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Tarea Vida (6) El dilema del agua

Por Ricardo R. González

Cada 22 de marzo está dedicado al Día del Agua, cuya primera celebración se realizó en 1993, auspiciado por la Asamblea General de las Naciones Unidas. Se trata de llamar la atención sobre la importancia del agua dulce y la defensa de la gestión sostenible de sus recursos.

El propósito es magnífico, máxime si existe el empeño de que haya agua potable e higiene para todos en 2030, pero reza el proverbio de que «del dicho al hecho va un trecho» y habrá que esperar por los comportamientos continentales y las irreverencias humanas.

No existen dudas que las problemáticas generadas por el preciado líquido están provocando crisis en un número mayor de países, si se tiene en cuenta que entre 1500 y 2000 millones de personas residen en la actualidad de áreas que parecen de agonías hídricas en las que estos recursos son insuficientes para satisfacer los requerimientos elementales del consumo humano.

Pero lo más agobiante es que cerca de mil millones de habitantes en el mundo no cuentan con agua en todo el año, ya que desde 1969 las disponibilidades mundiales han descendido en más del 50 % por habitante.

Cerca de mil millones de habitantes en el universo no disponen de agua en todo el año, ya que desde 1969 las disponibilidades mundiales han descendido en más del 50 % por habitante.

Es cierto que existen planes efectivos por algunos países para alcanzar los objetivos de Desarrollo Sostenible. Incluso se habla de una herramienta creada por la Universidad de Naciones Unidas al propósito de lograr el agua potable limpia y el saneamiento para todos.

No es secreto que el líquido se convierte en el problema de desarrollo que afecta a la mayor cantidad de personas, y si bien los objetivos y pretensiones resultan encomiables hay que vivir la realidad del día a día.

Un elemento que atenta, sobremanera, son los presupuestos destinados a la actividad. Por ello impera que cada nación se anticipe a los desastres y reduzca los riesgos vinculados al agua y su escasez a fin de proteger aquellas comunidades afectadas.

En el caso de Cuba tiene un sistema de acueducto y alcantarillado sumamente deprimido. Incluso municipios que ni cuentan con ello y se nutren de agua de pozo que en la mayoría de los casos están contaminados. Y qué decir de los enormes salideros que le cuestan millones a la economía del país.

El archipiélago pierde unos 300 millones de m3 de agua potable por las redes hidráulicas domésticas. Estos salideros imponen al Estado alrededor de cinco millones de dólares.

Esa cantidad implica un gasto de 10.000 toneladas de combustible destinadas al bombeo, y 4.500 toneladas de productos químicos para el tratamiento del agua.

Si bien las estadísticas son relativas estas pérdidas generales llegaron en las últimas décadas al 58 % del total del agua bombeada a los hogares y centros estatales.

En 2015 se habló de que el Gobierno realizaba inversiones a fin de reducir estas fugas en un 43 %. La realidad muestra avances, pero no de la manera deseada.

Estos salideros cuestan al Estado alrededor de cinco millones de dólares.

En el caso de la capital villaclareña la barriada el Carmen estuvo cerca de mes y medio en que no recibió el líquido en un tiempo reciente. Roturas en las conductoras y un añejo acueducto influyen en estas frecuentes anomalías que no resultan ajenas a otros territorios.

Otro de los detalles en que se ha insistido y siguen en déficit recae sobre la fabricación y comercialización de herrajes hidrosanitarios debido, según se alega, a la falta de financiamiento y de materias primas importadas para su elaboración.

No olvidemos que el mal estado de los herrajes y los derrames generados desde tanques elevados y otros depósitos causan pérdidas de agua notorias en el interior de las viviendas.

Resulta crítico, a la vez, los ciclos de entrega de agua, lo que conlleva que en muchas ocasiones a que la población tenga que recurrir a piperos particulares o a algunos estatales que se «desvían» de la ruta para obtener 250.00 pesos o el equivalente a los 10.00 CUC.

Y recordemos los períodos de intensa sequía que complican todavía más este dilema de las aguas.

A mi modo de ver habrá que arreciar en este tema, sin descontar esas indisciplinas sociales de romper tuberías para favorecer intereses personales de riego en determinadas zonas agrícolas o lograr piscinas artificiales.

Creo que no queda día en el calendario que esté exento de estar dedicado a algo. A veces hasta coinciden tres sucesos que no guardan relación entre uno y otro. Vale el propósito, mas hay cuestiones que van más allá de 24 horas y deben convertirse en preocupaciones cotidianas. El tema agua es una de ellas si queremos materializar esos sueños previstos para 2030. De lo contrario es otra de las aspiraciones que quedan tristemente en el camino.

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