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soyquiensoy (Ricardo R. González)

«Con 2 que se quieran» Eva Rodríguez (Parte I)

«Con 2 que se quieran» Eva Rodríguez (Parte I)

“Saludos, amigos…”

Amaury. Muy buenas noches. Estamos en Con 2 que se quieran. Ahora aquí, en 5ta. Ave y Calle 32, en Miramar, en los maravillosos Estudios Abdala.

Hoy nos compaña a todos, y para mí este es un programa muy especial, por razones obvias, ya lo verán, una de las más grandes conductoras; animadora, locutora de televisión, que ha tenido nuestro país, la historia de la radiocomunicación en nuestro país, de la televisión cubana. Acaba de cumplir 80 años. Y cuando la vi llegar al estudio, tan bonita, tan elegante, tan enjoyada, tan juvenil, me llamó mucho la atención, porque hacía un tiempo que no nos veíamos y ella ha sido parte de mi vida desde que yo nací, ha sido parte de mi familia también. Será una entrevista un poco difícil emotivamente, está con nosotros Eva Rodríguez.

Eva. Saludos, amigos.

Amaury. ¡Mi vida!

Eva. Para mí es un placer.

Amaury. En mi caso tienes que decir: ¡Saludos, mi hijo!

Eva. ¡Yo tengo tantas anécdotas tuyas!.

Amaury. Eva, a ver. Ya dije que habías nacido en 1930.

Eva. Sí, el 13 de mayo de 1930, en San Antonio de los Baños, la calle Ancha.

Amaury. Hablemos entonces de tu casa, de tu niñez, San Antonio.

Eva. Anja. Mira, yo nací en San Antonio de los Baños. Mi madre era una mujer enferma porque tenía problemas de tiroides, de bocio, fue operada tres veces y a los dos años mi padre me llevó para casa de los abuelos paternos y dos tías, también hermanas de mi padre. Era una casita muy humilde, mi familia trabajaba en el tabaco. Mi padre era escogedor de tabaco, bueno, bueno, bueno y mi madre y toda la familia por parte de madre y por parte de padre, eran despalilladores de tabaco.

¡Imagínate!, cuando el taller paraba, a los dueños no les interesaba que se murieran de hambre los trabajadores y en la vida yo no recuerdo haber comido un bistec, ¿tú no sabes? yo comía mucha harina con un huevito que ponía una gallina que no tenía gallo. Y la abuela decía: el huevito es para la niña.

Ahí llegué de dos años, y la vida transcurrió…, quizás la tía mía, Herminia Rodríguez…, ella, yo creo que en el fondo tenía algo artístico, que me llevó de la mano al arte. A los tres años ya yo me sabía poesías corticas y en una ocasión me llevó a un velorio y yo le decía: ¿Tía, recito? Porque en cuanto veía público, ya era hora de la actuación mía. Y la gente le decía: ¿qué es lo que quiere la niña?, ¿quiere hacer pipi?, ¿quiere comer algo? Y la tía: no, no,  no.  Bueno, se tuvo que ir porque yo, desesperada por recitar.

Pero ya a los seis años, ya ella me llevaba a todos los espectáculos del Partido, que eran en el Centro Obrero del pueblo, que existe todavía.

Amaury. ¿De San Antonio de los Baños?

Eva. No, de Santiago.

Amaury. De Santiago de las Vegas.

Eva. Adonde me llevaron por enfermedad de mi madre. Recitaba poesías vanguardistas, que yo no sabía lo que era Vanguardia ni nada, pero yo las presentaba como “Poesía Vanguardista”. Estaba la guerra (de la República en) España y todo eso. Y poesías larguísimas. Y allí pues me fui educando en ese tipo de cosas.

Amaury. Y tú me habías contado un día, por teléfono yo creo, que tú conocías a Gabriel, el letrista de La Rosa de Francia.

Eva. Te voy a contar. Mira, la casa mía era quizás la más pobre de la cuadra, de madera, los pisos eran de cemento muy pulido porque lo limpiaban diariamente, pero enfrente vivía un señor que le decían Musiú, que debe ser por monsieur (señor).

