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soyquiensoy (Ricardo R. González)

«Con 2 que se quieran» Manuel Calviño (Parte II)

«Con 2 que se quieran» Manuel Calviño (Parte II)

Amaury. A veces, cuando estábamos en el período especial, por ejemplo, yo creo que tú fuiste de las grandes ayudas para este país. Hay que reconocerlo, por lo menos, para mí lo fuiste, a veces hablabas de temas que en esa semana estaban ocurriendo y tú habías grabado ese programa a lo mejor hacía un mes.

Calviño. Exactamente, o más.

Amaury. ¿Eso es destino, casualidad?

Calviño. Creo que las contingencias de la vida humana son de alguna manera reiterativas. Entran con disfraces diferentes, con caras diferentes, pero las situaciones humanas son muy comunes. Entonces, claro, hablas de cosas que pueden estar siendo pensadas para hoy y un mes después, dos meses después, tú dices: la debe haber grabado hoy por la mañana.

Amaury. Yo pensaba muchas veces que lo hacías en la misma semana en que salía.

Calviño. Bueno, para bien y para mal, ¿eh?. Porque me ha pasado también, de cosas que he grabado con dos meses de anticipación y han salido un día en que el contexto les da una lectura específica y entonces es al revés.

Amaury. Ah, también.

Calviño. Pasa ese tipo de cosas. Pero Vale la pena, siempre digo es un programa que empieza cuando se acaba. Es decir, mi gran aspiración es que cuando yo cierre, la gente diga: no estoy de acuerdo con eso o sí estoy de acuerdo, eso es lo que le pasa a Fulano y se produzca eso, que en definitiva es su leit motiv, es realmente lo que queremos. Muchas veces se piensa que el psicólogo es el tipo que sabe muchas cosas y que sabe dónde aplicarlas, ¿no?, una representación muy vieja del psicólogo. Me es imposible pensar que yo puedo saber de tu vida más que tú mismo, pero la distancia que tengo de tu vida, es la que cuando se junta con la distancia que tienes tú, la que tú ves más de cerca, y la que yo veo más de lejos, nos permite encontrar otra visión distinta y en esa otra visión, probablemente esté tú camino.

Amaury. Es la otra punta del triángulo, ¿no?

Calviño. Exactamente.

Amaury. Yo te oigo hablar y estoy absolutamente hipnotizado. Este es mago, además, pero siempre fuiste así, antes de ser psicólogo, tú siempre has hablado con tanta vehemencia…, que yo recuerdo, desde jovencitos, en algún momento…, nosotros fuimos jóvenes también alguna vez…

Calviño. Sí, claro (risas)

Amaury. Y delgados.

Calviño. (risas) Y delgados.

Amaury. Cualquiera pensaría que a ti no te hace falta nunca tener ayuda médica, porque la gente que te ve en televisión puede decir: este hombre tiene las respuestas para todo. Si un día se siente mal, él solo puede resolverlo. Él solo se recicla, él solo se reedifica.

Calviño. Antes de ser psicólogo soy ser humano y si a algo no renunciaría definitivamente nunca, es a dejar de ser ser humano. Algunas veces me dicen: “sus hijos deben ser perfectos”. Yo respondo: “no, no, yo soy padre antes que psicólogo, y no voy a renunciar nunca a ser padre.”

Amaury. Y deben ser malas cabezas los muchachos, como todos.

Calviño. ¡Cómo todos!, ¡cómo todos! Cuántas veces nosotros estamos metidos en conflictos con los más jóvenes y de pronto tú dices: ¡Espérate un minutito, flash back, vete atrás! ¡Ponte en tus 17 y es como si fuera la historia repitiéndose! Empiezas a ver las cosas ahora como un deja vu, eso ya pasó en mi vida.

Amaury. El joven que uno fue, ¿no?.

Calviño. El joven que uno fue. Entonces, yo no tengo respuestas para todos los problemas, ni a los míos y sin duda alguna que los tengo.

Amaury. Hombre, claro.

Calviño. Ahora, sí tengo una convicción. Tengo una convicción que la digo en palabras de Martí, tengo la convicción de que “andar es el único modo de llegar”. Entonces, vamos a andar y tengo una segunda convicción, que andando con alguien, se llega mejor y más rápido.

