. ¿Cuánto pesa? Pesa muchísimo.

Amaury. Dímelo a mí (risas).

Raúl. Mira, cuando yo era muy joven, cuando yo era un niño, muchachito en la escuela ya, siempre, el hijo de Roa, qué se yo.

Después cuando llegué a la Universidad, yo estudiaba Ciencias Sociales y Derecho Público, y mi padre era el Decano y además era mi profesor de Historia de las Doctrinas Sociales, etc. Entonces yo era allí el hijo de Roa, y ahí hubo hasta incidentes y cosas, porque yo tenía buenas notas porque me gustaba la carrera, la estudiaba. ¡Imagínate tú!, si esto es en la Universidad, después ya cuando soy diplomático, y estoy en mi trabajo, soy el hijo del Ministro de Relaciones Exteriores. Cuando yo regresé de Brasil en el 64, hablé con el Comandante en Jefe, por cierto. Primero había hablado con el Che, que era mi amigo de México y le dije: Yo quiero ir a trabajar contigo. Y entonces me dijo: sí, tú vienes a trabajar conmigo. Me acuerdo que pasaron unos días y me lo encontré en casa de unos amigos, que él fue a recoger a Aleida, que estaba con la hija, porque era el cumpleaños de unos muchachitos. Y entonces me lo encuentro ahí y le digo: Oye, ¿Mi trabajo, qué? Sí, vas a trabajar con Miguelito Figueras en Plan Perspectivo. Y yo le dije: mira, yo no sé nada de Planificación. No, pero si tú no sabes nada de nada y has sido hasta embajador. Entonces, yo le contesté, y él me dijo. ¡Ah!, ¿pero te vas a poner bravo con el Che? Y se echó a reír. Sí, me dijo así. Claro, yo tenía una confianza con él que podía decirle ese tipo de cosas, ¿no?, por supuesto. Yo lo conocí en México y éramos muy amigos y “peripateábamos” por México en aquella época con Javier Pasos y con Manolito Hevia, ya ambos difuntos.

Amaury. De todas maneras la maravilla de eso, es que tú eres el hijo de Raúl Roa, eres el hijo de la doctora Ada Kourí, tan amiga de mi madre, tu sabes que se querían…

Raúl. …¡Cómo no!

Amaury. …¡Cómo se querían! Y has llegado a ser uno de nuestros grandes diplomáticos, de nuestros grandes hombres y todavía tú eres joven, así que yo espero que en algún momento dejes de ser asesor de nuestro querido Rodrigo, y vuelvas a ocupar un puesto importante  en la diplomacia cubana, que tanto te necesita.

¿De qué cosa te arrepientes de no haber hecho en la vida? Porque tú has hecho en la vida lo que has querido, de todo.

Raúl.  Bueno, de las cosas que he hecho, no me arrepiento…

Amaury. …No ¿que te hubiera gustado hacer en realidad?

Raúl. ¿Qué me hubiera? No, a mí yo creo que todas las cosas que he hecho, me gustaba hacerlas.

Amaury. Tiene que faltarte algo, algo tiene que faltarte. Porque no puede ser. Mira, hablas todos los idiomas, has estado en todas las embajadas, hay algo que tú dices: Bueno, yo quisiera haber estado en tal sitio.

Raúl. No estuve en la Sierra, eso es algo que me hubiera gustado.

Amaury. Pero tú sabes que cada día se hace, aunque pueda parecer una metáfora, más necesario subir a la Sierra a defender la Sierra aquella que nos ganamos.

Raúl. Claro.

Amaury. Porque hay veces que la gente la quiere echar a perder.

Raúl. Echar a perder, tienes razón, eso es verdad. Pero yo seguiré trabajando como asesor de Rodrigo, que me parece que es una cosa en la cual puedo ayudar.

Amaury. Está bien, yo espero. Y si no, si la cosa se pone mala, y espero que no pase, pues nos vemos en la Sierra.

Raúl. Bueno.

Amaury. Te quiero mucho, Raulito, un abrazo. Muchas gracias, mi hermano, gracias por haber venido.

Raúl. Gracias a ti.

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«Con 2 que se quieran». Natalia Herrera (Parte I)

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“Shangó con conocimiento y Yemayá en pullas”

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran. Ahora aquí, en 5ta Avenida y Calle 32, en el barrio de Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos acompaña…es la primera vez que viene un familiar mío al programa. Mi madrina de bautizo, una persona a quien yo quiero mucho, me cuestan más trabajo estas entrevistas, porque a la persona que tengo frente a mí la quiero tanto.