Amaury. Claro.

Eva. Musiú, era Gabriel Gabriel. Él hizo la letra de la canción, era violinista, hizo la letra de la canción “Una Rosa de Francia” porque tenía amores con una mujer casada del pueblo, que tuvo un amor, una tarde, y él le dedicó esa canción; pero claro, no la podía dar a la publicidad, e iba siempre allí Prats.

Amaury. Rodrigo Prats.

Eva. Rodrigo Prats, que era jovencito y visitaba Santiago de las Vegas…, estaba Esther Borja también allá viviendo, había una corriente intelectual y musical… Y siempre, “Una rosa de Francia”, cuya música es de Rodrigo Prats. La letra es de Gabriel Gravier. Pero tienen una historia también, que él y Panchito Simons, crearon en Cuba el Día de las Madres.

Amaury. Mira eso.

Eva. El Día de las Madres, que se celebró el 9 de mayo de 1920 por primera vez. Y ellos mismos sembraron en un terreno, claveles rojos y claveles blancos, para cuando llegara el día de las madres, el que la tuviera viva, su flor roja, y para el que no la tuviera viva, su flor blanca. Así fue la historia, y se lo adjudicaron a un periodista, Muñoz, que fue el que puso la noticia en el periódico.

Amaury. ¡Qué bárbaro!

Eva. Y la idea fue de ellos dos.

Amaury. Ahora, ya tú eras una jovencita cuando llegaste a La Habana…

Eva. Ah, pero te tengo que contar algo más.

Amaury. Ah, me puedes contar lo que tú quieras, esto es tuyo, este es tu programa.

Eva. Mira, mi familia era ya corta…, mis abuelitos habían muerto, mi familia eran dos tías, la tía Herminia, que era la que me llevó a todas estas cosas y un tío que tomaba, era borracho, que me hizo la vida un yogurt. Porque yo sufrí esa niñez tremendamente cuando aquel hombre llegaba tambaleándose y peleando. Aquello fue terrible.

Amaury. ¿Tenía un trago malo, lo que le llaman trago malo?

Eva. ¡No, él estaba borracho, borracho y ya!

Amaury. Sí, pero la gente le dice un trago malo porque el que bebe llega y pelea.

Eva. Ah, bueno, sí.

Amaury. Pero hay un trago alegre.

Eva. Siempre decía que le habían cogido dinero de dónde él lo tenía guardado y era que lo cogía para emborracharse. Entonces yo me ponía muerta cada vez que llegaba por las noches. Al fin, al fin muere el tío y mis tías…

Amaury. ¿Tú sentiste calma con esa muerte?.

Eva. Sí, sí, yo sentí calma porque a un borracho no hay quién lo aguante en la casa. Entonces vinimos para La Habana a vivir. Vine para La Habana con mis dos tías despalilladoras. Y una un poco enferma, la mayor. Vinimos a una casa que le llamaban de vecindad.

Amaury. Pero esas casas de vecindad, Eva, ¿es lo que después fueron los solares?

Eva. Bueno, era un poquito más refinado. Por ejemplo, eran figuras, gente decente que vivían en una habitación y tenían que ir a un baño, había dos baños atrás, grandes, enormes, para todo el mundo…

Amaury. Un baño para todos. ¿Tú tenías por esa época como 12 años?

Eva. 12 años. Vine a estudiar el Bachillerato. ¿Y sabes quién vivía al lado de mi casa?

Amaury. No. No me puedo imaginar.

Eva. Una señora llamada María Calvo, que al final fue conocida como Macorina.

Amaury. ¡Mira tú!

Eva. La Macorina.

Amaury. ¿La Macorina?

Eva. Sí, porque el historiador de María Calvo, cuando veníamos de Trinidad un día, me dice, hablando de cómo se llamaba La Macorina, me dice que se llamaba María Calvo. Y yo le digo ¿era coja, un poquito coja?, y él me dice que sí, porque uno de los amantes le tiró por el pie un tiro.