Amaury. Bueno, me faltaría aplaudir o algo así (risas). Ahora, tú me dijiste, cuando Tato nos estaba poniendo los micrófonos y me he quedado pensando en ello…

Calviño. Sí.

Amaury. “Yo tengo un problema con la gente de cultura, para la gente de cultura, cultura son los artistas, los bailarines…”

Calviño. Es que es cierto.

Amaury. Desarrolla eso.

Calviño.  La producción cultural es producción, es intercambio, es diálogo entre subjetividades y el concepto de Cultura es mucho más amplio que lo que pueda significar la funcionalidad de un aparato eficiente, productivo, muy bueno; mi respeto, que pueda ser llamado un Ministerio de Cultura o un Ministerio de Educación. Los vendedores de las tiendas son tan educadores como yo. Los artistas, cuando se paran en un escenario, son tan educadores como yo cuando me paro en un aula.

De hecho, te diré que mi gran reto como educador es el dilema que vivo hoy, entre lo que intento hacer en el aula, y lo que luego ese muchacho, que es mi estudiante, se encuentra cuando sale del aula. Son influencias educativas, des-educativas. Imaginemos que los artistas, los cantantes, los músicos, qué sé yo, pensaran en el impacto educativo que tiene su comportamiento, que tienen sus palabras. Del mismo modo las Ciencias Sociales son ciencias de la producción cultural. Pero no es la visión dominante. Mi opinión.

Amaury. Sí, es como se ha dicho muchas veces, me parece que fue Fidel quien lo dijo: nuestros mejores diplomáticos son nuestros artistas.

Calviño. Forma parte de las falsas concepciones, de los estancos, que son estancos de poder, ¿ya?. Al final no puedes hacer esto porque esto es lo que hago yo, y si lo haces tú, yo estoy perdiendo un espacio. A ver, yo hasta puedo tranzar con la comprensión necesariamente administrativa, burocrática de ciertas cosas. Una cosa es que yo diga: por necesidades operacionales divido esto en fragmentos, y otra cosa es que yo me crea que eso está dividido (risas), son dos cosas distintas. Yo puedo hacer lo que quiera, pero no nos engañemos, no nos engañemos.

Amaury. Hablemos del destino, me interesa muchísimo hablar del destino.

Calviño. Mira, Sartre tenía una frase para mí, muy sintomática, muy interesante. Decía Sartre: “Somos lo que hacemos con lo que han hecho de nosotros”. Y a mí me pasa eso muchas veces en mis prácticas clínicas. Llegan personas de 50, 60 años a lamentarse: mi mamá no me quiere, mi hermano no me trata bien. Hay un estereotipo del psicólogo, es: ¿Qué le pasó cuando niño?, ¿no lo quisieron lo suficiente?, ¿no le dieron cariño? ¡¿Hasta cuándo?! Hay un momento en que tu vida dice: soy yo. Y tú construyes tu destino, pero eso que tú construyes tiene un sustento, tiene una historia, tiene un basamento que muchas veces te está moviendo, te está instigando, te está estimulando y tú ni consciente eres de eso.

Eso es lo que yo llamo el destino, esa pluri causalidad de la vida que te lleva por un camino en el que inevitablemente vas a ir. Que no te conduce a un lugar inevitable, pero te lleva de un modo, de alguna manera inevitable. Por eso sí creo en ese destino, pero en ese destino que tú también construyes, que tú tomas consciencia de él. En todo caso yo soy una persona pro activa y profesionalmente defiendo la pro actividad y para  mí la pro actividad es pensar que las instigaciones fundamentales del ser humano no vienen del pasado, vienen del futuro.

Amaury. ¡Madre santa!

Calviño. Es mirando hacia adelante como el ser humano crece, no siendo condescendiente, o no siendo adecuado, o no siendo justo con su pasado. Lo que mueve al ser humano es su futuro y por eso yo siempre digo: Los grandes dilemas humanos tienen que ser dilemas hacia el futuro, no hacia el pasado. El pasado hay que conocerlo, hay que saberlo, -como decía Santayana- para no tropezar de nuevo con él, para no repetirlo.