Una vedette, una gran artista. Baila, canta, actúa, es un personaje dramático muchas veces también y es el Premio Nacional de Humorismo del año pasado.

Mi querida, mi adorada, Natalia Herrera. Mi vida, me voy a levantar hasta ti y te voy a dar un besito, uno de piquito. Madrina querida, Natalia, te quiero muchísimo. Ya lo dije, que eras Premio Nacional de Humorismo. ¿Qué significó cuando te dieron ese premio? Cuando te llamaron y te dijeron: eres el Premio Nacional de Humorismo.

Natalia. Me eché a llorar de la emoción.

Amaury. ¿Verdad?

Natalia. Y fui caminando para atrás y me senté en el butacón de la sala llorando, porque, óyeme, uno se emociona.

Amaury. ¿En qué pensaste en ese momento?

Natalia. ¡Pensé tantas cosas, Amaury! Me acordé de tantas cosas buenas y malas, que por eso me eché a llorar.

Amaury. ¡Qué bárbaro! Tiene que ser una emoción, porque ya tú no lo estabas esperando,¿o sí?

Natalia. No, nunca lo esperé. Yo nunca he esperado ningún premio.

Amaury. Pero has tenido muchos.

Natalia. He tenido muchos premios, afuera y aquí. No me puedo quejar en ese sentido.

Amaury. A ver, yo quiero que los televidentes sepan, porque lo que yo tengo delante de mí es a una mujer preciosa, una mulata preciosa.

Natalia. ¡Mentiras, no!

Amaury. No, no, no, mentiras no, contigo no. Si somos familia, somos astilla del mismo palo.

Natalia. Tuve buen cuerpo.

Amaury. No, pero tú eres una mujer bonita, con unos ojos que no se puede creer, ¿qué edad tienes?

Natalia. Nada más que 87, Amaury.

Amaury. (risas)Eso no se puede creer. Con esa vitalidad.

Natalia. 1923. Saca cuentas hasta acá.

Amaury. No, pero además, cuando llegó, que aquí hay, en la escenografía, bueno, hay cables y cosas así, y todo el mundo cuidando a Natalia y ella hizo, tram, tram, tram, brincó por arriba de todo…

Natalia. …Soy una anciana atrevida.

Amaury. No, no digas. Yo siempre digo que cuando uno se pone bajo las luces de este espacio, no hay ancianidad ni hay vejez.

Natalia. ¿Tú crees que tengo 15? ¡Muchachos, ataquen!

Amaury. (risas) Está bien, está bien. A ver, yo sé bastante de tu vida, pero voy a tratar de meterme en los lugares que no sé mucho.Yo quiero que me hables de dónde naciste, en qué lugar naciste y cómo era tu entorno familiar.

Natalia. Bueno, mi entorno familiar eran mis hermanitos, mi mamá.

Amaury. ¿Cuántos hermanos?

Natalia. Seis. Murieron dos hermanas.Éramos más. Mi mamá y mi papá y mi abuela que me crió junto con mi mamá y mi tía Natalia, que me llamo Natalia por esa tía.

Amaury.¿Y por qué tu papá se molestó tanto contigo cuando empezaste a querer ser artista?

Natalia. Bueno, allá voy a llegar, tú verás.

Amaury. ¡Ah!, ya, dale.

Natalia. Yo nací en la calle Fábrica frente al parque, que era una casa antigua. Ahora es un edificio con varios apartamentos. De ahí pasé a Cayo Hueso.

Amaury. Barrio insigne.

Natalia. Barrio distinguido. Bailo una rumba muy buena gracias a los rumberos del Parque Trillo. Me le escapaba a mi mamá con 7 años e iba para allá. Y ya nacida allí, nacida no, criada allí la policía me quería y todo el mundo. Los guardias me querían y me decían: ¿Qué tú haces aquí? Vine a bailar rumba. Vamos para tu casa.Me cogían de la mano y me llevaban para mi casa, y eso me molestaba.

Tengo una cosa en particular, nunca me gustó la escuela, Amaury. Mi mamá me obligaba a ir y le decía: A mí no me van a preguntar cuándo Colón descubrió América. Yo tengo que cantar y bailar, que es lo que me gusta. Y ella me decía: usted tiene que ir.

Amaury. Pero sí ibas a la escuela, porque, por supuesto, fuiste a la escuela, tú escribes y lees, muy bien, además.

Natalia. Sí, sí, pero fui a la escuela hasta el sexto grado. Ahí dije: Yo voy a ser artista. La primera vez que trabajé fue a los 8 años en teatro.

Amaury.¿Y ahí fue dónde tu papá no quería…?

