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Yo conocí la COVID (1)

Yo conocí la COVID (1)

A PARTIR DE HOY Y CON CIERTA PERIODICIDAD REPRODUCIMOS TESTIMONIOS DE VILLACLAREÑOS QUE PADECIERON EL SARS-CoV 2 Y ESTÁN RECUPERADOS, PERO VALEN SUS EXPERIENCIAS A MANERA DE LECCIÓN PARA TODOS.

«La otra cara de mi mundo»

El joven galeno villaclareño Javier Alejandro Oquendo Álvarez, con apenas 25 años, nunca imaginó que un día se convertiría en paciente de la repulsiva Covid-19.

Por Ricardo R. González

Fotos del autor y cortesía del entrevistado

La vida sitúa encrucijadas que nos hacen rebuscar entre los innumerables porqués, y el Dr. Javier Alejandro Oquendo Álvarez hubiese deseado que los recuerdos se detuvieran en el último día de 2020 cuando compartía el término del año con sus seres queridos.

Después, la película —léase realidad— se tornó oscura, desapareció de ella el multicolor que pudiera tener debido a que en la madrugada del primer día del nuevo enero comenzó a experimentar un malestar general con un termómetro que marcaba los 38oC.

Luego vino la tos seca e intensa, fue perdiendo el gusto y el olfato, a la vez que no faltaron trastornos gastrointestinales. Nada más evidente para un médico que presentir la llegada de una clásica Covid-19 como aparece descrito en la literatura.

Por todo ello decidió aislarse de la familia. Debía entrar a trabajar el 4 de enero con la guardia correspondiente en el hospital universitario clínico quirúrgico Arnaldo Milián Castro, pero asistió de inmediato a la consulta de afecciones respiratorias establecidas en los centros de salud.

Comenzaron las investigaciones, los procederes necesarios, hasta el primer PCR realizado en casa. Lo que imaginaba el joven galeno se convirtió en hecho fehaciente. Era positivo a la epidemia.

«No quiero recordar ese momento. En fracciones de segundos se me paralizó el mundo. Un torbellino de ideas en medio de preocupaciones por los demás, por mi familia con la que compartí días antes. Temía por mis abuelos vulnerables por la edad, por mis primos, por mis padres queridos, y por esa hermanita que ha sido uno de los mejores regalos que ha llegado a mi vida, en fin, caí en shock».

LA AMBULANCIA, LOS VECINOS, LA SALA

Las horas parecían interminables hasta el arribo de la ambulancia a fin de trasladarlo al hospital oncológico universitario Celestino Hernández Robau habilitado también para el tratamiento del SARS-CoV-2. Los vecinos en sus puertas en gesto de apoyo, y la llegada a una sala de la institución hospitalaria completamente vacía porque Javier era el primer paciente en ocuparla en el actual rebrote.

«Era ver la otra cara de mi mundo en posición diferente: la de un médico devenido paciente», confiesa.

Allí lo recibió el personal de Salud bajo estrictas medidas de protección, tuvo excelente atención, mas las jornadas pasaban en cuentagotas, parecía que no avanzaban hasta el 16 de enero en que correspondió la segunda prueba, esa que decidía el alta o la permanencia en el centro asistencial.

«Ese día se realizó el otro PCR con el resultado que yo esperaba en medio de una sensación como que vuelve el alma al cuerpo luego de un fuerte tratamiento que deriva reacciones propias, y la alegría de retornar a la casa, asearte en tu baño, dormir en tu cama ¿quieres algo más gratificante?».

Revisaba una y otra vez el documento de egreso. Ya no tenía el virus. Sintió en ese momento acumular la mayor fortuna del universo, esa que no se explica con dinero y sí por su valor sentimental. El ómnibus lo trasladó hasta el hogar, mientras su hermanita Carolina, de solo cinco años, sentía el deseo de expresarle todo su amor, lo que se vio obstaculizado hasta después del aseo total.

«Al llegar experimentas una sensación que te recorre el cuerpo y no encuentras palabras para describir la emoción. Aquellos vecinos que nos despidieron me esperaban con esos aplausos que también tributaron luego de trabajar en un período anterior en la zona roja del hospital Manuel Fajardo Rivero por espacio de 15 días y cumplimentar la etapa de aislamiento.

«Fuimos directo al baño y al salir empezamos a querernos mucho más, abrazaba a mi hermanita, veía a mí padre Amaury, en tanto las lágrimas de mi mamá Katia se hacían notar, y las mías también ¿por qué no?... Han sido los momentos más difíciles en mis 25 años, sin dormir durante esas noches de ingreso en espera de conocer la verdad. Aunque quieras olvidarlo o disimular resulta imposible, incluso no es comparable a cuando te enfrentas a un enfermo en la zona roja… Miro atrás y puedo decir que fue bastante duro».