Y que era muy religiosa y que iba a misa todos los domingos. Entonces me había dicho a mí que ella nunca se había casado. Claro, ella lo que tuvo muchos amantes y cada amante le regaló un carro y ella se paseaba por La Habana en los carros.

Amaury. Pero qué ¿tenía una piquera? (risas)

Eva. Ah, ella salía y se metía con los hombres y las mujeres, ¡imagínate!, iban con sus esposos y ella les decía piropos a los hombres.

Amaury. ¿Y era bonita?

Eva. No. Usaba unos perfumes… Usaba un perfume, que yo le pregunté, porque a mí me llamaba la atención a los 12 años aquella fragancia.. me decía: es “Jazmín de Lubin”, era francés. Y muchas joyas en las manos brillantes, esmeraldas.

Amaury. Eva, pero a ver, para precisar porque después el público se queja cuando no se precisan algunas cosas. ¿Esta Macorina es la de la canción “Ponme la mano aquí, Macorina”?

Eva. ¡Claro, sí, sí!

Amaury. Vamos a dejarlo ahí, vamos a dejarlo ahí. A ver, háblame de tu participación, porque creo que fue muy importante y es muy importante en tu formación política, yo sé que la has tenido, la Juventud Socialista del Barrio de Marte.

Eva. Sí, sí. Mira, yo vivía en Rayo entre Reina y Estrella, a mediación de cuadra. Cuando yo empecé a estudiar Bachillerato, todas eran niñas finas, porque fue en el Vedado. Yo me iba con 10 centavos para coger el tranvía para allá y para acá, y me iba a pie desde ahí hasta el Instituto del Vedado, para coger los 10 centavos para la merienda, porque los demás merendaban y yo, ¡figúrate! y yo iba y venía a pie, entonces me enrolé ahí con la Juventud Socialista del Barrio Marte, que era cerca de ahí en Estrella y Maloja, por ahí. Y aquello fue para mí una cosa increíble… Las tareas que cumplíamos… El dirigente próximo a mí, era Roberto Azcuy Juara, que admiré muchísimo porque era una gente tremenda. Él tenía 23 años.

Amaury. ¿Y tú tenías 15 ó 16 años?

Eva. Sí, yo, quizás menos… y estuve trabajando con él muchísimo tiempo, hasta que me casé, después. Y era Flavio Bravo el que dirigía la Juventud Comunista en aquel momento, el que ponía las tareas. Y un día se me aparece Azcuy allá al Instituto y me dice: Polaca

Amaury. ¡Polaca! ¿Por qué te decían Polaca?

Eva. Sí, me decía Polaca porque era muy blanca y muy rubia y en lugar de decirme Eva, me decía Polaca.

Amaury. Está bien, está bien.

Eva. Y entonces me dice: Polaca, hoy va a desembarcar un barco que trae una exposición, pero fascista y me dijo: eso no puede desembarcar. Toda la juventud tiene que reunirse allí a tirar piedras, palos, lo que sea. Reúne a un grupo de gente de aquí, y vas para allá, para la Avenida del Puerto. Pero yo pasé revista y yo no podía decirle a ninguna de esa gente de ahí que fueran a hacer eso. Fui yo solita. Yo llevaba una carterita así, que vendieron en el Ten Cent, que tenía dos tapitas, no tenía cierre ni nada, la llené de piedras y de cosas y voy para allá con unos tenis, unos tenis viejitos blancos, lisos, porque aquello fue apoteósico.

Amaury. ¿Lisos como estos?

Eva. No, esos tuyos son lindos.

Amaury. Estos lo que no son viejos.(risas)

Eva. No, no. Los míos eran viejitos, y lisos y de mala muerte. Y voy para allá y empiezo a tirar todo lo que tenía en la cartera. Cuando la policía ataca al grupo con chorros de agua, el patinaje mío por la Avenida del Puerto fue tremendo, hasta que oí la voz de él que dijo: ¡huye, Polaca!