Amaury. Sí, pero también resulta que cuando en mi pasado yo decía: en mi futuro yo voy a ser tal cosa, pero ahora mi futuro es mi presente.

Calviño. Es tu presente. ¿Y te vas a conformar con tu presente?

Amaury. No, claro, tengo que pensar de nuevo en el futuro.

Calviño. Tienes que pensar de nuevo en el futuro.

Amaury. Bueno, esta entrevista me encantaría que durara para siempre, yo saldría entonces siendo una persona mucho más equilibrada.

Calviño. No estoy seguro, ¿eh?.

Amaury. Nunca uno tiene la oportunidad de entrevistar a un sobreviviente de un accidente aéreo. Se ha hablado muy poco, se ha hablado, tampoco es un secreto. Cuéntame hasta dónde quieras contar ¿qué pasó? ¿Cómo fue aquello y cómo lo recuerdas hoy?

Calviño. Esto fue, Amaury, en septiembre del 82, habíamos ido un grupo de psicólogos que nos graduamos en la universidad…, en Moscú, no solo en la universidad estatal, en otras y regresábamos, tentando el destino. Teníamos que regresar en una fecha, pero ya estábamos saturados de Moscú y sus cosas y decidimos irnos un poco antes. Regresar un poco antes a la casa.

El vuelo venía prácticamente vacío, veníamos ochenta y tantos pasajeros, probablemente la mitad de un IL-62, era un IL-62M, un Iliushin. En ese sentido veníamos cómodos y esa cosa a veces que yo digo que también es defensivo en el momento del aterrizaje, que uno se pone a hacer un chiste un poco para destensar y quizás, algún chiste que se hizo y de pronto, efectivamente sentimos algo que no era usual, ¿no? el avión salió de la pista dando vueltas, se iba de un lado, las luces apagadas, un choque que prácticamente derrumba la parte donde nosotros…

Amaury. ¿Era de día o de noche?

Calviño. De noche, era de noche.

Amaury. ¿Se partió?

Calviño. Se partió, explotaron aquellos motores… En fin, ¿qué te voy a decir?  Fue muy fuerte, fue una impresión muy fuerte, muy fuerte, pero esta cosa de sentir que tus compañeros, que tus amigos, que tus colegas… en esa situación donde cualquiera pudiera estar pensando en su vida y nada más, pensábamos en la vida de todos.

Y eso es una cosa muy reconfortante, porque tú dices: a pesar de los pesares, incluso en tiempos como estos, en que muchos son invitados a la desidia, al egoísmo, tú sabes que esa cosa básica, humana, es recuperable, es salvable y al final se impone. Entonces eso fue una sensación muy fuerte para mí. La otra cosa es los vericuetos de la consciencia -soy psicólogo, no puedo dejar de serlo-.

Amaury. Claro, claro, lo has sido todo el programa.

Calviño. No dejo de serlo nunca. Yo recuerdo que ya estábamos en un lugar más o menos a salvo, habíamos llegado allí corriendo a campo traviesa. Se sentía todavía el estruendo, el cielo aquel dantesco que no voy a olvidar nunca, si soy condenado al infierno ya tengo una idea de cómo es, por lo menos en apariencia. De pronto allí llega un hombre deshilachado, no de ropa, de piel, apenas se le veían las órbitas blancas de los ojos. Llega aquel hombre y decía, en ruso, lo digo en español yo. Decía: soy ciudadano de la Unión Soviética, soy ciudadano de la Unión Soviética, se desploma y allí en el piso, me le acerco y le digo: no te preocupes, va a venir inmediatamente ayuda y esa persona abre los ojos y dice: “Si hay amigos todo está bien y con la misma cerró los ojos y se murió”. Entonces es muy fuerte.

Amaury. ¡Qué cosa!

Calviño. Es muy fuerte, muy fuerte. En fin, yo honestamente, hasta el día de hoy, cuando me tengo que montar en un avión y obviamente, no puedes dejar de hacerlo. Quizás el ruido que antes era ¡qué bueno, estamos volando!, ahora tu dices: ¿estará pasando algo? y queda esa impronta, ¿no?. Pero al final de todo, esta cosa de sentir que lo humano prevalece por encima de todo, incluso, por encima de las situaciones más terribles.