Luego del certificado por 14 días emitido en el área de salud y con la vigilancia epidemiológica establecida a través del médico y la enfermera de la familia mediante sus visitas diarias, asistió a la consulta multidisciplinaria de su policlínico para valorar la reincorporación al trabajo en el servicio de urología del mayor complejo asistencial de la provincia.

«En los primeros días prevalece el cansancio a tenor de la actividad física cotidiana, pero por suerte te vas recuperando, paulatinamente, incluso hasta de ciertas secuelas respiratorias».

— Una idea viene a la mente mientras lo escucho ¿Cómo es posible que siendo un médico cumplidor de todos los protocolos te hayas contagiado con la epidemia?

— Esa pregunta me la hago a diario. Pudiera ser a partir del factor de riesgo epidemiológico derivado de las guardias, o por algún paciente asintomático que haya atendido en el transcurso de mi labor. Lo real es que ocurrió, y la causa todavía ando en su búsqueda.

EL OTRO JAVIER

¿Quién es verdaderamente este joven ejemplar? Alguien que se graduó con Título de Oro en la Universidad Médica villaclareña en julio de 2020, figuró entre los 13 alumnos integrales, y ya en octubre formó parte de los primeros grupos de su hospital Arnaldo Milián que resultó abanderado para reforzar la atención a pacientes de Covid-19 en el «Manuel Fajardo Rivero».

Integrante del movimiento de vanguardia Mario Muñoz Monroy para quienes se destacan en las ciencias médicas, y en la actualidad inmerso en un proyecto de tesis aspirando a un curso predoctoral.

Se declara como el primer Oquendo que es médico en la familia porque no existen antecedentes, y quien desde pequeño se inclinó por la rama, aunque estuvo a punto de desviar su curso por cierto embullo estudiantil.

«Casi al terminar mi enseñanza en el Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Ernesto Guevara, y antes de llenar la boleta para la selección de las carreras tuve la idea de optar por las telecomunicaciones o la física nuclear, a pesar de la disyuntiva al final primó la medicina porque, sin dudas, era mi vocación, y no me veía en desempeño de otra profesión que no fuese esa».

De la familia considera que ha sido su base de apoyo, la fuente de crecimiento personal y espiritual, la que siempre ha estado y estará por muchos años apoyándolo y aconsejándolo en las decisiones y ante algún traspié que pudiera aparecer en el camino. Una convivencia en extremo armoniosa que, quizás por ello, mamá Katia le siga diciendo «mi niño», pues para ella siempre lo será.

A pesar de ser un profesional muy joven reconoce que la Covid-19 no es juego. Tiene la vivencia propia, por ello insiste en la autorresponsabilidad de cada persona y su conciencia. «Yo desearía que mi experiencia fuera interiorizada, que piensen en los suyos y su entorno porque no es fácil una hospitalización en la que, prácticamente, el reloj no avanza.

«Basta solo con ver las estadísticas del mundo y en el país para comprender lo que es una pandemia que mata y merece respeto por el grado de contagio en su transmisión a través de las vías respiratorias, por ello debemos cumplir con el distanciamiento social, el uso del nasobuco y de las sustancias antisépticas, evitar las visitas innecesarias a las casas y las salidas indebidas a la calle. Vamos a mantener el precepto de cuidarnos y cuidar a los demás».

Javier Oquendo es de vida familiar, agradece mucho el apoyo que le dieron sus amigos para lograr la recuperación y por esa constancia de estar pendiente de cada detalle evolutivo. Si pudiera dibujar ese día en que toda esta epidemia finalice lo imaginaría como una fiesta espiritual convertida en una jornada de vivos colores, ya no nos levantaríamos a diario con la incertidumbre del reporte de casos, y seríamos, como dice la canción «Mucho más que dos» para reunirnos con todos aquellos hoy se encuentran alejados por cuenta de un holocausto abismal e inhumano. Ya será muchacho, te llegará el momento como regalo de toda esa existencia que tienes por delante.

PIE DE FOTOS

1.- « En fracciones de segundos se paralizó el mundo para mí», señala el Dr. Javier Alejandro Oquendo Álvarez al recordar aquellos días en que de médico se convirtió en paciente de la Covid-19.

2,- Formó parte de los primeros grupos de profesionales del hospital universitario Arnaldo Milián Castro que resultaron abanderados para apoyar la asistencia en el homólogo «Manuel Fajardo Rivero. Javier es el quinto de izquierda a derecha, y aparece junto a parte de sus colegas y al Consejo de Dirección del mayor centro de asistencia en la provincia.

3.- Durante la etapa de trabajo en el Hospital Militar con todas las medidas de protección establecidas.

4.- Título de Oro en la graduación de la Universidad Médica de Villa Clara en julio de 2020.

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