Al decir eso, Fangio, Juantorena, eran nada comparados conmigos. Arranqué y pude montarme en un tranvía y yo sentía que la carterita me pesaba una barbaridad, pero yo no abría aquello hasta que llegué al cuartico de mi casa. Cuando lo abrí tenía una pistola adentro.

Amaury. Que te le había puesto, quién, ¿Azcuy?

Eva. Azcuy. Cuando él llegó, llegó con la cara ensangrentada y con todos los cristales enterrados en la cara, porque él era bizco y usaba espejuelos. Con una pinza de cejas se los fui sacando, porque si iba a algún lugar a que lo curaran, lo prendían.

Amaury. Claro.

Eva. Porque era así la cosa.

Amaury.  Claro, sí, sí.

Eva. Entonces él me dijo: me salvaste la vida, Polaca. Porque si le cogen la pistola, imagínate tú lo que hubiera pasado.

Amaury. Ven acá, Eva, ¿y este Azcuy es el que tú alguna vez me has contado que fue tu primer amor, o algo así?

Eva. Chico, ¿tú sabes que yo llegué a pensar que sí me enamoré de él?

Amaury. ¿Sí?

Eva. Era negro, bizco, gago, pero yo sentía algo muy especial por él. Una admiración, una cosa, los gestos que hacía con un llavero que tenía. Todo me fascinaba. Pienso que sí.

Amaury. Y tú le hiciste un poema ¿No te acuerdas del poema?

Eva. Sí, cómo no, cómo no me voy a acordar.

Amaury. Dímelo.

Eva. Dice:

Tú no me das tu amor, tú me lo prestas

y yo lo uso feliz, voy a la fiesta

y regreso con la ilusión perdida.

Tú no me das tu amor, tú me lo prestas

y te lo acepto así, siempre contenta,

porque sé que sin él no tendría vida.

Este amor sin derecho de un instante,

he soñado mil veces arrancarlo,

aunque sé que jamás he de lograrlo.

Y aunque seas dolor, y seas tormento

y aunque sea muy larga la partida

yo esperaré por ti, toda una vida.

Amaury. ¡Ah, qué bonito Eva!

Eva. Luego también en el autógrafo, él también sentía esa misma pasión, me puso: ”Un amor como este será posible después que triunfe el comunismo en Cuba”.

Amaury. ¡Qué bárbaro! Es muy lindo porque además, ahora ya no hay problemas con eso.

Eva. Sí, mira, hay mucha gente, hay mucha gente que piensan que el negro y el blanco valen lo mismo y eso, pero no hasta ese punto.

Amaury. No hasta el punto de que se casen.

Eva. Y en aquel momento mi familia era comunista y todo, pero en aquel momento eso era un tabú, eso era imposible.

Amaury. Sí, pero estamos hablando de hace muchos años ¿cuántos?, eso fue.

Eva. ¡Imagínate tú Amaury!.

Amaury. Hay que sacar cuentas, ya se sabe que tú tienes 80.

Eva. Tenía yo 15 años, una cosa así.

Amaury. No, no, por el amor de Dios, en aquella época lo podían haber matado, arrastrado por las calles…

Eva. …Seguro.

Amaury. …por una cosa como esa. Ahora, ¿quién fue entonces el padre de tu hijo mayor?

Eva. Bueno, mira. Estudiando Bachillerato, él se enamoró de mí apasionadamente.

Amaury. Era un compañero tuyo de…

Eva. …Compañero de estudios. Estudiábamos en casa, porque a mí el Español me encantaba y en las Matemáticas era malísima. Y entonces él era un matemático; yo le daba español a él y él me daba matemática a mí y física y química, y esas cosas.

Y ahí nos enamoramos, y nos casamos y tengo una anécdota. Que sí te la voy a contar.

Amaury. A ver, cuéntame.

Eva. Yo soy una mujer muy sincera, siempre lo he sido.

Amaury. Tú eres una mujer maravillosa, eso es lo que tú eres.

