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soyquiensoy (Ricardo R. González)

Mano con mano

Mano con mano

Por Ricardo R. González

Cuando los tiempos son crudos y muestran la realidad, la vida llama a rescatar valores que se han perdido para reemplazar el yo por el nosotros y mirar a los demás.

Habrá que pensar en la infancia que sonríe y merece afecto infinito. Habrá que pensar en el anciano que entregó fuerzas y desvelos para abrirnos, incluso, las puertas de lo que hoy somos. Habrá que pensar en los tantos que se levantan y emprenden las encomiendas cotidianas a fin de servir a un prójimo reclamante de sus acciones.

Pienso en aquellos que despliegan oficios que, sin resultar minúsculos e intranscendentes, engrandecen la existencia, en los trabajadores de Servicios Comunales que madrugan y despliegan sus labores quizás sin la tacita de café que tanta falta les hace. Pienso en los galenos, en esos que vencen las mareas ante limitantes de insumos, en aquellos que en medio de un panorama convulso desafiaron el temor para enfrentar una pandemia que ha cambiado los colores del mundo, y más en esos anestesistas, muchas veces olvidados, que tienen en sus manos la vida del paciente.

Pienso en la familia de quienes cumplen diferentes misiones por otros lares y aun no conocen a la criatura acabada de nacer, o en los que no pueden estar junto a los suyos en fechas significativas y decirles felicidades mamá o abrazar a su relevo.

Pienso, también, en hombres y mujeres que sudan la camisa en el surco y desafían el sol, la lluvia y hasta el reloj para lograr que la tierra produzca, y en el jubilado que lo dio todo en su ejercicio laboral y que hoy pasa inadvertido en no pocos colectivos.

En fin, pienso en todos, y ahora recuerdo una bella reflexión denominada El tren de la vida, la que compara el día a día como un inmenso viaje en uno de sus vagones, con sus estaciones, sus cambios de vías y accidentes.

Sin dudas esta travesía la conformarán alegrías, tristezas, fantasías, esperas y despedidas en el gran ajiaco de meses y años, pero deja una excelente moraleja: el éxito radica en dar lo mejor de cada quien… amar, no ofender aun en momentos de ira, y ofrecer siempre lo mejor de acuerdo con las posibilidades.

Retomo ese pensamiento. El gran misterio es que no sabemos en qué estación nos bajaremos, mas cuando llegue el momento de desembarcar y quede nuestro asiento vacío, dejemos bonitos recuerdos a los que continúan viajando en el tren de la vida.

Ni más ni menos. Por suerte vivo en un país que tiene infinitas historias que contar cargadas de desprendimientos y optimismo, de esas que llenan el corazón y erizan la piel, eso es lo que hace falta multiplicar. Seamos solidarios para sentir, internamente, la satisfacción plena como el mejor de los regalos que podemos tributar.

En pocas palabras, mano con mano.  

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