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Rostros en primer plano

Rostros en primer plano

Una pantrista, otra auxiliar de limpieza, y un jefe de servicios revelan sus historias dentro de la llamada Zona Roja del hospital oncológico Celestino Hernández Robau de Villa Clara en aras de la vida.

Por Ricardo R. González

Fotos: del autor y cortesía de Roydel Aldereguía

Señales por doquier advierten el peligro: Unas indican Zona Roja, otras, un No Pase, pero los valientes de hoy tienen, inevitablemente, que transitar por allí y vencer cuantos obstáculos presente el camino. Visten típicos atuendos, a tal punto que se nos hacen irreconocibles, pero todos bien protegidos porque la humanidad aguarda por ellos. Tampoco hacen falta imágenes desde sus oficios ya que la grandeza de la obra la llevan por dentro a partir de entregas que resaltan a quienes están dispuestos a resistir los contratiempos de la vida desde el hospital oncológico universitario Celestino Hernández Robau que también ha visto las manifestaciones de una pandemia agresiva e indescriptible.

Así comienza esta historia…

MIRIELYS

Dos años lleva como pantrista en la institución hospitalaria. Comenzó su experiencia en las salas de Cardiología y Terapia Intensiva; sin embargo aún tiene un mal recuerdo del pasado año que no quisiera abordar. Quería brindar su aporte en el enfrentamiento a la Covid-19 con la bondad de lo que sabe desempeñar; sin embargo, las marcadas y continuas tensiones en torno a la enfermedad le causaron una enorme depresión que la alejó tres meses del centro durante el primer momento del SARS-CoV-2.

«Eso lo llevo por dentro, lamento esa etapa en que no pude estar del lado rojo, pero ya estoy aquí. Me siento muy bien, y sobre todo útil porque deseaba ayudar al necesitado».

Mirielys Pérez Ramos conoce de sacrificios. Llega muy temprano, antes de las 7:00 de la mañana porque debe preparar las condiciones exigidas por su trabajo. Limpiar el carrito del pantry, revisar cada uno de los utensilios y recipientes, y enfrentar la labor del día a día.

Los protocolos son rígidos y no admiten descuidos. Primero el desayuno, luego el fregado general y el depósito de los desechos en bolsas especiales antes de realizar el primer baño individual en la jornada.

« En total nos esperan seis baños diarios. En el desayuno, las tres meriendas (mañana, tarde y noche), el almuerzo y la comida. Estos últimos llevan mayores esfuerzos en cuanto a la descontaminación de las bandejas hasta que realizamos el último encuentro con la ducha antes de partir hacia el hogar».

Allí aguardan su esposo, los hijos con 19 y 22 años, y el regalo mayor que tiene la familia a partir del nacimiento de una nietecita, de solo 15 días, que alegra el alma.

«Ellos me impulsan a seguir. Soy asmática, hipertensa, pero dichos padecimientos no limitan el amor hacia los pacientes a quienes les doy mucho apoyo. Por la rigurosidad del tratamiento a veces no desean comer. Poco a poco los voy invitando a que se alimenten, y me pongo en su lugar porque los siento como alguien de mi familia».

Mirielys atiende también al personal médico. Reconoce que a distancia de los enfermos se aprende a tributar amor, y sabe que la búsqueda de la excelencia resulta la plataforma primordial para un buen servicio.

O como ella lo define. «Somos eslabones de una gran cadena en la que cada uno tiene su componente».

LISANDRA  

Muy joven es Lisandra Díaz Herrera. Lleva apenas tres meses de trabajo como auxiliar de limpieza y de lleno en ese rojo que indica la zona. No oculta sus temores iniciales por la pandemia porque ¿a quién no le ocurre?; sin embargo, el propio tiempo le ha demostrado que si se cumplen todas las medidas de seguridad el recelo disminuye.

Seis salas que pasan en rotación por los turnos laborales, aunque confiesa que su momento más difícil es la entrada al área de peligro como el instante que estremece su anatomía y que es vencido por la necesidad de ayudar al prójimo.

Sepa que para enfrentar su labor debe reforzar la cantidad de nasobucos, utilizar dobles gorros, sobrebatas, sin descuidar las botas y el empleo de gafas antes de proceder a la limpieza de las salas, revisar periódicamente el estado de los baños y los pasillos en turnos de siete horas con días reglamentados de descanso.

Las condiciones sanitarias también le exigen la desinfección individual porque cada vez que sale de una sala debe realizar su aseo. Así una y otra vez ya que antes de pasar a la próxima se impone el cambio total del atuendo.