Eva. Esto que te voy a contar no lo sabe ni él.

Amaury. A ver.

Eva. Cuando nos casamos, mis dos tías eran solteronas, y a mí no me prepararon para el matrimonio. Yo fui al matrimonio como debía ser en aquella época, virgen, y salí en estado enseguida. Entonces las dos familias, la de él y la mía, determinaron que yo no debía tener ese niño y me llevaron a un doctor canoso que vivía en la calle San Lázaro. Cuando yo me acosté en aquella camilla, vienen con una inyección y ahí me dio un ataque de llanto. Y el médico me dice: ¿por qué tú lloras, muchachita? Digo, porque yo quiero tener a mi hijo. Dice, mira, coge los 100 pesos que me pagaron y vete a comprar la canastilla.

Amaury. ¡Ahh, qué lindo, Eva!

Eva. Salí de allí corriendo y le di un abrazo a mi marido, a mi tía y a todo el mundo.

Amaury. Porque tu marido también quería el bebé…

Eva. …Y hoy en día es mi locura, porque es un muchacho tan inteligente, tan bueno. Es coronel del MININT. Yo lo adoro.

Amaury. Al lado tuyo, de qué manera no pudiera salir un muchacho bueno. Ahora, vamos a ver, ¿cuánto llegas a la televisión?

Eva. Mira. Yo estaba en mi casa y un día viene una vendedora de Avon y me dice: “estoy muy triste porque me presenté para locutora en un examen que hay. Fíjate, llega la televisión a Cuba y yo quería y, qué sé yo”. La señora tenía bastante edad y ella me dijo: me suspendieron. Y yo dije: ¡locutora!. Me quedé fascinada con aquello.

Amaury. Con la palabra.

Eva. Con la palabra.

Amaury. ¡Qué bonito suena!.

Eva. Cogí y llamé por teléfono -¡yo fui tremenda-, al Ministro de Comunicaciones, porque estaba cerrada la matrícula. Y cuando yo llamo, dice Eva Rodríguez ¿de dónde? Digo: de San Antonio de los Baños. ¿Qué le iba a decir?

Amaury. Claro, claro.

Eva. Me salió el hombre al teléfono y me dijo: mire, vaya mañana a ver a Baquero de parte de mía, que yo lo llamo ahora para que la incluya en los exámenes. Y fui y examiné.

Amaury. ¿Pero que te salió el ministro?

Eva. El Ministro, vaya, esas son cosas que se dicen y no se creen.

Amaury. No se creen, no.

Eva. Bueno, entonces fui, examiné y había un señor de Crusellas allí.

Amaury. Crusellas, ¿qué cosa era?

Eva. Una publicitaria. Y entonces me dice: el lunes vaya a ver a Fulano de Tal, para hacerle una prueba, porque posiblemente la contrate Crusellas. Y así fui y me dijo: tenemos que hacerle una prueba. Con el producto usted se aprende el texto y va a visitar 10 casas, el del publicitario venía atrás. Si usted vende 8 productos, la contratamos. Si no, no es buena vendedora.

Y yo, tun tun, tocaba y le metía el comercial completo, me compraron 9 y una negra gorda, que estaba en un solar, me dice: “ay, mi’ja cómo me gustaría”. Porque era Ajax para limpiar las cazuelas. Y entonces dice: “cómo me gustaría tenerlo, pero mi´jita, yo no tengo ni un centavo”. Y el tipo me dijo: le das el producto. Entraste por la puerta grande.

Amaury. Sí, pero en esa época, a ver. Tú también habías hecho radio ¿ tú estuviste en la Mil Diez?

Eva. No, yo lo que visitaba la Mil Diez de jovencita.

Amaury. ¿Qué cosa era la Mil Diez?

Eva. ¿Qué cosa era la Mil Diez? Que recogí mucho dinero para hacerla.

Amaury. Ah, ya está.

Eva. Y como recogí mucho dinero iba todas las noches a disfrutar de Miguelito Valdés, y de toda esa gente.