Amaury. Bueno, háblame de tu mujer, de Margarita, y háblame de tus hijos.

Calviño. Pues esta es una parte fundamental en mi vida. Yo creo fervientemente en la familia, creo fervientemente en la necesidad de tener esa compañera con quien tú puedes compartir tu vida, esa es Margarita, mi esposa. Mis hijos, no sé, yo creo…

Amaury. ¿Qué edad tiene el mayor y qué edad tiene el menor?

Calviño. La mayor tiene 35, cumple ahora, recién en estos días cumple 35. El más pequeño, en estos días también cumple 14.

Amaury. Bueno, están ahí, ahí (risas)

Calviño.(risas) Sí, están muy cerquita, casi pudiera ser la madre. Y para mí, Amaury, mis hijos son mi vida misma. Entre las cosas que yo más gratificación siento de mi vida, sin duda alguna, están mis hijos. Sin duda alguna está mi familia, mi esposa, mis hermanos…, el saber, el tener personas cercanas, personas que te pueden tender una mano y a quien tú les tiendes la mano. Eso para mí es vital. La familia, tus hijos, tus padres, no importa dónde estén. En algún lugar de un cementerio, en algún país lejano.

Amaury. En una foto.

Calviño. En una foto. Ese es un sentimiento de base, indestructible, sobre el que se construye la vida humana, a eso no podremos renunciar nunca.

Amaury. Bueno, fuimos afortunados entonces los dos.

Calviño. Yo creo que sí.

Amaury. Tuvimos grandes padres.

Calviño. Yo creo que sí.

Amaury. Y grandes madres.

Calviño. Yo lo creo también

Amaury. Bueno, no voy a renunciar a la posibilidad de consultarme con un psicólogo en televisión. Entonces yo le voy a pedir a Solís, nuestro director, que atenue las luces del set. Que conste que esto no está preparado. Yo traje mis preguntas personales para preguntárselas a mi doctor. Vamos a apagar las luces, Solís, por allá atrás, a ver si tenemos un poquito de oscuridad. Fíjate que estamos logrando cierta atmósfera.

Mi primera pregunta: Yo tengo una especie de obsesión con el tiempo, con la falta de tiempo. Eso me lleva a ser impuntual, porque siempre quiero estar antes de tiempo. Me lleva a vivir en una angustia perenne. ¿Por qué yo siento siempre que no tengo tiempo para nada? Estoy siempre corriendo con una especie de angustia constante con que el tiempo se me acaba.

Calviño. Yo te haría una pregunta a ti. ¿A dónde vas tan apurado?

Amaury. ¡Ves, un Doctor hace falta!

Calviño. Eso es lo que probablemente llamaríamos nosotros: una tendencia neurótica.

Amaury. Yo sé, yo conozco mis limitaciones… (risas)

Calviño. El no darnos cuenta que persiguiendo lo imposible, dejamos de hacer lo posible y yo te diría: concéntrate en lo que estás haciendo, disfruta ese momento de hacer, y lo demás, sucederá.

Amaury. Ok. Voy a otra. Imaginemos, yo estoy en un teatro, un teatro que tiene 5 mil localidades. Supón que canté una canción que fue emotiva y de esas 5 mil personas que están allí, se pusieron de pie y me ovacionaron 4, 999. Hay uno que se quedó sentado, que no le interesó, ni aplaudió. ¿Por qué a mí el que me interesa, me deprime y me preocupa es ese?

Calviño. Ya te mostré un modo de ser psicólogo, ahora te voy a mostrar otro modo, otro paradigma de ser psicólogo. Probablemente te falta la aprobación de alguien en tu vida, de alguien que es y fue muy importante para ti, pero no vio tu punto de llegada y tu le estás reclamando de algún modo: mira adonde llegué, mira adonde llegué. ¿Quién sabe?, puede ser mamá, puede ser papá.

Amaury. (risas) Sí.

Calviño. Es ese que nunca, que nunca va a estar ya, aunque siempre está.