Tres hijos y su familia esperan en casa. Ellos comprenden el trabajo de Lisandra, mas, a la auxiliar de limpieza le aterra constatar las indisciplinas palpables a diario en las calles. Niños completamente desprotegidos en la vía pública, tumultos en las colas, uso incorrecto de mascarillas, en fin… hechos que provocan el repulso de la joven quien recalca el máximo cuidado ciudadano ante una afección sin rostro y que no es de juego como bien aluden los propios pacientes, a pesar de mantener el distanciamiento durante su permanencia en las salas que no impide responderles alguna inquietud si está a su alcance.

Un deseo compartido por toda la humanidad prevalece en su mente: Que llegue el día en que concluya este holocausto y aparezca pronto la vacuna, mientras tanto Lisandra Insiste mucho en las acciones familiares destinadas a proteger a la infancia y a los ancianos como grupos muy vulnerables, y que ayuden a disminuir la cantidad de lactantes infestados por el virus acentuada en este último rebrote.  

Quizás al resultar protagonista directa del escenario de la Covid-19 comprenda más de cerca un peligro que quisiera alejarlo de todos.

ROYDEL

Tiene sobre su espalda la responsabilidad de asumir la jefatura general de servicios en el «Celestino Hernández Robau». Con pasos ágiles va de una sección a otra, está aquí y allá, y en no pocas ocasiones debe ejecutar acciones inminentes, sin espacio para un después.

Roydel Aldereguía Hernández considera que todo es posible en un colectivo de mucha valía. «Yo diría que en ocasiones resulta anónimo en la esfera publicitaria, pero sin ellos sería imposible garantizar a plenitud el trabajo de una institución de este tipo».

Y con múltiples razones añade: «¿Se imaginan un hospital sin lavar la ropa?, ¿qué sería de un centro en el que el menú no llegue al enfermo, o que no existan camilleros para trasladar a los pacientes?

Entonces recuerda aquel día en que se reunió con su personal al iniciar la pandemia.

«No teníamos experiencia en este tipo de enfermedad. Era nueva para todos y explicamos la importancia de la misión. Somos jóvenes en la mayoría de este día a día, y nunca dudamos de cuáles serían los resultados. Se decidió dividir el Hospital en dos bloques a fin de enfrentar el reto y proseguir la asistencia como institución dedicada a la Oncología territorial. Así empezamos en abril pasado, incluso recibimos portadores del virus de la provincia espirituana y del episodio de transmisión local ocurrido en el Hogar de Ancianos número 3 de Santa Clara.

«Luego de un receso retomamos el trabajo relacionado con la Covid en los primeros días de enero de este año con el tercer rebrote, y si tengo algo digno que destacar es que de los 84 obreros —con predominio femenino— que se desempeñan entre los servicios de lavandería, pantristas, auxiliares de limpieza, camilleros y ascensoristas, más de 36 ofrecieron su decisión voluntaria, desde un inicio, de enfrentar la epidemia y trabajar directamente en función de ella».

El resto, por problemas de salud o figurar entre los vulnerables, estaba dispuesto a seguir desde otro trinchera, y pasaron a la sección de Oncología.

Para los humanos verdaderamente conscientes cualquier esfera de los servicios en instituciones hospitalarias constituye una vértebra integradora de una gran columna. Un personal sin descanso, de lunes a lunes, y en el que solamente las acciones de lavandería abre sus puertas a las 5:00 de la madrugada cuando aún ni el sol despunta con las primeras luces del alba.

Un Hospital que reclama la descontaminación diaria, y que al decir de Roydel Aldereguía «velamos porque todos los trabajadores en zona roja utilicen correctamente los medios de protección. Gracias a ello no hemos tenido ninguno contagiado en función de cuidar la salud de ellos y la de sus respectivas familias que aguardan en casa».

— ¿Satisfecho?

— Ni satisfecho ni conforme, pero sí orgulloso del colectivo existente insertado a la realidad cubana. Cuenten siempre con nosotros.   

Mirielys, Lisandra y Roydel son rostros en primer plano. Ni médicos, ni académicos, ni científicos, mas llevan en su alma el «doctorado» de la dignidad como cualidad más hermosa que engrandece la vida.

PIE DE FOTO:

El jefe de servicios de la institución hospitalaria imparte algunas orientaciones antes de iniciar la jornada.

También puede ver este material en:

https://ricardosoy.wordpress.com

https twitter.com/riciber91     

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