Amaury. Pero la Mil Diez era una emisora…

Eva. …Del pueblo, la emisora del pueblo, del Partido Comunista, que la vi destruir después, acabaron con ella. Recogí dinero también para el edificio que tiene la CTC ahora, que antes se llamaba Confederación de Trabajadores de Cuba. Y por los bonos que yo vendí para las dos cosas, me hicieron madrina de Juan Marinello por el Barrio de Marte. Porque le vendí un bono de cien pesos, que en aquel momento era mucho, a Márquez Sterling, que era un anticomunista rabioso.

Amaury. ¡Qué bárbaro!, es que la vida tuya…

Eva. …Tú sabes que yo conocí a todos los comunistas de la época, que visitaban mi casa, mi casa pobrecita. Y la casa de Narciso Rodríguez, mi tío. Cuando iban a dar una charla los comunistas, paraban en mi casa y comían de lo poco que teníamos. Allí fueron Blas Roca y Lázaro Peña que eran líderes de los trabajadores. Pero fue Juan Marinello y este otro moreno, que me encantaba oírlo hablar, García Agüero. Esos eran intelectuales.

Amaury. ¡Qué cosas!, pero tú me habías hecho un cuento, una vez, que te vinculaba con Amaury Pérez García.

Eva. Mi primer trabajo en la televisión fue con tu padre. Yo llegué… Me habían dado una mención de Embrioné 54.

Amaury. ¿Qué cosa era eso?

Eva. Una crema de belleza. Cuando eso yo era linda y menudita.

Amaury. No, Eva, no. ¿Cómo que cuándo eso tu eras linda? Tú sigues siendo linda.

Eva. No, chico, ya no. Oye, cuando yo llego, yo iba temblando, trabajar con Amaury Pérez, imagínate. Amaury coge la mención y me dice: no, no, no esta gente no han pagado tanto, y tacha la mitad de la mención, yo que me había pasado tres días estudiándome aquello, y dije: bueno, ¿y ahora qué hago? Pero traté de relajarme. Me siento en una… como si fuera una coqueta, que no tenía espejo y con el producto delante. Y había unos bailarines bailando y fastidiando y los pasos, frente por frente a mí. Y el nerviosismo que yo tenía de no decir lo que Amaury me había tachado…, se me olvidó la mención y empecé a improvisar. Y que esto, y que qué sé yo, y el masaje y la cosa, y el anunciante…, yo estaba a prueba y me contrataron. Pero me metí minuto y medio hablando. Amaury salió de la cabina y me dijo: ¡Pero Muchachita!, ¿qué tú hiciste? Si te quité la mitad de la mención y has metido mención y media. (risas)

Amaury. Pero bueno, no pasó nada tampoco por eso.

Eva. Mira, yo trabajé tanto con Amaury y con Condal (Joaquín M. Condal), que los recordaré eternamente. Porque aunque después hice la presentación de todos los programas de Manolo (Rifat) y la animación…

Amaury. …Sí, ahora hablamos de Manolo.

Eva. Los dos me llevaban para hacer las cosas importantes. Con Amaury hice todos los 26 en el interior. Con Condal hice un programa con Rosita y también fui millones de veces a provincia… Una vez nos quedamos botados por allá por Camagüey y pasamos la noche sentados en un andén esperando que amaneciera para venir en lo que fuera para La Habana. Y de verdad trabajé mucho con los dos y a los dos los quise mucho. Y los quiero, porque para mí no han muerto.

Amaury. No, no, es que ese tipo de gente no se muere nunca.

Eva. No, nunca, nunca.

Amaury.  Ahora, Eva.

Eva. ¿Y tú no te acuerdas?

Amaury. A ver, a ver.

Eva. De una anécdota contigo. Cuando en el año 69, que eras un pepillito que no te dejaban salir, yo animaba el espectáculo por la noche con Consuelito y Pinelli.

Amaury. Claro.

Eva. Y después por la madrugada había un show para los extranjeros, que era con grandes artistas cubanos. Y tú querías, naturalmente, ir.

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