Amaury. ¡Qué bárbaro!, bueno. La tercera y última. La gente va a decir: Amaury se cogió el programa para él. Yo tengo la sensación y es una sensación, de que en la misma medida en que yo más me he esforzado y me esfuerzo, en algunos casos, en ser un buen hijo, en ser un buen padre, en ser un buen amigo, en ser un buen esposo. Tengo la sensación, y es sensación, ya te digo, no es certeza, la sensación de que mientras más me esfuerzo, menos lo logro y siempre me queda la sensación de que me quedo por debajo, que nunca lo puedo lograr.

Calviño. Ahora, junta las tres preguntas y me has hecho una sola.

Amaury. ¡Entonces no estoy tan loco!

Calviño. No, no estás tan loco. Has dicho: ¿Qué pasa conmigo, verdad?

Amaury. Sí.

Calviño. Y entonces yo te diría: esa es una enfermedad tan linda, es una enfermedad tan reconfortante, que se llama, nunca estar conforme sin estar tampoco inconforme. Tú eres una persona que no quiere que le den vida, que quiere ganarla, que quiere hacerla y para eso siempre el tiempo es poco, para eso siempre necesitamos el apoyo de quien no nos apoya y para eso siempre tenemos que tener una insatisfacción residual, para que nos vuelva a instigar y no abandonar el camino.

Amaury. Bueno, yo pensé… Bueno, ya terminé con esto porque ya me empezó a dar taquicardia. Es increíble cómo tú has resuelto muchísimas tragedias mías en apenas unos minutos de televisión.

Yo siempre hago una pregunta al final y leí una entrevista que te hizo una joven estudiante de periodismo, muy buena entrevista, qué lástima que no recuerdo su nombre, y ella te hablaba de los sentidos, no sé bien cómo estaba armada la pregunta, pero te hablaba de los sentidos y tú hablaste de un sexto sentido, el sentido de la ética. No voy a hacer la pregunta igual que ella porque tendría que citarla entonces y no la logro recordar.

Calviño. Claro, esta joven, efectivamente me preguntó: ¿puedo suponer que no le han faltado situaciones, estando fuera de Cuba, en que lo han invitado a trabajar fuera de Cuba?

Amaury. A trabajar o a no regresar.

Calviño. O a no regresar, sí. Cuando digo trabajar, efectivamente a no regresar y yo le dije: tiempo perdido conmigo, yo soy una persona que no sé vivir sin Cuba.

Ni tan siquiera, ni tan siquiera sé vivir, como dicen algunos con Cuba en el corazón o con Cuba en el maletín. Yo necesito Cuba en mis pies, Cuba en mis manos, Cuba rozándome, Cuba molestándome.

Amaury. También.

Calviño. Cuba favoreciéndome. Necesito…, eso forma parte de mi existencia. Justamente necesito vivirlo con los cinco sentidos, necesito oler Cuba, ver Cuba, oír Cuba, sentir Cuba y lo necesito también en un sexto sentido. Yo creo que los seres humanos tenemos un sexto sentido que se llama ética, que es una construcción absolutamente nuestra y soy una persona esencialmente, no solo cubano, sino comprometido con Cuba. Yo no vivo en Cuba por casualidad, yo vivo en Cuba por causalidad, porque he decidido vivir en Cuba. No soy cubano por accidente, soy cubano por decisión y mi gran sueño siempre está asociado al bienestar de los cubanos y las cubanas, a la felicidad de los cubanos y de las cubanas y para nada demerito a quién pueda favorecer esto desde la distancia, pero yo soy de los convencidos que necesito hacerlo aquí y lo voy a hacer siempre aquí. Estoy convencido. No puedo vivir sin eso, no sé vivir sin eso, no quiero, Amaury, vivir sin eso.

Amaury. Bueno, somos dos. Manolo, te despido, yo quisiera hacer una serie contigo, una serie de programas de televisión contigo. Te agradezco, primero me voy a agradecer yo, haberte llamado.

Calviño. Yo te agradezco esto mucho también.

Amaury. Sí, claro. Me siento, es de esas veces que digo: qué bueno que se me ocurrió llamar a Manolo y te puedo jurar una cosa: yo era una persona hasta que llegué a este programa hoy y cuando tú te vayas por esa puerta, yo seré una persona diferente y seguramente mejor y te lo debo, mi socio.

Calviño. Muchas gracias.

Amaury. Te quiero mucho, muchas gracias.

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