Natalia. No, no, más adelante.

Amaury. ¡Ah! Cuando él vio que eso era en serio.

Natalia. En el 37 fui a la Corte Suprema, 14 años tenía. Mi mamá estaba un día cosiendo en la sala de casa, a mano, y llega mi papá y dice: Oye, Chata, me han dicho que hay una niña en la Corte Suprema que se llama igual que nuestra hija, Natalia Herrera. Mi mamá estaba cosiendo, lo miró y le dijo: no se llama igual, es tu hija. Y ahí mismo ardió Troya, ahí mismo. Quería matarme. Si la hija mía sale una cualquiera será gracias a ti, Trinidad Díaz Borrel. Le dijo nombre y apellido y todo. Y ella le dijo: De una escuela de monjas sale una rumbera, por qué mi hija va a ser distinta. A lo mejor tú la crees una cualquiera y sale una gran señora y llega a ser reina o princesa. Así que cálmate, René. Fui a la Corte Suprema.

Cuando se me presentó el primer viaje, René Herrera Dorticós volvió a atravesarse en mi vida.

Amaury. Tú papá, ¡caray!

Natalia. Si. Dijo: si se va en barco, -él era jefe de lista de la aduana-, la tiro al mar y en lo que la buscan, el barco se va, porque no van a esperar a que la saquen y en avión no se puede ir porque… Así era mi papá.

Entonces, a mi casa iba un muchacho que se llamaba Luis Alonso de León y un día estoy hablando con él por la noche, después del cine y estábamos todos jaraneando y yo le digo: Luisito, si yo te hago una proposición, ¿tú la aceptas? Dice: ¿Qué proposición tú me vas a hacer? Digo: que te cases conmigo. Pero no para que seas marido mío, sino para yo poder viajar.

Amaury. ¿Pero qué edad tu tenías cuando eso?

Natalia.  No llegaba a los 20 años.

Amaury. Por eso te digo, una muchachita, una niña.

Natalia. Pero se me ocurrió de pronto y me dijo: bueno, vamos a casarnos. ¿Tú sabes en donde yo celebré la boda con una comida a las doce de la noche? En el Pennsylvania, que era el mejor cabaret de Cuba en esa época. Y la gente decía. ¿Dónde está la novia? Y les decían: Está durmiendo en el carro. Yo estaba durmiendo en el carro y todo el mundo divirtiéndose.

Amaury. Claro, porque hay una cosa, tú no bebes. Tú nunca has consumido alcohol.

Natalia. Nunca, nunca me ha gustado.

Amaury. Nunca te gustó y sin embargo, has trabajado toda tu vida, muchísimo, en centros nocturnos, en cabarets.

Natalia. Pero yo no tomé nunca. A mí no me gusta.

Amaury. ¿Nunca en la vida, Natalia, nunca te gustó?

Natalia. Lo único que me pone de mal humor es que me brinden bebida. Porque, digo: No me agrada. Ay, pero un buchito que debes tomar…

Amaury. Porque la gente piensa que todos los artistas son borrachos y que beben y que gozan. Bueno, aquí tenemos una  maravillosa…

Natalia. …Ni fumo, ni bebo, ni nunca he cogido una droga.

Amaury. …Ni tomas café, porque hoy te brindamos un café maravilloso, te lo pusimos y tú…

Natalia. No, lo tomo por las mañanas cuando me levanto, pero no lo puedo tomar en el día, porque por la noche no duermo.

Amaury. Sí, pero ese café es buenísimo, no te vayas a pensar que ese café…

Natalia. ¿Tú tienes ganas de que yo me desvele?

Amaury. No, bueno.

Natalia. Yo te complazco, dentro de un rato lo tomo.

Amaury. Ah, bueno, pero ahí está y está caliente y está bueno. Mira, este es el momento ¿tú ves que tú me complaces en todo? Madrina querida.

Natalia. Está muy bueno el café y está muy bueno el número que me sacó. Me las vas a pagar en la madrugada cuando no duerma.

Amaury. ¿Te acuerdas?,  ¡claro! ¿Te acuerdas de la canción? si yo te hice una canción, después la canté con Isaac. “Venga madrina, tráigame la calma /Que Yemayá me arrulle y me proteja.” (cantando) ¿Te acuerdas que yo te hice esa canción?

Natalia. Sí, claro, qué linda canción.

Amaury. Bueno, a ver, vamos a hablar de una cosa que a mí me llama siempre la atención. Tú eres de las personas que trabajaba en el Teatro Martí. ¿En qué año empezaste a trabajar en el Teatro Martí?