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soyquiensoy (Ricardo R. González)

Esther

Esther

Por Ricardo R. González

Primero fue la adorada Teresita Fernández. Ahora es Esther quien emprende el camino entre el silencio de los grandes. Sabía que, de un momento a otro, sorprendería la noticia, pues su precario estado de salud constituía ya una agonía titánica a ganar día a día.

Otra vez la cultura cubana está de luto, y nos movemos en esa especie de cuerda floja en la que jamás creemos que lo lamentable tome el sentido de lo real.

Hace solo unos días, el pasado 5 de diciembre, Esther arribó a su centenario, y fuimos felices por tener a una damisela que supo encarar el arte con la dignidad de los inmensos, aunque su onomástico tan especial resultara apenas imperceptible para ella.

Hoy Santiago de las Vegas, su pueblo natal, la llora, pero también lo hace Cuba a la que dedicó su arte supremo al regalar las más bellas canciones de todos los tiempos.

Cómo olvidar su Siboney, tan genuino y criollo, o la Noche azul con esa tonalidad endulzada por su voz, Cómo menospreciar esa Rosa Oriental  que, sin serla por natalicio geográfico, le imprimía un aire de absoluta cubanía y de apego a esa región, o la inigualable Damisela Encantadora, escrita especialmente para ella por el sin par Ernesto Lecuona, y que a pesar de los años no encontrará nunca a su rival.

El 5 de Diciembre, a raíz de su centenario, escribí una anécdota que me hizo aquilatar la grandeza de Esther como virtuosa de la cultura compensada con el don de extraordinario ser humano.

Tuve la dicha de compartir con ella un vuelo desde la capital cubana hasta la ciudad de Cienfuegos. Esther iba a Trinidad para intervenir en la Semana de la Cultura de una villa a la que siempre asistía por sus encantos y por la acogida de su público, y si de algo quedé impresionado fue de la cantidad de libros que adquirió en la entonces librería del aeropuerto internacional José Martí.

Tuve el privilegio de que viajara a mi lado, y confieso que hubiera deseado que aquella travesía resultara interminable. Hablamos de tantas cosas, de tres de sus insignes maestros: Ernesto Lecuona, Sindo Garay y su apreciado Luis Carbonell , del sorprendente trabajo que hiciera al grabar, allá por la década de los 50, el disco Esther canta a dos, tres y cuatro voces, interpretado por ella misma, cuando las técnicas de grabación resultaban rudimentarias.

A propósito obtuvo Premio de Honor en CUBADISCO del año 2000, en una versión digitalizada, y no faltó la mención de cuando, a lo largo de sus tantas giras, filmó la película Adiós Buenos Aires, en la que asumió la conga Para Vigo me voy.

Aquel día me parecía ver a la maestra de la Escuela Normal en la que estudió. Me abrió gran parte de sus memorias, de sus alegrías y desengaños, de los escollos en el largo y difícil camino del arte, del orgullo de haberle cantado a los más universales compositores nuestros, y del amor que sentía por su Cuba patentizado al grabar Como el arrullo de palmas.

Me dijo que amaba la lectura, a esa que dedicaba horas y horas siempre que su tiempo lo permitiera «porque leer es como apropiarse de la enciclopedia del conocimiento y de la vida».

Y leía a los buenos autores, a los malos, a los regulares… porque de cada uno se sacaba una enseñanza.

Si algo no faltó en aquella plática fue su pasión por el Álbum de Cuba, aquel espacio televisivo que durante décadas defendió lo más genuino de la cultura nacional, y que un día desapareció sin ella recibir la más mínima explicación.

Todavía recuerdo su rostro contrariado y el silencio acompañado de tremenda nostalgia. Aquello resultó un batacazo en su vida que jamás pudo olvidar, y no me quedaba más remedio que sacarla de aquel momento triste.

«Esther —le dije— pasa mucho en cualquier profesión u oficio, pero recuerde que usted seguirá siendo para todos el mejor Álbum de Cuba».

Una sonrisa me devolvió como especie de modesta gratitud. La aeronave ya se acercaba a Cienfuegos, y se me ocurrió preguntarle lo que significaban para ella los premios.

Entonces me dio otra de las lecciones que no olvidaré de por vida. «Llegan o no —ripostó—, son justos o no en dependencia de la pureza de los jurados, pero no te pueden embriagar. Recuerda que el mejor de ellos se gana, a diario, a fuerza de talento y esfuerzos, y los concede tu pueblo».

Quedamos en vernos nuevamente, y la cita se dio, años después, en Santa Clara, una plaza de la que guardaba eternos recuerdos en su vida, la urbe también de Nelson Camacho, quien fuera su pianista acompañante durante largos años.

Quizás el acto más valiente y difícil de Esther fue el día en que, al escuchar un criterio emitido desde el público, decidió no cantar más.

Se retiro con la gala de los grandes, con la convicción de que es mejor dejar el nombre en alto, y no salpicado por las manchas del ridículo.

Después se le vio poco. Alguna que otra entrevista, algún que otro programa, alguna imagen de kinescopios, y la inclusión en la colección discográfica Las Voces del Siglo, patrocinada por la Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales (EGREM).

Por eso quería escribir esta reseña de Esther María de la Caridad Borja Lima, esa mujer que nos deja abierto su álbum, aunque las fuerzas no le dieran más para sobrevivir las últimas horas de este 2013. Hasta siempre, damisela.

También puede ver este material en:

http://ricardosoy.wordpress.com

https://twitter.com/cibergonza

1 comentario

Amor -

Yo quisiera saber y si es posible ver un video de el suceso ocurrido en caibarien en diciembre del 2013 sobre la estrella giratoria que se callo con personas dentro... Gracias. Ojalá y me puedas ayudar !!!